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09/09/2024 - Calle Victoria, Zona Oeste.
18:02 P.M
«¿Cuál es tu predicción para el partido de hoy?»
Todo el mundo hablaba de lo mismo.
No era un buen día para Arthur, ni para las personas no simpatizantes de los tiburones, del fútbol americano o del deporte en general. Todo el mundo pensaba en una sola cosa y, para él, eso era sinónimo de un colosal aburrimiento.
Bostezó, apagó la radio y desvió su atención hacia la ventana de su auto. El pueblo estaba más vivo que nunca y ello, aunque era bueno para la población general, era malo para él. Observó su reflejo en el cristal del auto y se percató, tras perderse en sus pensamientos, que una niña se había detenido junto a su patrulla. Iba acompañada por su madre, quien también frenó para ver aquello que se había ganado la atención de su hija. La pequeña le saludó y él sonrió en respuesta.
—Unidad 923, ¿situación?
Arthur tomó su radio y miró a su alrededor de forma superficial.
—Sin novedad—respondió.
Regresó su mirada con dirección a la ventana, la niña y su madre habían seguido su camino. ¿Qué estarían haciendo a esas horas? Quizá, la pequeña tenía programada una cita con su pediatra; era probable, pues el hospital no se hallaba muy lejos de allí.
Agarró la botella que llevaba en el posavasos de su auto, de una bebida gasificada, de esas que anuncian en cada esquina de su etiqueta que su consumo acorta la vida. Hizo dar vueltas al líquido en su interior, burbujeante, sabroso, apetitoso. Desenroscó la tapa y el silbido del gas le hizo agua la boca. Sonrió y llevó aquella bebida a sus labios.
—Unidad 923—le interrumpió su interlocutora—, ¿se encuentra en su posición?
La sonrisa del rostro de Arthur se borró enseguida.
«Ni un sorbo eh, ni uno y ya están molestando»
—Aquí 923, me encuentro sobre la intersección de la calle Victoria con Melena roja, esperando instrucciones.
—Se han reportado disturbios en la ciudad universitaria, una riña.
—Entendido. —Dio un sorbo a su bebida, suspiro extasiado, y encendió el motor de su patrulla—. Estoy en camino.
Acción, finalmente.
Arthur no era más que un simple novato. Se había incorporado a la fuerza hace poco tiempo, sin embargo, sus tareas se habían centrado en la administración del papeleo. Lejos de disfrutar de sus quehaceres, él había llegado a odiar su trabajo; se consideraba un hombre de armas tomar, valiente, bravo, temerario, ¡imparable! Pero, contrario a su deseo, el comisario lo había reducido a ser un simple oficinista y él no se había enrolado para sacar panza tras un escritorio.
Sonrió y giró en una curva con temeridad, encendiendo la sirena de su patrulla mientras la adrenalina de la velocidad comenzaba a poseer su cuerpo. Le gustaba imaginarse así, pues su audacia no era solo un invento suyo, sino un reflejo de sus acciones en la academia, donde sus actos le valieron una condecoración especial y un egreso en tiempo récord. No obstante, poco había que hacer en una ciudad como Westmore, un sitio que, de no ser por su hospital, su industria y su universidad, sería un aburrido pueblucho de granjeros.
«A nadie le importan unas notas por aquí, y menos a un delincuente»
Era lógico que, siendo Westmore una ciudad relativamente pequeña, la delincuencia fuese un cuento de terror, propio de las grandes urbes y raro en un lugar como ese.
«Deberías estar feliz por estar aquí—le dijo una compañera tiempo atrás—, en la gran ciudad ya serías un queso gruyere»
—Bueno, este es el momento en el que me luzco—se dijo a sí mismo—. Una pelea, ¿no? Simple, me anuncio, si no se detienen revoleo un par de guantazos, si eso no funciona toca recurrir a un poco de fuerza bruta. Ah, y si escapan... ¡Persecución!
Pisó el freno, la patrulla se detuvo en seco y su cuerpo se estremeció. Apagó la sirena de su patrulla y dejó las luces encendidas; el coche no había quedado bien estacionado, pero no había tiempo que perder.
Bajó del automóvil y lo primero que vio fue la inusual contramedida del servicio privado. Una cortina de hierro impedía el paso a la universidad, con algunos miembros del personal de seguridad custodiando la entrada y otros lidiando con un montón de estudiantes confundidos. La sonrisa de Arthur se topó con el desconcierto de aquellos que lo habían llamado que, al verlo, parecieron encontrar en él un destello de esperanza.
«Y aquí es cuando me luzco»
El oficial se percató de que el bullicio no respondía a una multitud enojada, sino a una preocupada e, incluso, atemorizada. Algunos estudiantes suplicaban a los guardias, no entendía por qué; otros les gritaban, proferían todo tipo de improperios y les exigían "hacer algo", ante la extraña situación. Pero, sin duda alguna, la sensación que reinaba en ese lugar era la incertidumbre. Rostros confundidos, caras pálidas de terror, voces temblorosas, gestos desesperados.
Arthur tragó saliva, el incidente de la universidad era más que una simple riña.
—Agente Turner—se presentó él—¿Qué fue lo que ocurrió?
Los guardias se miraron entre ellos, confundidos y atónitos por lo acontecido. Uno dio un paso al frente, se acercó al oficial y señaló al fondo de la universidad.
—Un alumno atacó a otro —aseguró—, y luego... ¡Muchos enloquecieron! Ellos...
Una expresión inesperada se apoderó del guardia, una que reflejaba desconcierto. Arthur le dio unos segundos para que continuara con su discurso, sin embargo, él no hizo más que compartir miradas cómplices con sus compañeros, mismos que rechazaron aquel gesto de ayuda.
Arthur no tenía más tiempo que perder.
—Sí, creo que ya le entendí—le interrumpió Arthur—, ¿estaban armados o...?
—No, pero...
—¿Entonces por qué no lo detuvieron ustedes? —preguntó— ¿Por qué cerraron el establecimiento? ¿Hubo una amenaza de bomba?
Arthur no entendía la urgencia de la situación. El empleado le había descrito una riña, ¿por qué no habían podido contenerla?
El guardia miró de regreso hacia la cortina de hierro y, desesperado, le respondió:
—¡Se están matando! —exclamó el guardia.
La sonrisa del rostro de Arthur desapareció.
—¿Qué?
Arthur Turner: 26 años. Si fuese realmente valiente, tendría pareja.
Arte conceptual de Arthur.
Me preocupa que la IA solo sepa inventar personas facheras, ¿los tipos promedio no existimos para la IA? Interesante.
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