Tercera Taza
Habían pasado tres días y no se habían encontrado ni una vez.
Y no es porque no se hayan buscado, todo lo contrario. Pero nunca se ponían de acuerdo en el horario para salir de casa.
Shoto salía, Katsuki entraba y viceversa.
Pero Katsuki se estaba cansando de esta rutina. De salir a buscar sin la certeza de verlo de nuevo alguna vez.
¿Bakugo mencionó que le gustaban los tipos decididos? Pues así es. Él mismo era un tipo decidido. Haría un movimiento imposible de esquivar, sencillo y obvio. Si luego de eso no volvía a saber de Todoroki, era porque no era el chico de pensamientos claros que creyó ver el día que se conocieron.
Bueno, claros dentro de lo que cabe, porque también parecía ser despistado y eso era algo lindo.
Se calló a sí mismo.
Puso en marcha su plan infalible, su intento final, su ultimátum.
Se levantó el martes temprano. Un poco antes de lo habitual. Se arregló, preparó las cosas de siempre y agregó una más.
Buscó su pequeño bloc de notas y en una escribió Katsuki y debajo de su nombre, su número de teléfono. Miró detenidamente esta nota y finalmente dibujó un pequeño corazón frente a su nombre.
Casi como si fuera su apellido: Katsuki Corazón.
—Puto asco —murmuró avergonzado y guardó la nota y el bolígrafo rápidamente en su bolso.
Salió de su casa y fue en dirección a la librería en la que se vieron por muy primera vez.
—¡Oh, bienvenido! —lo saludó la encargada cuando pasó por la puerta haciendo sonar la campana. Le respondió con un movimiento de cabeza.
—Oye. Te quería hacer una pregunta —Fue directamente hacia la caja donde se encontraba la chica—. Menos mal que estás aquí. Creí que tu turno era por la tarde noche.
—No, mi horario es muy flexible. No hay muchos empleados, después de todo —le dedica una mirada curiosa. Parece estar algo cohibido y eso no es muy natural—. Pero dime. ¿En qué te puedo ayudar?
—Tú eres amiga del bastardo mitad y mitad, ¿no? Todoroki —Momo empieza a entender y sonríe. Esos dos debieron haberse llevado bien. Observa como Katsuki busca algo en su bolso mientras habla—. Necesito que le des esto de mi parte.
Momo toma la notita y sonríe incluso más descaradamente que antes, poniendo a Bakugo más rojo de lo que ya estaba.
—Veo que congeniaron —piensa en su estúpido mejor amigo, siempre tan descuidado—. ¿El idiota no te lo pidió?
—Mierda. Sólo dale la maldita nota, ¿bien?
—Sí, claro. Cuenta con ello.
Katsuki se dio la vuelta para salir de ahí e irse a su facultad, un poco más y se le hacía tarde.
☕︎☕︎☕︎
Shoto estaba en su escritorio, preparando el ensayo que tiene de tarea. Sus gatas sobre su regazo y de vez en cuando sobre el teclado evitan que le dé frío, pues fuera está lloviendo y su delgada camisa blanca no es muy abrigadora.
El sonido del timbre lo distrae de su ensayo. Se levanta con cuidado de no hacerles daño a sus gatas y fue a abrir la puerta sin reparar en preguntar quién era quien tocaba.
—No me habías contado nada sobre Katsuki —se burla Yaoyorozu apenas le abren la puerta.
Shoto la mira algo incrédulo, pero se aparta para dejarla pasar.
—No lo he vuelto a ver después del viernes —responde—. Sé dónde vive, pero me parece grosero ir sin invitación.
—Y el gran y elocuente Shoto no pidió su número, ni acordó una segunda cita, ni nada —de nuevo lo mira como si fuera una madre regañona. Shoto rueda los ojos.
—Él tampoco lo hizo, así que no radica la lentitud sólo en mí.
—Tú fuiste el interesado en primer lugar —Shoto vuelve a querer abrir la boca, pero desiste porque Momo tiene un poco de razón en eso. La chica suspira y busca algo en su bolsillo—. Por suerte para ti, tengo algo que darte.
Le extiende la nota con el número telefónico de Katsuki y a Shoto parecieron brillarle los ojos.
—¡Diablos, gracias!
—Te lo manda él mismo. Debes haberle gustado.
