Capítulo 39: Ejecución

El presidente Schneizel se presentó al lado del abogado Waldstein en su reunión con el fiscal Guilford en un restaurante. Ya había invitado al fiscal jefe a su casa en anteriores ocasiones, a pesar de los riesgos. Ahora que había un caso en espera de un proceso judicial que implicaba un miembro de la familia, era mejor que el presidente evitara pasearse por la oficina del fiscal o que este se acercara a la mansión Britannia. Aun cuando parecía una tontería verse afuera, era el plan más seguro. Su asistente hizo una reservación de antemano y pagó una generosa cantidad al jefe de comedor para que alejara a los curiosos, así como sobornó a un camarero para que los atendiera por la tarde. Entre menos supieran que estaban ahí, mejor. Entonces, el fiscal jefe ya estaba ocupando uno de sus asientos y bebiendo agua. Es oportuno recordarle al lector que el presidente Schneizel le había comisionado la tarea de encontrar un fiscal para el caso de su hermano. Un fiscal competente, dócil y armado con una determinación acérrima que pudiera doblegar sus escrúpulos morales, si fuera necesario. De preferencia que fuera un fiscal en ascenso. Alguien con una carrera prometedora. El fiscal Guilford logró localizar un fiscal que encajaba con el perfil de su búsqueda y de inmediato se comunicó con el presidente vía telefónica para darle la buena noticia. De hecho, el objetivo de esta cita era entrevistarse con el aludido. No estaba con el fiscal Guilford, por lo que debería sumárseles pronto.

Para el abogado Waldstein, era incómodo comer con el sujeto que levantó una investigación en su contra en el despacho que había sido suya en el pasado. Todas las oficinas de la fiscalía tenían la misma pinta aburrida. Todas contaban con un juego de tres escritorios para el fiscal, su asistente y el inspector y una hilera de archivadores. El despacho del fiscal jefe destacaba por sus dimensiones anchas y el enorme emblema de la fiscalía en la pared del fondo junto al asta de la bandera. Y el fiscal Guildford se había apropiado de esa oficina. Bueno, cualquier sentimiento de hostilidad debía ignorarlo por el bien de la entrevista. Pasados unos minutos, el camarero les tomó la orden. El fiscal jefe ordenó por el comensal que faltaba y enseguida procedió a contarle el proceso de búsqueda y los candidatos al presidente.

Estaba sopesando entre las fiscales Dorothea Ernst y Nonette Enneagram. Las dos eran unas veteranas. A la primera la apodaban «hiena» por su carácter dominante e implacable. Su fama había roto las barreras de la fiscalía llegando hasta el público general a través de los medios. Nadie que había escuchado de ella deseaba que fuera su fiscal. La segunda tenía un carácter diametralmente opuesto a su colega. Era jovial y bonachona. Sin embargo, no por ello debía ser subestimada ya que era una de las fiscales con más éxitos acumulados en su carrera. Con todo, el fiscal Guildford rechazó tan buenos perfiles por un candidato aún mejor.

—Si acaso era su misión avivar mi curiosidad, le complacerá saber que lo ha logrado. Estoy oficialmente intrigado. Me impacienta conocer al fiscal que ha superado a Ernst y Enneagram —admitió el presidente. Daba sorbos lentos a la copa de vino como si fuera un néctar.

—Y lo hará, señor. Me acaba de escribir que está estacionándose enfrente —indicó, al tiempo que estaba revisando los mensajes de su teléfono—. Estará con nosotros en breve.

El fiscal Guilford estaba igual de ansioso que el presidente, incluso si él no lo manifestaba a viva voz. El brillo del sudor sobre su cara y la pierna inquieta debajo de la mesa constituían la prueba. El fiscal Guilford siempre había sido una persona con un temperamento nervioso. Había aprendido a mantener a raya sus nervios luego de incorporarse a la fiscalía. El abogado Waldstein, por otra parte, había bebido un trago de agua y de ahí en adelante no había vuelto a tocar su vaso. Ni el presidente ni el fiscal cayeron en cuenta. Tal vez si el fiscal Guildford no estuviera perdido en sus reflexiones. En esto, una figura atravesó la cortina de cuentas.

—¡Ah, ya llegó! Por fin estamos complejos —anunció el fiscal Guilford.

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El presidente lanzó una mirada por encima del hombro. El abogado ladeó la cabeza. Parado en el umbral, estaba Suzaku. Vestía un traje negro.

—Soy el fiscal Suzaku Kururugi, a sus servicios.

Y Suzaku remató el saludo inclinándose cortésmente. Las miradas del presidente Schneizel y el abogado Waldstein se clavaron en el recién llegado como dardos en una diana. Atónito, el abogado saltó fuera de su asiento. Muy distinta fue la reacción del presidente. La irrupción del fiscal había congelado sus miembros y su gesto.

—¡¿Nos está tomando el pelo, fiscal Guilford?! —increpó el abogado Waldstein—. Esta no es manera de hacernos perder el tiempo.

—No lo hago, señor —desmintió el fiscal Guildford—. El fiscal Kururugi fue designado para trabajar en el caso de Lelouch vi Britannia y el caso que está manejando el fiscal Weinberg.

El día que Suzaku visitó al fiscal Guilford en su oficina, no solo fue a entregarle la caja con evidencias del difunto presidente Charles. Esa era la primera tarea que debía tachar en su lista y, en cierta medida, fue un objeto distractor, ya que Suzaku sabía con seguridad que su paso por la fiscalía alertaría a los espías del presidente Schneizel dentro del edificio. En realidad, él tenía un motivo adicional para verse con su mentor: proponerle una operación encubierta. Suzaku dedujo que el presidente se movilizaría rápido para buscar a alguien sobornable que pudiera reemplazar a Bismarck Waldstein en sus funciones de fiscal jefe una vez dimitiera y era probable que el fiscal Guilford fuera considerado para el puesto. El plan consistía en que el fiscal Guilford fingiera aceptar la mano que el presidente le tendiera, después él se ganaría la confianza del presidente Schneizel para que él lo convirtiera en su socio y el fiscal Guilford pudiera hacer seguimiento a las actividades ilícitas de la empresa. Suzaku le dijo que lo habría hecho él mismo, si no hubiera sido tan tonto y ciego. Difícilmente ahora el presidente volvería a confiar en él, habiendo ayudado a Lelouch. El fiscal Guildford accedió participar en el plan. Creía en la corazonada de su pupilo acerca de los medios turbios del conglomerado. Además,

sabía que si él no lo hacía, el presidente seguiría la búsqueda. Tanto él como el fiscal general, a quien el fiscal Guilford puso al corriente de inmediato, estaban muy impresionados con la audacia y la astucia de Suzaku. Todo el crédito era para él.

—A menos que yo haya entendido mal, el fiscal Kururugi había sido dado de baja —comentó el presidente.

—Me temo que eso se debe a una malinterpretación de los medios. El fiscal Kururugi jamás fue despedido ni renunció. Tan solo fue suspendido. Pero hoy se reincorpora a sus actividades normales —aclaró el fiscal Guildford.

El presidente Schneizel no había desviado ni por un instante sus ojos inquisitivos y reflexivos del fiscal. Empezó a hacerse la luz en su mente. Le habían tendido una trampa y estaba seguro de que su antiguo protegido lo había planeado todo. Quizás el fiscal Kururugi intuyó que el presidente nunca sospecharía de que se trataba de un ardid al ser tan obvio. Demostró tener razón. El fiscal Kururugi, que lo había estado mirando de reojo, exhibió una sonrisa ambigua y dio unos cuantos pasos en dirección del presidente. Era su turno de hablar.

—Tengo entendido que usted buscaba un fiscal prometedor y competente, señor.

—Y dócil, una virtud con la que no fue bendecido, fiscal Kururugi —le sonrió el presidente, apoyando los codos en la mesa y dándose golpecitos en el dorso de la mano.

—No siempre se obtiene todo en la vida, desgraciadamente —replicó el fiscal sin lamentarse de corazón—. Dígame algo, si tuviera que elegir, ¿prefiere un fiscal dócil o uno determinado a ganar cueste lo que cueste?

—¿Está insinuando que posee esa determinación? —indagó su interlocutor alzando una ceja.

—Estoy insinuando que tengo algo que me diferencia de mis colegas: una razón para ganar. Lelouch vi Britannia es un presunto sospechoso de ser Zero, el caso más ambicioso en el que he trabajado. Me pesa no haber tenido tiempo de confirmar su identidad, pero ya no importa. Lelouch es un asesino sin lugar a dudas y es hora de que lo encierren. Y quiero ser yo quien haga los honores. He estado detrás de Lelouch por largo tiempo. Es mi deber atraparlo. Nadie más tiene ese derecho —afirmó. Su rostro había adquirido un rasgo de decisión—. Yo soy el fiscal que necesita.

—¡Estoy sin palabras, fiscal Kururugi! Creí que había hecho las paces con mi hermano y se habían vuelto socios, ¿o no estaba trabajando en su bufete de abogados?

—Me alegra que pregunte. En realidad, eso era una estrategia para acercarme a él, estudiarlo detenidamente y cosechar pruebas —explicó Suzaku, orgulloso—. Lelouch es distinto a otros sospechosos que he procesado. Extremadamente escurridizo y astuto. Y conocedor de la ley, para colmo. Tuve que cambiar mis métodos para apresarlo y, a juzgar por lo visto, mi humilde operación encubierta resultó. Los engañé a ambos.

—No solo sus métodos han cambiado; igual usted. Antes «apestaba a decencia»; ahora habla la lengua del engaño con fluidez y está dispuesto a recurrir a los medios que sean necesarios para tomar la victoria. No sé si pueda acostumbrarme a su nuevo yo.

A Suzaku le pareció curiosa la forma del presidente de referirse a su entereza. Como si fuera un mal olor que podía despojarse fácilmente con agua y jabón. Como si fuera algo malo que debía deshacerse. Como si fuera algo tangible. Bueno, el presidente, al igual que su padre y su hermano, era un buen juez de carácter. Y, en todo caso, Suzaku no podía quitarle la razón. Había cambiado bastante. El engaño no era su lengua materna, pero la aprendió rápido.

