C13: Tipos de pizza.

—Oh, Dios, cuéntalo de nuevo, por favor —el entusiasmo puede notarse en la voz de mi mejor amiga.

—Cuando lo cuentas, siento que estoy en una maravillosa imitación de «el viaje más largo» «amor enterno» y todas esas pelis de romance —Sasha finge desmayarse.

—Sasha, esto es mejor que cualquiera de tus películas —corrige la pelirroja.

Muerdo mi labio inferior y les doy una mirada llena de alegría. Nada mejor que empezar mi segunda semana que con una historia como esta, de lo que fue, sin dudas, la mejor cita que he tenido hasta ahora.

—No creí que fueras del tipo guitarrista —la morena eleva sus cejas con rapidez—. Digo, no es que tengas un tipo, saliste con chicos completamente opuestos; tuviste una cita con Mike Forder y te besaste con Sander en la fiesta de verano. Eso sin contar tu relación con Holder Quinton.

Holder.

Solo ese nombre basta para que los ojos de la pelirroja se abran de forma brusca, causando una notoria vergüenza de parte de Sasha. Su rostro parece desear que una máquina del tiempo esté a su manejo para retractarse de lo que acaba de decir, y, ni cómo culparla, se le escapó eso que todos procuran no mencionar frente a mí: el nombre del capitán del equipo de baloncesto, el mismo por el cual yo también deseo una máquina del tiempo.

—Lo siento, lo siento, lo siento —repite sin cesar, tomando mis manos—. No debí mencionarlo, tan solo... Me dejé llevar.

—Sasha, no tienes que disculparte, agradezco que alguien lo mencione sin importarle mi presencia —le doy una mirada a Chels—. No me gusta que me traten como una viuda que acaba de perder a su esposo, no lo soy. Holder era increíble, siempre dolerá no saber qué pasó con él, pero ya reinicié mi vida, no necesito que oculten su nombre como si él nunca hubiera existido.

La morena traga saliva, dedicándome una sonrisa.

—Debo irme, chicas, el partido comienza pronto y debo darle los toques finales a la coreografía —acomoda su atuendo—. Las veo en primera fila, los jaguares de Cherry Woody ganarán esta vez.

—De hecho, yo tengo unas cosas que hacer después de clase, no creo poder venir —la detengo.

—Yo sí estaré, te daré porras, muñeca —Chels le guiña un ojo.

—Eso es suficiente para mí —sonríe—. Suerte con tus cosas, Cam.

Nos lanza unos cuantos besos al aire y se aleja, ubicándose al otro lado del campo. Sasha Warren, no es solo una morena algo imprudente, también es la más tierna chica de Cherry Woody, además de la capitana más grande y talentosa que ha tenido el equipo de porristas hasta ahora, su cabello castaño caoba y sus grandes caderas saben moverse mejor que cualquiera, ella es simplemente, una de las grandes amigas que la escuela pudo ofrecerme.

Paso mi vista por el amplio campo de la escuela. Podría decirse que Cherry Woody tiene más clubes que cualquier otra escuela en Maryland, es fácil apreciarlo con solo estar sentado en las gradas, tal y como Chelsea y yo estamos ahora. En lo más lejano, en una zona distinta a la nuestra, separado del campo principal, está el equipo de karate, un club bastante pronunciado, ha ganado los campeonatos nacionales por cuatro años consecutivos, pero, ese no es el mejor de nuestros equipos. Junto a su pequeña zona de entrenamientos, los del equipo de baloncesto hacen anotaciones, ellos, por conservar a más personas, poseen dos campos de entrenamiento, uno bastante grande, dentro de la escuela, donde cada partido se lleva a cabo y otro, fuera de las paredes y los ladrillos, donde entrenan más duro y se divierten mucho más.

Tres nacionales, dos estatales y segundo lugar en un juego contra el equipo canadiense Socks Core. Son today una leyenda, casi o más que el que equipo de fútbol americano, los cuales, sinceramente, no logran igualar al equipo de natación, pero, a su vez, alcanzan lo necesario como para superar al equipo de lacrosse. Sin embargo, todos y cada uno de ellos, no logran superar a mi equipo: tenis, un deporte muy aburrido, o eso pensaban muchos hasta que usé todo lo que fuera necesario para incluirlo en Chery Woody, y, adivinen, ¿creen que alguien falta a los partidos? Nadie, jamás.

