Capítulo 30: Expiación
El funeral de la señora Kozuki tuvo lugar a los siete días de su fallecimiento. Con la ayuda financiera de su amante, Kallen decidió organizar una ceremonia budista en conformidad con la tradición japonesa. Tal vez nuestro lector ya lo sepa. En todo caso, no está demás subrayar que los japoneses no profesan una doctrina religiosa determinada. En su lugar, incorporan a su vida cotidiana elementos de distintas religiones. De hecho, existe un dicho popular que lo testifica: «los japoneses nacen sintoístas, se casan cristianos y mueren budistas». No estaban en Japón, ciertamente. Sin embargo, Kallen quería honrar las costumbres. Después de todo, su madre había sido fiel a sus raíces durante toda su vida y los japoneses son muy respetuosos con las tradiciones. Kallen sentía que era lo que su madre hubiera querido y Kallen de por sí opinaba que era justo que su madre fuera enterrada como tal. Además del personal del bufete, Kallen invitó a Ohgi, Shirley, Milly, Rivalz y a su padre. Él había cubierto todos los gastos del hospital inicialmente antes de que ella se hiciera cargo. Se merecía su lugar en el funeral considerando la larga historia que compartía con su madre.
La Sra. Kozuki y el Sr. Stadtfeld o simplemente Ai y James no siempre fueron amantes. Ellos se conocieron en el instituto y tuvieron un hermoso noviazgo durante su último año. Estaban realmente enamorados el uno del otro y todo parecía indicar que ellos serían una de esas raras parejas que seguirían juntas aún después de que se graduaran. Lamentablemente, su relación no prosperaría porque la familia de él reprobaba a su novia. James provenía de una reputada familia de buena posición social. Apenas la familia se enteró de la raza y la clase social de la novia del heredero del apellido Stadtfeld, presionó a ambos fuertemente para que rompieran. La familia logró imponer su voluntad y Ai puso fin a una relación que les había llevado dulces alegrías a ambos por igual. James respetó la decisión de Ai y se marchó de su vida sin saber que Ai estaba embarazada. Ai no le contó. No quería causarle problemas al bebé y a él. Sobre todo, Ai no quería volver a ver a los Stadtfeld. La habían humillado, acosado, chantajeado e incluso amenazado por quitarle a James la preciada oportunidad de conseguir un compromiso prometedor y, por ende, un mejor futuro.
Ai renunció a su sueño de estudiar en la universidad y se las apañó para trabajar y criar a Naoto. Ai y su hijo tuvieron una vida tranquila hasta que el hilo rojo del destino tiró de los dos enamorados haciendo que se reencontraran diez años más tarde. James se disgustó con Ai por haberle ocultado que tenían un hijo en común y tomó la decisión de ocuparse de los gastos de la manutención. Desde entonces, los dos mantuvieron el contacto. Eso constituyó en su error. La flor del amor que alguna vez se tuvieron ellos se había marchitado a falta de agua y luz. No obstante, seguía viva. Con el tiempo y los cuidados adecuados, la flor de su amor recuperó su antiguo esplendor y de ahí nació un segundo retoño: Kallen.
Para ese punto, James había roto lazos con los Stadtfeld y se había convertido en la cabeza de la familia. El único problema era la Sra. Stadtfeld, la arpía con la que su familia lo forzó a contraer nupcias. De alguna manera, se enteró de la relación extramarital de su esposo. Los detalles se difuminaban a partir de aquí. La Sra. Stadtfeld se atribuía el mérito de haberlos separado. Se jactaba de ello mientras estaba borracha. Ella se portaba especialmente abusiva con Kallen bajo el influjo del alcohol, en el sentido de que le gritaba, la insultaba y le tiraba botellas de vino con la intención de correrla de la casa. El Sr. Stadtfeld dijo, por el contrario, que su separación había sido por mutuo acuerdo. Y Kallen nunca pudo preguntarle a su madre porque descubrió toda la verdad cuando ella ya estaba internada en un hospital en coma. Igual presumía que no le iba a proporcionar los detalles de su turbulenta vida amorosa. A su madre no le gustaba hablar de sí misma.
Sea como sea, Kallen se resintió con su padre. Sí, su madre había sido una estúpida al enredarse otra vez con su padre a sabiendas del daño que sufrió en su primera relación. No obstante, su padre nunca luchó por el amor que abrigaba por Ai y los hijos que habían concebido. Nunca se opuso a su familia ni se divorció de su esposa. Su falta de voluntad asqueaba a Kallen y sentía que a él también debido a la última plática seria que tuvieron. Con esto en mente, quizá ya no le resultaba tan raro que la determinación fuera una de las cualidades de Lelouch que más admiraba y apreciaba ella.
La llamada a su padre fue breve e incómoda. Con todo, él confirmó estar ahí y ahí estuvo. A tiempo para cuando el sacerdote se puso a recitar un sūtra*. Lelouch, que no se había apartado del lado de la pelirroja desde que la acompañó a su ida al hospital, se fijó que el Sr. Stadtfeld intentaba acercarse a su hija. Lo identificó de inmediato por el rojo vibrante de su pelo y los rasgos faciales, además de que ya sabía que él iba a venir. Su expresión torturada le comunicó que estaba pasando por una vergüenza grande. Lelouch se compadeció del pobre hombre. En ese entonces los asistentes iban en fila hacia el lindo altar ornamentado con velas perfumadas y multitud de flores de tonalidades pasteles. En el altar ellos depositaban incienso quemado en una vasija y rezaban.
Con la excusa de presentar a Suzaku con Milly y Rivalz, Lelouch le concedió la oportunidad de poner en orden sus asuntos personales. Kallen le había contado un resumen de los dramas familiares durante esos días que se llevaba a cabo el ritual fúnebre. No lo había pensado como una telenovela hasta que se abrió a Lelouch sobre el trasfondo de su familia disfuncional y se sintió patética. Lelouch, con todo, acogió su historia con seriedad y madurez. Sin bromas ni comentarios. Sabía, por tanto, que había demasiado que reparar en esa relación. Pero, por lo menos, era salvable en comparación con su propia relación con sus padres. Por lo que Lelouch decidió ayudarlos.
El Sr. Stadtfeld la abordó instantes más tarde de que él se retirara.
—Hola, princesa —la saludó tímidamente. Kallen reprimió una sonrisa. Así la había apodado su padre desde que era niña. Llevaba años que no oía ese apodo—. ¿Cómo has estado?
—Bien. Como mis tres comidas al día, duermo mis siete horas y defeco bien —contestó con espontaneidad esquivando su mirada—. ¿Y tú qué tal?
—Igual, supongo —musitó él, incómodo—. La universidad recibió una generosa donación y Lilian y yo estamos en paz.
No especificó quien fue el patrocinador. Kallen intuyó que se trataba de Britannia Corps. La elección de palabras que usó para definir su relación con su esposa fue cuidadosa y divertida, por otro lado. Kallen asumió que debieron establecer un acuerdo. No pudo ser de otra manera. Ese matrimonio estaba condenado al fracaso. Su padre jamás pudo superar a su primer amor. Kallen podía entender el resentimiento de su madrastra: nunca iba a conquistar el amor de su esposo porque una humilde japonesa se lo había ganado. A ella, una mujer bella y acaudalada. Y Kallen era el vivo recordatorio de esa derrota. No sabía cómo era la situación entre la Sra. Stadtfeld y su padre antes de que ella se mudara a la casa. En cualquier caso, mucho tiempo después Kallen pensó que probablemente su madrastra sentía que se estaba vengando de su esposo por su infidelidad acostándose con los hombres que traía a casa. «Eso sí es patético». Si no fuera repulsiva, Kallen habría tratado hacerse su amiga. Pero la mujer lo hacía difícil. Ella solita machacaba los primeros atisbos de compasión que Kallen llegaba a experimentar.
—Perdón, Kallen. Le prometí a tu madre que nada te faltaría conmigo y no pude darte tiempo —suspiró el Sr. Stadtfeld cabizbajo.
El reconcomio se elevó por su garganta. Kallen no se lo rebatió. ¿Por qué lo haría? Estaba en lo cierto. Su padre nunca la protegió de su madrastra. Nunca llegó a enterarse de lo que pasaba en su casa. Ni siquiera de las veces que se saltaba las clases. Kallen miró la foto de su madre en el centro del altar. Ella la había dejado al cuidado de su padre pensando que estaría mejor. La hubiera entristecido que estuvieran distanciados. En la foto sonreía maternalmente. Kallen quería que continuara sonriendo aun en el otro mundo. Se tragó la bola de sentimientos.
—Está bien. Te ausentabas porque trabajabas. Lo hacías por la familia —señaló secamente—. También yo lo lamento. No debí gritarte la otra noche. Los dos nos equivocamos.
—Tienes razón. Tu madre estaría orgullosa al ver que nuestra hermosa princesita es una reina sabia y justa —le sonrió con cariño el Sr. Stadtfeld buscando su mirada, algún gesto amable. Kallen le devolvió la mirada con una sonrisa. Duró un minuto. Al siguiente, sus ojos habían regresado a la sala donde estaban congregados todos. Que reanudaran el trato no suponía que todo volvería a la normalidad como si nada hubiera ocurrido. En esto, el Sr. Stadtfeld movió la barbilla. Estaba señalando a alguien—. ¿Ese joven de ahí es tu novio?
Se refería a Lelouch, que estaba entre Suzaku y Milly. Lucía guapo vestido de negro con las manos en los bolsillos. El semblante de Kallen demudó de color a rojo. ¿Su padre adivinó o habían hecho algo que los delató? No lograba acordarse de nada que sugiriera esa impresión. De cualquier modo, su padre estaba esperando. Kallen no se sentía capaz de decirle a su padre sin morir de vergüenza que el término correcto era «amante».
—Sí, lo es.
—Bien —asintió—. Invítalo a cenar cuando quieras. Me gustaría conocerlo.
—De acuerdo —accedió. Kallen se vio apremiada a cambiar de tema ya que se sentía como una quinceañera al hablar de novios con su padre—. ¿Quieres ver a mamá otra vez? Ya vamos saliendo al crematorio. Este es el adiós definitivo.
—Sí quiero.
Kallen y su padre se encaminaron hacia el altar. La señora Kozuki había sido colocada dentro de un ataúd blanco con un bastón y unas sandalias de paja. La habían ataviado con un yukata blanco. Sus manos estaban enlazadas en actitud de rezo y sus facciones exudaban serenidad. Kallen se puso a llenar el ataúd con cerezos japoneses, las flores preferidas de su madre. Las distribuyó uniformemente hasta arropar a su madre casi por completo. Excepto su rostro. La luz que se derramaba por su piel galvanizaba la belleza de su juventud y de la vida. Su madre fue una de las jóvenes más hermosas que había conocido. En ciertos flashes, el Sr. Stadtfeld había entrevisto a esa joven resplandeciente en esa mujer dulce y sencilla. Por último, Kallen selló el lecho de flores con una putilla. Su padre rompió a llorar. Kallen se unió a él.
Luego, partieron al crematorio.
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Durante el tiempo que tardó incinerarse el ataúd, todos se ubicaron en una sala donde habían servido un gran banquete. Allí abastecieron sus necesidades. Kallen habló con Ohgi. Hablar de verdad. No fue el fugaz intercambio que tuvieron en el primer día del funeral** en que él dio sus condolencias y ya. Fue Ohgi quien tomó la iniciativa.
—Lo lamento, Kallen. Sé cuánto amabas a tu madre —expresó con voz lánguida—. De aquí la trasladarán al cementerio, ¿no?
—Estará conmigo por unos días. Lelouch y yo construimos un pequeño altar en nuestra casa.
—¿Él te ayudó a organizar el funeral? —tanteó Ohgi, precavido.
—Lo organizamos juntos e invirtió su dinero —se complació en confirmar con una sonrisita llena de orgullo—. ¿Ves que no es mala persona?
—Te acuestas con él, ¿verdad?
No era una pulla ni un regaño. Su entonación carecía de malicia. Lo preguntaba por un interés genuino. Aun así, Kallen no lo perdonó:
—¿Y tú te acuestas con Villetta?
—No me malinterpretes —farfulló Ohgi, abiertamente herido—. ¿Eres feliz, al menos?
Los rasgos de Kallen se crisparon, haciéndola bajar la guardia. Le pareció oír la pregunta de los labios de su hermano. Tal vez si no hubiera desaparecido tendría la misma inquietud. Él solía ser protector con ella. Normal. Era una niña pequeña. ¿Qué opinaría él de Lelouch?
—Lo soy —susurró recobrando el habla.
—Eso es lo primordial —declaró, resuelto—. Mira, ¿qué nos importa con quien durmamos? Al carajo con todo. No permitamos que nada de afuera interfiera con nuestra amistad, ¿vale?
—¿Eso quiere decir que contamos con tu bendición? —bromeó Kallen arqueando una ceja y sin dejar de sonreír. Le gustaba que Ohgi asumiera el rol de hermano mayor voluntariamente. Descontando las veces que resultaba molesto, era gracioso.
