Capítulo 38: Hipocresía
Lelouch fue escoltado por la policía hasta la patrulla ante las miradas atónitas de los invitados de la fiesta. Su perplejidad cedió paso a una mórbida curiosidad apenas avistaron sus muñecas esposadas. En la estación, Lelouch alegó que no se sometería a ningún interrogatorio policial sin la presencia de su abogado, pues ya no estaría contribuyendo a la investigación, sino sería parte de la misma. La situación era distinta. Ipso facto, el abogado Gottwald acudió y se puso manos a la obra. Sopesó cada pregunta con meticulosidad rigurosa en búsqueda de cualquier fisura legal que lo facultara excluirla. Lelouch repitió la declaración que le tomaron el primer día palabra por palabra y negó la nueva evidencia en su contra que incluía el comprometedor testimonio de su hermana, argumentando que ella lo consideraba el asesino de Euphemia aún después de que en el juicio correspondiente tal acusación fue desmantelada; por lo cual, ella abrigaba un resentimiento hacia él. En consecuencia, Lelouch estuvo detenido en la comisaría la noche de la fiesta. Al día siguiente, lo soltaron. No le costó al abogado Gottwald lograrlo. No había pruebas contundentes más allá de la testificación de su hermana Cornelia que, aun así, era suficiente para iniciar un proceso penal.
Razón por la cual el abogado Gottwald y Lelouch se reunieron en el apartamento del primero. Jeremiah abordaba todos los asuntos legales en su despacho para separar el trabajo de su vida personal. Esta vez no lo hizo así. Este era el caso más importante que había tenido desde que el presidente Charles le encomendó defender a Luciano Bradley. ¡Demonios! Este era el caso de su vida. Por fin tenía la oportunidad de hacer las cosas bien y reparar el daño que ocasionó hace diecisiete años. Sobraba decir que no contaría con el respaldo de Britannia Corps como siempre. El presidente Schneizel se aseguraría de conseguir un veredicto de culpabilidad por todos los medios (sino es que antes mandaba un asesino a ocuparse de Lelouch). Por lo tanto, solo dependería de su conocimiento y experiencia acumulados. En privado, Lelouch le había confesado la verdad a su abogado. Francamente, Jeremiah no estaba sorprendido; pero sí algo alarmado.
—El presidente Schneizel manipuló a la directora Cornelia para que brindara un testimonio incriminatorio que te llevara a juicio. Pongo mi mano en el fuego en ello. No te ofendas. Eres el mejor sospechoso de la lista. Tienes una coartada dudosa y un motivo sólido. Eso sumado a las evidencias que falsifique o, en su defecto, se recojan y un puñado de testigos sobornados te garantizará la pena de muerte. ¡Sugiero que empleemos su propia estrategia demostrando la existencia del gen psicópata en la familia Britannia! Busquemos un psiquiatra especialista en ciencias del comportamiento y genética...
—No, no admitiremos los cargos. Eso sería, además, un insulto para las personas que padecen efectivamente esa condición —refutó Lelouch enviándole a Jeremiah una señal con el dedo. Lelouch estaba de espaldas a él. Examinaba el centro de la mesa del comedor que era ocupado por un cesto de mimbre lleno de naranjas frescas—. Necesito que me defiendas en el juzgado. Ambos sabemos que no soy el único con motivos para matar a Charles. Diseña una estrategia en función de esa premisa. Desvía la atención del jurado inundándolo con evidencias, que si no podemos conseguir igual podemos fabricarlas.
Lelouch seleccionó una de las naranjas del cesto y la limpió en su chaqueta. El comedor del apartamento de Jeremiah se conectaba directamente con la sala de estar. Ambas habitaciones eran divididas por un elegante arco de madera. Jeremiah le había ofrecido sentarse en alguno de los sillones felpudos de la sala y Lelouch declinó su oferta con amabilidad y pasó a recorrer el lugar, pues esta era la última vez que podía admirarlo. Conocía la ubicación de todo. Estuvo viviendo en ese apartamento mientras estuvo desaparecido. Ni el sueldo de un año alcanzaría a pagar un apartamento tan lujoso como el de Jeremiah. Tenía vistas espléndidas de distintos puntos de la ciudad y era súper espacioso. Hasta ahí acababan las semejanzas con su antiguo pent-house. El apartamento de Jeremiah disponía de mobiliario lujoso, su propia alberca, un balcón y una chimenea. Lelouch advirtió no sin cierta gracia que un apartamento igual a ese hubiera sido suyo si habría aceptado la propuesta de Schneizel. Rumió el abogado Gottwald:
—Me temo que no alcanzas a entender la magnitud del problema.
—No, sí lo entiendo.
—¡No, por supuesto que no! ¡Así que déjame hablar claro: no hay forma de ganar porque no tendrás un juicio! ¡Tendrás una ejecución!
Fueron envueltos por el silencio. Lelouch se dio media vuelta. Aquellas palabras reclamaron su mirada. Lelouch atisbó que en sus labios contraídos asomaba un rictus de desesperación que era acentuado por sus ojos inflamados. Para sorpresa del abogado, Lelouch asintió.
—Sí, lo sé.
—¡¿Y no te preocupa?!
—¡Oh, Jeremiah! Pensabas que eras más listo —se burló sonriente Lelouch y dio un mordisco a la naranja. El abogado Gottwald hizo un mohín. Lelouch decidió alumbrar la oscura visión de su interlocutor—. ¿En serio crees que no preví que Schneizel sacaría ventaja de la muerte del viejo para deshacerse de mí? ¡Por favor! Siempre tuve en cuenta que Schneizel no iba a resignarse ante la recuperación de mi lugar en la empresa y la familia y predije que apelaría a la misma jugada que utilizó contra mí con Euphemia. Esta vez me adelanté: estoy en esta situación porque yo mismo me coloqué en ella —explicó, disparando la naranja hacia arriba. La fruta aterrizó en su mano y Lelouch volvió a arrojarla al aire. Mientras jugaba, le susurró—: escucha, hay asuntos externos que necesito resolver y no puedo hacerlo desde la cárcel. Uno de ellos involucra a mi madre. Supongo que Cera no te habrá contado cómo nos engañó a todos fingiendo su muerte —la entonación de Lelouch no estuvo limpia de amargura en esa línea. Otra vez mordió la naranja. El abogado Gottwald frunció el ceño sin comprender la pregunta. Lelouch procedió a contarle la verdad. El abogado quedó boquiabierto. Por poco no se cayó al suelo. Lelouch añadió—: no te obligaré si esto te incomoda. Has hecho bastante por mí ayudándome hasta ahora. Considera tu deuda saldada y continúa viviendo esta buena vida. Ya no te guardo rencor, Chico Naranja —recalcó Lelouch. Agarró otra naranja y la dejó caer en su mano. Dio unas palmaditas en su hombro, seguidamente—. Encontraré otro abogado.
El abogado Gottwald salió de su conmoción.
—¿Buena vida? Quizás en la superficie —musitó Jeremiah mirando la naranja que sus dedos encerraban en una jaula—. Pero no lo es realmente. La verdad es que la odio. Todo mi éxito y mi fama están construidos sobre una farsa. Da igual que lo ignorara entonces. Me equivoqué al defender a Bradley y te lastimé a ti y a la señorita Nunnally de cierta manera. Además de que fui uno de los colaboradores más activos de Britannia Corps. Aunque tus palabras alivian mi corazón, mi trabajo no está completo hasta que te haya ayudado y yo haya respondido por mis crímenes. ¡No te abandonaré de nuevo, presidente Lelouch! Mi lealtad te pertenece, no a la Sra. Marianne —declaró inflando el pecho y enderezándose. Lelouch contuvo una risita y apretó su hombro. Asintió con la cabeza.
—Gracias, Jeremiah.
—Una cosa más: mi deber de abogado me dicta que debo darte a conocer todas tus opciones.
Jeremiah se distanció misteriosamente. Subió las escaleras espirales. Esa era otra disimilitud con respecto a su pent-house. Este lujoso apartamento tenía dos pisos. Lelouch creyó correcto seguirlo. Avistó a Jeremiah escabullirse en el interior de su estudio. Un despacho color crema con algunas tonalidades verde apio. Lo halló revisando una gaveta de un archivador vertical. Sus dedos se movían a toda velocidad a través de un acordeón compacto de sobres de manila. Extrajo uno y se lo tendió. Lelouch colocó la naranja en el escritorio.
—El último regalo de Cera para ti.
Cauteloso, Lelouch cogió el sobre. Lo abrió sin saber con exactitud qué debía buscar. Adentro había varios documentos. Lelouch los sacó y ojeó. Se trataba de dos pasaportes, dos licencias de conducir y un par de certificados de nacimiento. Los dos primeros documentos tenían una foto. Una era suya (de las últimas que Lelouch se había tomado), la otra era de Kallen (Cera había usado la foto que la pelirroja incluyó en su currículum). A priori las fotos eran similares. Empero la intuición de Lelouch apercibió algo extraño de forma inconsciente. Detenidamente las cotejó y, en efecto, la rotación y coloración eran algo diferentes. Cera las había cambiado para que no resultara evidente que todas fotos eran idénticas. Eso sí, un detalle que saltó a su vista fue el nombre al que estaban registradas. Julius y Chloe Kingsley. Lelouch captó la sutil referencia a Julio César por el apellido. Kingsley. King. Rey. Lelouch dedujo que Chloe era por Cleopatra. La astuta faraona de Egipto, última gobernante de la dinastía ptolemaica y la amante del gran emperador romano. Cera retocó su trabajo final con su sentido del humor.
—Me pidió que te diera el mensaje de que si las cosas salían mal no fueras necio y no dudaras en escapar y vivir una vida normal con la mujer que amabas.
Lelouch sonrió. Su mente podía reproducir ese sermón con su voz pastosa. No tenía duda. Su instinto le instigó devolver el papeleo aduciendo que no le hacía falta, mas cambió de opinión. Era una descortesía rechazar un regalo. Más aún si se trataba de una última oportunidad.
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La explosión de Britannia Chemicals fue una de las calamidades más devastadoras y terribles con una de las bajas humanas e infraestructural más altas y dolorosas que hubo en Pendragón en los recientes años. El lector recordará que al fiscal Gino Weinberg lo asignaron a ese caso. En un principio, todo apuntaba que la causa del incendio fue una explosión de gas de butano; pero la investigación dio un dramático giro cuando se dio a conocer que, en realidad, fue por una fuga de gas de un desperdicio químico ilegal. Esto se reveló gracias al vídeo de la caja negra de un automóvil estacionado cerca de la planta recuperado por una audaz reportera de nombre Milly Asford con quien el fiscal estableció contacto y pudo obtener más información. Resulta que Britannia Chemicals ya manipulaba químicos extremamente tóxicos y no hacía mucho la división farmacéutica de Britannia Corps había recibido una demanda por violación de residuos industriales, en virtud de que sus empleados estaban enfermándose a causa de los químicos. Aquel que provocó el incendio, por cierto, se filtró desde el complejo y contaminó las inmediaciones. Al parecer, Britannia Chemicals intentó deshacerse de ellos secretamente y el efecto le salió a la inversa.
Gino entendió entonces por qué el retirado fiscal Waldstein le había asignado precisamente a él este caso importante. Él llevaba más o menos el mismo periodo ejerciendo que Suzaku y Anya. La cosa es que Gino no tenía la tenacidad y las sólidas convicciones de Suzaku. Tampoco tenía la implacabilidad y la perspicacia legal de Anya. Él solo tenía conexiones y algunos fiscales estaban molestos con él al pensar que no se merecía su cargo. De seguro el fiscal Waldstein creyó que él, debido a su inexperiencia, no indagaría en el asunto y cerraría el caso. Gino le demostraría a él y a sus colegas, sobre todo a sí mismo, que era un buen fiscal. Que podía serlo, al menos. No se quedaría detrás de Anya y Suzaku.
