Capítulo XXXII: Algo Pasa con Miyu

     La Zona Magma seguía siendo tal cual la recordaban, con las aguas termales y el olor a azufre flotando por el ambiente. La imponente Torre Oscura se alzaba frente a sus ojos, ubicada en el punto más alto de una cordillera de volcanes y montañas.

     Ni bien se encontró fuera del portal, Lelouch avanzó un par de pasos hacia el frente y esbozó una mueca de desagrado gracias al olor a azufre que se impregnó en su sentido del olfato. Nene se posó a un lado de él y miró en todas direcciones, alerta ante el recibimiento de algún enemigo. Nunally se unió a su hermano, la pequeña estaba fascinada con todo lo que podía ver. ¿Quién no lo estaría, en su condición?

     —Así que esta es la Zona Magma —comentó Tagiru impresionado—. Le queda el nombre.

     —Y ahí está la Torre Oscura —señaló Karminmon con su espada de fuego, su tono de voz denotaba la impaciencia que tenía por liberar también ese lugar—. En estos momentos nos encontramos en los dominios de Cerberusmon. Debemos estar alerta.

     —Todo está demasiado silencioso —comentó Yuu con recelo—. ¿Dónde estarán todos los Digimon que habitan esta Zona?

     —Podría aportar un par de teorías —dijo Katsura con indiferente pesimismo.

     —Debemos movernos —dijo Nene entonces y se adelantó un par de pasos para llamar la atención del resto del grupo colocándose frente a ellos—. Puedo apostar cualquier cosa a que Cerberusmon está observándonos en este preciso momento.

     —Además, debemos hacer presentaciones —intervino Mimi—. Para todos sería más fácil luchar en equipo si conocemos nuestros nombres.

     Taiki se colocó a un lado de Nene, para adoptar su rol de general, y llevó sus manos detrás de su cabeza.

     —Nuestros Digimon necesitan descansar —dijo el chico—. La batalla contra MetalSeadramon seguramente los ha dejado exhaustos. Así que buscaremos un... sitio... donde... podamos...

     Su voz comenzó a apagarse al final de la frase, así como su cuerpo perdió el soporte y él comenzó a tambalearse como un péndulo con los ojos a medio cerrar. Akari, al darse cuenta de lo que estaba por ocurrir, buscó frenéticamente cualquier cosa acolchada que tuviera al alcance de la mano. Lo único que encontró fue a Cheepmon, que se había posado sobre la cabeza de Kira. Así que la chica pelirroja tomó a la pequeña criatura emplumada y saltó para poder utilizar a Cheepmon como una almohada en la que Taiki estrelló su rostro cuando se desplomó en el suelo, inconsciente. Lelouch arqueó ambas cejas, confundido.

     Akari se levantó, esbozando una mueca de resignación, y soltó un suspiro.

     — ¿Qué ha pasado con él? —preguntó Mimi.

     —Siempre le ocurre lo mismo —explicó Akari encogiéndose de hombros—. Taiki tiende a esforzarse más de la cuenta.

     —Se desmaya siempre que hace demasiado esfuerzo físico —secundó Yuu con la misma expresión—. Estará bien.

     Cheepmon se retorcía debajo de la cara de Taiki, intentando liberarse. Kira, aunque quizá debió haberlo ayudado a salir de ese embrollo, sólo pudo reír a carcajadas.

     —Busquemos un sitio para descansar —dijo Nene resuelta—. Taiki y nuestros Digimon deben recuperar sus energías.

     Todos estuvieron de acuerdo.

     Tagiru y Yuu tomaron a Taiki por los brazos. El general del Xros Heart estaba totalmente fuera de combate. Cheepmon se levantó igualmente, sacudió sus alas un par de veces para devolverles la circulación de la sangre.

     — ¡¡No soy un cojín!! —exclamó indignado volando a un par de centímetros del rostro de Akari.

     Sus reclamos lograron desatar las risas del grupo.