—Quizás en cuanto me permita explicarle mi plan para la acusación, mejor se adaptará a mi nuevo yo. ¿Está bien si procedemos?

La sonrisa del presidente Schneizel se extendió por sus labios. Acto seguido, invitó a Suzaku a tomar asiento y dio inicio a la reunión apenas él tomó su lugar entre ellos.

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Kallen no regresó a casa. No quería ir allí. Su apartamento había sido propiedad de Lelouch. Por lo tanto, la esencia de Lelouch inundaba todo el lugar hasta los rincones y Kallen deseaba alejarse tanto como pudiera de él. No le importaba adonde fuera mientras no tuviera que ver con Lelouch. Esa fue la idea cuando ella abandonó abruptamente la mansión en un arranque de impulsividad. Estuvo dando vueltas en su moto sin rumbo definido. Agradeció detenerse en el cruce de semáforos. La humedad estaba enturbiando su campo de visión y la incipiente jaqueca agudizaba el malestar. Tantas horas bajo el sol la estaban afectando. Divisó entonces un bar y decidió entrar. Allí podría pensar con tranquilidad en dónde iba a pasar la noche o, por lo menos, podría posponer el viaje de retorno a casa. Tal vez si tomaba suficiente y tenía suerte, algún policía la detendría y la arrestaría por conducir borracha o, si no, podría chocar y ser enviada a emergencias. En esos momentos, el hospital y la comisaría le parecían mejores destinos que su casa.

Kallen se sentó en la barra y pidió un Brezza. El cóctel mojó sus labios y calentó su cuerpo. La cálida sensación difundiéndose por su organismo se sintió placentera, por lo cual Kallen ordenó una segunda ronda y otra y otra, ¿acaso alguien las cuenta? En eso, Kallen tuvo un pensamiento gracioso. Se le ocurrió que Lelouch era como su cóctel. Un buen acompañante nocturno. Precioso, seductor. Frío en la superficie, caliente en el interior. Que dejaba un regusto amargo en el paladar y dulce en el fondo de la garganta. Un elixir sabroso y a la vez prohibido cuyos efectos eran increíbles, pero pasajeros. Y le gustaba tenerlo dentro de ella. ¿Merecía la pena beber tal elixir por esa deliciosa, aunque efímera, impresión, si las consecuencias eran devastadoras?

Kallen escupió una risa tonta. Debía estar terriblemente ebria para haber comparado el Brezza en su mano con Lelouch. Sin más, Kallen siguió bebiendo despreocupada. Su pudor se había esfumado con los tragos. Al final, lo que la hizo despegarse de la botella fue la mirada lasciva de un tipo que estaba sentado en el extremo de la barra. Kallen no tenía que ser adivina para saber que estaba viendo su escote. Las personas a veces hacían eso. Era uno de los problemas con que lidiaban las mujeres con busto prominente. Si bien ella hallaba molesta la situación como cualquier mujer, le gustaba vestir blusas descostadas (así como usar pantalones cortos y ombligueras). Kallen se sentía segura y cómoda con su cuerpo. Solo una vez la pelirroja no se sintió así. Un sujeto, con quien tuvo una cita y rechazó tener sexo con él, le dijo despechado que ningún hombre que estuviera con ella la amaría y solamente desearía su cuerpo. Kallen le asestó un puñetazo que le rompió un diente y lo despachó. Ella sabía que la había ofendido porque había herido su ego y, aun así, no evitó que algunas inseguridades con respecto a ella misma sugieran. En aquel tiempo ella había roto recientemente con su segundo novio y estaba ansiosa por una segunda (o tercera) oportunidad en el amor, por lo que tuvo algunas citas que no se concretaron en relaciones.

Kallen decidió que no debía apurar las cosas, sino esperar a que su corazón hablara. Años más tarde, su nuevo amor llegaría en la forma que menos se imaginaba: el imbécil arrogante de Lelouch Lamperouge. Lelouch también era susceptible a los atributos generosos que la naturaleza le había regalado. Kallen se había fijado por el rubor que pintaba sus mejillas, por sus miradas y sus caricias. Lelouch disimulaba o moderaba, más bien, su deseo picándola y jugando a ser un pervertido con bromas irreverentes. Sin embargo, a Kallen le constaba que la atracción de Lelouch por ella trascendía el físico. En una ocasión, Kallen le preguntó cuál cualidad le gustaba más de ella y Lelouch contestó que apreciaba su valentía, su lealtad, su compasión, su sinceridad, su determinación, su bondad y su resiliencia, sobre todo. Era la virtud que más admiraba de ella. Kallen se asombró: ningún conocido suyo había reconocido su capacidad de sobreponerse a las adversidades —de hecho, no le parecía algo tan grandioso—. Complacida con la respuesta, Kallen le hizo una felación, a sabiendas de que él lo disfrutaba más que ella.

De vuelta en el presente, Kallen se revolvió el pelo frustradamente. Llamó a Lelouch «pedazo de idiota». Luego se corrigió apesadumbrada llamándose a sí misma «idiota». Ella era quien decidió amarlo a pesar de que era un mentiroso. Ella era quien estaba pensando en él, incluso cuando la propia Kallen había pedido darse un tiempo. Siempre que quería exiliar a Lelouch de su memoria, él se anclaba con más firmeza. Kallen optó por pagar y marcharse ya que no quería terminar la noche involucrándose en un lío legal. 

https://youtu.be/BRbphOIWmlA

Desgraciadamente, no había podido pensar dónde quedarse esa noche. Su casa seguía siendo su última opción. Todavía no estaba preparada para enfrentar el fantasma de Lelouch. El problema radicaba en que no tenía otro lugar adónde ir. Shirley, que la había hospedado en su apartamento gentilmente antes, estaba muerta. Su padre estaba descartado. Ohgi aparentaba ser la opción menos mala de las tres. Él ya la había visto ebria y su relación estaba en mejores términos. Kallen se habría ido con él, sino fuera porque la razón de la pelea que los separó era Lelouch. Temía que Ohgi usara su discusión para justificar su desconfianza hacia Lelouch y definitivamente sería insoportable recibir una charla del estilo «te lo dije» a esas alturas de la vida. Kallen maldijo su suerte.

Ya cuando creía que su situación no podía ser peor, tuvo arcadas. Kallen se agarró el estómago con una mano y la boca con la otra y barrió con la mirada el perímetro en busca de las alcantarillas. Por obra de algún milagro, ella consiguió contener las náuseas hasta llegar las alcantarillas donde vació incluso las entrañas. Seguidamente Kallen se tendió en la parada del autobús para descansar y respirar algo de aire fresco. Había quedado mareada y con las piernas temblando como gelatina. De soslayo, Kallen reparó que algunas personas la miraban con lástima. «¡Pobre! ¡Tan joven, tan hermosa y es alcohólica!». Otros la juzgaban con una mirada dura. «¿No le da vergüenza beber a deshora?». En cualquier caso, todos se alejaban como si tuviera lepra. Kallen no se vio afectada por eso. Toda su atención estaba concentrada en Lelouch.

En un arrebato impulsivo, Kallen se arrancó furiosamente el colgante de corazón que Lelouch le había obsequiado con cariño. Estaba por botarlo en la misma alcantarilla por la que se habían escurrido sus fluidos, cuando cayó sobre sus rodillas. No podía hacerlo. No podía deshacerse del collar ni podía arrancar a Lelouch de su corazón sin arrancar una parte de ella también; pues Lelouch había echado raíces en su corazón desde hacía tiempo. Kallen había estado luchando contra las lágrimas durante esas horas. Había hecho un gran esfuerzo por reprimirlas ya que odiaba que las personas vieran esos ríos de agua salina correr por su rostro enrojecido. Empero ahora mismo era superior a sus fuerzas. Estaba «enferma de amor» por él y los medicamentos que requería para calmar su dolor era la soledad, la reflexión y el desahogo. Kallen lloró a lágrima viva.

https://youtu.be/ZHmnAF69Wws

Suzaku ya había finalizado su reunión clandestina con el presidente, el abogado Waldstein y el fiscal Guilford. De camino a su apartamento, le pareció entrever a Kallen arrodillada cerca de la parada del autobús. Suzaku redujo la velocidad de su coche, conforme se aproximaba. El rostro de la pelirroja estaba oculto detrás de sus manos, por lo que no se apreciaba bien su identidad. Aun así, Suzaku era capaz de reconocer esa corta melena rojiza y voluminosa en donde fuera. Hubo algo en Kallen que lo alarmó más allá de la posición peculiar: la agitación entrecortada de sus hombros. Supo que estaba llorando. El pie de Suzaku que flotaba indeciso sobre el pedal de freno lo aplastó. La parada del bus estaba prácticamente en la esquina de la cuadra, lo que obligó a Suzaku a rodear aquel ángulo saliente para apearse del auto. Se inclinó sobre ella.

—¿Kallen?

Suzaku tocó su hombro. Ella creyó que era el pervertido del bar. Asustada, dio un cabezazo. La parte posterior de su cráneo se estrelló contra su rodilla.

—¡Auch! ¡Demonios! —maldijo Suzaku, pegando saltitos mientras se sujetaba su rodilla.

—¡Ay, lo siento! ¡No quise...!

Kallen se volvió. Su expresión apenada fue sustituida por una de indiferencia en cuanto cruzó una mirada con él.

—¡Ah, eres tú! ¡Entonces olvídalo!

—¡Oye, no tienes por qué ser grosera! Mi intención es ayudarte, lamento si te asusté —gimió Suzaku, apoyando el pie cuidadosamente en el suelo. La rodilla todavía le palpitaba—. Dime, ¿por qué estabas llorando?

—No te importa.

—Si no me dices, te llevaré a tu casa. Apestas a alcohol. No puedes conducir en ese estado y no te dejaré como estás.

