Prefacio

En Pendragón había un dicho: quien nace como Britannia nace con suerte. Era la familia más influyente en el país y una de las más acaudaladas a nivel mundial. Provenientes de un linaje ilustre. Todos, exitosos. Schneizel, Cornelia y Lelouch encarnaban ese pensamiento. Pero el destino siempre tiene dos caras. Era una enorme responsabilidad llevar el apellido Britannia que a Schneizel jamás amedrentó. Siempre se destacó como el alumno perfecto, el empresario perfecto, el hermano perfecto, el hijo perfecto, el hombre perfecto. Todos lo apreciaban y lo alababan por ello. Salvo su padre. Bueno, no se lo tomaba personal. Charles era el presidente de Britannia Corps, ni más ni menos, donde pasaba la mayor parte del tiempo. Impresionarlo era difícil y ser cariñoso no era lo suyo. Cuando regresaba era para infringir castigos severos en sus hijos ante la menor falta y acaso para compartir sus conocimientos con Odiseo, quien entonces era el heredero de la compañía, en sus paseos por el jardín. Schneizel iba con ellos en la retaguardia. De vez en cuando lanzaba miradas rápidas al césped y observaba como sus largas sombras lo eclipsaban del sol.

La ambición maldita y la soberbia desmedida de los Britannia estaba en sus genes. Pronto en su corazón germinaron deseos ardientes de dirigir la empresa que no vería realizarse: era el segundo hijo en la línea de la familia. El primogénito era Odiseo. Diferente de sus hermanos, él era un perdedor. Algunos maldicientes cuchicheaban que quizás no era hijo de Charles —ni siquiera tenía los singulares ojos violetas de los Britannia. No heredó casi ningún gen de los Britannia. Solo la frágil salud de su fallecido tío, Víctor. Odiseo era incapaz de cuidarse. Fue Schneizel quien asumió el rol de guardián de todos sus hermanos, incluso de Odiseo. Le profesaba un tierno afecto. Era un hombre amable que carecía de visión, voluntad y dotes de liderazgo y era el que iba a sentarse en la silla de presidente cuando su padre dejara el cargo. Lo que pasó más temprano que tarde, pues el presidente abandonó sus funciones en su insana obsesión con la inmortalidad. Estuvo siete años a la cabeza de la empresa y su mayor logro fue casi declararla en quiebra.

Ni la supuesta maldición ni la enfermedad fueron las que jodieron a Schneizel. Hasta que un día, Odiseo cayó enfermo y tuvo que resguardarse en casa. Esperaban que estuviera mejor al día siguiente, pero los síntomas se agravaron. Odiseo no podía pasar cinco minutos fuera de cama sin reincidir. El médico le ordenó guardar reposo y tomar un medicamento dos veces al día. Fue de esta forma que se aisló del mundo y el mundo pronto se olvidó de él. El director Schneizel lo suplió. Era el nexo de Odiseo con la realidad y quien más lo visitaba (excluyendo a sus hermanas). Venía cada noche para actualizarlo sobre el estado de la empresa y hacerle compañía. Algo que él le agradecía infinitamente. Su aspecto era tan macilento que resultaba insoportable de ver. Tenía los ojos amarillentos e inyectados en sangre, los labios resecos, el semblante descarnado y chupado al grado de remarcar sus pómulos. Durante toda su vida fue corpulento. El cambio era palpable y doloroso.

—Te agradezco todo lo que has hecho por mí, Schneizel —jadeaba Odiseo—. No sé si habrá palabras que puedan expresar mis sentimientos.

—Es lo menos que puedo hacer. Somos hermanos —le sonrió con afecto, secándole el sudor con un pañuelo húmedo.

—De veras. No me refiero solo a la enfermedad. Tú siempre has estado conmigo. Desde que éramos niños. ¿Te acuerdas que me atabas los cordones y no me daba cuenta y solía tropezar? —una sonrisa estúpida vagó por los labios de Odiseo con los ojos entrecerrados—. ¿O cuando éramos adolescentes y nos ponían a estudiar administración de empresas? Tú me ayudabas a entender lo que no podía. Eres inteligente y un mejor hombre de negocios. Incluso mis pocos éxitos como presidente son tuyos. Fuiste tan amable que me permitiste tomar el crédito.

—¡Shhhhh! No agotes tus fuerzas. Descansa —atajó Schneizel. Su expresión era compasiva.