     Al menos, la llegada a la Zona Magma fue pacífica.


     Zoe había pasado el día entero con el portátil encendido, tamborileando impaciente con sus dedos mientras esperaba a que ese pequeño círculo de color verde apareciera justo al lado del nombre de Kouichi Kimura. Tenía su teléfono celular a un lado del portátil, esperando a que su amigo pudiera hacer contacto mediante un mensaje de texto. Cuando la alerta de la mensajería instantánea se hizo escuchar, Zoe se sobresaltó. Esperanzada, miró la pantalla del portátil, sólo para darse cuenta de que el único mensaje recibido había sido de parte de J.P Shibayama.


¿SABES ALGO?


     Ella respondió de mala gana.


NO


     Esa breve conversación causó que el mal presentimiento se apoderara de Zoe.

     ¿Cómo era que Kouichi no había aparecido aún? ¿Qué tanto podían durar los retrasos en el aterrizaje de un avión?

     La chica tomó su teléfono celular, buscó el número de Kouichi en el directorio telefónico y pulsó la tecla para llamar.

     Un tono.

     Dos tonos.

     Tres tonos.

     La llamada no obtuvo respuesta.

     —Kouichi, ¿dónde estás?

     Entró entonces a Google para buscar las últimas noticias sobre accidentes aéreos, una tarea de búsqueda que logró hacerle tener un mal presentimiento. Para su fortuna y tranquilidad, no había ninguna noticia deprimente. Ningún avión de Japón a Italia había tenido un accidente en los últimos días.

     Pero, entonces, ¿dónde estaba él?

     Zoe cerró el portátil y echó la cabeza hacia atrás. Miró los colgantes con forma de estrellas que había dejado en el techo, esas mismas que se iluminaban cada vez que ella apagaba la luz. Tras un par de segundos, buscó en su bolsillo su D-Scan. Presionó uno de los botones y vio en la pantalla aparecer el rostro de Kazemon.

     —Siento que algo le ha pasado a Kouichi —dijo a su DigiSpirit—. ¿Crees que debería preocuparme?

     Kazemon asintió.

     Zoe sintió que un escalofrío recorría su espalda.

     —Tú sabes lo que ocurre, ¿no es así?

     Kazemon asintió de nuevo.

     — ¿Kouichi está en Italia?

     Kazemon negó con la cabeza.

     Zoe lo supo en ese momento.

     —Está en el Mundo Digital.

     Kazemon asintió.

     — ¿Qué está haciendo allí?

     Como respuesta, el teléfono celular de Zoe recibió un mensaje de texto. Ella lo leyó al instante. El mensaje ponía:


TRAILMON TE ESTÁ ESPERANDO


     Resuelta, la chica bajó las escaleras para dirigirse a la puerta de entrada de la casa. Se calzó los zapatos y exclamó:

     — ¡Ahora regreso!

     Pero al salir por la puerta, tuvo el presentimiento de que quizá aquello último, por alguna razón, no podría ser posible.


     Las aguas termales eran por demás relajantes. Quizá esa sensación de tranquilidad se debía a que al fin Lelouch había podido liberarse de aquél equipo tan grande. Estar con la única compañía de Nene le hacía sentir por demás relajado. Aprovechando que consiguieron una zona privada, sólo para ellos dos, ambos se habían quitado las ropas para entrar al agua burbujeante. Nene se había sentado frente al muchacho para que él pudiera lavar su espalda.

     Ella se sentía más cómoda que nunca.

     Aguas termales y el hombre que amaba, ¿qué otra cosa podría necesitar?

     Se quejó levemente cuando sintió que los dedos de Lelouch pasaban por encima de un rasguño ubicado entre sus clavículas. El ardor apareció de nuevo cuando los dedos de Lelouch acariciaron la herida con más detenimiento. Pronto sintió esa misma molestia un par de veces más en distintas zonas de su espalda. Las manos de Lelouch, aunque la tocaban con delicadeza, sólo empeoraban la sensación.