—¡Ni se te ocurra ponerme un dedo encima o te golpearé de verdad! —chilló, alejándose de él sin darle la espalda.

—¿Ah, sí? Me gustaría verte intentándolo —la desafió, sarcástico—. Pero, ya en serio, ¿por qué llorabas?

—¡Voy a gritar tan fuerte que vendrán a salvarme del acosador!

—Creo que sabes mejor que yo que todos se preocupan por sí mismos y pocos actúan por el bien de los otros y no hay nadie en la calle, además de nosotros —señaló. Suzaku cambió el tono por uno más afable—. ¡Vamos! Sabes que no quiero hacerte daño. Puedes decirme.

Los labios de Kallen permanecieron testarudamente sellados. Suzaku puso los ojos en blanco ante su actitud. Kallen sentía que el mundo a su alrededor giraba bastante deprisa, su vista se nublaba y trastabillaba. No podía vencer a Suzaku en un combate cuerpo a cuerpo ni escapar de él en esas condiciones. Ambos lo sabían. De modo que cuando Suzaku avanzó hacia ella, Kallen retrocedió y profirió:

—Porque estoy evitando a Lelouch —Suzaku no dijo nada. Kallen interpretó el mutismo de su interlocutor como una incitación a extender su respuesta. Agregó a regañadientes—: nos peleamos —Suzaku la animó a seguir contándole con un ademán. Ella musitó incómoda—: me mintió de nuevo.

Suzaku asintió varias con la cabeza y se sentó en el banco en el que antes estaba la pelirroja.

—Ese es el problema con los mentirosos. Sabes que la primera mentira nunca será la última, por lo que vives dudando de su palabra continuamente. No puedes confiar en los mentirosos. Es por ese motivo que me cuesta confiar en Lelouch —suspiró Suzaku. Le echó una mirada a Kallen—. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué fue diferente esta vez?

—No creas que perdoné sus mentiras anteriores. Las toleré en su momento porque sucedieron dentro de unos contextos particulares —recalcó a la defensiva—. La primera mentira fue su acercamiento. Fingió conocerme cuando sabía quién era yo y mi hermano. Deliberadamente Lelouch ocultó información valiosa sobre mi hermano y el hecho de que me solicitó unirme a su bufete con otras intenciones. Eso me produjo miedo. No solo lo hizo porque desconfiaba de mí, lo hizo, además, porque quería asegurarse de que no rechazara su ofrecimiento. Diseñó un plan para mí. Me trató como uno de sus casos judiciales —explicó. Para entonces, Kallen había tomado asiento al lado de Suzaku y había apoyado ambos puños en sus mejillas. Suzaku le reprochó chasqueando la lengua.

—¡Uf! Esa es una alerta roja gigantesca. En tu lugar, me habría ido inmediatamente.

—Lo sé. No soy boba. Es lo que quería que hiciera mi instinto y en circunstancias normales le hubiera hecho caso. No lo hice porque quería descubrir por qué desapareció mi hermano y Lelouch me prometió que juntos encontraríamos la verdad y castigaríamos a los culpables, si lo ayudaba con su venganza. Lo confieso. Yo estaba furiosa la primera vez. Odio que me mientan. No existía ninguna necesidad. Si Lelouch me hubiera conocido, habría bastado con que me preguntara directamente y habría accedido encantada. Aun así, lo dejé pasar por la lección que me dio de mí misma y del mundo que estaba por enfrentar. Me hizo conocer los límites que tenía que cruzar y las herramientas que emplearía. Me enseñó que podía ganar el juego contra Britannia. Sin embargo, la segunda vez estaba decepcionada. Ya Lelouch y yo no éramos unos extraños. Éramos socios del crimen. Nos habíamos hecho más íntimos. ¿Qué razón tenía para seguir escondiéndome cosas? —se preguntó Kallen a sí misma. Su voz fue apagándose mientras relataba. Al parecer, aún habían quedado algunas esquirlas en el hueco de su corazón—. Tampoco me largué entonces porque había profundizado mucho más en su pasado y pude entenderlo mejor. No es una mala persona ni es su pretensión herirme. Es su trauma que lo ha encerrado en una coraza protectora contra el dolor. Él fue traicionado antes y teme soportar otra traición. Es por eso que me esforcé por crear un ambiente cómodo para los dos cuando comenzamos a salir, para que no temiera mostrarme su vulnerabilidad. Y creí que lo había logrado, pero ya vi que me equivoqué. Tal vez pienses que estoy loca o...

Kallen se rió avergonzada y se sorbió los mocos. La estaba incomodando el goteo de la nariz. Suzaku eliminó sus inquietudes negando con la cabeza.

—No te estoy juzgando. Solo estaba pensando que el trauma no debería ser excusa para tratar mal a las personas, sobre todo aquellas que tratan de ayudarnos —aclaró—. Bien. ¿Cuál fue la tercera mentira?

https://youtu.be/inmY3ucgzVc

Incluso habiéndole explicado los precedentes, Kallen no podía contarle a Suzaku cuál era su problema sin contextualizarlo. Primero, le contó quién era su hermano y cuándo desapareció. Le explicó que le dijo Lelouch al inicio y contrastó esa información con la que había surgido. Le describió la justificación que Lelouch le dio. Expuso sus razones personales para enojarse. También le refirió la decisión que Lelouch había tomado con el Proyecto Geass. La pelirroja intentó replicar tanto sus diálogos como los de Lelouch palabra por palabra. No quería omitir nada importante. Supuso un gran trabajo para Kallen narrar todo con un nudo en la garganta. Terminó ahogándose en sollozos y deshaciéndose nuevamente en lágrimas. Suzaku le prestó su pañuelo. La reticencia de Kallen la hizo vacilar. El moqueo nasal y los ojos lacrimosos se impuso a su contumacia. Kallen le pidió su opinión, al final.

—Bueno, él tiene un buen punto. Una vez que se confirme la existencia del Proyecto Geass y la experimentación humana, el gobierno clausurará el laboratorio. Pero la policía continuará investigando y poco a poco los horrores que el Proyecto Geass encerraba irán saliendo y los medios los filtrarán al público. De cierto modo, el Proyecto Geass nunca cerraría sus puertas.

—¡Vaya! —bufó Kallen—. No puedo creer lo que estoy oyendo: el detractor número uno de Lelouch está de su lado.

—No estoy de su lado. Estoy del lado de la verdad —se defendió Suzaku, ofendido. Se aclaró la garganta—. Independientemente de eso, concuerdo contigo. Creo que los criminales deben ser castigados por sus fechorías y sí me parece que Lelouch estaba protegiendo a su madre. No me extrañaría, de cualquier forma. Lo he visto en varios casos que he trabajado. Cuando las personas descubren que un ser querido es sospechoso de un crimen de primer grado, se resisten a aceptar los hechos hasta que ya no pueden más. En el peor de los casos, pasan a ser condescendientes para no abrir más la herida, aunque se engañan creyendo que lo hacen por amor. En el mejor, canalizan ese amor para tratar de ayudar. En otros casos, expresan rechazo y el amor es asesinado por la indiferencia o simplemente se vuelve en odio.

—Has trabajado en montones de casos, ¿verdad, señor exfiscal?

—Mi trayectoria no es muy larga. Es solo que los fiscales nos ocupamos simultáneamente de múltiples casos —puntualizó Suzaku, encogiéndose de hombros—. Por otra parte, entiendo de dónde proviene su temor de que tomes justicia por propia mano. Está fundamentado en su misma experiencia y, en ese sentido, lo valido. Antes yo hablaba ciñéndome a la ética ya que es mi mejor guía en los asuntos morales, en especial cuando me siento perdido en ellos. Ahora que lo viví en mis propias carnes, igual puedo hablar de mi experiencia. Escucha, tu vida no es lo único que la venganza cambia. También te cambia a ti. Cada pequeño paso que das en la realización de tu venganza, te arranca más y más partes de ti y de pronto no eres capaz de caer en cuenta porque estás atrapado en bucle en el peor día de tu existencia. Incluso si tienes un destello de intuición sobre lo que sucede, no importa demasiado porque te sientes sofocado por el dolor, la rabia y la frustración. La venganza te mantiene en movimiento y te distrae de tus sentimientos, pero también de todo lo demás. Vives solo para ver cumplida tu venganza. No vi el daño que me hacía a mí mismo ni a los otros hasta que casi destruyo mi vida y tengo la certeza de que nadie que haya pasado por esto le desearía lo mismo a alguien que ama. Me atrevo a decir que por eso Lelouch hizo lo que hizo. Él te ama en serio, Kallen. Lo sé y pienso que esta fue la mejor declaración de amor que pudiste obtener de él.

Como si una mano invisible hubiera cogido una brocha, un intenso rubor cundió a las mejillas de Kallen. Repentinamente sintió que había perdido su capacidad para formular respuestas. Atribuyó la culpa al calor que la estaba abrumando. Volvió a intentarlo.

—Tú dices que ya no eres más el mejor amigo de Lelouch. Pero abogar por alguien es lo que hacen los amigos. Es señal de que te importa.

—Y ya no somos mejores amigos. Odio a Lelouch por engañarme y usarme. La cosa es que... —Suzaku se rascó la cabeza. Kallen se impacientó.

—¿Es qué, Suzaku? —lo interrogó. Suzaku balbuceó. Kallen lo ayudó a articular las palabras que pugnaban por salir de su boca—. Aún lo quieres, ¿es eso?

—El odio proviene del amor, ¿no habíamos dicho eso? —masculló Suzaku—. Como sea, da igual. Que Lelouch esté enamorado no lo exime de sus pecados. Él es un delincuente desde el punto de vista de la ley y, por tanto, debe rendir cuentas ante un tribunal. Por casualidad, ¿recuerdas al Dr. Bartley Asprius?

https://youtu.be/CunU1BiAv7Q

—Sí, ¿qué hay con él?

