Capítulo 36: Máscaras (parte I)
«El hombre no es él mismo cuando habla en su propia persona. Dadle una máscara y te dirá la verdad» (Oscar Wilde)
El presidente Schneizel fue el desafortunado que descubrió el cadáver de su padre en el baño un poco más de la medianoche. De inmediato, contactó a emergencias. A eso de la una de la madrugada, llegó la policía y precintó el dormitorio y el baño del presidente honorario. Entre tanto los forenses recogían evidencias, los sirvientes y los hijos del difunto se reagruparon en el jardín y los interrogó el detective Asahina. Él fue considerado y formal, al mismo tiempo. Había hecho esto miles de veces. Sabiendo que todos estaban cansados y afectados, empleó eso a su favor y prometió dejarlos ir en cuanto acabaran. Solicitó su cooperación para agilizar el procedimiento. Todos contribuyeron con buena disposición. En parte ayudó que estaban familiarizados con las preguntas y sabían cómo actuar. La escena era un déjà vu espantoso. Apenas habían transcurrido unos meses desde el asesinato de Euphemia, el cual casualmente también pasó en la mansión. Los crímenes sangrientos estaban persiguiendo a los Britannia.
El forense autorizó que se trasladara el cuerpo a la morgue pasada las seis horas. El detective observó con especial atención las reacciones de los hermanos mientras estaban sacando de la mansión al cadáver en una camilla. Dado que los tres eran la familia y los dueños de la casa, el detective los había interrogado de primero. El presidente Schneizel contó que estaba en el estudio trabajando cuando a sus oídos llegó un prolongado grito insólito, terrible y lejano que lo hizo suspender en el acto su actividad. Añadió que fue a comprobar qué todos estaban bien y fue así como sorprendió a su padre muerto. La directora Cornelia, por su parte, dijo que no podía dormir, por lo que se puso a leer en su cama con la esperanza de que el sueño se posara sobre sus ojos eventualmente. También escuchó ese alarido que describió como espeluznante y salió de su cuarto para buscar su procedencia. Se topó con una de las mucamas en el pasillo que le reveló que su padre había sido asesinado. Por último, el presidente Lelouch reconoció que el grito provino de él. Había tenido una pesadilla. Recalcó que estas solían asaltarlo luego de emborracharse. Estaba intentando controlar el nerviosismo que lo poseía y lidiando con la resaca, cuando tocaron a su puerta para notificarle la desgarradora noticia. Solo el presidente Schneizel tocó el cuerpo. Sus hermanos habían sucumbido al poder aplastante del horror. Los testimonios de los demás sirvientes tampoco aportaron demasiado a la investigación. Estaban ocupados en sus asuntos o dormidos y se despertaron al correrse la voz sobre la muerte del presidente Charles. Nadie avistó ni oyó nada fuera de lo ordinario, salvo el grito de Lelouch. Eso era lo único que tenían en común los relatos. Desde luego, uno de los sospechosos estaba mintiendo. Si ningún extraño fue, el asesino era un residente de la mansión y tenía que serlo, pues esperó que todos se acostaran para ir a la habitación del presidente. El asesino conocía las rutinas de los residentes de la mansión. Era señal de un crimen premeditado. Para lo que el detective Asahina no tenía una respuesta ni la más mínima corazonada era el hecho de que el presidente Charles estuviera en el baño cuando no podía abrir los ojos. Supuestamente. Era un misterio para los empleados y los hijos. Los mismos que respondieron a sus preguntas con una ligera turbación y dieron sus muestras.
Regresando al presente, el presidente Schneizel y la directora Cornelia estaban juntos. Él la había envuelto en un abrazo reconfortante. Al pasar la camilla a su lado, el detective Asahina advirtió que el presidente Schneizel frotó con cariño el hombro a su hermana. Observó que el subibaja de su pecho había acelerado ligeramente. El presidente Lelouch, por otro lado, se encontraba marginado. Cualquiera que lo evaluara con detenimiento se percataría que llenaba varias de las casillas de los síntomas de un resacoso. La palidez enfermiza, el ribete rojo que adornaba su ojo, la capa brillante y viscosa que se extendía por su piel, el párpado cerrándose y abriéndose sin cesar ante la exposición de las luces de los vehículos y el jardín, el constante paso de la lengua por sus labios. Todo confirmaba su testimonio, efectivamente. El detective no se quedó mirándolo por un largo rato. Había algo en el presidente Lelouch que le resultaba siniestro. Quizás era esa pupila que rebotaba nerviosa de un lado a otro. Extraño. Aunque no tan extraño como la actitud indiferente de los hermanos mayores hacia el pequeño. Esto era el odio en su máximo esplendor y los hermanos no se molestaban por maquillarla con cortesía aprovechando que su padre estaba muerto. Irónicamente, este era el gesto más real que había visto el detective desde que estaba en la mansión. Basándose en todos sus años de experiencia podía afirmar que sus maneras y sus voces estaban afectadas. Algo ocultaban.
El detective Asahina cumplió con su palabra y dejó de retenerlos, con la condición de que no abandonaran la ciudad, por si la policía necesitaba comunicarse con ellos. Los hermanos se alojaron en uno de los hoteles de Britannia Resorts, a la espera de que la policía desocupara su hogar.
https://youtu.be/K9irRAr-Pi4
El presidente Schneizel se acomodó en su suite. Se cambió de ropa por una bata de cashmere borgoña, descolgó el teléfono, llamó al servicio a la habitación y ordenó un vino espumoso. El crimen le había privado el sueño. No podía concentrar la mente en otra cosa. El presidente Schneizel recorrió la habitación de un extremo a otro a paso desigual, presuroso y sin rumbo, con la copa en su mano, agitándola cada cuando. Esta vez era incapaz de quedarse quieto. Su cerebro estaba trabajando activamente y sus pies no hacían más que seguir sus pensamientos. Su padre, el promotor de sus calamidades, estaba muerto. Debería estar feliz, y no lo estaba. ¿Por qué? Sabía por qué. Lelouch. Le había arrebatado lo que era suyo. El placer de asesinar al presidente con sus propias manos. Ese triunfo debió haber sido suyo y Lelouch se adueñó de él. No tenía ningún derecho a...
El presidente Schneizel se detuvo en seco. Por otro lado, estaba considerando incriminar a Lelouch por ese mismo delito. Nadie podía cuestionar que su hermano era el sospechoso perfecto. Tenía un motivo sólido y antecedentes. El presidente no había tomado una decisión definitiva ya que hacerlo suponía reciclar la estrategia que usó con el asesinato de Euphie y Lelouch debería estar prevenido para algo así. Nadie inteligente podía ser engañado con el mismo truco dos veces y tan solo un idiota subestimaría a Lelouch. El presidente debería estar agradecido con su hermano por ensuciarse las manos en su lugar. Pero no podía. Entre más le daba vueltas, más le parecía raro. No tenía sentido que él matara al futuro líder de la nación, teniendo en cuenta los graves problemas que se metería. «Lelouch necesita una razón para actuar. ¿Qué estarás tramando, hermanito?». El presidente Schneizel bebió un trago. Kanon escogió ese momento para entrar.
—Perdón, vine tan pronto lo supe y la recepción se rehusaba a darme el acceso. ¿Cómo estás?
—Lo manejo tan bien como puedo —se sinceró el presidente meneando la copa en su mano.
—Entonces, ¿es cierto? —vaciló Kanon, avanzando un paso—. ¿El presidente está muerto?
Había dicho «el presidente» y no «tu padre». Kanon estaba mostrando su tacto para abordar el asunto sin herir su sensibilidad. Innecesario, pero adorable. El rubio valoraba su gentileza.
—Lo está —confirmó asintiendo la cabeza desganadamente.
—¿Fuiste tú?
Incluso mucho antes de que ellos tuvieran una relación romántica, Kanon se había establecido como el confidente de Schneizel. En concreto, desde los días en que eran estudiantes de la Universidad de Northern Bulliac. Era el cumpleaños de Schneizel y Kanon era el encargado de organizar el evento. Básicamente, alquiló un salón de fiesta, invitó un grupo de amigos y compañeros universitarios y pagó por un servicio de catering. Todos bebieron más de lo que comieron y, como consecuencia, todos cayeron rendidos ante el sueño. Excepto Schneizel y Kanon. Aun así, habían bebido lo suficiente para abrirse el uno al otro. Schneizel contó que se había iniciado sexualmente en su cumpleaños dieciocho y subrayó que nunca imaginó que su primera vez sería con un hombre. Kanon se pasmó. No porque Schneizel era homosexual, lo sospechaba; sino porque Schneizel lo admitía. Kanon pensaba que él tenía el típico estilo de vida de niño rico que reprimía sus necesidades y deseos para cumplir las expectativas de otros. Por otra parte, a Kanon lo invadió una ola de emoción que no descifró en su momento (debido al alto grado de alcohol en su sistema que entumecía su cerebro). Kanon no reveló a nadie lo que Schneizel le había dicho de manera reservada. Tampoco le preguntó al respecto. Hizo de cuenta que nada había ocurrido. Para Kanon, no fue la gran cosa guardar su secreto. Pero sí lo fue para Schneizel que recordó lo que hizo esa noche. Supo que podía depositar en Kanon su confianza, a diferencia de Luciano Bradley. A él ni siquiera le participaba la mitad de sus planes. Días atrás, el presidente Schneizel le contó a su Kanon que tenía la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro. El presidente no era directo. Prefería apelar a eufemismos y metáforas. No solo era para tomar precauciones, es que no era su estilo simplemente.
—No, no hice nada —contestó brusco el presidente, volviéndose a la ventana—. Lelouch, sí.
—Bueno, está bien. De todos modos, ibas a eliminarlo y descargar la culpa en Lelouch para luego ordenar su muerte. No me quedó claro si ibas a aguardar hasta que lo arrestaran o antes de eso. Esto te ahorró ese trabajo —indicó Kanon—. Sabes, en lo personal me alivia que tu hermano se te adelantara. Tu padre es un pésimo padre, pero sigue siendo tu padre. Me habría roto el corazón ver que te consumieras. Tus manos no están hechas para matar.
Kanon deslizó los brazos alrededor de la cintura de Schneizel desde atrás. Dejó descansar la cabeza en su espalda y se apretó contra él. Suspiró. Adoraba que su amante fuera tan alto. El presidente Schneizel no pareció percatarse del tierno gesto. Estaba mirando con intensidad la ventana. Sus ojos vagaban por los edificios obscuros que contrastaban con el cielo raso y encarnado. Su mente viajaba a través del tiempo, retrocediendo unas doce horas.
Era verdad que el presidente Schneizel estaba en su estudio abstraído en su trabajo, así como también que el alarido de Lelouch lo sacó de su ensimismamiento. El grito emanó claramente del otro extremo de los cuartos de la servidumbre. El presidente Iba a inspeccionar la planta baja, cuando tuvo la corazonada de que antes debía comprobar la habitación de su padre. Esa fue la primera mentira que dijo a la policía. No fue menor su sorpresa al descubrir la cama vacía. Enseguida, el presidente Schneizel divisó la puerta del baño entreabierta y entreoyó el agua. Entró y pegó un respingo. «¡Oh, Dios!». Su padre estaba en la bañera sumergido en su propia sangre. Se encontraba echado hacia atrás con los brazos colgando a ambos costados y la cabeza inclinada de lado. Su rostro estaba rígido y desencajado. Sus ojos no tenían mirada. Estaban tan abiertos que parecía que se le habían salido de sus órbitas. Era obvio que su padre había visto algo horroroso poco antes de morir y Schneizel se imaginaba quién pudo ser. «Me pregunto qué pensaste cuando el ser al que diste la vida te quitó la tuya». La verdad, no podía asegurar si formuló esa frase o se le cruzó por la cabeza nada más.