Pero Cherry Woody no solo tiene deporte, músculos y sudor, también conservamos otros talentos. Club de música, de teatro, de ajedrez y por supuesto, de idiomas, eso solo por mencionar los más influyentes. Antes, mucho antes de que pisara la escuela, nada de eso existía, solo el deseo de todos por conseguir algo en qué ser buenos dentro de la escuela, no diré que fue fácil conseguir todo esto para Cherry Woody, porque no fue así.

He de admitir, que me postulé mucho, más de una vez al comienzo, para ser presidenta del consejo estudiantil. Cada una de esas veces, fracasé, hasta que, un día cualquiera, sin saber cómo, lo logré.

Y no, no es una charla motivacional, no diré que deben luchar por sus sueños y superarse, porque, no podemos aconsejar cosas así. Cada persona sabe de lo que es capaz, sus límites, y, solo puedo decir que, muchas veces, debemos volver a mirarnos al espejo y preguntarnos si quizá nuestros límites están algo mal puestos.

—Recuérdame por qué estamos aquí —la pelirroja suelta un quejido.

—Es educación física.

—Odio educación física —suena frustrada—. ¿Y si nos saltamos esta clase?

—¿Recuerdas cómo terminó eso el año pasado? Por poco pierdo el puesto en el equipo de tenis.

—Buf —resopla—. ¿Sabes que jugaremos fútbol hoy?

—Demonios, estoy replanteándome tu propuesta.

Las carcajadas salen de ella. Frente a nosotras, chicos y chicas hacen estiramientos, a la espera del resto de la clase y de la profesora. Con la vista fija en el campo, mis ojos se inundan de rostros conocidos caminando hacia nuestra ubicación.

—Cam, Cam, Cam —la pelirroja me da palmadas en el brazo.

—Sí, Chelsea, los veo —ruedo los ojos, divertida.

Una cantidad, más o menos de unos ocho o nueve chicos se acercan envueltos en risas y desastre, acompañados por la señorita Ferguson, alías, la profesora de educación física. El cabello rubio de Ashton, la sonrisa brillante de West y los ojos marrones de Ty elevan mi interés por saber qué demonios hacen aquí, porque si algo tengo claro es que ninguno de ellos está en esta clase con nosotras.

—Muy bien, los quiero a todos aquí —ordena la profesora, al detenerse frente a nosotras.

No esperamos más para ponernos de pie y acercarnos a ella.

—Les presento a los chicos desastre —los señala—. Estas nueve personas tienen asuntos importantes conmigo que deben resolver, es por eso, que estarán aquí hoy, en vez de estar practicando para el concierto del lunes que viene, ¿cómo le hace sentir eso, joven Asher? —su mirada se fue directa al susodicho—. O practicando con el equipo de béisbol, ¿no, Fernández? He aquí, el ejemplo de lo que pasa cuando me hacen enfadar.

Ver las expresiones de los nueve chicos frente a mí es, sin duda alguna, lo mejor que seguramente veré hoy. Gordon Richman está sudando más de lo sanamente necesario, con sus cejas enmarcadas en señal de susto, pero West, él definitivamente está siendo él, más que cualquier otro día; sonríe, como si su castigo le importara un comino, e incluso, como si el estar ahí fuera solo una distracción interesante para él, al contrario de su mejor amigo, que, por primera vez, deja al total descubierto su frustración por estar en medio del campo, con los rayos del sol picando su piel. Ty, por otro lado, posa sus ojos en mí, expandiendo una sonrisa que solo puede hacerme sonrojar y querer esconder mi rostro en una bolsa.

—Grupos de seis, s-e-i-s —hace énfasis en cada letra—. Íbamos a jugar fútbol, pero lo pondré más entretenido, busquen un deporte, el que sea, la verdad, no me importa. Entrenen y los veré en dos días para que me muestren cómo se juega lo que sea que hayan escogido.

Fútbol: cero, Camyl: uno. Algo bueno para comenzar la semana.

—Y Trip, intenta no quedarte viendo el trasero de las chicas o buscaré otra forma de que pagues por hacerme enojar —más de una carcajada sale después de ese comentario.

Los equipos comienzan a unirse con más rapidez de la que imagino, disminuyendo cada vez más las opciones.

—Camyl, Camyl —Chels hace un esfuerzo casi nulo por disimular su petición—. Anda, dile, vamos. Por favor.