—Tú no necesitas eso para estar con él —replicó Ohgi enfatizando en el «tú».
—Cierto —se rió. Sucedió una pausa y ella se enserió—. Gracias por venir, Ohgi. En serio.
Pasada una hora y media, la pelirroja retornó a la sala de cremación donde ya habían sacado los huesos de su madre del horno. Algunos habían sido pulverizados totalmente. A Kallen se le nublaron de lágrimas los ojos azules y, a pesar de sí misma, siguió adelante. Se sentó sobre sus rodillas y recogió los huesos con unos palillos uno por uno desde los pies hasta la cabeza y los depositó en una urna, tras una explicación rápida de qué era cada hueso. Al término del ritual, selló la urna con una cinta y la metió en una funda. Kallen ansiaba poner punto final a todo y largarse a su casa. Estaba súper extenuada. Anoche casi no durmió y se había levantado muy temprano. Por no mencionar que había comido hasta el hartazgo en el anterior banquete. La verdad era que arrastraba ese malestar desde hace varios días. Los preparativos del funeral habían exprimido sus energías. Con todo, debía dar un discurso de agradecimiento y soportar otro banquete. Procuró ingerir una buena cantidad de sake licor de lanzarse a improvisar. La táctica le dio resultado. El licor dulcificó su humor, lo que permitió que las palabras fluyeran por su lengua.
Una ola de alivio barrió el pecho de Kallen cuando Lelouch tocó su hombro y le susurró: «es todo; vámonos a casa». ¡A casa! Aún no salía de su asombro. Aún creía que estaba soñando. Pero no. De veras estaba viviendo con él. De veras habían comenzado una relación romántica. Si bien, aquellos días no habían sido tan idílicos como pudieron ser dadas las circunstancias; Lelouch había sido extraordinariamente dulce. O esa impresión tenía. Tal vez su amor estaba enturbiando su juicio o quizá así era ya que Lelouch no era empalagoso. No hace mucho, Lelouch había perdido a Nunnally, su única familia, su motivación, su ancla, su mundo. Pero la había encontrado a ella. Kallen era lo más preciado que él tenía y, de igual manera, Lelouch era lo más preciado que Kallen tenía ahora que su madre había muerto. Mañana podría venir el fin del mundo y no importaba. No perderían nada que no tuviera valor para ellos. Mientras ellos estuvieran juntos, nunca estarían solos de nuevo. Eso pensaba Kallen de regreso en el coche.
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Él estaba al volante y ella estaba abrazada a la urna, instalada en el asiento del copiloto. En algún punto del trayecto, Kallen le relató a Lelouch el sacrificio de su madre, el malentendido que Kallen tuvo durante años, el resquemor que había cultivado contra su madre y la crueldad con que la había tratado. Kallen nunca se lo había dicho a nadie. Ni siquiera a Ohgi. Era su mayor vergüenza. Fue la única vez en su vida que Kallen sintió que había sido un monstruo.
El hecho de que se comportó injusta precisamente con su madre agravaba aquel episodio. Sin embargo, Kallen se sentía cómoda con Lelouch. Él tal vez había hecho peores cosas. A buen seguro, habría presenciado actos más depravados. Él sería la última persona que la juzgaría. Lelouch la escuchó con sus cinco sentidos. Solo hasta que ella acabó, él dijo:
—No creo que tu madre te guardara rencor ya que fue su plan forzarte a odiarla. Ella lo sabía y tuvo que aceptarlo. En su momento, le había parecido que era la mejor solución para evitarte el sufrimiento. A lo mejor no pensó o no le importó cómo la afectaría a ella. A juzgar por su visita, habrá vivido con el remordimiento en los siguientes años y se habría aferrado a la vida para disculparse contigo, aunque eso es una suposición de mi parte.
Estaban en su dormitorio. Lelouch se había cambiado su elegante traje negro por su bata y se había tendido en la cama. Kallen se había quitado su kimono negro. Contadas ocasiones había usado la vestimenta tradicional de Japón y le dolía que esta fuera una de ellas. Kallen se dejó solo las bragas de su conjunto y se puso una ombliguera semitransparente, debajo de la cual se entrevía sus pezones erguidos y duros. A Lelouch lo asombró que ese fuera su pijama para las noches calurosas. Mentiría si no afirmaba que le había gustado mucho.
—Todas las personas que amo están muriendo —observó la pelirroja, transida por el dolor—. Primero, mi hermano. Luego, C.C. Ahora, mi madre...
—Eso no es del todo verdad —objetó él con suavidad—. Tienes a tu padre, a Ohgi, a Suzaku, a Shirley y a mí.
Kallen sonrió y se subió a la cama. Gateó hacia Lelouch. Él deslizó su brazo por sus hombros y ella se acurrucó contra su cuerpo. Lelouch frotó su brazo con afecto.
—Sí, te tengo a ti —ronroneó Kallen y deshizo el nudo de la bata violeta de Lelouch. Debajo él solo llevaba un bóxer negro holgado. Ella acarició su torso desnudo de arriba hacia abajo—. Me hubiera gustado presentarte a mamá. Ella se emocionó al verte. Lo noté en sus ojos.
Lelouch ladeó la cabeza. La luna proyectó su luz sobre él, confiriéndole a su piel de porcelana una blancura perfecta y a su cabello un tono tan oscuro como el del firmamento. La habitación de Lelouch tenía la mejor vista de la luna, no nada más del apartamento, de cualquier lugar que Kallen había estado.
—Alguien me dijo una vez que recordar es vivir —dijo distraídamente—. Nuestros cuerpos están destinados a volver al polvo; pero nuestros nombres que permanecen en la memoria de quienes amamos pueden trascender. Si recuerdas todo el amor, las historias y las enseñanzas que te dio tu madre, ella vivirá.
Kallen cerró los brazos en torno a la cintura de Lelouch, apretándolo más. Recostó su cabeza sobre su pecho. Lelouch besó su frente y dejó descansar la mejilla en su coronilla.
—Esa persona tenía mucha razón —corroboró—. No quería que se marchara tan temprano. Tenía mucho que aprender de ella. Era una niña cuando nos separamos. Me parece que te lo mencioné. Yo fui una niña vivaz y alegre y una alumna muy aplicada. Solía aparecer en casa tanto con buenas calificaciones como con moretones. Una vez me tuvieron que coser puntos en la mandíbula porque me caí columpiándome de la rama de un árbol. Adoraba trepar, pero no lo volví a hacer más después de ese susto —se rió—. ¡Oye! ¿Tú cómo eras de niño? Tengo una idea general de cómo eras adolescente; pero has hablado poco de tu niñez.
—Te sorprenderías si te dijera que no fui popular —indicó—. Era un niño contumaz, tozudo, determinado, algo desafiante y listo. Demasiado listo. A los otros niños les costaba seguir mi ritmo y tampoco congeniábamos. No teníamos temas en común ni nos gustaban las mismas cosas. Ni siquiera coincidíamos en los juegos. Solía jugar solo.
—¿Eso hicieron? ¡Qué mal! —expresó con pesar contrayendo los labios—. Lamento que no nos hayamos conocido cuando éramos niños. Yo sí hubiera jugado contigo.
—Ayer jugamos, Kallen.
La respuesta tan sincera le robó una risita a Kallen. Aun cuando habían tenido unas noches tranquilas, sus mañanas habían sido cálidas y eso fue porque habían instaurado un juego «de resistencia». La clave era no excitarse ante las caricias, los arañazos, los besos, las succiones, las mordidas y los lengüetazos del compañero. Todas las zonas erógenas eran válidas con la salvedad de los genitales (era la ruta fácil y lo divertido del juego residía en estirar tanto como fuera posible el momento). Sumaban puntos por cada gemido y suspiro que le arrancaban al otro. El juego finalizaba cuando uno de los dos abría los ojos. El ganador decidía si continuar o no. En tal caso, tenía que formular la palabra de emergencia: «basta». Ese era su premio.
—Sabes a lo que me refiero —balbuceó Kallen, sonrosada—. Bueno, hay algunos juegos que podemos jugar a nuestra edad... ¡Uhm! ¡Ya sé! ¿Qué tal si me enseñas a jugar ajedrez como toda una profesional? A cambio, te enseño a jugar shōgi.
—Está bien. Hagamos eso —le sonrió Lelouch. Miró directo a los ojos de Kallen quien tenía la vista alzada hacia él. Lelouch se había puesto serio—. Kallen, ¿necesitas que me ocupe del caso de los empleados de Britannia Chemicals? No tengo ningún problema en hacerlo.
—No hace falta. Puedo encargarme.
—¿Segura?
—Segura. No te preocupes —insistió con el mismo tono sobrio que él empleó—. Me vendrá bien mantener ocupada mi mente.
—Como desees. Pero si hay algo que necesites no dudes en pedírmelo.
—Sí, hay algo que necesito que hagas —anunció Kallen tras unos segundos—. Consuélame.
Lelouch prosiguió mirándola en silencio. Kallen le sostuvo la mirada. Sus ojos de fuego azul ardían de deseo y de amor. Eran la única luz en aquella impenetrable oscuridad. Sintiéndose atraído por ella, Lelouch plantó sus dedos detrás de la línea de su mandíbula y besó su frente y sus labios con ternura. Kallen le devolvió dichosa el beso; al tiempo que rodeaba su cuello con sus brazos y sus uñas rasguñaban juguetonamente su espalda. Estaban fusionados en un abrazo. Labios contra labios, costillas contra costillas y caderas contra caderas. Y, aun así, se apretujaban el uno contra el otro. Debajo de las sábanas, sus piernas se entrelazaban. La mano de él que se deslizaba lentamente por su vientre encontró la curva de su cintura desnuda y la aferró con fuerza como si le asustara que fuera a desaparecer, mas eso no era necesario porque ella no iría a ninguna parte y él tampoco. Ambos estaban justo en donde querían estar.
https://youtu.be/CunU1BiAv7Q
Al presidente Schneizel le parecía hilarante que para llegar al Proyecto Geass había que bajar varios pisos desde las instalaciones de Camelot. Era como descender a los infiernos. Aunque, juzgando todo lo visto, ciertamente era más una realidad que una comparación. El presidente Schneizel reconocía que sus conocimientos legales eran limitados, pero sabía diferenciar lo bueno de lo malo y el Proyecto Geass era el epítome de la mal. El presidente Schneizel había quedado tan horrorizado como maravillado con el Proyecto Geass. No le cabía la menor duda en el cuerpo de que, si la policía sabía la ubicación del laboratorio y emprendía una cuidadosa investigación, su padre podría ser acusado de violar los derechos humanos y enfrentar severos cargos. Estaba totalmente seguro de que si la verdad era revelada al mundo el apellido de la familia se mancillaría. Aun con todo el horror, el presidente no suspendió las operaciones del Proyecto Geass.
Le urgía averiguar todo sobre este poder. Durante esos días, se puso al tanto de la naturaleza del Geass y la adquisición del mismo. Al presidente Schneizel lo alivió saber que existía una explicación científica detrás. El Geass por sí solo parecía sacado de un cómic de superhéroes. Asimismo, el presidente obtuvo detalles de cada uno de los Geass estudiados en el laboratorio: el de su padre, el de su medio hermano y el de un tal Mao. Le preocupaba el de Lelouch. Un Geass en sus manos era tan peligroso como una bomba nuclear en manos de los norcoreanos. Agudizaba su inquietud el hecho de que todo lo que sabían del susodicho Geass era a través de los informes de Cera. ¿Cuán sincera había sido? ¿Y qué tanto les había escondido? El presidente tenía demasiadas preguntas y pocas respuestas. Razón de sobra para ponerse en marcha.
—¿A cuántos es capaz someter a su poder?
—Basándonos en el metraje del CCTV, a tantos como tengan contacto visual con él —apuntó Nina y reprodujo el metraje en uno de los monitores. Ellos estaban en la sala de operaciones.
El presidente se estremeció en el momento que volaron los sesos de aquellos hombres de un disparo a quemarropa por orden de Lelouch. Bien. Sabía el alcance del Geass. Pero ignoraba el aspecto más importante.
—¿Cuál es su vulnerabilidad?
—El usuario necesita hacer contacto visual con el objetivo sí o sí.
—¿Qué más? ¿Eso es todo? ¡Uhm! —graznó el presidente, notablemente contrariado—. ¿El Geass es inmune a las gafas de seguridad?
—No lo sabemos...
—¡Averígüenlo! Si no lo es, inventen unas gafas que lo sean —exhortó con deje imperativo.
—Sí, señor —asintió Nina titubeante.
En todos sus años de amistad, ella nunca antes había visto al presidente tan tenso.
—Este poder... —empezó a decir el presidente, pensativo—. ¡El Geass! ¿Puede expandirse?
—No, no puede. Por el contrario, si se abusa del Geass, el usuario puede perder control sobre él y volvérsele en contra —terció Marianne—. Así le ocurrió al pobrecillo de Mao.
El profesor Lloyd miró a hurtadillas a la interlocutora, que había estado muda hasta ese punto.