En consecuencia, el fiscal Weinberg estaba construyendo un gran caso contra Britannia Corps en el cual planeaba presentar cuatro cargos: actividades antisindicales, violación de residuos industriales, violación de derechos laborales y delitos ambientales. Gino le participó a Suzaku sus intenciones esa misma mañana en la que Lelouch y el abogado Gottwald se entrevistaron. Gino acreditaba a Suzaku como el primer fiscal que había seguido la pista de Britannia Corps. Además, lo respetaba mucho profesionalmente. Admiraba su determinación y su honestidad. Consideraba apropiado tomar en cuenta su opinión. Con algo de suerte, aliviaría la decepción de su colega.
Mentiría si no admitiera que había quedado afectado por las palabras de Suzaku en la última conversación que tuvieron en la pizzería. «¿Por qué no he sido castigado por mis crímenes y estoy sentado aquí contigo? Porque las leyes protegen los criminales y condenan a los inocentes». Ya Suzaku había insinuado su desengaño y su frustración ante la falibilidad del sistema la vez que visitó la fiscalía. En su momento, Gino lo pasó por alto pensando que era una pequeña crisis que superaría eventualmente. Ahora que Suzaku había desembuchado (en apariencia), se podía hacer una idea de dónde provenía sus sentimientos. Incluso podía compartirla. Tenía razón. Las sentencias incorrectas, los vacíos ilegales, la corrupción en los órganos judiciales. Nada de eso era justicia. No obstante, Gino creía que los impunes ganarían si los hombres justos se rendían. «¿Qué es un fiscal si no es alguien que lucha en nombre de los que no pueden? No me molesta si tú no quieres pelear, Suzaku; lo haré por los dos y todos los agraviados debido a Britannia Corps. Enderezaré las cosas», se prometió Gino a sí mismo.
https://youtu.be/XB149NVj-ME
Suzaku apreció su iniciativa cuando Gino le contó lo que se proponía y, aunque naturalmente Suzaku le advirtió que apenas había arañado la superficie y de los riesgos, su colega pareció motivarse más. Suzaku no sabía si considerarlo imprudencia o exceso de confianza o valentía. En todo caso, el entusiasmo de Gino inspiró a Suzaku. A sabiendas de cuán intenso era pelear contra un conglomerado, el propio Suzaku se ofreció asesorarlo antes de que Gino le pidiera ayuda. Digamos, pues, que Gino cumplió su propósito y Suzaku renovó sus ánimos. Suzaku quiso poner al corriente a Kallen y Rolo, de modo que partió al bufete una vez dejó la oficina de Gino. Ellos estaban trabajando en el caso de la herencia de la viuda del fallecido director Clovis en el despacho de Kallen. Suzaku entró y les contó con lujo de detalles.
—Por lo pronto, Gino dará prioridad a las actividades antisindicales ya que con el testimonio de la lideresa del sindicato puede citar al presidente Schneizel. Planea hacerlo próximamente, de hecho —anunció Suzaku mientras presionaba el botón del dispensador eléctrico. Se sirvió agua en un vasito de plástico—. Me apena que no exista una forma de comunicarse con Zero.
—¿Por qué quieres comunicarte con Zero? —inquirió Kallen puntillosamente.
—Porque Tianzi no está a salvo. Es la testigo clave de la fiscalía en este caso. Britannia Corps está contra las cuerdas. Temo que el presidente envíe algún asesino para ganar algo de tiempo y evadir un cargo —explicó Suzaku—. Sinceramente, preferiría que ella solicitara protección a testigos, pero dudo que se lo otorguen: no ha recibido amenazas de muerte ni ha sido víctima de ningún atentado. En suma, no hay evidencias tangibles de que su vida peligra. Por lo que Zero es el único que puede protegerla.
—¿De verdad tú crees que el presidente se arriesgue a ordenar el asesinato de la líder estando en una tormenta mediática? —cuestionó ella—. ¿No estaría exponiéndose innecesariamente?
—Creo que cuenta con ello —insistió Suzaku, estirando la mano con que cogía el vaso en un amago—. En teoría, no les acarreará problemas, siempre que no dejen rastro.
—Es probable que Britannia Corps lo haga —intervino el secretario, tomando desprevenido a Suzaku. Rolo tenía tan poca presencia que a veces uno olvidaba que él estaba en el cuarto—. Ya han contratado asesinos asalariados en el pasado para agilizar los procesos judiciales y evadir la responsabilidad legal. Nadie se ha percatado porque esos asesinatos fueron llevados a cabo discretamente. Muchos de ellos los disfrazaron como accidentes.
Desde luego, Suzaku ignoraba cuál era el verdadero trabajo de Rolo y su antigua asociación con Britannia Corps. Kallen no le había dicho nada, Lelouch tampoco y Rolo no tenía razones para contárselo. Al igual que Kallen, Rolo dudaba de las intenciones del exfiscal y solamente no actuó a petición de Lelouch. Con esto, Suzaku empezó hacerse algunas ideas sobre Rolo.
—¿Sabes algo que nosotros desconocemos, Rolo?
—¿La verdad? Sí. Sé varias cosas —contestó tranquilo, volviéndose hacia Suzaku. Kallen se preparó mentalmente para la explosión—. Yo trabajé para Britannia Corps durante una época de mi vida. Escuché que todos los asuntos sindicatos de la sede principal y las sucursales son manejados por un equipo de planificación. El líder es un sujeto llamado Upson Thompson y, tal como ustedes podrán suponer, es totalmente devoto al presidente.
Kallen espió la reacción de Suzaku de reojo. Sus facciones se mantuvieron escrupulosamente compuestas. Su cuerpo expresó lo que su fisonomía quería callar. Suzaku se había sentado en la esquina de su escritorio para beber agua. Se irguió en el minuto que reveló su identidad.
—O sea que eres un asesino asalariado.
—Lo soy —confirmó, imperturbable. Estaba pareciendo cínico.
—¿Y Lelouch lo sabía? ¿Tú lo sabías? —inquirió él dándole una mirada acusadora a Kallen. Ella la soportó valientemente—. ¡Tsk! ¡Por supuesto que sí!
—No juzgues a la Srta. Stadtfeld ni a Lelouch. Este secreto es mío. Era mi decisión decírtelo o no. Si quieres enfadarte con alguien, enójate conmigo. Pero, entretanto perdemos el tiempo reprochándonos los unos a los otros las cosas que no pudimos hacer, el enemigo se mueve.
—Rolo está en lo correcto. Todavía existe el riesgo de que se deshagan de las evidencias —terció Kallen, agradecida de que Rolo haya hallado una manera de reconectar con el anterior tema—. ¡Oye, Rolo! ¿El equipo de planificación se reporta con el presidente Schneizel?
—Así es, ¿en qué piensas?
—En que esta sería una ocasión excelente para demostrar que las órdenes contra el sindicato provienen del presidente —indicó Kallen. Se dirigió a sus interlocutores. Miró a Rolo y luego a Suzaku. La emoción que estaba creciendo en sus entrañas se desinfló. Cruzó los brazos—. Estoy concibiendo un plan, aunque quizás alguno no esté de acuerdo.
—¿Te refieres a mí? A ver, ponme a prueba. Te escucho.
Suzaku dejó el vaso en el escritorio de Cera y retó a la pelirroja imitando su postura: separó los tobillos y cruzó los brazos bajo el pecho. Acabó venciendo su resistencia.
—Bien —resopló Kallen, descruzándose—. Se me ocurrió tenderle una trampa al presidente. Filtremos la información de que habrá una redada en la oficina del equipo de planificación. Eso llevará al equipo a tirar sus trapos sucios. Nosotros nos infiltraremos y nos haremos con ellos. Y una vez que estén en nuestro poder, telefonearemos a Thompson y lo chantajearemos. Lo obligaremos a revelar el nombre del presidente Schneizel y lo grabaremos. De esa manera, lo vincularemos directamente y preservamos la evidencia.
Suzaku se acariciaba la barbilla. Cuántas más vueltas le daba al plan de Kallen midiendo los pros y los contras y analizando los puntos ciegos, le gustaba más. La idea lo había atrapado y no lo quería dejar ir. Suzaku estaba por comunicar su opinión cuando Rolo se le adelantó:
—Es un buen plan. Yo realizaré la llamada. Ustedes estarán relacionados con este caso como abogados. Será mejor que no se enredaran en nada ilegal bajo sus nombres. Lo haré si ambos están de acuerdo —puntualizó Rolo, dirigiéndose específicamente a Suzaku. Los ojos de este se habían reducido a dos tajos oscuros. Rolo ya había visto esa mirada aprensiva en los rostros de los niños del orfanato en el que creció y, aun así, seguía siendo dolorosa.
Tanto Lelouch como Kallen creían en él. Rolo debió trabajar por granjearse su confianza. No la suya. Empero Suzaku pensó que sería mezquino de su parte negarle el beneficio de la duda, tomando en cuenta que Rolo lo había recibido en el bufete a pesar de que él fue un enemigo.
—Hay unos detalles que pulir en el plan, pero en esencia está bien. Hagámoslo —aprobó con un suspiro y juró ver que los hombros de Rolo se relajaban—. Voy a contactar a Gino.
Suzaku se puso en rumbo a su oficina. Lo llamaría desde allí. Kallen se giró sobre sus talones.
—¿No nos equivocamos en confiar en el fiscal Weinberg? ¿Podrá arreglárselas con este caso?
—Gino es un buen fiscal y es el único que está dispuesto a enfrentarse a Britannia Corps. No nos preocupemos y aceptemos la mano que nos tiende —alegó Suzaku—. De todas maneras, el caso se transferirá a alguien mejor en el futuro.
—¿A quién? —inquirió Kallen frunciendo el entrecejo—. ¿Anya Alstreim?
—¿El fiscal Guilford? —aventuró Rolo.
—No, ninguno de ellos.
Suzaku les ofreció una sonrisa misteriosa antes de desaparecer en el interior de su despacho. Aquel fugaz gesto desorientó a sus colegas. Rolo y Kallen intercambiaron una mirada como si fueran a encontrar en el rostro del otro alguna explicación o respuesta esclarecedora. Los decepcionó medianamente quedar en las mismas. ¿Quién demonios podría mejor que la fiscal Alstreim y el fiscal Guilford?
https://youtu.be/caR7C2SHdFI
A los oídos del presidente Schneizel ya había llegado la noticia del ambicioso caso que estaba preparando el fiscal Weinberg por la boca de su nuevo cómplice, el recién nombrado fiscal jefe Guilford. No estaba preocupado, francamente. Pero no quería hacer nada por lo que más adelante se arrepentiría y delegó ese contratiempo al fiscal. El susodicho dijo que transferiría el caso a un fiscal experimentado, condescendiente y con ansias de éxito que tuviera afinidad con los intereses de Britannia Corps. El presidente Schneizel acogió con agrado su diligencia y le pidió, asimismo, hallar un fiscal «adecuado» para el caso de su hermano menor, acusado por homicidio en primer grado. El fiscal prometió encargarse como un favor por ayudarlo a ascender entre las filas de sus pares. Los dos caballeros estrecharon sus manos dando así por finalizada su reunión.
El presidente Schneizel regresó a su mansión. Aquellas semanas habían sido particularmente caóticas y extenuantes. La atención del presidente Schneizel oscilaba como un péndulo entre el Proyecto Geass, el inminente juicio de su hermano y sus deberes con Britannia Corps. De cierta manera, esas dos habían entrechocado. Las acciones de Britannia Corps había sufrido una caída ante el arresto de Lelouch. El presidente Schneizel decidió adelantar la conferencia de prensa sobre el auto eléctrico de Britannia Motors con la finalidad de que la presentación del nuevo coche subiera el precio de las acciones. A medias alcanzó su objetivo. El presidente no estaba decepcionado. Sabía bien que no iba a poder encubrir aquel percance. El daño había sido demasiado grave y enorme. El sol no podía ser tapado con un dedo. De cualquier manera, el presidente Schneizel quería que las actividades de Britannia Corps siguieran en pie.
