Parte 11
Nos encontramos en un lugar oscuro donde solo se podía escuchar el llanto de una voz infantil y no solo eso, sino que ese sonido de llanto estaba mezclado con uno de dolor y solo se pudo escuchar de entre esa oscuridad que decía.
-No más, por favor, no más-
La oscuridad parecía envolverlo todo, como si fuera una manta pesada que aplastaba la esperanza. El aire estaba frío, denso, y la humedad calaba hasta los huesos. El llanto de esa voz infantil continuaba, cada vez más ahogado, como si la angustia fuera una corriente que lo arrastraba, llevándose consigo la inocencia.
A medida que el sonido se hacía más cercano, la angustia en su tono aumentaba. No solo era el llanto de un niño, sino el de alguien que había experimentado algo más allá de lo imaginable, algo que lo había marcado, lo había destrozado. En medio de la oscuridad, resonó de nuevo:
- ¡No más, por favor, no más! -
Esas palabras cargadas de desesperación y angustia cortaron el aire como el filo de una navaja, cada palabra que lanzaba revotaba en esas frías paredes formando un eco que se expandía, repitiéndose una y otra vez, hasta perderse en la vastedad del vacío. Parecía que la oscuridad misma absorbía el sonido, devorándolo, pero no de una manera tranquila. Era como si las paredes mismas de ese lugar estuvieran llenas de sufrimiento, atrapando el llanto y arrastrándolo a un abismo profundo y sin fin.
El llanto se mezclaba con pequeños gemidos de dolor, de una angustia que trascendía el tiempo y el espacio, como si algo estuviera siendo arrancado desde lo más profundo del ser.
La figura aun indefinida se agarró con ambas manos la cabeza mientras las lágrimas seguían cayendo como cascadas mientras gritaba
- ¡Ya cállense! -
El grito resonó en el aire como un trueno apagado, pero cargado de rabia y desesperación. La figura, ahora un poco más definida, se dejó caer de rodillas, las manos aún aferradas a su cabeza, como si intentara detener el dolor que la envolvía. Su cuerpo temblaba, sacudido por un llanto que no cesaba. El eco de sus palabras se unió al llanto infantil, y todo el lugar pareció estremecerse, como si la propia existencia estuviera colapsando bajo el peso de ese sufrimiento compartido.
- ¡No puedo soportarlo más! - La figura sollozó, su voz quebrada por la angustia.
En eso de repente vemos como kin cayo del sofá y mientras se levantaba se podía ver como su rostro estaba pálido mientras sudaba y jadeaba trataba de controlar la respiración, pero le era algo difícil, se levantó con torpeza, sus piernas temblaban como si no pudieran sostenerlo. El sudor empapaba su frente, y la palidez de su rostro era un reflejo del terror que lo había invadido. Su respiración era errática, como si hubiera corrido una larga distancia sin poder recuperar el aliento. Sus manos, temblorosas, se aferraron al respaldo del sofá, tratando de encontrar apoyo, pero el eco de esa voz, ese llanto que resonaba en su mente, no lo dejaba en paz.
-O-otra vez con las pesadillas-
Esta fue dirigiéndose al baño para echarse un poco de agua y calmar sus nervios y estaba funcionando el frio del agua al contacto con su piel ayudaba a despejar su mente, aunque solo fuera momentáneamente. Kin se sostuvo del lavabo, su rostro reflejado en el espejo estaba pálido, y sus ojos, aunque cansados, mostraban el horror que aún lo acechaba. El sonido de sus respiraciones entrecortadas llenaba la pequeña habitación, la misma angustia, la misma sensación opresiva que había experimentado en la pesadilla, seguía ahí, colándose por cada grieta de su conciencia.
De repente esta escucho la voz de Ari que la asusto haciendo que volteara y Ari al ver a su hermana con esa cara de terror total rápidamente se preocupó, pero antes de que pudiese preguntar kin solo la abrazo mientras que Ari sentía como algunas lágrimas estaban manchando su camisa por lo que Ari solo la abrazo.
Kin temblaba entre los brazos de Ari, las lágrimas no dejaban de caer, y su respiración seguía agitada, como si la pesadilla aún la estuviera persiguiendo, arrastrándola hacia un lugar oscuro del que no podía escapar. Ari, con el rostro lleno de preocupación, la sostuvo con fuerza, como si al abrazarla pudiera alejar todo ese sufrimiento que la atormentaba.
-Shh, tranquila, estoy aquí... - susurró Ari, tratando de calmarla, mientras acariciaba su cabeza con suavidad.
Pero Kin no podía detenerse. El llanto, profundo y desesperado, parecía no tener fin, y las palabras de la pesadilla seguían resonando en su mente: "No más, por favor, no más". Cada palabra, cada eco, se colaba como una daga afilada, dejándola sin aliento. Quería gritar, quería que todo terminara, pero sus fuerzas se desvanecían cada vez más.