     —Estás herida —dijo Zero—. ¿Qué ocurrió?

     —No ha sido nada —respondió ella con indiferencia—. Son sólo un par de rasguños.

     Sintió entonces que las manos de Lelouch se posaban en su nuca, misma que dejó salir una punzada de dolor. Ella se quejó y apretó un poco los dientes, Lelouch suspiró con pesadez.

     —Tienes un golpe aquí —dijo acariciando la herida ubicada cerca del crecimiento del cabello de Nene—. Destila un poco de sangre.

     —Estaré bien —aseguró ella.

     —Déjame ver el resto.

     Era Zero quien hablaba.

     Un Zero demandante y angustiado.

     —Lelouch, en verdad, estoy bien.

     —Déjame ver.

     Era absurdo pensar en discutir con Zero.

     Nene se levantó, cubrió su pecho con sus brazos y cambió de posición para mostrarle a Lelouch las heridas que había cosechado en la parte frontal de su cuerpo. Él miró con indiferencia el vendaje que ella había colocado sobre su espinilla. Estiró una mano para retirarlo y al hacerlo, un Dato escapó.

     —Lelouch...

     — ¿Cómo pasó?

     Aún era Zero.

     —Fue una explosión —explicó Nene—. No ha ocurrido nada lamentable, te aseguro que sólo necesitaré la ayuda de Cutemon.

     — ¿Cutemon?

     —Él tiene la habilidad de sanar las heridas.

     —Entiendo.

     En silencio, Zero procedió a limpiar la herida más grave, esa misma de la que ya no había escapado ningún Dato. Nene se sintió aliviada cuando notó que Lelouch no pretendía entrar en controversia con respecto a la pequeña partícula brillante que había escapado del cuerpo de su amada. Sin embargo, lo conocía demasiado bien como para saber que ese silencio sólo era una manera de ocultar su ira.

     —Lelouch...

     —No digas nada.

     Lelouch no estaba presente, Zero era quien estaba atendiéndola.

     —Estaré bien —dijo ella y sujetó con fuerza las muñecas de Lelouch para que el chico detuviera su trabajo y pudiera mirarla fijamente—. No hace falta que hagas esto.

     Zero se liberó del agarre de Nene y le dio un leve empujón en los hombros para que ella se recargara hacia atrás.

     —Lelouch...

     —Sé que si te pido que dejes de luchar, no lo harás —dijo Zero al fin.

     —Tienes razón, no lo haría aunque mi vida dependiera de eso. Lelouch, no puedo permitir que el Mundo Digital sufra mientras yo pueda hacer algo para evitarlo. Es como un... Este lugar es un segundo hogar para mí.

     —Sé que seguirás luchando —sonrió él—. Esto es importante para ti, ¿no es cierto?

     —Demasiado importante, diría yo. No descansaré hasta hacer todo lo que esté a mi alcance, todo lo que sea posible para salvar este mundo de la destrucción.

     —No a costa de tu propia vida.

     —Es sólo un corte. Cerrará con ayuda de Cutemon.

     — ¿Y qué será la próxima vez?

     —Lelouch...

     —Escucha, Nene. Vi lo que esa bestia de metal le hizo a Tagiru y a la DigiXros que hicieron Kudou y tú con Mervamon y el Digimon de ese sujeto. Tagiru escupió sangre cuando esa bestia presionó su cuerpo. No voy a permitir que tú pases por un daño igual o peor que ese.

     —MetalSeadramon ha sido vencido.

     —Y aún quedan muchos otros enemigos por derrotar.

     Ella sólo pudo sonreír.

     — ¿Desde cuándo te importa tanto lo que pueda pasarme? Cuando me convertiste en tu mano derecha, me llevabas contigo a los combates sin importar lo que pudiera ocurrirnos.