El plan del presidente consistía en desvincular totalmente a su hermano del nombre de Britannia. No solo pretendía hacerlo achacándole el asesinato de su padre, también quería culparlo de toda la corrupción dentro de Britannia Corps. Un chivo expiatorio era la mejor solución para que la compañía saliera ilesa frente al inevitable juicio al que los iba a llevar el fiscal Weinberg. Tan pronto fuera encontrado culpable por todos los cargos, él moriría trágicamente en prisión y ese sería el final de esta historia que se había prolongado demasiado. Claro que el presidente Schneizel dudaba seriamente que su hermano se quedara quieto mientras tanto. Podía apostar que algo estaba tramando para librarse. Fue por eso que él estaba presionando a su equipo de investigación para que rastrearan cuanto antes la ubicación de la central remota de monitoreo de la mansión. Las cintas del CCTV asegurarían un veredicto de culpabilidad para Lelouch. Hasta ahora no había avances en la búsqueda. Se veía en la obligación de ser paciente.
Era poco más de las seis de la tarde. Estaba anocheciendo y al presidente Schneizel le apetecía un trago. Llamó a su mayordomo, y el empleado no contestó. Tampoco cuando lo llamó a la segunda ni tercera vez. Supuso que estaba en una parte de la mansión donde le era imposible escucharlo. En lugar de ir a buscarlo o irritarse, el presidente Schneizel optó por servirse a sí mismo. Él manejaba algunos conocimientos de coctelería. Estuvo varios años en el extranjero estudiando en la universidad, tuvo que aprender a hacer ciertas cosas por su cuenta. La familia Britannia tenían un almacén de barricas de vino exportado de su plantación de viñedos en el sótano y una habitación llena de licoreras que el presidente Schneizel había convertido en su refugio. La parecía más íntima que su propio dormitorio y el estudio de la mansión. Fue allá y se preparó un Bloody Mary. Una bebida picante sentaba bien en las épocas frías. Al tiempo que estaba bebiendo, las agudas notas de un piano lo sobresaltaron provocando que derramara un poco su bebida en su traje. Era uno de los defectos de la noche. Se intensificaba los ruidos a esas horas. El presidente Schneizel sacó el pañuelo del bolsillo del pecho y pasó a limpiarse. Dedujo que era Lelouch. Cornelia le había dicho que Lelouch se ponía a tocar el piano en los momentos más inoportunos para incordiarlos deliberadamente. El presidente Schneizel no la tomaba en serio. A su juicio, exageraba. Bien. Ahora estaba comenzando a creer que Cornelia tenía razón. El presidente terminó de beber y bajó a la estancia. Lelouch estaba sentado frente el piano de cola interpretando una melodía dulce.
—Buenas noches, querido hermano —saludó el presidente, acercándose—. Corrígeme si me equivoco, ¿estoy oyendo el concierto de piano n°2?
—No te equivocas, Schneizel. En efecto, lo es —ratificó él, sonriente—. Me alegra saber que conoces la obra de Rachmaninoff.
—Disfruto enormemente los conciertos para pianos. Sería imperdonable que no hubiera oído las piezas más famosas de uno de los pianistas más virtuosos que el mundo nos ha regalado —manifestó el presidente con una sonrisa forzada—. ¿Puedo preguntar por qué te decantaste por interpretar este concierto?
—Por una promesa.
—¿Cómo?
—Le prometí a Euphemia tocar sus composiciones favoritas en el piano —explicó Lelouch—. Ella ya no está, pero pienso que el valor de una promesa no se desvanece luego de la muerte. Lo bueno es que puedo visualizarla fácilmente aquí conmigo.
Lelouch dirigió una mirada rápida a la pared del fondo sobre la cual se apoyaba la chimenea. Encima estaba colgada una foto enmarcada de Odiseo, Schneizel, Cornelia y Euphemia, que ocupaba el centro de la imagen. Se habían tomado esa foto en los jardines de la mansión.
—Lamento si te estoy molestando —añadió Lelouch.
—Está bien. El piano no supone ninguna molestia ni tampoco lo es platicar con uno de mis hermanos. Mirándole el lado positivo a esta situación, esto nos reunió. No nos habíamos visto en la mañana entera y debía hablar contigo. Estuve con el fiscal Guilford y él se comprometió con ayudarnos asignando a tu caso un fiscal comprensivo.
—¡Oh! ¿De veras hiciste eso por mí?
—Claro. La familia es incondicional.
Solo el presidente podía desvirtuar el sentido benévolo de una frase que debía destilar afecto y sinceridad. Lelouch descifró la oscura intención que encerraban sus palabras. Se acordaba que su hermano le había dicho lo mismo al director Clovis y después resultó asesinado. Así y todo, le siguió la corriente. Esa era una de las reglas tácitas del juego de hermanos que ellos habían pactado secretamente, igual que dos actores que han recitado bien sus líneas.
—Gracias. Veo que no tengo necesidad de recordarte que conozco los secretos de Britannia Corps y si el juicio toma una dirección desfavorable, no dudaré en usarlos para conseguir mi libertad —insinuó Lelouch con malicia. Al presidente Schneizel le costó tragarse su enojo.
—Mi querido hermano, me lastima tu desconfianza. ¿Por qué harías eso?
—Hay algo que quisiera preguntarte, si me permites apelar a nuestros privilegios de hermanos.
—Adelante.
—¿Alguna vez ha salido una verdad de tu boca?
El presidente Schneizel se puso rígido. Incluso su sonrisa se esfumó. Lelouch seguía tocando el concierto como si nada. Sus dedos se desdibujaban a la velocidad vertiginosa a la que iban mientras se perdían entre las teclas de marfil. Schneizel cerró los ojos y movió la cabeza. La sonrisa regresó a sus labios.
—Todos mentimos, Lelouch. La deshonestidad es consustancial a la naturaleza humana. Nos ayudan a adaptarnos a nuestro entorno. Mejor que yo, tú deberías saber que la adaptación es esencial para la supervivencia. Por mi parte, soy honesto la mayor parte del tiempo; pero no negaré que he dicho una que otra mentira en el pasado para proteger la paz o alguien. Creo que son las únicas circunstancias en que está permitido —declaró el presidente Schneizel con aire solemne—. Muy bien, ¿he respondido a tu pregunta?
—Sí, lo hiciste —asintió Lelouch cortando el aire con la nariz—. Como no podía ser de otro modo, diste una respuesta correcta.
—De acuerdo. ¿Qué hay de ti, Lelouch? ¿Dijiste alguna verdad? —indagó, impulsado por el afán de incomodarlo devolviéndole la pulla.
—¿Qué es la verdad? ¿Qué es la mentira? ¿En qué se diferencia la autenticidad de la falsedad si ambas son tan parecidas que se pueden confundir? —cuestionó Lelouch con una voz lejana, como si estuviera hablando consigo mismo.
—La verdad es lo que es y jamás dejará de ser —replicó el presidente con convicción, como quien tiene la verdad absoluta en su poder—. Inexorable, incómoda, dolorosa, despiadada. A veces horrible. A veces hermosa. Siempre eterna. Tarde o temprano, la verdad se enfrenta a la mentira y proclamará su victoria. Veritas liberabit vos.
—Significa entonces que eres una persona libre porque eres sincero —murmuró Lelouch con una repentina melancolía—. Yo, en cambio, soy preso de mis mentiras.
—¡Oh! ¡Pero posees la llave para liberarte cuando quieras! Es tu decisión, así como tienes el poder de escoger qué es verdad y que no. La verdad habita en el ser, después de todo.
—Supongo que estás en lo cierto —concedió Lelouch. Su voz se había reducido a un susurro.
Repicó un celular. El presidente se disculpó con su hermano. Era su tono de llamadas el que estaba sonando. Schneizel le dio la espalda, sacó su teléfono y leyó el nombre de su hermana en la pantalla. Aceptó la llamada. Cornelia fue breve, pero clara. El departamento de policía se había puesto en contacto con ella. Había localizado a Nunnally. Un asombrado presidente se volvió hacia su hermano por encima del hombro. Percibió que Lelouch se había levantado. Estaba cómodamente instalado en la ventana. Estaba hurgando en el bolsillo interior de su chaqueta en busca del yesquero que prendiera el cigarrillo que sus labios apretaban. Cornelia le gritó a su hermano, cuando este se quedó mudo. El presidente le confirmó mecánicamente que iría a su encuentro y colgó. Lelouch por fin dio con el yesquero y encendió el cigarrillo.
—¿Alguna novedad interesante, querido hermano? —indagó Lelouch. Intencionalmente usó el apelativo con que Schneizel solía referirse a él para que su tono amable sonara convincente. Schneizel ni siquiera dudó qué contestarle.
—No, algunos imprevistos surgieron en la compañía. Nada de lo que debas preocuparte. Iré a solucionarlo. Fue agradable conversar contigo hoy.
Schneizel dedicó a Lelouch una última sonrisa gomosa como ademán de despedida. Lelouch correspondió a su gesto moviendo la cabeza y se puso a fumar. Schneizel se retiró del cuarto y marcó el número de su chófer. Instante más tarde, trajo el Lamborghini frente a la mansión y abrió la puerta para su señor. El presidente Schneizel no se apuró en subirse. Tornó a echar un vistazo a su hermano. Lelouch estaba viendo fijamente el cielo raso, como si hubiera algo interesante allí. El cigarrillo se le estaba consumiendo entre los dedos. ¿Schneizel se retractó de su mentira? ¡En lo absoluto! Lelouch podía perder la cabeza e intentar alguna locura. Ya le constaba lo que era capaz de hacer por su hermana y Schneizel necesitaba que todo siguiera su cauce natural según lo planeado. En adición, Lelouch tenía una cuota de culpa: aun cuando Luciano la había asesinado, Nunnally estaría viva si Lelouch no estuviera obsesionado con la venganza. Sí, sí. Pensando en eso, el presidente se subió al vehículo. Era cierto que el trato entre Lelouch y Schneizel cambió desde que el primero se había unido a la familia. Se había vuelto cortés y cariñoso, al margen de que a veces se picaban el uno al otro. Era una relación típica de hermanos que se respetaban y admiraban. Excepto que Lelouch y Schneizel no eran hermanos comunes y corrientes: se habían engañado, se habían puesto trampas y se habían enfrentado en reiteradas veces. Ninguno de ellos lo había olvidado. Tenían heridas que se lo recordaban. Simplemente estaban interpretando un papel y se ceñirían a él hasta que alguno renunciara.
https://youtu.be/xI0EzTrfc4I
El chófer estacionó el deslumbrante vehículo junto a la acera. El presidente se apeó. Paseó la mirada por los alrededores. Reconoció el Mercedes Benz de su hermana y asumió que estaba en el interior de la estación de policía. Un edificio feúcho que pasaba desapercibido entre sus edificaciones vecinas. Comparada con el Palacio de Justicia, que era la sede de los tribunales penales de Pendragón, la estación no estaba mal. Aquella estructura estaba suplicando a gritos una remodelación. El presidente Schneizel le ordenó a su chófer quedarse y se adentró. En el recibidor, se reencontró con Cornelia. Solicitaron hablar con el comisionado Tohdoh que ya los estaba esperando. Los condujo a la morgue.
