Capítulo I: El Regreso
El sueño de ambos fue interrumpido cuando escucharon el tono de llamada del teléfono celular de la chica castaña. Era la tonada de uno de sus primeros éxitos como Idol. Una delgada mano salió de debajo de las sábanas y buscó a tientas el aparato. Era un recordatorio programado previamente que le indicaba que debía apresurarse para poder ir a una sesión fotográfica seguida de una firma de autógrafos. Bufó y dejó el teléfono sobre su mesa de noche.
- ¿Ya tienes que irte? -le preguntó el muchacho recostado junto a ella.
Ella respondió recargando su cabeza en el torso desnudo del muchacho y soltando un profundo respiro. El muchacho le acariciaba la espalda con un par de dedos, hacía movimientos circulares y de vez en cuando hundía la nariz en el cabello castaño de su amada para aspirar su exquisito perfume.
-Quisiera no hacerlo -respondió ella de mala gana-. Se está bastante cómoda contigo en cama -comentó esbozando media sonrisa.
- ¿Tendrás un día difícil? -preguntó él.
-Una sesión fotográfica en la Torre de Tokio -explicó ella despreocupadamente-. Después de eso, tengo una firma de autógrafos al aire libre.
-Detesto tener que compartirte con todos tus fanáticos -se quejó él esbozando su sonrisa de cretino, como ella solía llamar a ese gesto.
-Hubo un tiempo en el que yo tuve que compartirte con varias chicas -respondió ella y pellizcó la piel de las mejillas del muchacho con fuerza-. No puedes quejarte.
-Y yo tuve que cuidar tu trasero para que no te metieras en problemas -contraatacó él dándole un leve tirón de cabello-. Habrías muerto de no ser por mí.
-Siempre supe cuidarme -exclamó ella entre risas-. No puedo decir lo mismo sobre ti. ¿El gran Zero no pudo resistir el golpe del Seven Victorize? -se burló con una sonrisa cruel.
Él también rió. Seis meses habían bastado para conseguir superar aquella mala experiencia y poder hacer bromas al respecto. Aunque lo cierto era que, aunque a ella riera a carcajadas, seguía provocándole una desmesurada tristeza pensar siquiera en aquel momento. Evocar el recuerdo incluso le arrancaba un par de lágrimas, tal y como ocurrió aquella mañana.
-Oye -llamó él y se incorporó un poco cuando vio a la chica reprimir un sollozo-. ¿Estás bien? -le preguntó y sujetó la barbilla de ella con un par de dedos para levantar su rostro.
-Es... Es sólo... -balbuceó ella y tomó un profundo respiro para recuperarse-. Verte así... Verte morir... Fue demasiado...
Incapaz de terminar la frase, envolvió al muchacho en un fuerte abrazo. Él devolvió el gesto y besó la cabeza de ella.
-Más doloroso habría sido si tú hubieras estado en mi posición -le dijo él al oído-. Yo no habría soportado verte morir.
-Cómo quisiera agradecerle a quien haya creado elpoder del Geass -sollozó ella contra el pecho del muchacho-. Gracias a él, te tengo de vuelta.
Él fue incapaz de responder y simplemente la abrazó con tal fuerza que parecía querer fusionar su cuerpo con el de ella. A decir verdad, él también se sentía eternamente agradecido. Tras casi haber muerto gracias al golpe del Seven Victorize de Shoutmon X7 que habría impactado a su hermana menor, Nunally, si él no hubiera interferido, Lelouch Lamperouge había obtenido el Geass de la Inmortalidad. Viviría al igual que su fiel cómplice, CC, siempre sobreviviendo a cualquier tragedia ahora que la muerte no podía afectarlo. Y aunque Nene había aceptado cerrar su contrato con CC durante la misma batalla, convirtiéndose así en portadora de un Geass, ella no poseía la misma virtud. Con todo, vivían en paz y no tenían ningún problema que necesitara el uso desmedido del poder de ambos. Estaban ya en un Japón que no era oprimido por el sacro imperio de Britannia, donde los japoneses eran japoneses libres. La mejor parte era que Nunally lo acompañaba en ese mundo que, aunque era similar al de donde ambos provenían, le resultaba de lo más inusual al muchacho. Se sentía aliviado al no tener que portar ya un arma, mucho menos utilizar el disfraz de Zero. Mervamon, Sparrowmon y los amigos digitales de Nene también los acompañaban.
Todo era perfecto.
-Tranquila -dijo Lelouch en voz baja-. Estoy aquí, contigo.
Aquello se repetía constantemente. Nene recordaba aquella batalla, el momento más devastador de su vida, y rompía en llanto. Aunque sonara demasiado cruel, era la mejor forma de comunicarle a Lelouch lo mucho que le amaba.
Se separaron y fundieron sus labios en un delicado beso. Lelouch enjugó las lágrimas de Nene con el dorso de su mano.
-Lávate la cara -sugirió él-. Aunque eres hermosa, no me gusta la forma en la que se enrojecen tus ojos cuando lloras.
- ¿Estás insinuando que no te gusto tanto como antes? -acusó ella esbozando una sonrisa.
Lelouch rió.
-Estoy diciendo que te ves más hermosa cuando sonríes -dijo él y besó la frente de la chica-. Sabes que me gustas más que nada en el mundo.