Tomo aire y lo dejo salir. Acercándome a pasos largos hacia el rubio y su acompañante. Aunque, de todas formas, teniendo ese pedido de parte de la peliroja o no, probablemente hubiera ido en esa misma dirección, porque, vamos, mi barra de detesto a Ashton Sage bajó de forma sustentable.

—No creí que era un chico malo —me burlo, al estar a su lado.

Él, antes de decir cualquier cosa, le proporciona una mirada llena de desdén al moreno que lo acompaña.

—Anda, amigo, cuéntale la bonita historia —tensa una sonrisa falsa.

—Quiero aclarar que no sabía que las cosas se saldrían de control —West habla con rapidez.

—Se besó con la hija de Ferguson —se adelanta a decir su amigo.

—¿Que hiciste qué? ¡Demonios, West, es menor que tú! —le doy un empujón.

—¡No intentes llamarme pedófilo, Camyl! ¡Cumple dieciséis en cuatro meses, no estamos hablando de una niña! —se defiende—. Además, ¿cuántas veces tengo que repetirlo, Ashton? ¡Ella me besó a mí!

—El punto es, que yo intenté detener a Ferguson para que no los viera, pero no funcionó, ¡porque este idiota salió de los vestidores junto a ella, tomados de la mano! —no tarda en proporcionarle un golpe en la nuca—. Dios mío, solo te pido un inicio de semana tranquilo.

—Amé que lo golpearas, puedes hacerlo de nuevo, sería fabuloso. La cosa es que estamos en medio de una clase y necesito un idiota y medio para hacer mi equipo, ¿qué dicen? —interrumpo el intercambio de miradas.

—No tenías que preguntarlo —Ashton le da un empujón a West, para luego caminar en dirección a Chelsea.

West sigue sus manos, mientras que yo, justo luego de voltear, me encuentro con la enorme sonrisa de Ty esperándome justo al lado de la pelirroja. Vuelvo a mi puesto original, pero esta vez, usando pasos cortos.

¿Nunca oyeron eso de que los pasos cortos les dan más misterio y drama a ciertas situaciones?

Quizá, y solo quizá, me gusta agregarle un toque a mi vida igual que lo hace mi madre.

—Cam, adivina quién se ofreció para formar parte del equipo —en un movimiento de ojos señala a Ty.

Le sonrío de par en par, sintiendo mis ojos brillar.

—¿Qué habrás hecho para estar aquí? —le susurro, al estar junto a él.

—Puedo contártelo, después de la escuela.

—Sigue faltando una persona —la voz de Ashton interrumpe nuestra conversación—. Somos cinco, nos falta...

—¡Ella! —Chelsea llama nuestra atención, señalando a un lugar específico—. Demonios, ¿cuál era su nombre?

—Alessandra —West contesta su pregunta, formando una inesperada sonrisa—. ¡Oye, Alessandra!

Y así, amigos, es como unos labios en línea recta pueden pasar de forma casi mágica a una enorme y reluciente curvatura.

A unos pasos nuestros, la cabellera corta de la hermana de la versión femenina de mi pequeño angelito, voltea a vernos, dirigiéndonos una tímida sonrisa, para luego caminar hacia nuestro paradero. Alessandra es todo lo que puede estar bien en una chica, al menos a simple vista, no puedo asegurar qué hay más allá de sus ojos, porque si bien es cierto que los ojos de Monique son una belleza, su corazón está más podrido que la manzana de Blancanieves.

Pero ella es distinta, e incluso pondría las manos al fuego por eso, porque sí, es cierto, no puede juzgar a nadie por lo que solo está a simple vista, aunque, sí es completamente posible crearte una perspectiva sobre una persona con solo percibir el aroma que la rodea. Desde sus soñadores ojos, hasta su cabello rebelde y su caminar peculiar, puedes notar la extensa diferencia entre ella y el intento de francesa, porque, aunque no siempre tenemos la certeza de el qué hay en una persona, existe un tipo de energía que nunca miente.

—Estás con nosotros —lo que creí que sería una pregunta, sale de su boca como afirmación.

—¿No deberías de preguntarle antes? —Chelsea realza su voz.

—De hecho, no tengo problemas —se adelanta a decir ella.

En el rostro de West, la sonrisa se engancha mucho más, tornando sus ojos hacia la pelirroja, en un claro motivo por mostrar que él no comete errores. Claro, West Fernández queriendo demostrar los pocos errores que lo rodean, cómo si no fuera la suficientemente obvio que todos, absolutamente todos, nos abundan los errores en cada segundo.

—Yo nomino el soccer —Ty hace saber su propuesta.