     —Te lo dije antes. Si el rey no se mueve, sus súbditos nunca lo seguirán.

     —En ese caso, piensa que soy yo quien necesita moverse antes esta vez.

     El tono de voz de Nene era firme. Lelouch sólo pudo sonreír al darse cuenta de que su amada no estaba dispuesta a siquiera pensar en llegar a un acuerdo con él.

     —Me gustó verte luchar —confesó Lelouch—. Cuando hiciste esa... ¿Cómo se llamaba?

     — ¿La Double Xros?

     —Sí, eso. Cuando hiciste la Double Xros, luchabas de una manera que yo jamás había visto en ti. Después de todo, en muy pocas ocasiones te vi en el rol de la Digimon Hunter que eres.

     —La Digimon Hunter que fui —corrigió Nene—. Renuncié a ser una Digimon Hunter cuando me convertí en tu cómplice, ¿recuerdas?

     Lelouch negó con la cabeza.

     —Eres una Digimon Hunter y también eres mi cómplice —dijo él con firmeza—. Te vi ahí, esto es lo que tú eres. No puedes negar que formas parte de este mundo, así como formas parte del mío.

     —No sólo fui una Digimon Hunter. También fui general del Ejército Twilight —dijo ella esbozando media sonrisa—. Supongo que eso es algo que tú y yo siempre hemos tenido en común.

     Lelouch sonrió.

     —Si esto es importante para ti, te acompañaré —dijo él resuelto—. Pero tú debes prometer que dejarás de arriesgarte tanto.

     Y ella, acariciando el rostro del chico con una mano, respondió esbozando su sonrisita cruel:

     —Una vez, un sabio príncipe me dijo que, si vas a disparar, debes estar preparado para que te disparen.

     Besó con delicadeza los labios de Lelouch, poniéndole fin a la discusión.

     Él estaba en lo correcto al decir que no había ninguna manera de proteger a Nene. La chica estaba dispuesta a dar hasta su último aliento con tal de proteger el Mundo Digital, ella no podía negar que estaba fascinada por haber vuelto a ese lugar.

     Claro, ninguno de ellos pudo predecir en ese momento que la decisión de Nene de seguir luchando hasta el final atraería más problemas que beneficios para ambos.


     Akari tenía las mejillas coloradas aún después de haber salido de las aguas termales, se abrazaba a sí misma a pesar de ya estar vestida.

     A diferencia de la feliz pareja que aún compartía algunos momentos a solas, Akari y el resto no pudieron darse el lujo de desnudarse para tomar un buen baño. Ellos optaron por entrar en ropa interior. Todos, excepto Nunally. La chica se ruborizó tanto al ver que los muchachos comenzaban a sacarse sus ropas, que Tagiru sugirió a la pequeña que podía simplemente mojar un poco sus pies en el agua. Akari estaba más que arrepentida por haber permitido que los muchachos vieran su adorable conjunto de ropa interior de color rosa, su sonrojo era tan intenso que era imposible distinguir el color de su piel y el color de su cabello.

     Taiki había recuperado ya sus energías, parecía que el baño caliente le había sentado la mar de bien. Aún así, los regaños de Akari no se hicieron esperar.

     — ¡Te he dicho mil veces que no debes esforzarte tanto! —Decía la chica en ese momento—. ¡¿Cuándo lo entenderás?!

     —Para ser un Héroe Legendario, Kudou, eres demasiado débil —se burló Katsura.

     —Taiki suele desmayarse en el momento menos indicado —dijo Shoutmon entre risas—. En una ocasión, Zenjirou tuvo que liderarnos mientras mi general dormía.

     —Solamente logras hacer que me preocupe por ti —seguía reclamando Akari y golpeaba a Taiki en la cabeza para enfatizar cada reclamo.

     Las carcajadas abundaban.

     — ¡Hey! —Exclamó Gumdramon para llamar la atención—. Ya que estamos contando historias graciosas, ¿quisieran escuchar sobre aquella vez en la que Tagiru intentó escribir un poema de amor para Nunally?

