C19: camino hacia el terror. Part II.
Cada uno de nosotros vivimos continuamente en un ciclo sin fin de cuestionamientos, atormentando a nuestra mente con preguntas cuyas respuestas no tenemos acceso, rogando por, al menos una vez, ver esa luz que necesitamos para esclarecer nuestras ideas. Nacemos y todo va bien, nada de lo que podamos preocuparnos. Pasamos los primeros años llenando nuestras memorias de recuerdos hermosos que posteriormente desaparecerán sin dejar rastro, porque es cruel, para la vida y el mundo, que nuestro cerebro borre los momentos en los que probablemente fuimos más felices, o, en algunos casos, los únicos.
Crecemos y todo se complica, como si se tratara de una clase de repetitiva acciones y sucesos por los que todos debemos pasar; o te rompen el corazón, o personas importantes van muriendo poco a poco, o enfermas, sin remedio, quizá, debes luchar contra tu propia aceptación y, en algunos casos, con la de los demás, tal vez, después de años creando sueños altos en expectativas, llega tu graduación y te encuentras con la desgarradora noticia de no poder ir a la universidad, o sí, pero, como la vida no puede darte dos cosas que deseas al mismo tiempo sin quitarte algo más, terminarás años tras unos sueños que no te pertenecen.
También, en otros casos, el padre que te abandonó volverá, pero no por ti, si no por su nueva familia, por sus otros hijos, esos que tuvo luego de que, sin más remordimiento, decidió dejarte sin su presencia.
Sea como sea, es complejo, porque al crecer, vemos las cosas de otro modo; nos sentimos terriblemente presionados por expectativas propias que no podemos cumplir y nos decepcionamos a nosotros mismos, una y otra vez, cada vez más. Con cada año en aumento, te encuentras con lo pronto que se hace el tener que valerte por ti misma, el saber que, con cada paso que das, te acercas al día en el que tendrás una vida como adulto, como cualquier otra persona, y es aterrador, porque nadie en el mundo desea ser menos de lo que su corazón aspira; no queremos vivir como todos los que nos rodean lo hacen, queremos ser mejor, más grandes y, nos esforcemos o no para conseguirlo, tarde o temprano, si no logramos nuestro objetivo, una parte de nuestra vida tiende a perder el sentido.
Y aquello es algo muy importante si no deseamos perdernos en nuestro propio desastre.
Lo diré y lo repetiré las veces que sean necesarias hasta acoplarme: si hace un año me hubieran dicho lo que sucedería actualmente, me hubiera reído, y, quizá, hasta llorado.
-Estoy harta de los mosquitos -se queja la rubia, arrugando su rostro.
Por suerte, tenemos una brújula para guiar nuestro cuerpo geográficamente alrededor de mundo, cosa que, seguramente, Monique no sabe usar, al igual que saber que subir hasta lo más alto de una montaña no es como ir a un café frente a la torre Eiffel.
-Te dije que usaras repelente, pero la niña no quería llegarse las manos de un ungüento -replico, dándole un trago a mi agua.
-Dosifiquen el agua, señoritas, cuando se acabe no podrán ir a gastar la de otros -a mi lado, Jeff pasa, dándome una mirada de te estoy vigilando.
Estar aquí con él, luego de que no lo pensó dos veces para decirme la verdad e intentar buscar lo que no me lastimara, me hace parece y sentir la peor persona que ha pisado la tierra. Tampoco es fácil para mí ocultar un secreto de esa magnitud, pero debo hacerlo, aunque vaya en contra de todo lo que pienso, no puedo fallarle a la tía Sunny, ella, realmente, es la que debe tener esa carga de decirle una cosa como esa.
-Debí haberme quedado en casa -la voz de Monique vuelve a aparecer.
Coincido contigo -susurro, intentando pasar desapercibida.
La mirada de la rubia recae en mí cuál imán.
-¿Tienes algo que decir, Camyl? -se detiene, cruzándose de brazos hacia mí.
-Chicas, dijimos que nos llevaríamos bien, al menos hay que intentarlo, ¿no? -Chelsea se interpone entre ambas-. ¡West, deja eso, son mis cosas!
La pelirroja camina con rapidez en dirección al moreno, llegando a él antes de que pueda tomar su mochila.