—¿Tú sabías que se suicidó? —la reacción de Kallen contestó a la pregunta de Suzaku mejor que cualquier respuesta verbal. La quijada le colgó y quedó con la boca abierta, como si se hubiera atragantado—. Está bien si tú no lo sabías. Ocurrió al mismo tiempo que el juicio de Lelouch. Tenías la cabeza en otros asuntos en curso y más urgentes.

—¿Insinúas que Lelouch tuvo algo que ver? —tartamudeó ella y se arrepintió en el acto. No quería saber la existencia de otros secretos siniestros de Lelouch.

—Siquiera no con su muerte. Fue suicidio. El Dr. Asprius se rehusaba a resignarse a una vida en la cárcel. De por sí, era duro para él aguardar el próximo juicio, según averigüé. Siempre creí en su inocencia y no pienso que Lelouch haya sido incapaz de percibir que el Dr. Asprius era un chivo expiatorio. Tampoco creo que fue negligente. Lelouch es el doble de perceptivo que yo. En mi opinión, el problema era que él no estaba defendiendo al hombre que en teoría asesinó a Atsushi Sawazaki. Estaba juzgando y castigando al médico que perjuró en la corte en el juicio de su madre diecisiete años atrás. Te conté sobre eso, ¿no?

—Sí, lo mencionaste —asintió y se abrazó a sus piernas. Los tacones resbalaron fuera de sus pies—. Entonces, ¿crees que Lelouch contribuyó en la condena de un hombre inocente?

—Eso creí en principio. Que fue intencional. Hoy por hoy, creo que Lelouch estaba ofuscado por su venganza simplemente —observó él. No tenía que volverse para reparar en la mirada escéptica de Kallen. La sentía en su nuca. Siguió—: tú apoyaste a Lelouch en la defensa del Dr. Asprius, ¿cierto? Eso quiere decir que participaste en la investigación. Dime, ¿reunieron evidencia fáctica y comprobable que demostrara que él asesinó a Sawazaki?

—No...

—O sea que la única prueba en su contra era el testimonio de Luciano Bradley y a Lelouch, a ti y a mí nos consta que él no era un testigo fiable. Quizás mi hipótesis no sea descabellada.

Kallen siempre había creído en sus clientes. A su juicio, no tenía sentido defender un cliente si su abogado no confiaba en él. Holgaba decir que Lelouch no comulgaba con una ideología que consideraba ingenua. Por ende, el juicio de Bartley Asprius fue la primera vez que Kallen actuó contra los deseos de su cliente. ¿Cómo Lelouch consiguió que Kallen se adhiriera a su perspectiva? Solo tuvo que convencerla de que era lo correcto. No fue difícil como pudiera parecer. Hasta aquella fecha, Kallen no había trabajado en muchos casos penales. La mayoría eran civiles y mercantiles. Algún que otro laboral. Usualmente, a Kallen le tocaba abogar por los desfavorecidos. No hubo tanto drama y, claro está, Kallen no se vio implicada en dilemas éticos. Además, Lelouch tenía razón. Kallen no siempre iba a estar del lado correcto de la ley y no era tarea del abogado juzgar a sus clientes. Esas enseñanzas perdían su poder ahora que Kallen conocía la verdad. Kallen se había enorgullecido de su progreso profesional. En ese momento, sin embargo, ella se sentía diferente. No era exactamente vergüenza lo que estaba experimentando. Tampoco decepción. Sino miedo. Suzaku la sacó de su abstracción.

—Hablando de Luciano, ¿has tenido noticias de él?

—Sé lo mismo que sabe todo el mundo: que anda huyendo de la policía —suspiró Kallen.

—¿Lelouch no te dijo nada?

—¿Por qué iba a decirme algo?

—Por esto. Esta es la actualización. Mira —Suzaku sacó el celular, buscó un vídeo que tenía descargado y lo reprodujo para Kallen. Le entregó su celular. El vídeo mostraba a un exánime Luciano Bradley que a duras penas lograba abrir los párpados. El plano del vídeo encuadraba a Bradley desde la mitad del torso hasta la coronilla—. Este vídeo se filtró en la mañana y se viralizó en un dos por tres. Algunos de los internautas comentan las declaraciones de Bradley. El resto discute si él es víctima de una tortura y si es bien merecida. Pero todos se preguntan quién pudo hacerle esto y por qué.

Kallen sostenía el celular con una mano trémula. Observaba el vídeo sin pestañear. Luciano estaba admitiendo a la cámara el secuestro, la tortura y el asesinato de Nunnally. El título del vídeo indicaba que era la primera parte de una serie de confesiones grabadas. La descripción del mismo pedía a los espectadores esperar por la continuación. Luciano lucía desmejorado. Debajo de las cuencas oculares se apreciaban grandes bolsas oscuras. Las escleróticas estaban recubiertas por telarañas sangrientas. Su sudor había adquirido tal consistencia viscosa y tono brillante que parecía que se había remojado en agua. La resequedad dificultaba el paso de las palabras por el umbral de la boca. Bradley no presentaba signos de sufrir violencia a simple vista. Mas no porque no pudieran verla no necesariamente significaba que no estaba ahí.

—¿Lelouch hizo esto? —resolló Kallen con la otra mano sobre su boca.

—No existe otro que pudo hacerlo. Si hubiera sido el presidente Schneizel, no tendría sentido que hubiera conspirado con la policía para capturarlo; así que Lelouch es el único sospechoso probable: tiene la motivación y la sangre fría. Además, sabes bien como yo que Lelouch es un encantador de serpientes en todos los sentidos. Conoce todos los trucos para hacer cantar y bailar a sus presas. Si por las buenas no obtiene las palabras que quiere escuchar, no dudará en arrancarlas de la lengua. De cualquier modo, la policía ya está rastreando el paradero de Bradley. Pronto obtendremos más pistas y averiguaremos la verdad —aseguró—. Sabes, hace unos meses, Cera me expresó su preocupación por la salud mental de Lelouch. Tenía miedo de que perdiera el norte. Me pidió traerlo de vuelta en caso de que se extraviara en el tortuoso camino de la venganza. Te solicitaré lo mismo. Has cuidado su espalda todo este tiempo...

—Oye, Suzaku, tú me has advertido que Lelouch me está manipulando indicándome cuál es el modo de obrar correcto. Pero, ¿acaso no estás haciendo lo mismo? —lo interpeló Kallen.

—¿Sientes que te estoy manipulando? —inquirió Suzaku con los ojos tamaño como platos.

— Di lo que quieras de Lelouch. Pero, a mis ojos, tú y él son dos caras de una misma moneda.

—Entiendo —sonrió él abochornado—. Lamento si lo crees así. No fue mi intención. No soy un buen manipulador. Creo que si lo intentara las personas adivinarían fácilmente qué estoy tramando. Solo quiero ayudar a Lelouch, ya descubriste que me importa —admitió. Suzaku tomó la muñeca de Kallen, sorpresivamente. Su voz era firme y su mirada, insistente—. Él está rodeado de enemigos peligrosos y ninguno de ellos es tan terrible como él. Aun sin el Geass, es un digno oponente. Lelouch es tan astuto y malicioso que únicamente él tiene el poder de destruirse a sí mismo. Juntos podemos impedir eso, Kallen. ¿Qué me dices?

Kallen vio el teléfono en su mano y luego vio perpleja a Suzaku. Él la estaba mirando con la misma intensidad y circunspección con que un médico examina a un paciente. En momentos como ese, en que la mente era un caos y no podía ayudarla a tomar una decisión, ella guardaba silencio para escuchar a su corazón. El mundo es un lugar lleno de ruido en líneas generales, no obstante, Kallen se las apañaba para entregarse al abismo de las reflexiones. Esa noche en particular era silenciosa. Como una tumba. No tenía que hacer acopio de fuerzas para aislarse y concentrarse. Por lo que ella tomó un respiro lento y profundo. Sus pulmones se contrajeron dolorosamente en su pecho. Kallen cerró los ojos y buscó la respuesta en su interior...

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Pasadas varias semanas, aterrizó el temible día del juicio. El presidente Lelouch vi Britannia sería encausado por el brutal magnicidio y, a la vez, parricidio de Charles zi Britannia y toda Pendragón había acudido al Palacio de Justicia para asistir al proceso judicial del siglo. O esa impresión daba. El juzgado estaba atestado. A Rolo no le gustaban mucho las multitudes. El ruido aumenta a unos decibeles intolerables y el espacio se comprime. En suma, el ambiente es asfixiante e incómodo. Paradójicamente, Rolo prefería las multitudes. En las multitudes, conseguía pasar desapercibido. En cambio, le resultaba imposible mantenerse bajo perfil con unas cuantas personas. Y estar en el centro del escenario lo enervaba, además. Quien no tenía problemas para dominar sus nervios, aunque no le faltaban razones esta ocasión, era Lelouch.

Ahí se encontraba él sentado en la silla destinada a los acusados junto al abogado Gottwald, tiránicamente erguido y con una expresión impávida. Invulnerable ante el vocerío del público y las cámaras. El juicio sería televisado, por si no fuera poca la presión del país y la magnitud del caso. Varios especialistas de renombre reprobaron la decisión del juez argumentando que la prensa crearía una distracción y convertiría al juicio en un circo mediático. El juez Calares defendió su posición alegando que al habilitar la cobertura a través de transmisiones en vivo permitiría que todos vieran las evidencias presentadas por ambas partes y, por lo tanto, seguir la dirección que tomaba el juicio y entender el posterior veredicto. Añadió que se había dado cuenta que tenía una responsabilidad con la nación a razón de que los medios habían insistido en acceder al juicio a petición de los ciudadanos. La mitad de la opinión pública se convenció por esta apología y quedó conforme con esta decisión. Pero ese razonamiento maquillaba una motivación egoísta. El juez era vanidoso. Per se lo ensoberbecía sentir que tenía el poder de la vida (y la muerte) de un hombre. Disfrutaba aún más recibir muchas atenciones. Con todo, Lelouch era el único y verdadero protagonista del juicio y le traía sin cuidado. Era impropio de él. Por más que afirmara lo contrario, Lelouch tenía un ego estratosférico y sabía manejar las cámaras y ellas lo adoraban a él. Este día fingía que las cámaras, los reporteros y el público no estaban ahí, sin embargo. Lelouch solamente tenía ojos para el fiscal, que no era otro que su examigo, Suzaku Kururugi.