Schneizel contempló la escena. El grifo estaba abierto. El agua mezclada con la sangre rebosaba la tina y se extendía por el piso de baldosas. La hachuela, el arma asesina seguramente, estaba en el fondo de la bañera. En eso lo abordó una temible duda. Los científicos del Proyecto Geass le habían comentado sobre la regeneración extraordinaria de su padre. ¿Podría estar regenerándose? El aguijón del pánico se enterró bajo su piel. Schneizel se metió ansioso en la tina y revisó sus signos vitales. Su pulso latía, aunque muy débil. Se dio cuenta, además, de que algunos espasmos repentinos sacudían su cuerpo. Schneizel se acordó oportunamente que los científicos también le habían dicho que mientras nada interviniera en el proceso de regeneración cualquier herida o pérdida podía repararse sola sin importar el daño del tejido. Los ojos de Schneizel salieron disparados hacia la hachuela. Todos los asesinatos que había planeado fueron premeditados y siempre corrieron a cargo de otros. Inclusive el asesinato de su Odiseo no fue del todo obra suya. Fue una sirvienta quien le estuvo suministrando veneno día tras día, de hecho. Si cogía la hachuela y la enterraba en el cráneo de su moribundo padre, se convertiría en un asesino. Schneizel se puso unos guantes desechables y sacó la hachuela del agua. Pues bien, él ya lo había sometido a deliberación y quería que su muerte le perteneciera. Todas las vacilaciones y temores que podrían oprimir su corazón en ese instante y detenerlo fueron vencidas cuando hizo frente a la posibilidad de que su padre había sido asesinado por su propia mano en el Proyecto Geass.
Así pues, clavó la hachuela con determinación en la herida abierta de su cabeza. De pie junto a él, Schneizel se burló abiertamente de su padre y le riñó por menospreciarlo a sabiendas de que aún lo escuchaba. Esperó hasta que su padre se quedara inmóvil, su sangre dejara de fluir y sus ojos estuvieran vacíos. Fue en ese momento que Schneizel gritó por ayuda. Para cuando los sirvientes acudieron, él estaba llorando desconsolado y abrazando el cadáver de su padre. Se había desecho del disfraz del asesino calculador para vestirse con la piel del hijo perfecto en estado de aflicción.
—Sí, fue lo mejor —observó Schneizel con aire reflexivo, de vuelta en el presente.
No sonó con convicción, sino como algo que debía decir por el compromiso social que exige el protocolo de las conversaciones. Kanon se fijó.
—¿Alguna vez te conté por qué acepté ser tu asistente? —susurró. Kanon contestó a su propia pregunta—. Fue porque quería ver por mí mismo la clase de hombre que te convertirías. No tuve dudas de que serías un empresario exitoso. Tienes madera de líder. Lo percibí, conforme nos conocíamos en la universidad. Eres cruel para ser amable. Sabes hacer valer las reglas y, al mismo tiempo, eres gentil.
—¿Satisfice tu curiosidad, entonces?
—Satisficiste eso y otras cosas más —se rió entre dientes Kanon. Schneizel sonrió de forma natural. Le gustaba su risa. Le parecía tan encantadora como las notas de un arpa—. El punto es que no creo haber conocido a nadie que se preocupara por su imagen igual que tú.
—¿Y...?
—¡Oh, vamos, te conozco! A veces creo que mejor de lo que te conoces a ti mismo —sonrió Kanon, apoyando la barbilla en su hombro—. Puedes ser honesto conmigo, Schneizel.
«A decir verdad, soy cómplice de un parricidio y no estoy contento con eso», fue lo primero que pensó. No se atrevió a expresarlo. Existían ciertos pensamientos que nunca debían salir de la oscuridad del silencio. Cambió su respuesta.
—Es Lelouch. Hizo exactamente lo que deseaba que hiciera en el marco de tiempo que fijé. Debió saber que caminó directo hacia una trampa. Al menos, debió saber que se dirigía a un callejón sin salida. ¿Por qué mató a nuestro padre? Él no actúa por impulso ni realiza favores. Es extraño. Incómodamente impredecible. En ese sentido, Lelouch es como Luciano Bradley.
—¿A qué te refieres?
—Es difícil de explicar. He estado observándolo desde que se mudó a la mansión y lo percibo distinto. Es como si estuviera fuera de su personaje. En un segundo, es un hermano cariñoso y cordial marcado por una profunda melancolía y un presidente entusiasta, comunicativo y perspicaz que trata a sus empleados como viejos camaradas. Al siguiente segundo, se vuelve un presidente malhumorado e implacable y un hermano malicioso que le gusta lanzar ataques pasivo-agresivos. No entiendo ni soy capaz de anticiparme a sus cambios de humor. Tampoco logro adivinar sus movimientos, mejor dicho, no puedo visualizar ningún resultado propicio para el curso de acción que ha emprendido.
—No hace mucho me dijiste que el hombre más peligroso no es aquel que lo tiene todo, sino quien aquel que no le queda nada. Lelouch ya perdió a su hermana y a su exnovia frente a sus propios ojos, lo traicionaron las personas que más confiaba, descubrió que su madre estaba viva y, encima, era una asesina, incluso fue torturado por sus padres. ¿Podría ser que el dolor y la venganza lo enloquecieron definitivamente? —insinuó Kanon.
—Eso mismo había sopesado, pero lo descarté. Estoy seguro de que está fingiendo su locura. Está utilizando la máscara de Lelouch vi Britannia para acercarse a mí y a la empresa, ya que descubrí sus intenciones bajo la máscara de Lelouch Lamperouge. Tan solo lamento no saber si pretende distraerme o si, en verdad, pretende convencerme con su actuación. Sería la peor estrategia para enfrentarme en ese caso. Un hombre que no ha dominado el uso de la máscara nunca puede prevalecer y yo llevo más tiempo practicando que él —se evaneció el presidente.
—No creo que te haya dicho cuánto me gusta tu actitud ganadora —ronroneó su amante.
https://youtu.be/Ad3gVVCkHRw
Kanon llevó sus manos hacia el corazón de su amado y las colocó una sobre otra. Schneizel sonrió, sujetó la muñeca derecha de Kanon y trazó patrones invisibles en el dorso de la mano de su amante con el índice. De súbito, vio sangre en sus manos. Schneizel se zafó de Kanon y dejó caer la copa, sobresaltado. Se precipitó al baño, abrió presuroso la llave del lavamanos y cuando cogió el jabón, notó que la sangre se había esfumado. Schneizel parpadeó perplejo y revisó sus manos. Estaba limpio. Schneizel suspiró y se pasó las manos por el rostro y los cabellos. La vista cansada, la falta de un descanso adecuado y haber participado en un suceso nefasto se habían conjugado en su contra para gastarle una pesada broma. ¡Se había asustado por nada! Debió saberlo. Se había cerciorado de remover de su piel hasta la más insignificante mancha. Estuvo lavándose un largo tiempo debido a eso. Incluso restregó debajo de sus uñas. Asesinar ensuciaba más de lo que creía. Schneizel regresó a la suite.
—¡Oye! ¡Oye! ¿Todo está bien, cariño? —inquirió un desconcertado Kanon—. ¿Schneizel? —el aludido seguía perdido en sus pensamientos. Kanon guio su mirada hacia él tomando su rostro. Lo soltó—. Dime, ¿te gustaría que me quedara o prefieres que te deje en paz?
Schneizel vislumbró la copa de vino volteada sobre la alfombra felpuda, la recogió y la puso en el mueble debajo del televisor.
—La biblia dice que Dios nunca nos da más de lo que podemos soportar, no obstante, a veces es tanto el dolor necesitamos escapar de él a través del placer.
Kanon estampó sus labios sobre los suyos sin pedir permiso y Schneizel olvidó todo.
https://youtu.be/fztDBKouZQo
En cuestión de horas los medios de comunicación difundieron que el presidente honorario y futuro mandatario, Charles zi Britannia, había sido brutalmente asesinado. Una noticia de esa magnitud no podía retrasarse por mucho tiempo, después de todo. Sería como tapar el sol con un dedo. Dada la cercanía en el tiempo entre ambos eventos, los medios rescataron la trágica muerte de Euphemia y se volvió un tema de interés una vez rastrearon las pavosas similitudes. Estaban emparentados por la sangre, los mataron en el mismo lugar y Lelouch tenía relación de alguna manera con los dos casos. La pesadilla del presidente Schneizel se materializó. Los medios empezaron a investigar el pasado de los Britannia y se enteraron de otros lamentables accidentes y muertes que ocurrieron en circunstancias misteriosas. Los medios lo atribuyeron a una maldición que rodeaba a la acaudalada familia. Su razonamiento era que de otra forma no podía explicarse las sucesivas desgracias de los Britannia. El público acogió con mórbido interés el asunto de la maldición. Pero, aun así, quería una explicación racional que pudieran entender. Reporteros de distintas estaciones de televisión y periódicos se apiñaron en torno a la mansión (que seguía siendo una jurisdicción de la policía) y la comisaría para recabar toda la información que pudieran del comisionado Tohdoh y del detective Asahina. Más que todo,
deseaban conocer el avance de la investigación y si tenían algún sospechoso. El detective y el comisionado se limitaron a ofrecer respuestas parcas que a duras penas sacio el hambre de curiosidad de los reporteros. Aun si quisieran, se trataba de un caso en curso y la política del departamento los obligaba a mantener confidencial la investigación.
Los lobos de los reporteros, no contentos con los huesos que les tiró la policía, fueron a buscar carne en el hotel en donde estaban alojados los Britannia. Apelando a su autoridad del nuevo jefe de familia, Schneizel manifestó la intención de encarar a la prensa en persona en nombre de todos para pedirle que respetaran su duelo. Pero entonces Lelouch le solicitó a su hermano que delegara el asunto en sus manos alegando que tenía experiencia lidiando con la presa que hizo seguimiento a algunos de los casos que trabajó. Si bien Cornelia no quería que él actuara en representación de la familia, Schneizel accedió de buena gana. A fin de cuentas, Lelouch era un Britannia y la última voluntad del patricarca fue que la familia se unificara. Lo menos que podían hacer era cumplir su deseo a modo de mostrarle respeto. «En estos momentos de pesadumbre, debemos apoyarnos entre nosotros», añadió solemnemente. Lelouch agradeció a su medio hermano y prometió no olvidarse su trato amable. Acto seguido, fue a verse con la jauría de reporteros.
—Para ustedes, Charles zi Britannia era el futuro líder de la nación y el presidente honorario de Britannia Corps. Para mí y el resto de mis hermanos, él no era más que nuestro padre. Me hubiera encantado pasar más tiempo con él. ¡Disculpen! —la voz de Lelouch se quebró justo en el final de la frase. Hizo una pausa para sonarse la nariz con el pañuelo negro que traía en el bolsillo del pecho y, de paso, secarse las lágrimas que humedecían su mejilla—. Incluso si recién me haya enterado de quién era mi padre, sufro su muerte. Supongo que es cierto que la sangre es más espesa que el agua. El destino nos separó demasiado pronto. Es injusto...
—¡¿Tiene alguna idea de quién lo hizo?! —indagó un reportero que estaba en la retaguardia.
—No, en absoluto. Es imprudente acusar a alguien sin evidencia y la policía no ha compartido nada con nosotros. Con todo y eso, colaboraremos con la investigación hasta que capturen al asesino. Les pido seguir mostrando interés por este caso e instarles a la policía y a la fiscalía investigarlo apropiadamente. Solo así este asesino pague por su atroz crimen.