Sí, los cambios no siempre son agradables, ahora estoy rodeada de árboles, subiendo a la cima de una montaña, acompañada de personas con las que hubiera decidido pasar un buen fin de semana, pero así es, llegan personas que no esperas en tu vida y, para bien o para mal, comienzan una imparable revolución en todo tu subconsciente. Luego se van, como mi padre, como Holder, como West o Ty, y por más que una parte de ti quiere que regrese todo lo que perdiste, no siempre es la mejor opción, en algunas ocasiones, algo tiene que irse para que otra cosa ocupe su puesto; aunque mi padre, Holder y Ty no han sido reemplazados aún, West fue intercambiado por mi mejor amiga pelirroja, al igual que Ashton me desplazó con facilidad.
Sin embargo, por más inmaduro que suene, mi puesto de amiga celosa se sigue presentando, porque, aunque desde mi perspectiva quien se va de mi vida, es reemplazado, no puedo saber si, en realidad, a la que intercambian por alguien más es a mí, y me aterra. De ser así, no soportaría salir de la vida de alguien más.
-Los mosquitos no son los únicos chupando sangre por aquí -Moni vuelve a interceptar mi vista, deteniendo nuevamente mi paso.
Doy media vuelta, encarándola. Chels y yo habíamos accedido a un trato, yo prometí disculpar a la tan arrepentida rubia, intentando llevarme mejor con ella, pero con la condición de que mi mejor amiga le dé a West una oportunidad de redimirse, tal y como yo lo hice, pero, claramente, las cosas se vuelven más complicada si sus miradas de osito cariñoso cambian cuando la pelirroja se da la vuelta.
-Ya suéltalo, barbie francesa -crucé los brazos sobre mi pecho.
-Sé lo que haces, Camyl. Te paseas por todos lados como si fueras la mejor chica de Cherry Woody; la más leal amiga, la cabecilla de todos los grupos escolares, la de mejor promedio, a la que todos quieren y más envidian, pero, ¿no te cansas de ser tan falsa?
Una sonrisa cargada de sarcasmo se muestra en mis labios.
-Una pregunta bastante peculiar para alguien que me pidió disculpas de rodillas por haberme acusado de incumplir los códigos.
-Seamos sinceras, no nos caemos bien y dudo mucho que lo hagamos.
-Ya son dos cosas en las que coincidimos, ¿no te parece un avance? -me burlo-. Escucha, francesa, no me interesa ser tu amiga, porque, ya que estamos diciendo verdades, me pareces una mala persona, y no hablo de esas que rayan las libretas de otros y se creen malvadas; me refiero a aquellas que juegan con tu mente e intentan destruirte -comienzo a caminar hacia ella, hasta quedar justo frente a su rostro-. Pero, ¿adivina qué? Camyl Harrison es más que una amiga leal, la cabecilla de los grupos escolares, la de mejor promedio y a la que todos quieren; no soy estúpida, Moni y, yo que tú, me pensaría mejor si realmente te conviene comenzar una guerra en mi contra.
-Ya lo veremos, Cam -una hipócrita sonrisa se presentó en sus labios-. ¡Hey, Fernández! ¿Me ayudarías con mi mochila?
Sin despegar la mirada de mí, avanza con lentitud en dirección a West, quien no duda ni un pequeño segundo en acceder a su petición, porque, por increíble que parezca, mi ex mejor amigo no le importa quién sea la chica, mientras esta esté disponible para él y, está demás decir que Monique lo está.
La razón por la cuál las relaciones humanas son tan difíciles y conflictivas en estos tiempos es sencillo de explicar, todo se resume en un simple término: crianza. Sí, aunque no lo parezca, la culpa de nuestro ahora, de la forma en la que nos comunicamos, socializamos o escondemos del resto del mundo, es de los padres y sus pasos hacia nuestra naturaleza interior, porque no, no somos lo que ellos son; nuestros padres nos preparan en la edad más moldeable y nos suben en un autobús hacia la vida real, desde que ponemos un pie fuera de casa, la decisión de ser personas complemente distintas a los que ellos quieren está presente, pero muchas veces, decidimos no tomarla, porque nos aterra estar equivocados, o mejor dicho, le tenemos a fallar e ir corriendo a pedir perdón a nuestros progenitores, porque aunque no lo digamos, no hay nada peor que mostrarse equivocado frente a nuestros padres.