     — ¿Qué...? —preguntó la aludida sonrojada.

     — ¡¡Cierra la boca, Gumdramon!! —Exclamó Tagiru exaltado—. ¡¡Yo jamás hice eso, jamás!! ¡¡No creas lo que él dice, Nunally!

     Pronto se hicieron escuchar lo cánticos de Tagiru y Nunally, sentados en un árbol.

     La pobre pequeña no podía hacer más que soltar risitas nerviosas, pues no podía terminar de entender lo que ocurría. ¿Qué acaso Tagiru y ella no eran amigos? ¿Por qué, entonces, todos insistían con esos asuntos sobre un supuesto amorío entre ambos? ¿Cómo podía Tagiru, un japonés, sentir esos sentimientos por ella, una princesa de Britannia? ¿Y por qué él se sonrojaba cada vez que alguien mencionaba algo al respecto? No era que el hecho de que un chico japonés se interesara por ella estuviera mal. Su hermano estaba saliendo con una chica japonesa, después de todo. Le parecía extraño, solamente.

     —Y dinos, Tagiru —decía Yuu en ese momento—, ¿Lamperouge sabe que quieres llevar a su hermana a la cama?

     Las carcajadas y las sonoras quejas de Tagiru llenaron el ambiente de una sensación cálida, familiar y acogedora. El barullo fue tal que los Digimon de la Zona Magma comenzaron a salir de sus escondites para averiguar lo que estaba ocurriendo.

     Pero había alguien que no se había unido a la tertulia.

     Rezagada del grupo, Miyu había encontrado un refugio en una cueva diminuta.

     Se sentó allí dentro, abrazando sus rodillas y mirando hacia la nada. Era impresionante ver que la invencible y valiente chica había quedado convertida en ese remedo de persona. Aferraba su DigiLector con fuerza y sólo se movía cada vez que debía enjugar sus propias lágrimas. Jamás pensó que su Digimon fuese tan fácil de derrotar. En sus manos, Miyu aún podía sentir la calidez del plumaje de Biyomon. Era como si el tiempo no hubiera pasado, como si acabara de dedicarle una caricia.

     La última caricia.

     Solamente volvía a la realidad cuando veía la pantalla apagada de su DigiLector, el aparato parecía haber muerto junto con el espíritu de Biyomon.

     Miyu abrazó con más fuerza sus rodillas y trató de recordar, con dolorosa nostalgia, la última vez que ella y su Digimon habían pasado juntos. Trató de recordar la risa de Biyomon, el timbre agudo de su voz, la manera en la que sus ojos brillaban cuando estaba contento... Pero no podía hacerlo. Lo único que daba vueltas en su cabeza era el hecho de que su Digimon había muerto.

     No había manera en la que ella pudiese ser de utilidad para el equipo, se había convertido en una carga inservible e incapaz de luchar por sí misma. Todo era gracias a ese maldito Devimon, a ese monstruo que había tomado la vida del mejor amigo de Miyu.

     ¿Qué podía hacer ella para ayudar a sus amigos, si no tenía ninguna forma de defenderse?

     De repente, sus lágrimas cesaron.

     Miyu miró nuevamente su DigiLector y lo aferró con fuerza, como si quisiera encarnarlo en la palma de su mano. Necesitaba vengar la muerte de Biyomon, tenía que encontrar alguna manera de encarar a ese Digimon maligno y asesinarlo con sus propias manos.

     Quería, con urgencia, ver a Devimon estallar en una nube de Datos.

     —Voy a vengarte, Biyomon —aseguró en voz baja.

     Aunque ella no pudo verlo en ese momento, sus ojos perdieron el brillo y se quedaron opacos durante un par de segundos. Aquello ocurrió cuando el Emblema del Amor comenzó a tornarse, lentamente, de color negro.

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