Capítulo 43: Locura
De niño, Suzaku se metía en peleas con una frecuencia que lo avergonzaban en la actualidad. Entonces era bastante fanfarrón. Estaba aprendiendo artes marciales y se había destacado por su gran talento y agilidad. Al joven Suzaku le gustaba probar su fuerza y no existía una mejor forma que luchando. Un día una de sus peleas terminó mal y el niño que golpeó fue trasladado al hospital. Le había causado una fractura. Suzaku estaba tan espantado que no volvió a pelear ni entrenar hasta que vio un grupo de niños pateando a Lelouch que yacía ovillado en el piso totalmente vulnerable. Suzaku pasó a la acción interviniendo en su defensa. Lelouch quedó con un ojo hinchado, una ceja rota y múltiples contusiones repartidas a lo largo del torso y la espalda. Había sido lo suficientemente inteligente para protegerse el rostro con ambas manos. No lo bastante rápido para prevenir el primer golpe. A pesar de que Lelouch quería ocultar a su hermana la paliza que había sufrido, Nunnally percibió la hinchazón y la ceja rota y dedujo cómo se lo hizo. Para evitar extender más el tema, Suzaku los convidó ir a su casa ya que ahí tenía un botiquín. El joven Lelouch soportó el tratamiento como todo un campeón. Le resultó obvio a Suzaku que él reprimía incluso los más mínimos gestos de dolor para no angustiar a Nunnally. Admiró el extraordinario aplomo del chico.
A posteriori, cayó una lluvia que fastidió la tarde de los niños en más de un sentido. Lelouch y Nunnally no podían regresar a su casa en tales las circunstancias. Suzaku no tenía muchos juguetes ya que prefería jugar al aire libre. Algo que los niños no podían hacer como el lector entenderá. Y los videojuegos estaban descartados al disponer solo dos consolas. El pronóstico para ese día parecía ser morir de aburrimiento. Pero cuando Nunnally comentó que deseaba que parara la lluvia porque la entristecía, el japonés tuvo una brillante idea. Trajo papeles de colores, tijeras y pegamento y les enseñó hacer una grulla de origami. La iniciativa de Suzaku fue acogido con emoción. Nunnally adoraba experimentar cosas nuevas y Lelouch era hábil para las actividades manuales. Sus pupilos presentaron dos grullas bien elaboradas. Suzaku sintió una pizca de envidia. La suya era mediocre, comparándola con sus hermanas. Aun así, el joven Suzaku se tragó sus sentimientos y felicitó sinceramente a sus amigos.
—¡Vaya! ¡Sus grullas son preciosas! ¡Hicieron un excelente trabajo!
—Gracias. Tuvimos un buen maestro —señaló Lelouch.
—¡Oh, gracias! —exclamó y cambió de tema para que el bochorno no se lo comiera vivo—. Saben, hay una leyenda japonesa que dice que si tienes mil grullas puedes pedir un deseo. ¿Qué pedirían ustedes?
—¡Uhm! Yo pediría un mundo más amable para que la gente no se lastime —dijo Nunnally agarrando con suavidad el brazo de Lelouch y mirando su ceja rota. Incomodó al muchacho sin querer—. ¿Y tú, hermanito?
—¿Yo? No tengo nada que pedir. Tengo todo lo que necesito justo aquí.
Lelouch les dirigió a ambos una sonrisa tímida y se apretó las manos. Suzaku le sonrió antes de que pudiera ser consciente. Nunnally pasó sus brazos por encima de las nucas de los niños y de este modo los tres compartieron un tierno abrazo. El episodio que Suzaku vivió ese día le había devuelto la motivación, por lo que decidió reanudar su entrenamiento y juró que solo se involucraría en una confrontación física, si debía proteger a alguien. Hasta ese momento, Suzaku fortalecería su cuerpo y perfeccionaría sus técnicas. Irónicamente, su noble juramento se le volvía en contra, ya que Suzaku se rehusaba a infligir daño a los otros —a sabiendas de lo que sus puños y pies eran capaces de hacer—. Por lo cual se moderaba durante las prácticas de combate. Eso molestaba a Kallen cada vez que entrenaban juntos ya que sentía que estaba subestimándola y por más que Suzaku trataba de aclararle su postura, lo empeoraba todo. Tal vez porque había traicionado ese juramento, no pudo vencer a Zero o, mejor dicho, a Lelouch en la Torre de Babel. Suzaku quería creer que había corregido aquel error al proteger a Tianzi.
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Se había ganado algunas lesiones y cortadas durante la pelea. Empero todas habían valido la pena. Tianzi seguía respirando. Kallen llevó a Suzaku a su apartamento para tratar sus heridas y eso le trajo recuerdos de esa vez que él y sus amigos estaban atrapados en su casa debido a la lluvia. Ella le ordenó sentarse en una silla del comedor y bajarse el traje hasta la altura de la cintura. A diferencia de Lelouch, Suzaku trabajó por una envidiable tonificación muscular. Quizás si Kallen fuera una adolescente que nunca hubiera visto un hermoso cuerpo masculino semidesnudo, estaría boquiabierta. Empero estaba segura de que los músculos de su segundo exnovio eran más grandes. Kallen estudió la profundidad de las tres cortadas y determinó que la de la pierna iba a necesitar ser engrapada. Le dijo a Suzaku que corría con suerte de que tuviera una grapadora quirúrgica. Primero, se enfocaron de detener el sangrado presionando las cortadas con un pañuelo, luego lavaron las cortadas y la sangre alrededor con otro trapo húmedo que remojaban cada tanto dentro de un envase con agua tibia y desinfectaron las cortadas. Kallen se ocupó de la herida de la pierna y Suzaku, la del pecho. Quien terminara antes se encargaría de la herida del hombro. Para la desinfección, ella se desocupó primero y aplicó desinfectante en la cuchillada del hombro. Notó que la sangre se les había subido a las mejillas de Suzaku.
—¿Por qué te has puesto rosado?
—¿Yo? ¿Rosado? Tal vez solo estoy recobrando color o es algún efecto de la luz —balbuceó Suzaku—. ¿Cómo me encontraste, Kallen?
—Seguí el clamor de las sirenas de las patrullas y te vi caer de un edificio. Pensaba que era mi imaginación hasta que oí el estrépito y tus quejidos. ¿Cómo rayos sabes parkour?
—Existen cosas sobre mí que no conoces, ¡ay! —chilló. Efectivamente, Kallen no halló igual de gracioso que él le devolviera su réplica en el hotel y le pegó un palmazo sobre el hombro—. Aprendí siendo adolescente. Me gustaba tentar el peligro. No creí que esas habilidades me servirían en mi vida adulta —rectificó Suzaku—. ¿Y tú cómo sabes tratar heridas?
—Acumulé experiencia con mis prácticas de combate. Sabes que un artista marcial se lesiona y a veces se corta, aunque aprendí curando a mi hermano. Mi mamá y yo nos alternábamos atendiéndolo. Él también dominaba artes marciales mixtas y se lastimaba constantemente.
—El famoso Naoto —rememoró en voz alta. Reflexionó en silencio en tanto Kallen esparcía una crema espesa sobre la cortada del hombro. Compartió sus lucubraciones, al cabo—: fuiste a vengar su muerte, ¿no? Por eso no estás en el hospital.
—¿Es un interrogatorio del fiscal Kururugi? —lo interpeló Kallen a la defensiva.
—Es una pregunta de Suzaku, tu compañero de la universidad y viejo amigo de tu novio — la tranquilizó con una sonrisa gentil, habiendo visto que ella cruzó los brazos bajo el pecho.
Kallen no bajó la guardia. Suzaku no se arredró de sostenerle su mirada ardiente, desatándose un concurso de voluntades entre ambos. La contumacia de la pelirroja era un hueso duro de roer y se podía decir lo mismo del fiscal. Sucedieron unos largos minutos sin que cayera una palabra. Paulatinamente, Kallen puso los ojos en blanco y suspiró.
—Sí, le hice una visita. El presidente Schneizel me ayudó a rastrearla.
—¡¿Involucraste al presidente Schneizel?! —espetó. El cálido Suzaku fue remplazado por el moralista fiscal Kururugi que cerró los ojos y meneó la cabeza con desaprobación—. Kallen...
—¡Sí, ya sé que no fue mi idea más inteligente! Pero solo así podría localizarla y confrontarla —chilló. Kallen registró su pequeño bolso y colocó con brusquedad una pistola sobre la mesa junto a ellos donde estaban la grapadora, el envase de plástico, el desinfectante, los pañuelos ensangrentados, el ungüento, las gasas y las vendas. Suzaku dejó salir una maldición de sus labios tan pronto sus ojos aterrizaron en el arma. Kallen se abrazó—. Igual, no pude matarla.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que eras mejor que nosotros! —exclamó. No con alivio como cabría de esperarse, sino con aire triunfal, rayando en lo eufórico.
—Aun así, quise hacerlo —admitió Kallen con voz ahogada. Se acercó a la mesa y cogió un vendaje ya cortado. Suzaku le ofreció el brazo. Kallen rodeó el vendaje de lino alrededor de él con cuidado. Sus nudillos rozaron su piel. Suzaku se estremeció. Kallen prosiguió—: me detuve nomás porque no puedo permitir que destruya quién soy ni mi relación con Lelouch.
—Te sorprendería la cantidad de personas que han deseado matar a alguien —replicó Suzaku, dibujándosele una sonrisa dolorosa—. He interrogado a cientos para mi trabajo y te garantizo que hay una abismal diferencia entre pensarlo y hacerlo. No todos lo harían y no todos lo que lo hicieron pensaron en ello. Como yo.
—¡¿Qué?! —clamó—. ¿Tú mataste a alguien? ¿C-cómo? ¡¿Cuándo?! ¡¿Dónde?! ¡¿Por qué?!
—Maté a dos personas con un arma. Hace diecisiete años; recientemente. En mi casa; en un bar de poca monta. Por la misma razón: proteger alguien. Da igual. Yo soy un asesino. Yo sí destruí quién soy o mostré mis verdaderos colores. ¡No lo sé! —se rió Suzaku, agitándose en su asiento. Sintió el sudor acumulándose en las palmas de sus manos. Se las restregó en los muslos. Kallen se puso en cuclillas y buscó sus ojos—. En cada asesinato me hice una herida en el corazón y desde entonces he estado muriendo un poco cada día —lamentó. Le devolvió la mirada apenas adquirió el valor. Kallen tenía las cejas juntas y los labios entrecerrados. Él le sonrió condescendiente y alargó el brazo a modo de invitación—. Adelante. Dilo. Soy una mala persona.
—¡Eres un idiota, no una mala persona! No te mentiré, por mucho que tú lo quieras. Eso no eliminará tu culpa —recalcó—. Protegiste a esas personas, del mismo modo que a Tianzi. Y, gracias a ti, encerraron al principal matón de Britannia Corps y nadie más saldrá herido. ¡Eres un salvador, Suzaku! Ese eres tú realmente. Alguien que se sacrifica por el bien de los otros.
—Bueno, por lo menos no dijiste que era un héroe —comentó, rascándose la ceja—. Pero, si no te parezco un monstruo, ¿por qué me miras así?
—Porque hasta hoy me doy cuenta de que te has estado desangrando por una herida que no has tratado —explicó. Ella unió los bordes de la herida con los dedos y presionó la muesca de la engrapadora en la parte superior. Así fue engrapando poco a poco la cortadura. Suzaku se mordió los labios para contener las muecas de dolor, como el pequeño Lelouch. No tuvo mareos. Eso debía marcar un acierto—. Cera me contó que es preferible lastimarte por fuera que por dentro ya que esas heridas tardan más en sanar y su proceso de curación es diferente.
—¿Qué sana una herida interior? —inquirió Suzaku, animado por la curiosidad.
—Tus seres queridos. Familia, amigos, parejas, ¿qué otra cosa podría ser? —contestó Kallen, sonriéndole—. Ignorar la herida no la desaparecerá, ¿lo sabías?