Volvieron a besarse y la chica por fin consiguió levantarse para dirigirse a la ducha y comenzar con la rutina diaria. A pesar de aquellos momentos emotivos llenos de lágrimas, se sentían en extremo afortunados por estar juntos.
Si había algo que Lelouch detestaba era la cantidad de obsequios que Nene recibía mediante correo postal. Si para la chica había sido difícil adaptarse a vivir junto al líder de una rebelión, para Lelouch era una tarea titánica conseguir acostumbrarse a vivir con una Idol. Tras su reencuentro, en aquél concierto al aire libre, Nene decidió que se mudaría a Japón permanentemente, trasladando todos sus compromisos a locaciones niponas. Compró una pequeña casa en Kitanagoya e intentó amueblarla lo más parecido posible a la mansión Ashford, para conseguir que Lelouch y Nunally se sintieran como en casa. La vivienda era del tamaño perfecto para alojar a la joven Idol, a los hermanos Lamperouge y a CC, que no se había despegado de ellos en ningún momento.
Cada mañana, mientras Nene se preparaba para sus compromisos, Lelouch atendía las labores del hogar. Preparaba el desayuno y revisaba el correo que, todos los días, constaba de obsequios dirigidos a Nene.
Aquella mañana encontró un oso de felpa, un ramo de flores y una caja de chocolates, todos acompañados por cartas de sus fanáticos. El chico entornó los ojos y dejó todos los presentes sobre la mesa del comedor. CC tomó la caja de chocolates y la abrió para tomar uno de ellos.
-Buenos días, hermano.
Nunally y CC compartían un dormitorio ubicado en la planta baja de la casa, para así evitar que Nunally se accidentara al intentar bajar las escaleras montada en su silla de ruedas. En cuanto Lelouch escucho la voz de su hermana, esbozó una enorme sonrisa y avanzó hasta ella para tomarla de las manos.
- ¿Cómo dormiste, Nunally? -le preguntó.
-De maravilla -sonrió su hermana.
El único cambio que había experimentado la pequeña había sido en sus ropas. Los vestidos que solía utilizar habían desaparecido para dar paso a camisetas de algodón, jeans ajustados, faldas y vestidos veraniegos. Por lo demás, seguía estando ciega y lisiada.
- ¿Estás emocionada? -Preguntó el muchacho-. Hoy viene otra posible opción para que sea tu compañera de juegos.
No podían cargar con Nunally todo el tiempo así que optaron por contratar a una persona que cumpliera con las mismas funciones que la difunta Sayoko. Por supuesto, no había sido fácil. Tratar con Nunally requería de capacitación especial, más que nada por su condición ya que la pequeña era un ángel.
-Sí, hermano -volvió a sonreír ella.
-Me alegro -dijo Lelouch con su tono de voz amable.
No había utilizado la voz de Zero en tanto tiempo que incluso parecía haberla olvidado.
Vio a su hermana trasladarse de vuelta a la habitación para encender su radio y sintonizar su nueva emisora de música favorita. Esbozó una cálida sonrisa.
Definitivamente le gustaba vivir en ese Japón.
La Zona Oscura.
Aquél sitio tenebroso y desolado, con sus suelos áridos y los cielos rojos como la sangre.
La calma se vio interrumpida cuando el agua lodosa de un enorme pantano comenzó a borbotear. Parecía estar hirviendo pues incluso emanaba columnas de denso humo. El aire comenzó a soplar con más violencia, agitando las ramas de los árboles secos que rodeaban el sitio. La tierra temblaba y las pequeñas rocas sobre ella rebotaban. El agua lodosa salió disparada del pantano asemejando a un geiser. Tardó un poco en estabilizarse de vuelta y la calma reinó por un par de segundos antes de que ocurriera.
Una mano huesuda y de color blanco cadavérico salió del agua lodosa y se prendió con fuerza de la orilla, tal fue su ahínco que sus dedos perforaron la tierra árida. A la primera mano le siguió una segunda que repitió el acto. Al encontrarse fuera del agua, las dos manos aplicaron la fuerza suficiente para levantar el resto del cuerpo. Emergió la cabeza, su cabellera rubia estaba oculta tras la capa de lodo que la cubría. Resollaba y entre sus respiros soltaba uno que otro gruñido de rabia. Iba totalmente desnuda, su cuerpo entero estaba manchado con el agua lodosa. Colocó ambas rodillas sobre el suelo árido y golpeó el suelo con ambos puños tras soltar un fuerte grito gutural. Bajo sus manos, el suelo se cuarteó.
-La odio... -decía resollando aún y sin levantarse-. La detesto...
Se levantó. El agua lodosa goteaba de su cuerpo y se encharcaba bajo sus pies. Apretó los puños con fuerza por un segundo antes de levantar ambas manos para retirar sus cabellos de su rostro y dejar al descubierto sus ojos celestes. El iris tenía manchas de color rojo, del mismo tono que la sangre. Sus gafas redondas habían desaparecido.
-Voy a matarla... -seguía diciendo-. Me vengaré...
Levantó entonces el rostro y lanzó un potente grito hacia el cielo, con una voz grave que parecía salir de cualquier sitio, excepto de su garganta.
- ¡Me vengaré de ti, Kira Yagami!
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