—¿Mao? ¿El lector de mentes?
—¡Ese mismo! —confirmó Marianne, sonriendo—. Nina, cariño, muéstrale.
Nina tecleó algo y, enseguida, apareció en una de las pantallas el informe completo de Mao. El documento fue elaborado por el cuerpo científico del Proyecto Geass. Era más fidedigno. Mao no consiguió dominar su Geass y perdió el control. A consecuencia de ello, era incapaz de desactivarlo. Algo que quedó exteriorizado en su ojo, lo que obligó a Mao a usar un lente de contacto. Por lo tanto, todo el día estaba oyendo los pensamientos de las personas que lo rodeaban. Estar continuamente en la cabeza de los otros lo enloqueció. Se preguntó cómo se portaría el Geass de Lelouch fuera de control. Supuso que debería tener extremo cuidado con la elección de palabras a fin de no repartir órdenes absurdas a diestra y siniestra. Era el doble peor. ¿El Geass tenía un límite? Los informes de Cera no registraron nada al respecto. Dudaba que fuera por desconocimiento.
—De modo que ¿el Geass está confinado al ojo izquierdo? —inquirió el presidente Schneizel con una lentitud que suscitó una extraña paz que despejó todo el estrés acumulado en la sala.
Nina podía otear los engranajes moviéndose detrás de los ojos lilas del presidente iluminados por la luz blanca de los monitores.
—Sí, señor.
—De acuerdo —susurró—. ¿Qué me pueden informar de su capacidad regenerativa?
—¿De Lulú? Me aflige decir que es nula, a diferencia de su padre —se condolió Marianne—. Es igual a la de cualquiera. Puedes comprobar por ti mismo el análisis de los resultados.
—Está bien. Confío en tu palabra —declinó el presidente Schneizel, ofreciéndole una sonrisa encantadora—. Continúen haciendo un buen trabajo y manténganme actualizado. Da igual si es una nimiedad. ¿Me expliqué?
—Bastante claro, señor. ¿Le avisamos cuando llevemos a cabo otra experimentación?
—¡Por favor! —exhortó el presidente realizando un gracioso ademán con la mano—. Ahora bien, si me disculpan, otros asuntos requieren mi atención.
El presidente Schneizel se inclinó cortésmente a modo de despedida y se retiró. Era de esperar que la mórbida curiosidad por asistir y participar en una de las experimentaciones se adueñara de su corazón vista la cadena de recientes hallazgos. Eso afloró en el presidente el interés por continuar desentrañando sobre el Geass y el miedo por todo lo que implicaba, ya que suponía que había descubierto un aspecto muy sucio y despreciable de su personalidad que se negaba a abrazar y, sin embargo, existía. «Toda esa amabilidad y esa empatía es aprendida, ¿cierto?», resonaron las palabras de Bradley en señal de alarma. «Tú no lo sientes realmente». Schneizel torció el gesto. Aunque una verdad subyacía en su espantosa afirmación, eran diferentes por lejos. Bradley se regodeaba haciendo el mal. Él, no. No encontraba sentido en el mal, pero sí un propósito en materia de pragmática. Depravado era su padre que había secuestrado a miles de personas y las había sometido a experimentaciones, corrección, las había torturado en su afán obsesivo con crear la raza humana suprema. Existía un castigo divino para aquellos que jugaban a ser dioses y se había encargado de su padre. A Luciano, que era otro con complejo de dios, pronto le llegaría el suyo y a Zero también por lo mismo. Había fraguado un plan.
https://youtu.be/9pa7L-62d24
Lelouch se despertó en mitad de la oscuridad con los ojos velados por las lágrimas. Se levantó sobre el codo y echó una ojeada en derredor. Estaba en su dormitorio y Kallen yacía dormida junto a él con una sonrisa. Su brazo derecho le pasaba por el torso y de vez en cuando apretaba su cuerpo contra el suyo de modo inconsciente. Lelouch besó su hombro con afecto al tiempo que sus dedos recorrían frenéticamente su columna. Solo había sido un sueño. Mas había sido tan hermoso que había querido que fuera real. Lelouch estaba en una especie de gala con sus seres queridos: Suzaku, Milly, Rivalz, Shirley, Sayoko, Urabe, Rolo y Nunnally; entre ellos inclusive se contaban a Tamaki, Euphemia y Cera. ¡Estaban vivos! No podía explicar cómo. De hecho, no tenía la menor idea de qué estaban celebrando o por qué se habían vestido tan formales. Lelouch tampoco tenía ganas averiguarlo. Su hermana estaba en ese mismo lugar y en ese mismo momento con él. Todos sus allegados lo estaban. Y él se sentía pletórico. Era todo lo que le importaba. Así que Lelouch simplemente se zambulló en este mar de felicidad. Estuvieron charlando, bromeando y riendo juntos por largo rato hasta que se apareció Kallen vestida en un lindo vestido blanco descotado de corte de sirena sosteniendo un ramo de rosas y acompañada por su hermano. Ahí fue cuando la chispa del entendimiento iluminó el rostro de Lelouch y alteró su corazón. Nunnally se apremió en agarrar la mano de Kallen y la unió con la de Lelouch. Ella los bendijo con una sonrisa de oreja a oreja y luego se dirigieron hacia una mesa donde un juez los aguardaba. No llegó a oír la introducción del juez porque terminó todo.
Esta había sido la primera vez que el estado de reposo de Lelouch fue interrumpido por culpa de un buen sueño. Un sueño dichoso que hubiera anhelado que siguiera. Odió eso. La última vez que había dormido profundamente fue la primera noche que él y Kallen durmieron juntos. Nada raro. Siempre acababa muerto del cansancio al final del sexo. Supuso que esas noches no tendría dificultades para dormir. Las noches siguientes a esas fueron iguales a las demás. El lector recordará que Lelouch era atacado con frecuencia por las pesadillas desde su salida de la prisión y que era incapaz de conciliar el sueño después. Era un tormento constante que lo hacía sentirse miserable. Hasta la fecha no había podido aliviar este trastorno ni hallar cura para su insomnio. Aunque la mudanza de Kallen y su relación con ella ejerció una influencia positiva en él en varios sentidos, su dulce presencia no logró cortar el flujo de las pesadillas. Entonces, Lelouch se sentaba en el borde la cama mientras apaciguaba su ánimo. Sus jadeos y sus sollozos, sin querer, sacaban a Kallen de sus sueños. En lugar de quejarse o preguntarle qué sucedía, Kallen se limitaba a abrazarlo por detrás y a llenar la parte superior de su espalda y sus hombros con besos. En principio, Lelouch no correspondía sus muestras de cariño. Es más, se rehusaba a mirarla. Pero tampoco la apartaba de sí. Gradualmente eso fue cambiando. Ahora, Lelouch le devolvía el abrazo y la besaba. Se acurrucaba juntos otra vez en la cama y ella tornaba a quedarse dormida. De él no se podía decir lo mismo. A veces sí. A veces no. A no ser que ingiriera pastillas para dormir, Lelouch estaba condenado a la vigilia y no quería tomarlas. En concreto, no quería depender de ellas. Sabía el daño que entrañaba la adicción y se lo había prometido a Kallen, además, que le había expresado su preocupación por eso.
Lelouch se desembarazó de Kallen con suavidad, salió de la cama, buscó su caja de cigarrillos y encendió uno. Fumó tantos a fin de rascar su ansiedad mientras velaba el sueño de Kallen, apoyado en la ventana. Se enojaría, si lo viera. Detestaba que fumara. Tan era así que se había comprometido en la labor de convencerlo de dejar el cigarrillo. Lelouch sonrió. Lo conmovía que se preocupara por él. Le encantaba provocar una miríada de emociones en ella. Desde el júbilo hasta la irritación. Experimentaba placer haciéndolo. Se veía adorable ceñuda, aunque era más guapa sonriendo. El vestido de novia fue un plus cautivador. Lelouch conservaba la sortija de compromiso que su madre le había regalado. La tenía guardada en el segundo cajón de su cómoda. Decidió sacarla y examinarla. De veras, era una sortija bonita. De lujo. Charles invirtió una fortuna, sin lugar a dudas. Debió amar a su madre. Ella quería que se lo diera por eso a la mujer que amara. Él sí pensó en darlo. No por amor, precisamente. La vida conyugal no tenía ningún objeto ni atractivo para él. Incluso cuando pensó seriamente en el matrimonio fue solo una etapa de su meticuloso plan. Como sea, no logró dársela a quien tenía previsto. La sortija volvía a ser libre. Podría dársela a quien quisiera o podría dársela a quien amaba. Si sobrevivía a la guerra contra Britannia Corps, él quería estar con Kallen como hasta ahora. En tal sentido, el matrimonio sonaba apropiado. Si bien era un final indulgente considerando todas sus fechorías, era un final que contentaría a Nunnally. Ella quería que fuera feliz y él se lo había prometido. Había sido su última voluntad y era lo único que podía hacer por ella.
https://youtu.be/VJEnEj7c1o8
Por la mañana, cuando el alba asomó por el horizonte, Lelouch había domesticado su antojo de fumar y tuvo la intuición de que sería un día prometedor. Fue a ducharse. El chisporroteo del agua despertó a la pelirroja. Pero las sábanas se habían adherido a su piel y se sentía muy a gusto en la cama; por lo que prefirió mantener los ojos cerrados unos minutos más —¿qué culpa tenía si el colchón era realmente cómodo?—. Para cuando se dignó a abrir los párpados, él había salido de la ducha envuelto en una toalla en torno a la cintura. Estaba inspeccionando el closet. Kallen tenía un primer plano de su espalda desnuda. Era la parte de su cuerpo que más le gustaba. Pensó en aprovechar el momento y tomar una foto. Estiró el brazo, cogió su celular sobre la mesa auxiliar, caminó de puntillas y tomó la foto. El flash se disparó, lo que disparó una alerta en Lelouch y la expuso. Se dio la media vuelta.
—¿Qué estás haciendo?
—Estaba tomándote una foto, ¿no fui obvia? Ahora, la estoy estableciendo como mi protector de pantalla —le indicó, sonriente—. ¿Te disgusta?
—Técnicamente, no. Pero hubiera preferido posar de frente y vestido para la foto —repuso—. Mi espalda no es tan fotogénica desde que el hombro se me cicatrizó por esa herida de bala.
—¿De qué estás hablando? —discutió frunciendo con ligereza el entrecejo. Kallen le mostró la foto—. Tu espalda es perfecta.
Lelouch agarró el celular que le tendía Kallen y amplió la foto. Su espalda alardeaba de una blancura inmaculada envidiable. Lo más resaltante a plena vista era la curva aserrada de su columna vertebral que lo dotaba de una pinta frágil. Estaba limpio de cicatrices, chupetones, arañazos y marcas de dientes —Kallen era tan dulce como salvaje impartiendo sus muestras de amor. Lelouch vio su propia figura esbelta en el espejo de pie de la esquina. Centímetro a centímetro, su cuerpo era hermoso y estaba bien proporcionado desde la silueta escultural de sus piernas hasta los tiernos abdominales. No tenía vellos de más ni huellas de moretones ni defectos que arruinaran su cuerpo. Lelouch se absorbió en ese ejercicio de contemplación en la búsqueda de las marcas que había visto hace días. Creyó que estaba volviéndose loco. De golpe, ella lo jaló de un tirón y mordió su cuello. El agua escurriéndose por su pelo acentuaba su atractivo. Kallen movió algunos mechones del flequillo y lo rodeó con sus brazos.
—¿Por qué no nos tomamos el día libre? —sugirió—. Quedémonos en casa. Veamos alguna película o juguemos al ajedrez. Podrías preparar esa rica pasta a la boloñesa u ordenamos una pizza. Tú eliges. ¿No te gustaría?
Kallen succionó con fuerza y picardía la unión entre su cuello y su hombro. Lelouch sonrió.
—Me encantaría, lo sabes —admitió—. Pero tenemos responsabilidades demasiado grandes como para ignorar.
—¡Uhm! Odio cuando tienes razón —gruñó Kallen. Lelouch sintió contra su piel cómo ponía una mueca. Kallen se apartó. Lelouch acarició su trasero justo antes de que se fuera al baño—. Hablaste con la esposa del director Clovis, ¿no? ¿La convenciste? —preguntó a la distancia.
—Sí, fui a verla. La ayudé con su caballo cuando se desbocó. Ella es miembro de un club de equitación. Le gustan los caballos. Cayó bajo mi hechizo al ver el cariño que generosamente daba a esos bellos cuadrúpedos.
—Me entero que sabes de equitación.
—Mi madre me enseñó. De todos modos, tenemos todo el tiempo del mundo para conocernos a fondo —sonrió—. Ella accedió testificar y aportar pruebas importantes para nuestro juicio. Creo que estaba dispuesta a aceptar cualquier precio con tal de que ganáramos la demanda. Le prometí una buena compensación monetaria, aunque noté que ella estaba más interesada en el apartamento y la casa en la playa. Tuve que garantizarle eso también —Lelouch se rió entre dientes—. Acordamos iniciar los trámites una vez que el juicio de Britannia Chemicals concluyera. Le di la tarjeta del bufete. Se pondrá en contacto contigo. Estate atenta.