—¿A quién vamos a engañar, Schneizel? —suspiró con voz ronca—. Mi condición empeora con el paso del tiempo. Estoy tan débil que ni puedo sostenerme en pie. No voy a recuperarme —sentenció recostando la cabeza en la almohada—. Ya nada más quiero que venga la muerte. Ese es el único descanso para mí. Es lo mejor. Si yo muero, tú te convertirías en el heredero de Britannia Corps y el líder de la familia. Automáticamente por ser el segundo. No tendrías que pedirle a nuestro padre. Aunque hubiera intercedido por ti ante él si no fuera el caso —declaró Odiseo deteniéndose para respirar cada palabra—. Nadie se preocupa por el bienestar de la compañía más que tú. La familia estará segura contigo: fuiste el protector de Cornelia, Euphie y mío —Odiseo hizo una pausa para acopiar fuerzas y proseguir—. Serás un sucesor digno. Mucho más que yo. Estoy feliz con eso y quiero que lo sepas antes de que muera como mi tío...

Schneizel le retiró el pañuelo de la frente. Estaba serio. Fijó una mirada en el enfermo.

—Nuestro tío —repitió bajo. Schneizel se tendió en la silla que pusieron al lado de su cama—. ¿Sabías que los síntomas de la enfermedad que atacó a nuestro tío y a tantos antepasados a lo largo de la historia de la familia Britannia coinciden con los efectos que la ricina provoca? Yo lo ignoraba hasta que investigué. Me conoces. Los hechos extraños atraen mi curiosidad —sonrió—. Lo más interesante fue que descubrí que tenemos higueras del diablo en nuestro jardín. Es probable que conozcas esta planta por su otro nombre: ricino. Y, tal como puedes inferir, su nombre se debe a la sustancia tóxica que contiene: ricina. No es solo el ricino. En nuestro invernadero abundan flores y plantas venenosas. ¿Cuántos parientes pasaron delante de nuestras narices como enfermos cuando habían sido envenenados? —indagó. Odiseo tenía el rostro volteado hacia él. Su pecho subía y bajaba lentamente. No estaba dilucidando lo que él le estaba diciendo. Su estado le impedía conectar las ideas—. Hemos estado construyendo nuestro legado sobre mentiras. La silla presidencial de Britannia Corps es un trono de sangre. Sangre derramada por los nuestros... —recalcó con aire pensativo. Schneizel hizo una mueca que parecía, más bien, una sonrisa ambigua—. Bueno, a su defensa, todos alguna vez hemos soñado con estar entre las personas más poderosas. Un hombre sin ambición no es un hombre, ¿y quién no haría todo lo que está a su alcance para obtener lo que quiere? Si en este mundo malvado, hijos han matado por menos a sus padres. Mis ambiciones no son como las de los otros. No me muevo por poder ni riqueza ni propósito. Esas cosas las tengo. Mi principio es el bien común y el de mi familia, en especial. Habiendo tantos hombres ambiciosos que solo se defienden a sí mismos, ¿no te admira que uno piense en los otros y no debería ese hombre luchar por ese fin?

Los párpados de plomo de Odiseo se le cerraban. No obstante, esas preguntas hicieron click en su cerebro encendiendo campanas de alarma, cambiándole la expresión por completo. Su entrecejo se arrugó.

—Schneizel, ¿qué es lo que estás insinuando? —interpeló resollando

—¿Qué es lo que estoy yo insinuando o qué es lo que tú no entiendes? —aclaró Schneizel—. No te preocupes, mi querido hermano. Estoy aquí para explicártelo —acotó—. Una mucama te sirvió pequeñas dosis de ricina en tu bebida cada día que obtuvo de las higueras infernales que crecen aquí. La pobre no lo sabía. Alguien puso la etiqueta de la medicina en el antídoto que estabas bebiendo.

—¿Cómo sabes eso? —indagó. Schneizel no respondió al instante. Esperó que la información penetrara en él y se tomara su tiempo de digerirla. El primogénito sacudió la cabeza en señal de negación—. ¡No! No puede ser. No te creo. Tú jamás harías eso.

—Ya lo hice —corrigió, suave—. Aquella tarde que te invité a tomar té conmigo. El día antes que te sintieras mal.

—¡¿Por qué?! —bramó, quebrándosele la voz al alzarla—. ¡¿Por qué harías una locura así?!