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Un haz de luz que se infiltraba a través de la cortina de la ventana se derramaba sobre Kallen. Él la encontró hermosa. ¿Era la belleza de Kallen lo que resplandecía tan intensamente bajo el sol? ¿O era la bondad que emanaba de su interior? Suzaku agradeció la suerte que tuvo de que no le preguntara quiénes eran esas personas. No hubiera querido decirle que ella fue una.
—Sí, lo descubrí bastante tarde. El lado bueno es que se detuvo el sangrado.
—Más vale tarde que nunca —felicitó ella. La sonrisa aún no había abandonado sus labios—. Todas las personas estamos muriendo, Suzaku. La idea es hacerlo lentamente.
—Supongo que tienes razón. No lo había pensado de esa manera —reconoció—. ¡Oye! Ya que mencionaste a Minami, deberías defenderlo.
—¡¿Estás bromeando?! —protestó Kallen—. ¡No! Las escorias no merecen una redención.
—Si no lo defiendes tú, el presidente Schneizel contratará a un abogado para que lo haga o a un sicario para que le cierre la boca. El presidente querrá mantener en secreto su asociación. No te pediré que lo exoneres de sus crímenes. Creo tanto como tú que debe responder ante la ley —puntualizó Suzaku—. Simplemente conviene más que lo tengamos de nuestro lado para un inminente juicio contra el presidente, ¿entiendes?
—Tú de verdad no quieres necesariamente que «yo» lo defienda, quieres que otro abogado lo convenza de hacer un trato con la fiscalía, ¿no? —dijo Kallen—. ¿Estarías de acuerdo con que consiga un abogado capacitado y de mi entera confianza para que abogue por él?
—¿A quién tienes en mente? —indagó Suzaku frunciendo el ceño. Kallen sonrió y le dio un golpecito en la rodilla. Se irguió y se dirigió hacia el pasillo que conducía a los dormitorios.
—Te lo explicaré en breve. Ahora voy a traerte ropa de Lelouch para que te cambies. Ustedes son de la misma estatura más o menos. No te debe quedar muy grande. ¡Y, Suzaku! —llamó. Kallen se había asomado por el hueco del pasillo. Suzaku la miró expectante—. Incluso si no me lo pediste, te concederé el privilegio de abogado y cliente.
—Gracias.
—No me lo agradezcas —denegó Kallen—. No creo que pueda perdonar a Marianne nunca. Pero puedo perdonarte a ti, Suzaku. Ojalá sea suficiente. Estaré aquí para lo que necesites.
Kallen se apresuró a meterse en el pasillo. No tenía más por decir. Habría creado un silencio incómodo y, por si fuera poco, parecería una tonta, si se hubiera quedado. Inaceptable. Afloró una sonrisa honesta en los labios de Suzaku. «Es eso y mucho más, Kallen». Suzaku siempre pensó que respetar las leyes, obedecer las normas, adherirse al sistema, mostrar compasión y humildad y ofrecer su ayuda de manera incondicional harían de él una buena persona. Estaba equivocado. No importaba que aprehendiera al presidente Schneizel y probara la corrupción de Britannia Corps y sus crímenes. No importaba a cuántos le tendiera una mano amiga. Nada podía expiarlo. Nada sería suficiente. Suzaku era bastante para el resto de las personas; pero insuficiente para sí mismo. Había sido ingenuo por creer que estaba evitando ser lo que no quería ser. A su juicio, era malvado. Tal cual dijo Anya, él ya se había dictado una condena.
Días recientes, Suzaku se había estado preguntando si el día que atentó contra su vida estando borracho trató de asesinar una parte de sí mismo que le disgustaba o a sí mismo. Eso planteó más preguntas: ¿de veras se odiaba? ¿Había algo en él que le gustara? ¿Por qué no podía ver los buenos aspectos de sí mismo que los demás le enseñaban? ¿Acaso todo comenzó a ir mal desde el asesinato de su padre o mucho antes? No pudo recordar un momento en que su padre lo felicitara o se enorgulleciera. Tan solo se acordó de los castigos y los sermones que Suzaku nunca cuestionó porque sabía que su papá hizo lo que consideró que era mejor para su hijo. Él hizo lo propio tras su muerte. No hace falta decir que ambos actuaron mal. El comisionado Tohdoh, Euphemia, Shirley, Kallen, Anya, Gino e inclusive la inspectora Cróomy lo hicieron años después. Lelouch y Nunnally, en cambio, lo hicieron antes y con una facilidad increíble. Se dijo que igualmente podría hacerlo. Intentarlo, al menos.
—Bien hecho, Suzaku. Protegiste a la líder del sindicato. Puede que no seas el hombre que aspirabas ser. No hay problema con eso. Eres bueno y estás mejorando.
Tal vez habría tenido que decírselo verbalmente delante de un espejo, sin embargo, le parecía tan extraño conversar consigo mismo. Esto había sido un buen comienzo.
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Marianne conoció a Charles una noche mientras estaba en su trabajo de medio tiempo. Ella estaba a la mitad de la carrera en esa época. Había decidido estudiar abogacía al igual que su madre. No tenía la certeza si el fallecimiento a destiempo de su madre la había influenciado a tomar esa decisión o si, al contrario, no tuvo nada que ver y lo hizo porque quería defender a los más vulnerables. Todos los abogados fueron idealistas alguna vez. Charles, por su parte, había enviudado y estaba cortejando a su siguiente prometida. Tenía el pelo del color de la arena, era corpulento y le duplicaba la edad. Encajaba con el tipo de hombre que a Marianne le atraía. Últimamente estaba saliendo con hombres mayores. Los consideraba mejor amantes que los hombres de su edad.
Marianne estaba al corriente de que Charles era el presidente de un conglomerado y uno de los hombres más acaudalados del mundo. Y la idea de seducirlo era un desafío que no podía ignorar. La belleza de Marianne, sus modales, su desenvoltura y su lengua plateada deslumbraron a Charles. Había entrado pidiendo la opinión experta de una vendedora especializada en joyería y de una encantadora dama y había salido con una grata impresión. Regresó luego y la invitó a salir. Sería la primera cita de varias. La llevó a comer, a galerías de arte y, en especial, a bailar. Para Marianne, los bailes y el sexo eran la libertad de expresión de los cuerpos. Los disfrutaba. Marianne se divirtió de lo lindo en cada una de sus citas. El sexo igual fue increíble, ¿para qué negarlo? Con todo, Marianne sentía que «su osito» mantenía las distancias y eso no le gustaba.
—En el pasado me han lastimado mintiéndome. Es por eso que las mentiras son lo único que no acepto en una relación.
—Es curioso que una abogada que miente en nombre de otros desee la verdad de los demás.
Otro, en el lugar de Marianne, habría enmudecido de la vergüenza y hubiera sido incapaz de prolongar la conversación. Marianne sabía que él no la estaba recriminando. Realmente él no tenía otra forma de expresar las cosas sin sonar cortante.
—Para encontrar la justicia en la corte, sigo la verdad. Es posible que sea la primera abogada en mi clase que conoces y por ello tienes esa opinión de los abogados. Independientemente de eso, debo reiterar lo que dije. Nunca serás aceptado si no muestras tu yo verdadero y si no puedes, lamento ser yo quien diga que esta relación no tiene futuro.
Marianne abandonó a Charles en plena cita. Charles sopesó seriamente su petición allí mismo en donde tuvo que cenar solo. Había quedado conmovido con su postura frente a las mentiras. Tenía razón. Así pues, la próxima vez que se plantó ante ella, prometió que sería sincero y la animó a hacerle cualquier pregunta. La mujer se mostró complacida y desde ese momento su relación fue creciendo y consolidándose. En algún punto, él le reveló sobre el Proyecto Geass. No nada más porque habían acordado ser honestos el uno con el otro. Tenía que dejarla entrar a su mundo, si quería que fuera parte de su vida. Ese era el deseo de Marianne. Charles temió que a Marianne le pareciera una locura, por lo que lo sorprendió que lo encontrara fascinante.
Víctor objetó la decisión de su hermano. Marianne detestaba a Víctor. Cuando Charles estaba presente, se portaba condescendiente con ella. Cuando había gente por los alrededores, la trataba con desdén, como si fuera una prostituta. Y, cuando no había nadie, la miraba con lascivia. Demás está decir que él la incomodaba. De ahí que procurara no permanecer a solar con él. No siempre tuvo éxito. Únicamente Marianne lo toleró porque era el querido hermano de su amante. De la misma manera, Víctor tuvo que tragarse sus quejas y admitir a Marianne dentro del Proyecto Geass. Sus intereses comunes apaciguaron las hostilidades y las tensiones entre ellos. La paz duró hasta que Marianne quedó embarazada.
https://youtu.be/ai71-xOKJRg
Marianne creyó haber caído en desgracia cuando Víctor se enteró de uno de sus intentos de aborto. No la calmó que Víctor le prometiera que no le diría ni una palabra a su hermano. Marianne sabía que tal secreto le daría un poder sobre ella. Además, él le dejó en claro que no le estaba haciendo ningún favor, ya que le impuso una condición: debía abortar de una vez por todas a la criatura que crecía en sus entrañas. Al principio, ella aceptó sin reparos. Aún no había abandonado su resolución. Al cambiar de planes, Marianne no le contó nada a Víctor. Él no era su amigo ni su padre ni su confidente ni su socio. No le debía rendir cuentas. Empero Víctor se dio cuenta observando el tamaño considerable de su vientre y el aire protector con que ella lo abrazaba. Tal como si lo estuviera resguardando de algún mal acechante, lo cual era cierto. Víctor representaba una seria amenaza para su hijo. Marianne tenía cinco meses de embarazo y un problema que le urgía solucionar.
—Conque decidiste dar a luz —había señalado Víctor con una entonación limpia de matices. Marianne desconfió. Se libró de la necesidad de afirmar o negarlo porque Víctor no le había preguntado. Por supuesto, no se iba a quedar así ya que Víctor formuló otra pregunta tras dar un sorbo a su café—: ¿puedo saber por qué?
—Porque agoté todas mis opciones para disimular que fue un accidente y en cada intento he puesto en peligro mi vida. Ahora que el embarazo está avanzado, el riesgo es mayor.
—¡Lamento de verdad oír eso! Nos hubiera facilitado las cosas que estuviéramos en el mismo equipo, pero si no hay remedio... —Víctor haló la solapa de su abrigo revelando una pistola, lo que provocó un cosquilleo en el estómago de Marianne—. Me encargaré de resolverlo yo.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡No tienes ningún voto sobre mi cuerpo!
—¡Todo lo contrario! El feto no solo es tuyo. Es también de Charles, mi hermano. Claro que me incumbe —le había sonreído Víctor torvamente—. ¿Qué es la paternidad sino un acto de locura y una fuente de debilidad? ¿Qué son los hijos sino una ilusión vana del legado? ¿Qué es eso sino una futilidad que alimentará el polvo tarde o temprano y una mentira que hemos elegido creer durante milenios?
A Marianne se le heló la sangre y se le cuajó en las venas. Y no había sido producto del frío del aire acondicionado que ventilaba las instalaciones del Proyecto Geass. Víctor y Marianne estaban solos en el área de descanso bebiendo café. Lo que significaba que contaban con la discreción y complicidad de las paredes. Cualquier disparo de esa pistola mataría al feto y a ella la dejaría morir desangrada, si no recibía atención médica en el acto. Víctor debía haber calculado ese riesgo y era obvio que le restó importancia. Víctor iba a matarlos a los dos allí mismo. Marianne pensó ganar tiempo tirándole de la lengua.
—¡Charles tiene numerosos hijos! ¡Incluyendo un bastardo! ¡Y ha entregado todo su tiempo, mente y corazón al Proyecto Geass!
—La cosa es que nunca ha tenido un hijo contigo. Charles ha sido un hombre diferente desde que irrumpiste en su vida. No me puedo arriesgar que se convierta en un padre diferente para cuando nazca su nuevo vástago —dijo y refrenó una tos apretando los labios. Bebió café para aliviar su pecho.
—¡Vas a matarme, si jalas ese gatillo! ¡No nada más al niño!