Lelouch cortó la entrevista (con la excusa de que necesitaba un tiempo a solas para gestionar sus emociones y calmarse), dio las gracias a los reporteros por su atención y se resguardó en la seguridad del hotel protegiéndose la cara con el pañuelo. El personal y los huéspedes en el vestíbulo vieron a un alterado Lelouch subirse al ascensor. Tenía los hombros temblorosos. Una vez se cerraron las puertas, Lelouch reventó de risa y guardó el pañuelo. Minutos antes, allí mismo, mientras bajaba, estuvo aplicándose una barra de mentol en un pómulo a fin de estimular las glándulas lagrimales. En general, a Lelouch no le costaba llorar cuando quería. Podía componerse y recomponerse como quien se quita y pone una máscara. Esta vez juzgó que requeriría algo de ayuda. En cuanto las puertas se abrieron, su único ojo estaba lacrimoso. De ahí en adelante, solo tuvo que cuidar sus palabras y su lenguaje corporal y facial. Era un buen actor y debía el desarrollo de sus cualidades actorales a su experiencia como abogado. Pasó montones de horas frente al espejo aprendiendo a controlar sus posturas, sus gestos, sus pausas, su manera de andar, incluso sus sonrisas y sus miradas. Aprendió la utilidad de este control observando a los abogados y los testigos. En esa época, él era un adolescente y asistía a varios juicios como parte del público. Pues estaba barajando seriamente estudiar leyes. Un día, Lelouch se paró en el centro del juzgado ya vacío y rememoró e imitó los movimientos del abogado del juicio que se celebró entonces. «Creo que entiendo», se dijo. «El juzgado es un gran escenario y los abogados son los actores principales. Conquistas al juez y al jurado dominando el escenario». Desde luego, le sacó provecho de esta habilidad en su cotidianidad.
Lelouch llegó a su piso y se metió en su suite. Se preparó y se aplicó una mascarilla facial y se puso a practicar ajedrez mientras fumaba. A cada rato, echaba un vistazo por la ventana y verificaba si los reporteros seguían afuera. Aguardó paciente que el último de ellos se fuera. Había aplastado tres cigarrillos en el cenicero para ese punto. Lelouch se quitó la mascarilla, se lavó la cara y contactó a Kallen. La citó en un gimnasio dentro de dos horas. Ambos tenían que ponerse al día con muchas cosas y era mejor hacerlo en persona. Sucesivamente, Lelouch vistió un chándal y fue al lugar de encuentro. Tenía una buena razón para adelantarse. Quería ocuparse del espía que su hermano había enviado. Odiaba arrastrar por tanto tiempo un cabo suelto. ¿Cómo llegó a enterarse? Técnicamente, no percibió su presencia. Lo dedujo. A estas alturas del partido, Lelouch había aprendido a leer a su oponente y sus jugadas. Esto era algo propio del presidente Schneizel. Tan simple como eso. El día que Lelouch compró la medalla de plata con forma de corazón para su amante vio su reflejo en uno de los escaparates de la joyería. Un hombre lo estaba vigilando. Lelouch quiso observar de cerca al espía, así que fue al baño y, tal como había previsto, el hombre lo siguió hasta allí. Francamente, entendía por qué su hermano adoptaba esas medidas. También estaría preocupado por que su rival tuviera un poder tan formidable como el Geass, si estuviera en su posición. Asumiendo que su madre le hubiera dicho la verdad, el presidente estaba en desconocimiento de que su Geass se había expandido hacia el otro ojo. De ser así, tenía una poderosa ventaja.
Por cierto, ¿el espía estaba ahí? Un detalle muy importante. Esto no tendría sentido si no lo perseguía. Lelouch escudriñó por el rabillo del ojo el retrovisor de su coche y sonrió al reconocerlo. Estaba seguro de que lo seguiría al interior. Ya él había ido ahí con anterioridad y el espía se había quedado afuera. No podía entrar sin la ropa correcta. Debería haberse preparado para una nueva ocasión. Así podría venir detrás de él y reportarle a su jefe qué estaba haciendo en ese lugar.
https://youtu.be/uYdjDm7XVWg
Lelouch aparcó en el estacionamiento privado del gimnasio, se apeó de su automóvil y entró. El gimnasio era una sala de techos altos. El piso estaba hecho de nogal y crujía suavemente cuando se caminaba sobre él, mientras que las paredes estaban forradas con espejos para que quienes habían abandonado el sedentarismo y recién incursionaban en el vigorizante mundo del ejercicio físico se vieran haciendo el ridículo al compararse con los que llevaban un estilo de vida activo. O eso pensaba Lelouch. Evaluó el aspecto general del local ya que no le había puesto atención la primera vez. La luz inundaba el gimnasio mediante unas grandes ventanas. Las atemorizantes máquinas de ejercicio estaban de lado. No había nadie salvo él y el espía que acababa de sumarse. Ya se había hecho cargo de que no fueran molestados.
Previamente reunió a todo el personal del gimnasio y utilizó el Geass en ellos. Todos se supeditaron a su voluntad. Tenía una reserva gratuita en el gimnasio para él solo por cuatro horas los viernes.
En vista de que resultaría sospechoso esperar a Kallen sin hacer nada, Lelouch decidió fingir entrenar. Escogió la bicicleta estática ya que le parecía la máquina más inofensiva. Puso la resistencia en diez, se montó en la bicicleta y comenzó a pedalear. Se arrepintió en ese mismo instante de haber fumado, pero ya no podía revertir el pasado. Se fijó que el espía se sentó en un banco y se puso a levantar unas mancuernas. Lo vigiló a través del espejo. Lo había visto en el juicio de su hermana. Fue el testigo que dio una declaración falsa (y que él sospechaba que hizo un trato con Suzaku). Kewell Soresi, si su memoria no se equivocaba. Lelouch cortó la sesión de ejercicios a los 20 minutos. Le dolían las pantorrillas y estaba chorreando sudor. Bebió un trago de agua, se echó sobre los hombros un pañuelo blanco con el que se enjuagó el sudor en la frente y abordó a Kewell con el tono más informal que pudo adoptar:
—No lo hice bien, ¿verdad?
—Disculpa, ¿estás hablando conmigo? —indagó colocando las mancuernas en el piso.
—¿Hay otra persona aparte de nosotros? —contestó. Lelouch se rió, mostrándose confiado—. Bueno, sé que no lo hice bien. Soy totalmente nuevo en esto. Quería sorprender a mi novia anunciándole que comencé a ejercitarme. ¡Las tonterías que uno hace por amor! —exclamó, volviéndose—. Perdón, ¿no nos hemos visto antes? Su cara me es familiar.
—Me estarás confundiendo con alguien más. Es la primera vez que...
—¡Ah, ya lo recuerdo! —lo interrumpió Lelouch, rebosante de excelente humor—. Estuviste en el juicio de mi hermana. Fuiste testigo de la fiscalía. Kewell Soresi, ese es tu nombre, ¿no?
—¡Oh, sí! Disculpa, no recordaba que estuviste en ese juicio. Me fui de ahí tan pronto como mi testimonio terminó.
Kewell hablaba con absoluto desenfado con su voz grave y adusta, mas su mirada rehuía a la suya. Lelouch se acordaba de Kewell en el juzgado. Sí. Era más alto y delgado. Pero, a juzgar por como levantaba sin esfuerzo las mancuernas, Lelouch sospechaba que Kewell tenía una constitución atlética como Suzaku. Schneizel le debió haber contado del Geass. Era la única explicación lógica para que un hombre con su tamaño y su fuerza se enervara ante él. Lelouch se acercó a Kewell invadiendo su espacio personal como una forma de intimidación. El truco le funcionó porque Kewell se puso de pie. Lo incomodaba que su sombra lo arropara.
—¿Por qué evitas hacer contacto visual conmigo?
—¿Cómo? —inquirió Kewell, haciéndose el desatendido. Se atrevió a mirarlo, por fin.
Lelouch tiró de la toalla por un extremo y envolvió el cuello desprotegido de su interlocutor. Kewell no lo vio venir. Fue repentino y rápido. Lelouch oprimió su cuello halando con toda su fuerza la toalla. La expresión amistosa se le había borrado. Ahora una mirada torva y una sonrisa cruel pintaban su semblante. Kewell boqueaba desesperado buscando oxígeno. Se le habían abierto los ojos a tal punto que parecían dos huevos fritos a punto de estallar. Kewell forcejeó por su libertad colocando sus manos sobre sus muñecas. Lelouch activó su Geass y justo antes de que Kewell consiguiera liberarse le ordenó:
—De ahora en adelante, seguirás mis órdenes. Asiente con la cabeza si me entiendes.
Kewell dejó de resistirse. Los músculos contraídos de su rostro angustiado se relajaron y sus ojos ensombrecidos por el ceño fruncido se desenfocaron. Kewell asintió levemente. El gesto pasó casi inadvertido. Lelouch recuperó su toalla tras advertir su expresión ausentarse.
—Dame tu teléfono.
Kewell acató en silencio. Lelouch cogió el celular y registró un número.
—Voy a guardar en tus contactos el número de mi segundo teléfono bajo el nombre de Alan Spencer —le explicó—. Cuando leas ese nombre en tu identificador de llamadas, sabrás que estoy llamándote y atenderás inmediatamente y acogerás mis instrucciones al pie de la letra. Del resto, seguirás espiándome y reportándote con mi hermano como si esta conversación no hubiera tenido lugar. Pero, a quien obedecerás en realidad, es a mí. ¿Lo has entendido? —le preguntó, devolviéndole el teléfono. Kewell lo aceptó devuelta.
—Sí, señor presidente.
Por los labios de Lelouch se extendió una sonrisa altiva. Mentiría descaradamente si negaba que le gustaba ese apelativo. Intentaba no parecer tan obvio, pero no siempre él se dominaba a tiempo. En ese momento, se escuchó el bramido de un motor. Lelouch ojeó la ventana para cerciorarse de que no estaba imaginando cosas. Vislumbró a Kallen en su moto aparcada en la acera. Estaba sacándose el casco y revolviéndose el pelo.
—Bien. No tengo más órdenes para ti. Lárgate. ¡Usa la puerta trasera, imbécil! ¡Esa de ahí!
https://youtu.be/RQCYCSdo4oo
Kewell se escurrió por la salida de emergencia, al tiempo que Kallen empujaba la entrada del gimnasio de una patada. Tan solo ver a su amante cambió el talante de Lelouch de una manera asombrosa. De un segundo a otro, su expresión siniestra y concentrada fue reemplazada por una sonrisa centellante que iluminaba su aspecto. Kallen vino vestida con unos leggins negros y un crop top color rojo de mangas largas que le permitía presumir su abdomen marcado. Su ropa se ajustaba a su esbelta figura resaltando sus definidas curvas. Completaba su conjunto unas zapatillas deportivas y una mochila que colgaba sobre su hombro. Lelouch se sonrojó. Kallen lucía aún más irresistible cuando exhibía su fuerza. No solo en el sentido físico.
—¡Oh, mi reina! Te estaba esperando. Ven. Mira. A partir de hoy, este gimnasio será nuestro lugar de reunión —informó y le dio la bienvenida abriendo los brazos—. A Schneizel nunca se le ocurriría buscarme aquí y tú no llamarás la atención ya que frecuentas el gimnasio. Es el escondite perfecto, ¿no?
—Lo es —reconoció ella asintiendo con la cabeza—. Aquí tienes una zona de descanso con máquinas expendedoras, duchas y un montón de equipos para matar el aburrimiento. ¡Ese de ahí, por ejemplo! —Kallen apuntó con la barbilla el rack de tres niveles en donde todas las mancuernas hexagonales estaban guardadas—. Yo puedo levantar sin problemas 17 kilos, tu amigo Suzaku puede levantar 22, ¿tú cuántas crees que puedes?
—¿Yo? —inquirió un inseguro Lelouch, quien miraba de reojo con recelo las mancuernas—. ¡Puedo levantarte a ti!
—¿Ah, sí? ¡Veamos eso! —anunció Kallen tirando su mochila al suelo. Pasó a calentar.
—¡¿Qué?!