Shoto ya no le contesta, fue directamente al teléfono a marcar el número anotado en el papelito.
Un par de pitidos y Bakugo tomó la llamada.
—Eh... ¿Hola? —habla Shoto por el parlante—. Soy Todoroki. Momo me-
—¡Todoroki! ¡Sí, sí! —lo interrumpió rápidamente—. ¿Qué quieres ahora?
La pregunta desconcertó un poco a Shoto. No lo había pensado y, además, había sido Katsuki quien le mandó su número, ¿Qué esperaba entonces?
Miró a Yaoyorozu en busca de respuestas. Ella estaba sentada en el sofá de la sala con una gata a cada lado. Momo le hizo señas con la mano que Shoto interpretó como «Invítalo a algo».
—Quería... saber si quieres que nos veamos de nuevo.
—¡Sí! —carraspea—. Digo. Sí, ¿por qué no?
Shoto sonríe y Momo lo hace también, escuchando lo poco que puede a través de la bocina del teléfono.
—¿Te parece bien el viernes? —Momo lo mira orgullosa—. Puedes escoger el lugar. Tú lo pagarás, ¿No es cierto?
La sonrisa de Yaoyorozu decayó automáticamente, quería decirle que no sea tarado, que él debe pagar si lo está invitando, pero la risa que sale del teléfono la mantiene a raya.
—Así es, bastardo. Yo pago —hace un sonido con la boca como si estuviera pensando qué decir—. Nos vemos el viernes entonces. En la misma cafetería, a la misma hora. Y más te vale no llegar tarde o te sacaré la mierda de un golpe, ¿oíste?
—Fuerte y claro.
—Bien, que te jodan.
—Ten un buen día también.
Y Katsuki colgó luego de reírse un poquito, casi nada.
Shoto no creyó poder volverse a concentrar en el ensayo.
☕︎☕︎☕︎
El viernes por la noche se encontraron de nuevo. Frente a la misma cafetería, llegando ambos de un lado de la calle y viéndose de frente. Se sonrieron.
Entraron a la cafetería y se sentaron en la misma mesa de la vez pasada. Pidieron algo caliente y se miraron, nerviosos.
—Qué bueno verte de nuevo —comienza Shoto.
—Sí, claro. Como sea —fue la forma de corresponder de Katsuki. Éste desvió la mirada y volteó a sacar algo de su bolsa—. Acabo de terminarlo.
Shoto miró el libro. El mismo que llevaba la primera vez que se vieron, el que casualmente los dos leían.
Todoroki había terminado de leerlo hace unos dos días, pero por la mirada de Katsuki, supo que le había encantado. Un romance de la época victoriana, lleno de poesía y de sentimientos intensos.
—Quería hablar del libro contigo, pero olvidé mi libreta de notas y sin ella no podré decir nada coherente.
A Shoto le dio gracia la forma en la que Katsuki hablaba de las cosas que le gustaban. Parecía que ni siquiera le apetecía maldecir.
Llegaron sus bebidas y ni así interrumpieron a Bakugo que seguía hablando bajo los ojos de Shoto que lo miraban incesantes, como si parpadear ante él fuera pecado. Como si perderse un nanosegundo de sus movimientos fuera un desperdicio imperdonable.
Shoto nunca había sido muy platicador, pero amaba escuchar a las personas hablar de lo que les gusta. Era como ver algo muy personal.
A Izuku lo escuchaba rezar diario en el retiro, con todo su fervor; seguro había sido de los pocos chicos ahí que no habían sido obligados a ir. Con Kyoka era algo parecido, sólo que ella tampoco hablaba mucho, tocaba todo lo que sentía y Shoto la escuchaba.
Con Katsuki parecía haber algo más. A él no sólo lo escuchaba. A él lo admiraba.
Su aroma a pan se endulzaba, sus ojos rojos brillaban y sus mejillas volvían a parecer un par de manzanas, sus labios se movían flexibles y sus palabras salían a borbotones rápidos, casi hipnotizándolo. Era el espectáculo más maravilloso que hubiera presenciado jamás.
Sentía que, si Katsuki le hablaba así por siempre, sería totalmente incapaz de decirle que no a algo alguna vez.
—¿Me estás escuchando? —pregunta el otro, deshaciendo en automático su sonrisa de estúpido.
—Por supuesto, sí, sí —se recompuso.