Era una habitación amplia compuesta por dos hileras de camas de metal. Estaba iluminada por varias series de lámparas fluorescente cuya luz le daba una tonalidad azul a la instalación. Hacía un frío infernal. Habían prendido el aire acondicionado. Todo el lugar apestaba a muerte. El médico forense no tuvo necesidad de leer las etiquetas. Recordaba perfectamente en qué cajón la había guardado. Haló del asa y echó a un lado la sábana blanca. El cadáver de Nunnally era imposible de identificar. Estaba en un avanzado estado de descomposición. El comisionado Tohdoh les explicó que averiguaron su identidad gracias a un increíble software de reconstrucción facial en 3D. Añadió que hallaron el cadáver en el río, el cual la arrastró hasta los suburbios. El agua y el tiempo contribuyeron que el tejido se degradara más deprisa. La causa de la muerte fue ahogamiento. La autopsia develó que Nunnally fue golpeada y abusada. Su cuerpo era un mapa de múltiples cardenales y hematomas. Tenía hemorragia petequial y trauma en el área vaginal. A Cornelia la invadió una fuerte ola de emociones. Se dio la vuelta bruscamente, se agachó y se metió el puño en la boca para no lanzar un grito de horror. El presidente Schneizel se dobló y sujetó su cuerpo. Cornelia aseguró que estaba bien. El presidente la soltó y le agradeció al comisionado todos sus esfuerzos por encontrar a su hermana y dijo que la depositaría en la bóveda de la familia Britannia, adonde pertenecía. Retornó con la inquieta Cornelia y le susurró que podían irse.
—Disculpa que no consultara contigo esto. Me pronuncié sobre un asunto importante por mí mismo. No estuvo bien —admitió el presidente con gravedad. Estaban bajando las escalinatas de la estación en el exterior. Ella se le había adelantado—. Sin embargo, quiero que entiendas que tomé esta decisión porque creí que era todo lo que podía hacer por esa pobre chica.
—No me molesta que organices y pagues todos los gastos de las exequias. Tan insensible no soy. Lo que no entiendo es cómo estás seguro de que ella es hija de nuestro padre común —expresó Cornelia. Al pie de las escaleras, se volvió hacia él para encararlo. Schneizel seguía descendiendo las escaleras con actitud ceremoniosa. Él contestó con silencio—. Tú lo sabías, ¿no es cierto?
—Perdóname. Nuevamente lastimé tus sentimientos.
—¿Desde cuándo? —inquirió con frialdad, ignorando sus disculpas.
—Desde que éramos niños. Una ocasión mientras jugábamos al escondite, yo me oculté en el estudio de nuestro padre. Era el escondite de los amantes. El único lugar en la mansión en donde eran libres de hacer sus travesuras de amor. Ahí estaban ese día casualmente. Ellos no me vieron; yo sí —explicó. En aquella nota de voz vibraba un sentimiento de odio que yacía en las profundidades de su alma—. Con los años, tuve curiosidad por conocer a los retoños de aquel amor prohibido y visité su casa. Al parecer, la abogada no tenía intención de dañar la reputación de la familia ni de disolverla, así que los dejé estar.
—¡¿Por qué no me contaste?!
—Porque no hubiera cambiado nada —se justificó Schneizel—. Él habría continuado viendo a esa mujer debido a su otra familia y a ti te habría infringido más dolor. Nuestro padre estaba casado con tu madre en aquella época. A pesar de sus pecados, ese hombre era nuestro padre y los hijos son inocentes de los errores de sus padres. Eso dijiste, ¿estoy en lo correcto?
El presidente alcanzó a su hermana. Cornelia había asumido su postura obstinada: los puños apretados y la cabeza hundida. Bajo la frente hoscamente fruncida, sus ojos brillaban de furia. Por vez primera, el presidente Schneizel había sido sincero. Casi totalmente. Omitió la parte en que tramó un plan para matar a los niños. Cornelia cedió. Sus músculos se relajaron.
—Sí, lo estás —reconoció—. Pero ¿no vamos a llamar a Lelouch? A decir verdad, él es quien debió venir y no nosotros.
—No. Él tiene que prepararse para su juicio. Me temo que esto lo devastaría. Tú y yo sabemos cuánto demora en sanar un corazón herido —dijo el presidente—. Se lo diremos después del juicio, ¿está bien?
Después del juicio, o sea, para cuando estuviera en la cárcel. Le parecía cruel posponer hasta ese momento un secreto de ese tamaño, pues Lelouch no tendría manera de evadir la justicia esta vez. De seguro sería condenado a cadena perpetua y, en esas circunstancias, sería incapaz de despedir a Nunnally. Cornelia se habría vuelto loca de dolor, si le hubieran privado de ver a Euphemia. Ella fue todo lo que su madre le había dejado. En tal sentido, entendía el vínculo estrecho de Lelouch con Nunnally. Sin embargo, Cornelia no perdía de vista que Lelouch se acercó a ellos con artificios para cobrar venganza. Embaucó y usó a Euphemia con intención perversa. Él no la amaba. El amor y el mal no se compaginaban de ninguna manera. No podía perdonarlo, incluso si no fue quien la mató. Así, la ojeriza de Cornelia sometió la compasión que había empezado a desarrollar por él y aceptó las condiciones de Schneizel.
https://youtu.be/5JOj-Rl4IB4
Suzaku logró comunicarse con el fiscal Weinberg. No solo solicitó el favor. También le contó el propósito del plan y le indicó que tenía que hacer con exactitud y por qué. Conocía a Gino. No los ayudaría, si no exponían sus razones. Aunque Suzaku evitó extenderse en los detalles, Gino infirió que ellos recurrirían a la ilegalidad. Vaciló. Temía comprometer la investigación. Suzaku lo tranquilizó refutando sus sospechas y garantizándole que se valdrían de las lagunas jurídicas. Afirmó, además, que eran conscientes de los riesgos de la operación y asumían las implicaciones. Gino lo reconsideró. La oportunidad que Suzaku estaba planteándole era muy tentadora. Incluso si hallaban pruebas de las actividades antisindicales al registrar el Equipo de Planificación por la vía oficial, era factible que el presidente convirtiera al líder Thompson en su nuevo chivo expiatorio y el problema se acabara. Cosa que no sucedería si demostraban que el presidente Schneizel estaba involucrado. Gino accedió. No sin hacerle prometer que serían cuidadosos. El fiscal citó al presidente Schneizel. Lógicamente, el hecho fue el plato principal que sirvieron los medios los días sucesivos hasta que el presidente se presentó en compañía de sus abogados en la fiscalía, en donde ya se habían instalado a aguardarlo una multitud de reporteros. Ellos lo asediaron con varias preguntas, ante las cuales el presidente Schneizel se limitó a contestar que cooperaría con el fiscal Weinberg y prometió que trabajaría duro para restaurar la confianza de la gente en Britannia Corps.
Paralelamente, había una gran movilización en la oficina del Equipo de Planificación. Upson Thompson había sido informado de un inminente allanamiento. Por este motivo, él ordenó a sus subordinados recoger todos los archivos y sacarlos del edificio, dado que no tenían tiempo para deshacerse de ellos. Los empleados guardaron los documentos impresos, discos duros y pendrives en una caja azul de gran volumen. Al término de la recolección, un empleado cogió la caja y salió. Desde una posición relativamente segura, Rolo, quien estaba disfrazado como un guardia de seguridad, lo vio tomar el ascensor. De inmediato lo reportó a sus compañeros.
El empleado presionó el botón del estacionamiento, el P1. El plan consistía en llevar afuera toda la evidencia y destruirla. Pero antes el ascensor tuvo que hacer una parada en el piso tres para que pudiera subirse Kallen. A efectos de esta misión, se había vestido como un miembro del personal de limpieza. Acordaron que ella y Rolo serían los infiltrados ya que sus rostros no eran tan conocidos como el de Suzaku y, por tanto, no se les complicaba mantenerse bajo perfil. Si bien hubieran sido útiles las habilidades de falsificación de Cera, no las echaron en falta. Rolo se las apañó para «tomar prestados» los trajes y las tarjetas de identificación. Con frecuencia él se tuvo que infiltrar debido a su trabajo. El elemento nuevo era que otras vidas estaban en juego. Existían mil maneras de que el plan se fuera al traste y todos tendrían que sufrir las consecuencias. Si querían impedir que eso sucediera, debían cuidar las espaldas de los demás, confiar y apoyarse. Se sentía capaz de hacer la primera parte; no estaba seguro de qué decir ni qué hacer para convencer a Kallen y Suzaku de que era su aliado.
Por una vez, Rolo se lamentó por sus patéticas habilidades sociales y deseó ser como Lelouch. Elocuente, carismático y sociable. Intrigado, Rolo le preguntó una ocasión cómo se desenvolvía tan bien en esos ambientes. «Es fácil. Pienso en las posibles reacciones y respuestas que me pueden dar y elaboro un guion a partir de ellas en mi cabeza. Reduzco las posibilidades basándome en mi interlocutor». Rolo se sorprendió de que ambos necesitaban saber todo para proceder, pero en tanto Rolo lo hacía para entender el mundo, Lelouch lo hacía para obtener el control. En este particular, de las conversaciones. Algo que a él no le había interesado porque no le importaba socializar. Como sea, Rolo se dijo que sus acciones hablarían por él. No pretendía estropear la misión e imaginaba que Kallen y Suzaku tampoco.
Volviendo al ascensor, la pelirroja rogaba para sus adentros que el hombre no la reconociera. Algunas fotos de ella habían tomado durante el juicio en el caso de asesinato de Euphemia li Britannia. En ninguna salía de frente. No obstante, estuvieron circulando en internet. Eso sin mencionar que algunas cámaras la grabaron al entrar en el Palacio de Justicia. Kallen se bajó con discreción la visera de la gorra. Disimuló relajarse agarrándose del pasamanos con ambas manos. Pudo entrever que el hombre estaba muy nervioso. Estaba exclusivamente pendiente de la pantalla y los números que iban cambiando a la velocidad de un cuentagotas. Al menos, no tendría que preocuparse por parecer sospechosa. Se abrieron las puertas. El empleado se había plantado delante de ellas a fin de salir de primero. Su iniciativa se vio frustrada porque Suzaku bloqueaba la entrada. Se distrajo intentando huir que no presintió cuando la pelirroja lo golpeó por detrás. Suzaku le arrebató la caja y Kallen salió del ascensor. Rolo se les unió poco después. Se montaron en una furgoneta que Rolo alquiló para esa ocasión y se fueron. Se estacionaron unas cuatro cuadras al noroeste a partir de su anterior ubicación.
Tomaron una foto al contenido de la caja y se la enviaron al líder Thompson desde un teléfono desechable. Kallen le había pedido a Lelouch averiguar su número. Esperaron unos minutos. Querían que el líder Thompson viera antes las fotos. Su intención no era crear incertidumbre, sino alentar el pánico y la ansiedad. El truco les resultó. El líder Thompson los contactó. Rolo rechazó la llamada y la siguiente. El líder Thompson no se dio por vencido y llamó por tercera y cuarta vez. A leguas se le notaba su desesperación. La aplicación del distorsionador de voz estaba ya activada. Rolo pulsó el botón de grabar y atendió la llamada. La puso en altavoz.
—¿Sí? ¿Con quién hablo?
—¡No se haga el tonto! ¡Usted sabe con quién habla perfectamente! ¡Me envió una foto!
—No, no sé quién es —replicó Rolo. Su tono aséptico acuciaba la irritabilidad del hombre.
—Soy Thompson.
—¿Thompson? Eso no me dice nada.
—Upson Thompson —masculló el hombre, tratando de contener la rabia sin éxito.
—¡Oh! ¡Sr. Thompson! Estaba ansioso por su llamada. Veo que recibió mi mensaje.
—¡¿Quién es usted?! ¡¿Cómo tiene consigo esa caja?!
—Mi nombre da igual. Esos detalles no le conciernen.
—Es el informante, ¿no? Nos tendió una trampa filtrando información falsa. ¡Devuélvala!
—Perdone, no soy empleado suyo.
—¡¿Qué es lo que quiere?!
—Bien. Esto está mejor —concedió Rolo—. Quiero 500 mil dólares.
—¡¿500 mil dólares?! —tronó el interlocutor, exaltado.
—¿No está bien? De acuerdo. Tiene usted razón. Que sean 700 mil dólares.
—¡¿Pero de dónde voy a sacar 700 mil dólares?!