—¿No estábamos hablando de lo que un hombre debería hacer por sus ambiciones? —indagó Schneizel con calma—. Estabas en lo cierto, querido hermano. Papá depuso sus obligaciones para con la empresa y su familia. Traicionó nuestro lema por su búsqueda egoísta. No es el indicado para ser el presidente ni el patriarca de los Britannia. Y tú tampoco: tus inversiones nos arrastraron al borde del desastre y tu cuerpo es débil. El título es demasiado pesado para tus frágiles hombros.

Odiseo se volcaba ansioso de un lado a otro en la cama. En parte por el veneno que se había infiltrado en su sistema. En parte por el shock de la revelación. No sabía si estaba alucinando aquella desagradable conversación o estaba sucediendo.

—¡No, no! No tiene sentido —jadeó como si estuvieran quemando su garganta con un hierro caliente—. ¡Schneizel, eres mi hermano!

—Los vínculos afectivos y de sangre no deben interponerse entre un hombre y lo que quiere. Nada, de hecho. Ni siquiera su ego —observó—. Mira los problemas que dan a los hombres por proteger su ego. Mira a tu homólogo. Te llamas como el héroe griego. Sino fuera porque le hubiera gritado su nombre al cíclope al huir de la isla, no se habría tardado veinte años en volver a casa. Su soberbia fue la causante su desgracia —ilustró. Schneizel ya no lo miraba—. Una mucama te administró el veneno diariamente. Si habría un culpable, sería ella. Yo solo te serví la primera y la de hoy —sus ojos violetas se posaron en el frasquito verde en el carrito que estaba junto a ellos— y es la última...

Odiseo giraba la vista entorno suyo. Sentía como se le anublaba en cada parpadeo. Sus ojos se anegaron de lágrimas.

—¡Schneizel...! —profirió con voz terrible. Lo que sea que iba a decir fue entrecortado por unos estertores. Se aferró a las sábanas, retorciéndolas en sus puños.

—Fue arriesgado de mi parte. Lo reconozco. Pero sentía curiosidad. Verás, nunca había visto actuar al veneno —dijo, incorporándose—. Recordaré tu muerte como tu sacrificio más noble por esta causa. Rezaré por tu alma en nuestra iglesia.

—¡Schne...!

—Cuidaré a nuestras hermanas y a la empresa —prometió. Su voz era igual de aterciopelada. La respiración anhelosa y la mirada llena de dolor de su hermano no lo perturbaban—. Adiós, querido hermano.

De improviso, Odiseo echó la cabeza hacia atrás, se le abrió la boca, se le estiraron las piernas convulsivamente, lanzó un hondo, hondo suspiro y expiró.

https://youtu.be/S4-Hn2d4u34

Schneizel abrió los ojos. No estaba en el dormitorio de Odiseo. Estaba en el suyo. Acostado en su cama. Traía encima una fina bata de satén sin abotonar. Apercibió que en el aire había una tibieza reconfortante y que la dulce luna se filtraba a través de la cortina entreabierta. Se apretó el puente de la nariz.

—¿Pesadillas?

Kanon yacía tumbado a su izquierda. Su brazo rodeaba su torso debajo de las sábanas. Tenía una mano apoyada en su mejilla. Sus ojos laxos contemplaban las líneas y formas de su rostro esculpido en piedra, absorbido en su belleza.

—Soñé con la muerte de mi hermano. Fue hace diez años y recuerdo el brillo desapareciendo de sus ojos con la misma claridad que si hubiera ocurrido ayer. Era una imagen espeluznante —comentó Schneizel, y en su rostro apareció un gesto de dolor. Kanon acarició su mejilla—. Es curioso que haya soñado con este evento cuando me preguntaba qué hacer con Euphie...

—¿Tomaste una decisión? —inquirió Kanon con cautela.

—Soñamos lo que deseamos —susurró—. Mi mente lo percibe como la solución racional y mi corazón me ha hablado.

Schneizel soltó un suspiro. Se deslizó fuera de la cama. Se dirigió a su cómoda sobre la cual estaban una botella de vino y dos copas. Se sirvió una y bebió un trago. Echó un vistazo a la ventana. Era una noche resplandeciente. Casi romántica. Para nada tormentosa ni oscura. Así eran la mayoría de las noches en que se planificaban crímenes. Se giró en dirección a Kanon que seguía echado sobre las sábanas. Su tez cenicienta contrastaba con el color de la cama.

—¿No te horroriza la sangre en mis manos?

