Capítulo XI: Dolorosa Nostalgia
Nene no avanzaba por el césped de la Zona Verde con tanta emoción como lo hacían sus amigos digitales. Por el contrario, se mantenía rezagada del grupo mientras veía a Sparrowmon revolotear sin control y lo escuchaba soltar carcajadas de auténtica felicidad. Si bien la chica consideraba que el Mundo Digital era parte de ella, no podía sentirse tan alegre por haber vuelto. Especialmente luego de que los recuerdos la golpearon con fuertes y dolorosas oleadas de nostalgia.
Un segundo miraba en su mente a Taiki Kudou haciendo su primera DigiXros, cuando la chica sólo se dedicaba a observarlo en la distancia, y al otro ya podía verlo retando a la Gobernadora General Cornelia.
En un momento recordaba a Kiriha negándose a ser aliado de ella, y al otro lo veía ordenándole a ZeekGreymon que atacara a los Knightmares de los Caballeros Negros.
Veía a Zenjirou empuñando la espada de Starmon, para luego verlo sucumbir en aquella batalla donde un Slash Harken le quitó la vida.
Aunque no fuera una imagen muy agradable del pasado de su hermano, veía a Yuu liderando al ejercido Bagra en el Campo del Infierno. Claro que todo aquello fue mucho antes de que su hermano fuera a refugiarse de las faldas de Britannia, causando así la muerte de la vicepresidenta del Área 11, Euphemia Li Britannia.
Y lo más doloroso para ella fue recordar la forma en la que Akari actuaba como la voz de la razón, siempre molestándose cuando Taiki decidía arriesgarse más de lo necesario. Recordó aquella sonrisa que Akari esbozó en la Zona Shinobi, luego de obtener el Código Corona con ayuda de Nene. Y entonces la sonrisa de Akari se borró al mismo tiempo que en la memoria de Nene resonaba el sonido de un disparo.
— ¿Estás bien?
Miró a Lelouch cuando lo escuchó hablar y asintió torpemente.
—Es sólo que… Este lugar me trae muchos recuerdos.
—Estuviste aquí antes, ¿no es así?
Ella asintió de nuevo y avanzó un par de pasos.
—Aquí los conocí. Al Xros Heart —aclaró mirando a Lelouch.
— ¿Los extrañas?
La pregunta cayó como un balde de agua helada sobre su espalda. Tomó un profundo respiro para recuperarse de la desagradable sensación que le había causado la interrogante y agachó la mirada.
No estaba totalmente segura de cómo se sentía al respecto. Sabía que le dolía en el alma recordar todas y cada una de aquellas muertas, haciendo especial énfasis en el marcado odio que aún le tenía a Cornelia por haber disparado la bala que asesinó a su mejor amiga, pero también se mantenía firme en que tanto ella como Lelouch, y Zero, habían hecho lo correcto. De no ser por la intervención de los Caballeros Negros, el Xros Heart habría herido a Elevens inocentes. De no haber sido parte de la Rebelión del Área 11, posiblemente Kallen Kozuki, Oggi Kaname y el resto de los hombres de Zero habrían muerto en manos de alguna de las evoluciones de Shoutmon. Ellos habían intentado separarla de su amado, ¿cómo podría arrepentirse por haber protegido su amor?
—No —respondió con firmeza y enjugó un par de lágrimas.
—Nene.
Se giró de nuevo y pronto se encontró rodeada por los brazos de Lelouch. Ocultó su rostro en el pecho del muchacho y devolvió el abrazo.
—Nene… Llorar por los muertos no los traerá de vuelta.
—Lo sé —respondió ella—. Sólo hubiera querido no ser yo la que acabó con ellos.
De entre todos los lugares posibles para haber aparecido, ¿tenía que llegar justamente al sitio que más le evocaba recuerdos tan dolorosos?
Los ojos de Nunally eran de color púrpura, similar a los de su hermano. Pestañeó un par de veces cuando su mirada hizo contacto con la de Tagiru y levantó una mano para acariciar el rostro del muchacho castaño. Tagiru la miró confundido y se mantuvo quieto, creyendo que quizá Nunally estaba reconociendo su rostro pues sus ojos no podían verlo.
Lo que ella dijo le provocó la mayor sorpresa de la vida.
—Tagiru… ¿Eres tú?
—Sí, Nunally. Soy yo.
—Puedo… Puedo verte…
Ella tampoco lo entendía, pero vaya que la euforia invadió cada poro de su cuerpo.
— ¡Puedo verte, Tagiru!