Lelouch escuchó el correr del agua. Kallen ya debía estar duchándose. Había dejado la puerta entreabierta a fin de no interferir con el canal de comunicación. Lelouch colocó sobre la cama un traje negro y empezó a vestirse.
—Por lo menos, accedió de buenas a primeras y no tuviste que coquetear con ella... —rumió Kallen—. No me gusta que salgas con tantas mujeres para tener siempre una coartada. Somos amantes ahora. Ya no necesitas una reputación de playboy cubriéndote las espaldas. Seré tu coartada. En adelante, diles que estás conmigo y testificaré que así es.
Lelouch no había mentido sobre que no había coqueteado con la esposa de su medio hermano. Lo que no dijo fue que ella había sido quien coqueteó con él y Lelouch se hizo el desentendido por el bien de la misión. Lelouch sabía que a Kallen no le parecería gracioso el escenario.
—Descuida, Kallen. Te aseguro que soy solo rey de una reina —la tranquilizó él, deslizando un brazo por la manga de la camisa blanca y luego el otro. Lelouch estaba siendo sincero—. Yo soy tuyo y tú eres mía.
—¡Aun así...!
—Aun así, no saldré con ninguna mujer que no seas tú —completó, ajustándose el cuello de la camisa. Kallen se contuvo de contestarle, lo que cedió espacio al silencio. Lelouch imaginó sus facciones relajarse y prosiguió—: Kallen, hay un favor que necesito hagas por mí. Urabe me avisó que hoy Kanon visitará a Tianzi en el hospital. Schneizel le dio órdenes de forzarla a firmar el acuerdo. Quiero que vayas allá como Zero y se lo arrebates.
—Pero, ¿eso no anularía al documento como evidencia?
—Sí, lo haría. Por eso le pedí a Urabe que grabara la desafortunada reunión con el teléfono. En esencia, esto es para impedir que el documento llegue a manos de Schneizel y levantar la popularidad de Zero. Se vio bastante golpeada después de lo que hizo el doble de Schneizel —explicó, poniéndose la chaqueta—. Me desconcierta a medias que tu primera reacción sea preocuparte porque el documento pierda su validez legal ante una corte. Corrígeme si estoy equivocado, antes habrías preguntado por qué te designaba esta misión.
—¡Oh, eso es obvio! Si uno de nosotros puede recuperar el documento y darles una lección, soy yo. Soy la más fuerte y ágil de los dos y la única que domina artes marciales.
—Por esa razón y porque eres más merecedora de portar la máscara de Zero y representar la justicia.
—Sí, algo así mencionaste la otra vez que hablamos en tu búnker secreto.
El agua de la ducha se calló. Minutos más tarde, Lelouch apercibió el sonido del grifo abrirse y el chasquido del cepillo frotando los dientes. Kallen se cepillaba enseguida de bañarse. A la inversa de él. Al cabo, salió envuelta en una toalla. Lelouch estaba anudándose la cortaba frente al espejo. Era el detalle final para su conjunto. Divisó a Kallen de espaldas registrando uno de los cajones de la cómoda a través del reflejo. La toalla aterrizó en el suelo y Lelouch admiró las líneas suaves de su espalda tonificada, su cintura, sus caderas, su trasero redondo. Kallen sentía el escrutinio de la mirada hambrienta de Lelouch. Ya la había visto desnuda (y ya la había visto vestirse) y él la miraba con la misma emoción de la primera vez.
—¿Qué?
—Tienes un cuerpo escultural, Kallen. Eres hermosa.
Los colores le subieron al rostro a Kallen. No habría sucedido nada si no agregaba más. Pero Kallen no quería que terminara allí, quería ser sexy, así que contraatacó con la respuesta más pícara que pensó, ya vestida con lencería rosa, en tanto jugueteaba con una pantimedia negra:
—Si te gusta lo que ves, deberías probar cómo se siente.
Kallen juró que su cabeza iba a estallar. Una sonrisa traviesa afloró en los labios de Lelouch. Él avanzó hacia ella. La mujer se volvió y se perdió en el brillo de sus ojos amatistas. Lelouch acarició su hombro y deslizó lentamente su mano por su brazo. Kallen experimentó un tenue cosquilleo que traspasó de la piel caliente a los huesos, bajó por la columna y se alojó en su vientre. Cuando la mano de Lelouch se curvó en su codo, se inclinó y tiró de la pantimedia.
—Déjame ayudarte, mi reina.
Lelouch se hincó en una rodilla ante su reina. La pelirroja apoyó su peso en su hombro y alzó el pie izquierdo. Él metió la pantimedia en el pie con delicadeza. Kallen casi suspiró al sentir cómo el frío nylon abrazaba cada pequeña parte de su cuerpo, adoptando sus formas. Lelouch presionó sus labios sobre la piel de su espinilla enviando un delicioso escalofrío a la espalda de Kallen. Siguió lamiendo y depositando besos a lo largo de su pierna y su muslo, conforme estiraba la pantimedia hacia arriba. De pronto, advirtió que ella había cerrado los ojos y tenía la cabeza echada atrás. El calor del dormitorio y la adecuación del momento se conjugaron en Lelouch concibiendo una idea que no podía dejar ir sin más. Plantó un beso en su pantaleta.
—¡Lelouch! —chilló Kallen. Estuvo a punto de perder el equilibrio de no ser porque él sujetó con firmeza sus caderas.
—¿Eso significa «basta»?
Kallen recogió con nerviosismo un mechón detrás de su oreja. Estaba colorada. Al igual que Lelouch. Kallen se quedó callada. «Eso significa no», se regocijó en su fuero interior. Cogió su pantaleta y se la bajó con soltura y algo de ansias. Procedió a finalizar el trabajo...
https://youtu.be/WkIpCKfOO8A
El caso del asesinato de Marianne Lamperouge fue el primer juicio al que Suzaku asistió. Antes no había manifestado el más mínimo interés por el sistema de leyes, los litigios y los procesos judiciales. A posteriori del fallido veredicto de Bradley, empezó a acudir a diferentes juicios con el propósito de empaparse del procedimiento y comprender el deber de las partes. Podría decirse que Suzaku estaba seguro a corta edad de que quería trabajar en el campo legal. Solo que no sabía de qué manera exacta trabajar. Suzaku decidió convertirse en fiscal tras sopesar sus opciones. La decisión causó sorpresa en el comisionado Tohdoh. De igual modo, algunos profesores y compañeros de la universidad se desconcertaron. Pues Suzaku se perfilaba como el abogado ideal debido a su empatía, su honestidad y su predisposición a cuidar los demás. Ante esto, Suzaku alegaba que el deber de un abogado consistía en defender los derechos de sus clientes y usar su experiencia legal para evitarle pérdidas y no era su deber realizar justicia social. Los abogados que anteponían sus ideales y convicciones a su deber, lamentablemente, son perdedores. Kallen ejemplificaba ese tipo de abogados y parecía estar consciente de ello. Suzaku admiraba la lealtad de Kallen a su sistema de valores y creencias por eso. Demostraba que no la afectaba entretanto se mantuviera fiel a sí misma. Solo después de que se adhiriera a los métodos anticonvencionales de Lelouch, Kallen tuvo el éxito que tanto se merecía. Pero esa no era la forma que el joven Kururugi quería hacer las cosas.
Ante todo, Suzaku deseaba hacer más por las personas con la ley y quienes trabajaban con la ley eran los fiscales y jueces. Suzaku creía que ejerciendo como fiscal podría participar en la búsqueda de la verdad y, a su vez, tendría el poder para castigar a los malos y proteger a los buenos y, por tanto, devolverle a Lelouch y a todas las personas defraudadas por el sistema su esperanza en la justicia.
Desafortunadamente, a Suzaku también le fallaría el sistema judicial y de una peor forma ya que se encargaría de frustrar sus aspiraciones y su potencial ascenso. En lugar de estar en su oficina de fiscal trabajando por hacer del país un lugar mejor, Suzaku estaba en un despacho que Lelouch le había asignado. En ese momento, estaba redactando un documento. El trabajo administrativo era la parte más aburrida de este trabajo. Suzaku creía que su redacción no era muy buena. No comparada con la de Lelouch. Más de una ocasión, le había pedido a Cécile una revisión. La investigación y los juicios, por otro lado, eran lo suyo. Recordaba la emoción del primer caso. Hizo la investigación con pasión, se irritó con el trabajo administrativo, mas no fue hasta que apareció en el juzgado que dijo: «aquí es donde pertenezco». Pronto estaría en otro juicio. No en calidad de fiscal, sino de testigo. Lo embargaba una sensación extraña y consoladora ya que al menos estaría ayudando a los empleados de Britannia Chemicals.
Dio la casualidad de que en esa tarde vino el colíder del sindicato, Li Xingke. Solicitó hablar con el abogado Lamperouge o la abogada Stadtfeld. Ninguno había llegado todavía. A fin de que Xingke no desperdiciara su viaje, Suzaku decidió atenderlo en su oficina. Básicamente, quería que lo actualizara con el caso. Algunos de los empleados de la planta química estaban inquietos porque ya no podían atestiguar en el juicio y la defensa contaba con sus testimonios para ganar la demanda; por lo que Xingke deseaba calmar sus ánimos. Suzaku le explicó que la defensa convocaría dos testigos adicionales: un médico de Britannia Hospital y él mismo. Ambos aportarían pruebas cruciales. En mitad de la charla, Xingke fue sacudido por un feroz ataque de tos. Suzaku iba a sacar su pañuelo cuando Xingke se anticipó. Suzaku se horrorizó al ver la gran flor roja contrastando con la tela blanca una vez él apartó de su boca el pañuelo.
—¡Debe ir cuanto antes con un médico!
—Ya fui. Me informaron que está en una etapa muy avanzada —reveló con una sonrisa triste, doblando el pañuelo delicadamente—. No hay nada por hacer más que esperar.
—¡Pero tiene que ir a un hospital y ser internado en una sala estéril!
—Estoy donde debo estar, abogado, con mi gente. Ellos necesitan a un líder que los guíe. La señorita Tianzi está batallando contra su enfermedad en el hospital. Yo soy todo lo que tienen. Quedarían desmoralizados si se enteran de mi estado. No tengo el derecho de arrebatarles sus fuerzas. No luego de que Zero nos apoyara.
—¿Zero? —repitió, no con sorna, sino con genuina extrañeza—. ¿El vigilante enmascarado?
—Sí, ese mismo.
—Se refiere al incidente frente a Britannia Chemicals, ¿no?
—Sí, así es. Estoy agradecido con él por lo que hizo por nosotros. Sé que alrededor de él hay una controversia; mas yo prefiero fiarme de lo que vi cuando nos defendió de los matones de Britannia Corps. Eso fue real para nosotros —expuso Xingke con entonación solemne—. Le pediría que guardara discreción de este asunto.
—Claro —farfulló Suzaku—. Su secreto está a salvo conmigo
Xingke asintió con gravedad como signo de gratitud. En su fuero interno, Suzaku se preguntó cómo había pasado desapercibido la naturaleza hipnótica de la voz de Xingke. De hecho, no fue hasta que se encontró a sí mismo absorbido por la breve explicación que lo percibió. Solo sabía de dos hombres que habían nacido con ese don: el presidente Schneizel y Lelouch. Tal vez era una de las cualidades por las cuales Xingke se erigió como líder.
Suzaku había oído vagamente sobre la fugaz participación de Zero en una de las protestas en frente de Britannia Chemicals. No profundizó al respecto. Planeó hacerlo al rato. Suzaku no era el mayor fan de Zero. Bajo su punto de vista y el de la ley, él era un criminal. Con todo, Zero había conseguido restituir la fe de la gente en la justicia y le había robado un mérito que deseaba que fuera suyo. Suzaku mentiría si no admitiera que sentía algo de envidia y respeto, a la vez. Confuso, lo sabía. Pero así era su vida en los actuales momentos.
https://youtu.be/FEL99N4lNs8
En conformidad con las directrices de Cera, Lelouch fue a reunirse con el abogado Gottwald. Lo contactó previamente y acordaron verse en la casa del segundo. El abogado adujo que era el único sitio donde podían hablar resguardados del dominio de Britannia Corps. Añadió que tenía algo interesante que enseñarle. Resultó que ese algo era una pila de pruebas de extorsión y secuestro a empleados, de evasión de impuesto, de malversación y otros delitos que Lelouch calculó que equivaldrían cerca de siete años de prisión como castigo. El abogado estuvo recaudando estos archivos y guardándolos en su caja fuerte. El abogado bromeaba diciendo que era el barrendero de Britannia Corps en el sentido de que era su deber limpiar la suciedad del presidente Charles y su hijo. Con especial énfasis en que era un barrendero, no un mago; pues el abogado metía la basura debajo de la alfombra, no la hacía desaparecer.