Si decidimos tomar o no el camino para el cual nos preparan, en algún punto chocaremos con alguien que se le fue leído un libro diferente al nuestro, quizá uno más salvaje, tal vez uno más conservador, en algunos casos, uno más tormentoso. Cuando lleguemos ahí y tengamos que hablar con alguien, con quién sea, al comparar notas sobre qué está bien o mal según el libreto que nuestros padres nos dieron, surgirá el problema, el ver que la persona a nuestro lado no vive igual a nosotros; puede que nos moleste, nos parezca terriblemente inaceptable, o queramos vivir del mismo modo, pero al final de todo, somos nosotros los que debemos quemar el libro y rehacerlo, con nuestras propias reglas, con aquello que creemos bien y mal, lo que soñamos y lo que sabemos que jamás llegaremos a ser, sin necesidad de pisotear el libro que a otros le dieron sin siquiera pedirles permiso.
Si todos hiciéramos eso, quizá, solo quizá, las relaciones humanas catastróficas gracias a nuestros padres no serían un problema para una gran mayoría.
-¿En qué piensas? -esas tres palabras son suficientes para hacerme mirar al costado.
Hay algo más en cuanto a las relaciones humanas: son más difíciles, porque en muchas ocasiones no estamos dispuestos a conocer a alguien, a darle una oportunidad, solamente porque no sabemos si lo que hay dentro de él o ella encajará con lo que hay en nosotros, porque no existe nada peor que el hecho de que te agrade alguien y luego llevarte con la realidad de no poder unir sus piezas; mi Camyl de este año dice que, vale arriesgarse, ya que tampoco podemos saber qué tan compatibles somos hasta conocer bien a la otra persona.
-Ashton Sage, creí que eso de aparecer de la nada ya no era lo tuyo -bromeo, mientras dejo caer mi mochila en el suelo.
-Creí que eso de mirar a West de forma desagradable había desaparecido -sonríe de lado.
-Él no es el problema -doy dos pasos hacia él, algo confidente-, si no ella.
-¿Monique? -alza una ceja-. Es agradable, voy con ella en biología.
-Dios, que Chelsea no oiga que le llamaste así -hablo por lo bajo-. En fin, no confíes en ella, es... Ni siquiera sé cómo llamarle.
Una carcajada sale de él, mientras planta sus ojos azules en los míos.
-¿Quieres ayuda con tus cosas? -señala mi mochila.
-Yo...
Mi vista se fue a la pelirroja, quien, a unos pasos de mí, me observa con curiosidad, con cierto disimulo.
-De hecho, ¿estaría mal si te pidiera que ayudes a Chels? Ella tiene... Problemas de espalda, así que no puede tener mucho peso.
-¿Enserio? Pero la he visto hacer movimientos en gimnasia, no pareciera...
-Hace una semana se cayó de... Un trampolín -mis claras mentiras parecen poco creíbles-, ha tenido dolores.
-En ese caso, iré a ayudarla -su cuerpo se gira ligeramente, con dirección al frente, pero se detiene sin previo aviso y vuelve a verme, con labios entrecerrados-. ¿Crees que podamos hablar luego? Tengo algo importante que decirte.
-Claro, ¿te parece al llegar a la cima?
-Perfecto, estaría bien.
Con una amable sonrisa, se aleja hasta llegar a ella, quien no tarda en regalarme una sonrisa en agradecimiento. Mi vista se va a la enorme y pesada mochila con la que ahora debo lidiar por seguir el código número quince; si tienes la oportunidad, ayuda a tu mejor amiga a cumplir sus objetivos. Este es uno de ellos: conseguir al chico, que, por alguna razón que me acerco a entender, escogió para ser obsesiva y en ocasiones, posesiva.
¿Alguna vez dije que los códigos ayudaban a las relaciones? Justo ahora estoy pensando en si estaba en lo correcto.
Tomo de nuevo mi equipaje y comienzo mi camino directo a ella, cuidando mis pasos y al pendiente de no tropezar con ninguna piedra. No me pareció tan cansada la idea cuando fue presentada por la junta de alumnos, definitivamente, pero ahora, rodeada de tantos árboles, compañeros ineptos, una o más chicas que me odian y al ex novio de mi tía, barra mi profesor, barra el padre de un hijo que no sabe que existe, siento que vivo en algo peor que camino hacia el terror, solo espero, por mi bien, que esto no obtenga ninguna secuela. Mis pasos se vuelven más lentos, al compás del resto, mientras dedico mi vista con detalle a lo que hacen, todos parecen agotados, sin embargo, nunca nos he visto tan entretenidos.