—¿Te parece que no lo sé bien? Es un costo menor y necesario... —repuso. Fue interrumpido por la persistente tos. Víctor pasó a amartillar el arma con torpeza, indicándole a Marianne que podría ser la primera vez que sostenía una pistola—. La mujer siempre ha sido la que ha corrompido al hombre desde el origen de los tiempos y tú has llevado a Charles a transgredir el único juramento que todo hombre debe respetar: el que ha hecho consigo mismo... ¡cof, cof! Ningún hombre... ¡Cof, cof!... Debe vivir ¡cof, cof!... Con ataduras...
Víctor sufrió un violento ataque de tos. Se golpeó el pecho con la palma abierta. Pero la tos no disminuyó. De pronto su cuerpo fue atravesado por un espasmo. La taza que agarraba con la otra mano se le volteó incidentalmente vaciando el contenido. La dejó caer al llevarse las dos manos a la garganta. La taza se hizo añicos al estrellarse contra el piso. Sin parar de toser, Víctor se puso de pie y boqueó en busca de oxígeno. Sacaba la lengua de cuando en cuando. La mirada que él le lanzó a Marianne fue como una puñalada. Trató de atraparla extendiendo un brazo. Marianne escapó de aquella tenaza y contempló con interés y placer mórbido cómo se asfixiaba, a la vez que se acariciaba el vientre. Las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa cruel. El rostro de Víctor se había amoratado y el blanco de los ojos se había vuelto del color de la yema de los huevos. A Marianne le evocó recuerdos de los peces recién sacados del agua que rebotaban como locos en la superficie. Víctor luchó por respirar unos diez segundos antes de morir. Algunos científicos y agentes de seguridad que Marianne había sobornado trasfirieron el cuerpo fuera de las instalaciones y prepararon un escenario para que pareciera que él había sido asesinado por las intrigas de los Britannia. A día de hoy esa gente trabajaba para ella.
Respecto a la pistola de Víctor, Marianne la atesoró igual que un trofeo. No imaginó que la iba a usar hasta que Naoto fue a verla esa noche lluviosa. Bueno, el lector ya conoce esa historia. Marianne lamentó no haberla traído consigo la vez que la hermana de Naoto la enfrentó. Aborrecía estar a merced de otros. Era justo cómo ella se sentía con Víctor. Por ende, luego de que Kallen perdonara su vida, Marianne partió directo al apartamento en donde vivía y buscó la pistola. Decidió llevarla por medida de seguridad.
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Marianne planeaba contarle a su hijo sobre la visita de Kallen. Lo consideraba la oportunidad de oro para reconciliarse con Lelouch. Estaba segura de que sus sentimientos por ella estaban enterrados en lo más profundo de su corazón y pretendía desempolvarlos. Ella había perdido a su amante y su hija. Lelouch había perdido a su padre, su hermana y su novia. Solo se tenían el uno al otro. Lelouch debía rendirse ante esa realidad algún día. Si él no entraba en razón y deponía su rencor contra su madre por su propia voluntad, las circunstancias lo harían por él. Lelouch había sido declarado enemigo público de la ciudad y un prófugo. Necesitaba apoyo y, sobre todo, ser inteligente. Quizás Lelouch ya lo había reconocido. No hace mucho la había contactado para pedirle ayuda otra vez. Estaba en un aprieto que no podía salir por su cuenta. No podía desactivar el Geass de su ojo. A menos que llevara encima unas gafas oscuras, era incapaz de andar por ahí sin atraer la atención. Aparte de que temía dar una orden indeseable. Con un poder como el Geass, debía tener sumo cuidado. Marianne contestó que podía hallar una solución a su inconveniente en una semana y añadió que tenía un regalo especial para él. No especificó qué era. Quería que fuera una sorpresa.
Con lo cual, acordaron reunirse en las instalaciones del Proyecto Geass a una avanzada hora de la noche. Ella se puso una blusa de mangas largas que dejaba los hombros al descubierto. Había un motivo detrás de tal elección de ropa. Pretendía que Lelouch se fijara en la roncha que se le había formado en el brazo en donde la bala de la pistola de Kallen la rozó. Logró su cometido. El ojo perspicaz de Lelouch se posó en el brazo de su madre y en el hematoma que había coloreado mitad de su semblante. Como resultado, hubo una cierta vacilación de su parte. Parpadear lo hizo recobrar el sentido. Quitó la vista de ahí. No le preguntó ni comentó nada, prefiriendo hacer de cuenta que no la había visto.
—¿Tienes lo que me prometiste? —indagó él, impaciente. Marianne se había opuesto a darle la referida solución en la entrada del Proyecto Geass y llevó a Lelouch a rastras a la sala de operaciones. La mandó a desocupar para que ambos pudieran conversar tranquilos.
—¡Me ofende que preguntes! Una madre siempre acude en ayuda de su hijo en apuros.
Marianne le entregó una pequeña caja redonda. Lelouch la agarró con escepticismo y la abrió. Adentro contenía dos lentillas negras.
—¿Son lentillas especiales? ¿Funcionan como las normales?
—Así es. Estas lentillas bloquean los datos ópticos captados en el entorno. Son perfectas para tu protección personal y la de tus seres queridos. Si deseas utilizar tu Geass, todo lo que tienes que hacer es quitártela. Ordené que te las fabricaran de color negro porque supuse que querías pasar desapercibido. ¡Casi me arrepiento! —suspiró—. Extrañaré tu distintivo color violeta.
Lelouch se colocó la lentilla sobre su ojo. Pestañeó unas cuantas veces y de inmediato fue a ver su reflejo en la mesa de cristal.
—¿Sabes por qué ya no puedo controlar mi Geass? —tartamudeó Lelouch. Por unos instantes retuvo la palabra «controlar» en la punta de la lengua. Se giró hacia su madre.
—Podríamos teorizar el resto de la noche y nunca estaríamos seguros de tener la explicación correcta. Mi teoría particular del asunto es que traicionaste el deseo de tu corazón.
—¿Cómo?
—Mira, el Geass se obtiene gracias a la fuerte voluntad de vivir del individuo. De otra forma, no podría vencer a la muerte. Por lo tanto, la voluntad es lo que fortalece y, a la vez, mantiene a raya al Geass. El único precedente que tenemos de alguien que perdió el control de su Geass fue Mao. Adquirió fácil su Geass. Los contratiempos surgieron porque su voluntad era muy débil y carecía de razones para vivir, por lo que el Geass dejó de obedecerle y lo consumió.
—Sí, tuve el desafortunado privilegio de conocerlo —contó Lelouch, meditabundo.
—Habrás visto en ese caso que Mao no estaba en sus cabales. Pero tú no te preocupes, Lulú. No terminarás como él, entretanto refuerces tu voluntad y sigas haciendo uso de tu Geass —consoló Marianne. Pasó a peinar su cabello—. Al ritmo que vas, no dudo que así será. Es tan solo cuestión de tiempo para que tu regeneración alcance su punto máximo y tu cuerpo pueda restituir los órganos perdidos —señaló la madre acariciando el parche con su pulgar. El hijo apartó la cabeza rechazando su caricia. Visiblemente abatida, Marianne dejó caer la mano—. Me agradecerás en ese momento por haberte dado dos lentillas.
—Perfecto. Habré acabado este juego mucho antes de que me convierta en mi propia profecía autocumplida —rumió Lelouch.
—Supongo que por «este juego» te refieres a tu batalla intelectual contra Schneizel, ¿verdad? Sobre eso, tengo un regalo para ti que puede serte de utilidad.
Marianne extrajo una memoria USB del mismo bolso en donde guardaba la cajita con las lentillas y se la tendió. Lelouch la agarró con reticencia y una pizca de extrañeza.
—¿Esto qué es?
—Esto contiene un vídeo de Schneizel apuñalando brutalmente a su hermana, Cornelia. Fue grabado por un sistema de videovigilancia que tu padre instaló en la mansión. Puedes enviar el vídeo a la policía o subirlo a internet o borrarlo. Lo que tú desees.
Conseguir el vídeo incriminatorio para Lelouch fue una cuarta parte del trabajo que Marianne realizó. También implantó los cabellos de Kanon en el cuerpo de Cornelia. La misma noche que la directora de Britannia Corps y hermana menor del presidente Schneizel fue atacada en el invernadero, uno de los agentes de seguridad del Proyecto Geass que era leal a la madre de Lelouch se infiltró en el apartamento del asistente y recogió varias hebras de cabello de su cepillo. Marianne había estado recopilando información sobre los aliados más cercanos del presidente Schneizel desde que él tomó control del Proyecto Geass. La intención original de Marianne era averiguar algún secretito sucio con que pudiera extorsionar a alguno de sus cómplices. No tuvo suerte en ese aspecto. Aun así, Marianne estaba segura de que algún día podría sacarle provecho a esa información y estuvo en lo cierto. Ella tenía el mismo don de su hijo de ver el potencial de las cosas.
Marianne tuvo un golpe de inspiración la noche del crimen. Discurrió un plan para inculpar a Kanon y de esa forma aislar al presidente Schneizel y, simultáneamente, ayudar a Lelouch a deshacerse de él. Esa fue una de las motivaciones de Marianne. La otra era más personal. Una venganza. Marianne pensaba que el presidente mató a su amante y acusó a su hijo. Bien pudo confirmarlo revisando las cintas de seguridad. Tenía acceso a ellas y las cintas podían servir como evidencia para mostrar la inocencia de Lelouch. No obstante, no lo hizo. En el fondo, ella sabía exactamente lo que vería y que desmantelaría la narrativa que se había inventado. No podía asimilarlo de manera consciente. Necesitaba convencerse de que la fantasía era verdad.
—¿Dónde está la dirección de la sala de control?
—No tiene caso que te lo diga. Schneizel la localizó, se adueñó de ella al igual que el Proyecto Geass y echó a nuestro personal. Ahora que Kanon fue arrestado por sospechoso de intento de homicidio, es probable que Schneizel destruya todos los vídeos de la sala de control. Pude reservar el vídeo que te estoy regalando porque el personal acostumbraba a hacer respaldos, por si sucedía algún fallo en el sistema —explicó—. Esto es una mejor prueba que cualquier vídeo que puedas rescatar de esa sala —anunció Marianne con una sonrisa misteriosa y sacó de su bolso de marca una bolsita de plástico con cierre hermético que preservaba un anillo de obsidiana ensangrentado—. Este es el anillo de Schneizel. No notó que se le resbaló de su dedo porque estaba entusiasmado atacando a su hermana —Lelouch hizo un ademán de coger la bolsita, pero Marianne la retiró de su alcance—. ¡Ah, ah, ah! Este es mi seguro de vida.
El presidente no se tomó la molestia de preguntarle a Marianne si conocía la ubicación de la sala de control. Sabía de antemano que fingiría desconocimiento o, en todo caso, le mentiría diciendo que su padre no compartía esas cosas con ella. Sea como sea, el presidente Schneizel no necesitaba sonsacarle nada. Podía descubrirlo con sus propios medios que no eran escasos. En realidad, Marianne era el único obstáculo que le impedía tener el dominio total sobre el Proyecto Geass. Postergó su ejecución porque no era su estilo saltar a la acción. El presidente prefería esperar el momento adecuado. Marianne tenía que protegerse de algún modo.
—De acuerdo —se resignó Lelouch—. Aun así, te pediré la dirección.
—Bueno, ya que insistes tanto... —cedió finalmente. Marianne dejó la bolsita en la mesa, sacó su celular y tecleó algo rápidamente—. Listo. Ya la tienes.
El fugitivo comprobó que tenía la dirección en la mensajería. Lo leyó, entrevió a su mamá y volvió a meterse el celular en el bolsillo de su abrigo.
—Gracias. Si estos eran los obsequios que tenías guardado para mí, no tenemos más de qué hablar. Adiós, madre—expresó Lelouch con aspereza y se puso en marcha hacia la salida.
A Marianne se le comprimió el corazón. ¡Estaba por perderlo de nuevo! ¡Quién sabe cuándo hablarían de nuevo! Marianne sabía que no era una madre perfecta. Había cometido errores: lo abandonó, le mintió e inclusive lo lastimó. Respetaba y entendía el enojo de Lelouch. Pero no era un monstruo. Amaba a sus hijos. Hizo lo que consideró mejor para ellos. ¿Por qué él no se ponía en su situación y empatizaba con ella? También la pasó bastante mal. ¿Cómo ella podía arreglar las cosas entre los dos, si él no le daba la oportunidad?