—Ese es su problema. No el mío. Y, si no lo resuelve para mañana mismo, enviaré esta caja al fiscal Weinberg —advirtió Rolo afilando la entonación para aparentar que iba a cortar.
—¡No, escuche! Por favor, por favor, por favor, por favor —suplicó el líder Thompson. Los ruegos brotaron atropelladamente de su boca—. Debería hablar con el presidente Schneizel.
Rolo, Kallen y Suzaku intercambiaron una breve mirada significativa. Ninguno de ellos tenía que decirlo en voz alta para saber que compartían el mismo pensamiento. «Esto iba a ser más fácil de lo que habían planeado». Fue un momento de complicidad. Raro en el buen sentido. Al menos, así lo quería describir Rolo.
—¿Por qué? —inquirió Rolo—. ¿Él que tiene que ver con usted?
—¡Diablos! Él es el presidente de Britannia Corps. Tiene el dinero que usted quiere. Pagarle 700 mil dólares sería una limosna para él.
—Pero usted es el líder del Equipo de Planificación. El mandamás. Usted diseñó y desarrolló las estrategias antisindicales.
—¡Qué más da quién sea yo y quien le dé el dinero! —balbuceó el líder Thompson—. Todo lo que quiere son 700 mil dólares, ¿no?
—Importa porque estoy llamándolo a usted. Sr. Thompson, creí que estábamos hablando en la misma lengua.
—¡Pero es el presidente quien da las órdenes realmente! ¡Yo solo hago lo que él me dicta! Soy solo una marioneta.
—En tal caso, pídale usted al presidente Schneizel el dinero —dijo secamente—. Dispone de veinticuatro horas contando desde este minuto o cumpliré mi amenaza. Le mandaré los datos de mi número de cuenta por otro mensaje.
https://youtu.be/Ylsr2p2WLZg
Rolo colgó. Le tendió el teléfono a Suzaku, que ya tenía en sus manos una bolsa de plástico.
—La grabación per se debería demostrar las actividades antisindicales. En cuanto a la caja...
—No te preocupes. Se lo entregaré en persona a Gino —le indicó Suzaku—. Si me pregunta cómo la conseguí, responderé que el líder del Equipo de Planificación me la dio.
—De acuerdo. Gracias a los dos —expresó Rolo, todavía con su acento monocorde.
—¿Por qué? —inquirió Suzaku, aturdiéndose.
—Por confiar en mí.
Y, espontáneamente, Rolo les sonrió. No era una sonrisa ancha ni altiva; sino gentil, humilde, algo torcida y, sobre todo, sincera. Sonreír lo hacía sentirse ligero. Era una sensación el doble de extraña que ese gesto cómplice que tuvieron; aunque igual de agradable. Rolo supuso que se debía a que no estaba acostumbrado. Así como la pelirroja le agradeció su honestidad con una sonrisa y lo aceptó, Suzaku hizo lo propio.
—No hay de qué. Hiciste un buen trabajo.
Kallen presionó el embrague hasta el fondo con el pie izquierdo, movió la palanca de cambios y prendió el motor. El resto del trayecto estuvieron comentando cuán alta era la probabilidad de que el presidente Schneizel ordenara el asesinato del líder Upson Thompson para preservar los turbios secretos de la compañía. Suzaku afirmó que el presidente Schneizel era un hombre compasivo y generoso que sabía abandonar esas virtudes en los momentos claves. Evitaría el uso de la violencia en tanto pudiera. A buen seguro, Gino le propondría un trato a Thompson tan pronto se registraran las oficinas del Equipo de Planificación y quedaran en evidencia las actividades antisindicales del conglomerado. Su testimonio, conjuntamente con el de Tianzi, desempeñaría un papel crucial en la corte. Rolo secundó a Suzaku agregando que la paciencia del presidente Schneizel solo era superada por su misericordia. Así pues, los tres dedujeron que el presidente ordenaría matar a los testigos en cuanto la tormenta mediática se aplacara y Rolo Kallen sabían que el verdugo encargado de ambas ejecuciones sería el Zero impostor. Las manos de Kallen sobre el volante se crisparon. Estaba disgustada. En su fuero interno se dijo que el falso Zero no se le adelantaría.
https://youtu.be/eduwBgDcMwY
La siguiente parada de la investigación de Cornelia fue Suzaku Kururugi. Euphemia visitó a Kururugi el día anterior a su muerte. Algunas confidencias debieron intercambiar. Euphemia y Kururugi parecían ser bastante íntimos. Lo suficiente para compartir el cuidado de una gata. Cualquiera que estuviera en conocimiento de las indagaciones de Cornelia habría discurrido que el exfiscal Kururugi debió haber sido interrogado al inicio. La cuestión era que ella tenía una razón adicional para reservar a Kururugi hasta el final.
La cercanía entre Euphemia y él, sumada a las buenas cualidades de Kururugi, su porte atractivo y su edad contemporánea con Euphie, había suscitado la sospecha en Cornelia de que Kururugi era el otro hombre de quien su hermana se había prendado. Cornelia recordaba bien que ella hacía algún tiempo le solicitó un consejo amoroso porque su corazón se hallaba en conflicto. El primer pretendiente era el abogado Lamperouge, su medio hermano y su presunto asesino. Tristemente, Euphie se llevó el nombre del segundo a su tumba antes de que pudiera confesárselo. Si Euphemia y Lelouch constituían los dos vértices de aquel trágico triángulo amoroso, ¿quién era el tercero? Ningún otro nombre, salvo el de Kururugi, era capaz de evocar. Si no era él, al menos podría adivinar. Algo tenía que saber. Kururugi había sido el fiscal a cargo del caso de su hermana. Él estuvo investigando por más tiempo que ella. Primeramente, le diría que por eso acudió a él en el supuesto de que Kururugi le preguntara. Si él se mostraba renuente, lo confrontaría con sus sospechas. Cornelia no pensaba que llegarían a ese punto.
Cornelia estaba cifrando todas sus esperanzas en Kururugi. Sentía que estaba caminando en círculos. No había obtenido avances importantes en su investigación. El interrogatorio de la detective Nu no resultó como quería. Peor aún, no tenía pruebas de que Lelouch ni nadie era el asesino. Con todo, era demasiado pronto para renunciar. Cornelia sabía que si su hermana estuviera a su lado le diría que apenas había empezado y, por consiguiente, no podía esperar que su investigación rindiera frutos. Eso bastó para fortalecer su determinación. Así que ella se metió en el cuarto de Euphie, buscó su celular, ojeó rápido su lista de contactos y telefoneó a Kururugi. Le expresó su necesidad de verse con él en persona en algún sitio tranquilo lejos de las miradas de los entrometidos. Kururugi sugirió que viniera a su apartamento durante la noche. Cornelia aceptó.
Alrededor de las siete en punto, se plantó frente a la puerta. Kururugi la recibió y le brindó toda la cortesía que impone la hospitalidad. Cornelia solo le pidió un paracetamol y un vaso con agua fría. Kururugi los trajo enseguida. De paso, se sirvió un vaso para él también. Cornelia se tragó su paracetamol en seco y se bebió su agua de un solo viaje —igual que si hubiera ingerido un tarro de cerveza—. Últimamente Cornelia estaba forzando su mente. Una parte de ella estaba inmersa en los asuntos de la empresa. La otra parte estaba analizando minuciosamente su cita con el anónimo, al interrogatorio de la detective Nu y a sus recuerdos con Euphemia. A consecuencia de este sobreesfuerzo, Cornelia tenía la cabeza caliente. Al ritmo acelerado que palpitaba su frente, sentía que iba a detonar en algún punto.
—¿Qué puedo hacer por usted, directora Cornelia? —tartamudeó Kururugi, algo conturbado.
—Estoy buscando al maldito infeliz que asesinó a mi Euphie —soltó Cornelia sin preámbulos molestos ni divagaciones superfluas. Reflexionó su respuesta y se dijo que podía prestarse a malinterpretaciones. No podía darse tal lujo, no importaba si estaba frente a un exfuncionario. Añadió—: el caso se cerró por la aparición fortuita del asesino. Pero a nosotros nos engañó el truco sucio del presidente. Ambos sabemos que el verdadero asesino anda suelto. Quiero hallar pruebas. Conque sea una para reabrir el caso —explicó—. Necesito su ayuda.
—¿Cómo podría ayudarla?
—Contándome todo lo que sepa, hasta el detalle más trivial.
Esta vez Kururugi era quien necesitaba beber agua. Dio un sorbo a su vaso y lamentó que no fuera alcohol.
—De acuerdo. Lo haré con una condición: contaré todo lo que sé sin interrupciones, ¿trato?
Cornelia por poco volteaba los ojos. Resistió recordándose a sí misma que lo necesitaba. Solo así resistió el impulso. Cornelia asintió a regañadientes.
—Una semana antes del asesinato de Euphemia, ella me pidió encontrarnos. Así como usted ahora. Había oído por casualidad al presidente Schneizel decirle a su asistente que la muerte de Marianne había sido planificada por el presidente Charles...
Cornelia se irguió sobre los codos. Abrió la boca para protestar, cuando Kururugi la atajó.
—El trato consistía en que yo podría contar mi historia sin interrupciones, ¿ya lo olvidó o es que acaso usted rompe sus promesas? —interpeló desafiante. La directora Cornelia cerró la boca y torció los labios con amargura. Kururugi aguardó. Quería estar plenamente seguro de que podía avanzar. Dijo—: Euphemia estaba devastada. Todo su mundo se vino abajo. Ella tuvo que aferrarse de mí para sostenerse en pie. La consolé y le rogué encarecidamente pensar su próximo movimiento. Le advertí sobre las consecuencias de rebelarse contra su familia y le prometí apoyarla sin importar qué. No nos vimos hasta el día anterior a su muerte. Entonces había tomado una decisión. Me contó que iba a ayudar al abogado Lamperouge a desenterrar la verdad y, a la vez, denunciar la corrupción del conglomerado. Pensaba que de esta manera limpiaría la sangre que manchaba el apellido de su familia y se sentiría en paz consigo misma. El resto ya lo conoce. Euphemia no llegó a hacer nada porque le robaron la oportunidad.
Cornelia estaba ceñuda. Señal de concentración. Se había obligado a considerar la historia de Kururugi. El instinto le decía que aún tenía más que decir, pese a que el relato había llegado a su fin. Quería escucharlo todo antes. Ya luego podría mandar a Kururugi a la mierda.
—¿Insinúa que el presidente Charles...?
—No, él no —se adelantó Kururugi con un ademán—. El presidente Schneizel.
—¡Tks! ¡Eso es absurdo! ¡El presidente Schneizel amaba a Euphemia...!
—El presidente Schneizel conocía las intenciones de Euphemia —espetó Kururugi, al mismo tiempo que la directora. Alzó la voz para recuperar la atención de la mujer—. Ella misma me contó que le plantó cara y él lo admitió. En vista de que él no iba a tomar responsabilidad por sus acciones, ella sintió que debía empujarlo porque era lo correcto...
—¡Cuidado, abogado Kururugi! —cortó Cornelia—. Está especulando que mi hermano es el asesino de Euphemia. Pero, en realidad, no tiene prueba de que apoyen esa teoría.
—Tampoco usted las tiene de que no lo hizo. Es una posibilidad.
—Tengo mi opinión sobre el carácter de mi hermano. Eso ya constituye una evidencia sólida —arguyó Cornelia cortante. Se incorporó—. Por el amor que mi Euphemia le profesaba y el respeto que nos une, haré de cuenta que no insinuó nada sobre mi hermano. Le recomiendo elegir a sus enemigos sabiamente, abogado.
—Muy bien —cedió Kururugi levantando las manos—. Quizás esto sea lo mejor. Euphemia fue asesinada porque descubrió una verdad que jamás debió hallar. No quiero que usted sufra su mismo destino. Ya muchos inocentes se han muerto. Apártese mientras pueda, directora.