Schneizel formuló aquella pregunta impulsado por la curiosidad. Los negocios son como los cultivos. Había dicho a Euphemia. Schneizel apestaba a estiércol y pesticida y Kanon lo olía. Siempre estaba cerca de él. Entendería si lo repudiara, a él mismo lo avergonzaban los modos que había tenido que recurrir para conservar sus tierras y aumentar su fertilidad. Lo devastaría si fuera el caso. Kanon era lo mejor de su vida. El miedo lo hizo arrepentirse. Probablemente no le gustaría oír la respuesta. Para su tranquilidad, su asistente negó con la cabeza:

—No. A estas alturas, no. Sé que lo haces porque tienes por qué, no porque te gusta. ¿Y a ti?

—Por supuesto. Recuerdo a mi hermano aguantando con fervor admirable su último aliento. Recuerdo su sufrimiento en sus ojos y me aferro a él para no olvidarme de su sacrificio ni de mí mismo. Un asesinato no me demoniza ni me mecaniza. Me priva de entrar en las puertas del reino de San Pedro. Eso sí. Pero eso ya estaba escrito. Yo no entraré como los demás. Yo entraré subiendo las escaleras de los cadáveres que iré apilando. Dios entiende que mis planes parten de honestas intenciones, y se concretan por medios malvados. Dios entiende que «la vida no perdona la debilidad»*. Eso debería perdonar toda la sangre derramada —indicó y le dio otro sorbo al vino.

—Él mandó una inundación para arrasar con la humanidad.

—Quemó ciudades enteras porque era lo correcto. El vencedor es quien determina lo que es bueno y lo que no. Pero nosotros no somos buenos y no somos Dios —sentenció, revolviendo el Lambrusco en su mano—. No sé si podré perdonarme algún día por este pecado. No sé si estoy preparado para despedirme. Esto es mi culpa. No la pude proteger de ese demonio.

—Era lo que tenía que suceder —lo consoló—. Al menos, su muerte enviará a ese demonio devuelta al infierno y la empresa y el legado familiar estarán a salvo.

—Así es —confirmó Schneizel, sintiéndose incómodo. Amaba a Euphie y amaba a Cornelia. Iba a arruinar tres vidas por hablar demás aquella noche. No, porque su padre no se aseguró de limpiar su desastre. El hombre apuró la copa y cambió de tema—: ¿qué está programado en la agenda para hoy?

—Una cita con la presidenta Shamna en el Chez Louis.

Shamna era la presidenta de la Fundación Zilkhstan, la directora de su prestigiosa Escuela de Artes del mismo nombre, la dueña de su centro médico y la concertista de violín más famosa del país. Holgaba decir que se enorgullecía de sus títulos. Además de tener una rica posición y provenir de una buena familia, era una mujer de extraordinario talento y de belleza celestial. Su padre estaba muy interesado en una asociación comercial con ellos. Schneizel supuso que se debía a los terrenos que eran propiedad de los Zilkhstan por su buena localización y, sobre todo, su valor en acciones. Un matrimonio era la mejor forma de adueñarse de ellas. No bien no iban a hablar de negocios con la Srta. Shamna en el Chez Louis. Kanon había seleccionado el lugar. Schneizel le delegó esa tarea no solo porque era su trabajo como asistente, también por su buen gusto. Contrario a lo que uno podría especular, a él no le incomodó. Lo encontró divertido. Era realista. Sabía que su relación con Schneizel iba a ser clandestina. El poderoso Charles zi Britannia jamás iba a dar su aprobación y él no sería tan egoísta para comprometer a su amante su preciado puesto ni tan imbécil para ponerse en competencia. Y, por otro lado, Kanon consideraba que vivir un amor entre las sombras era más emocionante, lo que alivió y alegró a Schneizel.

—¿Cómo es mi futura prometida? No he tenido el placer de conversar con ella ni he podido apreciar su belleza más allá de las fotos. ¿Es tan hermosa como todos aseguran?

—Es más hermosa aún. Sus fotos no le hacen justicia su belleza.

—¿Qué me dices de su carácter?

—Es una mujer vanidosa y egoísta, y está loca de amor por su hermano, Shalio. Creo que ahí tienes un lugar común para entablar una charla amena.

—¡Uhm! Parece ser una mujer difícil —sopesó—. Bueno, así son la mayoría de los mejores partidos.

—En efecto. Menos mal que no soy celoso —añadió con una sonrisa traviesa.

Schneizel se la devolvió, su amado extendió los brazos y el rubio colocó la copa en la cómoda y se sumergió en él una vez más.