Kallen cogió impulso y corrió directo hacia Lelouch. Voló a sus brazos. Los dos cuerpos se estrellaron el uno contra el otro como polos opuestos. Ambos quedaron girando sobre su eje. Kallen se colgó a su cuello firmemente. Lelouch se aferró a su espalda como si Kallen fuera lo único que lo mantenía en el gimnasio. La había alzado varios centímetros desde el suelo.
—¡Vaya, vaya! ¡No estabas mintiendo! —bromeó Kallen—. Está bien. Estoy jugando. No me importa que seas fuerte ni te pido que uses las máquinas del gimnasio. Además, conozco un ejercicio que puedes hacer y que nos gusta a los dos... —ella se rió y tomó un beso de sus labios. Lelouch se inventaba un beso cada día para ella y Kallen adoraba probarlos. A veces eran dulces, a veces eran salvajes. Pero todos producían desvaríos de ensueño y cortaban la respiración por igual. Este, en particular, tenía un sabor picante y una textura suave y bastante húmeda. Besar a Kallen era como ser besado por el cálido sol. Su amada cortó el beso y notó que los brazos de Lelouch estaban temblando a causa del esfuerzo. Le palmeó el hombro para que la bajara y así lo hizo—. Ya en serio, ¿cómo obtuviste acceso completo a este gimnasio? ¿Acaso sobornaste al dueño para que te regalara una copia de sus llaves o se rindió ante el increíble poder de tu elocuencia?
Kallen no pasó desapercibido que Lelouch se refirió al gimnasio como escondite. Convertirse en su amante la ayudó a aprender varias cosas sobre él. Una de ellas era que Lelouch escogía con cálculo cada palabra que decía. Considerando que Lelouch concebía sus planes para largo plazo, Kallen intuyó que Lelouch tenía algo más en mente para ese gimnasio. ¿Qué sería?
—No. Preferí no correr riesgos. Recurrí a mi Geass. ¿Estás bien con eso?
—Sí, lo estoy. Por casualidad, ¿planeas darle otro propósito a este gimnasio?
—Así es. Este gimnasio servirá como nuestra base de operaciones. En vista de que ahora yo vivo en la casa del enemigo y me he vuelto una celebridad, no puedo retornar a mi bufete ya que todos, incluyendo mi querido hermano, tendrán sus ojos puestos en mí. Por lo que me di la tarea de buscar otro lugar para organizarnos. Aquí nos congregaremos para armar, cambiar y discutir planes. Incluso hablar libremente de asuntos comprometedores.
—¡Uf! Eso es perfecto, porque hay algo que tengo que contarte...
https://youtu.be/O3PYBJdNOAs
Por supuesto, Kallen se refería al incidente en la casa de seguridad. Inició su relato contándole la reunión con el fiscal Weinberg y la curiosa insinuación de Suzaku. Continuó con su pelea con el falso Zero y su involuntario y posterior desenmascaramiento. Kallen no ahorró ningún detalle. Lelouch la escuchó circunspecto. De vez en cuando movía la cabeza y ya. Solo una vez sus labios se separaron como si fuera a intervenir y los cerró de nuevo, decidiéndose que aguantaría. Al final, ella le preguntó cuál discurría que iba a ser el contragolpe del presidente.
—No nos preocupemos por lo que Schneizel sabe sin tener la certeza de que puede probarlo y, en ese caso, usará ese secreto como un medio de extorsión. No compartirá esa información con la policía ni la filtrará al público. Él es como yo. Toma la decisión que más lo beneficia y es probable que esté sopesando sus opciones —explicó Lelouch—. Schneizel de antemano sabía que era Zero y no guardó silencio para quedar en deuda conmigo. Se aprovechó de mi alter-ego para desviar la atención pública con un chivo expiatorio, eliminar los cabos sueltos y, al mismo tiempo, atacarme a mí. Si quieres mi consejo, deberías mantenerte al margen.
—¡¿Al margen?! ¡Ni pensarlo! —protestó Kallen enérgicamente—. Si conocer mi identidad le da poder sobre mí, me desenmascararé enfrente de todos. ¡No me importa!
—Una jugada temeraria, mi querida amiga, pero hay un inconveniente: en la actualidad, Zero es un enemigo público. Mi hermano logró atribuir todos los crímenes de su Zero impostor al verdadero. Por lo tanto, la policía te arrestará si te revelas y no podrás demostrar su inocencia —recalcó Lelouch.
—Por eso tengo que limpiar el nombre de Zero cuanto antes —reconoció con tesón—. ¡Mira, tengo un plan! Voy a averiguar quién es el detective a cargo y lo visitaré como Zero. Apuesto que el presidente Schneizel lo habrá sobornado para que le diera carpetazo rápido al caso y, si estoy en lo cierto, estoy convencida de que puedo sacarle alguna información.
—¡Uhm! Sabía que no seguirías mi consejo y, a pesar de eso, te lo di para que me demostraras que estaba equivocado. Me hubiera gustado por una vez no tener razón —lamentó amagando una sonrisa— Está bien. Si no puedo detenerte, te ayudaré. Ve con Rolo y pídele su apoyo. Puedes obtener el nombre del detective preguntándole a Suzaku. Él sigue en contacto con sus amigos fiscales que, a su vez, hablan con la policía. Si aún él no está enterado, lo descubrirá para ti. Cuéntale tu plan y accederá.
—¿Qué tratas de decir?
—Suzaku ya sabe que soy Zero. Me ayudó a huir de la policía la última vez que me coloqué la máscara.
—¡¿Cómo lo supo?! —exclamó, atónita. Chasqueó la lengua y sacudió la mano con evidente disgusto—. No, ¡olvídalo! Él siempre estuvo empecinado con la idea de que tú eras Zero. No fue una sospecha; fue una especulación absurda que tuvo raíz en su afán de encarcelarte como diera lugar. Es más, me imaginaba que se había unido al bufete para husmear y sabotearnos. Lo que quiero saber es por qué estás tan tranquilo: ¡¿cómo puedes confiar en él?!
—Entiendo tu desconfianza, Kallen, reclutar a quien me traicionó con mi peor enemigo puede calificarse una decisión pésima y tonta. No obstante, lo hice no solo porque quería compensar a Suzaku por comportarme como un terrible amigo en el pasado, también es porque creo que ha cambiado. Ya no es tan renuente al usar nuestros métodos y su perspectiva sobre la justicia ha madurado. Está desencantado con el sistema judicial y eso nos favorece. Necesitamos un caballo de nuestro lado del tablero y Suzaku es digno de tal distinción —se justificó Lelouch. Kallen trató de encerrarse en su postura cruzando testarudamente los brazos sobre su pecho. Trató de hacer oídos sordos porque sabía que él la convencería con sus argumentos asentados en la razón. Le resultó inevitable hacerle caso y, en algún punto, Kallen se descruzó de brazos y Lelouch capturó su muñeca y deslizó sus dedos de arriba abajo por el dorso de la mano—. De cualquier forma, no te voy a pedir que creas en mí. Te animaré a que lo investigues para que extraigas tu propio juicio de valor. Míralo, conversa con él, escúchalo. Tal como hiciste conmigo. ¿Puedes hacer eso, mi reina? —inquirió Lelouch besando su mano con sensualidad.
A Kallen no le contentaba admitir que sí había visto algunos de esos cambios que mencionaba su amante en Suzaku. A ciencia cierta, sucedió reciente. Por muy grande que fuera el rencor que la carcomía, Kallen no podía ser injusta ni engañarse a sí misma. Además, tampoco podía resistirse cuando Lelouch la llamaba con su apodo cariñoso. Menos aún si masajeaba el dorso de su mano. Kallen se zafó y cruzó los brazos de nuevo. Algo incómoda. Sus mejillas estaban cubiertas por arreboles.
—Detesto que te refieras a mí con ese apodo en situaciones como esta. Lo haces a propósito. Sabes cuáles botones pulsar para obtener de mí lo que quieres —gimió la pelirroja. Él aceptó su culpabilidad riéndose. En eso, se le ocurrió a Kallen una pregunta a propósito de los apodos peculiares que su amado le había dado a ella y Suzaku—. ¡Oye! Lelouch, ¿nunca has pensado de verdad en convertir a Suzaku en tu leal caballero con el Geass? Quiero decir, si has tenido el Geass todo este tiempo, ¿por qué nunca lo has empleado con Suzaku?
—Sí llegué a considerarlo varias ocasiones y mi respuesta ha sido la misma: es inadmisible —masculló Lelouch, con un tono más contenido de lo que mostraba su penetrante mirada.
—¿Es una cuestión de orgullo o de amistad?
—Una mezcla de ambas cosas —contestó. Segundos más tarde, retornó la sonrisa a su boca—. Ahora yo tengo curiosidad: ¿no consideraste que te haya dado una orden con mi Geass?
—No —respondió ella con rudeza—. Dijiste en la clínica veterinaria que no lo habías hecho.
—Y tú me creíste —dijo con malicia y entornando el párpado. Lelouch unió las manos detrás de su espalda. Kallen sintió su piel erizarse. Tenía la sensación de que estaba siendo testeada otra vez por Lelouch—. ¿No consideraste que fuera otra de mis mentiras?
—No, porque tus ojos eran sinceros en ese entonces. Podrás mentir con la boca, pero tus ojos siempre revelarán tus intenciones y me acuerdo de que te irritaste cuando Suzaku te preguntó si nos habías dado una orden con el Geass. Tu reacción fue demasiado espontánea.
—Me has estado mirando con atención últimamente. ¡Qué halago! —se evaneció sonriente.
—No tan tardíamente. Has sido mi objeto de estudio por meses. Me entrevisté con personas que te conocían bien. Milly, Cera, Suzaku, Nunnally. Todas sus declaraciones eran distintas entre ellas, pero no se contradecían. Todas aportaban algo y llegaban a la misma conclusión.
https://youtu.be/3jNvk8bDXU0
—¿Que soy buena persona? ¿Es esa la conclusión? —aventuró sarcástico Lelouch. Sus labios sonreían afectadamente, pese a la dureza de su mirada y la tensión en sus pómulos. Ella había percibido que cada una de sus facciones tenía una reacción independiente ante las situaciones Una extraña capacidad—. ¿Crees que podrías sostener tal afirmación si te dijera que maté a mi propio padre a punta de hachazos? —interpeló. Kallen jadeó—. No estás asombrada. Ya debes estar al tanto. ¡Qué estupidez la mía! El asesinato de un casi presidente no es poca cosa —se mofó y escupió una risotada áspera y seca como una hojarasca caída. Kallen miraba a su amado con interés. Sus cejas se habían encontrado abajo; no en señal de reproche, sino de preocupación. Lelouch carraspeó y prosiguió en un susurro—. No, Kallen. Yo fui un hombre bueno alguna vez y pude haber sido uno de los mejores. La naturaleza me premió dotándome un conjunto de virtudes admirables. Yo era noble, generoso, sensible, sincero...
—Muchas virtudes y ninguna de ellas fue la humildad.
—Es cierto. Nunca fui perfecto. Tengo muchos defectos igual que todo el mundo —concedió Lelouch—. Pero no soy como la mayoría. No me complace admitirlo. Yo soy un pecador de la peor clase. Fue por una conjugación de varios factores. Los golpes de la vida me curtieron y las bajas pasiones inocularon mi espíritu. Pudrieron mi consciencia, doblaron mi moral y anularon mis virtudes. Así fue como pude incurrir en excesos y errores imperdonables y me fui degradando. No evadiré la culpa ni se la achacaré a nadie. Yo fui el arquitecto de mi caída.
Kallen vaciló. Estaba sintiendo una dolorosa presión en el pecho, como si una mano de hierro hubiera cogido su corazón y lo estuviera estrujando. La amarga tristeza que rezumaba la voz de Lelouch la aquejó. Era un alma torturada por los remordimientos. Kallen deseó exorcizar a todos esos demonios internos que lo abrumaban. Incinerarlos con su fuego purificador. Sin embargo, todo lo que ella podía hacer por él era compadecerlo.