- ¿Qué pasa, Kin? - preguntó Ari, con voz temblorosa, al notar lo intensamente afectada que estaba su hermana. - ¿Dímelo hermana? -
-Las pesadillas volvieron hermana- Se lo dijo levantó la mirada, los ojos hinchados por el llanto, pero su mente parecía completamente perdida.
Ari la abrazó más fuerte, sintiendo el miedo palpable en cada estremecimiento de su cuerpo. La pequeña, aunque consciente de la angustia de su hermana, no sabía cómo calmarla. Esta también sentía una presión en el aire, como si algo extraño estuviera sucediendo a su alrededor.
Tal vez sea la presión o la impotencia de no poder consolar a su hermana y lo único que pudo hacer es seguir abrazándola. Ari mantenía a Kin entre sus brazos, apretándola con fuerza, como si pudiera absorber toda esa angustia, como si su propio cuerpo pudiera protegerla de lo que estaba acechando en la mente de su hermana. Sin embargo, a pesar de la cercanía, no podía evitar sentir el mismo nudo en el estómago, la misma sensación de que algo estaba profundamente fuera de lugar.
El llanto de Kin, aunque ahogado y casi incomprensible, llenaba la habitación de una tristeza palpable. Ari, aunque quería ayudarla, sentía que su propia confusión y miedo se reflejaban en el rostro de su hermana.
-Ya, ya hermana, todo está bien- susurró Ari, intentando que sus palabras sonaran más firmes de lo que realmente sentía. Pero su propia voz temblorosa traicionaba su intento de tranquilidad-Te lo prometo, estoy aquí, todo va a estar bien...-
Kin solo pudo aferrarse más a su hermana, apretando con todas sus fuerzas, como si en su abrazo pudiera encontrar la seguridad que tanto anhelaba. El miedo seguía apoderándose de ella, y aunque Ari intentaba con todas sus fuerzas calmarla, no podía evitar que la tensión en la habitación se volviera más densa.
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Vemos como en la habitación de Ari estaba curando a Kin mientras que está ya se había tranquilizado y solo la veía con una ceja levantada como si le preguntara porque lo estaba haciendo.
Ari, con una mirada decidida pero algo fatigada, terminó de aplicar el vendaje en el brazo de kin ya que fue el resultado de una caída de unos días. Su hermana no decía nada, pero su expresión lo decía todo. La forma en que Kin la observaba, con una ceja levantada, como si quisiera preguntar qué la había impulsado a hacer todo esto por ella.
Ari, a pesar de la situación, no podía evitar sentirse algo avergonzada por la pregunta silenciosa que transmitía esa mirada. Pero, al mismo tiempo, sentía la necesidad de hacer algo, de ocuparse de su hermana, como si eso fuera lo único que podía hacer para intentar aliviar el dolor que la acechaba
-Lo hago porque te quiero, Kin....-dijo Ari finalmente, sin apartar la mirada de su hermana, mientras terminaba de cubrir la herida.
Kin se quedó en silencio, sus ojos fijos en Ari, y por un momento, parecía como si estuviera procesando las palabras de su hermana. La mirada de Kin estaba más tranquila ahora, aunque sus ojos seguían reflejando la sombra de una angustia profunda. El terror de las pesadillas no había desaparecido por completo, pero el abrazo de Ari y sus gestos cuidados habían sido, por lo menos, un consuelo momentáneo.
-Sé que me quieres, pero...-Kin habló finalmente, su voz suave, aunque teñida de tristeza-Esto no es algo que pueda curarse con... con palabras o vendajes-.
Ari bajó la mirada, sintiendo el peso de esas palabras. Sabía que Kin tenía razón. No podía curar el dolor profundo que su hermana llevaba dentro. No podía deshacer lo que había sucedido, ni aliviar el tormento que las pesadillas provocaban cada noche. Pero, aun así, no sabía qué más hacer. Todo lo que podía ofrecer era su presencia, su amor y esa sensación de seguridad que, aunque incierta, era lo único que podía brindar.
-Sé que no es fácil...-respondió Ari, con voz suave, mientras se sentaba junto a Kin en la cama, su brazo alrededor de ella-. Pero quiero que sepas que no estás sola en esto. Me tienes a mí, a Mérida, Taylor, Kai, Sony, Magilily, Olivia, Sophia, siempre, para lo que necesites-
Kin permaneció en silencio por un momento, sus ojos vacíos de expresión, pero sus dedos apretaron la manga de Ari, como si esas palabras, aunque sencillas, pudieran significar algo más grande. La mirada de Kin se suavizó un poco, pero no desapareció la sombra de angustia que aún la envolvía. Ella sabía que Ari, a pesar de todo su amor, no podía quitarle el sufrimiento que llevaba consigo. No podía borrar las noches de pesadillas ni el peso de los recuerdos que la perseguían como un monstruo invisible.
