Capítulo 29: Fuego y hielo
Cera. Era un nombre cuyo origen residía en el francés y el inglés y ese era el nombre que el profesor Asplund con que había bautizado a su clon. El profesor se decantó por renombrar a C.C., en vez de darle el nombre de la niña que murió en las experimentaciones del Proyecto Geass, porque quería cortar el vínculo que unía a su creación con aquella humana. Esa chica había tenido una vida corta muy miserable: una pordiosera huérfana que terminó como sujeto de prueba. Siendo un reputado hombre de ciencia, el profesor Asplund no creía que la suerte pudiera transmitirse a través de la sangre o, en este caso, por medio del código genético. Aun así, pensaba que la chica era una parte de la identidad de C.C. y no podía revertir ese hecho, de modo que le designó un nombre cuyo significado era el mismo del nombre de la mendiga: Cheryl, aunque él le comunicó a C.C. que la había llamado Cera porque era su creador y, por tanto, podía nombrarla como quisiera. Tanto Cera como Cheryl significaban «cereza». Solo que Cera era una acuñación moderna de «cerise» (la palabra francesa asignada a «cereza») y Cheryl* era una fusión de los vocablos «cherry» (la palabra inglesa equivalente a «cereza») y «beryl». Bueno, esa era una teoría entre tantas que hay sobre la etimología de este nombre.
A C.C. le gustaban ambos nombres, independientemente de las dimensiones semánticas. La razón era simple: ambos nombres expresaban una realidad que servía como prueba irrebatible de que había tenido padres. Varios padres, para ser exacta. Por un lado, su padre adoptivo, el profesor Asplund, quien la había guiado en esta etapa de renacimiento, por decirlo de alguna forma, y, por otro lado, sus padres biológicos. Todos sus recuerdos (implantados) en torno a ellos eran brumosos. Era como si su memoria hubiera frotado con una goma de borrar todos los momentos que su corazón y su mente habían atesorado, en el sentido de que las imágenes no desaparecían por completo ya que siempre quedaban borrones luego de borrar con dureza. Ella lamentaba eso, pues era todo lo que tenía de ellos. De ahí que la irritara que Tamaki se refiriera a ella por distintos nombres. Ella tenía el suyo propio y quería ser llamada por dicho nombre. Pero lo entendía. A Tamaki le parecía antinatural «C.C.» No era un nombre normal. Ni siquiera humano. No fue la única. Ellos les cambiaban el nombre a todos los sujetos. Era lo primero que hacían los científicos una vez que los secuestraban. Ellos jamás se tomaron la molestia de explicarle por qué les ponían otro nombre a los sujetos de prueba, aunque había concebido una teoría. Libraba a los involucrados en el Proyecto Geass de los remordimientos y a sus sujetos de su humanidad. De esta manera, podían mantenerlos en cautiverio y llevar a cabo las experimentaciones con mayor facilidad para sí mismos y para ellos
El renombramiento del profesor Asplund le dio la idea al presidente Charles, a su amante y al resto del personal del Proyecto Geass de denominarla «C.C.» (también aludida como «C2» por unos cuantos) ya que, técnicamente, Cera era una extensión de la vida de Cheryl (o una segunda vida para Cheryl, según se viese) y, por consiguiente, ella tenía dos nombres. Sería incorrecto referirse a ella solo como «C». Mas el profesor Asplund seguía llamándola «Cera». C.C. sospechaba que esa su forma de reivindicar su propiedad sobre su clon. Era por eso que daba nombre a sus máquinas. Ya cuando C.C. se marchó del Proyecto Geass y pasó a vigilar a Lelouch, nadie se dirigía a ella como Cera y C.C. pudo sepultar en el cementerio del olvido su nombre y desapegarse de su otra vida para siempre.
En principio, no le importó desprenderse de su nombre. Este conjuraba un pasado en extremo doloroso que corroía su corazón como el ácido vertiéndose sobre la piel. Incluso llegó a estar agradecida tan pronto decidió emprender la venganza. La compasión era un estorbo para sus planes. El remordimiento la distraía. A tal efecto, podemos decir que la propia C.C. fue quien había cogido esa goma de borrar y se hizo eso a sí misma. Irónicamente, en sus breves ratos de meditación, se dio cuenta que su libertad perdida, su nombre arrancado, sus sueños rotos, su vida arruinada y su humanidad robada eran las piedras angulares sobre la que se sostenía su venganza. Entonces, ¿la desolaba o la aliviaba no tener eso más? ¿Cuál era su verdadera motivación? C.C. no le había querido dar vueltas a esa contradicción y logró racionalizar su campaña para darle sentido a sus acciones y animarse a seguir. Se convenció de que tomaba la venganza ya que no podía rescatar nada de lo que había sido y debía resignarse a lo que la habían convertido. Un mueble. Una herramienta. Un arma. Una torre. Una bruja. Durante ese tiempo, ella salió a explorar el mundo. Halló una familia. Hizo amigos. Conoció el amor. Fue amada y amó. Ratificó que estaba en lo cierto. No podía volver a ser lo que fue. La suma de las experiencias la habían transformado en alguien nuevo. Esta transformación, a su vez, le brindó una nueva vida y lo perdió todo otra vez. Había vuelto a ser encerrada en una jaula del Proyecto Geass. Había vuelto a ser metida en una camisa de fuerza. Con la diferencia de que esta vez nada le fue arrebatado. Ella misma renunció todo. Por tonta. ¿Qué harían con ella? No experimentarían con ella. No tenía un Geass. Ella solamente había servido para ser una espía y ella los había traicionado. No le era útil al Proyecto Geass para nada. Cera amagó una sonrisa triste. Era obvio qué iban a hacer. Cera consideró este final digno para la bruja malvada que había sido.
Marianne intentó sonsacarle el paradero de su hijo. Jamás la había visto en un estado alterado. Era irreconocible. Cuando amenazó con torturarla, Cera fue astuta y solicitó ver al presidente Schneizel, prometiendo que se lo confesaría únicamente a él. Había oído que su padre estaba en una condición crítica, por lo cual su hijo asumió el liderazgo. El presidente se presentó en su celda en el acto. Tal cual ella pensó que lo haría. El segundo en la línea de la sucesión era distinto a su padre. Él no habría accedido. No tenía tiempo para ser misericordioso.
—Tenía que verlo por mí mismo para creerlo y aún viéndolo no lo asimilo. Dos personas que juraba que habían muerto resultan que están vivas. ¡Son demasiadas sorpresas por un día! —comentó el presidente Schneizel—. Bien, señorita...
—Cera. Por favor —rogó—, llámeme Cera.
—Como guste, señorita Cera —accedió el presidente con una sonrisa condescendiente.
—¿No le gustaría saber por qué quiero darle la información a usted? —inquirió—. Sé que sí. La curiosidad está escrita por toda su cara... Se me da bien leer a las personas. Es uno de mis talentos —agregó ante el mutismo del presidente Schneizel. Acuciaba su ego impresionar al hombre más poderoso de la ciudad. Ni Lelouch se podía jactar de ello.
—¿Por qué?
—Porque es diferente a su familia. Se lo dije cuando nos conocimos. ¿Se acuerda? —contestó inclinando la cabeza—. Sabe, usted y yo nos parecemos.
—¿Ah, sí? ¿En qué?
Cera se percató de que el presidente Schneizel no la estaba tomando en serio. Tenía la misma sonrisa indulgente que se le dibujan a esas personas narcisistas cuando ven a los marginados. Esto la hizo cambiar de opinión. No quería acabar en las manos de un tipo tan repugnante.
—En nuestro egoísmo. Estamos tan abismados en nosotros mismos y en nuestros deseos que no vemos a quien nos llevamos por delante —observó la bruja. Y sonrió con aire de derrota—. Pero también usted y yo somos muy distintos: yo siempre fui consciente de mi inhumanidad y fue por esa razón que nunca titubeé ni me arredré por los remordimientos en la búsqueda de mi objetivo. Usted, en cambio, se aferra en creer que es una buena persona que ha tenido que hacer cosas malas porque no ha tenido otro remedio. La realidad es que los dos nos equivocamos, señor. No soy una bruja. Tampoco un mueble. Soy un ser humano arrepentido e imperfecto que se obstinaba en creer que era un monstruo, aunque esa creencia me hiciera daño, porque hubiera banalizado mi plan. Y usted ha elegido engañarse a sí mismo porque le resultaría enloquecedor aceptar que es un monstruo. No quiere enfrentar la culpa.
—¿Y me está obsequiando esta cuota de sabiduría porque quiere prevenirme? —preguntó el presidente Schneizel cuadrando los hombros. Se había puesto incómodo.
—Le digo esto porque en serio lo compadezco —lo corrigió—. Usted es tan miserable en su mansión como yo lo soy en esta celda.
—Sobre eso, en nombre de mi padre, quiero disculparme con usted por el abuso que aguantó por años. Fue bárbaro y repudiable. Esta celda no es el lugar idóneo para vivir, ni siquiera lo es para tener esta conversación —musitó el presidente Schneizel todavía con voz tensa, entre tanto dejaba que sus ojos vagaran por la celda. Unió las manos detrás de él para maquillar la falta de comodidad—. Señorita, no estoy aquí para anunciarle su fecha de ejecución ni para interrogarla. Es innecesario preguntarle por cosas tan obvias.
—Entonces, ¿me podré ir?
—Estoy aquí para ofrecerle un trato. Quiero que me ayude.
—¿Y si me rehúso me dejará aquí para que lo reconsidere hasta que cambie de parecer? ¡No me subestime, señor presidente! —se rió Cera amargamente—. Yo ya pasé por eso y sé cómo termina. No voy a traicionar a Lelouch. No otra vez —afirmó Cera entre pausas prolongadas. Se había producido una desarmonía entre su cuerpo y su tono. A pesar de que temblaba toda, había en su voz una convicción inquebrantable. Clavó sus ojos ribeteados y llenos de lágrimas en el presidente absorbiendo su atención—. Usted no tiene nada que ofrecerme que me pueda interesar. No permitiré mientras esté viva que me use como su arma contra Lelouch ni como una herramienta ni como su fuente de conocimiento del Proyecto Geass. Mi vida es mía y mi libertad es mía. No puede darme lo que me pertenece. ¡Soy libre!
https://youtu.be/h3xsqTgxpB0
Cera encajó sus colmillos en su lengua con ferocidad. Las lágrimas se desprendieron de sus pestañas y corrieron por sus mejillas. Estaba convulsionando y sentía que se atragantaba con el veneno del odio que la había nutrido casi toda la vida. No obstante, Cera siguió apretando. Sin importar si las lágrimas estaban calientes. Sin importar si la sangre le escaldaba la lengua y le manchaba los labios y la barbilla. El presidente llamó a voces a los agentes de seguridad, habiendo descifrado sus intenciones. Todos se envararon. Ninguno sabía qué hacer. ¡¿Cómo detienes a alguien que se muerde la lengua?! Solo C.C. tenía el control de ella. La impotencia que traslucía en sus semblantes la hizo sentirse poderosa por vez primera. Ella solía creer que únicamente era dueña de sus pensamientos y si estos, en este mismo momento, pudieran ser transcritos, esto se hubiera leído:
«Rolo me preguntó una vez cuál creía que era la naturaleza humana y yo le contesté que los seres humanos necesitaban soñar y ser libres. La libertad es la cualidad más preciada para los hombres, por lo general. Soñar es una capacidad única de la especie humana. Para ser sincera contigo, Lelouch, no sabía qué decirle. Tal vez te resulte chocante. Tengo una respuesta para todo y aquella vez no lo tuve. Dije eso porque había perdido ambas cosas y ya no me sentía humana sin la una ni la otra. Ahora lo entiendo. Ser humano es amar y eso fue lo que tú y el resto de los miembros de la firma de abogados y Nunnally me dieron. Su amor me hizo sentir humana. Pero solo fui humana de verdad cuando comencé a amar. No habría podido hacerlo si no me hubieran amado. Gracias. Ustedes atendieron mi deseo desesperado de mi corazón y me amaron incondicionalmente. Yo había sufrido tanto que me narcoticé a mí misma para evadir el dolor. Pero el dolor es el precio que pagamos por el amor y la vida se trata de amor. Estaba muerta hasta que su amor me devolvió a la vida. Ustedes me enseñaron que el único modo de no experimentar dolor es nunca sentir amor y que una vida sin amor no tiene sentido. Ojalá lo hubiera sabido entonces. Así no habría desperdiciado mi vida con la venganza. Ojalá existiera alguna manera de regresar en el tiempo. Así habría podido saborear un poco más mi renovada humanidad. Así me habría permitido sentir libremente sin represiones. La verdad, Lelouch, es que ya no quiero morir. ¡Lo sé! Perdóname. Soy una mujer egoísta y lo seré hasta el final. Sin embargo, es la última vez que puedo ayudarte y quiero hacerlo. No para resarcir el daño, sino para no herirte más. Te he lastimado demasiado por mi culpa. Espero que puedas perdonarte y perdonar a otros algún día y espero que no pierdas el poder de amar. Es mi deseo para ti, Lelouch».
Y la cabeza de Cera cayó de lado. El atisbo de una linda sonrisa curvaba en sus labios pálidos.
https://youtu.be/WkIpCKfOO8A
Cuando Lelouch volvió en sí, el esplendoroso sol vespertino de noviembre entraba a raudales a través de las persianas cerradas bañando con su luz la habitación. Escuchaba los neumáticos deslizarse por el pavimento, los pasos enérgicos de la multitud sobre la vereda y el gorjeo de los pájaros. Casi parecía una tarde primaveral. Lelouch arrugó la expresión. Había tenido un sueño loco. Soñó que su madre le había ocultado que estuvo viva durante todos estos años y que ella y el presidente Charles lo habían secuestrado con miras de experimentar con él para un proyecto ultrasecreto de ingeniería genética. En el sueño también estaba C.C. Ella lo había traicionado y lo había ayudado a escapar. Ella se había entregado a los agentes de seguridad a fin de regalarle tiempo y, al mismo tiempo, expiar sus pecados. Casi lo atraparon. Tuvo que recurrir al Geass. Tuvo que matar a varios agentes. Él logró reencontrarse con Suzaku, Kallen y Rolo. C.C. los había contactado. Todos pudieron salir siguiendo sus indicaciones en medio del caos. Después se estaba desangrando a consecuencia de una cortada profunda en su brazo. Él les ordenó llevarlo a la clínica veterinaria de Shirley. Recordaba vagamente que ella dijo que debían realizarle una trasfusión sanguínea porque había perdido mucha sangre. El sueño finalizó cuando ella se ofreció a donarle su sangre. Todo lo demás estaba en negro. Lelouch entornó los ojos. Estaba en el quirófano. Entonces, no había sido un sueño. Lelouch echó un vistazo a su brazo. Ya le habían quitado el catéter. Notó, aparte, Shirley no estaba por ninguna parte. La trasfusión sanguínea tuvo que haberse completado satisfactoriamente.