—¡Espera! ¡No puedes irte tan pronto, acabas de llegar! —farfulló. Lelouch no se detuvo. La mujer realizó un último intento desesperado—. Kallen me visitó. Pensé que querías saberlo.
https://youtu.be/Z8YId5tfjwU
Lelouch se paralizó en seco. Marianne sonrió con aire triunfal. Lelouch se volteó con lentitud y la sonrisa abandonó el rostro de Marianne. Juró ver un fantasma. Lelouch estaba ojeroso y tenía un talle endeble. La anemia le había chupado el rostro al punto de robarle casi todo el color. La única chispa de vida que le había quedado era el rojo de la sangre inyectada en su ojo. La revelación de Kallen empezó a tener sentido. Marianne trató de ignorar lo que le dijo.
—¿Kallen estuvo aquí? —la interpeló Lelouch estrangulando tanto la voz que las palabras le salieron goteando.
—No. Aquí no. En mi iglesia y no pienses siquiera que me acerqué y le dije algo. Yo mantuve la promesa que te hice. Sospecho que Schneizel le reveló la localización y la verdad sobre el asesinato de Naoto porque no vino a buscar respuestas, vino para matarme. ¡Ella me disparó y me golpeó! —gimoteó. La segunda parte era mentira. Ella misma se había golpeado con la culata del arma para conmover a su hijo—. Tuve suerte de que recapacitara a tiempo y dejara la venganza. Kallen me dijo que no quería dañar a la madre de su novio y hacerlo sufrir.
—¿En serio? —inquirió un impactado Lelouch.
—¡Sí, claro! ¿Por qué te mentiría? —confirmó Marianne—. Y, por cierto, ¿hasta cuándo ibas a esconderme esta sorpresa?
—¿De qué hablas?
—Del rubor en sus mejillas y del brillo en sus ojos —canturreó—. Tu novia está embarazada.
—¡¿Qué?!
—Conque no lo sabías. Bueno, ustedes han estado incomunicados por un largo tiempo, ¿no? Es entendible —apostilló, encogiéndose de hombros—. Me compadezco de ella, ¿sabes? No solamente tiene que enfrentar las dificultades de una madre soltera, sino también que el efecto colateral del Geass podría afectarla. Existe una probabilidad de que tus hijos lo hereden. No está garantizado porque tu caso es único. De ser así, sin embargo, tu hijo tendría que mantener en secreto su poder para que el gobierno y las comunidades científicas de todo el mundo no lo reclame con la finalidad de estudiarlo y experimentar con él y la sociedad no lo margine ni lo demonice ni lo animalice —sentenció, entretanto rodeaba a su presa en un semicírculo. Lelouch había caído en un trance. La depredadora puso una mano sobre otra sobre su hombro y apoyó allí el mentón. Lelouch se crispó y sorteó su mirada—. Me temo que en ese contexto Kallen y tu hijo se verían forzados a huir constantemente y, en última instancia, vivir ocultos, ya que ninguno de nosotros dos podría protegerlos. A no ser que la mentalidad de las personas cambie, este mundo es un lugar inhóspito para ti y tu hijo. Pero, si hubiera más como ustedes, ya no serían unos monstruos. Serían la primera línea de una nueva especie humana.
—Tendrían que transcurrir cientos o miles de años, para que tu premisa fuera cierta.
—No realmente. A decir verdad, podría suceder mucho antes de eso. Podemos crear cientos de usuarios del Geass iguales a ti y a tu hijo cada año, si copiamos tus células.
—Fue para eso que pediste mis células la otra vez, ¿no? Querías clonarme —musitó Lelouch.
—¡Vas asimilando rápido! ¿Te gustaría ver tus clones?
Lelouch giró la cabeza hacia su madre, pestañeó y asintió casi imperceptiblemente. Eso bastó para Marianne. Ella lo trajo de vuelta al laboratorio. Lelouch identificó el lugar como uno de los puntos claves que le enseñó Charles en el tour que le dio a través de las instalaciones del Proyecto Geass la primera vez que estuvo ahí. Ambos ingresaron en el congelador en donde los embriones eran almacenados dentro de contenedores de cristal en estado de suspensión. Marianne proseguía parloteando:
—En unos años, tus clones instituirán un nuevo orden social y te erigirán a ti como su dios. Y, cuando tú y los tuyos pueblen el mundo, las cosas cambiarán. Ganarás la aceptación para tu especie y podrás tener una vida normal al lado de tu amada y de tu hijo. Sé franco conmigo, Lulú, ¿no te gustaría que ese fuera tu futuro?
https://youtu.be/X55hMiDQbfA
No pudo aguantar más la fachada. Lelouch rompió a carcajadas. Se dobló hacia delante, entre tanto se agarraba el estómago. Marianne puso cara de pocos amigos. Se volvió hacia su hijo.
—¿Qué te resulta gracioso?
—Tú y tus peroratas —jadeó Lelouch. Se enjugó una lágrima—. No hay forma de que Kallen esté embarazada: me hice la vasectomía.
—¡¿Qué?! —aulló Marianne. Sintió un hormigueo recorrer toda su faz, justo donde la sangre se acababa de esfumar—. ¡¿Por qué?!
—Porque así podía dedicarme por completo a mi plan y evitaba abandonar a mis hijos como tú y ese hombre hicieron conmigo y Nunnally hace diecisiete años. Nunca podría perdonarme que algún hijo mío sufriera la gran falta con la que Nunnally y yo vivimos —explicó Lelouch. Un crudo resentimiento palpitaba en su voz engolada—. ¡Prefiero no ser padre antes que ser uno terrible!
—No, Lulú. No serías un mal padre —gimoteó Marianne—. No nos hizo feliz abandonarlos. Tuvimos que hacerlo para protegerlos. Si no fuera por Naoto y Schneizel...
—¡BASTA DE DESCARGAR SU RESPONSABILIDAD EN NAOTO Y SCHNEIZEL!
La cólera y el dolor imbuyeron a Lelouch de una extraordinaria fuerza. Derribó los estantes. Los contenedores con los embriones llegaron al piso primero que los muebles. Si el impacto de la caída no los destrozó, sin dudas los estantes lo hicieron aplastándolos. Marianne le rogó a Lelouch entre gritos desaforados que parara. Él no le hizo caso. Marianne trató nuevamente agarrándolo por su abrigo y zarandeándolo. Su hijo la empujó, enviándola al piso. La caja de cigarrillos y el encendedor de Lelouch se le cayeron en el vaivén. Él no se dio cuenta. Estaba afanado echando abajo todos los embriones congelados a sabiendas de que el Proyecto Geass no podía entrar en su siguiente fase sin ellos. La devastación alteró los nervios de Marianne. En un paroxismo de desesperación, desenfundó su arma con las manos temblando y disparó a ciegas para aterrorizar a Lelouch. Consiguió ponerle un alto, pero no cómo quería: el tiro le arrancó un meñique a Lelouch. Hay veces en que solamente un grito animal puede drenar las emociones negativas y este fue el caso.
—¡AH! —vociferó Lelouch con los ojos aguados. Se sujetó fuertemente la mano que estaba llorando profusa sangre.
—¡¿Qué hice?! ¡¿Qué hice?! —chilló Marianne—. ¡Lelouch! ¡Perdóname! Yo no quería...
—¡PERO LO HICISTE! ¡Tú y Charles me arruinaron! ¡Ustedes son los culpables! —declaró, girándose hacia ella—. Y, por eso, quise matarte, al igual que maté a ese hombre —masculló. Llegó hasta ella—. Pero decidí no hacerlo porque quiero que recuerdes este rostro desde este día hasta tu muerte. Quiero que pienses en mí. Ya sea cuando cierres o abras los ojos, quiero ser el único al tú que veas. Quiero que tu vida esté llena de mí, mamá. Tu peor crimen no fue dispararme en el dedo ni asesinar a Naoto. Ni siquiera engañarme ni tratar de manipularme —una risita oscura borbotó de los labios resecos de Lelouch. La abrazó pasando el brazo en torno del cuello de su madre. Le susurró al oído—: tu peor crimen fue olvidarnos a Nunnally y a mí, cuando tú fuiste el centro de nuestras vidas durante estos diecisiete años. Quiero que vivas el infierno que es sentir que ha muerto alguien que amas. Quiero que ese dolor te queme como a mí —dijo entrecortadamente, como si estuviera masticando las palabras en su mente para luego vomitarlas—. Te tengo que agradecer por ser horrible, madre. Me despojaste de mi principal motivación y rápidamente me diste una nueva para legitimar mi venganza. ¡De verdad, gracias! —se rió con ganas. Sabía que su honestidad había golpeado a su madre, por cómo se estremeció. Mientras ella estaba distraída, Lelouch cogió el anillo—. Ahora solo me queda decirte adiós. Lo único que lamento es que casi te volví a creer.
El veneno del odio nunca antes había sabido tan dulce en los labios de Lelouch como en esa despedida. Marianne reparó que Lelouch se había ido de su lado tan solo después de que dejó de respirar el olor a cigarrillo que él emanaba. Marianne no salió corriendo detrás de Lelouch, contrario de lo que el lector podría suponer. Por fin vio el deterioro mental y físico de su hijo y aceptó que ella y Charles lo causaron. Dejarlo en paz era el mayor actor de piedad y amor que podía darle, por tanto. «Quiero que pienses en mí. Ya sea cuando cierres o abras los ojos, quiero ser el único al tú que veas». Las crueles palabras de Lelouch regresaron para morderla. Marianne se tapó los oídos con ambas manos para no escucharlas. No le funcionó. Marianne se desgañitó en otro intento de ahogar la voz de Lelouch en su cabeza. «Quiero que vivas el infierno que es sentir que ha muerto alguien que amas. Quiero que ese dolor te queme como a mí». Lelouch quería que Marianne hiciera de cuenta que estaba muerto. Marianne no podía admitir esa idea. ¡Una madre no podía vivir más que su hijo!
https://youtu.be/c8GIM-MJ7lM
Marianne rajó su falda y envolvió el dedo de Lelouch en la tela rasgada. Lo acurrucó contra su pecho, lo arrulló, le cantó algunas nanas infantiles y le contó una historia sobre una familia de patos. Una madre fue separada de sus crías mientras estaba cruzando un río caudaloso en medio de una tormenta. Ella anduvo en la búsqueda de sus hijos por años. Lamentablemente, las crías murieron porque su mamita no estuvo ahí para cuidarlas. Nada más sobrevivió una que se había transformado en un bonito pato adulto y no pudo reconocer a su madre cuando el azar los reunió. El tiempo había borrado de su memoria todos sus recuerdos con su madre. Un torrente de lágrimas brotó de los ojos de Marianne. Se disculpó con el dedo. Se justificó diciéndole que la historia le parecía descorazonadora. Marianne estaba familiarizada con los sentimientos de la mamá pato. Ella también había perdido a su amante, a su hija y ahora a su hijo. Todo lo que quedaba era el Proyecto Geass y le resultaba odioso. El Proyecto Geass le había arrebatado todo lo que amaba. Estaba totalmente sola. No tenía sentido seguir adelante. Mejor dicho, ya no lo quería.
Inundada por una ola de rabia, Marianne cogió la caja de cigarrillos y el encendedor tirados en el piso. Prendió un cigarrillo y lo fumó. Antaño ella había sido fumadora. Tuvo que dejarlo al descubrir que estaba embarazada. Uno de los sacrificios que tuvo que hacer en su debido momento. Marianne aventó el cigarrillo sin apagar en la basura del laboratorio. Una sonrisa alienada iluminó sus facciones. Pronto perdería el Proyecto Geass y ya no tendría nada. «Tu peor crimen fue olvidarnos a Nunnally y a mí. Quiero que recuerdes este rostro (deformado) desde este día hasta tu muerte». La voz reposada de Lelouch parecía rodearla por todos lados. La martilleaba sin misericordia el cráneo doliente. Marianne quiso escapar ya que no estaba dando resultado cubrirse los oídos ni gritar, pese a que sabía que la risa altisonante de Lelouch la perseguiría adonde fuera. ¡¿En qué estaba pensando?! Había mentido porque quería retener a Lelouch consigo. No para lastimarlo. ¿Qué clase de madre desearía eso?