—Definitivamente no, amigo —niega West—. No te ofendas, pero no es la clase de piano.

—Toco guitarra, no piano —aclara él, en tono seco.

—¿Y qué?

—West —regaño, afirmando mi rostro—. Somos un equipo, ¿bien? Aprende a trabajar con eso.

Solo recibo un gesto de fastidio de su parte.

—¿Qué tal básquet? —propone Alessandra.

—Me gusta —apoya Chels—. ¿Qué opinas tú, Ashton?

Todos los ojos se fueron al susodicho, quien ha estado algo absuelto de nuestra conversación. Él alza su rostro y extrañamente, fija sus ojos en mí por unos segundos.

—¿Qué tal tenis? —se encoge de hombros, volviendo sus ojos a mí persona—. Camyl es parte del equipo, es bastante buena, y yo tengo algo de experiencia. No es tan difícil de jugar, pueden aprender antes de la próxima clase.

—¿Y tú cómo sabes...? —las palabras de la pelirroja se quedaron varadas.

—En ese caso, podemos intentar con béisbol. Soy parte del equipo —West hace su interrupción habitual hacia Chelsea.

—No te ofendas, Fernández, pero eres un desastre en ese deporte —se burla, recibiendo una mala mirada de su amigo.

—Yo... Apoyo la idea de Ashton —el cabello semi-rizado de Ty da un paso al frente—. Votemos, ¿quién está de acuerdo con jugar al tenis?

Las manos comienzan a elevarse; Ashton, como primer votador, seguido del moreno, que, seguramente, le importa muy poco lo que escojamos, luego de él, Alessa y Ty, hasta llegar a la cabellera pelirroja, la misma que, por minoría, deja salir un soplido y eleva su mano, sin ninguna otra opción.

—Odio el tenis, pero eres buena, así que aprovechemos eso —se encoge de hombros.

—Excelente —volteo hacia Ty—. Vamos al campo de tenis.

Eso hacemos, caminamos, no lo suficientemente lejos para cansarnos, pero no tan cerca como para no recibir los fuertes rayos del sol. Por suerte, el mini campo de tenis es acogedor y con mucha sombra, y, como si fuera poco, al llegar aquí pudimos notar que efectivamente, nuestro equipo es el único con este deporte.

—Bien, somos seis y hay tres mesas, Ty irá con Cam... —Chels comienza a organizarnos.

—Alto, alto —West no la deja terminar.

Algo muy de esperarse, desde que se puso al lado de Chelsea, me pregunté cuánto tardaría en tener un altercado, en interrumpir su habla y burlarse de sus palabras, porque si algo sabe hacer bien es hacer enojar a mi mejor amiga.

—¿Quién te nombró jefa de grupo? —la señala despectivamente—. Camyl es la presidenta del consejo estudiantil, ella debería liderar este grupo. Cam, tú mandas.

Chelsea rueda los ojos, quejándose.

—Ordeno que Chels organice el grupo —le dedico una falsa sonrisa.

—¿Sabes? Cambié de opinión, esto debería ser una democracia, es por eso, que me nomino para ser el jefe de grupo —endereza su espalda—. ¿Quién a favor?

—Amigo, cierra la boca y escúchala, no quiero seguir perdiendo el tiempo —Ashton le da un empujón al moreno.

Una sonrisa enorme se dibuja en los labios de Chelsea, mientras que su pecoso rostro se ilumina al escucharlo.

—Gracias —le sonríe—. Como decía, Cam y Tú en la mesa de la esquina derecha, West y Alessa por aquí, y por último, Ashton y yo por allá.

Todos comienzan a ubicarse, sin dar más problemas, le doy un vistazo a mi celular, para luego dar toda mi atención al chico frente a mí. El pelinegro sostiene la raqueta en sus manos, analizándola como si tratara de encontrarle un botón secreto, me acerco a él, y la tomo con delicadeza.

—¿Te enseño? —lanzo mi pregunta, sosteniendo la raqueta.

—Estaría encantado.

—Bien, primero obsérvame, luego, te enseñaré unos trucos.

Le dedico una sonrisa, preparándome para mi demostración. Arreglo mi posición, ajusto mis manos a la raqueta y alzo la pequeña pelota al aire, para luego golpearla, cayendo exactamente donde debería.

—Eres buena —suelta, apenas verme terminar.

—¿Ves la posición de mis pies? —señalo los susodichos—. Si mantienes esta posición y giras un poco el torso hacia la derecha, es casi imposible que el tiro salga mal.

