Capítulo 19: Mentiras
-Díganos, fiscal Kururugi, ¿por qué decidió apoyar al presidente Charles zi Britannia en su campaña? -le había preguntado el presentador Ried.
-Me la está poniendo difícil, reportero Ried. No creo que una pregunta de tal magnitud se pueda contestar debidamente en unos minutos -le había contestado entre risas, mientras se miraba el zapato descansando sobre su rodilla.
-¡No, no! Por favor, tómese su tiempo. No se sienta presionado.
-Bueno, haré el esfuerzo -había hecho una pausa para simular que estaba organizando sus ideas y dándoles forma-. Cuando se trata de las elecciones presidenciales, me digo que hay que votar teniendo en mente lo que necesitamos. Apenas hay, y me duele decir esto, un átomo de protección y de orden en nuestro país. Por las noches nuestras calles se convierten en un teatro de crímenes atroces y por los días madres lloran desconsoladas por la pérdida de sus hijos y nosotros, los funcionarios, no tenemos nada qué decirles, más allá de pedir disculpas por haberles fallado. Creo que nuestros ciudadanos estarán más seguros y se sentirán más optimistas bajo el mandato del presidente Charles. Es un hombre transparente y consciente de lo que vivimos que no duda en tomar las decisiones correctas, sin importar si son difíciles.
-Pero algunos comentan que su relación con el presidente Charles no era tan buena antes de ser aliados y que solo después de eso su nombre empezó a rumorarse entre los candidatos a fiscal de distrito.
-¿Fiscal de distrito? -había repetido, riéndose con escepticismo-. Soy demasiado joven para ser considerado y tendría que ser nombrado primero fiscal jefe de la división central donde trabajo. No pretendo destronar al fiscal Waldstein que apenas fue elegido para el cargo. Tampoco no conocía al presidente Charles hasta este año que se me acercó y me presentó su plan. Pensaba que era un hombre frío e inflexible. Me sorprendió para bien ver el buen hombre que es. Juzgas el carácter de un hombre por su amor a su familia y Charles zi Britannia, ciertamente, vive su lema. Siempre he creído que todavía puede haber hombres buenos, incluso en los rincones más sórdidos del mundo -había declarado con la voz ronca, de súbito, como si estuviera pensando en voz alta- y que si esos hombres deciden hacer del mundo un mejor lugar pueden hacerlo.
Suzaku estaba bebiendo en un bar. El licor que tenía almacenado en casa se le había agotado y a su garganta le urgía algo frío. Dio la casualidad que en la televisión pasaron su entrevista con el presentador Ried. La grabaron hace unos días. Le dijeron que le avisarían cuando iban a transmitirlo. No lo hicieron. O a lo mejor sí le habían dejado un mensaje. Ya no atendía su contestadora. Odió hacerla. Aquella entrevista había sido preparada con el fin de ensalzar la figura del presidente Charles. Memorizó todas sus respuestas. Tan solo en aquel instante se permitió improvisar. Ser él. Le gustó que no lo cortaran. Probablemente el presentador Ried la conservó en la edición final porque era inofensivo. Porque así él parecía más auténtico. No hubiera accedido a prestarse para semejante patraña si esa noche no habría jurado venerar y servir al dios de Pendragón. «Al final, mi esfuerzo dará sus frutos. Tengo que resistir. Tengo que recordarme por qué hago esto. Es por los ciudadanos de este país. Aun si mi propia gente me desprecia». Desde luego, Suzaku no era el único cliente que estaba pendiente el programa. Algunos japoneses se habían sentado en la mesa del fondo y estaban cuchicheando sobre él. No eran demasiado discretos. Desde la barra, alcanzaba a oír cómo lo vituperaba.
-¡Miren! ¿No es ese el Caballero Blanco?
-Caballero Blanco, mis huevos. Es un hipócrita. Dice que trabaja por un país justo y pacífico y apoya a Charles zi Britannia, el xenófobo que quiere remarcar más las diferencias entre los japoneses y britanos.
«Por un país en el que prevalezca la justicia, la paz y la misericordia», los corregía para sus adentros. Suzaku perdonó a sus paisanos ignorándolos. No tenían la culpa: no sabían su plan. En su lugar, también estaría enojado y se hubiera juzgado a sí mismo con igual inclemencia. Suzaku cogió su vaso e ingirió todo de un solo trago duro. El sabor era dulce y amargo como la verdad misma. Le quemó la boca. Le hirvió en la sangre. Reprimió una mueca.
-Cuán bajo has caído, hijo. Me decepcionas. ¿Pretendes generar lástima emborrachándote? ¿Crees que eres digno de recibirla porque asesinaron a la mujer que amabas y te traicionó tu mejor amigo? Eres una deshonra para el apellido Kururugi.
Le reprochó una voz familiar. Suzaku ni tenía que voltear. Desde el juicio, el fantasma de su padre lo había estado importunando con relativa frecuencia. Siempre lo visitaba en sus peores momentos. Bueno, su padre rara vez lo felicitaba o lo elogiaba. Fue para enseñarle humildad, para acostumbrarlo a trabajar por sus objetivos. «Las recompensas se ganan, no crecen en los árboles, Suzaku», decía cuando estaba vivo.