El abogado Gottwald había informado de contramano a Lelouch quién iba a ser el fiscal que tomaría el caso. Rolo estaba presente en aquel momento. Todos se encontraba en el despacho del abogado. Los tres estaban preparando la defensa. Lelouch aguantó una sonrisa extraña y le agradeció al «Chico Naranja» por la actualización. Rolo intuyó que él ya lo había previsto, dada su reacción tan tranquila y su increíble capacidad de adelantarse a los acontecimientos y los movimientos de sus oponentes. El fiscal Kururugi solía ser una persona transparente y atacar de frente. De ahí que desde el principio le dejó en claro a Lelouch que él quería ajustar cuentas con él. Con lo cual, daba igual si el fiscal Kururugi prefería actualmente apuñalar por detrás. Lelouch estaba al tanto de sus intenciones y a partir de ahí podía deducir con facilidad qué acciones tomaría.

Por otra parte, tal vez Lelouch estaba exento de temor porque conocía todas sus tácticas y estrategias. Además, Suzaku provenía de una mala racha. Había perdido dos casos importantes. Justamente el fiscal Kururugi procesó al mismo sospechoso sin éxito en uno de esos casos. Varios medios criticaron el nombramiento de Suzaku como el fiscal a cargo por ese detalle. Sin mencionar que el caso por el cual el fiscal Kururugi fue suspendido involucró a la hermana del acusado, que participó como testigo. Curioso. No podía tratarse de una coincidencia. Como sea, el fiscal jefe declaró en una rueda de prensa (en respuesta a las críticas) que su decisión era irrevocable. El caso le pertenecía al fiscal Suzaku Kururugi.

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Al parecer, el fiscal Kururugi podía sentir los ojos de su viejo amigo taladrándolo. No actuó indiferente: contestó al acusado con una mirada implacable. Mientras la mandíbula de Suzaku era acero, los labios de Lelouch dibujaban una sonrisita maliciosa. La creciente intensidad de sus miradas por poco generaba rayos. De cierta manera, este juicio se trataba de Lelouch y Suzaku. Esto podría ser la batalla que definiera el ganador de la guerra.

—¿No tienes miedo? —le había preguntado Rolo.

—¿A Suzaku? ¡No, en absoluto! —había refutado su interlocutor. Lelouch estaba de espaldas a él con las manos cruzadas detrás de sí, viendo la ventana—. Otras cosas me angustian.

—¿Ir a la cárcel, por ejemplo? —había sugerido el abogado Gottwald.

—En el pasado, te habría respondido que sí. Pero ya estuve ahí y sobreviví. Me da lo mismo.

—¿La muerte?

—La muerte siempre te sonríe en el negocio de la venganza. Por eso la miro de frente y con la mejor de mis sonrisas —había dicho sonriente, volviéndose. A veces lo asaltaban impulsos juguetones en medio de sus sufrimientos—. No creo que nadie deba empuñar un arma, si no está preparado para morir. Esa es mi filosofía de vida.

—Pues, ¿a qué le temes?

El semblante de Lelouch se ensombreció entonces y reinó el silencio. El abogado se agitó en su asiento. Incómodo. Rolo observó a Lelouch expectante.

—La incertidumbre —había murmurado—. Por una vez en mi vida, soy incapaz de predecir qué me deparará el mañana. El vampiro de Britannia murió convertido en una pila de carbón a manos de una de sus víctimas. A mi padre lo asesinó su propio legado. El karma intervino puntualmente y actuó con justicia —había bromeado Lelouch. La necesidad de reírse superó su miedo—. Yo también he sido una terrible persona. No importan cuántas y cuáles sean mis buenas acciones. Hay maldad en mi corazón. Ateniéndome a eso, ¿cuál creen que es el castigo correcto para mí? Un hombre que no le asusta la muerte ni la cárcel.

Lelouch hundió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un cigarrillo, lo acomodó entre los labios y buscó el yesquero. Rolo notó que sus movimientos eran torpes y nerviosos. Pensó que nunca encontraría el yesquero por su cuenta, por lo que acudió en su ayuda localizándolo por él y prendiendo el cigarrillo. Una pequeña llama anaranjada iluminó el despacho. Lelouch y Rolo intercambiaron una mirada lacónica. Lelouch le agradeció moviendo la cabeza. Rolo apagó el yesquero y la oficina se sumió en oscuridad nuevamente. Lelouch se puso a fumar. Rolo quería ofrecerle algo de consuelo, pero las palabras le fallaban. No sabía cómo hacerlo. «Debo dejar de intentar de resolver asuntos del corazón. Estos problemas están fuera de mis competencias». Creyendo que sería peor mantenerse callado, Rolo remató con una broma:

—Con tu suerte, de seguro el fiscal Kururugi te asesina.

—Ese sería un final de mierda —se había reído Lelouch.

—O un final maravilloso.

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Lelouch debió acordarse de su comentario. Su sonrisa aviesa se trocó en una mueca burlona. El fiscal se reclinó asqueado contra el respaldo de la silla. Lelouch retiró la vista y procedió a escanear los rostros de las personas en el juzgado. Rolo imaginó a quién estaba buscando y, por ende, a quien no iba a encontrar. Kallen. Estaban el presidente Schneizel y la directora Cornelia por razones obvias que no merecen la pena detallar. Estaban Milly y Rivalz, aunque Rolo no tenía idea si estaban allí en calidad de reporteros o amigos del acusado (Rolo llegó a enterarse de que vinieron reiteradas veces a la mansión y Lelouch los despachó sin ofrecer explicaciones ni reservar un día para ellos). Pero no había señales de la pelirroja y hacía falta. Lelouch estaba prácticamente solo en esa sala. Su confidente y sus hombres lo traicionaron, su hermana seguía desaparecida (bueno, esa era la información que ellos tenían), sus exnovias estaban muertas, su mejor amigo le había dado la espalda y toda la ciudad lo creía culpable. Por supuesto, Rolo estaba allí y Lelouch valoraba su lealtad incondicional. Lastimosamente, resultaba insuficiente para Lelouch.

Rolo sabía que esa talante altiva, bravucona y rígida de Lelouch era una máscara y que en el fondo su corazón sangraba ante la ausencia de su amada. Rolo intuía que todavía estaban peleados. Ignoraba el por qué. Lelouch se negó a compartir los detalles de la discusión y el tono brusco que empleó cortó el tema de raíz. A Rolo le dolió su frialdad. Técnicamente, era su nuevo cómplice y, a pesar de eso, Lelouch había levantado entre ellos unos muros demasiado altos para brincarlos.

Rolo consideró que Kallen olvidaría o, al menos, dejaría de lado por un rato su resentimiento y su dolor para animar a Lelouch ese día. Después de todo, el amor siempre triunfaba sobre todo lo demás. Sin embargo, las horas estaban pasando y Kallen no estaba por ninguna parte. Y ya el juicio no iba a esperarla más: el juez Calares, seguido por otros dos jueces más, entró en la sala. Todos lo acogieron de pie. El juez Calares se tendió su majestuoso sillón y el resto tomó asiento de inmediato. Ahora que los actores estaban presentes, el juicio podía proceder. El juez Calares le pidió al fiscal pronunciar su alegato inicial.

El fiscal Kururugi se incorporó, se abrochó los dos botones del medio de la chaqueta negra que llevaba puesta y se encaminó al panel de jueces. Rolo jamás había estado en un juicio antes de trabajar como secretario en el bufete de Lelouch y, aun cuando tenía mucho que aprender, comprendió medianamente el funcionamiento de los juicios en los tres que había asistido. Pero, ante todo, él se familiarizó rápido con el modo de trabajar de los fiscales Kururugi, Weinberg y Alstreim y los abogados Gottwald, Stadtfeld y Lamperouge (o vi Britannia). El alegato inicial consistía en contar una historia, ello implicaba tocar las fibras sensibles. Esa era la especialidad del fiscal Kururugi. Él era el tipo de abogado que apelaba a las emociones de las personas mediante un lenguaje suave. Algo que lo favorecía en los juicios con jurados como bien lo demostró en los últimos juicios, incluso si había perdido. Rolo se preguntaba cómo Sazaku planeaba abordar el caso. Empatizar con el presidente Charles no era remotamente parecido a empatizar con Euphemia o Nunnally. Ellas eran infortunadas chicas que resultaron víctimas de una tragedia (lo que les ganó la simpatía del público) y el presidente Charles era una especie de dios.

—La madrugada del 15 de diciembre fue encontrado en su bañera Charles zi Britannia. Murió desangrado a causa de múltiples laceraciones hechas con un hacha. Ese día todos resultamos perdedores. El país perdió a su líder, Britannia Corps perdió a su presidente honorario y los Britannia perdieron a su padre. Sé que todos están aquí para reclamar justicia para el hombre que contra su voluntad dejó huérfana a nuestra nación. Sin embargo, les pido que tengan en mente la imagen paternal de Charles zi Britannia porque esto no fue un crimen político como puede parecer. Esto fue un crimen de sangre cometido por nadie más que el hijo pródigo de la víctima, el acusado. Este es el capítulo final de una historia que empezó aquí mismo hace diecisiete años con el veredicto del juicio por el caso del asesinato de Marianne Lamperouge, la madre del acusado y la amante de la víctima —afirmó el fiscal Kururugi. Estaba narrando estos hechos terribles con una voz fría—. Les advierto que oiremos cosas no muy halagüeñas de la víctima. Aun así, quiero que no pierdan de vista que Charles zi Britannia era un hombre con sus defectos y sus pecados, quien fue juzgado de modo extrajudicial por el acusado como el autor intelectual del asesinato de su madre. Apenas el acusado vio la oportunidad, la tomó. Fingió introducirse a su familia para poder acercarse a su padre, esperó el momento adecuado y lo asesinó con premeditación y alevosía —la mirada del fiscal revoloteaba entre el público y el jurado, hasta ese punto en que miró al acusado que escuchaba tranquilamente el alegato. Había que reconocer que el acusado estaba haciendo un trabajo extraordinario en controlar sus emociones. El fiscal llevó las manos detrás de su espalda y se dirigió hacia el acusado a paso lento. Enumeró—. Para cuando el juicio acabe, tendrán un motivo: venganza; un arma: el hacha; un plan meticuloso y una montaña de evidencias en contra del acusado que barrerán todas las dudas que haya en sus corazones y los hará extraer la única conclusión posible. Y usted, su señoría, solo tendrá que dictar un veredicto: culpable. Veredicto. Significa «verdad dicha». Comprobarán que no hay otra verdad que el acusado es culpable. Culpable. Culpable. Culpable.