Lelouch ojeó los documentos con una mezcla de perplejidad y deleite. Jeremiah había hecho lo que planeaba eventualmente realizar, si su boda con Euphie se hubiera concretado. En ese caso, le habrían regalado algunas acciones de Britannia Corps y le habrían asignado un buen puesto dentro del bufete que representaba la empresa. El presidente de Britannia Corps habría impulsado por todos los medios la carrera de su cuñado hasta las estrellas. Siendo un abogado corporativo, Lelouch habría tenido acceso a los tratos ilícitos de la compañía y hubiera podido comenzar una recolecta de evidencias, al mismo tiempo que se concentraría en aumentar su poder dentro del conglomerado. Era un trabajo arduo y largo, pero Lelouch era joven. Tenía el tiempo de su lado y, encima, estaba armado de paciencia y determinación. Lelouch se había lamentado descartar el primer plan y sin saberlo se precipitó. Invadido por una ola de euforia, Lelouch explotó en una risa dorada cuando Jeremiah estaba desmenuzando el plan de Cera.
—Perdón, ¿qué es tan gracioso?
—Lo siento, Jeremiah. Me rio porque su plan es mi plan original con algunas modificaciones —aclaró Lelouch, calmándose—. ¿Desde cuándo has estado recopilando estas evidencias?
—Desde hace cinco años.
—Desde que conociste a Cera.
—Desde que C.C., quise decir, Cera me localizó. Ella auguró que mi ayuda iba a ser vital —corrigió, orgulloso—. Creo que ella previó también que moriría sin llegar a ver los frutos de su plan y, por ello, me hizo su cómplice. Tal vez pienses que estoy loco. Como sea, la echaré de menos. Realmente disfrutaba su compañía.
—¿Y accediste a ayudarla para expiar tu error en el juicio de mi madre?
—En un principio, sí. Sabes, yo creí que Cera se me había acercado porque quería divertirse y eso parecía ser hasta que la noche prometedora se transformó en una noche de terror cuando vi sus cicatrices. Me dijo que había una historia interesante en torno a ellas.
—¿Te contó sobre el Proyecto Geass?
—Me contó todo. Es una locura —reprobó el abogado, sacudiendo la cabeza—. He alardeado ser el perro leal de Britannia Corps una gran parte de mi vida. Pero incluso los perros como yo deben escoger un buen amo al cual lamerle la mano.
—¿Y yo soy ese buen amo? —inquirió Lelouch, sonriendo.
—Si demuestra que es digno de servir, sí —repuso Jeremiah, devolviéndole el gesto.
«Conque sí hay un cerebro funcionando en el interior de esa cabeza». A Lelouch le gustó esa respuesta. Dejó los archivos sobre la mesa de madera lacada rectangular que lo separaba de Jeremiah. Lelouch estaba jugando a presionar el botón de un bolígrafo una y otra vez.
—Dime con sinceridad, ¿cuántos miembros de la junta de accionista son leales a..., mi padre?
La firmeza de Lelouch flaqueó hacia el final de su pregunta al retener con la lengua la última palabra. No estaba cómodo con la idea de que Charles zi Britannia fuera su padre. Mas debía aprender a acostumbrarse a referirse a él como tal.
—Un poco más de la mitad.
—Perfecto. Necesito que conciertes una reunión con los que no lo son y los indecisos a la mayor brevedad.
—Será como tú desees —asintió obediente el abogado. Cogió una naranja del cesto de frutas del centro y se puso a pelarla—. ¿Acaso piensas usar el Geass en ellos?
—¿Cera te explicó el poder de mi Geass?
—A grandes rasgos, lo hizo —confirmó—. También mencionó algo curioso: aparentemente, el poder del Geass está ligado al deseo del portador en sus últimos momentos de vida. Si no consideras mi pregunta una ofensa o una intromisión, ¿cuál fue tu deseo?
Lelouch se reclinó en su silla. Era una pregunta que estaba rondando por su cabeza por meses. En la sala de experimentaciones del Proyecto Geass, atado a la mesa de metal, mientras era sometido a electrochoques, ¿en qué estaría pensando cuando él veía a sus padres del otro lado del cristal despreocupados? ¿Qué sentimiento había poseído su joven corazón cuando aullaba desesperado y suplicaba clemencia y sus padres no movían un dedo para sacarlo de ahí? Ojalá tuviera la respuesta. Sin embargo, Charles había alterado sus recuerdos y no existía forma de romper el efecto. Hubo veces que Lelouch se sentía agradecido ya que bloquear sus memorias había arrancado de su pecho aquel dolor virulento que había echado raíces en su corazón. De la misma manera, hubo veces que Lelouch llegaba a sentirse frustrado porque esos recuerdos no habían sido suprimidos en realidad, solo fueron inhibidos, y de vez en cuando podía sentir ese vacío en su pecho. Lelouch era consciente de que no podía evadir para siempre el pasado. Tarde o temprano tenía que enfrentarse a él. Pero, entonces, ¿sería capaz de soportar el dolor?
https://youtu.be/eSzCvwJhVrI
Kanon conoció al presidente Schneizel en la universidad. En aquella época, el presidente era simplemente Schneizel. Faltaba una semana entera para que iniciaran las clases y Schneizel no esperó para venir a instalarse en su residencia. Sabía que el campus iba a estar desierto y quería familiarizarse con su nuevo entorno y disfrutar a plenitud la soledad y el sosiego. Se llevó un enorme chasco al enterarse que iba a tener que compartir su dormitorio con alguien más y ese alguien había tenido la misma idea que él, pues, cuando Schneizel entró en la habitación, su compañero ya se encontraba sentado sobre una de las camas, con la espalda apoyada contra la pared, una mano detrás de la cabeza y una pierna colgando fuera. En esa oportunidad estaba leyendo El arte de la guerra aplicado a los negocios: apuntes estratégicos para una empresa exitosa. Durante sus días universitarios, Kanon solía utilizar delineador de ojos y pintalabios. A Kanon le fascinaba el maquillaje y vestir ropa y accesorios femeninos. Ese día en concreto Kanon tenía puesto una falda y un pendiente romboide en la oreja derecha. Bueno, él siempre llevaba ese pendiente. Visto que él se había acomodado primero, había ordenado todo y había tenido la gentileza de tenderle cama. A fin de retribuirle el favor y de ser un buen compañero, Schneizel lo invitó a almorzar.
Entretanto comían juntos, averiguó que su nombre era Kanon y que era un joven carente de ambiciones propias y que estaba ahí siguiendo los deseos de su familia, lo que confirmó que Kanon pertenecía a una familia adinerada y era oriundo de Pendragón —aun cuando a Schneizel lo emocionaba estar en una tierra extranjera, Kanon le inspiraba una sensación cálida que le recordaba a su hogar—. El instinto de Schneizel lo alertó que se estaba perdiendo algún subtexto importante por como Kanon rodó los ojos mientras explicaba quién era él y de dónde venía. Pero el mismo instinto le advirtió que Kanon no le iba a contar todo sobre él en su primera conversación, por lo que no insistió.
«¿Qué hay de ti? ¿Cuál es el tuyo?».
«¿Mi proyecto de vida? Aún no lo sé».
Schneizel intentó granjearse su estimación, tal como solía hacer con cada desconocido. Pero cuánto más Schneizel se mostraba encantador con él, Kanon trazaba una distancia más y más larga entre ambos. En cambio, cuando no hacía el menor esfuerzo por agradarle, es decir, cuando se despojaba su máscara, Kanon respondía con interés. Se percató entonces que lo ordinario y lo artificial aburría a Kanon. Así pues, Schneizel eliminó las maneras innecesarias de la personalidad que había forjado con tanto esmero durante casi toda la vida y se comportó natural. Eventualmente, lo conquistó.
«Estamos a un año de graduarnos, ¿no has encontrado ningún proyecto que te interese?».
«Sí, lo encontré: tú».
A Kanon le atraían las cosas extravagantes y a Schneizel le gustaba ser él mismo por una vez con otra persona (y el espíritu libre de Kanon). Tiempo después, Kanon ingresó en Britannia Corps por una carta de recomendación firmada por Schneizel y labró su camino para hacerse un hueco al lado del vicepresidente Schneizel. Ello entrañó abandonar su travestismo. Fue la decisión más dolorosa que tuvo que tomar, pero necesaria y voluntaria. Por diez años, Kanon había sido su mano derecha en los asuntos de negocios. Entre las tareas que le correspondía estaba la de emisario. A ningún otro el presidente Schneizel le encomendó representarlo porque nadie era capaz de llevar las situaciones a los términos que él quería. Salvo Kanon. Era la única persona que estaba en perfecta sintonía con él. Por esa razón, fue al Centro Médico de Britannia para hablar con la líder del sindicato en nombre del presidente Schneizel y convencerla de firmar el acuerdo.
—¿Cómo tiene el descaro de insistir que mi enfermedad no fue producto de una violación de residuos industriales cuando estaba perfectamente sana? —chilló enfática estrujando ambos lados del contrato con los pulgares—. ¡Usted sabe que otros trabajadores están recluidos aquí porque están igual de enfermos! ¡No puede ser una coincidencia! Le aconsejo abandonar sus intentos. Nosotros acordamos ir con la demanda hasta el final y es lo que haremos. No logrará que traicione al sindicato firmando esto. Hágame el favor de irse, si no tiene más que decir.
Tianzi arrojó desdeñosa el contrato arrugado fuera de su vista como si fuera hierro caliente. El acuerdo golpeó el suelo con un sonido sordo. Kanon se inclinó y lo recogió.
—De acuerdo. Pero si usted se rehúsa a firmar el contrato será el único miembro del sindicato que no lo hizo.
—¡¿Qué?! ¡Eso es mentira!
—No es mentira —replicó Kanon manteniendo su característico tono reposado—. ¿Acaso no sabe que los empleados de Britannia Chemicals fueron acusados de malversar los fondos para las donaciones? —la interrogó. Tianzi se encogió ante la pregunta y solo eso. Kanon esparció la mirada alrededor y le sonrió condescendiente—. Es obvio que no. Pues lamento informarle que ayer la policía confiscó una buena cantidad de dinero de la planta y el tesorero ya confesó haber sido sobornado.
—¡Imposible!
—Nada es imposible, me temo —discrepó—. Desafortunadamente, eso los desacredita como testigos en una corte. Para ser honesto, también preferiría firmar el acuerdo que arriesgarme a ir a una batalla perdida y ser humillado en público, si estuviera en su posición.
Kanon le entregó su celular. Tianzi se mareó intentando leer las primeras líneas de la noticia. Al cabo de unos segundos, entendió lo que estaba mal: sus manos estaban temblando. Kanon se agachó a la altura de su oreja.
—No se preocupe, señorita Tianzi. No traicionará al sindicato si todos firman acuerdo. Nadie tendrá el derecho de juzgarla —le susurró. Su voz era tan melosa que sus palabras se habían espesado, facilitando su adhesión a las paredes de su cabeza—. Una vez que ponga su sello, el dinero será transferido a su cuenta automáticamente y la compañía correrá con todos los gastos del hospital. Se lo prometo. Ahora...
Kanon sacó la almohadilla del bolsillo de su chaqueta, la destapó, agarró con ternura la mano inerme de Tianzi, hizo presionar su pulgar sobre la almohadilla, condujo su mano al contrato y la ayudó a hundir su dedo entintado de rojo en el espacio para colocar el sello. Las lágrimas habían aflorado ya. Se derramaron algunas sobre el papel. Kanon tuvo que quitarlo del regazo de Tianzi. Lo guardó en un portafolio y le envió unas señas a los guardaespaldas que lo habían acompañado. Salieron del cuarto estéril, cuando Tianzi se había cubierto el rostro infantil con ambas manos. Kanon y su séquito se cambiaron de ropa en otra habitación y partieron rumbo a la mansión Britannia. Kanon probó llamar al presidente Schneizel para compartirle la buena nueva a las afueras del hospital. En esto, un motor bramó en algún punto del estacionamiento detrás de ellos. Ni Kanon ni los guardaespaldas hicieron caso, y el bramido remontó con más fuerza. Kanon se volvió irritado por encima del hombro y vio a Zero en una estruendosa moto negra avecinarse sobre él a la velocidad de un rayo. En un parpadeo, Zero le robó el portafolio y huyó. Kanon se quedó clavado en la banqueta con los ojos chispeando de furia y rechinando los dientes y Zero se alejaba más y más, internándose en la jungla urbana.
https://youtu.be/Ylsr2p2WLZg
Lelouch fue al bufete después de almorzar con el abogado Gottwald en su casa. Era poco más de mediodía entonces. Desde la calle estaba ardiendo en ganas de fumar un cigarrillo, por lo cual se escabulló a la cocina. En el pasado, solía joderlo de sobremanera que Cera fumara en sus narices tan descaradamente. No incurriría igual. ¡Cuál fue su sorpresa al hallar a Suzaku bebiendo licor de manzana allí! A pesar de que había almorzado con Rolo en un restaurante, le había sobrado un lugar en el estómago para un trago. Lelouch supuso que cuando el cuerpo se acostumbraba a flambear jamás daba tregua. Suzaku rehuyó a su mirada nomás apercibió su presencia y digamos que no trató de disimular. Su gesto lo hirió, mas él fingió indiferencia y se limitó a hacer lo que originalmente se disponía. Lelouch sacó su yesquero y un cigarrillo y lo prendió. Intercambiaron un saludo sobrio. Casi hueco. En algún punto, Suzaku mencionó que Li Xingke había venido al bufete. Se explayó con lujo detalle lo que departieron. Aposta continuó distante. Era como si estuvieran navegando en dos dimensiones que se superponían. Comentó Suzaku, para cuando se habían trasladado a la oficina de Lelouch:
—¿No crees que deberías tú ocuparte del caso de los empleados de Britannia Chemicals? Me preocupa que Kallen lo haga, considerando que su madre murió hace unos días.