—No estoy sorprendida porque me habías contado tu plan —señaló y le ofreció una mirada interrogante—. Solo hay dos cosas que quiero saber: ¿por qué lo mataste con un hacha?
—Porque fue necesario. Sus capacidades regenerativas lo habían vuelto invencible, al punto de que si mutilaba cualquier parte de su cuerpo se reconstruiría sola. Conversé con el profesor Asplund al respecto y me dijo que la cabeza era su debilidad. Para infligirle real daño, había que atacarlo rápida y prolongadamente.
—¿Y cómo te sientes tras haberlo matado?
—¡Nunca me había sentido tan bien! El viejo tuvo su merecido —declaró Lelouch en el acto y aspiró el aire ruidosamente, como si aún pudiera deleitarse con el perfume de la sangre de su padre—. ¿Y te digo cómo me sentí cuando todo terminó? Me sentí en paz por primera vez desde los diez años. Tenía mis nervios fríos y duros cuando descargué la hachuela sobre él.
Lelouch alardeó de su temple enseñándole sus manos. Kallen las escrutó. Estaban temblando imperceptiblemente. Miró su ojo. El ardor de su mirada era tan intenso que se le había anegó de lágrimas. El alma y el cuerpo se estaban amotinando contra su rigor. Ella podía distinguir una de otra con claridad. Esta era la máscara. Detrás de ella, estaba el hombre que amaba.
—Maldito idiota, ¡estás mintiendo otra vez! —gimoteó Kallen, pegándole en el brazo.
—Tenía que intentarlo, al menos...
Lelouch forzó una risa sin alegría y se frotó el ojo lloroso. Seguidamente, se arrojó al piso y desde ahí, hincado en sus rodillas, Lelouch rodeó con sus brazos las caderas de su amante y la estrechó contra él. Tambaleándose, una aturullada Kallen se apoyó en sus hombros.
—Tuviste pesadillas, ¿no es así?
—Algunas.
Kallen nunca tuvo necesidad de preguntarle a Lelouch qué interrumpía su sueño a mitad de la noche, porque ella lo imaginaba. Nada más estaba esperando que Lelouch algún día tuviera el valor de contarle sobre sus pesadillas. Entre tanto, le seguiría brindando amor y consuelo. Kallen engarzó los dedos en torno a los mechones de Lelouch. Se los retorció con gentileza y los dejó ir. Una y otra vez. Ronroneando, Lelouch hundió su rostro en su vientre plano. Él se jactaba de su dureza. La verdad, nada más lo era en el exterior. Su interior, por el contrario, era suave y salía a relucir solo cuando estaba cómodo. A Kallen le gustaba ese lado sensible.
—La próxima vez que tengas pesadilla, sueña que estoy contigo. Te protegeré de quien sea.
—¿Ah, sí? ¿Cómo? —preguntó él y besó su ombligo, lo que encendió los colores en su cara.
—Con mis puños, claro. Tú soñarás que voy a ganar —replicó orgullosa. Lelouch se rió por la nariz, provocándole cosquillas a Kallen. Era obvio y, por ello mismo, no lo pensó.
—Dime con sinceridad, Kallen —le pidió con voz apagada y buscó sus ojos—. ¿Todavía hay amor en tu corazón para mí? ¿Incluso si maté a mi padre? ¿Incluso si soy un monstruo?
—Te amo, Lelouch —repitió ella con ternura y besó su coronilla—. ¡Te amaré para siempre!
—¿No me abandonarás? ¡¿Estarás conmigo?!
—Estaré contigo, aunque tú me pidas que me vaya y haga mi vida con otro hombre.
—¡Quédate conmigo, Kallen! Eres mi ángel de luz. Sin tu guía, me sumergiré más en las sombras. Sin ti, enloqueceré —imploró ansioso. Dicho eso, sus brazos se cerraron más y más alrededor de las caderas de Kallen—. Espero me permitas expresar un pensamiento terrible: envidio tu juicio sereno, tu sinceridad, tu consciencia transparente, ¡tu resiliencia! Me gustaría tenerlos. Pero, ¿puede un ángel caído como yo regresar al paraíso luego de haber pasado por la más profunda degeneración moral? ¡¿De qué modo?! ¿Me tendré que apegar a ti hasta que se me transfiera tu integridad? ¿Cuántas veces tendré que poseerte para obtener tu entereza?
—¿Qué dices, Lelouch? —balbuceó Kallen, desorientada ante los delirios de su amante.
—¿Tengo esperanzas de salvar mi alma?
—Siempre que te aferres al remordimiento y a tus principios, tendrás esperanzas. Así tendrás presente que no eres una máquina asesina, sino un ser humano.
— El pecado es terco y el temor a la perdición es débil —espetó Lelouch. Parecía el aullido nervioso de un león—. ¡El remordimiento no basta!
—No lo es, si no está acompañado por un sincero arrepentimiento y una fuerte determinación de corregirse —aseguró Kallen y se colocó de rodillas para estar a su altura.
Ella debía decírselo frente a frente. Le pareció ver el brillo de una lágrima deslizándose por su mejilla. Ella quiso recogérsela. Lelouch fue atravesado por un suspiro y pasó a recostarse en su regazo. Kallen jugó con su cabello ensortijando algunos mechones y acarició su pecho, en donde podía sentir su corazón palpitar. Los latidos se acompasaron al ritmo de sus caricias.
—Me gustaría creer que es tan fácil como dices.
—No mencioné que sería fácil. Tampoco dije que tendrías que hacerlo tú solo. Yo te apoyaré —aseguró Kallen inclinando la cabeza y sonriéndole.
https://youtu.be/08dVih0LNs8
Lelouch le devolvió la sonrisa y cerró el ojo. La pelirroja se quedó inmóvil para apreciar los rasgos de granito de su amante. Simétricos y armoniosos como las formas de una estatua del renacimiento. Al mismo tiempo, afilados y crueles. Esculpidos así por el cincel de las ácidas experiencias, según dijo. En esos rasgos se podían leer un entramado de secretos dolorosos. Kallen acarició su mejilla con los nudillos. Las líneas del semblante de Lelouch se endulzaron y su sonrisa se amplió. Incluso la belleza podía provenir de las cosas rotas. La mano de Kallen rozó el parche ocular de Lelouch de repente, entretanto estaba reflexionando distraídamente. Le dio una idea. Imbuida por este atrevido impulso, empezó a quitarle el parche. Procuró ser sutil. Pero, cuando su mano estaba moviendo de sitio el parche, su amante la atajó agarrando su muñeca y abrió el ojo. Sacudió la cabeza.
—¿Por qué no quieres que te vea? —inquirió Kallen, dolida—. Esta es la tercera vez que me lo impides. ¿Te apena?
—No te gustaría ver mis cicatrices. No es una imagen bonita —se excusó mascullando.
—Eso lo decidiré yo —lo animó ella—. Quiero verte. ¡También el Geass! ¡Enséñame todo!
Lelouch deliberó. Kallen aguardó con el aliento contenido. Transcurrieron varios minutos en que ambos se ensimismaron en el silencio y apenas una sombra había atravesado el semblante de Lelouch. La única luz procedió de su ojo maldito. Entonces, él aflojó la presión y cerró el párpado. Kallen recordó la ocasión que la dejó tocarlo por vez primera y lo despojó del parche con lentitud. El parche cedió su lugar a una cavidad vacía y temible. Kallen sintió su corazón acelerarse a tal velocidad que no podía contar las palpitaciones. Se le iba a escapar del pecho. Lelouch abrió el ojo y Kallen ahogó un jadeo tapándose la boca ante el símbolo del ave con las alas desplegadas en el destellante fondo escarlata. Lelouch se sentó sobre sus rodillas.
—Te dije que no era una imagen agradable... —gruñó él. Ya estaba arrepintiéndose de haber consentido a su capricho. Se percató en esto que Kallen estaba al borde del llanto—. ¿Ahora qué te sucede?
—Lo siento mucho, Lelouch, no quería herir tus sentimientos —gimió ella—. Es solo que la vista es muy importante para mí. Si tuviera que perder una parte de mi cuerpo, preferiría que fuera un brazo o una pierna. No podría escoger no verte nunca más...
Kallen esparció besos a lo largo de la cicatriz que surcaba el rostro de Lelouch. Él estaba por completo anonadado. De alguna forma, Lelouch abandonó el estupor, acunó entre sus manos la cabeza y capturó sus labios con una pasión que rayaba en el ímpetu. Ella le respondió igual. Le pareció que no estaban lo suficientemente cerca, por lo que se arrastró sobre sus rodillas, rodeó el cuello de su amante con ambos brazos, lo encerró entre sus piernas y se sentó sobre su regazo. Kallen desvistió a Lelouch de sus penas. Los besos con sabor a la piel de su amante eran los besos favoritos de Kallen...
https://youtu.be/S_vwFCYRiGY
Lelouch había disipado su miedo. Kallen había visto su Geass y lo aceptó. Era consciente de la existencia de sus demonios y sus fantasmas y prometió que lo ayudaría a espantarlos. Ella lo amaría a pesar de sus pecados. ¡Diablos! Literalmente había besado sus cicatrices. Kallen se quedaría con él sin importar qué. No tenía nada de qué angustiarse. Y, sin embargo, tenía esta fastidiosa sensación de que algo no andaba bien. Aún estaba callando el hecho de que su madre había asesinado a su hermano mayor y que ella estaba viva. No estaba seguro de cómo ni cuándo plantear el tema. En serio, temía que el odio y el dolor corrompieran a Kallen como le había sucedido a él. Ella estaba armada de una increíble fortaleza moral de la que él estaba desprovisto. Podría superar la venganza y seguir adelante. O tal vez no. El problema consistía en que Kallen creía dichosamente que Lelouch estaba siendo por fin sincero con ella y no era así. Si él le revelaba la verdad lo odiaría por habérsela ocultado y, por ende, tendría un motivo legítimo para romper con él. Lelouch no soportaría perderla para siempre. Ella era la elegida por su corazón. Era todo lo bueno que él tenía. Era el pedacito de humanidad que le quedaba, aunque quizás dejarla ir era lo que debía hacer para volverse el monstruo decisivo que podía destruir Britannia Corps de una vez por todas.