Katsuki bebió un poco de su propio café cuando sintió la garganta algo seca. Por su lado, había hecho lo posible por hablar y poder decir lo que tenía que decir.
Sabía que Todoroki lo escuchaba y se sentía plenamente comprendido por él, pero con esos ojos que le lanzaba, no creía poder seguir mucho tiempo.
Shoto lo miraba con tal intensidad que se sentía casi desnudo ahí sentado, hablando con un par de orbes heterocromáticos sobre cada centímetro de él. Su mirada atravesaba su abrigo, su bufanda, su camisa; juraba que, si le viera los pies, atravesaría también sus calcetines.
Se sentía extrañamente bien. Se le había advertido de los ojos de los alfas, pero esto va más allá de lo que imaginó. Su madre le dijo: «Cuando un alfa te mire como si te quitara la ropa sólo usando sus pupilas, sentirás que ahí mismo te desmayas para dejarte llevar en sus brazos. Eso me pasó con tu padre y naciste tú a los nueve meses».
La idea le hizo estremecer. Es decir, que Shoto le viera de ese modo era sexy. Ningún otro alfa lo había hecho antes, o, si lo habían hecho, no se había sentido así. Sentirse como una presa no era algo que le habría llamado la atención antes, pero ahora era como si su propio instinto le dijera que estaba bien, que con Shoto era seguro.
Algo bastante tonto, dado que esta es apenas la segunda vez que se ven.
¡Es demasiado pronto para que algo nazca en nueve meses!
Sacudió la cabeza quitándose todos esos pensamientos raros de la cabeza. Shoto se extrañó un poco (y sí, había estado hablando, pero Katsuki no se podía concentrar por el asunto de los ojos de depredador).
—¿Todo bien?
—Sólo deja de mirarme así, idiota —Shoto se da cuenta de que pudo haber sido poco discreto.
—Claro, perdón —parpadea un par de veces—. Es que te ves hermoso.
Ni él mismo sabe de dónde vino eso.
—¡Maldición, cierra la boca! —le grita y gira la cabeza, evitando el contacto visual, pero sonríe.
Ambas tazas están ahora vacías, apenas con unas gotas aferrándose al fondo. La misma señorita les trae la cuenta en cuanto están a punto de cerrar, como la primera vez, con la diferencia de que es el turno de Katsuki de pagar.
Shoto mira por la ventana cómo llovía afuera. Incluso más fuerte que el viernes pasado, y luego buscó con la mirada el paraguas de Katsuki. No lo encontró.
Claro que había sido planeado. Katsuki no se olvida dos veces de la misma cosa, pero quería tener una excusa para estar cerca del otro de nuevo. Sólo no le digan a nadie eso, qué vergüenza.
Se dirigieron a la salida, Shoto comenzó a preparar su paraguas individual. Al igual que Katsuki, lo había planeado. Tiene un paraguas más grande en casa, pero si usa este, podrá estar más cerca del otro para no mojarse; aunque luego de ver la fuerza de la lluvia, pensaba que tal vez no había sido tan buena idea.
—Joder, llueve a cántaros —dice Katsuki mientras se mete bajo el paraguas, tomando el brazo de Shoto como lo había hecho antes—. ¿Estás seguro de que no te encabrona acompañarme?
—Estoy seguro —responde el otro—. Te dije que me quedaba de paso, no es ningún problema.
Katsuki asintió, ahora preparado para caminar en silencio, más porque las gotas atacando con fuerza todas las superficies era muy ruidosa. Movían los pies sobre los charcos, chapoteando a cada paso, sus pantalones poco a poco iban oscureciéndose por mojados y Katsuki aferraba su bufanda contra su nariz, mientras apretaba el brazo de Shoto inconscientemente.
Hay un punto del camino donde tenían qué cruzar una calle transitada. No había ningún semáforo ni nada por el estilo, así que cuando un idiota pasó a toda velocidad salpicándolos a ambos, no hubo tiempo para evitarlo.
Al menos el paraguas había ayudado un poquitín.
—¡Maldito! ¡¿Quién te crees?! —estalla Katsuki— ¡Vuelve aquí, bastardo!
Shoto sólo lo miraba maldecir a la nada, porque el auto se había largado hace mucho. Hacía lo posible por no dejar que se mojara más, moviendo el paraguas hacia donde se dirigía para que no le cayera la lluvia sobre lo poco que le quedaba seco.