Lelouch reconoció el eco de la voz de la experiencia. Nadie podía hablar con más propiedad del duelo que Suzaku Kururugi, quien estaba de espaldas.
—Kallen me aseguró que era capaz de llevarlo adelante y, en lo personal, me parece que está en condiciones de hacerlo. Se tomó su tiempo de aceptar la pérdida, desahogarse en lágrimas y despedirse apropiadamente de su madre. Además, sabes que ella puede ser tan terca como tú y yo. Démosle ese voto de confianza —pidió. Suzaku oyó un golpe seco y se volvió sobre su hombro. Lelouch había colocado sobre su escritorio una modesta pila de archivos—. En fin, va siendo hora de que nuestro amigo, el fiscal Waldstein, se escarmiente. Ya jodió mucho a los trabajadores de la planta química y a tantos otros. Ven y evalúa esto, Suzaku. ¿Alguno de tus colegas podría investigarlo valiéndose de esto? ¿El fiscal Guildford tal vez?
Suzaku se acercó al escritorio, agarró los documentos y le dio la espalda. Otra vez. A Lelouch lo había impresionado que pudiera prolongar la conversación sin haberle dirigido una mirada ni una vez. Suzaku puso su vaso en una esquina del escritorio y echó un vistazo a los papeles. Lelouch se arrellanó en su silla y siguió fumando, entretanto.
—Sí, sí se puede —indicó. Sus ojos se abismaron en la lectura—. ¿De dónde sacaste esto?
—Fue un obsequio de mi padre —señaló Lelouch con un involuntario, pero ineludible matiz amargo—. El presidente Charles me estuvo proporcionando su apoyo desde las sombras. Usó mi resentimiento contra él, su familia, su compañía y sus aliados para ayudarlo a deshacerse de ellos y así allanar su camino a la presidencia.
—¡No me digas! ¿Y qué se siente ser la pieza del juego de otro? —inquirió Suzaku mordaz, a la par que dejaba los papeles sobre el escritorio y agarraba su vaso.
—Creo que se pueden prescindir de las descripciones cuando los dos interlocutores conocen de primera fuente el tema, sobre todo si uno de ellos es experto en la materia... —se encebó Lelouch con malicia.
—¡Tks! —soltó Suzaku conteniendo una risita y cabeceando. Metió una mano en el bolsillo del pantalón y llevó su vaso a sus labios. Bebió—. Como tú digas...
—...De cualquier forma, si no ibas a ser capaz de establecer contacto visual conmigo, no sé para qué tratas de tener un diálogo decente —rezongó Lelouch—. Aunque sea, ten las agallas de preguntarme eso de frente o, dime, ¿por qué no te pusiste gafas?
—No lo sé, ¿debería hacerlo?
Suzaku le lanzó una mirada belicosa. Sus ojos verdes se habían zambullido en una sulfuración alcoholizada. Lelouch respondió al desafío. No se apuró en defenderse. Dio un par de caladas a su cigarrillo. Sintió el humo inflar sus pulmones y rascar su garganta amenamente. Esbozó una sonrisa que no se dilató por su rostro. Su mirada desgastada descendió sobre el tablero de ajedrez.
—Sí, me tentó emplear el Geass en ti —reconoció Lelouch toqueteando la pieza del caballo negro. Sintió como los hombros de Suzaku se ponían rígidos—. Necesitaba un caballero en mi armada. Alguien honesto, valiente, leal y amable que pudiera castigar a los corruptos con la espada de la ley. Sin miedo. Al igual que la famosa Dama de la Justicia.
—¿Pero?
—Pero no tuve por qué hacerlo ni pedirte nada. Aun si nos encontrábamos en lados opuestos, nuestros objetivos eran el mismo. No pueden ser enemigas dos personas que tienen en común el mismo deseo. Bueno, tú lo dijiste —observó Lelouch—. Ahora, si pudiera utilizar el Geass en ti, sería para obligarte a dejar esa mierda que tienes en la mano. Te hace daño.
Lelouch se forzó en añadir un comentario irreverente. No quería cerrar con una nota emotiva. Distraídamente, se había puesto a jugar. Inauguró la partida movilizando el peón blanco hacia la casilla E4. Contraatacó con el caballo del rey en F6. El peón blanco acaparó la posición en C4 y el peón negro contestó avanzando hasta E5 donde fue capturado por la infantería blanca. La caballería negra siguió adentrándose en terreno conquistando la casilla E4. Era la variante Fajarowicz del Gambito Budapest y uno de los movimientos más recurrentes de Lelouch por plantear un contragolpe agresivo. Suzaku había seguido sus jugadas con la vista. Iba a ingerir otro trago corto, y cambió de idea.
—Mi plan siempre consistió en arrestar y demostrar todos los crímenes del presidente Charles y los suyos en una corte —reveló, mordiéndose el labio. Propinó unos golpecitos al suelo con la punta del pie—. Luego de que recibieran una sentencia justa, pretendía finalizar con lo que inicié hace diecisiete años en el estudio de mi padre: arrancándome la vida del pecho.
https://youtu.be/uFsjrJVxToA
La pieza del caballo negro resbaló de la mano de Lelouch, rodó por la superficie del escritorio y cayó. Lelouch fijó sus ojos incrédulos en su examigo. Parecía que le había dado un derrame cerebral. Se puso de pie enérgicamente.
—¡¿Qué carajo?! —vociferó—. ¡¿Por qué harías semejante estupidez?!
—Porque así es la justicia, Lelouch —espetó él haciendo estremecer las paredes—. No puedo castigar con la ley a los infractores y saltarme el castigo cuando soy un infractor más. Todas las acciones acarrean consecuencias y eso me incluye. Si confieso mi crimen en la comisaría, reabrirán los casos que investigué. Es posible que dejen libres a todos los que yo encerré...
—Eres un bastardo egoísta —masculló. La fría ira había engullido la caliente sorpresa.
—Sí, lo soy ¡y agrega que soy un hipócrita! Pero también soy consecuente —increpó. Suzaku y Lelouch estuvieron midiéndose el uno al otro por un instante interminable. Acordaron bajar la guardia como si se hubieran leído la mente. Lelouch se dejó caer en su asiento y se pellizcó el puente de la nariz. Suzaku recogió la pieza y la puso devuelta en su lugar—. Sabes, cuando Euphie me propuso construir juntos un mundo de misericordia no acepté porque era un tonto enamorado, acepté porque quería creer que era posible. C.C. el otro día me dijo que en el bar se percató que todos anhelábamos perdón —murmuró Suzaku—. No sé si pueda perdonarme a mí mismo algún día por mis pecados, así que no le exigiré a nadie que lo haga. No obstante, sí quiero sentir que mi vida tuvo sentido cuando llegue a su fin —declaró. Lelouch persistió en su silencio. Sus labios estaban firmemente sellados. Su semblante había pasado por todas las fases que implicaba la asimilación. No importaba que dijera ninguna palabra. Comprendía todo. Suzaku iba a sorber otro poco del licor cuando tapó el vaso con su mano—. No, tienes razón. Esto es una mierda.
Suzaku se marchó, sin más. Lelouch apagó el cigarrillo en el cenicero y sacó otro. Se recostó sobre el respaldo y fumó mirando fijamente el techo. Suzaku, por su parte, regresó a la cocina y echó todo el licor en el fregadero. No bebería ni una sola gota de alcohol el resto de su vida.
https://youtu.be/jLyPphwGbvs
Luciano Bradley fumaba apoltronado en el sofá de la sala de una casa que no era suya. Tenía un hambre voraz y el cuerpo entumecido por el frío. No había comido nada en toda la mañana y solo se había arropado con un periódico. La cama del dormitorio principal tenía un edredón que bien pudo emplear como una manta y en la cocina había sopa instantánea, pero a Luciano le daba pereza mover el culo hasta cualquiera de las dos habitaciones y hacer algo. De todos modos, se sentía rehén en ese apartamento. No era libre de ir adonde quisiera. La policía de Pendragón y los matones de Britannia Corps andaban tras su rastro. Luciano retornó a su casa poco después de su milagroso escape. Halló la entrada precintada y el perímetro vigilado por algunos oficiales. Luciano esperó que bajaran la guardia y penetró en su casa por la ventana. Cogió una pistola que guardaba y se fue.
Por extraño que parezca, esta fue la primera vez que Luciano sintió el vacío de su soledad.
En situaciones como esta, un amigo o familiar hubiera sido de utilidad. La cosa era que Luciano no tenía a nadie. Era huérfano y nunca se preocupó por desarrollar lazos afectivos con nadie. A falta de alguien que pudiera prestarle refugio y cuidarlo, Luciano apeló al poder coercitivo. Allanó una casa, asesinó a los propietarios y se quedó viviendo ahí durante estas semanas que estuvo desaparecido. La comida y los servicios de esa casa lo abastecerían por un periodo, tal como lo habían hecho hasta ahora, y ¿después? ¿Qué haría? Necesitaba salir con urgencia del país. Pendragón ya no era seguro para él. Pero Luciano quería venganza. Él había hecho todo por el bienestar de la compañía y el presidente se lo remuneraba convirtiéndolo en un criminal. ¡No era justo! El presidente Schneizel tenía las manos manchadas de sangre como él, pues su boca había dictado la orden asesina. Él nada más había sido el brazo ejecutor. Si iba irse al infierno, no se iría solo.
Ahí estaba, por cierto, dando una rueda de prensa en la televisión. Había decidido protegerse a sí mismo y a Britannia Corps atacando primero. Schneizel era un contendiente profiláctico. Se sentía cómodo resguardado en su gran fortaleza devanando estrategias para vulnerar a sus rivales y asegurar su posición. Aquello suponía un gran cambio. Bueno, la guerra obligaba a la gente a abandonar su zona de confort. Por lo demás, el presidente Schneizel siempre había sido un encantador de serpientes y uno de los mejores en su especie. Este era el otro motivo por el cual se resistía a levantarse. Quería escuchar sus mentiras.
—...En mi carácter de presidente de Britannia Corps, estoy en el deber de revelar la verdad detrás de los hechos de ese día y la verdad es, según nuestros informes y lo que ha verificado el departamento de policía de Pendragón, que Luciano Bradley orquestó la represión contra los empleados de Britannia Chemicals. Desde este minuto quiero aclarar que el Sr. Bradley ya no trabaja más para nosotros. Su comportamiento no se ajusta a nuestras políticas y ética de trabajo. Nosotros, en Britannia Corps, repudiamos todo tipo de represión y condenamos cualquier acto de violencia que atente contra la integridad física de nuestros trabajadores. Por todo esto, Britannia Corps cooperará activamente con la policía en la captura de...
La boca de Luciano flotó a unos centímetros sobre la boquilla de la lata de cerveza. Al oír su nombre, sus ojos se clavaron como dardos en el rostro del presidente Schneizel. Corrección, en su máscara. Eso era lo que los diferenciaba. Nada que ver con la meritocracia, joder. Solo uno había necesitado usar una máscara para sobrevivir y ambos lo sabían. La sangre caliente de Luciano empezó a hervir debajo su piel, a medida que el presidente Schneizel se distendía más, lo que le confirió una fuerza casi sobrehumana. Su puño estrujó la lata y la arrojó contra el televisor con saña asesina salpicando la pantalla y el piso. La lata rebotó con estrépito.
—...Agradezco la pregunta. Aconsejo no dejarse guiar por las apariencias. Recientemente he recibido un reporte de que el susodicho Zero allanó nuestros espacios y atacó al personal de seguridad. ¿Qué hay de extraño? Nada. Ya en el pasado, Zero ha secuestrado, torturado y matado. Es un agente del caos que ha...
Luciano pateó el televisor en un paroxismo de rabia y continuó propinándole patadas incluso cuando ya se había apagado. Con cada golpe, Luciano sentía cómo el odio se iba enquistando en sus venas, engrosándolas. Únicamente se detuvo para recuperar el aliento. Aulló frustrado. Estaba exhausto. Los golpes habían exprimido casi todas sus energías. Casi todas. Resultaba increíble que aún pudiera mantenerse en movimiento. La aparición del presidente Schneizel lo había inspirado. Bradley sacó su celular y marcó el número de Kewell. «Vamos, sabandija. Contesta», rumiaba el chacal palmeándose los muslos con impaciencia. Su corazón se aceleró al apercibir que la llamada cayó. Por un buen conjunto de razones, esta no era una buena idea y lo presentía. Y le importaba un carajo.