«Soy un maldito egoísta y un puto mentiroso. ¡No me merezco a una mujer tan buena como mi ángel!», se reñía Lelouch para sus adentros. «Supongo que es inevitable. Una vez que te envicias a la mentira, no hay tratamiento. Es peor que el alcohol, las drogas, el cigarrillo, el sexo. ¡Es el demonio en persona! Definitivamente, soy el hijo de mi madre... Y mi padre». Nunnally también era hija de Charles zi Britannia y Marianne Lamperouge. Pero su hermana no era mentirosa ni egoísta. Tampoco era rencorosa. Ella era pura de corazón al igual que Kallen. Ella quería que su hermano hiciera su vida junto a la mujer que amaba. «Te saliste con la tuya, Nunnally. Conocí a la mujer indicada. ¡Tenías razón!». Si Nunnally estuviera presente, le diría que él no era sus padres y que tenía derecho a la felicidad. «Pero, ¿el precio de esa felicidad es mentirle a quien amas? ¿Vale la pena una felicidad conseguida por esos medios?». Lelouch normalmente no tenía reparos morales para mentir o hacer lo que fuera necesario, no obstante, esta vez era diferente.
https://youtu.be/WkIpCKfOO8A
Ahora mismo, Shōgo Asahina sentía que era capaz de matar por un poco de café. Estuvo toda la madrugada y media mañana en la mansión de los Britannia interrogando a los sospechosos e investigando el interior de la mansión sin tomarse un respiro. De hecho, aún había oficiales de policía y criminalistas examinando y recogiendo pruebas cuando se marchó y el detective se hubiera quedado con ellos, de no ser porque él tenía que acompañar al occiso a su autopsia. El médico forense dictaminó que la causa de muerte del presidente fue hemorragia interna. En otras palabras, se desangró hasta morir. Al detective Asahina le extrañó que no fuera por una contusión, considerando que una hachuela penetró en su cráneo y más de una vez. Pero no era imposible, inclusive el médico forense admitió que no había visto cosa semejante en ninguno de los cadáveres que pasaron por su mesa. Según el médico, la hachuela se empotró en la hoz del cerebro justo en el medio de los hemisferios, alojándose en los huesos parietales. Su posición incómoda y exacta le permitió al hacha taponar la sangre de la herida infringida. Con lo cual, el arma que lo mató prolongó su vida por unos momentos. Irónico. El detective pensó que el presidente debió sufrir una muerte lenta y dolorosa. Agradeció al médico forense por la información y se fue por un café en el área de descanso. Su torrente sanguíneo clamaba por su dosis diaria de cafeína. El trabajo de un detective era agotador. Exigía un gran esfuerzo físico y mental y el café ayudaba a sobrellevar el ritmo renovando sus energías. El detective Asahina lo necesitaba. Esa madrugada prácticamente lo arrancaron de la cama, pues los otros detectives estaban atareados y el caso tenía alto prioridad. Por eso, el comisionado le aseguró que le enviaría apoyo y el detective Asahina agradeció todo lo que pudiera hacer por él. Igual no esperó que lo recibiría pronto. Estas cosas llevaban tiempo. Así funcionaba la burocracia.
La máquina de café exprés estaba sobre una encimera en el área de descanso de la comisaría. Hablando metafóricamente, el área de descanso era una suerte de tierra de nadie. Bueno, era la opinión del detective (quizás debería dejar de ver tantas películas bélicas). Estaba frente al pasillo que comunicaba con la recepción. Desde ahí volaban hasta el área de descanso retazos de las conversaciones de las personas, el tono de llamada del teléfono, el altavoz, la televisión y otros ruidos como el de las puertas abriéndose. Se estaba dentro de la estación y, al mismo tiempo, se estaba fuera, en el sentido de que se podía ver la intensa actividad de la estación sin ser partícipe. Únicamente sentado en la mesa rectangular mientras se bebía café o soda o se comía cualquier bocadillo de la máquina expendedora. Quizá por eso era posible encontrar algo de calma en medio del ajetreo. La televisión de la comisaría solía transmitir el canal de noticias. Estos días habían estado dándole cobertura al asesinato del presidente. O divulgando mentiras, era lo mismo. Se referían al caso como la última víctima cobrada por la maldición de los Britannia. ¡Tonterías! El detective estuvo en la escena del crimen y observó el cadáver del presidente. Había charlado con respetados compañeros oficiales que trabajaron en el caso del asesinato de Euphemia li Britannia. Ninguna intervención sobrenatural los mató. Fue un ser humano. Se atrevía a decir que se trataban de dos crímenes pasionales. Negar esa realidad constituía un insulto a su memoria y a la inteligencia humana. El detective Asahina no tenía idea de quién podía ser el asesino de la señorita li Britannia y quizás no pudiera nada por ella. Pero, al menos, el presidente Charles obtendría justicia.
El detective Asahina puso el caliente y desbordante vasito de plástico en la mesa con extrema delicadeza a fin de evitar que se derramara café y haló la fría silla de metal. Se tendió en ella y sacudió la bolsita de azúcar. Para el detective Asahina, servirse el café era un ritual budista. Intentó abrir la bolsita. Sin embargo, estaba tan herméticamente sellada que aplicó más fuerza de la necesaria y la bolsita se rompió y salpicó el azúcar en todas las direcciones. El detective Asahina profirió una palabrota y trató de acopiar todos los granitos de azúcar desperdigados. Fue en esto que una mano fina le deslizó una servilleta. El detective levantó la cabeza y divisó a la oficial Chiba, sonriéndole.
—Gracias —dijo aceptando la servilleta.
—¡De nada! Si no te molesto, me sentaré aquí —señaló ella, ocupando de inmediato la silla vecina. Ella se había servido su propio café.
—En absoluto. Adelante —invitó el detective alargando el brazo en un ademán cordial.
—Perfecto —le agradeció ella. Sorbió su café al tiempo que observaba a su colega acabar de juntar todo el azúcar en un punto de la mesa. Él recogió todo y fue a botarlo en la papelera. Al girarse sobre sus talones, ella le tendió su bolsita de azúcar—. Ten, utiliza la mía. De todos modos, sabes que prefiero beber mi café sin azúcar.
—Gracias otra vez —murmuró, abochornado. Cogió la bolsita—. Supongo que estaba escrito en mi destino para hoy que no me cansaría de agradecerte.
—¡Oh! Nada más lo has hecho cinco veces desde la semana pasada, pero ¿quién las cuenta? —bromeó Chiba—. Dejando las bromas aparte, se ve que necesitas más que yo este café. Sin ofender, luces algo distraído. ¿Algo te preocupa?
—¡Ja! Así que ya sabes que me asignaron el caso de los Britannia y vienes a ponerte al tanto de los pormenores, ¿eh? —la encaró el detective con deje juguetón. Abrió la bolsa y se echó en el café.
—¡Oye! Yo solo me senté aquí porque me apetecía platicar contigo. Me da igual si hablamos de tu caso u otra cosa. Si no me falla la memoria, en nuestra última conversación te dije que mi demanda contra el periodista Ried se canceló y eso pasó hace ¿dos meses?
—Sí, tienes razón —concedió Asahina moviendo la cabeza—. Pues, el caso de los Britannia no es distinto de otro vulgar y sádico caso de homicidio que haya visto. Tengo un manojo de evidencias físicas que pueden significar algo o nada (ya lo averiguaré cuando me consignen los análisis) y tengo también un conjunto de sospechosos coloridos y mentirosos. Lo típico.
—¡Adivinaré! No vieron nada porque estaban en el baño.
—No, todos estaban en sus respectivos cuartos, salvo el hermano mayor. Eso fue lo nuevo.
—¡Demonios, es cierto! El asesinato sucedió en el baño —puntualizó Chiba, chasqueando la lengua—. Entonces, para recapitular, ¿tú crees que los testigos están mintiendo porque las evidencias que recopilaste desdijeron sus declaraciones?
—No con exactitud. Sabes, cuando pasas buena parte de tu tiempo interrogando sospechosos, desarrollas un olfato capaz de oler las mentiras. Te juro que los lamentos de los tres hermanos Britannia son los más extraños y escalofriantes que he llegado a ver. Sus expresiones de dolor eran idénticas. Parecía que los tres se habían puesto unas máscaras. Fue incómodo —comentó el detective—. Eso, por un lado. Por el otro, hubo algunas cosas desconcertantes que no pude ignorar.
—¿Por ejemplo?
—Lelouch vi Britannia, el hijo pródigo del presidente Charles, declaró que no se acercó a su padre argumentando que había muchísimas personas alrededor estorbando y que estaba tan horrorizado ante la brutalidad del crimen que estaba paralizado. Lo curioso es que en su reloj de muñeca había gotas de agua.
—¿Su reloj? Por no hablar de lo obvio, ¿no era que todos estaban durmiendo? ¿Quién rayos duerme con su reloj? —cuestionó Chiba frunciendo el entrecejo, a lo que Asahina se encogió de hombros mientras bebía su café—. ¿Piensas que el presidente Lelouch lo hizo?
—Indiscutiblemente, él es el sospechoso con el motivo más claro y consistente que sepamos hasta la fecha. No siempre me quedo con el primer y el más obvio sospechoso. Pero Lelouch encaja en el perfil de un asesino. Es astuto, determinado, embustero, vengativo y rencoroso. Son las características de alguien capaz de hacer lo que sea por cualquier medio, sin importar las consecuencias. Además de eso, tiene antecedentes y su historia con el presidente Charles es digna de una telenovela. Cada vez que un caso involucra a Lelouch y la familia Britannia, hay un muerto. Su primer encuentro fue en el juicio por asesinato de la madre de Lelouch de hace diecisiete años en que él acusó al presidente Charles de orquestar el crimen en el estrado. La segunda vez que se cruzan sus caminos, Lelouch es llevado a juicio por asesinar a la hija menor del presidente Charles por venganza y, si quieres conocer mi opinión, estoy seguro de que él lo hizo. Solo que no atraparon a Lelouch por un error imbécil en la investigación. Así es como muchos bastardos han logrado salirse con la suya —enfatizó martillando con el dedo la mesa—. El tercer juicio fue rarísimo. Independientemente de que el guardaespaldas fuera el secuestrador y el presunto asesino de la hermana menor de Lelouch, el planteamiento que hizo la fiscalía no tenía sentido y las evidencias solo indicaban que estuvo presente, algo que él mismo confirmó. El caso se cayó por lo mal armado que estaba y la ausencia de un motivo concreto. Te diré una cosa: los jueces y los jurados aman los motivos. Eso marca la diferencia.
—Y, ahora, el guardaespaldas está desaparecido y Lelouch resultó ser el hijo ilegítimo de su peor enemigo en un giro conveniente del destino. Cambiaron mucho las cosas en unos meses —añadió Chiba—. No me preguntaste. Pero yo sí creo que Lelouch lo mató. Un hombre con ansias de venganza es un lobo con sed de sangre y no se detendrá hasta satisfacerla. Él pudo perfectamente falsificar las pruebas de ADN para estar cerca del presidente y chantajear a los empleados y eso es lo que ocultan.
—O ellos, efectivamente, no saben nada —apuntó Asahina—. Dudo que Lelouch conminara a sus hermanos. Los hubieras visto. Había una alta fricción entre ellos. Se odian a muerte; no es una actuación —le aseguró—. Como sea, solo tengo certeza de tres cosas. La primera, el asesino del presidente Charles vive en esa mansión. De otro modo él no habría podido desfilar por ese kilométrico corredor con una hachuela sin que nadie lo hubiera visto.
—Te entiendo. Sí o sí, él tenía que saber cuál era el momento del día más seguro para entrar en el cuarto del occiso —asintió Chiba. El detective Asahina apuró su café—. ¿Y la segunda?
—Pues la segunda es que el presidente Charles conocía a su asesino. Vi su cadáver. No tenía heridas defensivas y en el baño no había signos de lucha. Es como si el presidente lo hubiera dejado hacer y eso me lleva a mi tercer punto... —anunció Ashina, parándose y agarrando el vaso—. Te apuesto todo lo que quieras que ninguno de esos hermanos es inocente.
Asahina encestó el vasito de plástico en la papelera. Su perfecta anotación se sintió como una profecía autocumplida. El detective Asahina le envió una seña cortés a la oficial Chiba con la cabeza a manera de agradecerle por haberlo acompañado y se despidió.
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En líneas generales, Britannia Corps cubría los gastos de sus actividades clandestinas con los fondos de la cuenta secreta. Salvo los encargos por asesinato. El presidente prefería pagar en efectivo. Los asuntos de vida y muerte eran delicados. Obviamente, no debían comprometer el nombre de la familia Britannia ni el conglomerado. Motivo por el cual Kanon se ocupaba en persona de ese tipo de transacciones. De por sí era arriesgado desplazarse por una ciudad infectada de ladrones con una maleta llena de billetes. Sin mencionar a los patrulleros, aunque ellos rara vez notaban algo. En todo caso, esta era la vía de negociación más segura para no dejar rastros. El sicario se alojaba en un balneario indicado por un mensaje que era enviado desde un teléfono desechable y Kanon tan solo tenía que introducir una maleta en el casillero reservado a su habitación. Así, el sicario y el asistente del presidente nunca se veían frente a frente y el pago era recibido. Por años, Britannia Corps y Rolo hicieron sus negocios de este modo. Cada vez que Rolo y el presidente Schneizel se encontraban a solas, este le preguntaba cordial si habría disfrutado el masaje y Rolo siempre daba la misma respuesta a su pregunta con su tono aséptico: «estuvo bien», a lo que el presidente Schneizel sonreía sin más. A pesar de que no llegó a verbalizarlo, a él le gustaba Rolo. Era el asesino perfecto. Eficiente, austero, desapasionado y discreto, tanto en asuntos profesionales como su aspecto inocente e infantil. Algo que le valió su primer apodo en el mundo criminal: «El Nene».