—¿Qué harás después de clases? —cambia de tema de forma drástica.

—Estoy enseñándote mis tácticas más secretas, ¿e intentas coquetear conmigo? —suelto una carcajada.

—Creí que había tiempo para aprender y coquetear —se encoge de hombros—. ¿Y? ¿Qué harás después de clases?

—Tengo mis pasantías, en un canal de televisión, terminan a las cinco y quince.

—¿Qué tal si voy a tu casa a las siete y vamos por una hamburguesa?

¿Por qué no mejor nos casamos y nos ahorramos todo esto?

Claro, no podemos, porque sería una completa locura dejar que una cara bonita y lindas manos me confunda, me seduzca completamente y termine déjame en un mal estado de desamor. Porque sí, decidí arriesgarme, dejar que comenzara a gustarme mucho más, y es que, vamos, ¡me organizó una búsqueda del tesoro! Con acertijos que tienen que ver con mi vida, todo eso, solo para decirme que le gusto.

Pero no, no me adelantaré solo porque un chico hizo lo que todos deberían hacer, y no hablo de todo ese ingenio para hacer que babeara por él, si no del tomarse el tiempo para idear algo suficientemente buena para esa persona que te interesa.

—Eso estaría perfecto —accedo—. Es una cita.

—Es una cita.


—Primera regla: si hay un letrero de no entrar/no transitar en algún espacio, puerta o corredor, ustedes, como personas cuerdas que saben leer, obedecen. Regla número dos: cada uno de ustedes será asignado a uno de los trabajadores de menor rango, de ustedes depende llegar hasta los principales exponentes del canal. Tercera regla: no causen problemas, existe una pizarra, cuelga en la sala de pasantes, ahí están sus nombres escritos, más una cierta cantidad de casillas; faltas, méritos, ideas, créditos y ponderación. Cada vez que lleguen tarde, no cumplas con lo ordenado o incumplas las reglas, tendrás una falta, solo puedes tener cuatro, después de la cuarta quedas fuera.

La alta y perfumada rubia frente a nosotros no hace más que mirarnos sobre el hombro desde que entramos al lugar, dándonos órdenes y mostrándonos lo que haremos dentro de GoldenPlus. La he visto, muchas veces en el noticiero, la sección de moda y chisme, imagino que, siendo ella la más familiarizada con todo los temas de farándula y temas de moda adolescente, es la más indicada para tratar con nosotros, y, quizá sí, pero, de haberlo pensado yo, hubiera escogido a alguien como la morena recepcionista que nos atendió a Ashton y a mí aquel día de la entrevista, porque no, no necesitamos a alguien que dice entendernos, simplemente, necesitamos a alguien cálido, alegre y que, en vez de fingir empatía, intente tenerla.

Pero no puedo quejarme, ha sido, sin duda, el mejor recorrido que he tenido en mi vida. Aquí adentro, todo parece tan irreal y a la vez tan explicativo, que puedo asegurar que el tener un pie dentro del canal me causa escalofríos.

—Horarios: los de la etiqueta azul, vendrán lunes, viernes y domingos, los de la etiqueta naranja, mates, sábados y jueves, los de rojo, lunes, jueves y sábados, por último, los de morado, miércoles, viernes y domingos —da un vistazo a su libreta—. Les entregaremos una página con el nombre de sus jefes, más datos importantes que deberán tomar en cuenta si trabajarán bajo su mando.

Un chico se acerca, entregándome dicha página. Leo con detenimiento el nombre, leyendo en voz baja el nombre y los datos; Winnie Fletcher, odia el café, prefiere jugos orgánicos de la tienda de enfrente, es vegetariana, alérgica a la sandía, a las nueces y al aceite de coco, trabaja en el piso número treinta y seis, tiene su propia oficina y escribe una columna sobre política los domingos, una random y otra cuyo nombre es «lo que olvidamos que debíamos o no olvidar», solo por decir lo más importante del informe. Buen perfil, buen horario gracias a ser el color morado, ahora solo falta hacer esto lo suficientemente bien.

—La primera etapa, tardará un mes, a partir de la segunda serán dos meses. Si logran llegar hasta el final, conseguirán todo lo que sueñan; constancia de que fueron pasantes aquí, certificado de prestigio, unas cuantas estrellas en su currículum, algunos trabajos y otros, hasta oportunidades universitarias, así que, chicos, no dejen pasar esto. Recuerden que hoy solo es una introducción a todo, mañana comienza el verdadero reto —en algo inesperado, suelta una sonrisa—. Son las cuatro y cincuenta, como el tour y la explicación terminó antes de lo previsto, pueden irse a casa, los veré mañana.