Debo decir que, si hay un grupo complicado en Cherry Woody, esos somos nosotros. La mayoría de los profesores aseguran que esa característica se debe a algo que ellos llamaban fiebre del último año; termino que básicamente se encarga de desacreditar nuestros problemas, cambios hormonales y pérdidas importantes de guías hacia nuestro futuro, con una simple explicación: todos se arruinan al llegar a su año final y se siente invencibles.
¿Qué tan invencibles piensan que nos creemos?
Mis ojos recaen en Chelsea y Ashton, sonrientes el uno al otro, como si se conocieran de toda la vida. Él acercó su mano cuidadosamente hacia su cabello, retirando una pequeña hoja seca de allí, y, desde la lejanía, puedo notar cómo las piernas de mi mejor amiga tiemblan, mientras los labios del rubio pronuncian la corta oración que seguro ella recordará toda la eternidad: «tienes lindo cabello». Sé leer labios y ahora mismo no sé si es un problema, o quizá, el conflicto aquí es el hecho de que no puedo andar por ahí, leyendo los labios de las personas que no debería, pero, vamos, ¿su cabello? De las más de cien cualidades de mi amiga, ¿él tenía que mencionar eso? ¿Qué clase de forma de coquetear es esa?
Suelto un bufido y me dejó caer en el suelo, mientras veo pasar a todos frente a mí. Paso las manos por mi cabello, sin despegar la mirada del suelo, intentando buscar una forma de encontrar fuerzas para levantarme y seguir el recorrido, sola, mientras mi mejor amiga coquetea con mi nuevo amigo, mi fastidiosa prima anda por el lugar lanzando miradas amenazadoras, mi nueva enemiga está con una lupa mirando mis pasos mientras que quieres quitarme la atención de mi ex mejor amigo, y ni hablar de Jeff porque definitivamente, no es una buena opción, todo eso sin mencionar a Ty, porque claramente, el tobogán de mi vida solo se vuelve más complicado.
-¿Puedo acompañarte?
Mis ojos suben por la figura frente a mí, hasta llegar a su llamativa y reconocida cabellera. Alessandra no había sido una buena opción, ni siquiera lo había puesto en consideración, pero, ahora que lo pienso, ¿qué más da si en estos momentos no tengo con quién compartir mi cansancio?
-Por favor, necesito saber que no solo yo estoy cansada de caminar -relajé mi espalda en la mochila, mientras Alessandra tomaba asiento a mi lado-. ¿Qué tal tu hermana?
-Hace tiempo que no me sigue a una fiesta -chistea-. ¿Y tú? ¿No deberías estar con tu amiga? -su dedo cae en la susodicha a unos pasos de mí.
-Ella está dónde debería -me encojo de hombros-. Si tuvieras una oportunidad con tu crush, ¿no la aprovecharías?
-No creo en el crush -confiesa-. Quiero decir, ¿por qué demonios estarías tan enfrascada con un amor que tú misma declaras imposible?
-¿Porque deseas hacerlo realidad? -me muestro confundida-. Ese es el punto, ¿no? Ya sabes, todo eso de hacer planes para conquistarlo y esas cosas.
-Pero eso sería forzar algo que al que probablemente al final, no funcione, solo para aumentar el ego.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Míralo de esta forma, Cam. La única razón por la que tenemos un crush es porque no creemos ser lo suficientemente buenos para alguien en específico, dejamos de esperar que esa persona se fije en nosotros y comenzamos a hacer cosas para llamar su atención, pero no porque nos guste realmente; tenemos atracción hacia lo imposible -hace una pequeña pausa-. Solo luchamos para conseguir su atención en un intento desesperado por demostrarnos a nosotros mismos que sí somos suficientes, aumentar el ego, no más que eso. Al final, solo se vuelve dañino.
-Bueno, eso parece ser algo que a los seres humanos le atrae en realidad -bromeo.
-¿Tienes un crush? -niego de inmediato-. Bien, yo tampoco, así que supongo que somos menos humanas.
-Probablemente -carcajeo-. Creo que deberíamos seguir caminando.
-Bien, Camyl -se puso de pie con rapidez-. Si te parece, puedo ser tu amiga de reemplazo mientras Chelsea se llena de toxinas con su crush, yo no te dejaré sola por un chico, lo prometo.