Consiguió incorporarse velozmente y rodeó el cuello del muchacho con ambos brazos, aunque su abrazo fue demasiado breve. Se separó de él y tomó su rostro con ambas manos, mirando ávidamente para memorizar cada uno de sus rasgos en su memoria en caso de que todo fuera un sueño. Lloraba de alegría y Tagiru sólo pudo devolverle la sonrisa.
— ¿Cómo soy, Tagiru? Dímelo.
Él sostuvo la barbilla de Nunally con un par de dedos y respondió en voz baja.
—Hermosa.
Ella sonrió embelesada y pestañeó de nuevo un par de veces.
— ¡Tagiru! ¡Quiero ver!
El chico, sorprendido, se percató de que su Xros Loader yacía a pocos centímetros de donde estaban. Lo tomó y exclamó con voz potente:
— ¡Reload, Gumdramon!
Gumdramon se hizo presente y Nunally lo miró fijamente durante un minuto entero antes de esbozar su enorme sonrisa de nuevo.
—Así que tú eres Gumdramon —dijo—. Me da mucho gusto verte.
Estrechó manos con el Digimon de color púrpura y volvió a hacer contacto visual con Tagiru, sintiendo que nunca había sido tan feliz como en ese momento.
—Tagiru, quiero ver a mi hermano. ¿Dónde está?
El chico soltó un bufido.
—Me parece que sólo nosotros dos aparecimos aquí, Lelouch y Nene no deben estar lejos —respondió—. Me pregunto si también CC está en alguna parte.
—Tagiru, la silla de Nunally no está aquí —intervino Gumdramon—. Tendremos que llevarla en brazos.
—Tienes razón —asintió Tagiru—. Aunque también podrías evolucionar en Arresterdramon y llevarnos en tu lomo, pero tendríamos que llevar a Nunally en brazos cuando haya que caminar.
—Tagiru…
Ambos la miraron, Nunally tenía la mirada agachada. Pensaba, a juzgar por la expresión facial que esbozaba.
— ¿Qué pasa? —preguntó el chico.
—Si he podido verte… ¿Crees que pueda…? ¿Crees que pueda caminar?
Para Tagiru no era desconocida la situación de Nunally. Gracias a Nene y Lelouch, supo que a la pobre chica habían dejado de funcionarle las piernas luego de que su madre, la reina Marianne, fuera asesinada en un tiroteo en el que también Nunally salió herida. Sabía también que su cegera se debía al shock producido durante el ataque. Siendo esa la cuestión, y si Nunally había recuperado el sentido de la vista, Tagiru pensó que quizá la chica había dado en el clavo.
—Averigüémoslo —dijo decidido.
Tagiru se levantó y tomó a Nunally con fuerza por una mano para darle el soporte necesario y que ella pudiera levantarse. Fue difícil al principio, pues las piernas de Nunally no conseguían adquiririr la firmeza suficiente para levantarla en el primer intento. Gumdramon tuvo que empujarla por la cintura para ayudarle igualmente, y Tagiru tiró de la mano de Nunally hasta que pudieron verla de pie. Era un poco más baja que Tagiru, se aferraba con fuerza a la mano del muchacho y Gumdramon seguía sujetándola por la cintura para evitar que cayera.
—Hazlo —la animó el chico.
Nunally asintió y dio el primer paso.
Un paso, dos pasos, tres pasos torpes que la hicieron sentir en las nubes.
—Puedo… Puedo caminar… Tagiru, puedo caminar.
Al chico le era imposible no sentirse tan alegre como ella. Nunally volvió para envolverlo en un fuerte abrazo y él, en un arranque de valentía, le besó la mejilla y devolvió el abrazo.
—Tagiru, ¿dónde estamos? —preguntó ella—. ¿Me has traído a un lugar donde no tengo que estar montada en esa silla todo el tiempo?
Pero lo cierto era que ni siquiera el muchacho sabía en dónde se encontraban, misma razón por la que no podía responder la pregunta de Nunally. Sin embargo, no tuvo tiempo de pensar siquiera una respuesta coherente, pues en ese momento escucharon aquella voz a sus espaldas:
— ¡Ustedes dos! ¡¿Qué están haciendo aquí?!
Se giraron y Tagiru se llevó una sorpresa al ver a aquellas tres criaturas. Una figura humanoide de color crema, un conejo amarillo que usaba pantalones rojos… Y una guerrera rubia que portaba una armadura de color rojo. Aquella mujer avanzó un paso y pronunció sólo dos palabras que causaron un vacío en el estómago del enérgico muchacho.
— ¿Estás vivo?
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