Como Rolo estaba sentado del lado de la fiscalía, exactamente detrás del presidente Schneizel y la directora Cornelia, tenía un buen ángulo del acusado. Lelouch enarcó las cejas. Duró una fracción de segundo. Fue un gesto burlón. Casi imperceptible. ¿Lo habría percibido el fiscal? De todas formas, ese había sido un discurso contundente. Ese fue el mejor alegato inicial del fiscal en mucho tiempo. Tal vez el mejor en toda su carrera. El mismo fiscal Kururugi estaría de acuerdo. Esta era la razón por la que era el fiscal adecuado para representar a las víctimas. Luchaba con gran pasión. Cada «culpable» se propagó como eco por toda la sala. El fiscal hizo una reverencia y se sentó. El juez se inclinó sobre el micrófono como si fuera a besarlo:

—¿Defensa?

El abogado Gottwald se puso de pie ante el llamado y recorrió el frente del estrado entretanto se masajeaba la barbilla. Todos estaban sumergidos en el silencio producido por el fiscal que contribuyó a la tensión que quería generar el abogado. Ni una mosca osó a zumbar. Era como si la gente estuviera conteniendo la respiración. De pronto, los rayos del sol penetraron en la sala a través de los ventanales inundándola de luz y el abogado se puso derecho. Parecía que el técnico de luces apretó algún interruptor. Solo faltaba que el director gritara: «¡acción!». En cierta medida, el abogado Gottwald era un actor. Había algo teatral en sus ademanes. Al igual que en los del abogado Lamperouge. Tenía sentido. Pues ambos habían sido entrenados, en teoría, por la misma mentora: Marianne Lamperouge.

—¿Saben? También concuerdo con el fiscal en su última línea: no exista nada que queramos más que sea dicha la verdad. Ustedes están al tanto de los hechos el 15 de diciembre. Ahora bien, me gustaría que conozcan la verdad del acusado y la verdad es que Lelouch vi Britannia ha sido víctima de las ineficiencias del sistema judicial durante casi toda su vida. A una edad temprana, presenció el asesinato de su madre y el culpable fue exonerado de todos los cargos. Bueno, el fiscal me ahorró la historia resumiéndola —el abogado acompañó sus palabras con un ademán—. Años más tarde, Lelouch vi Britannia fue acusado injustamente de asesinar a Euphemia li Britannia. Meses después, él testificó en el juicio del abuso y el secuestro de su hermana, Nunnally Lamperouge. Hoy es de conocimiento general de la corrupción que hubo en el caso de Marianne Lamperouge y que el sospechoso principal del caso de Nunnally Lamperouge era en efecto el culpable y era, adicionalmente, un asesino. Lelouch vi Britannia, por otra parte, no lo es. Él es inocente y quiero decirlo de nuevo para que quede claro. Lelouch vi Britannia no hizo nada. No se me ocurre peor razonamiento que Lelouch vi Britannia mató a su padre. ¿La montaña de evidencias que mencionó el fiscal? ¡Pfffff! No significa nada. No bien la examinen y comprendan lo que pasó verán cómo se volatiliza la exposición del fiscal. Su señoría, no repita los errores de ayer. La vida de Lelouch vi Britannia ha sido arruinada una y otra vez por culpa de la ley. Si nos equivocamos en este juicio, será el fin para Lelouch.

Nada mal. El enfoque del abogado Gottwald se asemejaba al de la abogada Stadtfeld. Ambos abordaban sus casos con un lente emocional y siempre se apoyaban en los derechos humanos y la justicia. Eso marcaba un contraste con los métodos del abogado Lamperouge. Él se regía por un criterio pragmático, duro y enteramente estratégico. El abogado Gottwald retornó a su lugar y así, oficialmente, arrancó el juego del tira y afloja entre la fiscalía y la defensa.

https://youtu.be/fztDBKouZQo

Rolo había contemplado la posibilidad de que Suzaku estuviera colaborando en secreto con Lelouch y, por extensión, que este juicio fuera una minúscula pieza de un plan que Lelouch y Suzaku hubieran tramado juntos, ya que si actuaba como la parte actora impediría que otros fiscales codiciosos se unieran a Britannia Corps y, al unísono, ayudaría a Lelouch dentro de sus capacidades. Empero lo descartó al ver la primera jugada de la fiscalía. Suzaku comenzó invocando a sus testigos. Dicho de otro modo, optó por la ofensiva. Rolo imaginó que quería establecer un ritmo intenso con el fin de asegurar un veredicto de culpabilidad y, de paso, dar tiempo a la policía de profundizar en la investigación. La evidencia recolectada no era muy sólida que digamos.

Los primeros testigos fueron el abogado Waldstein y la exdetective Nu. El fiscal los interrogó sobre el caso de Marianne Lamperouge ya que ambos habían participado de una u otra forma. Rolo figuró que el fiscal Kururugi quería mostrar que el acusado tenía un motivo para matar al presidente Charles y, ya que Suzaku estuvo con Lelouch en el proceso judicial de Luciano Bradley, sabía precisamente a quiénes recurrir y qué tanto de su pasado tenía que escarbar. Tanto el abogado Waldstein como la exdetective Nu sabían del rencor que abrigaba Lelouch por el presidente. Ambos habían tomado la declaración de Lelouch durante la investigación y ambos asistieron al juicio en que el joven Lelouch acusó públicamente al presidente Charles de ser el autor intelectual del asesinato de su madre. Hasta el pequeño Lelouch le había pedido a la exdetective Nu investigarlo porque estaba seguro de que el presidente Charles había dado la orden de asesinar a su madre y a sus hijos.

No obstante, el abogado Gottwald pudo destruir la credibilidad de los testimonios. Debido a las sospechas de corrupción del mismo caso que recientemente se descubrieron, y que, por cierto, forzaron la renuncia del abogado Waldstein a su puesto, él no era un testigo confiable. La exdetective Nu, por otra parte, había brindado un testimonio falso en dicho juicio. El abogado Gottwald tenía en su poder una grabación de ella confesando que había aceptado sobornos del presidente y que había perjurado entonces.

El fiscal Kururugi resistió al contraataque del abogado Gottwald igual que si hubiera recibido un soplo de aire. Rolo tuvo un mal presentimiento. Se confirmó su suposición anteriormente planteada. El fiscal Kururugi sacó su as. Llamó a la directora Cornelia al estrado. Ella era la testigo problemática. Por su declaración, todos estaban en el juzgado. Por ella, Lelouch estaba atravesando por un proceso judicial. El fiscal Kururugi le pidió contar en la corte lo que había visto. La directora Cornelia relató haber visto a Lelouch salir apresuradamente del dormitorio del presidente Charles. Agregó que entró preocupada en la habitación y no lo halló allí, sino en el baño ya muerto. El fiscal finalizó su interrogatorio y el abogado pasó a contrainterrogar a la testigo.

El abogado Gottwald le preguntó a la directora Cornelia por la hora en que vio salir a su cliente del cuarto de la víctima exhibiendo una conducta inestable, a lo que ella dijo que no se acordaba. El abogado la presionó. Él era particularmente bueno en eso, al igual que la abogada Stadtfeld. Ella calculó que había sido luego de medianoche. Entonces el abogado Gottwald reveló su baraja. Basándose en el informe de la autopsia, el abogado declaró que el forense había decretado que el presidente Charles había muerto en la madrugada, alrededor de las cuatro y cinco, a causa de un desangramiento masivo, como había indicado el fiscal en su alegato inicial. Por lo tanto, el presidente Charles no pudo estar muerto en la hora señalada por la testigo. Estaba vivo y desangrándose. El abogado Gottwald la encaró. Le preguntó por qué no ayudó a su padre moribundo. El fiscal Kururugi intentó intervenir por su testigo. Pero ya era tarde. El abogado Gottwald había puesto en evidencia no solo las contradicciones de su declaración, también las inconsistencias. En otros términos, la había desacreditado.

Quizás el fiscal solamente la preparó en caso de que el abogado le preguntara por qué se contradijo a sí misma en el primer testimonio que dio a la policía. Rolo presumió que el abogado no le había formulado esa pregunta en virtud de que podría ser usada en su contra. Lelouch también se desdijo al declarar primeramente a la policía que no había tocado el hacha, mas el análisis identificó sus huellas dactilares en el mango de una forma que indicaba que lo había alzado. Asimismo, él había mentido sobre que no había tocado el cuerpo. El reloj de muñeca húmedo probaba que no era cierto. A final de cuentas, ni el fiscal ni la testigo pudieron contrarrestar esta admirable jugada del abogado y el cliente. Habrá sido más que obvio para el lector que el mérito del buen desempeño de la defensa no era del todo del abogado. Lelouch participó en la elaboración del plan de la defensa.