*Según leí, esa frase la pronunció Adolf Hitler en un testimonio político. Supuestamente la tenía registrada Wikiquote, pero yo busqué y no está. Lamento no tener referencias.

N/A: ¿qué? Schneizel es humano y, sí, confirmo que es protestante y tiene una relación sentimental con Kanon. En la primera parte hay una pequeña alusión. Hagan memoria. Siendo franca, de mis cinco personajes principales, el más difícil de escribir es Schneizel ya que no es el típico antagonista que quiere dominar el mundo ni es una santa paloma. Es una lástima que la serie no le haya dedicado más tiempo en pantalla profundizando en su personaje porque, a mi juicio, es muy interesante —me intrigó su ideología y me gusta su personalidad y su diseño; es un contrapunto excelente tanto para Lelouch como Suzaku— y es el auténtico antagonista de Code Geass. Charles fue una decepción. Tan solo tuvimos un momento en que lo vimos cómo es realmente y de ahí partí para escribir a mi Schneizel. Algunos lo compararon con Ozymandias, el antagonista de Watchmen, y me pareció válido. Hay quienes creen que el concepto del mal está obsoleto, pero, en realidad, solo hay distintos tipos de mal y Schneizel y Ozymandias encajan en la misma categoría. Por los momentos, este prefacio es el retrato más completo de Schneizel. Aún sigo escribiendo la tercera parte. Veremos si habrá un mejor retrato. En tanto, díganme ¿qué les pareció?

Con este prefacio, oficialmente arranca la segunda parte de este viaje. El título era muy fácil de deducir porque he repetido una y otra vez que esta es una historia de venganza. Revenge es una palabra sencilla y me sorprende que haya miles de fanfics en inglés que emulan el título original y no se les ocurrió este que es tan obvio para Code Geass (y tan bonito), ¿les gusta el título? A lo mejor estoy pecando de pretenciosa con el epígrafe, sin embargo, sintetiza bien el conflicto que la venganza encierra. Dicho sea de paso, este título es el culpable de que no escriba en español los títulos de los libros ya que el título del libro R1 es Return que se traduce literalmente como Regreso y la primera sílaba es Re y el título del libro R3 tiene tanto en español como en inglés una palabra que empieza por «Re»; pero el título de R2 que es Revenge en español significa Venganza que rompe con la nomenclatura que me he propuesto cumplir. Hay un sinónimo de Venganza que es Revancha, pero esa palabra es fea (Lelouch el de la Revancha, ¡aj, no! Mis tímpanos y mis ojos están sangrando). No me gusta. Así que por eso escribí los títulos de los libros en inglés. A propósito de lo que acaban de leer: ¿opiniones? ¿Lograron adivinar que Schneizel planificó la muerte de Euphemia? ¿Sospechaban que Schneizel envenenó a su hermano? ¿Adivinaron que Schneizel y Kanon estaban en una relación? ¿Qué tal el sucio secretito de la familia Britannia? ¿Les emociona la idea de una boda entre Schneizel y Shamna? Okey, no xD La última pregunta es una broma. Por cierto, amé la escena entre Schneizel y Odiseo. La leí al corregirla. No la recordaba tan buena y lo es. No lo digo por echarme flores a mí misma. Es la verdad.

Ya que en el capítulo anterior nos despedimos de la primera parte, podemos centrarnos en el Libro R2 y el porvenir: ¿cuál es su teoría de lo que va a suceder en el capítulo 13? ¿A Lelouch lo hirieron? ¿Cómo se las ingeniará nuestro protagonista para escapar de la trampa que le tendieron? ¿Cómo creen que Charles, Cornelia y Suzaku reaccionarán ante la muerte de Euphemia y qué harán? ¿Creen que el fiscal Kururugi Suzaku tomará la misma decisión que su homólogo en el animé? ¿Cuál es el personaje por quién tiene más interés en ver en Lelouch of the Re;venge? ¿Cuáles son sus expectativas para esta segunda parte? Cuéntenme, cuénteme.

El capítulo 13 del fic «Caín» estará llegando el 3 de mayo (así es, dentro de una semana) porque fue en esa semana hace un año que el fanfic se publicó y no sé si exista una mejor forma de celebrar su cumpleaños. No se lo pierdan entonces.

Espero con ansias leer sus comentarios. Agradeceré mucho sus votos. ¡Nos estamos leyendo!


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