Kallen no estaba segura de qué pensar de Rolo. Antes ella pensaba que era un buen secretario y un hombre tímido y taciturno. Fue su infiltración en Britannia Chemicals lo que le demostró a Kallen que todo lo que creía conocer sobre el tal Rolo Haliburton podía ser mentira. En su momento, la pelirroja lo dejó pasar. «Si Lelouch confía en él, yo también». Ese razonamiento la aplacó por un período. Pero las dudas siguieron pinchándola. Kallen no pudo interrogar a Rolo luego de escapar de Britannia Chemicals. Un montón de cosas se acumularon y no pudo hallar un instante en que pudieran hablar sinceramente. Para cuando logró confrontarlo, Rolo habló de forma críptica. A Kallen le disgustó esa actitud misteriosa. Incluso si Rolo se había presentado como un aliado de Lelouch y él la había ayudado, se sentía incómoda. Las señales de alerta se dispararon para Kallen cuando siguió el consejo de su amante y le pidió ayuda a Rolo y él le contó cómo Britannia Corps contrataba y pagaba a los asesinos. No podría saber eso, a menos que fuera uno de esos asesinos y ese parecía ser el caso.
—¡Ya basta! ¡Quiero que me digas quién eres!
Rolo vaciló. Lo distrajo un pensamiento. Quizá una situación como esa se resolvía revelando su nombre, empero no tenía uno. Tenía varios y ninguno era real. Ninguno significaba nada. Eran simples disfraces que él tomaba prestado mientras cumplía el trabajo para desechar más tarde, aunque «Rolo»...
—Creí haberte contestado eso. Te dije que era un aliado de Lelouch.
—¡Eso no! —bramó Kallen. Detestaba que la trataran como una idiota—. ¡Quiero saber si tú eres un asesino de Britannia Corps!
—Lo era —admitió Rolo con un parpadeo.
—¡¿Y ya no?!
—Dime, ¿Lelouch es importante para ti? —indagó él deslizando los ojos hacia el retrovisor. Kallen no podía verlo. Rolo estaba conduciendo y ella estaba en la parte trasera del vehículo. Él sí tenía una vista perfecta de ella.
—¡Claro que lo es!
—Para mí, también lo es. ¿No podemos cooperar juntos por una motivación común y el bien de la misión?
—Supongo —resopló Kallen—. ¿Sabes? Hablar contigo es como hablar con Cera. ¡Apuesto que ustedes se hubieran llevado de maravilla!
—No lo creas. Ella me sacaba de quicio constantemente —objetó enfocando la vista devuelta al frente.
—¿De verdad? —cuestionó Kallen arqueando una ceja.
—No tengo por qué mentirte. Tampoco deberías tenerme miedo. Estoy aquí para protegerte.
—¡No, estás aquí para brindarme apoyo! Yo puedo cuidarme sola.
—Como prefieras.
Rolo no tenía mucho interés por las personas. Se conformaba con observarlos. Así aprendía y se conectaba con ellos. Kallen era una mujer orgullosa con un temperamento de fuego. Esa era la impresión que tenía Rolo de ella. Kallen era la amante de Lelouch, además. Rolo quería entender lo especial de ese vínculo.
—Schneizel ya sabe lo que Kallen es para mí. Podría estar en peligro por mi culpa. Por eso, quiero que la protejas. Lo siento. Sé que estás atareado cuidando a Bradley...
—No te preocupes por mí —lo había interrumpido Rolo con gentileza—. Puedo protegerla.
—Gracias, Rolo —le había sonreído Lelouch.
A Rolo, en verdad, le agradaba que Lelouch le pidiera favores ya que eso quería decir que lo necesitaba y que Rolo podía ser útil para Lelouch. «Útil». Aún pensaba en sí mismo como si él fuera una herramienta. A pesar de que le dijo a Luciano Bradley que no era el cuchillo de Lelouch, sino su cómplice. Esa fue la palabra que empleó Lelouch. Era probable que hubiera mentido al respecto y lo considerara su arma, después de todo. Rolo le había dado el permiso. «Seré tu cuchillo. Eliminaré todos tus enemigos y te abriré el camino al éxito. ¡Ordéname lo que desees y no temas en usarme!». Rolo no quería pensar en eso. «Vamos, Rolo. No le des demasiadas vueltas. Ayudarás a Lelouch, si ayudas a la Srta. Stadtfeld. Hazlo bien. No falles como la otra vez». Rolo y Kallen registraron todos los balnearios en Pendragón. No existía muchos, así que podían acudir a todos. No tuvieron suerte. No avistaron a Kanon por ninguna parte. Antes que esta búsqueda infructuosa abatiera el ánimo de Kallen, Rolo compartió con ella una teoría que había pensado. Si el Sr. Maldini no fue a dejar dinero en ningún balneario, era porque lo hizo directamente. El falso Zero estaba dentro del círculo cercano del presidente y si los otros Caballeros Negros fueron ejecutados según Lelouch, tan solo podía ser Minami. Kallen se mostró de acuerdo con él y le dijo que le pareció haber reconocido la voz de Minami en la casa de seguridad.
Ya que habían deducido la identidad del otro Zero, procedieron con la segunda misión en su lista: localizar al detective del caso. La pelirroja consiguió su nombre de Suzaku que se enteró gracias al fiscal Weinberg. Lelouch había acertado. El siguiente paso consistía en emboscar al tipo. Rolo le pidió a Kallen dejarlo someter al detective solo.
—Es mejor para Zero no implicarse en otra situación que concierna al homicidio del director Clovis. Digo, Zero está bajo escrutinio público porque se cree que efectivamente fue él quien lo mató. Es como lo difundieron los medios. Luego podrás interrogarlo como gustes. No voy a interferir. ¿Está bien?
—¿Por qué?
—¿Sueles preguntar por cada pequeña cosa?
—Solo si no estoy en total desconocimiento de lo que hago y mi compañero no me esconde cosas —refunfuñó Kallen con aprensión. Rolo suspiró con los ojos cerrados.
—Por favor, confía en mí. No intentaré nada extraño. De verdad, estoy de tu lado.
—¡La sinceridad es la base de la confianza! Si tú quieres que confíe en ti, sé honesto conmigo, así como lo soy contigo. Creo que es lo menos que puedo exigir a cambio es lo mismo, ¿no?
«Con ese ideal, ya entiendo por qué la Srta. Stadtfeld es una persona tan transparente. Creía que era una virtud. Pero veo que es una decisión de vida. Es curioso que Lelouch esté en una relación con una mujer franca. Tal vez por eso le gusta», pensó sorprendido. Para Rolo, esta necesidad de crear confianza era algo completamente nuevo. Él siempre se valió por sí mismo y jamás desarrolló lazos afectivos. Ninguna de sus relaciones interpersonales floreció. Nadie se quedaba en su vida. Tuvo múltiples guardianes y ningún amigo. Algo bastante curioso ya que provenía de un orfanato. Los huérfanos llevaban la vida de dos maneras: abrigando la fe de que algún día serían adoptados o asumiendo que ese día no llegaría. Estos niños aprendían rápido que las personas del orfanato eran todo lo que tenían y formaban amistades duraderas. Rolo lo intentó. Lastimosamente, ningún comentario hilarante acudía a sus labios ni ninguna observación ingeniosa se le ocurría cuando se acercaba a otros niños. Al contrario, su gesto se petrificaba. «¿No les gustaría jugar con Rolo?», preguntaba la directora del orfanato a los niños preocupada por el aislamiento de Rolo. «¡No! ¡Ese niño nos da miedo!». «¿Por qué?». «¡Siempre se nos queda viendo!». Rolo no era carismático ni gracioso ni excepcionalmente listo. «Tal vez por eso nadie quiere adoptarme. No soy interesante de ninguna manera».
Rolo era un bicho raro que prefería tumbarse sobre el pasto y admirar las nubes y los pájaros. «¿La vida no sería mejor si fuéramos pájaros? Seríamos libres de ir adonde quisiéramos. Si existe la reencarnación en serio, ojalá sea un pájaro». El conserje del orfanato tenía una enciclopedia ilustrada con todas las clases de pájaros. A Rolo le gustaba leerla a menudo y el conserje no tenía ningún problema para prestársela mientras limpiaba su colección de relojes y cuchillos. Ese hombre no lo fastidiaba ni lo juzgaba. Tampoco era ruidoso como el resto de niños. Se limitaba a enseñarle sus cosas en silencio. Así se comunicaban. «Supongo que por esa razón me siento cómodo con el trabajo de asesino. Es silencioso». Incorporarse al bufete de Lelouch sacó a Rolo de su zona de confort. Tenía que socializar, trabajar en equipo y confiar en otros.
Rolo accedió a los deseos de Kallen y contestó lacónico a su pregunta. Kallen no se opuso a sus pretensiones ni continuó presionándolo. Se percató que esto era igual de complicado para Rolo, aunque no por las mismas razones. Debía armarse de paciencia y creer en él. Después de todo, ella también tenía que ceder. De eso se trataba la confianza. Rolo investigó un poco al detective (un tal Darío Torres) y averiguó que le gustaba echarse unos tragos al acabar el trabajo, así que Rolo y Zero lo esperaron cerca del bar donde iba. El hombre ya había pasado varias cuadras desde el bar. No había ni un alma morando por el perímetro y las calles estaban arropadas por un velo oscuro. La noche había caído sobre Pendragón con la misma velocidad del filo de una guillotina. Cuidándose de que no viera su cara, Rolo atrapó al detective Torres con la guardia baja. Lo hizo inhalar cloroformo en un pañuelo hasta que se desmayó.
https://youtu.be/LSz5mw4vfk4
El detective Torres volvió a sus sentidos unas horas más tarde. Rolo lo despertó empujándolo suavemente con un gélido tubo de metal. El primer reflejo del detective fue zafarse. Entendió que era una mala idea apenas sus pies se balancearon en el vacío. Con una polea, el detective Torres había sido colgado sobre un pozo. Tenía las muñecas atadas por encima de su cabeza y una venda puesta sobre los ojos. El detective Torres se mareó ante el repentino latigazo de la corriente de aire en su estómago. La orilla de la camisa y de la chaqueta se le arremangaron al nivel del ombligo. Las axilas y los hombros le dolían. Era como si alguien hubiera estado estirando sus brazos igual que una goma.
—¡Oh! Yo no haría eso si fuera tú —le aconsejó una voz incolora y árida—. Los cables de suspensión no son tan resistentes como aparentan.
—¡¿Quién eres?! ¡¿En dónde estoy?! —bramó el detective. Nadie respondió a sus preguntas. El prolongado silencio agudizó sus nervios—: ¡di algo!
—No llegarás lejos, sino elaboras las preguntas correctas, detective Torres —señaló otra voz. Se trataba de Zero engrosando la voz. Gracias a su amplio rango vocal, Kallen podía alcanzar notas graves e imitar la voz de un hombre. Zero no tenía género y quería respetar ese aspecto del personaje. El micrófono insertado en el interior de la máscara alteraba la voz la ayudaba a mantener la fachada, además—. Estás aquí porque tú tienes algo que queremos y yo tengo algo que tú anhelas. Dime, ¿no quieres recuperar tu libertad?