Lelouch se dobló hacia delante, sentándose. Sintió un pinchazo en el brazo. En el lugar donde le habían cosido los puntos de sutura. Cuatro puntos contó. El resto de su cuerpo estaba bien. Se sentía vigoroso. En el interior. En el exterior estaba zarrapastroso. La sangre en la mitad del rostro se le había secado. Su ropa era un enorme lienzo de sangre y mugre. Asimismo, se percató que alguien hablaba. Rolo estaba reproduciendo una transmisión en vivo de noticias en su celular. El presentador estaba dando una exclusiva: el expresidente de Britannia Corps y futuro mandatario del país, que iba a juramentarse en tres meses, había sufrido un accidente automovilístico y estaba en coma. Lelouch frunció el ceño con suspicacia y se inclinó hacia Rolo, que estaba de espaldas en una silla. La silla estaba orientada hacia la puerta.
—Conque ya despertaste. ¿Cómo estás?
Lelouch se giró. Suzaku estaba sentado en la otomana anaranjado, viéndolo. Se había quitado la chaqueta. En la mesita auxiliar, enfrente de él, estaba un vasito de plástico que humeaba. El vapor olía a café. Kallen dormía apaciblemente apoyando la cabeza en el brazo del sofá al lado de Suzaku.
—Mejor de lo que luzco.
—Es bueno oírlo —una sonrisa asomó los labios de Suzaku. La reprimió enseguida, como si estuviera mal—. Kallen tenía razón. Estás hecho un asco. Te vendría bien un baño caliente.
—Me vendría bien un cigarrillo —sonrió traviesamente Lelouch—. ¿Dónde está...?
—Está comiendo —contestó Rolo sin desviar la mirada de su celular—. Quedó bastante débil después de donarte su sangre.
—Kallen, despierta —murmuró Suzaku palmeando con suavidad el hombro de la pelirroja—. Lelouch ya despertó.
—Bien. Debería saludar a Shirley y agradecerle —expresó Lelouch, disponiéndose a pararse.
—Deja a Shirley descansar —dijo Suzaku—. ¿No crees que nos debes una explicación de lo que vimos allá?
¡Oh, claro! La explicación. Se lo había prometido. Rolo apagó el teléfono y se unió a Suzaku y a Kallen. Ellos dirigieron sus miradas expectantes hacia Lelouch. Vaciló. No había pensado qué decirles, aunque eso no suponía ningún problema para él. Perfectamente podía inventarse una mentira. O tal vez no. En esa sala estaban las personas más dignas de confianza que tenía y tal vez los únicos aliados que podían ayudarlo sin necesidad de convertirlos en esclavos del Geass. ¿Cómo pretendía que confiaran y trabajaran con él si Lelouch no confiaba en ellos? ¿No fue el engaño combinado al cruel y avieso artificio que preparó las razones por la que sus Caballeros Negros lo habían traicionado? Sí, lo fueron. En tal caso, ¿volvería a cometer el mismo error? ¿O aprender de él y tomar otra elección? Esa parecía ser la decisión correcta. Bien, ¿por dónde empezar? Por suspirar. Lelouch les contó cómo acabó en el Proyecto Geass, qué le hicieron ahí, qué era el Proyecto Geass y cuál era su propósito. Intentó replicar palabra por palabra el discurso de Charles. Les habló de las desapariciones y los planes del presidente. Omitió la venganza de Cera, la «resurrección» de su madre y la identidad real del asesino de Naoto Kozuki. Eran asuntos externos que no atañían directamente al Proyecto Geass y que le causaba dolor abordarlos.
Como había mencionado la raza de los superhumanos, Lelouch tuvo que explicarles qué era el Geass y revelarles que su padre y él tenían uno, lo cual, a la vez, implicaba decirles en qué consistía el Geass de cada uno. De igual manera, Lelouch les reveló cómo y cuándo adquirió el suyo y que estuvo en desconocimiento de su existencia hasta mucho después. Así pues, les relató que el presidente había experimentado con él en su niñez y que desde entonces poseía el Geass en un estado inactivo. Solo que lo ignoraba porque su padre había manipulado todos sus recuerdos. Añadió que su Geass se activó al presenciar la muerte de Euphemia. Mientras estuvo disertando sobre el Geass, él estuvo muy atento a las expresiones de sus interlocutores. En principio, los imbuyó un escepticismo que variaba de menor a mayor medida en cada uno de ellos y que cedió paso al desconcierto cuando les explicó de qué trataba su Geass y el del presidente, tal como si hubieran comprendido en ese punto el alcance del Proyecto Geass. La última transformación fue el horror y ocurrió cuando les habló de las experimentaciones que se vio sometido en su infancia. Suzaku se levantó de un salto.
—¡No! ¡Esto es absurdo! —objetó Suzaku con arresto—. Mira, puedo creer que el presidente Charles estuvo detrás de las desapariciones, que está obsesionado con la inmortalidad y que está liderando un proyecto ultrasecreto donde realizan experimentaciones humanas ilegales. Incluso puedo creer en la premisa de su proyecto. Dentro de su lógica disparatada es una obra con sentido y, por tanto, un imposible verosímil. Pero que digas que algo así existe...
—Es porque, en realidad, existe —enfatizó Lelouch. Y activó su Geass.
—¡Maldición! —chistó Suzaku mordiéndose la lengua por accidente. Kallen no contuvo un jadeo. Ni Rolo pudo mantener su máscara imperturbable porque los ojos se le desorbitaron.
—¿Ahora me creen?
—¿Lo has usado? —preguntó Rolo, intrigado.
—Mentiría, si lo negara. Necesitaba comprobarlo. Al igual que ustedes, yo estaba incrédulo. Pero no se equivoquen. La activación del Geass no restauró mis recuerdos. Fue Cera que me hizo saber de mi Geass, ya cuando mi inocencia quedó probada en el juicio de Euphemia. En este corto periodo, he logrado averiguar que el Geass necesita tener contacto visual directo con las personas, que el objetivo debe estar a una distancia máxima de 270 metros y que este pierde memoria de lo ocurrido antes, durante y después de estar bajo la influencia del Geass. Sospecho que es por el daño que causa el Geass en el cerebro.
—Y, tan pronto hechas tus averiguaciones, lo usaste —rumió Suzaku con tono acusador.
—No a diestra y siniestra como insinúas. El Geass funciona una vez por persona y no quiero volverme dependiente de él. Creo que si ustedes estuvieran en mi posición actuarían igual —afirmó Lelouch con una mezcla de seguridad y cinismo.
—¡No generalices! —refunfuñó Suzaku—. Esos hombres a quienes vimos, ¿tú los mataste?
—Se mataron entre ellos —contestó Lelouch y le pareció que se hundía en su asiento. Enterró las uñas en el brazo de su sofá a manera de sujetarse algo.
Había elegido hablar honestamente. Iba a morir con la verdad. «Ellos conocen mis virtudes y han visto flashes de mi espectro más oscuro. Les mostraré mi corazón. Todo de mí», pensó Lelouch. «Y luego que decidan si soy la persona que quieren seguir hasta el final».
—¿Con ayuda de tu Geass? —lo interrogó el inquisitivo Suzaku al instante.
—Sí.
Lelouch no intentó defenderse apelando a la patética excusa de que no tenía opciones, porque sí las tenía. Negarlo a través de una justificación estúpida era subestimar la inteligencia de sus interlocutores y mentirles constituía una grave ofensa. Él pudo ordenarles cualquier cosa y no lo hizo. Podrían interpretarlo como instinto de supervivencia o de asesino. En todo caso, este era la persona que era en determinados momentos y en una situación de vida o de muerte Lelouch pelearía por su vida (o la de alguien más) al punto de quitar la de otra. El asesinato no se enmarcaba dentro de sus límites. Lelouch sometió a escrutinio a sus colegas. Rolo lucía igual de aséptico. «Entre todos los que están en esta sala, él es a quien menos le importa. No está en condiciones para juzgarme y es consciente». Suzaku estaba iracundo. «Ha conseguido la respuesta que quería oír, lo cual no significa que está satisfecho». Kallen se veía perturbada ligeramente. Esta fue la expresión que más afectó a Lelouch.
—¿Has usado tu Geass en nosotros? —farfulló Kallen, temerosa.
—No.
Lelouch estudió sus reacciones. Suzaku lo miraba con tal fijeza que lo asaltó la impresión de que iba a disparar rayos láseres. Se atrevía a adivinar qué estaba pensando. Debía inferir que Charles experimentó con él porque lo sedujo la idea de que su hijo fuera superhumano. Igual, Rolo. Schneizel o Cera le tuvo que haber referido sus verdaderos lazos de sangre. Kallen no tenía todas las piezas del rompecabezas. A lo mejor suponía que el presidente era un lunático oportunista que decidió probar su suerte con un chiquillo indefenso. En honor a la verdad, no era una suposición descabellada ni falsa.
—¿Y quieres que nos creamos esto? —preguntó irónicamente Suzaku.
—Pues yo le creo —terció Rolo, lo que descolocó a Suzaku—. Si hubiera usado el Geass en nosotros, no tendría que contarnos esta historia ya que nos hubiera ordenado ser sus esclavos con anterioridad.
—Es cierto. Para Lelouch, esa hubiera sido la decisión más inteligente y pragmática —agregó Kallen—. Él es reservado. No comparte ni siquiera sus planes con los suyos. El hecho de que esté abriéndose a nosotros solo puede significar que es sincero.
—Eso es precisamente lo extraño —dijo Suzaku—. ¿Cómo nos consta que no lo usará luego?
—Bueno, de ser así, tendrían que confiar en mí —se apremió en intervenir Lelouch, que se estaba incomodando que Rolo, Kallen y Suzaku hablaran de él en tercera persona como si no estuviera en el cuarto con ellos. Se levantó para estar a su altura. Desactivó su Geass—. ¿Qué quieren que les diga? No le pedí a Charles esto —enfatizó Lelouch señalándose el ojo con el dedo—. Sea como sea, el Proyecto Geass funciona. Ese hombre lo hizo posible y va a sentarse en la silla presidencial y va a masificar el Geass.
Silencio. Ahora era Lelouch quien los miraba a ellos intensamente y Rolo, Kallen y Suzaku eran quienes estaban poniéndose nerviosos. Kallen tomó la palabra.
—A menos que...
—A menos que lo detengamos —completó—. Podría ocuparme yo solo o podrían ayudarme y lo haríamos más rápido. No será un trabajo limpio, estén seguros. A mi defensa, nada lo ha sido hasta ahora. Por mi parte, no los obligaré. Es más, si se sienten incómodos y no quieren seguir en el bufete ni tratarme nunca más, son libres de irse. No los retendré con el Geass. Es cierto que hubo un tiempo en que yo solía tratar a mis hombres como peones y esa mentalidad me condujo a mi total perdición. Ya no soy ese hombre. No quiero serlo, en especial después de ver por mí mismo lo que puedo llegar a ser. Está bien si no me creen —declaró Lelouch con un ademán. Estaba sonriendo sin alegría—. Iré a ver a Shirley.
https://youtu.be/bCRZt9qNzYc
Lelouch se fue a la sala de espera. Era la habitación más amplia de la clínica. Estaba dividida en tres secciones mediante biombos. Dos secciones eran de uso exclusivo para mascotas. Una para gatos y otra para perros. La tercera, tal como habrá adivinado el lector, estaba reservada para sus dueños. La sala estaba bien ventilada y alumbrada. Los ventanales de la pared frontal aportaban luz y calidez. En la sala se respiraba un remanso de calma. Lelouch lo atribuía a la tonalidad anaranjada pastel de las paredes. Shirley le había contado que ella misma se había encargado de la decoración de la clínica. Lelouch le había preguntado a Shirley entonces por qué no contratado personal ya que había observado que ella se ocupaba de todo. Shirley había contestado que, pese a que llevaba algunos años viviendo en Pendragón y podría considerarse una citadina, la clínica no estaba abierta durante mucho tiempo y estaba esperando recuperar algo del dinero invertido antes de expandir el personal. Había añadido que la espera, de cierta manera, los había beneficiado porque tal vez habría sido difícil pedirle al personal mantener discreción de unas actividades concretas. Lelouch se corrigió sonriente diciendo que no había prisa para contratar más personas.
En el presente, Lelouch localizó a Shirley comiendo detrás del mostrador. Estaba comiendo sopa de fideos instantánea. Lelouch sonrió con nostalgia. Él era quien cocinaba durante su noviazgo. A Lelouch le gustaba cocinar para sus seres queridos y a Shirley le encantaba su comida. Lelouch tenía la buena sazón que a ella le faltaba. Apenas lo vio, ella dejó de comer y le dedicó una sonrisa cansina. Lelouch apercibió que una palidez cubría su lindo semblante y que sus movimientos eran lentos y atípicos. No era del todo ella, aun si lucía igual a su exnovia. Shirley era una mujer llena de energía y alborozo.
—¡Lelouch, despertaste! ¿Cómo estás?
—Estoy bien —expresó con grave cortesía—. Te lo agradezco y lamento los problemas que te acarreé. Te puse en grave peligro.