—No me tiene que indicar cuáles son las batallas que debo pelear. Eso lo sé. Preocúpese por las suyas.
Dicho eso, Cornelia se largó. No la contentaba admitirlo. Pero se había percatado de que la suposición de Kururugi encajaba con las declaraciones de la detective Nu. De cierta manera, una convalidaba a la otra. La detective Nu había manifestado que el presidente Schneizel la sobornó. Kururugi le había suministrado el motivo. No tenía sentido. Cornelia desconocía al hombre del retrato que bosquejaron la detective y el abogado. Él no era el hermano afectuoso y desinteresado con el que había crecido. «Entonces, ¿por qué harían una acusación tan seria? ¿Tramaban alguna conspiración?». Cornelia había emprendido esta investigación con el fin de conseguir respuestas a sus dudas y estaban apareciendo más y más preguntas. Suzaku, por otro lado, no podía juzgarla.
La verdad era una píldora difícil de tragar.
https://youtu.be/3jNvk8bDXU0
Marianne inculcó a sus hijos desde su infancia el valor de la sinceridad. Solía decirles que la verdad premiaba a sus adeptos y castigaba a los mentirosos forzándolos a engullir un puñado de clavos por cada una de sus mentiras. El joven Lelouch cuestionaba y llegaba a burlarse de las advertencias de su madre afirmando a viva voz que no eran más que una fábula que ella se inventó y que solamente atemorizaba a los niños pequeños. Paradójicamente, casi siempre decía la verdad para evadir problemas. Salvo contadas ocasiones en las que lo atravesaba el aguijón de la culpa. A pesar de que el pequeño Lelouch era un buen hijo, un hermano cariñoso y un estudiante ejemplar, todavía era un niño que gustaba hacer travesuras de vez en cuando. Después de que una mentira arruinara su familia, la mentalidad del chico no volvió a ser la misma. Su madre estuvo equivocada. Los honestos no eran recompensados. Por el contrario, decir la verdad les acarreaba justamente esos problemas que el joven Lelouch no quería tener y a menudo les causaba sufrimiento a él y a su hermana. La mentira, en cambio, era el medio por el cual él obtenía cosas. Aprendió en el falso juicio sobre el asesinato de su madre que la mentira podía tener la apariencia de verdad y viceversa.
De esta forma, empezó a mentir. Al principio con un grado de remordimiento. Posteriormente con descaro. No le llevó demasiado tiempo acostumbrarse a sentirse a gusto con la mentira. Pues Lelouch había internalizado que la gente mentía para sobrevivir y él tenía que hacerlo tanto por sí mismo como Nunnally que lo necesitaba. No fue hasta esa conversación fatídica con Nunnally que volvió a ser herido por las flechas de la culpabilidad. Le había prometido falsamente que no se entrometería con ninguna empresa que involucrara a Britannia Corps y que llevaría una vida normal. Esa vida normal para Nunnally se traducía que él había abandonado el rencor y superado su trauma, ¿cómo se lo demostraría? Desposando una bondadosa mujer y formando una familia con ella. En cierta medida, había honrado esa promesa al oficializar su relación con Kallen.
Solamente habían estado juntos desde dos meses y algo más y ese tiempo pudo pasar por una luna de miel, de no ser porque estaban en medio de una guerra contra un conglomerado. Es oportuno recordarle al lector que Lelouch no había escondido su noviazgo. Cuando no estaba en la compañía o en la mansión, estaba con Kallen en una cita o en su apartamento disfrutando una velada romántica como dos amantes cualesquiera. Ya ellos conocían las aspiraciones, los valores, las creencias y las visiones del mundo del otro y les resultaba maravilloso la cantidad de cosas que podían descubrir. Trivialidades, estilos de vida y planes, por ejemplo.
Cierto día Kallen le contó que soñó con un lindo niño con cabello negro y un brillo astuto asomando en sus ojos azules. Estaba jugando en un patio, aunque de vez en cuando se volteaba a mirarla. Ella lo saludaba y el niño se reía y le mandaba un saludo devuelta. Tenía una risa encantadora. Kallen le preguntó a Lelouch si deseaba ser padre. Él se sinceró reconociendo que no había contemplado tener una familia. Francamente, esa idea lo intimidaba. No se sentía preparado ni creía que sería bueno. Pero podría ser que esos temores no tuvieran fundamento y estuviera preparado para cuando venciera a sus demonios internas. Kallen se mostró contenta con esa contestación y no le dijo nada más.
Sí, sí. Lelouch apreciaba esa normalidad y todo lo que le procuraba. El amor de Kallen era un bálsamo que aliviaba el dolor de su alma. Si ese estado era la máxima felicidad que podía aspirar, Lelouch quería acceder a él. Desafortunadamente, algo amenazaba con destruir esa nube de paz que los había protegido en su amoroso abrazo.
La verdad sobre el asesinato de Naoto. Kallen pensaba que no tenía idea de nada. Por si fuera poco, estaba segura de que su relación se basaba en la sinceridad mutua. No era así. Lelouch sabía que su madre lo mató y había decidido encubrirlo por miedo a que buscara la venganza. Le había parecido que era lo correcto entonces y, sin embargo, cada vez que miraba a Kallen, la culpa carcomía su cordura. Después de todo, Kallen se había unido a él por su hermano y Lelouch había traicionado su confianza. La última conversación que él tuvo con su hermano recrudeció esos sentimientos negativos. Lelouch se sentía un prisionero en su propio cuerpo. Igual que un pajarito que revoloteaba desesperado por una jaula. «¡Pero posees la llave para liberarte cuando quieras!», le había dicho Schneizel. Efectivamente. Podía contarle la verdad a Kallen. El problema radicaba en que si lo hacía ese enfadaría con él. Era altamente probable que lo odiara y lo abandonara. Nada aterrorizaba más a Lelouch que perder otro ser querido. Pero en ese caso estaba pensando solo en sí mismo. No en Kallen. La pelirroja tenía derecho a saber qué había sucedido con Naoto, así como él luchó por desentrañar el misterio alrededor del «asesinato» de su madre. No podía negárselo. Y, en honor a la verdad, era consciente de que su desprecio era merecido. Él había sido un cómplice para su madre antes que un aliado para Kallen. Aquel razonamiento lo alentó a sincerarse con ella y a asumir las consecuencias.
Lelouch decidió decirle la próxima vez que se vieran. Kallen había quedado preocupada tras la aparatosa detención de Lelouch. Para ella, había sido revivir su primer arresto. Ella hubiera querido reunirse con Lelouch tan pronto se enteró de su liberación, no obstante, tanto él como ella tenían sus propias ocupaciones y el feliz reencuentro debió posponerse. Los dos estaban igual de ansiosos, aunque por razones distintas. Lelouch fumó varios cigarrillos, previo a su cita. Necesitaba estar calmado. De lo contrario, no podría confesarse a Kallen. Luego se tragó en seco un par de pastillas de menta. No quería que Kallen notara ningún cambio en él. Y la esperó. Los dos se verían en la mansión Britannia. Les apetecía un ambiente cómodo y sereno para hablar. Tenían que ponerse al día sobre varias cosas. Cornelia y Schneizel estarían en la empresa en la hora fijada, por lo que tendrían la mansión para ellos solos. Kallen llegó antes, sorpresivamente. Apenas Lelouch abrió la puerta, Kallen saltó a sus brazos. Lelouch la atrapó al vuelo sujetando su cintura. Debido a la tremenda fuerza del impacto, Lelouch se tambaleó. Kallen enroscó las piernas alrededor de sus caderas y rodeó su cuello.
—¡Kallen, eso fue impulsivo! ¡Nos pudimos tropezar y caer! ¡O pudimos romper algo!
—Lo siento, yo... —ronroneó Kallen y se apretó más contra él. Por el sutil ronroneo, Lelouch sospechó que ella no hizo eso porque temía resbalarse fuera de sus brazos—. Mi cuerpo solo fue hacia ti. No pude controlarme, cariño.
https://youtu.be/TXaRHzfPAeQ
Lelouch se rió por lo bajo. No sonaba convincente y no había tratado de disimular. En vez de bromear con ella como lo hubiera hecho en circunstancias normales, se dejó llevar. Lelouch ciñó a Kallen con sus brazos y hundió la nariz sedienta de su dulzura en su densa melena de color rojo y se embriagó con el aroma a agua de coco y jazmín. Bien que el delicioso olor de su champú no sació del todo sus ganas de Kallen. Quería más. Quería sentir su piel. Así que llevó una mano desde la línea de su columna hasta el espacio libre entre sus omóplatos. Tuvo cuidado de no enviar el mensaje incorrecto. Lelouch y Kallen habían creado un lenguaje para comunicarse entre ellos, en caso de que por alguna razón no pudieran expresarse libremente —Lelouch le había contado a Kallen que cuando era niño había ideado un lenguaje de secreto de más de 500 palabras para uso exclusivo de él y Suzaku y a Kallen le pareció divertido si tuvieran el suyo—. Rozar la piel desnuda de la cintura conllevaba que quería hacer el amor. Aunque seguramente ella estaba de humor, sería demasiado cruel por lo que vendría luego.
—Veo que tú tampoco puedes controlarte —comentó Kallen, satisfecha.
—¡Ja, ja! Pierdo el control cuando estoy contigo, mi reina. Vamos.
Lelouch cerró la puerta empujándola con el pie y se trasladó hacia la sala sosteniendo aún a Kallen en brazos. Ella lo estuvo guiando a la sala mientras miraba por encima de su hombro. Al llegar a la sala, la bajó. Kallen se tendió junto a Lelouch en un sofá. Kallen no era fanática del estilo Reina Ana con que los Britannia dotaron a su mansión, pero, entre más tiempo ella pasaba apreciándolo, más cautivadora le parecía la decoración anticuada. Algo que le gustaba de la sala, en particular, era la chimenea. No era eléctrica como la de su apartamento, sino de mármol blanco. Encajaba perfecto con la temática de la sala. El suave crepitar y el ocasional restallido del fuego le imprimía un aire romántico y acogedor a la sala, en su opinión.
—Vale, ¿por qué no empiezas? Quiero que me cuentes todo sobre el Equipo de Planificación —la animó Lelouch, a sabiendas de que si él comenzaba ella ya no podía continuar.
Kallen pasó a contarle emocionada cuál fue la chispa de inspiración para su plan, el propósito del mismo y cómo ella, Suzaku y Rolo trabajaron en equipo para llevarlo a cabo. Asimismo, le habló de los cargos que estaba preparando el fiscal Weinberg para levantar un caso grande contra el conglomerado y le participó que estaba considerando entregarle el expediente que Villetta había armado con las evidencias de los casos que había encubierto para el presidente Charles con miras de aumentar el número de cargos. Kallen no solamente estaba actualizando a Lelouch con las recientes movidas del bufete porque esa era la finalidad de su visita. Había otra razón. Quería que alguna de las noticias que estaba refiriéndole le subiera la moral. Había advertido que Lelouch andaba perdido en sus pensamientos últimamente.
—...Ojeé al material de Villetta. Por lo visto, Britannia Corps estuvo detrás de la explosión del Grupo wZero. Una empresa constructora. No sé si te suena el nombre. Ocurrió hace años. Fue el accidente laboral más catastrófico registrado en la historia de Pendragón.
—Sí, estoy informado. Leí algunos artículos de prensa que compararon ese accidente con el incendio en Britannia Chemicals. Ese caso trascendió porque la propia presidenta murió.
—Pero tal vez no sabías que esa explosión se dio cuando el Grupo wZero aceptó el proyecto de reforma infraestructural del distrito Weisswolf. ¿Adivinas qué empresa tomó el proyecto luego de que el Grupo wZero no pudo?
—Britannia Corps. Con que el presidente Charles instigó el asesinato de la presidenta.