—Lo siento, Lulú. No tengo tu fuerza para vivir sin ti. La vida de una madre no tiene sentido si no está con su hijo. Te necesito, ¿Lulú? ¿Príncipe mío?
Las palabras de Marianne se disolvieron en el aire al no localizar ningún receptor.
Pronto ella haría lo propio.
https://youtu.be/Ad3gVVCkHRw
El Mirador de Pendragón era una torre de telecomunicaciones fabricada a base de acero con una altura de seiscientos metros, constituyéndose así en el punto de observación más elevado de la ciudad. Suzaku hizo planes con Lelouch y Nunnally para ir juntos algún día. Deseaban admirar las espectaculares vistas panorámicas de 360 grados que tanto habían oído y tomarse fotos y comprar suvenires que perpetuaran la experiencia. Lamentablemente, nunca pudieron hacer realidad aquel sueño. Siempre pospusieron la ida por una u otra razón. Sin mencionar que la entrada no era asequible. El Mirador de Pendragón no solamente era un símbolo de la metrópolis. Se trataba de uno de los atractivos turísticos más populares y, por extensión, una considerable fuente de ingresos. Aunque Suzaku ya tenía el dinero suficiente para pagar una entrada, no fue. Tenía la esperanza de que la vida le devolviera a sus viejos amigos y pudieran retomar esos planes. Las circunstancias en las que se hallaban exterminaron esa posibilidad. Nunnally estaba muerta, Lelouch era perseguido por la ley y ahora mismo Suzaku estaba subiendo al observatorio especial en el ascensor.
La torre tenía dos observatorios a distintas alturas. Uno principal que estaba cubierto y acristalado y otro especial que estaba al aire libre en la terraza. Suzaku notó que era sorprendentemente pequeño. Intuyó que su capacidad de alojamiento era menor que el del otro y que debía llenarse de turistas con mayor rapidez por lo mismo y por las hermosas postales de la ciudad que regalaba. Por lo tanto, bastó un vistazo para que Suzaku se percatara de que estaba solo. Algo lógico, teniendo presente la hora tardía de la noche y el día que fue. Suzaku aprovechó la ocasión para dar un recorrido. El mirador estaba protegido por un parapeto de cristal que eliminaban esa separación con el vacío. Ideal para las fotos. Suzaku agradeció no sufrir de acrofobia. La zona central estaba revestida con césped artificial en donde acostarse y admirar el cielo. El mirador, asimismo, contaba con un helipuerto y bancos. Estaba por tomar asiento en uno cuando divisó una figura al lado de uno de los telescopios de moneda. Traía puesto una falda de cuadros, una chaqueta americana y unas grandes gafas.
—¿Nina?
—Hola, Suzaku —lo saludó sacando momentáneamente la mano de uno de sus bolsillos para hacer el ademán pertinente.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—El profesor Asplund no podía venir, así que me presenté en su nombre —respondió Nina, quitándose los audífonos de los oídos. Se le acercó. Suzaku imaginó que debía haber pasado. De todos modos, tenía que preguntarle. No era igual de perceptivo que Lelouch y necesitaba una confirmación.
—¿El profesor Asplund está bien?
—No te preocupes por él. No vale la pena —dijo Nina con rudeza. Decidió cambiar el tema para poder suavizar el tono—. Él no me pidió que lo sustituyera, yo tomé la iniciativa porque no me pareció correcto dejarte plantado. Si es que esa es tu próxima pregunta.
—No iba a preguntarte eso —rebatió negando con la cabeza—. Sino si el Proyecto Geass era el trabajo del gobierno que me dijiste que tomarías en el bar.
—Lo siento.
—¿Te disculpas por participar en experimentación humana ilegal o por mentirme?
—Solo por mentir —se sinceró Nina, escabulléndose a su mirada con incomodidad—. Ahora, ¿puedo hacerte yo un par de preguntas o estoy en un interrogatorio de la fiscalía?
—Adelante —concedió Suzaku, admitiendo que era lo justo.
—¿Qué es lo que ves allá abajo? —inquirió Nina ladeando la cabeza hacia la ciudad.
https://youtu.be/EoKLdkBKBIM
Suzaku se apoyó del parapeto de cristal sin miedo. El viento salió a vapulearlo. El frío penetró en sus huesos a través de su delgado abrigo. A sus pies, estaba Pendragón. La contempló en todo su esplendor. Las personas se habían vuelto hormigas. Los vehículos se deslizaban por las calles como escarabajos. Los edificios centelleaban de un modo intermitente, sugiriendo la impresión de que estaban moviéndose. Igual que un espejismo. Detrás de los imponentes rascacielos se extendían promiscuas y mugrientas casas con su jungla de antenas de televisión de inoxidable acero. Las aguas del río se habían ennegrecido. Si Suzaku cerraba los párpados y agudizaba su sentido del oído, podía escuchar el llanto de un bebé, la sirena de un camión de bomberos, las hélices de un helicóptero, las bocinas de los autos y la voz distorsionada de un megáfono.
—Una ciudad que necesita ser salvada.
—El presidente Charles y la Sra. Lohmeyer creían también que salvaban a las personas de sí mismas con el Proyecto Geass —señaló Nina—. Pensaban que las tentaciones, la ambición, el egoísmo, el engaño y la maldad habían pervertido al género humano y que la única manera de preservar nuestra raza era crear una nueva libre de desperfectos que acabara con la actual, así como los individuos del Homo Sapiens sobrevivieron y los neandertales se extinguieron. La voluntad del más fuerte y la selección natural de Darwin, ya sabes.
—Estás planteando un castigo.
—Ese es el subtexto, sí.
—Pero ¿acaso debido al mal de algunos, estamos irremediablemente condenados? ¡No puedo estar de acuerdo con una visión tan mezquina de la humanidad! No todos están corruptos —protestó Suzaku, indignado—. ¿Qué hay de los inocentes? ¡¿Deben sufrir un castigo por lo que no hicieron?!
—Los seres humanos no son inocentes, Suzaku —se burló Nina riéndose.
—¿Quiere decir que crees que el profesor Asplund obtuvo su merecido? —soltó sin anestesia. El dolor atacó a Nina. Obviamente, no anticipó aquella contrarréplica.
—El profesor Asplund tomó sus propias decisiones y quizá estaría conforme con su castigo. Él tenía esa misma visión mezquina de la humanidad. Recuerdo que me dijo que para no caer en la locura y seguir adelante había que desviar la mirada, ya que era imposible no deprimirse escudriñando el panorama —replicó, recomponiéndose—. He estado tratando de comprender por qué el profesor Asplund te citó aquí particularmente desde que llegué. Yo sospecho que quería que te pararas frente a Pendragón y le probaras que estaba equivocado sobre la especie humana y que hay razones para pelear por un mundo miserable como este.
—Siempre existirá una razón para pelear por este mundo, mientras las personas busquen la felicidad o, al menos, haya personas que quieras. Lo importante es nunca dejar de pelear para que las personas que se quedan atrás tengan esperanza y las que vengan puedan disfrutar de —declaró él con una sobrecogedora vehemencia—. ¿No tienes a alguien?
—No, para ser honesta.
—¿Ni siquiera tú misma? —insistió Suzaku. Nina se mordió el labio y bajó la cabeza.
—No soy una persona valiosa.
—Perdón. Eso es triste de oír —lamentó—. ¿Tienes algo por lo que luches?
https://youtu.be/rEcIi2N5D-8
—Eso depende. Antes era por la ciencia. Recientemente ha sido por la gloria —razonó Nina, reflexiva. Se recogió un mechón ondulado detrás de la oreja. El viento le estaba alborotando el cabello—. Toda mi vida he sido invisible ante mis padres, mis maestros, mis compañeros e incluso mis amigos. La ciencia fue lo que me dio la visibilidad y el reconocimiento que yo jamás tuve por mi cuenta. Era especialmente buena y me apasionaba de verdad. Comencé a añorar más porque supuse que así podía ser alguien y hacer algo significativo —explicó con la mirada perdida—. El profesor me advirtió que era inevitable que dejara atrás cosas en pos de la grandeza y que tarde o temprano tendría que escoger entre la ciencia y mi corazón. No creí que tuviera nada valioso que renunciar hasta que lo perdí enfrente de mis ojos. ¿De qué me sirve la gloria, si no tengo con quién compartirla? ¿Cómo puedo continuar, si puedo dañar a mis seres queridos? —se cuestionó en un hilo de voz. Ella miró a Suzaku—. Es por eso que quiero que tú me digas por qué yo debería entregarte información del proyecto científico en que he puesto todo ya que si no eres capaz de hacerlo tendré que arrojarme desde esta altura... —amenazó, inclinándose sobre el parapeto. Suzaku la sujetó por el codo.
—¡No, Nina! ¡No huyas con la muerte! Vive y corrige tus errores —instó. La volvió hacia él y apoyó las manos en sus hombros. Vaciló. ¿Acaso dijo lo que había escuchado? Eso parecía. Suzaku tragó saliva y agregó—: siempre que tengas una vida, podrás empezar de nuevo.
Nina miraba profundamente a Suzaku. Tal como si hubiera hablado en una lengua alienígena. La quijada se le había descolgado. En su frente se había asentado la confusión. Suzaku estaba por susurrar su nombre, cuando Nina se sorbió la nariz. Y se puso a llorar. Suzaku la abrazó. Consideraba irónico que estuviera motivándola a vivir, aunque él ya no tenía ganas de vivir su vida. De casualidad, ¿se motivaría a sí mismo de igual forma, si fuera otra persona? ¿Podía ser que el mensaje que le transmitió a Nina haya surgido de su inconsciente? ¿Creía de verdad en sus propias palabras? A ciencia cierta, Suzaku estuvo en la misma situación de Nina. Quiso suicidarse como castigo por asesinar a su padre. Está demás decir que no lo consiguió. Suzaku estuvo preguntándose por qué seguía vivo desde entonces. Necesitaba encontrar un propósito para su vida y discurrió que ese sería dar justicia a sus amigos y su padre. Suzaku se aferró a tal idea como un salvavidas durante años y, a pesar de ello, hubo veces que quería soltarlo y dejarse tragar por el mar con el que estaba luchando.
Quizás Anya tenía razón y la muerte no fue el castigo que estaba buscando. Quizás la muerte era la llave para liberarlo de la prisión mental en la que estaba encerrado. La verdad es que la muerte no podía darle esa llave, porque esa estaba en él y solo él podía salvarse a sí mismo. En Nina, él podía ver a ese pequeño niño aterrorizado titiritando bajo la lluvia. Suzaku había sido demasiado duro con él al engañarlo con una falsa promesa de liberación. Había sido demasiado injusto al imponerle una condena eterna. Si podía perdonarlo a él, podía perdonar a cualquiera que cometiera el mismo error.