—¡Oye! Yo misma me puse en grave peligro. Yo accedí a donarte mi sangre. No me obligaste a nada —lo tranquilizó ella, sin perder su sonrisa—. La antigua yo lo hubiera hecho sin dudar. Fue lo que pensé luego de que Kallen me suplicara por tu vida. Me hizo enfurecerme conmigo misma —admitió Shirley con una nota de tristeza. Observó cómo revolvía distraídamente los fideos de la sopa revolviéndolos con la cuchara—. Yo te perdí hace cinco años y casi vuelvo a perderte en mi quirófano.
—¡No seas ridícula! ¡No fue tu culpa! —discrepó él, enfático. No iba a permitir bajo ningún concepto que Shirley asumiera una responsabilidad que era suya.
—Tal vez la primera vez, pero sí la segunda —señaló Shirley con calma.
—¡En ninguna de las dos! —insistió el terco Lelouch—. Tu miedo estaba fundamentado. El riesgo era elevado y yo te forcé a salvarme. En cuanto a la primera vez, no hiciste nada malo.
Yo actué cobardemente. Corté contigo por teléfono porque era incapaz de romper tu corazón en persona. No quería que tu imagen persiguiera mi consciencia. Solo pensé en mí y, para no lastimarme, te herí a ti. Sé que no repararé el daño que causé, pero no se me ocurre otra forma de hacerte saber que reconozco que fui un idiota disculpándome.
—¿Y me dejaste besarte porque me tuviste compasión?
—Porque quería disculparme y porque te sigo amando...
—¿Como antes?
—No —contestó Lelouch con voz estrangulada—. Y ese fue mi error. Debí impedírtelo para no infundirte una idea equivocada sobre nosotros. Otra vez herí tus sentimientos. Perdóname.
Lelouch nunca fue del todo honesto con Shirley. No podía serlo. Como bien lo recordará el lector, Lelouch salió con ella nada más para adquirir experiencia. Pero Shirley aceptó ser su novia porque le gustaba. Era alto, inteligente, guapo, cordial, atento, carismático y todavía lo era. La personificación del sueño húmedo de cualquier adolescente. Independientemente de los motivos de Lelouch, de verdad había disfrutado cada momento con Shirley. Las pláticas, las quedadas en casa, las citas, los abrazos, los besos y el sexo. Fue por eso que rompió con ella. Se estaban enamorando realmente. Si no terminaba su relación, le costaría hacerlo más adelante o tal vez ya no querría. Shirley se estaba interponiendo entre él y sus planes. Tenía que sacarla de su vida. Así que lo hizo. Dejando eso de lado, también fue por eso que Lelouch decidió guardarse la verdad. Su amor por Shirley era real. No quería que ella pensara que no lo fue. Podía cuestionarlo todo a partir de una mentira. Ella ya había sufrido bastante por su culpa. No quería que atravesara lo mismo de nuevo.
—Está bien. Ese beso no fue enteramente tu culpa. Yo te besé porque te amo, Lelouch. Pero no eres bueno para mí de esa manera. Es mi culpa por persistir: aunque he madurado bastante, sigo tomando decisiones con el corazón. Eso es un problema que debo trabajar —se lamentó, cabizbaja—. Entonces, Kallen está enamorada de ti —cambió de tema, mordiéndose el labio inferior—. Me dolió que no me lo contara. Quiero decir, somos amigas. Incluso se lo pregunté una vez. A lo mejor Kallen no lo hizo porque sospechaba que yo trataba de volver a encender los rescoldos de nuestro romance. La sutileza nunca ha sido mi principal fortaleza, ¿sabes? —comentó. Shirley omitió la parte que refería que solía hablar de él con Kallen. Por el rostro de Lelouch cruzó un espasmo de dolor que la mujer no llegó a advertir. Ella levantó los ojos hacia él—. Pero, bueno, eso no es lo importante. Dime, ¿la amas?
https://youtu.be/MUF6HF3H9Q4
Lelouch se estremeció. Sinceramente, había estado reflexionando sobre sus sentimientos por Kallen durante aquellos días. La respetaba. La admiraba. La deseaba (siempre fue consciente de su atracción sexual por ella). A su modo la protegía. Y, a ciencia cierta, se preocupaba por ella. No quería perderla. No lo soportaría. Podría decir, entonces, que él profesaba por Kallen un afecto sincero y desinteresado, aunque desconocía hasta qué punto susodicho afecto había trascendido a algo más.
—Creo que sí.
A Shirley la irritó un poco la tibieza de esa respuesta. Por otro lado, no estaba desconcertada. En su momento también le costó verbalizar su amor por ella. Lelouch no sabía interpretar sus sentimientos románticos. Shirley, sí. Tenía la capacidad increíble de conectarse con el mundo interior de las demás personas y siempre que los otros tuvieran la disposición ella los ayudaba a dar rienda suelta sus emociones y sentimientos reprimidos compartiendo los suyos propios. En tal sentido era como Cera. Ella también creaba conexiones íntimas con facilidad. No sabía qué opinión tenía Lelouch de Kallen ni los había visto pasar tiempo juntos para deducir si él correspondía a Kallen. Pero si Lelouch sospechaba que ese era su sentir, era porque la amaba. A su pesar, Shirley amplió su sonrisa. Su padre decía que así el dolor sanaría más rápido.
—En ese caso, díselo y no la hagas esperar.
—Pero...
—Pero ¿qué, Lelouch? ¿Por qué no puedes ser sincero con ella? —lo atajó Shirley, mirándolo con fijeza.
—Porque así estará a salvo.
—¿De modo que la proteges mintiéndole? —inquirió. Sonaba espantosa esa idea en palabras, pero era verdad. Como Lelouch no sabía más que decirle, Shirley prosiguió—: ¿te das cuenta de que con eso la estás apartando de tu lado?
—Sí —confirmó Lelouch con un suspiro que emergía de un abismo de infinito dolor—. Pero cuando estás sin opciones el único de modo de proteger a los que amas es alejándolos de ti.
El peso de esa declaración cayó sobre Lelouch a la misma velocidad fulminante y mortal que la cuchilla de una guillotina. Estaba repitiendo las palabras de Charles zi Britannia en su paso por la cárcel cuando Lelouch le reprochó por abandonarlo a él y a Nunnally a su suerte. Dicha justificación fue ratificada por su madre más adelante. Charles no solo había suprimido todos sus recuerdos sobre las experimentaciones del Proyecto Geass, igual eliminó a aquellos que atañían a sus momentos familiares y lo hizo a sabiendas de que Lelouch crecería odiándolo. Cera le había insinuado que podría ser que Charles lo amaba después de todo. De ser así, esta decisión tendría que haberlo desgarrado. Pero si mantuvo el curso de acción, quizá fue porque el odio era la medida más efectiva para salvaguardar las distancias. La ira invadió a Lelouch. ¿Cómo iba a diferenciarse de su padre si tomaba sus mismas decisiones?
—¿Y también te has dado cuenta de que estarás más vulnerable?
—¿Cómo? —farfulló Lelouch, regresando a la realidad—. ¿Por qué dices eso?
—Porque si estás solo, no eres una gran amenaza. En cambio, dos personas o más se animan, se cuidan, se protegen las espaldas y se apoyan entre ellas, ¿tú no lo crees? —explicó Shirley. Lelouch no le dio la razón ni se la negó. No había contemplado algunas cosas que ella destacó con obviedad, por lo que estaba analizándolo seriamente. El silencio estaba incomodando a Shirley que se vio apremiada a hablar—: ¡bueno, yo, sí! Creo que alguien puede encontrar la fuerza que necesita en el otro —indicó—. Mira, si esto es lo que tú quieres y estás plenamente decidido, puedes hacer de cuenta que jamás me oíste. Pero, si no lo estás, te insto a decírselo.
—Lo pensaré.
Lelouch esperó que Shirley añadiera algo o propusiera un nuevo tema con tal de no cerrar el diálogo porque esta no era la forma como quería despedirse de ella. Pero todo parecía indicar que ella había terminado ya que volvió a concentrarse en comer. Tuvo que tomar la iniciativa.
—Bueno, ¿no me preguntarás cómo me hice esa cortada?
—¿Me responderás con la verdad si te hago esa pregunta o me saldrás con una contestación evasiva? —lo interpeló Shirley, lanzándole una mirada. Él le dirigió una sonrisa de disculpas. Ella asintió—. Eso pensé. A menos que te haya entendido mal, me ocultas la verdad porque deseas protegerme y eso es síntoma de tu amor por mí. Pero me gustaría que confiaras en mí tanto como confías en Kallen o en C.C. o en Suzaku y que me consideraras más fuerte. Tus secretos están a salvo conmigo, Zero, lo sabes, ¿no?
El breve desconcierto de Lelouch confirmó las sospechas de Shirley. Ya no tenía que decir nada porque la microexpresión de Lelouch lo había dicho todo. Lelouch cerró los ojos y se pellizcó la nariz al percatarse de que había caído en la trampa. Dedujo que ella había llegado a esa conclusión, cuando se enteró de que hubo un avistamiento de Zero justo en el mismo hotel en donde él estaba hospedado. Se había reportado que Zero estaba herido y daba la casualidad que Lelouch también lo estaba. Él la había llamado para que atendiera sus heridas. Adicionalmente, se había propagado el rumor de que Zero había raptado a la exdetective Villetta Nu. Durante las primeras de semana de su desaparición, los noticieros habían estado mostrando el rostro de Villetta, así como habían estado dando una descripción detallada. Shirley tal vez la había visto y se habrá acordado que no hacía mucho Lelouch y sus Caballeros Negros habían llevado una mujer malherida que coincidía con tales características a su clínica veterinaria para que la curara.
—Eres fuerte, Shirley. Ya te dije que esto no tiene nada que ver contigo —aseguró Lelouch—. Es solo que no me perdonaría si resultaras herida por mi culpa.
—¿Aún arraiga en ti esa tendencia de buscar culpables y castigarlos? ¡No puede ser! Lelouch, debes hacerte la idea de que las cosas pasan y a veces hacen daño. No eres culpable de toda la maldad que hay en el mundo. Ya deja de castigarte a ti mismo y aprende a perdonarte.
—No —susurró Lelouch meneando la cabeza con pesadumbre—. No creo que pueda...
—¡Puedes, sí! —lo animó Shirley con voz aplomada—. ¡Yo te perdoné hace tiempo!
Lelouch se puso rígido. Su resistencia comenzó a flaquear y de pronto ya le estaba costando sostenerle la mirada. Lelouch sintió los compasivos ojos avellanas de Shirley penetrar en sus sólidas defensas. La configuración del escenario le inspiró un aire familiar con la diferencia de que las posiciones se habían invertido esta vez. Lelouch, en general, era quien desarmaba a los demás y solía lograrlo con maestría —tal cual al lector le consta—. Tan habituado estaba que de vez en cuando lo hacía espontáneamente. Holgaba decir a Lelouch le gustaba el efecto de sus palabras provocaba sobre sus objetivos. Lo hacía sentirse poderoso. Desde luego, no lo admitiría abiertamente. En contraste, no sabía cómo sentirse vulnerable. Lo odiaba, sobre todo le molestaba estar expuesto en presencia de otros. No obstante, la mujer delante de él no era ningún otro. Era Shirley y eso aliviaba su tensión.
Antes de que pudiera reunir algunas palabras y formar una línea de diálogo coherente, Kallen entró, seguida de Suzaku y Rolo.
—Disculpa la interrupción, Lelouch, surgió un contratiempo. Xingke me acaba de llamar. Él y el resto de los trabajadores de Britannia Chemicals están en la comisaría. La policía los está interrogando por malversación de fondos. Aún no sé muy bien por qué; pero estoy segura de que el presidente Schneizel tuvo que ver.
—Seguramente. Deberías ir con ellos y ayudarlos. Eres su abogada.
—Eso iba a hacer. ¿No te gustaría venir?
—No, yo debería retirarme a descansar —declinó Lelouch vislumbrando a Shirley de reojo—. Ve tú y te reportas conmigo cuando termines. Rolo me llevará a mi casa, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —confirmó el aludido.
—Suzaku, tú también vete a casa y descansa. Ya has bebido demasiado café por mí. A todos les doy las gracias. Estoy vivo debido a ustedes —recalcó Lelouch con entonación solemne repartiendo la mirada entre todos los congregados.
Lelouch inclinó la cabeza y los hombros hacia ellos en señal de retribución y le hizo un gesto elocuente a Rolo. Habían llegado en su auto y en ese mismo transporte se irían. Rolo le abrió la portezuela de la parte trasera y Lelouch se montó. Despidió con la mano a Suzaku, Kallen y Shirley que se plantaron frente a la fachada de la clínica y partieron.
https://youtu.be/WWDQlYlULFM
Lelouch estuvo inconsciente el resto de la madrugada y gran parte del día. Pero, irónicamente, se sentía agotado. Bueno, quizás no era tan irónico ya que no se había ido a dormir, sino que se desmayó a consecuencia de la pérdida de sangre. El lado positivo de aquella situación era que no iba a tener que luchar contra las pesadillas y el insomnio y se abandonaría al sueño rápido. Durante el trayecto a casa sintió los párpados pesados, por lo que se permitió cerrarlos y descansar. ¡Descansar! Lelouch había eliminado esa palabra de su diccionario y, en honor a la verdad, nunca se detuvo a lamentarlo porque lo juzgó necesario y, por consiguiente, no le importaba llevar al límite su cuerpo y su mente. Se atrevería a decir que hasta cierto punto lo hizo con gusto. Dedicó casi toda su vida a cuidar a su hermana, la persona que más amaba sobre la tierra, y después pasó a preparar un meticuloso plan para destruir a Britannia Corps, la poderosa entidad que había arruinado su vida y su familia. El mismo plan que había perdido total sentido porque se quedó sin motivaciones para seguir adelante. Su hermana ya no estaba y, además, había rechazado su plan y su visión de justicia. Y su madre estaba viva. A lo mejor por eso ahora había renovado las ganas de descansar. Lelouch esbozó una sonrisa lánguida. La idea de desconectar el cerebro tenía una buena pinta. Pero sus pensamientos continuaron acosándolo en el sopor. «No debes terminar como yo», le pareció escuchar. Lelouch contrajo su expresión y movió la cabeza con disgusto. Por desgracia, el gesto no calló las voces. «¿Te das cuenta de que la estás apartando de tu lado?», él recordó decir a Shirley. «¿Y también te has dado cuenta que estarás más vulnerable? Sabes, si estás solo, no eres una gran amenaza». Detrás de sus párpados Lelouch empezó a ver distintos rostros. Nunnally, Marianne, Naoto, Kallen, Charles, Cera, Shirley, los hombres que asesinó. Esos hombres habían tenido sueños, familia, una vida y él se las arrancó del pecho en un instante. Lelouch tuvo que abrir los ojos para hacerlos desaparecer. El instinto lo llevó a mirarse. Observó que tenía aún salpicaduras de su sangre en su ropa y en su piel. «¡Cuánto mancha matar!».