—¿Sí?
—¡Kewell, coño! ¡Por fin, atiendes!
—¿Luciano? ¡Santo cielo! Ahora no es un buen momento...
—Nunca es un buen momento —lo cortó Luciano, malhumorado—. Necesito tu ayuda.
—¿Mi ayuda? —repitió Kewell del otro lado de la línea, abstraído—. ¿Para salir del país?
—No. No para eso.
—Entonces, ¿para qué? ¿Qué quieres?
Quería ver al presidente Schneizel cagarse de miedo, arrastrarse y suplicar. Quería arrancarle de los labios aquella estúpida sonrisita falsa. ¡Maldita sea! ¡Quería romperlo! Quería..., ¿qué quería? ¡Ah, sí! Quería reunirse con él una última vez.
https://youtu.be/RaBdq9WP-LQ
A Suzaku se le formó un nudo en el estómago cuando pisó el vestíbulo de la fiscalía de la división central después de un periodo evitando aquel lugar. A riesgo de parecer ingenuo, debía admitir que no había reparado cuán maltratado estaba el edificio hasta ese punto que se puso a estudiarlo mientras se armaba de valor para entrar. La fiscalía donde trabajaba Suzaku era una torre de dieciséis pisos con una fachada exterior de cemento con formas rectangulares de varios tipos: troneras, cuadrículas de rejilla, bloques lisos. El interior era más deprimente. Los ascensores estaban forrados con asbesto y las piezas eran mortecinas y herméticas. A ello había que sumarle que algunas paredes estaban desconchadas y todas habían sido recubiertas por una fina capa gris, inyectándole una lobreguez y frialdad a la atmósfera. Era como si el arquitecto y el decorador de interiores hubieran prohibido las líneas curvas, los colores cálidos y cualquier material de construcción que pudiera dotar de vida al edificio. La infraestructura estaba pidiendo a gritos ser remodelada. Algo peor aún era que todos sabían que la fiscalía era un edificio enfermo y no hacían nada. Suzaku supuso que acabaron acostumbrándose y dejaron de prestar atención al igual que él. «El estado de la fiscalía y los juzgados es la salud de la esperanza del pueblo por su sistema judicial», se había burlado con crueldad una vocecita en su mente que sonaba bastante similar a Lelouch. ¡Lelouch! La persona por quien había renunciado y el mismo por quien había vuelto a la fiscalía. Tenía que localizar al fiscal Guildford y entregarle todos los trapos sucios sobre el fiscal Waldstein. Rogaba por que estuviera en su oficina.
—¡Oye, Suzaku!
El aludido se giró hacia donde procedía aquella voz y vio a Gino haciéndole unas señas desde lejos. Le correspondió al saludo:
—¡Hola, Gino! ¿Cómo está tu día?
—Pues se está poniendo mejor ahora que te he visto —indicó con una sonrisa colocando una mano en su hombro amistosamente—. ¿Trasladamos esta plática a mi oficina o tienes prisa?
—No, está bien. Podemos hablar un rato.
Gino amplió su sonrisa y se adelantó. «¡Qué alto es Gino!», fue todo lo que pensó Suzaku al constatar que tenía que alzar la cabeza para dirigirse a él. Se dijo que no se pararía a su lado enfrente de nadie, si podía impedirlo. La oficina del fiscal Weinberg estaba en el mismo piso en que estuvo la suya a la vuelta de un recodo hacia la derecha. Gino compartía su despacho con otro fiscal que en ese momento estaba ausente. Según Gino, estaba trabajando en un caso que lo tenía loco. Al llegar, Suzaku colocó abajo el portafolio en donde traía los archivos que Lelouch le había conferido y se tendió en un sofá entretanto Gino servía café para ambos.
—Y, bueno, ¿cómo has estado? Habías estado fuera de mi radar por bastante tiempo y no me sentí cómodo con eso, ¿en dónde te habías metido? —le preguntó Gino.
—Renuncié —soltó Suzaku, sintiéndose medianamente avergonzado—. ¿No sabías?
—No. Hasta donde tuve conocimiento, te quitaron el caso de Zero porque habías perdido tu último juicio que era un caso de alto perfil y se lo reasignaron a Anya. Luego, te desapareciste del mapa y yo supuse que estabas alicaído —contestó Gino volviendo con dos vasos de café. Le tendió uno a Suzaku y él se sentó en el sillón junto a su amigo.
—Pero yo le entregué mi renuncia al fiscal Waldstein, ¿no la aceptó? —aventuró el exfiscal, francamente confundido—. ¿Por qué?
—No me pidas que descifre los designios de nuestro ilustre fiscal jefe. Mi capacidad analítica tiene límites cuando se trata de él —se excusó Gino mediante un ademán. De repente, le dio un golpecito con el pie en la pantorrilla—. ¡Oye! Pero si creías haber renunciado, a lo mejor no sabes lo de Zero.
—¿Saber qué?
—Que el presidente de Britannia Corps se asoció con el departamento de policía y la fiscalía para montarle una trampa a Zero y Luciano Bradley, el perpetrador de la represión contra los trabajadores de Britannia Chemicals.
—¿Trampa? ¿Qué clase de trampa?
—Ojalá supiera —se lamentó Gino, torciendo los labios en una mueca—. No es mi caso; es el de Anya y tú ya la conoces. Es extremadamente reservada con sus casos, así que no manejo los detalles. Lo que te estoy digo es lo que corre por estos pasillos. Me pareció terriblemente injusto que te quitaran el caso de Zero porque perdiste en un juicio. Son dos hechos aislados. Creí que deberías saber que ese forajido tiene los días de libertad contados —agregó el rubio, contemplativo. Sorbió su café—. ¿Y qué has estado haciendo estos días?
—Estuve trabajando en el bufete de Lelouch.
—¿Lelouch? —repitió Gino enarcando las cejas—. ¿Quieres decir el abogado Lamperouge, el mismo que tú enjuiciaste en el...?
—Sí, ese mismo —confirmó con brusquedad. Suzaku se azoró ante la mirada inquisitoria de Gino, como si al fijar una mirada intensa fuera capaz de llegar hasta el fondo de la verdad—. No te equivoques. Me mudé a trabajar con Lelouch porque lo estoy investigando.
—De acuerdo y, cuando tu investigación termine, ¿retomarás tu puesto en la fiscalía?
—Por una parte, eso quisiera. Nada me alegraría más en el mundo —suspiró—. Por otra, no sé. No me sentiría cómodo trabajando en un sitio que no representa ni respeta mis creencias. Más bien, en un sitio que destruyó todo lo que yo creía y quién era —explicó viendo el café totalmente intacto, que sujetaba con las dos manos. El dolor destilaba en su voz. Suzaku entrevió a Gino que parecía extraviado en busca del sentido de sus palabras. Decidió cambiar de tema—: oye, Gino, ¿el fiscal Guilford está aquí? Vine a dejarle algo.
Suzaku forzó una sonrisa. Juró que su corazón iba a partirse porque, aun si su fe ciega por el sistema judicial se había esfumado, no era lo mismo pensarlo que decirlo. Sorprendentemente su cuerpo lo toleró bastante bien. «Has madurado, Suzaku Kururugi», se habría reído Lelouch si hubiera leído sus pensamientos entonces. ¡Demonios, no! De por sí era el colmo que tuviera el poder de controlar a las personas. No lo quería dentro de su cabeza. En cualquier caso, era la verdad.
https://youtu.be/DzMp2_efFoA
Rolo había estado acompañando a Nunnally a la iglesia. Nunnally solía ir a la misa dominical con Sayoko. Rolo la relevó en las últimas semanas. Ella se lo propuso y él aceptó sin pensar. No había estado en una iglesia desde que era niño. Rolo no le contó que él era ateo. Nunnally podría pensar que se sentiría incómodo y, en consecuencia, podría retirar la invitación y Rolo no quería que lo hiciera. Todo lo contrario. Quería permanecer cerca de ella para protegerla y, por extensión, proteger a Lelouch. Rolo pensó que así no solo estaría ayudando a Lelouch, sino que era lo mejor que podía hacer por él. El punto débil de Lelouch era su zona indefensa también. Lelouch estaba ocupado discurriendo maneras de arremeter contra Britannia Corps. No podía asegurar la seguridad de su hermana al mismo tiempo. Si C.C. no iba a ser el escudo que Lelouch necesitaba que fuera, Rolo lo sería. Pero Rolo era un asesino asalariado. No un guardaespaldas ni un caballero de honor. Matar a los otros era lo que él hacía. No cuidarlos. «Debo dejar de diferenciar un oficio de otro o no podré desempeñar mi trabajo. Me limitaré a estar con Nunnally y si alguien trata de lastimarla, lo mataré. Eso es algo que puedo hacer». Sobre la base de ese razonamiento, Rolo se convirtió en la sombra de Nunnally y, aunque en principio asumió la responsabilidad sobre la hermana de Lelouch para congraciarse con él, un afecto nació en esa relación y Rolo pasó a protegerla por elección personal. Por desgracia, ella fue asesinada de todas maneras. Rolo lamentó su fracaso y a partir de entonces tomó la determinación de dedicarse a Lelouch.
«Eso es un compromiso lindo, pero extenuante e impreciso. Estaría bien que trazaras algunos límites, ¿hasta cuándo piensas consagrarte a él?», le había preguntado el juez lógico que vivía en su cabeza una noche que estaba tumbado sobre la cama sin conciliar el sueño.
«No lo sé, ¿hasta que termine la guerra contra Britannia Corps? Realmente no me importa».
«No puedes vivir arrastrándote por siempre».
«Sí puedo. Así he vivido por años y no conozco otro modo de vivir», se dijo Rolo y se giró de lado. No estaba de humor para una batalla contra sí mismo.
«¿Esto es porque te sientes culpable? ¿Quieres redimirte?».
El catolicismo sostenía que el arrepentimiento podía exonerar a cualquiera de sus cargos de consciencia porque el dios cristiano absolvía a los arrepentidos de corazón. Rolo lo dudaba. De dónde provenía, había aprendido que nada era demasiado fácil de conseguir. Sin embargo, a veces deseaba creer con todas sus fuerzas en la expiación. Como en ese momento.
—¿Crees que la muerte es el castigo del hombre por sus pecados?
https://youtu.be/mI2K0t8EAwE
Rolo había dejado caer la pregunta sin pensar. Estaba en la iglesia con el objeto de su cuidado. No era domingo y la misa ya había pasado. Sospechaba que Lelouch lo sabía. Se sentaron en un banquillo y estuvieron allí en silencio por casi una hora. Ocioso, Rolo se dedicó a estudiar el lugar en ese tiempo. Era una iglesia de vastas dimensiones. Ocupaban las paredes laterales una ristra de vitrales estrechos con imágenes de diferentes santos. Los rayos del sol o la luna se desparramaban sobre los objetos al atravesarlos. El techo era altísimo y abovedado. Estaba pudorosamente decorado con motivos extraños de estilo gótico. Colgaba de aquella taciturna bóveda un gigantesco incensario de una sola cadena de largos eslabones de oro, con múltiples perforaciones dispuestas de tal suerte que a través de ellas se veían las contorsiones continuas de llamas multicolores. Rolo había oído que esa iglesia pertenecía a la familia Britannia, pero no había podido corroborar dicha información.
—¿A qué te refieres? —inquirió Lelouch frunciendo el ceño en señal de desorientación.
—¿Crees en el infierno? —atinó a preguntar Rolo sin mirarlo—. ¿Crees que en verdad existe un lugar en que las personas son castigadas por sus pecados durante toda la eternidad después de la muerte?
—Creo que las personas deben pagar por sus pecados en la vida —suspiró Lelouch con voz lejana—. La muerte es el fin de todo. La vida es el transcurso y mientras aún respires puedes hacer algo que marque la diferencia. O sino simplemente puedes dejar que te pase por encima —sugirió Lelouch, entreviendo a Rolo de reojo por una ráfaga de segundo—. El dolor, a fin de cuentas, es inherente a la vida y es el componente sustancial del sufrimiento. Por eso creo en el infierno —afirmó Lelouch—. A diario lo veo. Está aquí, en todo lo que ves, en todo lo que sientes, en todo lo que respiras. Está dentro de cada uno de nosotros.
—Así que la vida es el infierno. Es lo que entiendo, ¿no?
—Eso es correcto.
Lelouch metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una cajita de cigarrillos. El yesquero, a su vez, lo extrajo del bolsillo del pantalón. Colocó un cigarrillo en su boca y lo prendió con el yesquero mientras protegía la llama con una mano. Estaban entrando rachas de viento a través de la puerta. Estaba prohibido fumar en la iglesia. Pero nadie excepto Rolo lo estaba viendo y él no lo iba a sermonear. Esto es porque Lelouch primeramente utilizó su Geass en los sacerdotes, los monaguillos y feligreses para expulsarlos de ahí y dejarlo a solas con Rolo. Un desperdicio del poder del Geass, sin duda; aunque a él no le importaba. Lelouch procedió a fumar un poco.