Una última curvatura en sus labios fue nuestra señal para salir del lugar. Guardo todo dentro de mi bolso y me dirijo al elevador.

Si algo está claro, es que no me aburriré con alguien con un perfil tan interesante como ese, porque he de admitir que no lo logro inventar algún tipo de prototipo de esa mujer en mi cabeza y eso debería ser una buena señal. Sin embargo, dentro del elevador, no puedo evitar pensar en que no será nada fácil, seguramente, porque, si la mitad de todos los que trabajan aquí son tan emblemáticos como los que conozco a través de la pantalla, será algo profundamente difícil demostrar lo realmente importante que puedo llegar a ser en un lugar como este.

A pesar de todo, me aterra pensar que, puede haber una pequeña posibilidad de un fracaso inminente.

Las puertas del elevador se abren, mostrando frente a mí una figura familiar, con sus ojos dentro del teléfono, absuelto de todo a su al rededor. Algo que, fijándome bien, es un estado muy habitual en él.

—Demonios —se queja, sin dejar de mirar su celular.

Dando pasos cortos hacia él, escucho lo que puedo reconocer con Money Wish Royal, un juego bastante divertido, a decir verdad. Puedes ganar mucho dinero, claro que, solo virtualmente.

—No sabía que te gustaban esas cosas.

Con el sonido de mi voz, sus ojos se despegan de la pantalla como imanes, llegando a mí.

—Camyl —pronuncia, con cierta sorpresa.

—Ashton —imito su todo—. ¿Qué haces aquí?

—Yo... Acabo de venir a buscar algo y estaba terminando mi partida antes de irme —forma una curvada sonrisa.

—¿Justo en la puerta del elevador?

—No te burles, pero estaba tan distraído que no me moví de allí —pasa con rapidez los ojos por su pantalla—. Y ahora, perdí, gracias a tu aparición.

—Te enviaré dinero, tengo mucho —elevo mi mentón—. También lo juego.

—Algo más en tu lista de cosas que te hacen interesante —guarda el teléfono en su bolsillo—. ¿Vienes de las pasantías?

Asiento, con entusiasmo.

—Solo nos dieron un tour por todo el edificio, y cuando hablo de todo es... Todo, luego nos dieron las normas y solo eso. Comienzo el miércoles.

—Eso es increíble, Camyl —amplía su sonrisa—. Voy de salida, ¿qué tal si te llevo a comer algo para celebrar?

—No he escuchado una mejor propuesta —suelto un suspiro—. Vamos.

Recibo una sonrisa de vuelta, mientras caminamos hacia el exterior. Ashton mensajea durante unos segundos, para luego silenciar su móvil y guardarlo dentro de su bolsillo trasero. Bastante lógico que lo haga, todo en el me dice: odio ser interrumpido, amo el silencio y la seriedad, sin embargo, su mejor amigo es West, la personificación de todo lo contrario a lo que él transmite a simple vista, es como ver el policía bueno y el malo, el serio y el chiflado.

Sin embargo, el simple hecho de ver la armonía entre la amistad de West y él deja una simple posibilidad incrustada en mi mente: probablemente, el rubio Sage es más que solo seriedad.

—Hay una pizzería aquí afuera, y no tiene idea de lo deliciosas que son —comenta, al salir del edificio, señalan a unos pasos de nosotros, frente a nuestra posición.

—Eso veremos.

Caminamos hasta el algo pequeño local, pero sobre todo, bastante acogedor. Pocas mesas, pero las necesarias, sin embargo, la mayoría están ocupadas, por familias y parejas, como en costumbre en lugares así. Nos detenemos en la fila para ordenar, cuando Ashton gira sobre sus talones hacia mí, dispuesto a preguntar algo.

—Sorpréndeme —me adelanto a decir—. Dijiste que son increíbles, así que deduzco que has estado aquí antes, una cantidad aceptable, y, si estoy en lo correcto, probablemente comiste más que la americana.

Sus dientes se mostraron ante mí.

—Busca una mesa, voy enseguida.