En esto, Suzaku sintió un cambio en el ambiente. Examinó la terraza. No había nada fuera de lugar. Repentinamente, Nina se tensó en sus brazos. Había detectado la fuente. Suzaku siguió la trayectoria de su mirada. Un humo negro ascendía hasta fundirse con el cielo. Emanaba de un edificio envuelto por altas llamas. El edificio era Camelot. Es decir, la división especial de ingeniería de Britannia Corps. ¿Un accidente o un incendio provocado? Basándose en los recientes acontecimientos, Suzaku apostaba por la segunda opción. Ahora bien, ¿quién y por qué quemaría Camelot? Tan solo alguien que supiera de la existencia del Proyecto Geass y quisiera destruirla. ¿Lelouch? Ningún otro nombre venía a su cabeza. Suzaku cerró los puños. Existía la probabilidad de que hubiera personas atrapadas en el fuego. No podía quedarse de brazos cruzados mientras esperaba la confirmación de ese temor. Incluso si esas personas no eran inocentes, tenían derecho a vivir. Así pues, Suzaku se apartó de Nina y se disculpó. Se precipitó a las escaleras. Aunque solo alcanzara a rescatar una persona, lo haría.
https://youtu.be/d6UR0FRL_q4
Kallen rebuscó en los bolsillos de sus viejos pantalones la tarjeta que Kaguya le había dado. Ya había registrado los cajones de su cuarto creyendo que lo había guardado y no lo encontró en ninguna parte. Ella supuso que debió haber olvidado sacarlo. Chequeó todos sus bolsos y tampoco estaba. Fue al cuarto de lavado y vació el contenedor de ropa sucia. No recordaba qué pantalón llevaba el día que se cruzó con Kaguya. Tenía que revisar uno por uno. Kallen expresó un suspiro de alivio, cuando sus dedos desesperados sintieron una textura diferente a la tela al husmear su pantalón de mezclilla. Sacó la tarjeta, cogió su celular, llamó a Kaguya, la puso al corriente de la situación y le pidió que defendiera a Minami. Kaguya aceptó con la condición de que Kallen le dijera por qué no quería hacerlo por sí misma, siendo una buena abogada. Kallen decidió ser parcialmente sincera ya que no se sentía capaz de engañar a una persona tan inteligente como Kaguya. Le dijo que existía un conflicto de intereses y le explicó su participación en el secuestro y asesinato de la hermana de Lelouch. Kaguya no ahondó en la raíz del problema. En cambio, ella le solicitó que la acompañara para convencer a Minami de contratarla. Kallen trató de hacerle ver que eso estropearía el acuerdo, mas Kaguya insistió alegando que Minami no tenía que preocuparse por ella y, por el contrario, él estaría intrigado por su visita. «Es mejor que mostremos todas nuestras cartas para que sepa que no tenemos nada que ocultar». La pelirroja se devanó los sesos buscando alguna excusa para no atarse a ningún compromiso y no se le ocurrió nada, así que acabó cediendo a sus demandas antes de desgastarse mentalmente.
Kaguya la recogió en su coche ese mismo día. Las dos discutieron qué dirección tomaría el caso de camino a la estación o, mejor dicho, Kaguya parloteaba y Kallen luchaba por mantener el corazón dentro del pecho y, al mismo tiempo, escuchar a su interlocutora. Su actitud despistada ante el volante ponía en evidencia que estaba aprendiendo a conducir. Pudieron conversar con propiedad en la sala, entretanto esperaban a Minami.
—¿Algún consejo que pueda proporcionarme mi abogada sénior? —preguntó Kaguya.
Kallen no se precipitó en contestar a eso. Pensó detenidamente. Reparó que ninguno de los consejos que había recibido de Lelouch y Cera podría servirle de mucho. Incluso si Lelouch no estaba con ella en ese momento, sabía que Lelouch apelaría a la situación desesperada de Minami para presionarlo de firmar el contrato con él y ella se oponía a manejar así las cosas. No era como Lelouch y nunca podría serlo. Ni él mismo deseaba que lo fuera. ¿Qué debería hacer? «¡Maldita sea! Ni siquiera quiero estar aquí», se quejaba Kallen en su fuero interno. «Como sea, ya lo estoy. ¿Por qué defendería a Minami? No, ¿cómo podría defenderlo?».
—¿Kallen?
—Solo uno: por más despreciable que sea tu cliente, ten en mente que él sigue siendo un ser humano. Si quieres ser una abogada defensora, debes mirar la bondad en la gente.
«O imaginar que lo tiene», hubiera agregado el abogado Lamperouge con cinismo. Minami llegó andando en muletas, en eso. Kallen observó que una pierna estaba enyesada. Se acordó que Suzaku se la había roto. A la pelirroja le pareció medianamente gracioso. No hace mucho le había dislocado una de sus piernas durante su pelea en la casa de seguridad. Minami ocupó la silla frente a las dos mujeres con torpeza, colocó las muletas contra la pared, subió la pierna enyesada en la silla vecina y apoyó un brazo en la mesa de metal.
—Buenas tardes, Sr. Minami. Usted ya conoce a mi acompañante —empezó Kaguya—. Pero a mí no. Me presento. Mi nombre es Kaguya Sumeragi, soy una abogada del bufete Osakabe, Yoshino & Asociados.
—Sí, la recuerdo bien. Usted visitó el bufete en el que trabajé para hablar justo con la abogada Stadtfeld una vez —afirmó con voz cansina—. ¿Debo suponer que quieren representarme?
—No, Sr. Minami. Solo yo quiero tomar su caso...
—¿Y ella no? —cuestionó Minami vislumbrando de soslayo a Kallen— ¿Por qué?
—Deberías conocer la respuesta a tu pregunta —replicó la aludida con brusquedad. El ácido quemaba sus labios. Consideraba grosero que otros hablaran de ella en su presencia—. Tú y el resto nos traicionaron al unirse al presidente Schneizel.
—Y, aun así, me conseguiste una abogada competente y estás aquí charlando conmigo, ¿por qué? —inquirió Minami con un ademán. La expresión de Kallen se crispó—. De acuerdo, yo lo diré: estás aquí porque tú me necesitas, ¿correcto?
https://youtu.be/iMqNz58q6f8
Técnicamente, Minami había dado en el clavo y Kallen se rehusaba a darle la razón. Odiaba su deje engreído y su expresión burlona. Por otro lado, Lelouch le habría asesorado que debía decirle a Minami cuál era su posición. «Nunca dejes que nadie sepa cuán imprescindible es. De lo contrario, usarán la influencia que tienen para sacar ventaja».
—No más de lo que tú necesitas a un buen abogado. El fiscal Kururugi está construyendo un caso que incluirá seis cargos contra Britannia Corps. Podemos arreglárnosla sin ti —recalcó Kallen—. Tú, no. Tú necesitas un abogado. Da igual si eres culpable o inocente. Tus derechos deben ser protegidos...
—Sí, sí, Lelouch nos dio la misma cháchara bonita la primera vez que se apareció ante mí y los muchachos. Nos conmovió que se pusiera de nuestro lado y decidimos confiar en él. Fue un error. Lelouch nos mintió. Jamás nos vio como iguales. Dijo eso para usarnos como piezas de ajedrez. Lelouch nos traicionó primero al montarnos una trampa que nos envió a la cárcel y nos usó todo el tiempo; nosotros simplemente le devolvimos el golpe —alegó Minami. El rencor raspaba su acento y el corazón de Kallen, incomodándola. En la comisura del labio de Minami se asomó una sonrisa indolente—. Bueno, eso pensaron los muchachos. Yo no veía una gran diferencia entre apoyar al presidente Schneizel o a Lelouch. Los dos nos ordenaban trabajos sucios, pero, al menos, el presidente fue sincero con nosotros desde el principio. Y pagaba bien, no mentiré en ese aspecto.
Este sería un momento oportuno para recordarle al lector que Kallen ya estaba enterada de la traición de los Caballeros Negros debido a Urabe. Para sus adentros, Kallen lamentó no haber tratado el asunto con Lelouch cuando pudo. En aquel entonces él estaba indispuesto y pasaron un montón de cosas que reclamaron su atención. Una charla no habría solucionado nada, pero tendría un mejor entendimiento del problema y una buena réplica para Minami.
—Mira, no voy a justificar lo que hizo Lelouch. No lo apruebo y me habría gustado que los dos lo hubiéramos abordado, así que no puedo hablar en su nombre...
—¡Bien! Habla por ti. Supongamos que todo lo que dicen es verdad y yo acepto su propuesta. Mi defensor público es un inútil y el presidente quiere mi cabeza. ¿No tendrían miedo de que las traicionara nuevamente? ¿No creen que es estúpido confiar en un traidor? —cuestionó—. Es una posibilidad. Podría aprovechar la oportunidad para desquitarme, si no me importara estar jodido ni que ustedes puedan reducir mi condena.
—¡Confiar en las personas equivocadas no es estúpido! —rebatió la pelirroja, indignada—. Tampoco es un error. El auténtico error consiste en traicionar a las personas que han confiado en nosotros.
La sentencia flotó entre ellos en un silencio meditabundo. Los ojos inescrutables de Minami se habían quedado fijos en ella. Había algo en él que le resultaba familiar. Mirar a Minami fue como mirarse a sí misma en el espejo. Escuchar a Minami fue como escuchar a su propia voz hablar. Kallen aguantó la larga mirada de Minami con entereza. Kaguya intervino con un ligero carraspeo en el ardor de la expectación. Minami se volvió hacia Kaguya como si se hubiera despertado de un sueño y ella se puso a explicarle las estrategias que planeaba tomar para el caso. Minami dejó descansar la mejilla sobre sus nudillos y prestó oídos a la abogada. Apenas él dio respuestas monosilábicas o de una palabra, las típicas que se suelen decir para no romper el diálogo y asegurar a la otra parte que se había captado el mensaje. «Entiendo». «Ya». «Ajá». Al final, nada más les preguntó si podían permitirle pensarlo. Kaguya consintió, para sorpresa de Kallen.
Al salir de la sala, ella le contó que estaba 75% segura de que Minami las contrataría. «No tengas miedo. Él firmará. ¿Viste que fue una excelente idea que vinieras? Apuesto que tú tendrás mucho que ver con la decisión que tome. Probablemente si me hubiera presentado yo sola, no habría podido persuadirlo». Kallen no sabía qué decir. No quería sonar pesimista ni llenarse de ilusiones. Se conformó con expresar los pensamientos que ocupaban su mente en voz alta. «Ojalá estés en lo cierto». Enseguida, Kallen le pidió a Kaguya tomar un descanso por unos instantes. Kallen se recostó de la pared, profirió un bostezo y se frotó los párpados. Estaba cansada. Le aclaró a Kaguya que se había exigido bastante en las últimas semanas y que se recuperaría una vez que saciara su hambre y durmiera.
Kaguya estaba por invitarla a cenar, cuando un grupo de policías invadió el pasillo y las mujeres se distrajeron. El grupo estaba escoltando al asistente del presidente Schneizel. Kallen reconoció a Kanon. Él estuvo en la mansión Britannia el día que fue secuestrada por los matones del presidente. Llegó a interrumpir su conversación con él, incluso. Kallen intentó acercarse y averiguar el motivo de su detención. Los policías le cortaron el paso, sin embargo. No era su abogada ni la detective asignada al caso y Kanon iba a ser interrogado por ser sospechoso (el oficial no especificó cuál era el cargo; igual, Kallen podría deducirlo: el intento de asesinato de Cornelia era de conocimiento público). Por tanto, si Kallen quería hablar con el Sr. Maldini, debía ser otro día. Los policías se largaron y la pelirroja se cruzó de brazos disgustada.
«Desde luego que volveré», rumió la mujer. Kanon era la persona con mayor influencia sobre el presidente Schneizel. Guardaba todos sus secretos con el celo de un avaro, velaba por sus intereses como si fueran suyos y protegía a su señor de las amenazas internas y externas con la agresividad de una fiera. Lelouch se refería a él como «la torre». Es decir, el castillo donde el rey se refugiaba durante los ataques enemigos. Si se destruía la torre, el rey ya no tendría dónde ocultarse. «Y ganaríamos la partida», hubiera dicho en plan juguetón Lelouch. Kallen agarró el colgante de corazón. Tenía que conseguir a Kanon.
https://youtu.be/l67HcrhyCFE
El fuego se había expandido hasta el laboratorio del Proyecto Geass, para cuando se disparó la alarma. Se había instalado un sistema antiincendios para emergencias justo como estas y, por una razón que escapaba a la lógica humana, los rociadores no funcionaron. Como sea, no había tiempo para descifrar misterios. Algunos científicos intentaron rescatar la investigación (informes y otros documentos impresos; archivos almacenados en las computadoras). Todos le habían dedicado la mitad de su vida al Proyecto Geass y a ninguno le apetecía comenzar el trabajo desde cero otra vez, sabiendo lo duro que sería. La mayoría de los científicos y los agentes de seguridad abandonaron las instalaciones sin pensar en otra cosa. Existían solo dos salidas en el Proyecto Geass. El ascensor de uso exclusivo para el presidente honorario y las escaleras. La primera salida quedaba inutilizable bajo las condiciones que estaban, por lo que la gente poseída por el pánico se agolpaba contra la puerta que daba hacia la segunda salida y luchaban por abrirla.