Ella extiende su mano hacia mí, haciéndome reír con su comentario, la tomo sin pensarlo y sacudo mis pantalones al estar de pie. Mientras tomo mi mochila, puedo ver desde un ángulo bastante cercano cómo mi mejor amiga da un pie en falso, su tobillo se dobla, de forma rápida, pero parece pasar en cámara lenta frente a mis ojos; todo termina en ella cayendo al suelo y quejándose con un grito ahogado, siendo auxiliada de forma inmediata por el chico más cercano, Ashton Sage.
Creo que su dolor de espalda será real a partir de ahora.
Del uno al diez, diría que, el estar frente a una fogata es un diez; dos por los malvaviscos y las galletas de chocolate, tres por los chistes de Kurt, otros dos por las historias de terror inusuales de West, dos más por los recuerdos que algo así acarrea y por último, un único punto por la compañía, que, no es que sea desagradable, fácil podría obtener un cinco y acaparar el resto de los puntos, pero lamentablemente, el tener frente a mí a mi manipuladora y despiadada prima aullando la historia de cómo una vez, quemé por accidente el viejo taller de mi padre, luego de que nos dejara, a Monique riendo por lo bajo al escucharlo y a Ty con la cabeza oculta, evitando mi mirada, resta mucho puntaje a la situación.
Son los mismos nombres, porque estos de alguna forma, no desaparecen, Holly jamás podrá estar desvinculada a mí, Monique sigue volviendo, por más que la aleje, y, en cuanto al tercero; hasta ahora, está dejando de importarme lo mucho que permanezca en mi vida, aunque, he de admitir, que su curiosa y extraña actitud me hace cuestionar muchas cosas.
Pero, sentada aquí con solo la compañía de Alessandra a mi lado, es mi deber darme un reporte mental de la tarde, porque fue verdaderamente entretenida. En cuanto a Chelsea, está perfectamente bien, con un tobillo doblado, pero con su sonrisa fija en su acompañante fiel, el tan conocido rubio que no vale la pena mencionar, el mismo que no se ha separado de ella ni por un segundo, lo cual, es bueno, es lo que ella siempre ha querido, todo este tiempo se ha esforzado por querer esa atención y solo costó una catastrófica caída para obtenerla.
Pero, ¿y qué hay de lo que dijo Alessandra? Dichas palabras, no puedo sacarlas de mi cabeza cada vez que los miro, porque, si bien es cierto que Chelsea no lo conoce, ¿ahora pueden hacerlo y sería diferente, no es así?
Me pregunto si realmente merece la pena cada uno de sus planes.
-¿Quieren jugar verdad o reto? -Trece estira sus piernas, captando la atención de todos.
-Claro, es la mejor idea hacerlo cerca de un profesor y dos padres -Caroline rueda los ojos.
-Estamos bien con las historias de terror, Trece, la última vez que te pusiste creativo, terminé en la piscina a media noche en ropa interior -me pongo de pie, dirigiendo mis pasos hacia la posición de la pelirroja.
-Y es por eso que nadie se arrepiente de tu participación -guiña un ojo.
-Escucha, amigo -West posa con fuerza la mano derecha sobre su hombro-. Cierra la boca si no quieres que te golpee.
Ignoro su discusión, saltando a un lado de Chels y posicionándome en el tronco en el que permanecen sentados.
-Tengo que hablar contigo -suelto, en un susurro.
-¿Tiene que ser justo ahora? -responde de la misma forma.
-Es importante.
-¿Y por qué no hablas con tu nueva amiga? Se ve que lo llevas muy bien con ella -sonríe falsamente.
-¿Quieres hacer esto justo ahora? -alzo una ceja-. Sí, me llevo muy bien con ella, principalmente porque decidiste dejarme sola en todo el camino por estar con tú sabes quién.
-Te recuerdo que la razón por la que tú sabes quién está conmigo es porque le pediste que lo hiciera.
-Aceptaría un gracias.
-No quiero que hagas cosas así por mí -confiesa de pronto.
Su actitud se encuentra algo inestable, en sus ojos puedo ver cómo sus únicas intenciones son una discusión silencio en medio de un grupo de personas, algo no muy su estilo.
-¿Qué cosas? ¿Ayudarte con él? -me muestro confundida-. ¿Qué no era lo que querías?