—Vamos, Bakugo —le dijo por fin cuando creyó que Katsuki estaba satisfecho. Lo tomó de la mano y le dio un pequeño jalón para cruzar la calle de una vez por todas.
Sentía sus calcetines mojados entre su piel y sus zapatos, era una sensación horrible, pero se la aguantó con tal de no ponerse más de mal humor en lo que resta de su cita.
Luego de un rato de caminar tomados de la mano con los zapatos mojados y el viento burlándose de ellos sobre su ropa humedecida, llegaron a la puerta de Katsuki. Abrió y, contrario a lo que Shoto esperaba, lo invitó a pasar.
—Pareces un maldito perro mojado —le dice y Shoto se mira a sí mismo. Sí, puede que lo parezca—. Pasa.
Todoroki le agradece y se adentra en el hogar del rubio. Quería cerrar la puerta, pero Katsuki lo detuvo, pegó algo en la puerta que no alcanzó a ver y cerró.
—Bien, bastardo. Te daré una toalla —desapareció por algún pasillo y escuchó como movía cosas y rebuscaba entre ellas.
Observó la vivienda. Era bonita y rústica. El sofá de un tono marrón rojizo en la sala, con una mesita donde estaba el teléfono, una linterna y otra pequeña mesa al centro. Había libros, muchos y en todos los estantes de los muebles, al igual que una que otra decoración o planta y pudo ver al fondo el comedor y la cocina divididos por una barra.
Se habría sentado en el sofá de no ser por sus mojados pantalones, entonces simplemente se quedó ahí parado mirando, con los pies entumidos y el cabello goteando sobre sus hombros.
Recorrió todo con los ojos, hasta que vio una hoja tirada en la alfombra bajo la mesita de la sala. Se agachó para recogerla y la leyó casi por accidente.
¡Consíguete un jodido alfa, Katsuki! Haz que todas esas novelas de amor que lees, sirvan de algo.
Sonrió. La nota que por detrás tenía escrito «MALDITA SEA, MADRE» le había hecho subir sus ánimos. Puede que después de todo, la oportunidad no era su delirio.
Dejó la nota sobre la mesa instintivamente cuando vio a Katsuki llegar con dos toallas. Le extendió una y cuando la tomó, el rubio miró hacia la mesa dándose cuenta de algo que él no había dejado ahí.
—¿La leíste? —le preguntó.
—Sí —fue honesto—. Estaba en el suelo y la levanté.
La cara de Katsuki se puso roja.
—Pues no leas cosas ajenas, bastardo metiche —le regañó con falsa molestia.
Shoto sólo le sonrió y comenzó a secarse. El cabello, los pies —muy importante—, se quitó los calcetines, secó sus zapatos y decidió que con eso era suficiente hasta llegar a casa y darse un baño.
Katsuki lo había hecho también. Dejó su abrigo mojado en el suelo. Quedándose con el suéter y la camisa que traía debajo, se había quitado los zapatos y ahora usaba unas sandalias que se veían muy suaves y calientitas.
Luego le ofreció un té que el otro no rechazó. Conversaron un rato en la mesa del comedor, con unos cuantos panecillos para acompañar al té, pero Shoto creyó que le gustaba incluso más el aroma a pan de Katsuki. Era tan reconfortante estar en un lugar impregnado por todas partes de él. Impregnado de Katsuki.
Casi se olvida de que debía regresar a su propia casa. Cúmulo y Nebulosa deben estar preocupadas.
—Lo siento mucho, Bakugo —le llama la atención mientras revisa el reloj en su muñeca, que marca las diez en punto —. Debo irme, mis gatas están solas en casa.
—¿Gatas? —pregunta Katsuki con un brillo en sus ojos—. No me habías dicho que tenías gatas, maldito.
—Debí haberlo olvidado —le responde mientras se levanta de la silla para llevar su taza al fregadero—. Deberías ir a conocerlas, seguro que les caes bien.
—¿Y cuándo sería eso? —Katsuki no perdió la oportunidad de agendar la siguiente cita con Todoroki. Menos si era en su casa, con unas lindas gatitas.
—¿Estás libre el siguiente viernes?
—Claro, pero no creo poder esperar tanto tiempo para conocerlas.
—Lo siento, tengo una semana apretada —se disculpa con una sonrisa mientras se dirige a la salida.