Lelouch pensó en lavarse apenas llegara a su apartamento. Sin embargo, cuando estuvo ahí, ya no tenía prisa de ir al lavabo. Se le antojaba primero un cigarrillo. No había fumado desde que lo secuestraron. Recordó tener un paquete y un yesquero guardados en su habitación. Fue a buscarlos y luego se sentó en el sofá donde prendió el cigarrillo en su boca. El extremo del cigarrillo brilló como una brasa roja. Lelouch sintió la oscuridad de su boca llenarse de humo caliente y acre, hormigueando por su nariz y escalando por su garganta. Expulsó el humo. La sensación fue agradable, así que tornó a fumar con la misma cara de póker en la primera vez. Lelouch estaba desconcertado ante su propia actitud. ¿Por qué su expresión era imperturbable si estaba hirviendo por dentro? Sentía miedo, repulsión, coraje y dolor. Estaba solo. Era libre de desahogarse. Siempre le había resultado fácil, ¿por qué ahora no? Dedujo que proseguía en shock. Podría ser que la experiencia traumática quebró algo en él. Esa suposición lo pasmó francamente. Juraba que ya no había más nada que romper.
Lelouch apagó el cigarrillo en el cenicero. Sacó otro y lo encendió. Se repantingó en el sofá y fumó. Había tenido un día de mierda. Se lo merecía. Mientras divisaba las volutas de humor disiparse, divagó. Esto estaba bien por el momento. Pero ¿después qué? ¿Se iba o se quedaba en Pendragón? ¿Se retiraba a vivir el resto de sus días como un abogado común? Dejando de lado el orgullo, no era correcto. No luego de que se concientizara de que su cruzada no solo se trataba de él y Nunnally (eso sin mencionar que los remordimientos lo perseguirían adonde fuera). Entonces había concluido que la desaparición de su hermana no entrañaba el fin de su búsqueda personal de la verdad y su afán de hacer justicia. La cosa era que había descubierto la cruda y espantosa verdad y esa era que su causa era una vil mentira. Nunca tuvo una razón real para luchar. Suzaku tampoco. Él se había convertido en fiscal para revelarle al mundo la verdad sobre la tragedia y encausar a los culpables con el mazo de la justicia.
Lelouch se sacó el cigarrillo de la boca para reírse. Se había imaginado su expresión estupefacta si se enterara de que su madre estaba viva y sus recuerdos eran imágenes falsas que su padre insertó en su cabeza. Fue una risa extraña. Seca y nerviosa. Rayana a lo escalofriante, porque la situación no era graciosa. Lelouch fumó otra vez. Repensó el móvil de Suzaku. Para ser justos, no era del todo cierto. Suzaku también se había propuesto denunciar todos los crímenes de Britannia Corps. Él tenía su propia historia con el conglomerado. Al igual que Kallen. El asesinato de su hermano era el verdadero acto impune de aquella noche. Lelouch le había prometido que juntos encontrarían justicia para él. Pero ya no podía cumplir esa promesa.
Lelouch tuvo un ataque de tos que lo obligó a enderezarse. En algún punto se extravió en las turbulentas corrientes de pensamientos y olvidó liberar el humo retenido en su boca. Lelouch esperó que pasara la tos y tomó una bocanada de aire. Ahora sí le apetecía ducharse. Lelouch aplastó la colilla del cigarrillo en el cenicero y se fue al baño. Se metió en la ducha. El agua estaba helada, pero le daba igual. De la misma forma que no le importaban las punzadas de dolor del brazo. El agua cayó como olas sobre su cabeza y hombros, fluyendo en riachuelos a lo largo del cuerpo y aliviando el nudo emocional en su estómago. Cogió el jabón y empezó a enjabonarse. Acabado eso, Lelouch se apoyó de la pared con las manos y se encorvó. Atisbó la sangre y la mugre escurrirse por su piel y ser engullida por el desagüe. Se había sacado de todo su cuerpo la sangre, el sudor y la roña y, aun así, Lelouch se sentía sucio y sangriento. La suciedad y la sangre no se quitaban con agua. Lelouch cerró el grifo y salió.
Se encontró con el espejo empañado. Lelouch pasó su mano por el cristal. En él vio reflejado a un hombre joven delgadísimo de tez de porcelana y afiladas facciones. Tenía algunas costillas marcada, la curva de la columna vertebral dentada y los hombros y el pecho perlados de gotas de agua. El cabello ébano le caía punteado sobre las cejas encrespadas y los ojos enrojecidos, ojerosos y brillantes: la mirada del dolor, la cólera y el odio. La mirada de la venganza del ángel caído de Alexandre Cabanel. Lelouch no se compadeció del joven, aunque bien podría cuidar mejor su alimentación (que, de por sí, era escuálido). Desde que Nunnally desapareció, había estado alimentándose a base de pizzas a domicilio, bocadillos y comida precocinada. Esto era porque había despedido a Sayoko y su apetito había disminuido. No le había dado importancia a su pobre nutrición hasta ahora, que estuvo al borde de la muerte. Se dijo para sus adentros que se prepararía una comida decente más adelante. Por lo pronto, se secaría.
Lelouch agarró la toalla blanca y se secó los pies, las piernas, los muslos, el torso. Divisó de repente los puntos de sutura en su brazo. Si el experimento enfermo de sus padres había dado resultado, ya se los pondría quitar. Tentado por esa posibilidad, cogió su navaja de afeitar y se pinchó en el brazo sano. Su labio superior se crispó y esa fue toda su queja ante el dolor. La sangre se acumuló como tinta en la zona y no sucedió nada excepcional, excepto que sonó su celular desde su dormitorio. Él lo tenía en el bolsillo de su chaqueta antes del secuestro y si no se quedó en el Proyecto Geass, Cera debió habérselo quitado. Fue a ver. Era un mensaje de Shirley pidiéndole que fuera a verla al día siguiente para examinar sus puntos de sutura. Lelouch respondió y luego se puso su bata de dormir.
Retornó a la sala y avistó que estaba desordenada. Se acordó que Cera estaba realizando un ritual mágico. No llegó a limpiar. No hubo tiempo (si bien, ella jamás fue una mujer ordenada que digamos). Lelouch decidió poner todo en orden. No le gustaba el caos y, de todos modos, nadie iba a hacerlo. Durante la limpieza, Lelouch encontró el colgante de un pentáculo. Cera le comentó poco después de que le devolviera el suyo que quería hacer un talismán protector para él. Ese debía ser. Lelouch consideró botarlo a la basura. No quería nada que tuviera que ver con Cera. No podía perdonarla por mentirle, manipularlo, usarlo y conspirar con Bradley para matar a su hermana. No obstante, no podía negar que ella se preocupó por él, lo protegió y lo salvó. Ese hecho se había incrustado en su mente como una astilla y lo estaba molestando. Cera lo amó a su retorcido modo. Ella fue una de las víctimas de Charles. Britannia Corps y el Proyecto Geass habían lastimado a muchas personas. Incluyendo a la familia Britannia. El mal, el poder y la ambición los había degradado hasta la locura. Charles, Víctor y Schneizel encarnaban esa putrefacción. Lo peor de todo era que Lelouch no se distanciaba de ellos.
Tal vez por obra de algún milagro Kallen y Suzaku podían derrotar a Britannia Corps en su juego con la ley, pero ¿quién daría justicia a Cera, Euphemia, Nunnally y a todas las personas que murieron en las experimentaciones y aquellas que fueron oprimidas por la compañía como los trabajadores de la planta química? Y no hace falta decirlo, pero a Lelouch lo inquietó la conversación que había tenido con su padre. Lo horrorizaba el propósito del Proyecto Geass y, en especial, su operatividad. Las palabras de Suzaku en la azotea regresaron a Lelouch con fuerza. «A Euphemia le aterraba que la sangre de los crímenes de su familia nunca pudiera lavarse. De ahí que soñaba con un mundo en que la misericordia fuera para todos», le había contado él. «Creía que era su deber cargar con los pecados de su familia y expiarlos haciendo lo correcto». Fue justamente en ese momento que Lelouch se identificó con el sufrimiento de su medio hermana y compartió su sueño. Añoró la salvación de su alma.
—Britannia necesita ser purgada. Alguien tiene que hacerlo.
Lelouch apretó el colgante en su puño y fue a guardarlo en uno de los cajones de la cómoda negra de su dormitorio. Cogió la camisa de fuerza que se había quitado para bañarse. La tiró en la papelera de metal de la cocina y le prendió fuego. Se sentó en un taburete y observó las llamas comerse la lona. Esperó hasta que la camisa se redujera a un puñado de cenizas. Apagó el fuego vertiendo agua de una jarra en la papelera. Por último, la vació. Enseguida Lelouch cocinó espaguetis con albóndigas italianas. No había comido nada en todo el día y ya estaba anocheciendo. La cocina del apartamento de Lelouch tenía un desayunador con forma de L que incluía banquetas. Decidió comer allí ya que le parecía tonto comer solo en el comedor tan inmenso. Mientras estaba acabando de almorzar, se le ocurrió que podría beber un cóctel. Tenía guardada bajo llave unas botellas. Tomó esa medida extrema para que Cera no pudiera beberlas y emborracharse. Sin embargo, cuando se estaba dirigiendo a la licorera, algo atrajo su atención: una mariposa negra atrapada en un frasco. Recordó que Cera la había encerrado. Dijo que la mariposa se había portado mal y que era estúpida. Lelouch pensó que la estúpida mariposa había aguantado bastante y puso fin al castigo. La mariposa batió sus alas, despegó alto vuelto y huyó hacia la libertad a través de la ventana panorámica.
—Gracias —susurró Cera. Estaba parada junto a él con las manos unidas detrás de su espalda, admirando el vuelo—, en nombre de la estúpida mariposa.
—¿Por qué estás aquí, Cera? —suspiró Lelouch.
—Porque soy tu cómplice —graznó—, ¿no lo soy?
—Eras mi amiga —reconoció él con voz suave.
—¿Y por qué no me dijiste eso cuando estaba viva? —le reprochó la mujer con una sonrisa amarga—. Idiota.
Cera se apartó de la ventana. Lelouch se dio media vuelta al sentir que caminaba detrás, pero ella había desaparecido. Qué extraño. Lo sobresaltó, entonces, el timbre de la puerta. Lelouch fue a abrir pasados algunos instantes. Era Kallen.
—Hola, Lelouch. He vuelto de la comisaría. ¿Puedo pasar?
—Claro. Adelante.
https://youtu.be/nJdWKQKqJpQ
Lelouch y Kallen se instalaron en la sala. Él tomó asiento en una butaca y ella se sentó en el sofá enfrente de Lelouch. Kallen no había pasado a la sala la primera vez que vino, así que evaluó su entorno. Reparó que la mueblería estaba tapizada con fundas de tela negra. Kallen lucía algo extenuada y Lelouch le preguntó si le apetecía agua. Ella denegó su ofrecimiento alegando estar bien. Le contó con detalles todo lo sucedido en la comisaría. Estaban acusando a los empleados de la planta química de malversar los fondos para las donaciones. La policía había incautado bolsas de dinero directamente de su lugar de trabajo en Britannia Chemicals y el tesorero confesó en el interrogatorio que había estado recibiendo sobornos.
—No me será imposible demostrar que son inocentes; sin embargo, se habrá acabado el juicio para cuando lo haga y no creo que las intenciones del presidente Schneizel sea ponerlos tras las rejas. Me parece que solamente quiere desacreditar sus testimonios.
—Sí, también lo creo —asintió Lelouch. Tenía el tobillo descansando sobre la rodilla—. De forma extraña, esto nos beneficia. Pensando que tiene a todos nuestros testigos fuera de juego, Schneizel bajará la guardia. Podemos presentar a nuestro testigo sin levantar sospechas.
—¿Ya conversaste con la esposa del director Clovis?
—Todavía no, pero pronto lo haré. No te preocupes, Kallen. La convenceré de testificar para nosotros y te informaré —garantizó—. Gracias.
—No tienes por qué. No hice la gran cosa.
—Sí que lo hiciste. Me has protegido y respaldado a lo largo de mi camino. Siempre has sido incondicional conmigo —sonrió con cariño—. Incluso pediste por mi vida.
—Eso no fue nada —farfulló Kallen, ruborizándose—. Tú hubieras hecho lo mismo por mí.
—Es cierto. Aun así, no he sido justo ni honesto contigo. Y eso no ha estado bien —expresó agachando la cabeza—. Hay algo de mí que no te he dicho y quiero hacerlo. Sabes que mi madre es Marianne Lamperouge y fue abogada de Britannia Corps, ¿bien? —Kallen asintió. Su expresión desorientada denotaba que no se imaginaba lo que estaba por soltar. No conocía una manera amable de decirlo ni pensaba que la hubiera, por lo cual lo dejó caer—: bueno, mi padre es el expresidente Charles. Ellos fueron amantes hace algún tiempo.