-¡Quiero su atención, no que tú le pidas que me la de! -su tono sube un poco más, al notarlo, suspira, cerrando sus ojos durante unos segundos-. No quiero ser la chica a la que le habla porque alguien más se lo pide, quiero ser la chica que le pide hablar con alguien más.
-Hace unas semanas me pedías ayuda, querías que fuera su amiga para llegar a él.
-¡Pero no que fueras tan cercana!
-¿Acaso estás celosa?
Mi pregunta impacta en su rostro culpa bomba. Sus ojos se abren como platos, sus labios se preparan para decir algo, pero no emiten más que silencio, su rostro impresionado me dejan saber que no tiene respuesta para lo que acabo de decir. Puedo soportar todo, cualquier cosa, menos algo como esto, un comentario tan, pero tan idéntico al de Monique en la fiesta de bienvenida, tal y como si fuera creado por ella. El problema aquí, es que Chelsea, esa misma noche, defendió mi integridad y aclaró la confianza que tenía hacia mí, pero ahora, intentando acusarme, solo me deja pensar que, en realidad, una parte de ella creyó fielmente las palabras de la rubia, solo que prefirió callar e ignorar todas esas enormes ganas que decirme lo tan peligrosa que me veía para alcanzar su objetivo.
-¿Es eso, Chels? ¿Estás celosa? -repito-. Porque no puedo soportar que lo estés, no podré. Han sido unos días muy largos como para también lidiar con tus acusaciones.
-Cam, es solo que... Como están las cosas, yo...
-Mi padre vuelve a la ciudad -interrumpo, pero esta vez, con un noto de voz más elevado, sin lograr evadir unas cuantas miradas-. ¿Y quieres saber qué es lo peor de todo? Que me enteré ayer y no fui corriendo a contártelo; tal vez ambas hemos dejado de tenernos confianza.
Planto la última bomba y la hago estallar, para luego salir huyendo del lugar, con todos los ojos puestos en ambas. Camino hacia los árboles, lo más lejos que puedo del resto del grupo, sin siquiera mirar hacia atrás, con una enorme carga tras mi espalda. ¿De qué sirve tener los códigos cuando, de cierta forma, no evitan cosas como estas? Hace un año, todo estaba perfecto, las cosas eran sencillamente estables; no había peleas, falta de confianza o padres apareciendo de pronto. Hace meses, solo meses, el decirnos todo parecía como algo más fácil de realizar, pero ahora, no puedo verla de la misma forma, porque observo sus ojos y ya no veo el reflejo que antes solíamos tener, ¿así se supone que es esto? ¿Planeas tener a tu mejor amiga para siempre y luego, de pronto, se vuelve tan difícil?
Debería preguntarme, si es que yo no soy la misma chica de hace un año, ella tampoco lo es, así que, ¿la nueva versión de nosotras encajará igual que la anterior?
Detengo mis pisadas al dejar de escuchar las voces del campamento, sostengo mi decaído cuerpo con un cercano árbol, tragando saliva e intentando estabilizarme, pero mi cabeza no deja de repetir, una y otra vez, que falta muy poco para verme cara a cara con ellos, con los hijos perfectos de papá y mamá que fueron criados con los mismos programas e ideologías que mi padre inculcó en mí cuando era pequeña. No estoy lista, en lo absoluto, para verlos y afrontar algo como eso.
En un impulso por descargar mi enojo, doy una patada a un pequeño montón de hojas secas cerca de mí, haciéndolas volar en dirección contraria.
-Necesito hacer eso también, ¿ves algún otro montón por aquí? -una peculiar voz me hace voltear de forma inmediata.
¿Realmente tengo ganas de ver a Ashton Sage en estos momentos? Porque algo en mis adentros me dice que no y lo acusa de ser parcialmente culpable de mis problemas.
-No soy muy buena compañía ahora, Sage -advierto.
Su alta figura se encuentra frente a mí, con una bolsa de galletas en su mano derecha, con sus brillantes ojos azules puestos en mí, con un dejo de preocupación, su chaqueta es tan gruesa que lo hace ver mucho más corpulento de lo que realmente es, mientras que su rojo rostro inyectado en frío deja al descubierto su marcadas fisionomía delatora. Sus pasos comienzan a acercarse, hasta que se detienen a una corta distancia de mí, para luego extender su brazo, con intención de darme la bolsa de galletas.