—Exacto —confirmó Kallen—. El fuego destruyó todas las pruebas que podían incriminar a Britannia Corps. O eso parecía ser. Aun cuando Villetta cerró el caso oficialmente a petición del presidente Charles, no se deshizo de las pruebas como él le ordenó y siguió investigando por cuenta propia. Archivó todo en una carpeta que permaneció oculta hasta ahora. Creo que el caso puede reabrirse si se la entregamos al fiscal Weinberg. ¿Tú qué opinas?
—Sí, tienes razón —asintió—. Se está acercando la hora de nuestra batalla final. Será mejor que revisemos y compilemos todas nuestras cartas para dar un duro golpe sobre la mesa.
—¡Fabuloso! ¡Me contenta ver que estás de acuerdo! —exclamó Kallen, sonriente—. Y qué bueno que lo mencionas porque también estaba pensando que podríamos darle la lista de los sobornos de Britannia Corps. Entre eso, la explosión de la constructora y el caso de Marianne, Britannia Corps no tendrá salida —declaró. Dominaba su voz una energía optimista. Lelouch sintió un pellizco en el corazón al oír el nombre de su madre. De pronto, Kallen se aclaró la garganta. Indicio de un cambio de tema—. ¡Mmmmm! Bien...
—¿Sí?
—¿No me vas a contar qué ocurrió en la estación? —inquirió—. ¿Cómo está manejando las cosas el abogado Gottwald?
Lelouch le describió su breve estadía en la estación de la policía y cómo el abogado Gottwald consiguió mantenerlo fuera de las rejas de momento. No se entretuvo con los detalles ni trató de recordar todo. Del mismo modo, le contó vagamente cuál era el plan de la defensa para el juicio pensando que eso la calmaría.
—Así que el abogado Gottwald tiene todo bajo control —observó Kallen. Ella había recogido las piernas en el sofá. Estaba mirándoselas. Para esta ocasión, se había colocado unas mallas rosadas. Jugó a jalárselas con aire distraído—. Lelouch, sé que ya hemos discutido esto. Pero debo insistir: ¡¿cómo puedes confiar tan ciegamente en el abogado Gottwald?! Él defendió a Luciano Bradley en el juicio en que lo acusaron por secuestrar y matar a Nunnally y conspiró con Cera, la persona que te usó para su venganza, ¿o lo olvidaste?
—Confío en él porque le ordené decirme la verdad con mi Geass y lo sometí a un escrupuloso interrogatorio. Te expliqué cómo funciona. Yo dicto una orden y la persona está obligada a obedecerme. No existía forma de que me engañara. Él reconoció que cometió un error. Y por supuesto que fue el abogado de Luciano Bradley en ese juicio. Es el líder del equipo legal de Britannia Corps. Su deber es proteger los intereses de la empresa. Sin embargo, intuyo que ese no es el verdadero problema, ¿o sí, Kallen? —preguntó Lelouch arqueando una ceja.
—Tienes razón —admitió con fingida resignación—. Es el deber de él proteger los intereses de Britannia Corps y el mío es estar a tu lado porque yo soy tu abogada. ¿Por qué no permites que cumpla mi deber, Lelouch? ¿Por qué no dejas que te represente en el juicio? ¿Es porque ya no confías en mí?
—Si no confiara en ti, no te habría incluido en mi plan. Es más, no te habría contado la mitad de lo que sabes —replicó Lelouch y acarició la curva del cuello de su amada. Kallen ronroneó de placer mientras estrujaba su mano—. Tú ya tienes otra misión que necesito que cumplas.
—Una misión que preferiría no tener que realizar —rumió Kallen con gesto huraño. Apartó su mano—. No creas que no veo a través de tus intenciones. Sé que me estás excluyendo y quiero saber por qué. ¿Lelouch?
https://youtu.be/VXgNC79VdbM
Kallen se inclinó sobre su amante cambiando su peso en las manos apoyadas en el sofá entre ellos. Kallen lo miró directo a su ojo y Lelouch quedó desarmado ante su mirada contumaz. Ya ella no le exigía ser honesto porque asumía que las mentiras entre ellos se habían acabado. Lelouch se enderezó y ladeó la cabeza. Kallen gimió, adolorida. Francamente, había supuesto que Lelouch actuaría esquivo y había ideado una contramedida. Pasó una pierna por encima de él y se sentó en su regazo. Sujetó su barbilla y la alzó con gentileza hacia ella. Lelouch se tensó bajo su toque. Kallen advirtió la tensión de Lelouch y trabajó en aflojarla masajeando sus hombros. Lo haló de la corbata y besó su frente. Los mechones que enmarcaban el rostro precioso de Kallen lo rozaron. Lelouch se estremeció ligeramente. El roce le había provocado cosquillas. Kallen dejó que su boca descendiera despacio por su nariz y parara delante de sus labios. Lelouch podía sentir cómo lo quemaba el cálido aliento de su amante a través de sus labios entreabiertos. Kallen lo acorraló presionando su frente. Estuvieron en esa posición por un rato. Frente contra frente. Nariz contra nariz. Mirada contra mirada. Lelouch bebió de sus ojos azules como estanques de agua cristalina y nadó en sus profundidades hasta ahogarse.
Lelouch era capaz de retorcer las voluntades de los demás a su antojo con el Geass, pero ella era capaz de retorcer, estirar, comprimir, sanar y destruir su corazón y no debido a un poder sobrenatural; sino porque Kallen era la ama y señora de su corazón y, por consiguiente, ella era libre de hacer lo que quisiera en sus dominios. Era un poder aún más temible que el Geass. Lelouch se preguntaba a menudo si Kallen había notado cuán vulnerable era él ante ella. Por episodios como este, él pensaba que sí. Lelouch se rindió suspirando.
—Porque no podría vivir conmigo mismo, si te pierdo.
—¿Por qué? ¡No! ¡Espera! Sé por qué. Es porque has perdido a tu madre, Euphemia, Tamaki, a tu hermana, Cera y Shirley, ¿no? —acertó en decir. A buena hora las palabras de Nunnally acudieron a su memoria. Kallen resopló—. ¡Me estás subestimando, Lelouch!
—¡¿Qué?!
—Lo que oíste. Lelouch, ¿crees que no tengo idea del tipo de peligro al que nos enfrentamos? Para tu información, sí lo conozco bien. El día que tú me propusiste unirme a tu causa contra Britannia Corps sopesé todas las implicaciones antes de tomar una decisión y acepté aun así porque creí que valía la pena el riesgo y lo sigo creyendo. ¿Te parece que solo tú te preocupas por mi vida? Pues te equivocas de nuevo. Todos los días temo no volver a casa como Naoto. ¡Maldita sea! ¿Quién mejor ejemplo de lo que podría sucederme que él? Pero, ¿te digo algo? Mi hambre de justicia es superior a cualquier miedo dentro de mí y eso me motiva a continuar. Te lo dije en tu anterior apartamento. Esto está más allá de nosotros. Es por nuestras familias, nuestros amigos y toda la gente que Britannia Corps ha pisoteado. El presidente Schneizel y la empresa deben responder por sus crímenes. Ahora bien, te he dicho todo lo que sé. Lo que no sé es lo que puede suceder mañana. Quizás me muera o quizás no. Nadie puede predecirlo. Nadie puede controlarlo. El presente es todo lo que podemos controlar. Es lo que tenemos...
—Ojalá fuera así de sencillo... —Kallen atrajo a Lelouch envolviendo la corbata en su puño y lo acalló poniendo dos dedos en sus labios.
—Es así de sencillo. Es solo que lo vuelves más complicado de lo que realmente es. Imagina que tú o yo muramos por un evento fruto del azar. Algo como un accidente automovilístico. El riesgo está allí, solo que tú y yo no nos detenemos a pensar en eso ya que es una posibilidad entre un millón. Así es esto —indicó Kallen y acarició los labios de su amante con los dedos que tenía sobre ellos—. Y ¿sabes en qué quiero pensar? En nuestra boda. Desde que plantaste esa imagen en mi mente, no ha querido salir. Me encanta y te juro que haré todo a mi alcance para que se haga realidad algún día, por lo que no te dejaré deshacerte de mí. Incluso si tengo que regresar desde el infierno, me arrastraré para estar contigo. No voy a tirar la toalla cuando tengo tantísimas razones para vivir. ¡Eres mi futuro!
https://youtu.be/08dVih0LNs8
Kallen haló el colgante que su bralette estaba pisando y acarició la alhaja de plata con forma de corazón. Lelouch agarró el joyel y sonrió. Cuando Kallen se mudó a su apartamento, trajo consigo muchísimos peluches. Ella amaba los peluches y por eso sus otros novios le regalaron algunos. Ante la extraña mudez de Lelouch, Kallen le preguntó si estaba celoso y Lelouch lo negó alegando que esos hombres formaban parte de su pasado mientras él era su presente y, para reafirmarlo, la besó. Si bien el asunto no trascendió, Lelouch decidió darle un obsequio a Kallen que la hiciera pensar en él. No un peluche. Algo diferente. Especial.
—¿Todavía tienes esa baratija? Creí que no te gustaba.
—¿Qué dices? Es tu corazón y tú me pediste cuidarlo y eso he hecho. Además, es bonito.
Lelouch asintió y soltó el joyel. Kallen tomó su mano antes de que la bajara y la acercó a sus labios. Besó sus dedos. Ese gesto para ellos significaba «te amo». Lelouch lo había inventado y había supuesto un alivio. De este modo podía decirle cuantas veces quería que la amaba sin obligarse a arrancar las palabras de su corazón. La resolución de Lelouch flaqueó. No quería sacrificar a su reina. Las lágrimas amenazaron con desembocar y Lelouch se las secó rápido.
—Perdón.
—¡No, no, mi amor! ¡No te disculpes! —gimió Kallen y retiró delicadamente sus manos de su semblante—. Está bien. Todo está bien —lo tranquilizó—. Sabes que puedes ser tú mismo conmigo. No temas en mostrarme tus verdaderos sentimientos. No tienes que ocultarme nada —aseguró Kallen juntando las cejas y sonriendo. Le rozó la mejilla con los nudillos. Lelouch, que estaba reflexionando con el párpado cerrados y el ceño fruncido, abrió el ojo. Kallen se fijó que un beso la esperaba en la esquina de sus labios. Se aguantó en reclamarlo.
—¿Kallen?
—¿Sí?
—Consuélame.
Lelouch alzó la cabeza y observó que la sonrisa de Kallen le subió hasta la mirada. Ella acunó la cabeza de su amante entre sus manos y tomó el beso. Apenas Lelouch abrió los labios para devolvérselo, ella deslizó la lengua dentro de la boca y trasladó la mano hasta la nuca. Enredó algunos cabellos entre sus dedos entretanto volvía la boca contra la suya con un jadeo salvaje. Los dedos de Lelouch juguetearon por la piel caliente de su espalda desatando calambres de pasión en la pelirroja. Lelouch amaba acariciar y dibujar el cuerpo de Kallen con las manos. Era una combinación de músculos duros y curvas sedosas. Pese a que tenía una musculatura tonificada, su figura era delgada y esbelta. Muy femenina. Ninguno tuvo la impresión de que la ropa les estaba estorbando. Siendo dos, se sentían como uno solo. Súbitamente, Kallen jaló su cabeza hacia un lado. Lelouch se echó a temblar cuando ella vertió su aliento por su cuello. Kallen pasó la lengua por su oreja saboreando su incipiente excitación.
https://youtu.be/DzMp2_efFoA
Esa lengua que estaba indagando, estremeciendo y besando a Lelouch casi lo disuadió de contarle a Kallen toda la verdad. Pero entonces las palabras de Kallen lo golpearon con toda su fuerza: «No tienes que ocultarme nada». Lelouch gruñó. Trató de enterrar aquel pensamiento intruso en el fondo de su mente y de enfocarse en su estrujando a su amada entre sus brazos y depositando besos en su nuca. Fracasó miserablemente y Kallen notó el cambio. Sí, sus manos no se habían ido de su sitio y su boca seguía en donde mismo. Solo que Lelouch estaba ausente. Kallen no era tan buena como su amado para «leer mentes». Con todo, era una buena lectora del lenguaje corporal y había aprendido a conocer el cuerpo de Lelouch. Sus movimientos eran robóticos, como si estuviera en piloto automático. Algo no andaba bien. Kallen se separó de su amante apartándolo con delicadeza.