Asiento, yendo en busca de un buen lugar para sentarnos. Ya al conseguirlo, en el lugar indicado, desbloqueo mi celular y comienzo a responder los mensajes. Mamá, mi tía, Jeff, Chels, Ty y hasta Trece, son algunos de los nombres que veo en mis notificaciones de mensajes, porque, claramente, cuando me ocupo todos quieren hablarme.

Una llamada sale en mi pantalla, teniendo como autor mi madre. No tardo contestar.

—Puqui, tu tía y yo haremos galletas, ¿cuánto te tardas? —puede escucharse su voz ajetreada.

—De hecho, Ashton me invitó a comer pizza, llegaré dentro de un rato.

—¿Tú no salías con el vecino? —parece sorprendida.

—Madre, Ashton y yo solo somos amigos —aclaro—. Lo encontré en el canal y quiso invitarme a celebrar mi primer día.

—Oh, es tan lindo —suelta un suspiro—. No solo él, también el que quieras engañarme con eso de solo somos amigos. Dato curioso, puqui, yo salía con el mejor amigo de tu padre, el que antes era «solo mi amigo», se convirtió en mi esposo y posteriormente, en tu padre.

—No intentes compararme contigo, madre, mucho menos mi vida amorosa —replico—. Ashton y yo somos amigos, ¿bien? Basta de dramas.

—No hay dramas. Me caen bien ambos, no te juzgaré, si el vecino pregunta, estás haciendo trabajo escolar con Chelsea —seguido de sus últimas palabras, cuelga.

Al menos tengo a una madre con una muy extensa imaginación y sentido del humor, solo falta que deje de ver más en mis palabras.

Sí, algo muy imposible.

La figura ahora encorvada del rubio aparece frente a mí, con su vista en la factura.

—Prometo pagar la próxima —hablo, en cuanto toma asiento frente a mí.

—¿Con que habrá próxima? —alza una ceja.

Esbozo una tímida sonrisa.

—Dime, ¿qué se siente ser pasante en GoldenPlus? —se recuesta hacia el lado de la ventana.

—Mágico —mi voz sale con entusiasmo—. Es maravilloso estar ahí, ver eso que siempre quisiste saber y estar frente a frente con lo que quieres ser. Es increíble, y todo te lo debo a ti.

—Suena fantástico cuando hablas de eso —su vista se va a la ventana—. Quisiera poder tenerle tanta pasión a algo, como tú al periodismo.

Lo observo silenciosa, durante unos segundos. Con cada día conociéndolo, sus rasgos se vuelven distintos, cada vez más complicados y poco aburridos. Justo aquí, con mi mirada fija en su cuello, puedo notar sus tres lunares, los cuales, por alguna razón, solo logré verlos hasta el día de hoy; uno justo bajo la oreja, otro, cerca de la barbilla y el tercero, antes de comenzar su pecho.

—Nunca me has hablado de la carrera que quieres estudiar.

—Es porque aún no me decido —vuelve a mirarme—. Verás, Camyl, siempre me ha costado familiarizarme con alguien, o algo, es por ello que... No he logrado verme en unos años.

—Bueno, querido Sage, todos hemos pasado por eso alguna vez —ajusto una posición parecida a la suya—. Te daré un consejo, deja de levantarte cada mañana preguntándote qué harás con tu vida, porque te aseguro que así no conseguirás tu respuesta. Vive, conoce, lee, descubre para qué eres bueno, pero sobre todo, qué te hace mejor de lo que ya eres; ahí hallarás lo que necesitas.

Suelto un suspiro, viendo como sus ojos no salen de mí, con una expresión bastante difícil de comprender, por no decir imposible. Así, descubro otro detalle que pasé por alto todo este tiempo: en su dedo su brazo izquierdo, yace una pequeña mancha, la misma que, he visto tantas veces en otras personas, que puedo deducir que es de nacimiento, pero en su debo índice derecho, una casi invisible cicatriz capta toda mi atención.

—¿Cómo haces para decir las cosas correctas siempre? —habla, luego de unos segundos.

—No creo que eso sea cierto.

—Vamos, no seas humilde, sabes perfectamente que así es. Siempre estás ahí, para todos, diciendo lo que necesitamos escuchar, porque cualquiera puede decirnos lo que queremos, pero tú... Simplemente tienes todo pensado —una pequeña curvatura se forma en sus labios—. No es gracias a mí que estás en las pasantías, si no por ti. Te sentaste en la misma mesa que mi padre y lo encantaste en menos de quince segundos, con menos de treinta palabras, y digamos que... Mi padre no es mucho de ayudar a los demás.