—Asumo que crees en el paraíso, entonces —observó Rolo.
—Si existe el infierno, debe haber un paraíso. Así como si existe la noche, existe el día.
—Bien, ¿y en dónde consideras que está?
—En los labios de la mujer amada*** —indicó Lelouch y se le dibujó una sonrisa traviesa.
—Suenas como si hubieras estado allí hace poco —sonrió su interlocutor nervioso—. Debo admitir que estoy impresionado con tu respuesta. Tu hermana me había dicho que eras ateo.
—Ser ateo no significa que no eres creyentes. Todos creemos en algo. Por ejemplo, creo en la religión del amor y mi diosa es Kallen. Su cuerpo es el templo al que mis manos peregrinan y le rindo culto con mis besos. A ella le ofrezco mi corazón y mi carne por sus dones. Es la única ante la cual me arrodillo.
«Y la única que dejo que me sumerja en éxtasis», agregó Lelouch para sus adentros e inhaló su cigarrillo profundamente.
—¡Guau! —exclamó Rolo—. Te aconsejo pronunciar esas palabras la próxima vez que reces a tu diosa. De seguro te lo recompensará llevándote al paraíso
—No creo que pueda elevar tal plegaria sin ruborizarme. Hasta yo tengo mis límites. Puede que no lo parezca, pero me costó decírtelo —se rió Lelouch y, en efecto, un rubor vivo había teñido sus mejillas. Fumó otra vez para atenuar la vergüenza.
—No te ruborizarás más que ella. Lo presiento —lo alentó Rolo con una sonrisa humilde. Se enserió de súbito—. Volviendo a nuestro tema, si el sufrimiento es el castigo que nos impone la vida por nuestros pecados, ¿es nuestro medio de expiación, por tanto?
—No, el sufrimiento es el instrumento del castigo —disintió meneando la cabeza una vez—. No posee ningún carácter salvífico ni catártico. Es un mal terrible. Esa visión benévola del dolor y el sufrimiento es la interpretación romántica del cristianismo en favor de normalizarlo y justificarlo hasta cierto punto —sentenció Lelouch con una entonación sombría y se dignó en volverse hacia Rolo, por fin—. ¿No estás de acuerdo?
—Sí. De cierta manera, había llegado a ese razonamiento. Aprendí a desprenderme de mis sentimientos a fin de realizar un mejor trabajo y de evadir el sufrimiento. Me tomó mi tiempo.
—¿A qué precio lo lograste?
—Al de mi humanidad —susurró.
Rolo recordaba que experimentó unas violentas arcadas cuando cometió su primer asesinato. Por una temporada, no podía dormir con la luz apagada porque en la obscuridad las grotescas imágenes del cadáver se presentaban. Tampoco podía comer salsa de tomate ni ver vísceras de res. Llegó un punto en que solo seguía sus instintos igual que un animal. Sí, eso era. Vivía como un animal. ¿En qué tiempo y en qué lugar se había librado de su humanidad y se había convertido en un cuchillo? No podía decirlo con precisión. De pronto descubrió que la sangre no le repulsaba ni los gritos estertóreos lo perturbaban en su segundo asesinato.
—¿Eso quiere decir que nunca te has arrepentido por tus pecados? —indagó Lelouch.
—No. O sí. Tal vez, mejor dicho. Si no quieres deshumanizarte como yo, te recomiendo no restarles importancia a los crímenes menores. Así es como se empieza... —observó Rolo. Se atrevió a encararlo tras tragar saliva, timorato—. Tú siempre lo supiste, ¿no?
—¿Qué cosa?
—Que yo maté a Euphemia, tu medio hermana, la mujer que amaste.
Su interlocutor vaciló. ¿Estaba pensando su respuesta o maliciosa e intencionadamente estaba torturándolo con el silencio? Rolo se sintió preso de una pavorosa sensación de vértigo.
—Sí.
Aquel «sí» pareció haber martillado con un cincel su corazón a tal grado que se le había caído un buen pedazo.
—¡Entonces debes odiarme! —gimió comiéndose las sílabas. No lo dejó responder. Se puso de pie aprisa, salió hacia el pasillo central que dividía en dos lados la iglesia y se arrodilló en frente de Lelouch que tenía una pierna sobre la otra—. Sé que mi muerte no alcanzará a pagar mis pecados, así que te ofreceré mi vida. Seré tu cuchillo. Eliminaré a todos tus enemigos y te abriré el camino al éxito. ¡Ordéname lo que desees y no temas en usarme!
Rolo clavó los puños en el suelo y dobló la mitad del cuerpo hacia abajo. Aterrizó sobre ellos un silencio conmovedor. Lelouch examinó a Rolo con una mirada inescrutable. Reflexionó qué iba hacer con Rolo mientras subía y bajaba la muñeca discretamente. Tenía sentimientos encontrados. Su lado más mezquino y rencoroso lo tentaba pisotear a Rolo, patearlo y barrer la iglesia con su cara. Su lado compasivo, en cambio, quería ayudarlo a levantarse. «No sé si pueda perdonarme a mí mismo algún día por mis pecados, así que no le exigiré a nadie que lo haga», la lastimera voz de Suzaku se reprodujo como en un eco en la cabeza de Lelouch. Maldición, ¿por qué justo ahora? Lelouch se presionó la sien con la otra mano. «No obstante, sí quiero sentir que mi vida tuvo sentido cuando llegue a su fin». Lelouch inspiró hondo y se arrodilló también. Puso su mano en su hombro en plan consolador. Rolo se tensó.
—Que así sea —indicó Lelouch con acento cariñoso—. C.C. se fue. Voy a necesitar un nuevo cómplice para mi próximo plan. Te necesitaré y no podrás asistirme si no estás de pie.
—¡Sí, sí! —farfulló Rolo que había levantado los ojos hacia él. Hizo un ademán de erguirse, pero lanzó una pregunta—. ¿Próximo plan?
—Así es —asintió Lelouch, sonriente—. Rolo, ¿alguna vez has visto un millón de milagros?
—Ni siquiera creo en los milagros.
Por los labios de Lelouch se extendió una amplia sonrisa enigmática.
—Verás pronto un millón que te hará creer en ellos.
N/A:
*Sūtra: a grandes rasgos, es la escritura sagrada budista.
**Los funerales japoneses duran hasta dos días y se dividen en cuatro eventos: Otsuya, Kokubetsushi, Kasou y Okiome. Debido a que solo me interesaba las conversaciones de Kallen con su padre y Ohgi, me brinqué al segundo día y mostré las últimas.
***De la escritora que te trajo referencias sexuales con analogías al ajedrez, ahora llega las referencias sexuales con analogías a la religión (y no me importa si me queman por hereje). Esta línea, al igual que el otro diálogo de Lelouch, tiene connotaciones sexuales. Las mujeres tienen dos pares de labios: los labios de la boca que todos conocemos y los labios vaginales. No es difícil adivinar a cuál se refiere Lelouch teniendo en cuenta qué pasó en escenas previas (este Lelouch es un picarón).
Me prometí a mí misma que no iba a actualizar hasta que el capítulo en el que yo estaba trabajando estuviera listo ya que llevaba dos meses sin poder escribir. Estuve a caballo entre librar una batalla contra mis demonios internos y jugar a los Sims 4 para reducir un poco el estrés y aliviar la depresión (presiento que no servirá de nada cuando vuelva a clases, ojalá me equivoque). Aunque, haciendo mis cuentas, arrastraba eso desde junio y entonces estaba cursando mi último semestre. Bueno, no quiero desviarme contando mis problemas personales ni tampoco extenderme. Aunque sentí este capítulo largo, no me aburrí. Lo corregí relativamente rápido y no sé si eso es buena o mala señal ya que he estado añadiendo o modificando ligeras cositas de capítulos pasados. Agradezco de antemano toda la paciencia que han tenido con el fanfic. Entiendo que con el tiempo se desgasta. Así que creo que si siguen hasta aquí es por amor e interés en la historia.
Para ser franca, no he estado del todo convencida con las personalidades y la dinámica de Lelouch y Kallen en los long-fics centrados en la pareja que he llegado a leer —en los one-shot los fickers capturan mejor sus personalidades y su dinámica—. Sobra decir que este es un preámbulo de mi visión de cómo sería la dinámica de Lelouch y Kallen si fueran amantes/novios, desde luego, adaptada a los acontecimientos del fanfic (lo crean o no, las experiencias y la edad influyen en una relación). Lelouch y Kallen se aman con pasión y ternura. Sin embargo, no es una relación perfecta. Hay muchas que tienen que trabajar si acaso ellos quieren seguir juntos. Lelouch está tan perdidamente enamorado de Kallen como ella de él, empero a él le cuesta abrirse a ella y expresar sus sentimientos debido a sus traumas y sus miedos. Kallen es cariñosa, honesta y súper expresiva (y algo celosita, sin rayar en lo tóxico). Esta Kallen, en particular y como han podido apreciar, abraza su sexualidad sin tapujos al igual que Lelouch. No tengo problemas ni pongo en duda que una mujer de la edad de esta Kallen sea pudorosa o no haya iniciado su vida sexual, sin embargo, yo quería escribirlos en el mismo nivel (y estoy un poco harta del cliché de que la chica se guarda hasta que conoce al chico de sus chicos que casualmente es un maestro del sexo, ¿Lelouch es activo sexualmente y ella no? ¿Qué es esa mierda?). ¿Por qué? Porque en el canon están en igualdad de condiciones. Si estuvieran en una relación, ellos sería una pareja torpe, dulce y apasionada descubriendo las maravillas del primer amor (aunque siguen siendo unos adolescentes hormonados). En teoría, estos Lelouch y Kallen son maduros emocionalmente, seguros de su sexualidad y con mayor responsabilidad afectiva. Son dulces sin llegar a ser muy empalagosos y son pasionales, al mismo tiempo. Es un perfecto equilibrio. Quizá parezca que la balanza se inclina más hacia la pasión, pero entiéndalos: llevan capítulos aguantándose sus ganas de lanzarse el uno contra el otro y apenas es el inicio de su relación.
Saben, quizás haya sido bueno que la pobre de Euphemia haya descubierto la horrorosa verdad ya que si todo hubiera seguido acorde al plan original y Lelouch se casara con ella, habría sido un matrimonio infeliz. Lelouch se habría enterado de la verdad de sus lazos sangre y le habría sido incómodo y difícil mantener una relación romántica con su medio hermana. Además de que la atracción que Lelouch sentía por Kallen era fuerte y mutua. Era cuestión de tiempo para que los dos acabaran convirtiéndose en amantes. La frase que le comunicó a Rolo en la iglesia que sintetiza sus sentimientos por Kallen, por cierto, la quiero enmarcada en mi pared. Esa conversación en la iglesia es la que da origen al título de este capítulo y es importante por varias razones que no desentrañaré. De lejos, es mi escena favorita de este capítulo.
Mención especial a los diálogos que involucraron a Suzaku. Fue tan desgarrador ver al pobrecito decepcionado con el sistema y hasta cierto punto de sus ideales. Lo habíamos visto. Pero por primera vez él habla abiertamente de ello. ¿No les gana la compasión?
Bien, pues, pasemos a la ronda de las preguntas: ¿les gustó la trágica historia de amor de los padres de Kallen? ¿Qué impresión tuvieron de su papá? (Sí, perfectamente puede pasar por la premisa de una telenovela, pero así ya estaban establecidas las condiciones en la serie; adicionalmente, yo quise justificar la enorme diferencia de edad entre Naoto y Kallen y dar explicación de por qué los padres de ambos no pudieron estar juntos ya que en este mundo no era tan obvio como en el anime). ¿Qué creen que haga Schneizel como contramedida para el Geass de su medio hermano y por qué Marianne le mintió? ¿Piensan que Lelouch pueda ser feliz con Kallen o alguna desgracia sucederá? Es hora de que comiencen las apuestas, ¿nuestro equipo de abogados ganará la demanda contra Britannia Corps? ¿Creen que Luciano conseguirá reunirse con Schneizel y qué piensan que resultará eso? A todas estas, ¿qué opinión tienen del plan original de Lelouch y cuál creen que fue su deseo para que obtuviera el Geass que todos conocemos? ¿Qué tal el breve vistazo que tuvimos de la relación de Schneizel y Kanon? (¡Oh, sí! Ya era hora de que profundizáramos en ellos). ¿Qué les pareció la charla entre Lelouch y Suzaku? ¿Y qué me pueden decir de la escena final en la iglesia con Lelouch y Rolo? ¿Cuál fue su escena favorita? ¿Cuáles son sus expectativas?
Escríbanme todo lo que quieran en comentarios. Nos leemos en el próximo capítulo titulado: «Re;sucitado» (¿qué cosas podemos esperar de un capítulo con ese nombre? Ya lo sabrán).
¡Nos leemos!
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