Era una mentira. Sus padres seguían siendo amantes y compañeros de crimen aún después de varios años. Su madre estaba viva. Y ella había matado a su querido hermano. Pero no estaba seguro de decírselo. Ni sabía si estaría listo algún día. Existía una pequeña posibilidad de que Kallen buscara venganza, pues Lelouch le había enseñado que la justicia se obtenía solo por propia mano y Kallen había asimilado esa lección. Desde luego, Kallen había tomado otras decisiones evitando así incurrir en sus mismos errores porque seguía creyendo en la justicia y la verdad y Lelouch quería proteger la pureza de su corazón. Él se encargaría de su madre. Tuvo el presentimiento de que esta mentira en particular lo atormentaría.
A Kallen se le aflojó la mandíbula.
—¡Pero eso quiere decir que Euphemia y tú...! Que Euphemia y tú son medio hermanos —las palabras se resistieron a salir de su boca— y ustedes...
—Sí, tuvimos una relación —la cortó él. El balbuceo de Kallen prolongaba su sufrimiento.
—Mierda —gimió, horrorizada—. ¿Cuándo...?
—No saques conclusiones. No lo supe hasta hace unos meses. Incluso me rehusé a aceptarlo. Me tomó mi tiempo —se anticipó con rudeza—. Cera lo sabía. En realidad, ella era una espía de mi padre. Su misión era dar seguimiento a mi actividad con el Geass. Originalmente formó parte del Proyecto Geass. Era uno de los sujetos de prueba. A razón de eso, guardaba un gran rencor contra el expresidente y pretendió usarme para su venganza. Fue ella quien manipuló a Bradley para que matara a mi hermana. De esta manera, me motivaría a destruir a Britannia Corps.
—Yo hablé con C.C., digo, con Cera, estos días —indicó la pelirroja atropelladamente—. La vi muy afectada por Nunnally...
—Según parece, ella se hizo consciente de sus pecados y se arrepintió por ellos.
—¿Fue por eso que decidió sacrificarse?
—A Cera la mató su venganza. Su ira, su dolor y su odio la consumieron —rebatió Lelouch, circunspecto—. Antes de morir, me dijo que estaba a tiempo de hacer las cosas bien y cambiar mi destino. En otra estación de mi vida, la habría mandado al carajo. Empero a día de hoy he vivido tantas cosas y he padecido tanto que no dudo de la autenticidad de su advertencia. ¿Tú crees que podemos olvidarnos de todo y tener una vida normal? —preguntó con cautela. Se había encorvado y estaba agarrándose las manos—. ¿Tú crees que...?
«¿Tú crees que podríamos intentar tener una relación?». Fue el pensamiento que rondaba por su mente. Le faltó el valor de expresarlo. Lelouch no estaba dormido la otra vez cuando Cera y Kallen estaban en su cuarto. Para ese punto de la noche, el alcohol había sedado totalmente sus sentidos y sus músculos. El efecto lo hizo cerrar los párpados y Lelouch decidió esperar conciliar el sueño. No los abrió luego porque estaba muy avergonzado de su comportamiento inapropiado. Además de que no tenía manera de predecir que Kallen y Cera se acomodarían en su cama y hablarían. Alcanzó a oír retazos de su plática y, si bien la memoria había borrado algunos a la mañana siguiente, otros se grabaron en su mente. «Quiero que me prometas que cuando todo esto termine tú y Lelouch permanecerán juntos», había dicho Cera. «Son buenas personas que han transitado este túnel oscuro por largo tiempo. La luz los aguarda. Merecen vivir una vida normal y ser felices».
Cuando Lelouch fue sometido a las experimentaciones, temió por un instante no ver más a Kallen. Una vocecita en su cabeza le susurró entonces que no sería malo ya que no podía permitirse amar a nadie y Kallen se merecía ser amada por un buen hombre que pudiera hacerla feliz y que él no era ese hombre, mas su corazón protestaba impetuosamente, oponiéndose a renunciar a ella. Había una parte de él que quería esto. Por otra parte, Lelouch podía escuchar a su cuerpo lamentarse, rogando por un descanso. El dolor de sus heridas internas lo estaba matando en carne viva. Lelouch pensaba que estaba en pleno derecho de extraer todo el placer que podía de la vida a razón de que la felicidad le había sido privada sin remisión. Pero, ¿debía hacerlo a costa de Kallen?
—No lo creo —musitó ella con voz atribulada, cepillándose los muslos—. Si no lo superamos antes; no lo superaremos ahora. Nosotros elegimos este camino para encontrar respuestas y consuelo en la justicia. La misma que nos fue negada por los tejemanejes de Britannia Corps entonces y que no conseguiremos naturalmente, sino por nuestra cuenta. Tú lo dijiste. La justicia no existe, a menos que la hagamos. Así que, si queremos que termine el sufrimiento, debemos terminar lo que iniciamos.
—¿Y si no termina?
—Debe terminar. De alguna forma, ni tú ni yo pudimos vivir nuestro duelo apropiadamente en aquel momento ya que apenas éramos unos niños y justamente atravesamos por un montón de cosas que nos impidió tenerlo. Tú tuviste que hacerte cargo de tu hermana y yo no entendí por qué mi hermano no regresó ese día y mi madre de repente decidió dejarme con mi padre —añadió juntando las cejas—. El punto es que no pudimos cerrar ese capítulo de nuestro pasado porque quedaron varios cabos sueltos. Ahora podemos resolver las incógnitas y enfrentarnos al pasado. ¿Es doloroso? Lo es, pero es inevitable. Mi hermano me dijo que el dolor es parte de la vida. Tenemos que soportarlo para sentirnos bien luego. A mi hermano le gustaba explicármelo con metáforas. Él lo comparaba con el arcoíris y las tormentas. Decía que cuando viéramos ese arcoíris, entenderíamos que esa tormenta fue algo que tuvo que suceder para que surgiera el arcoíris. Yo quise llevarle la contraria porque no me parecía lógica su explicación. Le repliqué que no siempre había arcoíris al final de las tormentas y él me dio la razón. Me dijo que igualmente las experiencias devastadoras tenían el poder de sacar lo mejor y lo peor de nosotros y me preguntó si yo quería ser una tormenta o un arcoíris. No tengo que decirte qué le contesté, ¿verdad? Es obvio. Bueno, ¿no lo piensas así?
—Sí, lo pienso —murmuró Lelouch y en sus labios apareció una sonrisa torcida—. Me alivia ver que no me odias por mis verdaderos lazos de sangre.
—No fue tu culpa. Debió haber sido duro enterarte de la verdad. Gracias por contarme —lo tranquilizó—. ¿Esto era lo que querías decirme en el bufete? ¿O era sobre el Geass?
—Ambas cosas, en realidad —contestó Lelouch, repantigándose—. Bien, ¿me dirás la razón de tu visita? No creo que fue solamente para darme tu reporte, ¿verdad?
—¡Vaya! ¿Por qué eres tan intuitivo? —tartamudeó, atónita—. A decir verdad, había un par de asuntos que quería tratar contigo El primero era mi respuesta a tu pregunta. Sea lo que sea que quieras, sea lo que sea que decidas, ya si quieres renunciar o no a la lucha contra Britannia Corps, lo respetaré. Pero yo no descansaré hasta averiguar qué pasó con mi hermano. Seguiré buscando justicia para él y si eso implica demostrar la corrupción del conglomerado, lo haré.
—No aguardaba otra respuesta tuya —sonrió Lelouch y la culpa lo aguijoneó en su corazón. Trató de ignorar la sensación cambiando de tema—. ¿Y el segundo asunto?
—¡Oh, sí! Bueno, yo necesito que me respondas algo y quiero que seas sincero, por favor —pidió Kallen con timidez. Sintió la sangre subir a su rostro. Sus mejillas estaban calentándose. El calor comenzó a abrumarla—. Lelouch, ¿qué soy para ti?
El susodicho vaciló unos instantes. Solo tenía que mentir, como solía hacerlo. No tenía dudas de que ella permanecería a su lado, independientemente de lo que dijera. Ya había declarado cuál era su postura. No se retractaría. Pero si mentía su relación personal se vería afectada. ¿Qué respondería? Lelouch se escuchó decir con voz neutra:
—Eres mi Q1.
—¿Solo soy una pieza en tu tablero de ajedrez? —gimió Kallen—. De acuerdo. Gracias por responderme. Eso era todo lo que quería saber, así que ya me puedo ir. ¿Me abres, por favor?
Kallen se puso de pie con rudeza de sobra. Lelouch la imitó. Kallen se adelantó yéndose a la puerta. Lelouch la contempló desde su posición.
«¿Qué estás haciendo? ¡Si no la detienes, la perderás para siempre!».
https://youtu.be/P0ohJJVZlwM
Kallen dio un respingo cuando Lelouch pasó su brazo por su cintura. Lelouch la atrajo hacia él despacio. Su mano subió por su vientre arremangando su blusa, de forma que sus dedos se deslizaron por su piel con gentileza. Sus instintos ya lo habían impulsado a ir detrás de Kallen antes de que la feroz batalla que se gestaba entre su mente y su corazón llegara a un concilio. Aun cuando estuvieran en desacuerdo de cómo resolver su situación amorosa, Lelouch quería olvidarse de todo tener el momento que tanto anhelaba vivir.
—¡Espera! No me dejaste acabar. Tú eres mi Q1 porque yo soy K1. No te olvides que el rey es también una pieza de ajedrez —susurró Lelouch. Su boca estaba lo suficientemente cerca de la oreja de Kallen para que su aliento se derramara sobre su nuca y erizara su piel—. Por favor, Kallen. No te vayas todavía.
Redoblaron los latidos del corazón de Kallen tan fuerte que la joven juró que tenía un tambor dentro del pecho.
—¿Por qué? —inquirió Kallen de manera intermitente—. ¿Qué quieres de mí?
«A ti, Kallen. Te quiero a ti. Quiero todo de ti».
—Quiero que te quedes esta noche —fue lo que dijo—. Quiero que te quedes conmigo.
A la pelirroja se le humedecieron los ojos y se extendió una sonrisa por sus labios. Se volvió hacia Lelouch, echó sus brazos en torno a su cuello y lo besó. Él la empujó contra la puerta, aplastándola bajo su peso. A ella se le cortó la respiración. Kallen estrechó a Lelouch contra ella fuertemente mientras los labios de Lelouch se movían con ganas contra los suyos. Kallen sintió los latidos el corazón de Lelouch traspasar a su cuerpo para fusionarse con los suyos a través de la tela. En su corazón Lelouch tenía clavada la espina de una pasión secreta que se hundía dolorosamente un poco más cada vez que palpitaba por Kallen y que hasta ahora había logrado arrancársela. Ya no le dolía. Kallen mordió el labio inferior de Lelouch con intención traviesa, extrayéndole algo de sangre. Lelouch se apartó y Kallen se rió por lo bajo. Él acunó su rostro entre sus manos.
—¿Tú qué quieres, Kallen? —ronroneó, relamiéndose la sangre en sus labios.
Kallen lo miró a los ojos. Se encontró de nuevo con esa misma mirada que había visto cuando lo visitó en el centro presidiario, cuando atendió sus heridas en el hotel, cuando se refugiaron de la lluvia. Esa mirada cristalina, enigmática y arrolladora que le trajinaba recuerdos del mar prendió una chispa en las entrañas de Kallen. Sonrió automáticamente.
—Hazme tu reina.
Lelouch esbozó una sonrisa felina y volvió a reclamar sus labios. Su lengua se adentró en la cavidad bucal tentativamente a modo de persuadirla. La lengua de Kallen salió a su encuentro ansiosa. Esto era el preludio de un tórrido y dulce romance, que ya se había postergado por mucho tiempo. Lelouch y Kallen dieron algunas vueltas, viéndose de este modo atrapados en un baile vertiginoso que afianzaba aún más su unión y avivaba el calor. Las prendas de Kallen fueron derritiéndose una por una. Primero, su chaqueta. Luego, su cinturón. Les siguieron sus tacones y su pantalón. Los labios de Lelouch se deslizaron por el cuello de Kallen entretanto sus manos se escurrían con sensualidad por sus curvas por debajo de su blusa moldeando sus formas. Acabaron asentándose en su culo. A Kallen le resultó ineludible temblar. Lelouch la levantó unos centímetros del suelo y Kallen envolvió sus piernas alrededor de su cintura. Ella tornó a besarlo. Él la llevó a su dormitorio con gran esfuerzo. Los dos se desplomaron sobre la cama atraídos por la gravedad.
Se había dicho que Lelouch podía disociarse durante el sexo. Esta capacidad especial podría ser beneficiosa porque lo ayudaba a pensar con la misma frialdad con que diseñaba sus planes cuáles eran los gestos y las caricias más placenteras, juguetonas y dulces para el juego previo y, a su vez, lo mantenía pendiente de las reacciones de su compañera, de tal manera que podía cambiar o no su línea de acción. Desgraciadamente, susodicha facultad era igual un fastidio, pues Lelouch dejaba de experimentar placer entre tantas divagaciones en torno a las mejores estrategias sexuales. A veces se frustraba consigo mismo porque en ese entonces visualizaba su cuerpo como una especie de radar corporal en que trataba de deducir qué partes debía de sentir o en cuáles ya sentía algo. Sin embargo, esta vez Lelouch quería dejarse llevar por su instinto y sus sentimientos y hacerle a Kallen lo que siempre había querido (y fantaseado).
Lelouch fue desabotonando calmadamente la blusa de Kallen mientras la besaba con lentitud. Rompió el beso, lo que permitió a Kallen recuperar el aliento. Solo por un momento ya que en el mismo acto Lelouch arrastró la lengua por su cuello, su clavícula y el valle de sus senos al tiempo que sus manos sujetaban con firmeza su trasero, atornillándola contra la superficie. Lelouch sacó uno de sus pezones jalando de su brassier negro de encaje y volcó la boca contra su pecho desnudo. Alternó entre besar, chupar y tirar con los dientes su pezón, lo cual aceleró los jadeos de Kallen. En un determinado momento, Kallen se arqueó y Lelouch metió ambas manos por debajo de ella para desabrochar su brassier. Luego, Lelouch reanudó su recorrido por su vientre plano y tonificado y su ombligo con la lengua. El rubor del cuerpo de Kallen fue acentuándose a medida que Lelouch iba llegando a zonas más recónditas. La lengua de Lelouch estaba tan helada como el hielo. Pero lo que todos tendían a olvidar era que el hielo también podía quemar y Kallen estaba ardiendo con cada beso y cada lengüetazo.