—Como si me importara —contesta, queriendo parecer cortante sin serlo realmente. Después de todo, su semana también estaría ocupada.
Shoto ya estaba abriendo la puerta para irse, pero se detuvo para despedirse de nuevo y, de paso, confirmar lo del siguiente viernes.
—Nos vemos entonces.
—Dios, lárgate y ya —la sonrisa le hace saber a Shoto que bromea.
—El viernes vengo por ti a las 7, ¿está bien?
—Obvio —le dice y se recarga en el marco de la puerta, coqueto—. Es una cita.
—L-lo es —era el turno de Shoto de ponerse rojo.
—Con tus gatas, no contigo, idiota —se burla, pero Shoto no se iba a dejar vencer tan fácil.
—Bueno, no te culpo. Ellas son mil veces más lindas que yo.
—No lo dudo ni un poco.
—Pero yo soy un humano —le dice, ahora siendo él quien recarga su brazo en el marco de la puerta y lo mira lo más confiado que puede—. Entonces puedes irle diciendo a tu madre que no se preocupe, que estoy en la lista de los alfas candidatos.
Bakugo estalla en rojo otra vez, ahora no solo sus mejillas son de manzana, sino que su cabeza es toda una manzana.
—¡Mierda! —le grita y a la vez lo empuja para que deje de recargarse y le cierra la puerta en la cara.
Shoto queda algo sorprendido, pero satisfecho. Considera que ganó.
—¡Lo siento, ya me voy! —le dice antes de irse en serio.
—¡Que te jodan! —se escucha a través de la puerta y se ríe un poco.
Antes de irse le echa un vistazo a la hoja que estaba pegada en la puerta.
Un dibujo de una chica de cabello rosa y un chico rubio en medio de un círculo rojo con una línea del mismo color tachándolos a ambos.
PROHIBIDOS LOS TONTOS QUE INTERRUMPEN CON PREGUNTAS PERSONALES
Mira un poco hacia la ventana del departamento vecino y ve como los personajes del dibujo se esconden rápido tras la cortina, pero sabe que siguen viendo. Se despide de ellos con la mano, divertido, y sale del edificio para dirigirse al suyo. Ya no llueve, así que puede ahorrarse abrir el paraguas.
Arreglará su casa para el viernes. No puede esperar.
☕︎☕︎☕︎
Katsuki, dentro de su departamento se quedó esperando a que los pasos de Shoto anunciaran que se había ido. Se tiró al sofá, completamente avergonzado. Debió haber tirado esa maldita nota hace mucho.
Pero, por otro lado, sentía que el que Shoto lo haya tomado bien era una buena señal, y bueno, ahora incluso iría a su casa la próxima semana.
Se terminó de acostar en el sofá, cerró los ojos y reflexionó sobre sus propios sentimientos y como su instinto lo orilla a ellos. Era un total desastre.
Esto de sentir que flota y que se le pasan las horas era un total desastre. Y que sus aromas congeniaran tanto también lo era. El simple hecho de que todo estuviera yendo tan bien es un jodido desastre. A esto era a lo que se refería ese mal presentimiento suyo.
Se levantó con pereza, se estaba haciendo tarde y el aire se Iba enfriando. No es un fan del frío en absoluto, así que sólo se pondría la pijama y se metería en la cama para dormir de una vez por todas.
Cuando estuvo de pie, alcanzó a divisar una hoja de color azul junto al teléfono. La tomó curioso, pues eso tampoco lo había dejado ahí él.
El mensaje era claro. El nombre de Shoto Corazón estaba ahí escrito y debajo de este, un número telefónico.
Sonrió sin darse cuenta. Ahora también podría llamarlo y no sólo quedarse esperando a que el teléfono sonara anunciando que el tipo con el que sale se ha acordado de él.
—Idiota —deja la nota donde estaba, para después—. El viernes será una recompensa por la semana de mierda que seguro viene.
Y sube las escaleras recordándose que llamar a Todoroki también podría tomarlo como un descanso de su rutina solitaria y estudiantil. Se sentía muy bien tener a alguien que te acompañe.
☔︎☔︎☔︎
Mañana subo la última parte.
Yo sé que es cortito, pero tengan en cuenta que son pareja destinada y la mamada, entonces hay esta "conexión inmediata" y así.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top