—¡¿Es necesario que responda?!
—Entonces, ayudémonos el uno al otro para que todos obtengamos nuestro deseo —dijo el justiciero enmascarado—. Lo que deseo es la investigación del caso de asesinato de Clovis la Britannia. Los paraderos, las filmaciones, el informe forense, la autopsia. ¡Lo quiero todo!
—Solo redacté un informe sencillo porque fue obvio lo que sucedió: Zero irrumpió en la casa de seguridad y mató al director la Britannia y a los oficiales que se interponían en su camino.
—¿Ah, sí? —lo cuestionó Zero—. ¿Crees eso con honestidad o Britannia Corps te pagó para que creyeras eso?
—¡¿Qué?! ¡No es cierto! Nadie me pagó. Digo lo que sé.
Durante unos minutos extremadamente largos, el detective Torres no oyó más que el sonido de su propia respiración afanosa, la saliva pasar por su garganta y el pulso palpitando en las sienes. De improviso, el detective descendió de altura. El bajón no fue mucho. Rolo aflojó la cuerda con la suficiente brusquedad nomás para asustarlo. El detective pegó un grito al cielo.
—Me impaciento ante las mentiras, ¿sabes? En el pasado me mintieron con frecuencia. Las odio —siseó Zero con desdén. Rolo le dirigió una mirada elocuente de soslayo. ¿Se refería a él por lo sucedido hace un rato o a Lelouch por algún desencuentro entre ellos que no estaba al tanto o a alguien más que desconocía o todo lo anterior? Zero siguió—: al menos, obtuve algo bueno de esto. Haber tratado con tantos buenos mentirosos me permitió reconocer a los malos. ¡Tú estás mintiéndome!
—¡Pero no mentí! ¡Dije la verdad! —chilló el detective—. Tú... ¡Tú eres el que miente! ¡Sí! ¡Tú no puedes matarme! Acabas de decir que necesitas mi ayuda. ¡Por eso tú y tu amigo me buscaron! —jadeó. Empezó a tranquilizarse—. ¡Tú eres Zero, ¿verdad?! ¡Sí! ¡Tienes que ser! A nadie le interesaría este caso, ¡solo a ti! —el detective Torres escupió una risa nerviosa—. ¿Piensas que me engañas? Zero no mata a nadie. Sabes que si lo hicieras serías exactamente igual que los bastardos que capturas.
—Tienes razón. Yo soy Zero. Me interesa este caso, ¿y sabes por qué? Porque estuve en esa casa de seguridad donde asesinaron al director Clovis la Britannia. Lo viste, ¿cierto? Déjame que te lo recuerde. Fue un disparo a quemarropa en el pecho. Rogó por su vida con la misma boca con que se rió de los empleados enfermos de Britannia Chemicals. Fue una basura hasta el último minuto de su existencia. Y lo mismo puede sucederte a ti —advirtió Zero deslizando el tubo de metal por debajo de su camisa. Lo jaló hacia él despacio—: no me des una razón para matarte.
—Es hora de que tome una decisión, detective —intervino Rolo jugando con su navaja suiza y Zero sacó el tubo de debajo de la camisa. El detective Torres se bamboleó peligrosamente. Rolo tornó a soltar otro poco la cuerda—. ¿Qué es lo más valioso para ti? ¿Tu vida o...?
—¡Espera! —rogó el detective sucumbiendo al pánico—. Está bien. Te ayudaré.
—Así me gusta. ¿Ves? ¡No era tan difícil cooperar conmigo! —se regodeó Zero—. Te dejaré ir, pero con una única condición: debes renunciar al cuerpo de policía una vez me entregues el expediente.
—¡¿Qué?! ¡Eso no lo dijiste! —protestó el detective—. ¡No puedo renunciar! ¡Es mi trabajo!
—Eres valiente por tratar de provocarme y renegociar los términos de nuestro acuerdo desde una elevada altura. Por desgracia, no me interesan los hombres valientes. Solo los obedientes. Es el expediente y tu renuncia o nada. Mi Caballero Negro...
—¡No! ¡Por favor! ¡Cambié de idea! ¡Voy a renunciar! ¡Me desapareceré para que Britannia Corps nunca pueda encontrarme! ¡Pero, por favor, perdóname!
—Que te perdonen Dios y el director Clovis. Nosotros, no —sentenció Rolo con frialdad.
El asesino cortó el cable con su navaja y el detective profirió un espantoso grito que rasguñó la noche y de seguro rasgó sus cuerdas vocales. Su espalda tocó fondo. Se había desplomado sobre una superficie dura y húmeda. El detective se quedó totalmente inerte. Creía que estaba muerto. Era natural que se comportara como uno. En esto, un hormigueo lo recorrió de pies a cabeza. Se toqueteó con frenesí las extremidades. Su corazón paralizado volvió a bombear. Aliviado, respiró ruidosamente. ¡Seguía vivo! Normal. Los pozos privados de agua no eran muy profundos y el detective había caído unos cuantos metros. Rolo se agachó y lo alertó:
— Esta fue una advertencia. Por ahora, puede irse para que pueda cambiarse los pantalones.
—La próxima vez descenderá de cabeza quince pisos. Conocemos su dirección de domicilio, dónde trabaja, su número de teléfono y a quién frecuenta —masculló el enmascarado—. No puedes escapar de nosotros.
El detective se subió hasta la frente sudorosa la venda y se vio rodeado por las tinieblas de la noche. Zero y su misterioso ayudante, a quien llamó Caballero Negro, se habían desvanecido en el aire. El detective lo entendió entonces. La venda no fue para proteger las identidades de los secuestradores. Fue para darle a él una impresión equivocada y amplificar el terror de la experiencia. Fue una brillante idea de Kallen, aunque Lelouch la inspiró. Él le había dicho que toda mentira podía parecer verdad mientras fuera creíble. Bajo esa premisa, podía hacerle creer a un médico que una repartidora de pizzas era una empleada de su firma o a un detective que lo iba a arrojar desde una azotea.
https://youtu.be/BD4vMPe9YaE
—¡Mierda, mierda, mierda! ¡Arruiné todo! Le insinué a ese hombre que Zero mató a Clovis. ¡No necesitaba más de esa mierda sobre Zero! —ladraba alterada Kallen. Se quitó la máscara. Estaba sudando—. Si no fuera porque ese imbécil se me rebeló, no estaría forzada a hacerlo. Tenía que recuperar mi control sobre él de alguna manera. Tú lo viste, ¿no? —inquirió ella, volviéndose a Rolo. Pateó el neumático del coche que los trajo—. ¿A quién engaño? Lelouch debió haberlo interrogado. ¡No yo! No tengo su carisma ni su retórica. Lo único para lo que soy buena es la violencia.
Rolo estaba cohibido. Nunca había consolado a nadie. No tenía idea de qué hacer o decirle a Kallen. Pero tenía que intentar. Le parecía peor quedarse callado.
—¿Quieres que lo mate por ti?
—¡¿Estás bromeando?!
—Fue una sugerencia —se apresuró a decir el asesino. Empezó mal, debía corregir su error—: está bien. Tú no admitiste textualmente que mataste a Clovis. Incluso si el detective lo creyó así, no tiene pruebas y Zero es un criminal con nula credibilidad. No necesitas ser carismática para controlar al detective. Lo puedes hacer a través del miedo que ejerces con la violencia. Lelouch sabe ser terrorífico y tú también. Zero lo es. La próxima vez amenázalo para que se largue del país y no resulte un problema en el futuro —Rolo apoyó su mano en su hombro—. No te preocupes. Hiciste un buen trabajo.
—Gracias, Rolo —expresó la pelirroja calmada, ya habiendo internalizado las palabras de su interlocutor—. En fin, vámonos ahora. Podrían vernos.
Kallen se puso la máscara y se subió primero al vehículo. Rolo no la siguió de inmediato. Se miró la palma de la mano. Estaba equivocado cuando le dijo a Nunnally que no tenía sueños. En realidad, soñaba lo mismo que todo niño huérfano. Tener un hogar y una familia. Bueno, se conformaba con pertenecer al bufete. ¿Ellos lo aceptarían tal y como era? Los pandilleros lo habían hecho y Kallen también, al parecer. Le gustaba ser Rolo. Su vida era la mejor.
N/A: ¡por fin les pude traer un nuevo capítulo de este hermoso fic! Me llevó más tiempo del que calculé, y no era para menos. Estaba todavía terminando el semestre. Después me concentré en cerrar el capítulo que estaba escribiendo desde hace meses y finalmente me puse a editar este capítulo. Decidí reescribirlo ya que no me gustaba mucho lo que había hecho. Creo que la parte que menos retoqué fue la escena que comparten Asahina y Chiba. Curiosamente, fue la escena que más fácil de escribir por ahora. No es que sea fan de los personajes (a decir verdad, en la serie Chiba me desagrada un poco y Asahina me da igual). Creo que es porque escribirlos constituyó un soplo de aire fresco. Escribí sus diálogos como las perspectivas de terceros repasando los acontecimientos recientes. Por otro lado, casi todos los flashbacks del capítulo se incorporaron durante la edición y fue lo que más me divirtió escribir ya que siento que profundicé más en los personajes. Como el de Kanon y Schneizel en sus años mozos. Construí un pequeño paralelo con la escena siguiente que involucra a Lelouch y Kallen, sin querer. Tanto Schneizel como Lelouch le mienten a sus respectivas parejas, pero solo Kallen lee a través de Lelouch y encuentra la verdad. Quedé bastante satisfecha con el trabajo que hice con Kallen, Rolo y relaciones románticas. Diría que son los puntos fuertes de esta primera parte.
Este capítulo es especial. Es una pequeña historia noir insertada dentro de otra historia noir (que ya se resolvió). Ocurrió un crimen de sangre, todos los sospechosos mienten,
tenemos varias revelaciones impactantes, un detective anda investigando por ahí y hay una verdad oculta. Este capítulo se tuvo que dividir ya que resultó bastante largo. Estoy segura de que la segunda parte les encantará. Suelo guardarme lo mejor para el final. Por tanto, el siguiente capítulo se titulará: «Máscaras (parte II)». No sé cuándo llegará. No voy a esperar terminar de escribir el capítulo 44 para subirlo. Pero de seguro que lo voy a reescribir y ese proceso se demora. Ojalá pueda actualizar en septiembre.
Por lo pronto, los dejo con las preguntas del capítulo: ¿Cuál creen que es el significado del título? ¿Están de acuerdo con el detective Asahina a propósito de que los 3 hermanos mienten? ¿Qué les parece la reacción de Schneizel ante el asesinato de su padre? ¿Los asombró saber que Schneizel indirectamente fue cómplice? ¿Por qué le ocultó la verdad a Kanon? ¿Qué opinan de su relación con Schneizel? ¿Piensan que Lelouch está loco o está fingiendo su locura o está descendiendo hacia la locura? ¿Cuál creen que es su plan? ¿Qué rescatan de su conversación con Kallen? ¿Les parece que Lelouch puede redimirse? ¿Qué les parece las razones de Lelouch para ocultarle la verdad a Kallen? ¿Creen que debería confesárselo? ¿En tal caso, consideran que los peores temores de Lelouch se cumplirían y se separaría de él o podría perdonarlo? ¿Qué opinión tienen de la dinámica entre Rolo y Kallen? ¿Cómo ven la evolución de Rolo desde el segundo libro hasta ahora? ¿Tienen alguna escena favorita? ¿Cuáles son sus expectativas para el capítulo 37?
Espero que hayan disfrutado de la lectura del fanfic. Aprecio de todo corazón todo el apoyo que quieran dar a este capítulo y este fanfic. Me ayudarían bastante, ahora que voy a empezar a escribir el final de este tercer libro.
¡Nos estamos leyendo, malvaviscos asados! ¡Besos en la cola!
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