-Lo sé... -murmuró Kin finalmente, su voz quebrada-Gracias, hermana, por estar aquí. Pero no sé cómo pedir ayuda... no sé si hay algo que pueda aliviar lo que siento-.
Ari la miró con intensidad, queriendo transmitirle todo el apoyo que le ofrecía, todo el consuelo que estaba dispuesta a brindar. Sabía que las palabras eran insuficientes, pero su presencia, su compromiso de estar allí, eso era lo que podía darle. Se acercó un poco más a su hermana, con el deseo de hacerla sentir un poco más ligera, aunque fuera solo por un instante.
-Solo recuerda que no estás sola. Nunca lo estarás. Si alguna vez te sientes como si todo fuera demasiado, lo enfrentaremos todas juntas. Como lo hemos hecho siempre-
Kin levantó la vista hacia Ari, sus ojos cargados de tristeza, pero también de un atisbo de esperanza. La quietud en la habitación parecía densa, casi como si el aire mismo estuviera esperando que Kin dijera algo más. Ari, a su lado, mantuvo su brazo alrededor de ella, esperando que sus palabras encontraran un espacio en la tormenta que aún nublaba la mente de su hermana.
-Pero...- Kin comenzó, su voz vacilante, como si luchara por encontrar las palabras correctas. -No sé si puedo seguir cargando con esto, Ari. Cada vez que cierro los ojos, siento que me está engullendo. Que no importa cuántas veces lo intente, las pesadillas siempre volverán, y la oscuridad... la oscuridad no me deja.
Ari se mordió el labio, sintiendo el peso de esas palabras. Sabía que Kin estaba luchando una batalla interna que no podría resolver con simples caricias o palabras tranquilizadoras.
-Hermana...-No termino ya que fu interrumpida por kin.
-Se que parece que me veo feliz....pero cuando cierro los ojos...solo recuerdo todo ese año que experimentaron conmigo-
Ari solo apretó los puños en silencio al escuchar a su hermana hablar.
-Y sabes que es lo más gracioso....que no puedo llevar una vida normal- Se lo dijo mientras reía, Pero no era una risa de alegría sino una risa amarga, cargada de dolor y resignación. Cada carcajada parecía estar llena de espinas que se clavaban en el aire. Ari sintió un nudo en la garganta al escucharla. Esa risa no era de alguien que encontraba alivio, sino de alguien que había aceptado, aunque a regañadientes, un peso que jamás debería haber cargado.
-¿Cómo puedo vivir una vida normal si todo lo que veo, todo lo que siento, está contaminado? -continuó Kin, su voz quebrada, mientras se llevaba las manos al rostro, ocultando las lágrimas que no podían detenerse-. Intento... intento tanto aparentar que estoy bien. Pero cada vez que trato, es como si una parte de mí se rompiera un poco más.
Ari no podía soportar escuchar a su hermana de esa manera. Su corazón estaba hecho pedazos, pero sabía que tenía que ser fuerte, que Kin necesitaba su fortaleza en ese momento. Tomó una respiración profunda y se inclinó hacia ella, sosteniéndola nuevamente entre sus brazos, esta vez con más fuerza.
-Kin, no tienes que aparentar nada conmigo, ¿me escuchas? -susurró Ari con una mezcla de firmeza y dulzura, mientras sus manos acariciaban el cabello de su hermana-. No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Está bien llorar. Pero no quiero que sigas enfrentando esto sola.
Kin no respondió de inmediato, pero sus lágrimas continuaron cayendo.
-Estoy cansada Ari, quisiera por lo menos poder dormir tranquila...aunque sea solo por una noche-
Ari sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Su hermana, siempre tan fuerte a pesar de que era menor y que tenía la misma edad que Kai, finalmente se estaba derrumbando frente a ella, y eso la hacía sentir impotente. Pero no podía permitir que Kin siguiera creyendo que estaba sola, que no había salida. Apretó el abrazo, como si su propia determinación pudiera servir de escudo contra esa oscuridad.
-Lo harás, Kin -le susurró con suavidad, sin soltarla-. Lo prometo. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero encontraremos la forma de ayudarte. Porque no mereces cargar con esto sola. Nadie merece esto.
Kin temblaba en sus brazos, dejando escapar pequeños sollozos que parecían surgir de lo más profundo de su alma. No decía nada, pero el peso de sus lágrimas decía más de lo que las palabras podían expresar. Ari dejó que su hermana llorara, que soltara toda esa angustia contenida, mientras su propio corazón se rompía al ver cuánto sufría.
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