A Lelouch lo complació averiguar que ella era bastante sensible a su toque. Sus gemidos entrecortados y sus jadeos agudos y rápidos le comunicaron que ella estaba disfrutando todo y tanto como él y que además pronto estaría lista. Pero no había necesidad de apurar las cosas. Kallen sintió la sonrisa de su amado contra su tatuaje. Lelouch lo besó con ternura al igual que la cicatriz en su costado. Iba a pedirle que abriera sus piernas cuando Kallen se adelantó como si hubiera adivinado que estaba pensando. Sonrieron. Les gustó esta compenetración. Lelouch procedió a bajar con los dientes sus bragas negras de lencería y, consecutivamente, se despojó su bata y su bóxer. Recorrió con los labios la zona interior de sus muslos donde sembró varios besos y luego se inclinó sobre su sexo. Estaba hinchado y brillaba en rojo. Lo tomó con la boca. Su interior húmedo y caliente se sintió como el terciopelo contra su lengua. En respuesta, el cuerpo de Kallen se tensó y, mientras Lelouch se deleitaba en su sabor, sus manos acariciaban la parte interna de sus muslos. Más de una oleada de placer atravesó a Kallen. Ella sabía que estaban bajo techo y, sin embargo, juró que estaba mirando las estrellas en el cielo. Lelouch gateó sobre ella, plantó las manos a ambos lados de su cabeza y le dio un beso.
De repente, ella lo volcó. Lelouch aterrizó bocarriba sobre la cama visiblemente asombrado. Kallen lo mordió en el hueco del cuello y en el hombro derecho, arrancándole un gemido. Lo compensó con una lamida juguetona. Luego, Kallen besó la figura alada del Geass que estaba sobre sus clavículas y continuó mordisqueando y lamiendo juguetonamente su amplio pecho y su blando abdomen. Al cabo, Kallen se irguió y, de un solo movimiento, se quitó su blusa y su brassier. Había un destello pícaro en sus ojos azules. Lelouch se concedió la oportunidad de admirar a Kallen en toda su gloria levantando la cabeza. Su pelo rojo desenfadado, su cara sonrojada, sus exuberantes pechos, su cintura delgada, su abdomen tonificado, sus caderas anchas y sus brazos y sus muslos fuertes. Su cuerpo era un hermoso mapa en el cual deseaba aventurarse en cada ruta, conocer hasta el secreto más mínimo y memorizarlo. Fue su turno de ponerse colorado. Kallen sintió el deseo de Lelouch presionando contra sus caderas en ese instante. Se rió divertida. Enseguida, Kallen comenzó a frotarse contra su erección vibrante. Lelouch dejó caer la cabeza y se relajó. Intentó reprimir sus gemidos. En principio, lo logró. Mas, cuando Kallen pasó a prodigar caricias su virilidad, él ya no pudo resistir más.
Lelouch le indicó que sacara el preservativo del primer cajón de la cómoda a su derecha. Kallen se inclinó sobre él, alargó el brazo, haló el cajón y lo sacó. Lelouch observó sonriente a Kallen abrir la bolsita y poner el condón a lo largo de su pene. Sin más, Lelouch le dio la bienvenida. Kallen empezó a juguetear con su cabello y acariciarse el cuello, los hombros y los pechos. Era el suave baile de una apacible fogata en mitad de la noche. El fuego chasqueó en cada gemido y las chispas saltaron en cada balaceo. Lelouch, quien estaba hipnotizado ante el sugestivo vaivén de sus caderas, se inclinó ligeramente y ascendió las manos por sus muslos hasta su estrecha cintura. Kallen agarró sus manos y las guio hasta sus pechos. Lelouch se los pellizcó y se los retorció. Sus respiraciones se densificaron. Kallen se dobló sobre él provocativamente y presionó sus labios. Lelouch abrazó a Kallen y la volcó, tomándola por sorpresa. Él cogió el mechón que le había caído en su labio, se lo recogió detrás de la oreja y miró de hito a hito a Kallen. El amor flameaba en sus ojos azules iluminando su semblante enrojecido y se hacía aún más evidente en la preciosa sonrisa de oreja a oreja que se extendía por sus labios carnosos. Era una imagen adorable.
—Te amo, Lelouch.
Lelouch no pudo más que devolverle la sonrisa. Su corazón se agitó en su pecho. Deslizó su mano por el antebrazo de la pelirroja y entrelazó sus dedos. Al mismo tiempo, sintió que las piernas de Kallen se cerraban alrededor de él y que sus tobillos se entrecruzaban detrás de su espalda enterrando la longitud dentro de ella. Lelouch y Kallen se besaron y se adentraron en la profundidad de un mar de gritos de éxtasis, jadeos irregulares y gemidos desvergonzados mientras iban saciando sus ansias por el otro. El calor que irradiaban sus cuerpos sudorosos se esparció por el cuarto. Las lamidas suaves y voluptuosas de las olas en la orilla eventualmente se convirtieron en los choques intensos de las bravas olas al romperse contra los farallones. Hay muchísimas almas gemelas vagando solas por el mundo y nada más unas cuantas consiguen encontrarse y unirse. Este parecía ser uno de esos casos. Dos pares de labios, un beso voraz. Dos corazones, un mismo latido. Dos almas, un verdadero amor. El orgasmo sobrevino como un flamazo. Pero, por nada del mundo, se soltaron.
El rey por fin estaba con su reina.
https://youtu.be/52MyfphGa5M
La noticia del accidente del presidente Charles estaba en boca de todos. La nación exclamaba a viva voz su preocupación por la salud del próximo mandatario y el futuro incierto del país. Se tenía previsto que el presidente estuviera internado en la habitación VIP del centro médico de Britannia Corps, del mismo modo que estuvo cuando fue abatido por una bala. Solo que Schneizel solicitó trasladarlo a la mansión alegando que quería cuidarlo en persona. Su deseo le fue concedido. No podía negársele a un hijo desconsolado. A mediodía vino la ambulancia con el presidente Charles y Schneizel pidió a los paramédicos moverlo a su habitación. Desde entonces, había estado en su cama guardando reposo. Schneizel debía meditar muy bien su próximo movimiento. Tarde o temprano su padre despertaría. Eso era una verdad que podía firmarse con sangre. No creía que fuera a revelar nada de la discusión. Si había sabido durante todo este tiempo que Odiseo no murió debido a una enfermedad y lo mantuvo en secreto por el bien de la familia, probablemente haría lo mismo esta vez. ¡Maldición! De seguro también él tenía conocimiento de que estaba implicado en la muerte de Euphemia y lo había callado. Aquella sucia condescendencia y secreta complicidad podría ser el acto más paternal que su padre le había mostrado y Schneizel estaba furioso. Hubiera sido mucho mejor si lo hubiera denunciado. Después de todo, el deber de todo padre era castigar a fin de corregir a sus hijos. Mas su padre nunca lo había castigado. Ni cuando fue niño. Porque Schneizel siempre ostentó una conducta intachable. Siempre hacía lo correcto ya que se aseguraba de encubrir bien sus pequeños pecados. O eso había pensado. Así que, en suma, todo seguiría como antes cuando el presidente Charles abriera los ojos. O casi todo.
Su padre no le consentiría estar a cargo del Proyecto Geass. Tampoco integrarse. Había sido bastante claro. Recién había iniciado a familiarizarse con el proyecto y el Geass. Tenía mucho que descubrir, sobre todo acerca del Geass de su hermano. Cera, que había tenido la osadía de suicidarse en frente de él, le había hablado someramente de todo un poco y Schneizel tenía la certeza de que ella se había reservado la parte importante que atañía a Lelouch. No, señor. Schneizel no podía renunciar el Proyecto Geass. La única manera que excluía esa posibilidad era quitar de su camino a la persona que se interponía entre el Proyecto Geass y él. Ya había considerado deshacerse de su propio padre, aunque en dichas oportunidades lo había pensado a la ligera en un acceso de rabia. Su muerte no sacaba ningún provecho y de por sí era terrible. Charles zi Britannia no había sido un padre ejemplar. Tan era así que por más que se devanaba los sesos no podía traer presente algún buen recuerdo de él. Pero, con todo, le debía su vida. Si lo asfixiaba, ¿qué era lo que peor que podía acaecer? Bueno, el país se sumiría en el caos por un periodo y después habría nuevas elecciones. Las ambiciones políticas de la familia se truncarían; no obstante, eso no frustraba la finalidad de la familia de fundar una dinastía. Aún se estaba preparando el Damocles y el Proyecto Geass continuaba en funcionamiento. ¿Cuál era el mejor escenario que podía tomar lugar? Bueno, todos asumirían que desgraciadamente el presidente no sobrevivió al coma y él podría mantenerse al mando del Proyecto Geass y el conglomerado.
Los pros parecían superar los contras y la idea se adueñaba más del corazón de Schneizel a medida que le daba más y más vueltas. Tan solo debía esperar el día adecuado y hacerlo. Por ahora, Schneizel estaba rastreando el centro de control clandestino del presidente. Dedujo, a partir de su airada conversación con su padre el día anterior, que el presidente tenía un sistema CCTV instalado en la mansión. No podía explicarse de otra forma cómo podría estar enterado de todo. Y, visto que este tipo de sistema operaba por vía remota, perfectamente el presidente pudo haber ordenado que se instalara y después supervisar desde otra ubicación las imágenes en movimiento captadas por las cámaras. Así pues, Schneizel se puso en su búsqueda. Tenía expectativas optimistas. Estaba seguro de que pronto le traerían buenas noticias. Ahora bien, otro asunto requería su interés. Esa misma noche, su hermana compareció en la entrada de la mansión y consigo trajo sus maletas. Schneizel fue a recibirla inmediatamente.
—Querida hermana, ¿qué es todo esto? ¿Significa que regresas a casa? —interpeló Schneizel avistando al mayordomo llevarse sus cosas.
—Por una temporada, por lo menos —confirmó Cornelia—. Me puse al tanto de que ibas a cuidar al presidente, dado su accidente. Supuse que ibas a necesitar apoyo y decidí venir.
—Pues estoy feliz de tenerte devuelta, aunque lamento que sea temporal, si me permites ser sincero. Te extrañé mucho —le sonrió.
—También te extrañé, hermano —admitió ella correspondiendo en igual medida a su gesto.
—Tu dormitorio sigue tal como lo dejaste. Me encargué de que así fuera. Raymond no tendrá inconvenientes —añadió. Cornelia y Schneizel caminaron hacia el interior de la mansión—. Casualmente, estaba por ver a nuestro padre. ¿Te gustaría venir conmigo?
—Schneizel, yo...
—No tardaremos más de cinco minutos —la alentó Schneizel—, ¿está bien?
El presidente Charles yacía profundamente dormido en su lujosa cama con las manos a ambos lados de los costados y con una expresión de paz. Estaba acobijado hasta la cintura y vestido con la bata púrpura de lana con estampado de animal que utilizaba para dormir. Alguien había entreabierto las contraventanas a fin de tener iluminado y fresco el cuarto. El suero se filtraba al torrente sanguíneo del presidente Charles por vía intravenosa. Schneizel atisbó a Cornelia de refilón. En apariencias, lucía serena. Lo cierto era que estaba batallando por mantener bajo control sus facciones. Comentó solo cuando se sintió segura de un tono limpio de emociones:
—Se ve...
—¿Vulnerable? ¡Oh, lo es! Hemos internalizado tanto los discursos mediáticos y la habladuría de la gente que endiosan a nuestro padre que nos olvidamos de que es un hombre.
—Iba a decir que se veía bien para su edad.
De cerca se podían apreciar que la piel de las manos del presidente estaba plegada en arrugas y moteada por algunas diminutas manchas; así como también del sutil subibaja de su pecho. Las inhalaciones del presidente Charles eran tenues, pero se propagaban por todo el cuarto y calaba hondo en sus hijos. Cornelia se sostuvo del pie de la cama con disimulo.
—Escuché que ese vigilante enmascarado estuvo causando estragos en Britannia Chemicals. ¿Pudiste manejarlo?
—Afortunadamente, no fueron demasiados los daños. Algunos guardias resultaron heridos y nada más. Intuyo que Zero andaba en busca de algo. Ojalá pudiera responder qué; pero varias de las cámaras fueron averiadas. Si no fuera por nuestros guardias, no hubiéramos sabido con certeza qué sucedió. No ha vuelto a aparecer desde esa fecha y no sé cuánto tardará. Pero no esperaré hasta que lo haga. Lo pensé bien y decidí colaborar con la policía para atraparlo. En los próximos días, posiblemente oirás noticias mías. No te preocupes, querida hermana. Zero no saldrá impune de esta —prometió, volviéndose—. Sí confías en mí, ¿no es así?
—Confío en ti con mi vida —ratificó Cornelia asintiendo con la cabeza.
La amable sonrisa de Schneizel se ensanchó. Estiró la mano, agarró su muñeca y se la apretó con afecto. Enseguida, su mirada aterrizó de nuevo en su padre. Sus ojos relumbraron astutos. Iba a ser difícil deshacerse del presidente con la presencia de Cornelia, pero no imposible.
https://youtu.be/G6_pbOZO1zk
A la mañana siguiente, el cuerpo de Kallen se quejaba de dolor. Regularmente, los músculos adoloridos eran señal de una sesión intensa de ejercicio. Pero Kallen no había ido al gimnasio ayer. Entonces, ¿por qué sentía dolor? La respuesta se materializó en su mente mediante una lluvia torrencial de recuerdos segundos más tarde, lo que le robó una sonrisa refulgente y tiñó de rojo sus mejillas. Kallen entornó los ojos y se vio envuelta en un amoroso abrazo por parte de un Lelouch dormido plácidamente. La cabeza de la pelirroja descansaba sobre su hombro izquierdo y su brazo le cruzaba el pecho, por lo cual su mano acababa en su otro hombro. De igual manera, Lelouch tenía su brazo enrollado alrededor de la cintura de Kallen y, de vez en cuando, la apretaba contra él inconsciente como si al hacerlo estuviera espantando las pesadillas. A la mujer le gustó sentir relajado el cuerpo de Lelouch contra el suyo. Debajo de las sábanas, sus piernas estaban entrelazadas y sus cuerpos desnudos se calentaban entre ellos.