-Por si tienes hambre -se encoge de hombros-. Mi madre decía que debes darle comida a una chica si no deseas verla molesta.
Sin siquiera prevenirlo o evitarlo, una sonrisa se forma en mis labios y una corta carcajada se escapa de ellos.
-Al parecer tenía la razón -lanza una carcajada como respuesta-. ¿Te sientes bien?
-Algo me dice que escuchaste mi discusión con Chelsea -ubico mis manos en el bolsillo de mi abrigo.
-Solo la parte en la que te levantaste, gruñiste y saliste corriendo de la fogata -replica-. West me mandó para ver cómo estabas.
-¿West te envió?
-Bueno, fue idea de ambos -confiesa-. Además, supuse que necesitabas a un amigo y Fernandez cree que si viene lo asesinarás, pero no creo que puedas hacer lo mismo conmigo.
-¿Cómo estás tan seguro de eso?
-Digamos que, algo me dice que te agrado -encoge sus hombros.
Sí, Ashton, me agradas y desearía que no fuera así. Puedo asegurar que todo sería mucho más sencillo si no hubieras sido bueno conmigo, así podría detestarte en silencio y en paz, sin conflictos, sin peleas, sin acusaciones, incluso, hay una gran probabilidad de que, sin haber cruzado palabras, West y yo seguiríamos compartiendo la misma lejana relación de odio que antes teníamos, así todo, verdaderamente todo, sería más fácil de soportar, porque, de alguna manera, el que él y yo nos hayamos sentado en clase de Alemán colocó mi vida en un camino muy diferente; uno rocoso, peligroso y hasta cansado, pero, si decidimos ver el trasfondo de todo, la única culpable es el intento de francesa, Monique Anrich, porque, si jamás hubiera aparecido en mi vida, Chels no me habría pedido terminar el recorrido del primer día, no hubiese llegado tarde a clases y nunca, de los nuncas, habría compartido ni un segundo cerca de Ashton Sage.
Por increíble que parezca, así de impredecible es esto, si tan solo mueves un pie más a la derecha, cruzas una calle antes, tomas un bus diferente o sencillamente te atreves a decir no, la vida es capaz de cambiar, de forma drástica.
-Mi padre viene a la ciudad -suelto, de pronto-, pero eso ya lo sabes -recuesto mi espalda en el tronco del árbol a mi lado-. Él viene con sus hijos, ellos, literalmente, estarán conmigo a diario porque estudiarán en Cherry Woody a partir del lunes y... No sé por qué estoy diciéndote esto, pero estás aquí y nadie más lo está, así que, creo que te has ganado el puesto de verme hecha un desastre.
Mis rápidas oraciones acaban en un respiro, con mis ojos inyectados en recuerdos mientras lo observo, tan confundido como cualquiera al escuchar mis quejas, pero él, a diferencia de muchos, solo sonríe, como si lo que acabo de contar fuera un exacto motivo para ser feliz.
-¿Te parece gracioso? -espeto, cruzando los brazos sobre mi pecho.
-Tú no, pero la forma en la que arrugas la nariz mientras hablas tan rápido como si citaras un trabalenguas, sí -confiesa, acercándose a mí-. Escucha, Camyl, sé que esto es difícil para ti, pero debes conservar la calma, porque el lunes, cuando tu padre vuelva y vea lo asombrosa que eres, sabrá que cometió el peor error de su vida.
-¿Y qué hay si ellos son más talentosos? -cuestiono-. ¿Y si son más tiernos? ¿Y si saben más idiomas que yo? ¿Qué pasa su son mejores hijos?
-Eso no importa, porque, aunque ellos sean más inteligentes, más talentosos y sepan más idiomas que tú, no podrán igualarte. Camyl, eres especial, ninguna otra Harrison podrá quitarte el lugar que tienes en Cherry Woody.
Una sutil sonrisa se planta en mis labios, sin poder hacer ninguna otra cosa, más que mirarlo. El silencio se planta en el lugar, dejando a nuestra disposición el sonido de la soledad de los árboles, con el aire recorriendo las ramas y repasando nuestros cuerpos, sobrepasando nuestros abrigos, y, sobre todo, dejando el gran escalofrío implantado en cada parte posible, haciéndome saber que, quizá, que Monique me hiciera llegar tarde a clase de alemán no fue lo peor que pudo sucederme, porque, si no eso no hubiera pasado, ¿alguien estaría en su lugar apoyándome como él lo hace en estos momentos? ¿sería Chelsea, o estaría sola?