Por supuesto que está alagándome, pero, ¿por qué esa última oración me hace pensar en West? Su padre no es de ayudar, pero, aun así, el moreno está quedándose bajo su techo.

Nuestras miradas se ven interrumpidas por una chica pelinegra y una rubia, quienes nos sonríen para luego colocar frente a nosotros cuatro pizzas medianas distintas.

—Oh, Dios, ¿de qué va esto? —analizo las pizzas con sorpresa.

—Dijiste que te sorprendiera, es por eso, que traje cuatro tipos de pizzas que nunca he probado, ¿averiguamos qué tal son?

—Eso no tienes que preguntarlo —intento escoger una de las bandejas—. Primero esta, ¿qué tiene encima? Parecen...

—Camarones —completa él—, dime por favor que no eres alérgica.

—No lo soy —aclaro, tomando una rebanada.

Degusto su saber con calma, queriendo saborear cada segundo. Y, demonios, siento como si estuviera en máster chef, como jueza, claro está. Desde ahí, seguimos hasta la segunda bandeja; cubierta de doble queso, y, solo eso parecía, hasta que la mordimos, notando que, bajo todo ese queso, tiene carne y piña. Luego, la tercera, una de las mejores, con grandes rebanadas de tomates jugosos encima, lo mejor para el paladar, y la última, con cebolla por todo el exterior, junto unos pares de champiñones y aceitunas.

Luego de probar unas dos rebanadas de cada una, nuestras miradas volvieron, listas para la crítica.

—La tercera —opino, casi de inmediato.

—La última —se encoge de hombros—. ¿Sabes qué tipo de pizza eres?

—¿Enserio? ¿Cómo el juego de facebook? —bromeo.

Él suelta unas carcajadas, encogiéndose de hombros nuevamente.

—A ver, dime.

—La segunda —afirma—. Se ve como la mejor pizza por fuera, y de pronto, descubres la piña y la carne, y te das cuenta de que es mucho mejor de lo que parecía, un toque dulce, uno salado, básicamente la mejor combinación.

Alzo una ceja, atendiendo a su explicación. Es mi turno, claramente, por ello observo las bandejas frente a mí, intentando encontrar una similitud tan explicativa como la suya.

—La primera; es extraña, pero interesante. Cuando piensas en una pizza con camarones dices: demonios, no, pero luego te arriesgas y lo haces. Eso se convierte en el riesgo mejor aprovechado.

—¿Te parezco extraño, pero interesante? —cuestiona, dubitativo.

—¿Te parecía increíble desde antes de conocerme? —contesto, lanzando otra pregunta.

—Algo así —confiesa—. Siempre me parecías una chica linda, inteligente, inspiradora. Ahora me pareces maravillosa.

—He de admitir, Ashton Sage, que jamás creí que fueras tan interesante —enderezo mi espalda—. Me sorprendiste.

—¿Digo los más lindos adjetivos y tú solo me llamas interesante? —ríe—. Sí que sabes cómo hacer sufrir a un chico.

Sin que lo note, una sonrisa se esparce en mi rostro, dejándome sin habla. Hay tantos tipos de pizzas, como de personas, eso está más que visible, pero, ¿cómo es que Ashton parecía tan simple y ahora es tan difícil de describir?

Su cabello despeinado, sus profundos ojos que solo usa para observar con aburrimiento, su falta de asistencia en cualquier club de la escuela, todo eso de estar justo donde lo estoy siempre, dándome a entender que, o es un acosador, o quizá siempre estuvo ahí y yo lo notaba, pero... No lo veía. Puedo entender, definitivamente, como alguien puede fijarse en él, como alguien puede gustarle de cada uno de sus rasgos, pero, ¿cómo puede Chels estar enamorada, si jamás ha llegado hasta el punto en el que estoy yo? Porque, seamos sinceros, aún aquí, luego de tantos encuentros y tantas palabras, luego de fijarme en tantas cosas de él que nunca noté antes, estoy segura de que Ashton Sage es mucho más que esto.

Chelsea no puede gustarle un Ashton que ni siquiera conoce, ¿o sí?

DIOOSS, AMÉ LA ÚLTIMA PARTE.

Dejen sus hermosas opiniones en los comentarios, y prepárense para el desastre del próximo capítulo, porque las cosas en Cherry Woody comenzarán a ponerse tensas. 

No olviden darle a la estrellita y dedicarle mucho amor a la historia.❤️

Cuídense, frijolitos, it's 👑🕓.

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