Era cierto. Ella había pasado la noche con Lelouch y había sido mejor que cualquiera de sus fantasías. Tal vez con el tiempo recordaría como imperfecta aquella noche —Kallen no había hecho el amor con nadie en un largo tiempo. De hecho, la asustaba haberlo hecho mal, aunque Lelouch no le sugirió nada por el estilo—. Sin embargo, en ese momento, ella quería disfrutar esta mañana encantadora y rememorar con cariño esa noche mágica que tanto había ansiado. ¡Había sido tan hermoso! Para ser honesta, Kallen no pensaba que Lelouch iba a durar tanto, dada su ineptitud física. La había sorprendido que sí lo lograra. Cera le había comentado que el sexo era la única actividad física que Lelouch practicaba.
«Siendo así», pensó Kallen. «El sexo debería convertirse en un deporte y formar parte de las siguientes olimpiadas». Kallen se tapó la boca con la sábana y se rió de su propia ocurrencia. Se preguntó en su fuero interior qué opinaría Lelouch. No podía hacer de cuenta que nada había sucedido anoche. O quizá sí. Lelouch no le había dicho explícitamente que eran novios y esa había sido la única condición que ella le impuso para que estuvieran juntos. Anoche, después de hacer el amor, no hablaron. Él fue al baño. Ella también al poco tiempo. Cuando salió, él ya estaba en la cama y le tendió los brazos. Ella se unió a él y estuvieron besándose hasta que él se durmió y ella lo acompañó. Y listo. Cualquier cosa era posible con Lelouch y esa incertidumbre la preocupaba. No quería que su relación siguiera igual que siempre ni quería ilusionarse vanamente como una idiota. Él había jugado las suficientes veces con ella que estaba segura de que una más le rompería el corazón. Kallen exilió aquellos pensamientos de su mente sacudiendo la cabeza y besó la marca del Geass en el pecho de Lelouch. No quería que nada estropeara la (posible) mejor noche de su vida y el comienzo de una prometedora mañana.
—Te amo —susurró—. Nunca lo olvides.
Kallen se incorporó y se metió en el baño. Entró en la ducha, cerró la puerta de vidrio esmerilado detrás de ella y abrió el grifo. El agua estaba caliente. Perfecta. Kallen dejó que el agua resbalara por su cuerpo atlético. El calor y la humedad condensados en el baño y sus manos jabonosas paseándose por su piel fueron propicios para la invocación de ardientes recuerdos que enrojecían su rostro. Afortunadamente, el vapor cubría el rubor.
La vida amorosa de Kallen no era tan envidiable como se supondría. Su belleza y su espíritu libre le había granjeado varios pretendientes. Pero muy pocos habían ganado un espacio en su corazón. Solamente había tenido dos novios y algunas citas rápidas que no prosperaron. El primero fue en su último año de preparatoria. Fue una relación idílica, ingenua y dulce. Digna del primer amor. La segunda fue en la universidad. Fue una relación tan apasionada como turbulenta (había coincidido con la etapa más oscura de su vida). Ambas relaciones concluyeron en buenos términos. Ambos chicos eran japoneses. El primero era un chico que conoció en esas peleas de robots callejeras. Era un amante de la adrenalina al igual que ella. El segundo era un escalador. Compartía su estilo de vida activo. Hasta hace algunos meses, Kallen se proyectaba a sí misma en el futuro casada con un japonés y viviendo en una adorable casita japonesa moderna. Tras conocer a Lelouch, no podía apostar que así acabaría. ¡Cielos! Lelouch era tan radicalmente diferente a sus exnovios. ¿Habían cambiado sus gustos por los hombres? ¿O ella había cambiado? Quizá un poco de ambas cosas.
Kallen salió de la ducha y, por acto reflejo, abrió el espejo a fin de sacar su cepillo de dientes. No fue que dio un vistazo que recordó que no estaba en su cuarto. Aun así, no cerró el espejo. Algo captó su interés: la cantidad exorbitante de frascos de pastillas. Agarró uno al azar y leyó la etiqueta. Era zolpidem. Todos lo eran. No tenía idea de que Lelouch tenía problemas para dormir. La pelirroja sabía que estaba mal entrometerse, empero mentiría si afirmara que eso no la había dejado anonadada y hasta cierto punto la perturbaba. Le mencionaría el asunto a Lelouch a posteriori. Kallen devolvió el frasco y cerró.
La pelirroja volvió al dormitorio en donde Lelouch seguía durmiendo. Estaba recogiendo sus prendas cuando advirtió que no estaban todas. ¡Claro! Se acordó que habían empezado en la sala. Ella se mordió el labio con fastidio. ¿Cómo iba a tomar su ropa delante de esas enormes ventanas panorámicas? Sumado a eso, le estaba gruñendo el estómago. Estaba acostumbrada a desayunar tan pronto como despertaba. Al final, la mujer resolvió con hacer el desayuno y luego marcharse. Esperaba que a Lelouch no le molestara. Por lo tanto, Kallen agarró su bata negra, se la puso y se fue a la cocina.
Husmeó lo que había en los gabinetes y en el frigorífico para realizar un rápido inventario de los ingredientes y pensar qué platillo hacer. Se extrañó al ver que no había algunas cosas cruciales. «¿Acaso Lelouch se olvida de ir al supermercado?». Se decantó por preparar algo tradicional: huevos revueltos con bacon. Kallen no era afín a la culinaria; pero sí sabía cocinar y lo hacía bastante bien. Esa mañana se sentía particularmente inspirada. Manejaba varias teorías al respecto. Podría ser porque estaba en otro lugar o porque la impulsaba el deseo de cocinar algo rico para Lelouch o porque se sentía de buen ánimo. A ella le gustaba oír música mientras cocinaba. A falta de un equipo de sonido, buscó su celular, ojeó la lista de reproducción y puso la pista que le resultaba más atractiva. En minutos, estaba canturreando. «Is this real? Is this real? What I'm feel inside / How can I hide? When it's everywhere, every little breath I take I feel».
El chirrido del aceite y la música le impidieron a Kallen apercibir el sonido provenir de la ducha. Por lo cual, estaba desprevenida cuando se dio la vuelta y vio al tercer hombre que había conquistado su corazón en el umbral. Lelouch se había vestido con un elegante pijama púrpura con solapa y botonadura al frente. Tenía el cabello húmedo —en general, Lelouch se secaba el cabello con una secadora ya que detestaba que su ropa quedara mojada por culpa del goteo. Pero esta vez no quiso perderse ver a Kallen cocinar—. Lelouch se había adelantado al desayuno: estaba comiéndose a Kallen con la vista. A ella anteriormente la hubiera enervado su mirada intensa y, a pesar de que todavía la hacía sonrojarse, debía reconocer que adoraba que la mirara así.
—Hola.
—Buenos días, Kallen.
—Ya estoy sirviendo el desayuno. Siéntate.
—Eso haré, pero antes...
Él se dirigió a la cafetera de marca que estaba en una de las encimeras. La mirada curiosa de Kallen fue tras él. Lelouch sonrió una vez adivinó la pregunta muda de Kallen.
—Me gusta empezar mis mañanas con una taza de café —indicó Lelouch mientras se servía.
Acto seguido, Lelouch se tendió obediente en una de las sillas del comedor. Kallen transfirió los huevos y las tocinetas a los platos con la espátula y los llevó a la mesa junto con su vaso lleno de jugo. Se sentó enfrente de Lelouch.
—Buen provecho.
—Gracias. Igual para ti.
https://youtu.be/08dVih0LNs8
Kallen cortó un trozo, lo ensartó con el tenedor y lo metió en su boca. La textura era suave y el sabor era ameno. Ni muy salados ni demasiado cremosos; empero habían quedado jugosos. Lo había sazonado bien. Estaba orgullosa de sí misma.
—¿Y cómo amaneciste? —inquirió Kallen tímidamente.
—Estoy molido —respondió Lelouch espontáneo con una sonrisa—. Nos habíamos tardado un montón en hacerlo, ¿no? Supongo que te lo debo todo a ti.
—¿A qué te refieres? —preguntó bebiendo un poco de jugo.
—Tú nos metiste a ambos en mi cama —explicó con sencillez—. No pensarás que creo que fue una casualidad que estuvieras vestida con lencería negra ayer precisamente, ¿o sí?
¡Diablos! ¡A Lelouch no se le escapaba nada! En efecto, Kallen había escogido a consciencia su ropa interior con la esperanza de tener un encuentro romántico con Lelouch. Luego ella lo olvidó porque tuvo que ir a rescatarlo con Suzaku y Rolo. Se preguntó qué la había delatado con exactitud: ¿el color o el hecho de que estuviera ataviada con ropa sexy? La ofendería que fuera la segunda alternativa. En lugar de desmentirlo o saciar su duda, ella dijo:
—¿Y te gustó?
—Me encantó —aseguró Lelouch clavando en su enamorada una mirada golosa, lo que dilató su sonrisa. Kallen pensó que se le iban a romper las mejillas de tanto sonreír. Por no hablar del calor que la estaba sofocando.
—Qué bueno.
—Lo es —reafirmó—. Kallen, me gustaría pedirte un favor: quisiera que me instruyeras más sobre defensa personal.
—De acuerdo. Aunque si quieres aprender defensa personal tienes que empezar a ejercitarte, ya que si no lo haces es probable que no puedas mantener el ritmo de los entrenamientos.
—Me lo imaginaba —asintió Lelouch—. Muy bien. Si debo cambiar mis hábitos, lo haré.
—¡Alto! No he dicho que te enseñaré —indicó exhibiendo una sonrisa. Engulló otro trozo.
—¿Cuál es tu precio?
La pelirroja apoyó los nudillos en su mejilla y se dio unos golpecitos en la barbilla fingiendo pensarlo. Tenía una falsa pinta inocente que hizo reír a Lelouch.
—¿Qué quiero? Quiero... ¡Oh! —exclamó con gesto teatral—. Enséñame a disparar.
—Trato hecho.
Lelouch picó con el tenedor el último pedazo de su huevo revuelto y lo hilvanó con el tocino restante. Ambos desaparecieron en el interior de su boca. Kallen se quedó mirando a Lelouch. Estaba reflexionando cuánto había cambiado. Algo en él se sentía distinto. ¿Fue desde hoy o ayer? ¿Fue la experiencia traumática que vivió en el Proyecto Geass o algo más?
—¿Qué sucede, Kallen? —inquirió Lelouch inesperadamente. Estaba sorbiendo su vaso.
—¿Uhm? Nada.
—¿Nada? ¿Segura? Cuando me miras así, es porque te mueres por preguntarme algo.
—Sí. Bueno, quería saber qué tal tu desayuno.
Lelouch le lanzó una mirada inquisitiva a Kallen. Ella respondió encogiéndose de hombros. Podría haberle compartido su inquietud. Pero temía arrepentirse de investigar.
—Está exquisito. Gracias.
—De nada —manifestó Kallen—. Sabes, me gusta emprender el día preparando un desayuno japonés. Se me da bastante bien y no lo digo por alardear. Si hubiera tenido los ingredientes, te lo habría cocinado. Tal vez algún día si tú quieres podríamos...
—¿Por qué no esta semana? —interrumpió. Kallen parpadeó pasmada. No estaba siguiéndole el hilo y él lo advirtió. Tuvo que aclararse—. ¿Por qué no te mudas conmigo?
—¿Cómo? —farfulló Kallen, hundiéndose más en el asombro. Su corazón saltó emocionado. Necesitaba cerciorarse que sus oídos captaron bien y no lo alucinó. Preguntó—: ¿quieres que vivamos juntos?
—Sí. ¿Tiene algo de malo que dos amantes convivan?
«¡Amantes! ¡Conque ese el estatus de nuestra relación! Es un buen inicio», pensó Kallen.
—¡No! —exclamó ella sacudiendo la cabeza—. Es que, ¿no te parece que es muy repentino?
—Kallen, nos conocimos hace unos meses y nos conoceremos más a fondo en los venideros. Tú sabes quién soy, la clase de hombre que soy. Y yo sé quién eres. Para colmo, estamos en una guerra contra el conglomerado más poderoso de la ciudad, lo que ajusta nuestras agendas, así que ¿no deberíamos aprovechar todo el escaso tiempo libre que tenemos para estar juntos? De cualquier modo, la convivencia es la prueba de fuego para cualquier pareja y si vamos a tener una relación, sería algo ineludible.
Kallen vaciló. Su razonamiento era lógico y consecuente con su situación actual. Su voz era determinada. En circunstancias normales, se habría contentado. Pero el hombre que amaba era Lelouch y Lelouch siempre pisaba con seguridad porque había pensado meticulosamente cada uno de sus pasos. Esto parecía algo precipitado, a no ser que ya lo estuviera sopesando. ¿Cuándo? ¿Ayer? No, ¿en qué tiempo pudo tomar esa decisión? ¿Hoy? ¿En la ducha? ¿Podía ser que lo estuviera pensando desde mucho antes?
—Sí, tienes razón —expresó Kallen—. Pero, Lelouch, ¿esto no es porque te has sentido solo?
—Siempre me he sentido solo, incluso cuando he vivido en compañía de Nunnally y de Cera. Hago esto por mí, porque quiero ser un hombre diferente.
«Porque no quiero ser mi padre». El tesón de su tono enmascaraba la tensión. Lo que delató a Lelouch no fueron las palabras ni la entonación, sino las comisuras de sus labios curvadas hacia abajo. Kallen colocó su mano sobre la suya y se la acarició con cariño. Ahora que todas sus dudas fueron resueltas, el miedo cedió paso a un inmenso júbilo.
—¡Sí quiero vivir contigo! Me mudaré —aceptó Kallen, sonriente—. Déjame lavar los platos para después cambiarme e ir a casa de Shirley.