Los repentinos ruidos a unos pocos metros nos toman desprevenidos, nuestras miradas se separaron y terminaron en los autores de la interrupción. Es así como ambos vemos a, nada más y nada menos, que West y Monique, terriblemente ocupados besándose salvajemente y apretujándose sobre los árboles, creando, para mi acompañante y yo, una escena bastante difícil de digerir.
-Veo que estaba bastante asustado para venir a verme -susurro, intentando dar un paso hacia atrás.
En mi intento, mis zapatos hacen contacto con una rama, dejando que el sonido del crujido haga eco hasta llegar a ellos. Se detuvieron en seco, para observar sus rostros durante unos segundos, un poco ofuscados y aterrados, se separaron unos cuantos centímetros, sin soltar sus manos.
-¿Crees que sea un oso? -la voz de la rubia entra por mis oídos.
-No hay osos en las montañas -West asegura-, ¿o sí?
Monique ignora su pregunta, comenzando a mirar hacia los lados, con curiosidad, buscando alguna pista que delatara el sonido; nosotros, algo que ella aún no sabe. Observo mis pies y alrededor de ellos, en busca de una forma de moverme sin llamar la atención, para lograr evitar un posible problema, pero, justo cuando su cabeza amenaza con voltear en mi dirección, los fríos dedos de mi acompañante hacen contacto con mis brazos, moviendo mi cuerpo rápidamente contra el áspero árbol a nuestro costado izquierdo, logrando ocultarnos en menos de cinco segundos y posicionándose frente a mí, con mucha cercanía, con su respiración chocando con la mía, con su palpitante corazón cerca de mi pecho y sus ojos desviados de los míos, procurando que no seamos vistos.
Mi pulso comienza a agitarse, mientras me coloco completamente inmóvil, con miedo a mover alguna parte de mi cuerpo y con mis ojos puestos en su rostro, a pequeños espacios de mí, sorprendida, asustada, algo estresada, pero no incomoda. Trago saliva, cuando él vuelve a mirarme, en silencio, con sus manos nerviosas buscando alguna forma disimulada de soltarme sin parecer desconcertado por lo que hizo y buscando en mis ojos algo que dijera qué debe decir.
-Yo... Te agradezco -mi suave voz se quiebra con el aire al salir de mis labios-, hubiera sido incómodo, si nos ven.
-Claro -es lo único que sale de los suyos.
Sus dedos se despegan de mí, con total delicadeza y paciencia, pero él, a diferencia de sus manos, no se mueven ni un centímetro.
-Ellos... -mis palabras se vuelven nada, por lo que debo cerrar mis ojos durante unos fugaces segundos, arreglando mi postura-. ¿Siguen ahí?
-Están... Yéndose -logra decir con algo de trabajo-. ¿Se hará costumbre el terminar nuestras conversaciones siempre del mismo modo?
-Bueno, tú eres el que salta sobre mí.
-No puedo objetar nada ante eso -su sonrisa vuelve, al igual que la mía-. Si alguna vez te sientes amenazada por uno de tus medio hermanos, solo sonríe, te aseguro nadie puede ganarle a una sonrisa como esa.
-Deberíamos... -el nerviosismo se integra nuevamente en mí-. Creo que debemos volver, si no nos ven van a preocuparse y es mejor evitar sanciones.
Él asiente, retrocediendo sus pasos hasta darme el suficiente espacio para moverme con tranquilidad. Evito su mirada, volteando mi cuerpo y comprobando que no hubiera nadie cerca, para poder seguir caminando, en dirección al campamento, en completo silencio, sin siquiera mirarnos, como si nunca nos hubiéramos encontrado en el bosque. Antes de poner un pie en el campamento, me detengo, volteando a verlo.
-Gracias, por las galletas y todo lo que dijiste, realmente necesitaba un amigo -agradezco, intentando acabar con la incomodidad.
-Estoy dispuesto a ser tu amigo, cuando me necesites -una sonrisa ladina es el final de nuestra conversación.
Lo veo alejarse, mientras me quedo en mi lugar, pensando un poco en lo sucedido. ¿Qué significa lo que acaba de pasar?
¿Qué diablos pasa contigo, Camyl Harrison?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top