—¡Uhm, no! ¡No! No estás aquí, ¡¿en dónde estás?! ¿En qué piensas? ¿Qué problema tienes, amor mío? Si hay algo que puedo hacer, dímelo. Si no, pues ya daremos con la solución.
La pelirroja buscó la mirada perdida de Lelouch. A ciencia cierta, las parejas son mucho más fuertes juntas. Pero también son más vulnerables. Cuando uno sufre, el otro igual. Cuando el otro está alegre, el otro igual. Era la maldición y la bendición de compartir un corazón.
—Toda mi vida ha sido una red elaborada de mentiras...
—¿Cómo?
—... Mi nombre es una mentira. Mi historia personal es otra mentira. Incluso la tragedia que me marcó resultó ser una puta mentira —gimoteó Lelouch, devolviéndole la mirada—. Pero, contrario a mi padre, yo nunca desarrollé animadversión hacia la mentira. La acepté como un componente inherente de la naturaleza humana y le saqué todo el provecho que pude. Llegó a ser una herramienta muy efectiva. Rara vez me falló. Supongo que tal vez tengo un talento natural o la mentira es un vicio y, como todo vicio, se le acaba cogiendo gusto —Lelouch se rió con amargura de su chiste. Únicamente por segundos—. No he tenido una relación sincera en años, ni siquiera a Nunnally pude decirle la verdad cuando me confrontó. He querido hacer las cosas bien contigo y es por eso que estoy enloqueciendo —masculló—. En este mosaico de mentiras, tú eres la única pieza real que me queda y siento que estoy faltándole el respeto a nuestro amor al mentirte...
—Lelouch, ¿qué dices? —farfulló ella nerviosa. De por sí, estaba confundida. Ahora el miedo estaba rascando su pecho. Tenía un mal presentimiento.
—Kallen, yo descubrí lo que le sucedió a tu hermano la noche que desapareció. Él se enteró de la existencia del Proyecto Geass de alguna manera. Recopiló varias pruebas en un pendrive y estaba por entregarlo a la policía. Por desgracia, él cometió el error de verse con mi madre antes. No se imaginaba que estaba confabulada con el presidente y cuando le dijo sus planes, ella lo mató. Por él, Nunnally quedó confinada en esa silla de ruedas para siempre. Fue a él a quien vi morir. No lo recordaba porque mi padre alteró mis memorias. Perdóname, Kallen.
https://youtu.be/pDdX8oyAVFk
Lelouch se percató que Kallen temblaba. Todo el color había abandonado su cara. Los dedos que sujetaban su chaqueta se le habían agarrotado y sus ojos se agradaron. Estaba procesando la revelación. Repentinamente, Kallen se bajó de su regazo y se distanció unos cuantos pasos. Se volvió hacia Lelouch con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión rara.
—¿Desde cuándo lo sabes? —susurró—. ¡¿Cómo lo averiguaste?! ¡¿Te lo dijo el presidente?!
—No... —Lelouch vaciló. Kallen se apremió en sonsacarle la verdad.
—Entonces, ¿quién? —masculló. Lelouch se ensimismó al vislumbrar las lágrimas perlando las pestañas de Kallen. El mutismo de Lelouch acució la impaciencia de Kallen que gritó—: ¡habla Lelouch!
—Mi madre me lo contó todo —escupió por fin. Una arruga apareció en el ceño de Kallen
—¿Tu madre? —repitió desconcertada. Tuvo que preguntárselo en voz alta porque no podía acreditar la confesión de Lelouch—. ¿Tu madre está viva?
—Me enteré cuando estuve retenido contra mi voluntad en el Proyecto Geass...
—¡¿Y por qué no me dijiste?! —espetó Kallen. Estaba montando en cólera.
—Porque quería protegerte...
—¿Protegerme a mí o protegerla a ella? —cuestionó Kallen, enardeciéndose—. ¡¿Es por eso que querías que el Proyecto Geass permaneciera oculto?!
—¡No, por supuesto que no! Eso no tiene nada que ver —refutó con hincapié. Se puso de pie y continuó con voz queda—: no te dije nada porque temía que buscaras venganza. No quiero que te obsesiones con la justicia retributiva como yo. Tú eres diferente a mí. Eres mejor. Por favor, entiéndeme.
—Claro. Dado que ibas a enterrar todas las evidencias que probaban sus crímenes, el sistema no tenía forma de castigarla y la venganza quedaría como la única solución —razonó Kallen con frialdad. La joven respiró hondo y luego soltó el aire—. Entiendo que mi hermano confió en la persona equivocada y, al parecer, yo también. No ibas a cumplir tu promesa.
Las facciones de Lelouch se sacudieron violentamente por una ráfaga de segundo. Tal como si hubiera sido acometido por una convulsión nerviosa. En cuanto Lelouch se recobró de la fuerte impresión, se precipitó sobre ella con los brazos extendidos. Ella retrocedió un paso.
—¡Kallen! ¡Por favor...!
—¡NO! —el alarido fiero de Kallen irrumpió como un trueno. Lelouch se sobresaltó—. No quiero escuchar más. Tú sabías cuán importante era para mí y te lo callaste. ¡Lo sabías y, aun así, iniciaste una relación conmigo! ¿Es que creíste que porque estoy enamorada de ti me olvidaría de todo? No tienes perdón —sentenció ella cabeceando con decepción. Lelouch negó sus acusaciones sacudiendo enérgicamente la cabeza. Por una vez, él no tenía palabras para su defensa. ¿De qué le serviría? Kallen creería que estaba excusándose. Kallen se fijó que el ojo de Lelouch expresaba remordimiento. Su bella voz que solía ser reposada y seductora se había reducido a un quejido lastimero. Su postura no era erguida ni aplomada. No destilaba esa característica aura de seguridad. A ella le dolía ver al hombre que amaba en tal estado. De hecho, empezaba a sentir que la compasión estaba ablandando su corazón endurecido por el rencor. Digamos que su lado más tierno quería perdonarlo. Sin embargo, existía otro lado de ella que se oponía en rotundo. Lelouch había hecho algo muy grave. No podía dejarlo pasar así como así. Con lo cual, visto que sabía que si se quedaba otro segundo más iba a ceder, anunció—: me voy.
Kallen se encaminó hacia la salida sin más. En el vestíbulo alcanzó a oír los pasos de Lelouch siguiéndola. A duras penas fue perceptible. Sino fuera porque en la mansión Britannia reinaba un silencio opresivo, no se habría dado cuenta. Kallen se volteó y Lelouch se volvió a detener ante su mirada asesina. El dolor se reflejaba en su fisonomía. Kallen se resistió a la piedad.
—Conozco donde está la puerta. No me tienes que acompañar —refunfuñó. Kallen puso una mano en el picaporte y añadió con voz tensa—: creo que debemos tomarnos un tiempo.
Kallen abrió la puerta y se escapó de la mansión Britannia, de Lelouch y de su amor ferviente por él. Con ella se fue una parte del alma de Lelouch. El vestíbulo quedó casi vacío. Lelouch sintió que el suelo debajo de sus pies desaparecía. Visiblemente mareado, Lelouch se apoyó de la pared y se sentó despacio. Flexionó las rodillas, se retorció ambas manos con angustia y dio rienda suelta al llanto. Lelouch albergó algunas dudas de sus sentimientos por Kallen. Por extraño que parezca, su corazón siempre tuvo la respuesta y hoy le había cantado claro y fuerte. La amaba imperfecta, equivocada, irrevocable, ardiente, indeciblemente. Ahora era tarde. Ella se había ido y él ya no podría hacérselo saber ni mostrárselo. De este triste modo, Lelouch supo que la felicidad se medía por relámpagos y la tristeza por tormentas porque la felicidad duraba poco mientras que la tristeza podía durar toda una eternidad.
N/A: ¡y esto es todo por el capítulo de hoy! Habría querido tener listo el capítulo para el día de ayer y no pude hacerlo. Pero, al menos, pude subir el capítulo antes de que se cumpliera un segundo mes sin actualizar. ¡Se logró! ¿Por qué no actualicé en octubre? Porque estuve muy ajetreada con la universidad y empleé mi tiempo libre para cerrar la tercera parte del fanfic, lo cual quiere decir que me falta escribir el epílogo. Sin temor a equivocarme, puedo afirmar categóricamente que esta novela concluye en el episodio 45. No podría estar más emocionada. He estado soñando con la llegada de este momento desde que comencé este fanfic en el 2020. ¿Qué les parece? Nuestro viaje habría durado cuatro años. Considerando la extensión, está más que bien. Francamente, yo dudo que pueda terminar el epílogo este año. En todo caso, lo que me importa es comenzar. Solo que no podía hacerlo sin actualizar. Estoy deseando leer sus comentarios. ¡Quiero ver cuántas personitas están ansiando tanto como yo el final de esta novela y cuántas de las personas que me acompañaron aún siguen con nosotros!
Por lo pronto, quisiera disculparme por si en alguno de los capítulos actuales he escrito que Lelouch tiene (dos) ojos. El Lelouch de este fanfic está mocho. Eso no ha cambiado. He corregido algunos de estos tropiezos narrativos, no obstante, estoy segura de que se me habrán escapado algunos. Tengo la imagen del Lelouch de la serie con sus dos ojitos tan arraigada en mi cabeza que así visualizo al mío, incluso si tiene más edad y algunas marcas que le he dado. Si ustedes notan estos errores, no teman en avisarme para hacer las modificaciones pertinentes. De cualquier modo, pienso en leer las escenas de Lelouch con el propósito de buscar estos errorcillos. Será difícil, mas trataré de concentrarme.
Al igual que muchos otros, este capítulo originalmente era más extenso y se dividió (en teoría, llegaba hasta el juicio). Dudé si la escena final debía cerrar esta parte o dar inicio al siguiente capítulo y decidí que era lo mejor el primero ya que guardaba relación con el título. ¡¿Quién iba a pensar que Schneizel le iba a dar un buen consejo a Lelouch?!
No quiero alargar aún más estas notas de autor. Pasaré a la ronda de preguntas: ¿qué opinan de la relación/dinámica entre Lelouch y Jeremiah? ¿Lelouch llegará a utilizar el último regalo de su secretaria? ¿Qué les parece la motivación de Gino para investigar a la empresa? ¿A quién creen que Suzaku se refería con que el caso sería transferido a un mejor fiscal? ¿Qué cosa está tramando? ¿Qué piensan de esta nueva dinámica entre Lelouch y Schneizel? ¿Qué opinan de su consejo a Lelouch? ¿Creen que pudieron tener una relación de hermanos sincera y amorosa, si Charles hubiera hecho las cosas bien? ¿Qué les pareció el hecho de que Schneizel le haya ocultado la verdad a Lelouch justo después de darle una enseñanza? ¿Les gusta la dinámica entre Suzaku, Kallen y Rolo? ¿Cuál será el próximo paso de la investigación de Cornelia? ¿Qué se necesita para que ella se convenza de una vez por todas de la verdad? ¿Lelouch y Kallen están en términos irreconciliables? ¿Y cuál habrá sido el favor que le pidió? ¿Lelouch será «ejecutado» en el juicio o se salvará? ¿Cuál fue su escena favorita? ¿Qué expectativas tienen?
¡Déjenme saber en los comentarios! Me gustaría actualizar una vez más el fanfic antes de que se vaya el año. Recen para que mi deseo se haga realidad.
Nos estaremos leyendo en el capítulo 39: «Ejecución». ¡Hasta entonces, besos en la cola!
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