Kallen apiló los platos uno sobre otro y acostó los vasos encima, recogió todo y los metió en el fregadero. Iba a abrir el grifo cuando Lelouch la sujetó por un brazo y la arrimó hacia él.
—Ve a cambiarte. Yo lavaré.
—No me tardaré.
—Sé que no, pero ya has hecho más que suficiente, mi reina.
Kallen se rió. Le parecía graciosa la evolución de los apodos que le había concedido Lelouch. De «charlatana» a «Q-1». De «Q-1» a «reina». Su cuerpo estaba a solo un aliento de ella. Sus labios estaban entreabiertos. La necesidad de aplastar esa distancia era enloquecedora. Kallen lo abrazó y lo besó sin pensarlo. Lelouch intensificó el beso al devolvérselo. Kallen sintió las manos de Lelouch deleitándose al pasear por sus hombros, por su espalda, por su cintura, por la curva de sus caderas. En un minuto, sus pies se habían despegado del suelo. Al siguiente, ella estaba sentada sobre la encimera. Con su lengua, Kallen exploró despacio su boca. La recibió su lengua tocándola retozonamente y echándose para atrás, invitándola a perseguirla. Lelouch la estrechó contra él y a Kallen se le atascó un suspiro en la garganta. No le hubiera molestado que la llevara de nuevo a su dormitorio. O, ¿por qué no hacerlo ahí? Estaban solos. Nadie iba a interrumpirlos. Nadie. Algo, sí. Su celular. Kallen refunfuñó. Renuente a dejar ir a Lelouch, se aferró a él mordisqueando su labio inferior con sus dientes. El celular de Kallen no iba a rendirse y repicó con más insistencia. Lelouch retrocedió con una risita.
—¡Ay, no! ¿Por qué ahora que te tengo en mis brazos nos molestan?
—Está bien. Ve a atender. Aquí te esperaré.
Kallen sonrió. Avizoró el labio inferior de Lelouch rosado e hinchado. ¿Siempre había estado así o había sido cosa de ella? Kallen se bajó de la encimera y cogió su celular. Su corazón se heló. Leyó en el identificador de llamadas el nombre de la enfermera que cuidaba a su madre. Nomás se le ocurrían dos razones por las cuales ella podría contactarla y ninguna la calmaba. Atendió.
https://youtu.be/T-q9nzralVY
—Despertó.
Ese fue el único mensaje que le llegó desde la otra línea. No necesitaba oír nada más. Kallen se precipitó en el dormitorio de Lelouch apretujando contra su pecho su cinturón, su pantalón y su chaqueta (las prendas que estaban en la sala). Recogió el resto de su ropa esparcida. Se desvistió con torpeza. Profirió más de una «maldición» entre dientes. Lelouch discretamente le pisaba los talones. No había que ser un genio de la observación para percatarse que estaba hecha un manojo de nervios.
—¿Qué sucedió? ¿Quién te llamó?
—El hospital —balbuceó—. Mi madre despertó.
—Iré contigo —declaró Lelouch.
Kallen tenía tanta prisa que no se maquilló ya una vez estuvo vestida. Ni reparó que se había colocado un solo arete y no dos. Lelouch se cambió y llevó a Kallen en su coche al hospital. Era el medio más práctico para ambos y era mejor que condujera él, visto el estado de Kallen. Tan abismada estaba en sus pensamientos que no le dedicó una sola mirada en todo el trayecto y Lelouch no trató de sacar ningún tema de conversación. Le agradecería cuanto más rápido llegaran. Pisó el acelerador y la aguja del velocímetro se movió trepidante en sentido horario.
En el estacionamiento, Lelouch le pidió bajarse y adelantarse, prometiendo alcanzarla luego. Kallen no le discutió. Salió disparada hacia delante fuera del coche y casi se cayó de bruces. Podría ser que esa era la tercera vez en la mañana que por poco acontecía. Kallen era diestra con los tacones. De hecho, su relación con ellos era la más duradera que había tenido. Empero parecía que hoy la estaban dominando. Kallen se recompuso abruptamente murmullando otra sarta de blasfemias y corrió. Corrió por su vida. Corrió como jamás lo había hecho. Tuvo la impresión de que sus pies quemaban el asfalto a su paso y el frío viento le cortaba las mejillas. Irrumpió en el hospital y se dirigió hacia la habitación donde su madre se alojaba. Estaba por entrar, cuando Kallen se paralizó en seco. Lelouch la alcanzó jadeando. Se tomó unos segundos para apoyarse en la pared y recuperar el aliento. Divisó a Kallen de soslayo. Notó que se movían sus labios y el subibaja de su pecho se aceleraba. La tranquilizó con dulzura:
—Kallen, todo estará...
—Lelouch, sé que apenas somos amantes. Pero quiero que me acompañes al interior y fingieras que eres mi novio y que llevamos una vida feliz en pareja. Me gustaría que mi madre pensara que estoy bien... —gimoteó Kallen, girándose hacia Lelouch—. O mejor no. Olvídalo. Una hija como yo no merece...
—Lo haré. Tú no te preocupes por mí —aseguró colocando sus manos en sus hombros—. Ve con ella. Yo iré detrás.
Lelouch inclinó la cabeza a manera de preguntarle si estaban de acuerdo y Kallen le devolvió el gesto con nerviosismo. Se secó las manos sudorosas en el pantalón, se volvió hacia la puerta y la empujó. La señora Kozuki descansaba en su lecho. Tenía los ojos entrecerrados, como cansados; la piel nacarada y algunos mechones castaños apelmazados contra el semblante. Respiraba a través de una máscara de oxígeno. Kallen se precipitó hacia ella y tropezó. Lelouch iba a ayudarla a levantarse, mas ella gateó hacia la cama.
—¡Mamá! ¡Mamá! Ya estoy aquí, ya estoy aquí, ¿me escuchas?
La señora Kozuki siguió la dirección de la voz de Kallen con la cabeza. Sus ojos angulosos centellearon al reconocer a su hija adulta. Alargó su brazo débilmente y Kallen agarró su mano. Si aún pudiera hacer un esfuerzo, le habría sonreído, le habría acariciado la cabeza, le habría preguntado cómo estaba, se habría disculpado por haberla abandonado. Lelouch quiso acercarse y se retractó pensando que era mejor no inmiscuirse en un momento íntimo entre Kallen y su madre. Así pues, se quedó apartado de la escena, aunque la mirada de la madre de Kallen se posó brevemente sobre él y luego volvió a enfocarse en su hija que estaba al borde de las lágrimas.
—Mamá, ya estoy aquí. Lo siento mucho. Nunca debí haberte echado de la casa. No quería...
—Kallen —musitó su madre sin separar los labios. Parpadeaba muy lentamente.
—¡No! ¡No! No digas nada. ¡Ahorra tu fuerza! —sollozó la pelirroja, sorbiéndose los mocos y apretando su mano al sentir que su cuerpo se agarrotaba—. Escúchame...
—Perdón.
El pecho de la madre de Kallen se agitó hacia arriba y hacia abajo en un último y sosegado estremecimiento y su mano se escurrió de los dedos de su hija y cayó.
Sin vida.
Kallen se quedó de piedra con los ojos impertérritos, fuera de órbitas y ribeteados. Su rostro desvaído fluctuó del estupor a la conmoción. No reaccionó cuando el pitido del soporte vital la dejó sorda. Ni cuando Lelouch se arrodilló y la ciñó entre sus brazos. Ni cuando el médico y las enfermeras se agolparon en la estancia. Fue cuando distinguió el desfibrador en manos del doctor que sintió el eco distante de su propio corazón detrás de sus costillas y derramó su primera lágrima. Lelouch la estrujó. No con cariño, sino como si fuera la única estructura en pie en medio de un vendaval. Kallen sollozó y se desinfló en agua.
*Cheryl significa también «querida» ;)
N/A: Kallen logró salir con Lelouch y, además, se acostó con él, ¿a qué costo? A ver su madre por última vez. Soy cruel, pero justa (?).
El título del capítulo es una representación alegórica del concepto del amor concebido en nuestra cultura y, a su vez, es una referencia a los propios Lelouch y Kallen, quienes ya han sido asociados al fuego y al agua (o al hielo) reiteradas veces. El amor es la unión de los opuestos, es la interacción de las fuerzas contrarias, pero complementarias. Fuego y agua. Sol y luna. Rojo y azul. Azufre y mercurio. El principio masculino y el principio femenino. El rey y la reina. Lelouch y Kallen encarnan a la perfección esta idea: son el espejo del otro y, al unísono, se complementan en varios aspectos. Añádeles una tensión sexual alta y una dinámica interesante y tienes el potencial de una pareja poderosa.
En principio, no pensaba crear un romance para Lelouch. Él iba a tener su oportunidad de flirtear con cada uno de sus intereses amorosos del anime sin llegar a nada serio. Tal como en el animé. Pero, mientras más avanzaba en el desarrollo del fanfic, caí en cuenta que este podría ser el único long-fic que yo escribiera para Code Geass. Eso me llevó a cambiar mis planes para Lelouch y Kallen y debo decir que benefició bastante los arcos narrativos de Lelouch y Kallen. Se darán cuenta, sino lo han hecho ya, en el transcurso. No tuve problemas para darle espacio a su romance. Es más, se integró orgánicamente a la trama y me atrevo a agregar que su relación junto a la amistad/rivalidad de Lelouch y Suzaku es el corazón de esta novela ya que el romance de Lelouch y Kallen empezó a desarrollarse el mismo día que Lelouch puso en marcha sus planes. En tal sentido, vista desde otro ángulo, CGB cuenta la historia de amor de Lelouch y Kallen que se consuma por fin en este capítulo, ¿se quedarán juntos? Hasta ahora ninguna de las parejas que les he presentado han podido permanecer juntas porque una de las dos muere o no es correspondida. Son amores imposibles que no funcionan por una u otra razón. El amor de Lelouch y Kallen, por el contrario, es el correcto, es el posible y es el más equilibrado, pese a que se cierne la sombra de una mentira sobre ellos que amenaza con separarlos. Esta tercera parte es la más dura de la historia y creo que el amor de Lelouch y Kallen le da un toque dulce para hacer más pasajero este trago.
Debido a que les había traído una escena de contenido sexual explícita entre Euphemia y Lelouch en la primera parte de este fanfic, decidí que la primera relación sexual entre Lelouch y Kallen fuera explícita. Quería crear un contraste y, por ese motivo, la escena está narrada desde el punto de vista de Lelouch, que fue nuestra focalización en dicha escena. Mientras Lelouch había planeado con cálculo acostarse con Euphemia; el sexo con Kallen fue un acto espontáneo que nació del amor. Y, aun cuando Lelouch amaba a Euphemia, él se sintió incómodo durante el sexo y, al final, se enfatiza que ambos no disfrutaron como debía porque el remordimiento los atenazaba. No fue así con Kallen. Los dos estuvieron a gusto. En fin. Espero haber estado a la altura de las expectativas de los amantes de esta pareja y/o del lemmon ya que noté que era uno de los momentos más anhelados en el fanfic.
La corta frase «Hazme tu reina» es uno de mis diálogos favoritas. Es un eufemismo muy bonito y es una metáfora inteligente alusiva al crecimiento de Kallen dentro del fanfic y, a su vez, a la relación romántica de Lelouch y Kallen. Ya están al tanto de que todos los personajes principales tienen una pieza de ajedrez asignada. La de Kallen es la reina (la misma pieza con que Lelouch identificó a Kallen en la serie). Kallen comenzó como un peón y poco a poco fue evolucionando hasta convertirse en una reina. Era el tiempo perfecto para unirse a su rey.
Este capítulo fue una pastilla agridulce para nuestros amantes ya que pudieron estar juntos, pero perdieron a dos seres queridos en el proceso. Cera está muerta. No inventen teorías conspirativas. Ella completó su arco narrativo. Ya no tiene nada que hacer aquí. Demostré su muerte porque, visto que fue un personaje muy importante, no podíamos despedirla fuera de escena, sino con todos los honores. En lo personal, quedé satisfecha con esta C.C. y su evolución. La naturaleza humana fue el corazón de su arco y encontré la conexión a través del amor que es una pieza clave en el arco de la C.C. canónica. La C.C. del anime quería ser amada porque no podía amarse a sí misma; la C.C. del fanfic fue capaz de amar a otros porque era amada y eso le devolvió su humanidad, a costa de un terrible precio. Con su muerte, su alma torturada consigue una redención. Qué triste que se enterara que amaba a Lelouch solo luego de sufrir. Pero el amor y el dolor están relacionados y C.C. no se daría cuenta de otra manera. Si no han llorado en su momento por mi C.C., háganlo ahora.
Así pues, llegamos al final de estas notas y procedamos con las preguntas: ¿qué opinan de la charla entre C.C. y Schneizel? ¿Qué les pareció la muerte de C.C.? ¿Les apetecería decir algo de mi C.C.? ¡Cornelia está de regreso! Vi que algunos preguntaban por ella. Aquí está. ¿Schneizel se saldrá con la suya y matará a su padre? ¿Qué pueden rescatar de la sincera plática que tuvo Lelouch con Suzaku, Rolo y Kallen? (Esta escena es más importante de lo que se imaginan, pero no voy a profundizar en el porqué ahora). ¿Qué opinan de la íntima conversación entre Shirley y Lelouch? (Las charlas de Lelouch y de Shirley en esta tercera parte son geniales, si me permiten alardear). ¿Ustedes creen que Lelouch sí podría olvidarse de todo y detener su venganza? ¿Disfrutaron de las escenas Kalulu? ¿Qué expectativas tienen para el próximo capítulo? ¿Cuál fue su escena preferida?
En vista de que no he podido cumplir con las fechas de actualización asignadas y no he podido avanzar en mi historia debido a la universidad y la falta de inspiración, esta vez no diré cuándo actualizaré. Quiero hacerlo en agosto, aunque sea subir el capítulo en mi cumpleaños. Al menos, sí les revelaré el título: «Expiación».
Sin más, me despido. Se me cuidan. ¡Besos en la cola!
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