Debía ser por eso que el acusado era perfectamente capaz de mantener la calma sin esfuerzo. Si Rolo tuviera que describir en una palabra la actitud de Lelouch, diría: «aburrido». Lelouch no estuvo atento al desarrollo del juicio. Ni siquiera prestó oído a los cargos listados por el fiscal. Su fisonomía no daba el menor indicio de ninguna emoción. Lelouch tenía la cabeza gacha. Estaba mirando algo debajo de la mesa. ¿Las suelas de sus zapatos? ¿Las cutículas de sus uñas? ¿El piso? Lo que sea que fuera era mil veces más interesante que su propio juicio.

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Rolo supuso que esto sería todo por hoy. La fiscalía había tenido un inicio fuerte y se hundió en el acto. Dudaba que hubiera quedado algún mueble que salvar. No había quedado ningún náufrago. Ahora, tocaba evaluarse, reexaminar las evidencias, cambiar la estrategia. Quizá el fiscal Kururugi pensaba citar al médico forense para aclarar este malentendido de la hora de la muerte del presidente. El contrainterrogatorio a la última testigo le había dado a Lelouch el beneficio de la duda. Para sorpresa de Rolo, del público y del propio juez, el fiscal Kururugi anunció que tenía un testigo más.

—¿Otro testigo?

—Así es, su señoría.

El juez Calares debía estar harto. Los interrogatorios habían sido largos. El abogado se tomó su tiempo para acorralar a los testigos y hacerlos enfrentarse a sus propias contradicciones. Dicho sea de paso, el juez Calares estuvo en los anteriores juicios en que el caso de Marianne Lamperouge salió a relucir en mayor y menor medida. Bien pudo memorizar los detalles. O no. Al juez Calares no le importaba nada más allá de las apariencias y por ese motivo aceptó a este testigo «sorpresa» si se le quiere llamar. El dichoso testigo estaba ya en la sala. Durante la testificación de la directora Cornelia, había llegado y se había sentado en una de las sillas de la última fila. Se incorporó tan pronto el fiscal Kururugi le lanzó una mirada y realizó un asentimiento. En respuesta, Kallen Stadtfeld se paró y avanzó al estrado mientras la acogían murmullos de estupefacción.

Lelouch vislumbró a Kallen y la circulación de su sangre cesó. Se irguió inconscientemente. Quería cerciorarse de que su ojo bueno no lo estaba engañando. Rolo estaba igual de atónito que el resto. Kallen era la última persona que hubiera imaginado que testificaría a favor de la fiscalía, la verdad. Pero había algo extraño en esto. Esta caminata no era para nada como la entrada majestuosa del presidente Charles en el juicio de Euphemia li Britannia. Kallen marchaba encorvada y a zancadas. Estaba fuera de su personaje. ¿Adónde se había ido toda su bravura? ¿Podría ser que el fiscal la estuviera extorsionando? ¿O por qué quería testificar? ¿Estaba ayudando a Lelouch o todo lo contrario?

Lelouch tuvo la mirada fija en Kallen durante todo el tiempo en que recorrió la sala hasta que llegó al estrado de los testigos, hizo el juramento de la verdad y se sentó. Kallen lo sabía. De ahí que evitaba adrede el contacto visual. El fiscal procedió a interrogarla.

—Díganos su nombre, por favor.

Todo el mundo la reconoció enseguida. Todos sabían quién era. Pero así son las formalidades.

—Soy Kallen Stadtfeld.

—¿Cuál es su relación con el acusado?

Kallen amagó una sonrisa triste. Cabía acotar que ella no se dignó en cruzar una mirada con el fiscal en ningún momento.

—Éramos amantes.

La voz le salió extrañamente ronca. El secretario se percató que Kallen no estaba demasiado feliz con la elección de términos.

—Bien. Testigo, ¿tendría la amabilidad de repetir en la corte lo que me comunicó en privado?

—Sí —accedió con un suspiro—. Fui a visitar a Lelouch en la mansión de los Britannia poco después de que fuera nombrado presidente de Britannia Corps. Él me dio un tour por su nueva casa y posteriormente subimos a su dormitorio. Ahí nos quedamos a conversar. Lelouch me contó que estaba planeando asesinar al presidente Charles. No me brindó detalles de cómo ni cuándo ni en dónde. No quería involucrarme.

Crecieron los bisbiseos. Con semejante testimonio, Lelouch estaba perdido para siempre ante la opinión pública. Kallen cerró los ojos y metió la barbilla en la garganta. A Rolo le recordó a las tortugas cuando escondían la cabeza dentro del caparazón.

—Pero lo hizo al revelarle sus planes, de todos modos. Eso es complicidad, testigo, ¿lo sabe? —rebatió Suzaku. Kallen asintió—. Dijo que él no compartió con usted el cómo ni el cuándo ni el dónde lo hizo. No dijo nada sobre el por qué. ¿Acaso él sí le contó eso?

—Sí.

—Cuéntenos, entonces.

—Lo hizo porque el presidente dirigía un proyecto ultrasecreto de genética y biotecnología denominado Proyecto Geass. El objetivo del proyecto era mejorar la especie humana, por lo que secuestraban a personas y las sometían a cabo experimentaciones humanas. El presidente Charles hizo partícipe a Lelouch de la idea del Proyecto Geass porque deseaba integrarlo. Su intención era usar su posición política para implementarlo en la ciudad. Pero Lelouch estaba aterrorizado. Dado que prefería guardar el secreto del proyecto, Lelouch saltó a la conclusión que la mejor solución era matar a su líder...

—¡Kallen!

La pelirroja se sobresaltó. Se volvió en dirección de aquella voz estrangulada. Lelouch ladeó la cabeza dolorosamente. Le brillaba el ojo bajo la luz, de la misma manera que a Kallen sus ojos. Lelouch estaba suplicándole. Kallen agarró el dije de corazón que llevaba en el cuello.

—No lo mire a él. Míreme a mí —terció Suzaku bloqueando el campo de visión de la mujer. Se inclinó sobre ella—. ¿Por qué no dijo nada hasta ahora, testigo?

Trastornada por los nervios, la mujer se mordió el labio. Sentía que las lágrimas estaban por derramarse. Un sinnúmero de personas presentes en el juzgado y desde la comodidad de sus hogares la estaba mirando. No quería que la vieran llorar. Kallen se tapó con la mano. Pronto se concientizó sobre lo que estaba haciendo. Sabiendo que era incorrecto cubrirse en pleno interrogatorio, la pelirroja deshizo el gesto abrazándose a sí misma. Las lágrimas terminaron desbordándose de sus ojos. Tartamudeó:

—Porque no soporto ver lo que Lelouch se está haciendo a sí mismo.

—¿Y qué está...?

—¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

https://youtu.be/FuWHRJTWAsg

Un repentino escalofrío se apoderó de los asistentes del juzgado. Todas las cabezas se giraron hacia Lelouch, quien había golpeado la mesa de los acusados con ambos puños. De cerca se podía ver que los puños que se habían vuelto rojos temblaban por tanto que los apretaba. Los nudillos le crujían. Para ese momento, se había puesto de pie. A Lelouch siempre le disgustó que el estrado fuera tan alto. La altura profundizaba la separación entre el juez y los demás. Eso lo sabía. La cosa es que el aspecto señorial del sillón del juez lo hacía ver como un trono celestial. El juez era muchas cosas, mas una de ellas no era un dios y Lelouch no se inclinaba ante los dioses ni los hombres.

—¡Abogado de la defensa, controle a su cliente! —reprochó el juez—. Sino, voy a tener que ordenar su expulsión por desacato.

Lelouch susurró algo ininteligible. Según parecía, su voz se había extraviado en el fondo de su garganta a causa de aquel grito atronador.

—¿Qué fue lo que dijo? —preguntó el juez frunciendo el ceño—. ¡Acusado, le estoy...!

—Dije que voy a confesar mi crimen —masculló calmadamente Lelouch con la cabeza baja.

Estalló la sala de audiencias. Se olfateaba que iba a suceder tarde o temprano. La tensión era una bomba con cuenta regresiva. Desde todas partes surgían exclamaciones, injurias dirigidas a Lelouch, rechiflas y lloriqueos. Se extendieron por cinco minutos hasta que el juez Calares restableciera el orden martilleando el mazo.

—¿Quiere decir que admitirá que usted asesinó al presidente Charles?

—No. Soy culpable de un crimen peor —desmintió sacudiendo la cabeza. Lelouch volvió la mirada hacia el juez Calares con lentitud por vez primera. El blanco del ojo había enrojecido y se le había inundado de agua. Tenía las fosas nasales hinchadas y el rostro colorado—. Soy culpable de amar locamente a las mujeres. Hice todo por amor.

—¡¿Se está mofando usted de la justicia, acusado?! —sermoneó el juez, encrespándose.

—No he hablado tan en serio en mi vida como ahora —replicó Lelouch, cuyo timbre de voz vibraba con pasión—. Por ellas, he cometido tantos crímenes que ni la ley de los hombres ni la justicia divina podría dispensarme. Yo he dado todo por ellas. Me he desvivido por ellas. He matado por ellas. Arruiné mi vida por ellas. Mi madre, mis hermanas, mi confidente, mi primer amor, mi amada —por acto instintivo, Lelouch se volteó hacia la pelirroja, cuyos ojos ya estaban puestos en él. Kallen estaba desecha en lágrimas. Lelouch le obsequió una sonrisa torcida. Fue traicionado por una lágrima—. Tal vez mi vida no se hubiera ido al carajo, si yo no las hubiera amado tanto. Pero no me imagino mi vida sin ellas. Me faltaría algo —Lelouch escupió una risa sardónica y pasó a dividir su atención entre los funcionarios de la corte y el mar de rostros del público—. ¿Ustedes no? ¿No existe nadie por quien destruirían el mundo, incluso ustedes mismos? ¿Acaso creen que habrían podido hacerlo mejor que yo, si hubieran estado en mi lugar? Digo, si están aquí es porque creen que tienen la potestad para juzgarme. ¡Vamos! No existen límites legales ni cadenas morales e ideológicas que el amor por nuestros seres queridos y la determinación por traerles justicia puedan romper. Aplica para todos, aun si no lo quieren reconocer. Soy el único honesto en una sala llena de mentirosos. Yo sé quién soy. Por eso no me importa lo que otros piensen de mí —Lelouch se volvió finalmente hacia el fúrico juez con una sonrisa de depredador. Se estaba deleitando con el alboroto que había armado. Sus provocaciones habían exacerbado a los presentes. Todos estaban protestando—. A usted le importa menos que a nadie la verdad, juez Calares. Está bien con echar al primer miserable a los lobos mientras sus bolsillos estén llenos y pueda lucir esa toga en los casos de alto perfil, ¿o cree que no estoy al corriente de sus ambiciones para ser ministro de justicia? ¡Por favor! ¡Ese título le queda muy grande! ¡¿Cree que yo no sé que este juicio está amañado para dictarme la pena de muerte?! ¡Diga la verdad, señor juez! —instó Lelouch—. ¿Quién lo contrató? ¡¿Mi hermano?! ¡¿Mi hermana?!