En Camelot, los vigilantes andaban en busca del origen de la explosión que había sacudido los cimientos del edificio. En cambio, se cruzaron con Zero. Cometieron el estúpido error de darle el mismo tratamiento de un intruso. Uno se lanzó al ataque. Zero lo mandó a volar por los aires sujetándolo por el cuello del uniforme y les aclaró que no había venido para pelear y, por el contrario, su intención era ayudar. Suzaku entró la primera vez al Proyecto Geass con el ascensor gracias a la autoridad del presidente Schneizel y salió por las escaleras. Por consiguiente, el enmascarado conocía los dos puntos de acceso del Proyecto Geass. Zero guio a los vigilantes al hangar donde estaban los Knightmares y abrió la entrada secreta, la cual reveló unas escaleras adosadas a la pared que se desvanecían en la penumbra. La bombilla que iluminaba las escaleras titilaba inestable. A Suzaku lo alivió que su memoria no lo traicionara en aquel momento crítico. Consecutivamente, Zero les pidió a los vigilantes llevar afuera a las personas que iban saliendo, en tanto acudía al rescate de las víctimas que estaban atrapadas por el fuego. Los vigilantes trataron de detener al justiciero señalándole los riesgos. Resultó en vano. El enmascarado echó a correr escaleras abajo.
Conforme Zero iba dejando atrás los peldaños, las escaleras se llenaban de un aire denso y la oscuridad circundante se comprimía más a su alrededor. En uno de los rellanos, fue arrollado por una marea humana de científicos y de agentes de seguridad que subía a toda velocidad por las escaleras. Todos estaban atropellándose para posicionarse a la cabeza de la multitud y así ser el primero en escapar. Zero evitó ser pisoteado y empujado apartando a las personas a codazos y moviéndose en zigzag. En medio del caos, logró interceptar a uno y le preguntó si todo el personal estaba fuera, a lo que el científico ofreció una contestación dudosa que no inspiró mucha confianza en el justiciero enmascarado. Él le dijo que los vigilantes de Camelot estaban aguardándolos en el extremo opuesto de las escaleras y que los trasladarían a un lugar seguro. Acto continuo, reanudó su descenso sin que antes el científico alcanzara a advertirle que no fuera allá.
Zero llegó al final de las escaleras y penetró en las instalaciones en llamas. Era la viva imagen del infierno. Por doquier y repentinamente se producían mini explosiones. No se podía predecir cuándo y dónde ocurrirían. Las paredes y las vigas caían devoradas por el incendio, provocando una lluvia de chispas. Suzaku agradeció que la máscara lo protegiera. De otra manera, el humo le estaría escociendo los ojos y la nariz. Zero se embozó con la capa y avanzó con cuidado y lentitud como si estuviera caminando bajo el agua, al mismo tiempo que gritaba: «¡¿Hay alguien ahí?! ¡¿Queda alguien vivo?!». Zero halló tres cadáveres y cinco personas inconscientes. Zero las reanimó y los orientó hacia la salida llevándolos en persona.
No se fue con ellos, sino que siguió en su búsqueda. Una voz contestó a las preguntas de Zero pidiendo por ayuda. El enmascarado descubrió personas prisioneras bajo el peso de un estante en el laboratorio. Zero levantó el mueble con un esfuerzo que rayaba en lo sobrehumano. Las piernas le temblaban como resultado de acopiar todas sus fuerzas para quitar el estante, estaba sudoroso y le faltaba el aire y, a pesar de todo, siguió adelante. Tomó en brazos a un científico con la pierna fracturada al percatarse de que no podía caminar por su cuenta y lo sacó a él y los otros del Proyecto Geass, en vez de internarse más. Parecía que el incendio había arrasado la parte más profunda de las instalaciones. Era posible que ahí hubiera iniciado el incendio, con lo cual era mejor suspender la búsqueda y salir en el acto. Algo se derrumbó sobre ellos durante el escape. Suzaku no pudo ver qué era. Todo transcurrió en un parpadeo. Entonces, sus instintos estaban agudizados al máximo. Actuó en consecuencia empujando a una científica fuera del camino, cuyos reflejos se habían ralentizado por las lesiones que le había dejado el estante. Zero se quemó la pantorrilla y la orilla de la capa. Suzaku tan solo gruñó ante el dolor. Zero les pidió a los científicos que le despojaran la capa. Luego continuaron la fuga yéndose por las escaleras. Los peldaños debajo de sus pies crujían peligrosamente. El espeluznante ruido aumentaba cada vez que ellos ganaban mayor altura. Las escaleras estaban cimbreando. Eso era nuevo. Suzaku oyó su corazón retumbar en los oídos. Se imaginó que el techo y la escalera cedía y se desmoronaría con ellos...
https://youtu.be/JpHMVEtyxKo
Por suerte, esa espeluznante visión no traspasó el umbral de la imaginación y se reunieron con los demás en las afueras del edificio. Suzaku sintió que su corazón encogido se distendía por su pecho y su respiración se regularizaba. Zero dejó al científico que cargaba con los vigilantes. No divisó ningún bombero, aunque ya debían llegar pronto. Les había solicitado a los vigilantes que los contactaran...
—Gracias —la voz sonaba distante. Casi extraña. Como producto de un sueño. El justiciero enmascarado no fue consciente de que se dirigía a él hasta que la dueña de esa voz colocó su mano sobre su hombro— por salvarme...
—No, yo no lo hice solo —farfulló Zero—. Fue un esfuerzo colectivo.
—¡Tú nos salvaste a todos! ¡Lo hiciste tú! —rebatió otro—. ¡Gracias!
A ese agradecimiento se sumaron un montón. Pronto el sentimiento de gratitud se intensificó y las personas cercaron al justiciero para colmarlo de elogios y aclamaciones. Todos querían tocarlo, aunque sea rozar la textura de su traje con la punta de sus dedos. En principio, Zero procuró rechazar tanta atención alegando al trabajo en equipo. Paulatinamente sus balbuceos fueron ahogados por el contagioso fervor de la gente y las venerables palabras levitaron hacia él, se vertieron en sus oídos y lo conmovieron. El justiciero terminó rindiéndose y se entregó a la multitud. Ellos lo elevaron sobre sus hombros y lo hicieron girar. El enmascarado estaba en una posición tan alta que tenía la certeza de que si estiraba el brazo podía acariciar el cielo nocturno. En contraste, alargó el brazo para tocar a la gente que estaba más atrás y extendía la mano hacia él en ese afán. Quería alcanzar a todos. El toque que Zero recibió fue aún más cálido (y gentil) que el infierno donde había estado. Una pena que todos se perdieran la bella sonrisa detrás de la máscara de Zero. Por otro lado, la quemadura en la pantorrilla le estaba ardiendo como nunca, y no importaba. El fuego no podía destruirlo porque era parte de él.
En el fuego había (re)nacido un héroe.
https://youtu.be/3jNvk8bDXU0
El presidente Schneizel organizó un funeral discreto e íntimo para Nunnally luego de que la morgue liberara su cuerpo y se lo devolviera a la familia Britannia. El presidente movió sus hilos para postergar el anuncio de la reaparición de Nunnally y, por supuesto, no le comunicó nada a Lelouch. Únicamente el presidente y Cornelia habían asistido al funeral. Nunnally no tenía más familia. Tampoco amigos (que ellos supieran). Cornelia expresó sincera compasión por ella. Estaba sola, parapléjica, ciega y había sufrido una muerte trágica. No le molestaba encargarse de la ceremonia fúnebre. Para Cornelia, esto fue un acto de caridad (pues, si no lo hacían ellos, lo tendría que hacer el gobierno y eso sería triste). Hasta su último minuto, nunca supo que estaban unidas por la sangre. Schneizel, que sabía la verdad, lo hizo justamente por eso. «Me habría gustado conocerte, Nunnally. Qué lástima que la vida nos privó ese placer», había lamentado el presidente Schneizel. Nunnally fue cremada posteriormente. Sus cenizas fueron depositadas en una urna. Esta se colocó dentro de la cripta familiar. Lelouch ya estuvo ahí para el entierro de su padre y aún se acordaba de la dirección.
Se enteró de que Nunnally había sido encontrada mediante las noticias y los Britannia ya le habían brindado las exequias respectivas. Lelouch estaba tan absorbido por el estupor que no había cabida para el dolor y el coraje en su fuero interno. Necesitó unos minutos para digerir el impactante hecho. A decir verdad, el lado racional de su cerebro había contemplado la posibilidad de que estaba muerta su hermanita. Estaba consciente de que se había ido de su lado, pero no para siempre porque no lo había aceptado en su corazón del todo. Albergaba una mínima esperanza y esta acababa de ser aplastada. Hablar con su madre galvanizó esa nostalgia, por lo cual Lelouch consideró justo y oportuno este momento para enfrentar la dura realidad. No podía seguir evadiendo la despedida a Nunnally por más tiempo.
Lelouch le ordenó con el Geass a un transeúnte que le diera su encendedor, cuando percibió que había extraviado el suyo y cauterizó la herida sirviéndose del encendedor y la navaja que Cera le había regalado para que se protegiera (y que él agradecía haberse quedado con ella). Fue un proceso espantosamente doloroso. Tanto así que Lelouch soltó algunas lágrimas y se desmayó un par de veces. Lo consoló tener un pañuelo en el bolsillo para metérselo a la boca y morderlo. De esta suerte, él se sobrepuso al suplicio con valentía, selló los vasos sanguíneos y detuvo la hemorragia. Luego robó ciertos medicamentos y desinfectantes de una farmacia con ayuda de su Geass y prosiguió tratándose la herida. Supuso que su capacidad regenerativa sí podría salvaguardarlo de una potencial infección. Igual no quería esperar hasta que sanara la quemadura. Por último, Lelouch regresó al sitio donde se hospedaba, se llevó consigo una caja y partió al cementerio.
Lelouch no pudo comprar ningún ramo. A esa hora, las floristerías estaban cerradas. Tuvo que conformarse con elegir una flor caída. Lelouch pasó por una acera alfombrada de preciosas flores rosadas. Miró arriba y descubrió un melancólico árbol cuyas ramas estaban desnudas. Lelouch se agachó, escogió la flor menos maltratada por los zapatos de las personas y reemprendió su camino.
https://youtu.be/24WkGeEWPHQ
Lelouch ingresó en el cementerio y localizó la cripta de los Britannia al cabo de un largo rato de deambular entre diferentes las parcelas. A sabiendas de que ese momento llegaría tarde o temprano, Lelouch ya había mandado a replicar la llave. Abrió la cripta. La urna de Nunnally era la única que no tenía una foto en el columbario. Lelouch lo dedujo y, por lo tanto, había venido con una foto enmarcada en un portarretrato. La sacó de la caja y la colocó junto a la urna. Sucesivamente sustituyó los nomeolvides y crisantemos ya marchitos que de seguro Cornelia y el presidente Schneizel habían dejado por su flor silvestre. Lelouch se puso a sacar las cosas que estaban en la caja. Ahí había almacenado los objetos personales más preciados de Nunnally (Lelouch los había recogido de su antigua casa un día que fue a visitar a Kallen). Lelouch procedió a «enseñárselos» a su hermana.
«Aquí está tu gargantilla de mariposa. Tu animal favorito. Me asombró ver que tenías tanta bisutería de mariposas. No me había fijado. Tu hermano mayor puede ser despistado a veces. Me pesa reconocerlo. ¡Ja, ja, ja! Está bien. Confío que no vas a revelar mi secreto».
«Desde luego. No podía faltar tu rosario de plata de pulsera. Nunca salías sin él».
«Siempre te han gustado los vestidos. Tienes lleno el closet de ellos y todos son bonitos. Me decanté por este ya que la lavanda es tu color favorito. Desearía que lo hubieras llevado en tu... Bueno, tú ya sabes».
«Te traje también té de manzanilla. Me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que era tu té favorito. En cualquier caso, no importa. Todas las tardes bebías té con galletas o rollitos de canela. Te gustaba que las horneara para ti, ¿verdad? Te debo una bandeja. Yo me convertí en un excelente cocinero por ti, ¿lo sabías? Me pregunto si alguna vez te diste cuenta de lo que yo era capaz de hacer por ti. No importa».
