Página Diecisiete - Capítulo Tres
"Oh, Toya...", Tsukasa gimió. "Hermano mayor..." Otro gemido escapó de sus labios. "Yo... ¿Por qué siempre has estado aquí, a mi lado, en cualquier... Ah-!" Tsukasa jadeó cuando Toya acarició su cabello y comenzó a besar su cuello. "¿En cualquier circunstancia? ¿Tú, y no mi novio? ¿Por qué no fuiste mi novio?"
Toya levantó la cabeza del cuello de Tsukasa, sonriéndole ampliamente.
"Eso mismo me he preguntado..."
En esa habitación, la obsesión, en una cantidad irracional se mezclaba con la pasión y el amor de dos almas que, sin saberlo, se habían deseado mutuamente durante años y finalmente se unieron en una.
"P-podrías preguntar... ¡Ah!... Si puedo ser dado de alta?" Tsukasa gimió. "¿Tan pronto, Tsukasa? ¿Estás seguro?" Toya se detuvo abruptamente. Tsukasa asintió con decisión. "Quiero hacerlo contigo... Y no estoy seguro de que ni los médicos ni los pacientes estén contentos... Si entiendes lo que quiero decir..." Toya sonrió con malicia y, besando a Tsukasa en la mejilla, salió de la habitación. Tsukasa respiró aliviado al ver que sus sueños y esperanzas finalmente se estaban convirtiendo en algo tangible, realista, y no algo que parecía imposible, irreal o nacido de la desesperación por ser amado, apreciado o reconocido como una persona con sentimientos reales. Había tenido legiones de fanáticos, roles en películas y programas de televisión de fama mundial, pero lo había dejado todo atrás cuando decidió retirarse de eso. Pero ahora que todos esos sueños se estaban haciendo realidad, comenzó a considerar volver a esa vida. El glamour, los fanáticos, los lujos y el aprecio de todas esas personas. Había dejado eso para ir a vivir de nuevo en Shibuya, pero trabajando en un parque temático mediocre, donde casi nadie lo conocía o apreciaba su trabajo. Él, en Phoenix Wonderland, era un nadie. Era un raro. Un monstruo. Era un raro adicto a los disfraces, demasiado feliz para ser realista, jodidamente raro, un raro desconocido. Un imbécil. Pero antes... Había sido una superestrella querida, conocida, generosa y caritativa, adorada por sus millones de fanáticos. "¡Estoy de vuelta!" La mirada de Tsukasa se desvió, casi inconscientemente, hacia donde estaba el pene de Toya.
Toya lo notó y, agachándose para ponerse a la altura del rostro de Tsukasa, lo besó. Fue un beso largo y apasionado.
El corazón de Tsukasa parecía estar lleno hasta el borde de felicidad, ya que finalmente había conseguido lo que quería, y pensaba que se merecía.
Estaba mareado de pura alegría, ya que las emociones parecían aparecer en su corazón, floreciendo como flores silvestres cada vez que sus cuerpos entraban en contacto entre sí.
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