—¡Suficiente! ¡Llévense al acusado fuera de la corte! —ordenó el juez Calares. Los dientes de arriba chocaban contra los de abajo intermitentemente. Parecía que estaba a punto de sufrir un ataque de epilepsia. Lelouch no estaba intimidado. Ni la furia del juez Calares ni el temor a las consecuencias no consiguió hacer que el acusado bajara la vista ni por una sola vez. —. ¡Es imperdonable la forma que ha insultado este espacio sagrado!

—¡Quien lo insultó primero fue usted cuando aceptó esos sobornos, juez Calares! No puede disponer mi vida. No es ningún vicario de la justicia. Es un peón enfrente de un rey. No posee autoridad. Siempre subestimó el poder de la justicia y la verdad y se rindió ante el dinero —recalcó con desdén. La mirada de Lelouch desprendía un fuego sombrío—. Tendré que decir la verdad por usted y la verdad es que esta no es mi ejecución. Es la tuya.

El juez Calares se estremeció de sobremanera. Las puertas de la sala de audiencias se cerraron con un estrépito que heló la sangre en las venas a más de uno.

Sonó un disparo. El primero de muchos.

—¡Kallen! —rugió Suzaku, abalanzándose sobre la pelirroja. Cayeron juntos y abrazados—. ¡TODOS AL SUELO!

—¡Les enseñaré a todos lo que es el verdadero poder! ¡Esto es justicia!

El juez se desmoronó muerto con un tiro certero en la frente. Alguno de los hombres del Rey Negro debió haberlo hecho. Rolo no había sido informado de esa parte del plan. Supuso que era la señal que estaba esperando. Ya tenía la jeringa preparada. Rolo inyectó la anestesia en la espina dorsal de Cornelia y derribó al presidente Schneizel golpeándolo en la sien. Lelouch había desenvainado la navaja que había traído a escondidas y se la clavó al abogado Gottwald en la depresión del cuello. El abogado sujetó la navaja y la presionó contra su cuello, a la vez que la sangre empezaba a salir con fuerza y se esparcía en torno a la herida. Al cabo, la sangre manó a borbotones de su boca. El abogado Gottwald se resbaló fuera de su silla y Lelouch le envió una seña a Rolo que había levantado a la directora Cornelia inconsciente en sus brazos. Tumbado en el suelo, el abogado entrevió como los tres desaparecieron traspasando la puerta por donde ingresaban los jueces en medio del fuego cruzado. En el exterior estaba aparcado su vehículo de escape. Una furgoneta blanca. Estarían lejos de su alcance para cuando llegara la policía.

El caos y el pánico entretanto se desataban en la sala de audiencias. Los dos únicos policías procesales que resguardaban la sala habían perecido en el intercambio de disparos que hubo con los infiltrados del Rey Negro. La mitad del público le había hecho caso al fiscal arrojándose. La otra mitad había corrido despavorida hacia la salida. El tumulto se agolpaba en la puerta gritando histéricamente. Entre todos trataron con desesperación de echarla abajo. Cámaras, heridos y muertos caían por igual, como moscas. Ninguno de los sobrevivientes se recuperaría del inefable terror que conllevó esta experiencia.

N/A: ¡feliz navidad, feliz año y feliz día de reyes atrasados, malvaviscos asados! ¡Y mil disculpas! Quería actualizar el diciembre del año pasado y no pude. Subestimé el tiempo que me llevaría terminar el proyecto en que estaba trabajando. Creí que podría hacerlo a principios de diciembre y resultó que me tomó más tiempo. Exactamente, la primera mitad del mes. La segunda mitad me ocupé de continuar escribiendo el epílogo del fic. Para cuando me di cuenta, era navidad y decidí aprovechar la semanita para descansar. Me puse a editar el capítulo la primera semana de enero y sabía que me iba a demorar en editarlo. Presumí que lo tendría listo para la segunda semana de enero y, por suerte, mis cálculos no estuvieron incorrectos. ¡Guau! Aumenté, quité y cambié muchas cosas, pero no toqué el discurso final de Lelouch. Debí estar inspirada cuando lo escribí y no me sorprende. Las escenas de los juicios son las más difíciles y tediosas de escribir, sin embargo, estaba ansiosa por escribir este juicio en particular ya que sabía que iba a ser una de las escenas destacadas del tercer libro y que cerraría el segundo acto del mismo. 

A decir verdad, recuerdo que escribí el juicio (y, sobre todo, el discurso de Lelouch) con muchas ganas y energía. Mientras estaba leyendo la declaración final de Lelouch, me hizo acordar de una entrevista de Ichiro Okouchi en que decía que "Code Geass fue escrito al estilo de una ópera, por lo que hubo un esfuerzo consciente para escribir líneas teatrales exageradas". La verdad, lo entiendo y concuerdo plenamente. Aunque me esfuerzo por escribir líneas de diálogo cargada de dramatismo y reflexión, hay veces en que me sale natural y siento yo que el discurso final de Lelouch fue la culminación de ese trabajo o, digamos, la perfecta demostración de ello (rectifico porque aún faltan por leer más líneas memorables). Esta debe ser la historia en que he escrito más diálogos teatrales. Debe ser la vibra de Code Geass que me hace sentir como si estuviera en una pieza shakesperiana moderna. Me ha encantado escribir estos diálogos, no me malentiendan. Es muy divertido. Solo espero que no sean líneas forzadas o cursis.  

 No se preocupen si tienen dudas sobre el final. En el próximo capítulo abordar qué sucedió. Decidí guardar información valiosa para lograr el efecto sorpresa. Mi objetivo era crear un ambiente de tensión y prevenir al lector que algo malo iba a ocurrir (sin revelar qué precisamente). Pienso que lo cumplí.

¿Saben? Desde que estoy escribiendo la tercera parte del fanfic, tengo el temor repetir ideas. Es inevitable, considerando que esta es la parte más reflexiva de la historia, pasa bastante tiempo y después no recuerdo si ya la había expresado anteriormente, pero me decanto por hacerlo debido a que es pertinente para la escena que estoy escribiendo o editando. Tuve esa impresión mientras leía el diálogo de Suzaku y Kallen y lo dejé sin modificaciones porque me gustaba cómo estaba articulado el discurso y creí que podía funcionar como presagio. Por otra parte, me gustó explorar el aspecto oscuro de ciertas acciones pasadas de Lelouch. Algo que hubiera sido imposible antes ya que Kallen tenía que permanecer junto a Lelouch sin cuestionarlo hasta ahora. Esto resultaba necesario, ¿por qué? Porque los fanfics muestran la visión de los fickers como fans/consumidores de una obra y sus personajes y no quiero ser otro de esos fans que endiosan a Lelouch y justifican cada uno de sus pecados. En la serie es claramente un héroe trágico. O sea, es tanto una persona extraordinaria como una víctima de sus propios errores y defectos humanos. Todavía no tengo claro si mi versión de Lelouch es también un héroe trágico o antihéroe. De cualquier modo, quiero enfatizar en la «imperfección romántica» de mi Lelouch (romántica en el sentido del romanticismo; Lelouch me recuerda muchísimo a los famosos héroes byronianos de la literatura).

Pasemos a la ronda de preguntas: ¿esperaban que Suzaku fuera el fiscal nombrado por Guilford? ¿Qué les parece la operación encubierta que planearon ambos? ¿Qué opinan de la conversación entre Suzaku y Kallen? ¿Kallen no debió haber iniciado una relación romántica con Lelouch ya que era un mentiroso? ¿Lelouch tenía razón en mentir o solo estaba protegiendo a su madre? ¿Qué pueden decir de la reflexión de Suzaku sobre la venganza? ¿Kallen está justificada en testificar en contra Lelouch? ¿Se imaginaban que aparecería como testigo de la fiscalía? ¿La traición de Kallen terminó por enloquecer a Lelouch o simplemente esto demostró que ya había perdido la cordura? ¿Jeremiah está muerto? ¿Qué opinan del final? ¿Qué castigo dará el karma a Lelouch por sus pecados? ¿Cuál consideran adecuado? ¿Qué piensan del discurso de Lelouch? ¿En verdad arruinó su vida por culpa de las mujeres? ¿Cuál fue su parte favorita? ¿Qué expectativas tienen para el próximo capítulo? ¡Coméntenme todo lo que quiera en la caja de comentarios! Yo estaré encantada de leerlos.

Me gustaría traer el próximo capítulo en febrero y para entonces espero haber acabado el fanfic. Ello me permitiría ser un poco más rápida con las actualizaciones ya que desde que mis clases volvieron a ser presenciales mi ritmo de actualización se ralentizó, ¡por un 2024 en que sea más activa! Algo es completamente seguro, en cualquier caso: 2024 es el último año del fanfic. No quedan nada más 6 capítulos. ¿Qué nos deparará el tercer acto del tercer libro? Habrá que leer para saber. ¡Nos vemos en el capítulo 40: «Todavía hay hombres buenos»!

¡Cuídense! ¡Besos en la cola!

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