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Las enfermedades infecciosas son un mundo aparte. Quizá, el agente etiológico más conocido de todos es la bacteria, pero el más fascinante es el virus; los más asquerosos son los parásitos y los hongos, por su parte, pasan desapercibidos para el conocimiento popular. Los primeros son responsables de todo tipo de patologías: desde infecciones de piel y partes blandas simples, hasta una neumonía adquirida durante un invierno cruel. Enfermedades como la Tuberculosis han marcado la historia, la peste negra, la malaria, todas causadas por una bacteria. Sin embargo, son los virus los que representan una gran incógnita para la mayoría y los priones, por su parte, son los grandes desconocidos de la biología, incluso para algunos médicos.

Podemos afirmar que dichos patógenos son, de forma simplificada, un pedazo de material genético encapsulado, sin ningún tipo de actividad metabólica ni función reproductiva. No están vivos, no lo están jamás. Algunos gustan de afirmar que "los virus solo viven cuando infectan a otros seres", pero, en realidad, afirmar eso resulta irresponsable, pues la vida va más allá de adquirir función reproductiva. A fin de cuentas, ¿qué es la vida? A lo largo de la historia, muchos pensadores lo han debatido, pero nunca llegando a una conclusión fehaciente. Es cierto, el virus es una suerte de cosa inerte hasta que infecta un organismo vivo, momento en el cual dispone de toda su maquinaria interna para replicarse y, de esta manera, perpetuarse. Algunos virus destruyen la célula que infectan, otras, por el contrario, la inmortalizan. Resulta fascinante que una "cosa" que ni siquiera está viva, sea capaz de hacer tanto daño.

Un virus fue el primer candidato para la psicosis enfermiza. El proceso para adjudicar causalidad a un patógeno de una enfermedad, en ocasiones, es fácil. Cuando un paciente es positivo en una baciloscopia de esputo, sabemos, con 99,9% de certeza, que esa persona tiene tuberculosis. No obstante, si un urocultivo es positivo para Estafilococo Aureus y sospecho de una infección urinaria proveniente de la comunidad, el primer pensamiento es una duda y la sospecha de una contaminación en la toma de la muestra. Para dilucidar si una bacteria es responsable o no de un padecimiento es necesario un conocimiento especial, pues existen patógenos cuya presencia es patológica, mientras que otros suelen estar allí siempre, sin producir ningún tipo de daño. No es ningún secreto que el intestino está colonizado por millones de bacterias, de las especies más variadas, existiendo incluso un porcentaje minúsculo de hongos que pueden actuar como saprófagos.

Dar con el agente etiológico de la peste gris fue un problema, uno que no pudo ser resuelto, y lo mismo estaba ocurriendo con la psicosis enfermiza. El doctor Walker observaba los resultados de las biopsias. Leía el informe del patólogo, mismo que no había encontrado información suficiente para dar con el agente etiológico, sin embargo, había dado con datos útiles acerca del origen de la locura. Las muestras de cerebro humano eran, en primera instancia, normales. Sin embargo, las mismas se hallaban influenciadas por una molécula bautizada como "toxina EC-1", responsable de la hiperestimulación neuronal mediante receptores específicos que generaban un desequilibrio teórico entre la producción de GABA y Glutamato. De esta forma, se producía un cuadro de excitación psicomotriz, misma era independiente de la voluntad de las personas.

En el mundo de la medicina, el hecho de que una persona pierda el control no era algo nuevo. La cocaína es capaz de inducir estados de paranoia persecutoria, secundarias a un delirio del mismo tipo. Los intoxicados con MDMA pueden disociar a un punto tal que se vuelven incapaces de discernir la realidad de sus alucinaciones, pudiendo tornarse violentos como respuesta a un desenfrenado estímulo psicosensorial. Las anfetaminas y las metanfetaminas, también pueden sobreestimular a una persona al punto de enloquecerla. Incluso fármacos de uso común, como lo son los corticoides, pueden inducir a una persona a la locura, en un cuadro conocido como "psicosis inducida por esteroides". El listado de las enfermedades capaces de producir alteraciones psiquiátricas en una persona también es muy largo, no obstante, la variante furiosa de la rabia es, quizá, la más conocida por esto.

Resulta duro pensar que una persona, previamente cuerda y funcional, pierda todas sus facultades de un momento a otro. Las personas presumimos mucho de tener el control, nos gusta reflexionar sobre el resultado de nuestros actos (cuando salen bien) y juzgamos las acciones de los demás (cuando les sale mal). Sin embargo, el control de nuestro cuerpo es muy frágil, finito.

La totalidad de los pacientes afectados por la enfermedad habían atacado a alguien, muy pocos todavía eran capaces de articular palabra. Los que pudieron decir algo acerca de sus motivos, reportaron todo tipo de metamorfopsias, alucinaciones y delirantes ideas acerca del resto de las personas, convencidos de que debían matarlos, como una cuestión de supervivencia.

El informe continuaba, delatando cambios celulares en otros tejidos. El tejido muscular era el más anómalo de todos, pues el mismo había demostrado mejorar su efectividad en poco tiempo, aumentando su número y tamaño, así como su consumo de energía. En general, los infectados tenían un consumo energético desmesurado, mismo que eventualmente los terminaba matando.

El doctor Walker dejó el informe y se levantó de su asiento. Los años comenzaban a pesar sobre su espalda y, sobre todo, en su mente. Ya no era capaz de mantenerse en vigilia como en sus años mozos, ni de trabajar con la misma eficiencia durante horas sin descanso. Sus piernas le pesaban. Necesitaba caminar, pensar acerca de su próximo paso y comer algo.

Una pila de papeles se cayó de la mesa. El Dr. Walker volteó hacia el montón de informes en el suelo.

"Expediente: cama 32, 33 y 34".

También debía ocuparse de ellos tres. No podía negar que se trataba de casos interesantísimos, dos primoinfecciones documentadas, aunque con contagio desconocido y una persona, en apariencia, inmune. Los dos muchachos ya habían perdido la cordura por completo y se habían tornado violentos. Solo por curiosidad, el doctor había indicado bozales y camisas de fuerza para cada uno y había contraindicado el uso de sedantes. Había dejado a una enfermera con los tres, esos papeles llevaban su firma.

Resultaba horripilante saber que, mientras más sobrevivían, más deformidades presentaban los infectados. Por desgracia, para ver las potencialidades deformidades de la enfermedad, así como su evolución natural, debía echarles una mano a los pacientes. "Mantenerlos vivos", era el objetivo final, disponían de toda la tecnología y los fármacos necesarios. Después de todo, debían averiguar cómo se había originado la abominación.

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