«¿Te acuerdas de la grulla de papel que hicimos con Suzaku? La tuya fue la mejor de todas. ¡¿Qué dices?! Estoy siendo sincero. No te mentiría con eso».
Para el final, Lelouch dejó las zapatillas de ballet. Tan pronto él las apretó contra su pecho, un espasmo atravesó los rasgos de Lelouch con tal rapidez que pareció una sombra.
https://youtu.be/9O-2oepDcZs
Nunnally resultó la gran perdedora aquella fatídica noche. Perdió sus piernas, su vista y, peor aún, su futuro. Ella sufrió en gran cantidad cuando recibió la noticia de que había perdido la movilidad en las piernas permanentemente. Comprendía el significado. Ya no se consagraría como bailarina de ballet. El fracaso en el juicio acabó por hundirla en la depresión. Nunnally se encerró en sí misma enmudeciendo. Los Ashford decidieron enviarla a ella y a Lelouch a terapia, considerando el trauma que ambos hermanos pasaron. Tuvieron reacciones distintas al tratamiento. Nunnally mejoró y con el tiempo superó su enfermedad. Lelouch, en cambio, no estaba avanzando. Cualquier estímulo positivo que empezaba a aflorar se extinguía apenas observaba a su hermana y sus piernas tiesas. Y se avivaban sus deseos de venganza.
—A Nunnally no solo le arrebataron las piernas y la vista, le arrebataron su sueño. A los dos nos quitaron nuestro hogar, nuestra madre, nuestro mejor amigo, nuestra vida, incluso nuestra dignidad —había contado el pequeño Lelouch a su terapeuta—. Yo antes era un niño honesto. Ahora no soy más que un mentiroso. Pero no es cierto. ¡No lo soy!
—¿Quién eres, entonces?
—¿Sinceramente? No lo sé —había replicado el chico riendo por la nariz.
—Está bien. ¿Qué te gustaría ser?
—¿Qué me gustaría ser? —había vacilado Lelouch. Entornó los párpados y deliberó—. Me gustaría ser un demonio.
—¿Un demonio? —había repetido confundido el hombre que lo atendía. Quizá era la primera vez que el terapeuta expresaba una auténtica emoción—. ¿Por qué?
—Porque de ese modo podré atormentar y castigar a los malvados.
—Conque quieres vengarte. Olvídalo, Lelouch —le había advertido su terapeuta con ese tono mecánico y flemático típico de los especialistas—. Aunque tengas éxito con tu venganza, tu mundo entero quedará en ruinas y tendrás un vacío.
—¿En ruinas? Mi mundo entero está hecho pedazos —había discutido el niño con encendida pasión—. ¿Vacío? Yo ya estoy muerto, apenas soy un cadáver disfrazado de un niño viviendo una vida vacía. Soy un zombi.
—Eso no es del todo cierto —había rebatido—. Tu vida no puede ser vacía, si todavía tienes a Nunnally ¿o me estás diciendo que, después de todo, su presencia no te aporta nada? ¿Crees que Nunnally estaría de acuerdo con tu venganza? —había cuestionado—. Escucha, Lelouch. No quieres esto realmente. Eres mejor persona que...
—No lo soy. Cada día empeoro y usted lo sabe. Ha estado en mi cabeza estos meses —había susurrado el pequeño moviendo negativamente la cabeza. La humedad inundaba sus ojitos—. No me interesa ser mejor persona...
El joven Lelouch se levantó del sillón y anunció que quería terminar las sesiones. El terapeuta accedió a sus deseos. No podía ayudar a alguien que no quería ayudarse a sí mismo. El resto es una historia que ya conocen los lectores. Lelouch salió de la cripta, la cerró y le echó llave. Enseguida, buscó un contenedor de basura y llevó a cabo la última etapa de su ritual. Con el encendedor, Lelouch quemó cada una de las pertenencias de Nunnally y las fue tirando dentro del contenedor entretanto se regaban lágrimas ardientes sobre su rostro.
— Me hubiera gustado decirte que sí lo intenté, Nunnally. De verdad. Juro que intenté tener una vida normal y fracasé estrepitosamente. Tú no lo notaste porque tu hermano mayor es un buen mentiroso... Sí, tienes razón. Eso no es motivo de orgullo —concordó reprimiendo una sonrisa con aires de suficiencia. Se sorbió la nariz y prosiguió con gravedad—: de pronto me cansé de fingir que estaba bien y comencé a preparar mi plan... Lo hice por mí, para recuperar todo lo que perdí aquel día. No todas las personas sanamos por medio del perdón, Nunnally. No todos somos como tú. Algunos sanamos mediante la venganza. Algunos son como yo —explicó con un asentimiento. Lelouch prendió fuego a las zapatillas de ballet y las arrojó. Las llamas chasquearon—. Con todo y eso, nunca fue mi intención herirte. Te amaba. Todavía te amo. Ojalá mis palabras lleguen adonde estés y puedas perdonar a tu estúpido hermano mayor algún día —sollozó Lelouch transido por el dolor. Sus hombros se agitaron a causa del llanto. Para terminar, él condujo los temblorosos dedos a sus labios y le mandó un beso—. Te veré pronto, hermanita.
https://youtu.be/o7HDkA--R3Q
Las llamas parpadearon y Lelouch sonrió abatido. Había una pequeña mentira en esa emotiva despedida. Si bien era cierto que Lelouch apostó toda su vida a la venganza, había visualizado una vida normal con Kallen. Hasta que la conoció, jamás había anhelado su propia felicidad. Antes bien, todo lo que aspiraba para sí mismo era encontrar la paz y la justicia. La felicidad estaba reservada para Nunnally. Pero, cada vez que se sumergía en sus ojos azulados, Lelouch sentía que era capaz de renunciar a todo y dedicar el resto de su existencia a amarla y hacerla feliz y serlo también con ella. Quizás por eso se apartó de Kallen.
Lelouch vio por encima de su hombro. El fuego voraz consumía a Camelot. El cielo se había teñido de un anaranjado fosforescente salpicado por chispas. Una humareda intensa arropaba a Pendragón. El infierno estaba aquí finalmente y reclamaba a su rey demonio, a su príncipe de las tinieblas. A lo lejos se podía percibir las sirenas del camión de bomberos.
—Lo siento, Nunnally. Lo siento, Kallen. Estoy harto del amor. Quiero ser fiel a mi ira, mi odio, mi dolor y mi venganza. Así es como me siento vivo...
Lelouch lanzó una risa seca y sardónica. La ahogó tapándose la boca. Ciertas risas protegían el corazón del sufrimiento. El villano sacó un cigarrillo de la caja en el bolsillo de su pantalón y lo prendió. Fumó con calma. Los placeres y los vicios se disfrutaban mejor despacio. «¡Eso es! No necesito un camino al cual volver». Una vez listo, él tiró el cigarrillo y en el acto se puso en movimiento.
Era la hora de juzgar y castigar a Schneizel por sus pecados.
N/A: ¡atención, malvaviscos asados! Estamos cerca del desenlace del fanfic. El próximo capítulo es el final de este tercer libro, que ha sido indudablemente la parte más extensa de esta historia. Aunque pude dividirla, no lo hice para preservar la unidad temática. ¿Qué puedo decirles del proceso creativo de este capítulo? Hay tres escenas que deseo destacar y comentar.
La primera es la resolución del arco narrativo de Marianne. Me he fijado que el fandom la representa de dos maneras en los fanfics: o como una madre abnegada o como una madre negligente (fiel a su contraparte del canon). Mi versión de Marianne se encuentra a medio camino entre las dos. Es una figura trágica. Se trata de una mujer cuya cordura va deteriorándose, a medida que intenta equilibrar su (extraña) autorrealización y su maternidad. Es una mala madre que ha dañado a sus hijos de una forma irreparable y es incapaz de percatarse de la magnitud del trauma porque se ha encerrado a sí misma en una burbuja para no ver la realidad como un mecanismo de defensa. En su afán de resarcir sus errores y reafirmarse como una buena madre, abre los ojos a la realidad y se precipita a la locura y se suicida. Dudo que Lelouch pudiera anticipar que Marianne se mataría y se llevaría consigo el Proyecto Geass, no obstante, sí era consciente de que la lastimaría. Considero que es una venganza perfecta ya que él le devuelve a Marianne todo lo que le ha hecho: la utiliza, la manipula y luego la abandona y destroza su estado mental. Su muerte junto a la de Charles y la de Luciano es de las más crueles y poéticas.
No estaba segura si podía escribir la escena de Zero. Inclusive consideré eliminarla. No lo hice porque Zero, al igual que su contraparte en el canon, se convirtió en su propio personaje y aunque había limpiado su nombre en el capítulo anterior, era necesario que se convirtiera en un héroe. De lo contrario, seguiría siendo un criminal y Zero es mucho más que eso. Por suerte, la escena fluyó durante la escritura y fue un placer leerla. Creo que es una de las escenas más épicas en general del tercer libro.
La escena en el cementerio, por otro lado, es mi favorita del capítulo. Allí se desarrollan dos situaciones a la vez: la despedida a Nunnally y la reafirmación de la venganza. Era necesario que Lelouch se despidiera de Nunnally para poder seguir avanzando y, a la vez, se sincerara consigo mismo. No creo que mi Lelouch tuviera la misma dependencia emocional que el Lelouch canon hacia ella. Tampoco creo que él llegó a usarla como un chivo expiatorio como lo hizo su contraparte en el anime. Sin embargo, mi Lelouch tiene el mismo trauma de la pérdida. Él siempre se sintió culpable por no poder cumplir la promesa que le hizo a Nunnally dado el veredicto que se levantó en el juicio, así como se sintió culpable por tener que mentirle y por su propia muerte. Además de que sufrió bastante por el estado en que quedó su hermana: con ceguera psicosomática y condición parapléjica. De modo que él no podía pasar al siguiente capítulo de su vida, si no hacía las paces con su pasado y Nunnally es parte de ello. Creo que esta escena es un paralelo de la escena bajo la lluvia en que Suzaku abraza a su yo infantil. Y me gustó que esta escena le diera sentido a la venganza de Lelouch ya que a lo largo de la historia tuvo momentos de duda y pudo haberse echado para atrás, pero aquí sabemos por qué Lelouch tiene que llevar su plan hasta las últimas consecuencias. La venganza tiene múltiples enfoques y mi intención es dar diferentes respuestas. La venganza como camino de autodestrucción resuena con más fuerza ya que Code Geass es una tragedia y este es el enfoque trágico y, por extensión, el más fiel a la naturaleza del anime.
Dicho esto, ¿ustedes creen que Lelouch podrá sanar una vez que complete su venganza o se destruirá? ¿Qué les pareció la despedida a Nunnally? ¿Por qué creen que Nunnally pudo seguir adelante, mientras que Lelouch no? ¿Qué les parece el tratamiento que le he dado a Zero? ¿Kallen conseguirá convencer a Kanon de que la deje representarlo? ¿Cómo creen que ella podrá separarlo de Schneizel, en ese caso? ¿Minami aceptará ser defendido por Kaguya? ¿Qué opinan de las razones que Suzaku dio a Nina para seguir peleando por un mundo tan podrido? ¿Qué les parece este Suzaku que ha encontrado por fin la paz mental y empieza a aceptarse? ¿Qué piensan de la resolución del arco narrativo de Marianne y de la venganza de Lelouch hacia su madre? ? ¿Creen que la teoría de Marianne es correcta? De ser así, ¿cuál creen que es el deseo del corazón de Lelouch contra el que se rebeló y por qué? ¿Qué impresión tuvieron cuando se reveló que Marianne mató a Víctor para proteger a Lelouch? ¿Les gustó la reconciliación de Suzaku y Kallen? ¿Cuáles son las teorías que barajan para el final del fanfic? ¿Qué expectativas tienen? ¿Cuál fue su escena favorita?
Nos leemos en el final del tercer libro, el cual he titulado adecuadamente: «Jaque mate». Les agradezco infinitamente por su paciencia y apoyo. Prometo no decepcionarlos.
¡Besos en la cola!
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