-¿Soy la deshonra de la familia? ¿Qué me dices del hombre que estaba dispuesto a entregar a unos asesinos unos niños huérfanos? ¿Qué tal si alguien hubiera descubierto la conspiración y lo hubiera filtrado a los medios? ¿Quién sería la deshonra entonces? ¿Quién de los dos sería más patético? -preguntó acerbo, apretando los dientes y llenando su vasito con más alcohol.
-Hice lo necesario por la empresa y tu futuro. Igual que tú aquella noche que me disparaste.
-¡Ya basta de decir que lo hiciste por mí! ¡¿No tienes otra excusa?! -bramó descargando su vaso con violencia sobre la barra. El licor salpicó.
-Y tú ya basta de despreciarme a mí y a ti por el pasado. Lo dijiste. Las decisiones correctas son las más difíciles -enfatizó Genbu. Suzaku se pellizcó el puente de la nariz y se pasó por la cara las manos con pereza-. En lugar de autocompadecerte aquí, deberías estar en la fiscalía trabajando en atrapar a la rata de Lamperouge.
-Estuve en la fiscalía. Corroboré su coartada la noche en que Villeta desapareció y es cierta -replicó Suzaku, cansino-. Y no solo esa. Salvo la vez en que fue «secuestrado», Lelouch estuvo con una mujer distinta en un hotel cada vez que Zero aparecía. Aun si estaba en esos cuartos sin hacer nada, todas sus coartadas son convincentes.
-¿Y? Sabías que ese bastardo cubriría sus huellas. No es ningún tonto. Lo conoces. También averiguaste que esos hoteles «casualmente» estaban a unas cuadras de donde desaparecieron las víctimas.
-Sí, lo sé -gruñó.
-¡No lo sabes, no me mientas, Suzaku! Es porque está dispuesto a cruzar sus límites por sus objetivos. Si tu propósito es superior al de él, ¿no lo arriesgarías todo? ¿Acaso no lo vale? -lo encaró. Llevado por la furia, Suzaku volvió a llenar el vasito y a beber destempladamente-. No puedes cazar a todas tus presas con la misma trampa. No son iguales. Algunas son más inteligentes que otras y frente a esa clase tienes que volverte más listo, adaptarte, hacer lo necesario.
«Si elige la ambición, elíjala honestamente: con crueldad», fueron las palabras del presidente Schneizel. Su padre y él y Lelouch y el presidente Charles tenían eso en común. No le gustaba mirar el mundo como ellos. Se dijo que debía hacerlo para entender los movimientos de sus enemigos. Suzaku reparó que el barman y el hombre sentado a su derecha estaban lanzándole miradas extrañas. Sus compañeros fiscales también lo miraban así. Genbu estaba adquiriendo el mal hábito de interrumpir en el trabajo, en la calle, en cualquier lugar, a cualquier hora del día. A Suzaku cada vez menos le importaba que lo escucharan hablar con él. «Al león no le importa la opinión de sus presas», había dicho el presidente Charles. La voz de su padre fue ahogada por las atronadoras carcajadas de los japoneses. Turbado por el bullicio, Suzaku se atragantó a medio beber obligándolo a toser. Al ver el licor derramado sobre la barra, se irritó de sobremanera. Suzaku echó la silla atrás tan fuerte que chirrió contra el piso. Se encaminó hacia el hombre que lo había llamado hipócrita.
-...Escuché que el presidente Charles le ofreció un generoso soborno para que se integrara a su partido...
Suzaku lo jaló por el hombro. No iba a enfrentar a un hombre sentado.
-¡¿Tienes algún problema conmigo?! -le inquirió en un tono beligerante-. ¡Porque estoy sentado atrás y estoy oyéndote tirarme mierda! Si tienes alguna queja, dímela en mi cara.
Y, acto seguido, Suzaku lo golpeó en la mandíbula y en los puntos de presión de los hombros y lo pateó en sus riñones, tirándolo al suelo, iniciando la pelea...
Rolo llamó a la puerta de la oficina del abogado Lamperouge suavemente. Este le indicó que podía entrar y eso hizo. Adentro estaba el abogado, desde luego, sentado en su escritorio con sus codos apoyados sobre la superficie y los dedos entrelazados; en los sillones delante de él estaban sus invitados: la reportera Ashford y su camarógrafo Cardemonde; por último, en el sofá recostado en la pared de la izquierda estaban la abogada Stadtfeld y C.C., en calidad de la secretaria de la susodicha. Lelouch necesitaba ponerlas al día para explicarles la siguiente fase de su plan e invitarlas a la reunión era la forma más sencilla. Las presentó con sus viejos amigos y nuevos aliados y, luego de eso, pudieron pasar al grano. Rolo tenía en su mano una bandeja con cinco vasos de café exprés. Lelouch se lo había ordenado. En el acto, el secretario se puso a repartir el café. Empezó con las visitas. Rivalz le agradeció. Milly guardó su polvo compacto en su bolso de marca y aceptó el café guiñándole el ojo.
Kallen había estado observando a la rubia con suma atención. Cuando abrazó de manera tan entusiasta a Lelouch, creyó que eran más íntimos de lo que él les había indicado; pero con ese gesto hacia el joven secretario cambió de opinión concluyendo que era simplemente una mujer coqueta. Milly estaba a la mitad de su narración cuando Rolo llegó. Lelouch aguardó paciente que terminara para pedirle a Milly que continuara.
-Bueno, primo, tuviste suerte de que el incidente que querías que investigara fuera la noticia del momento. Casi todos los reporteros contribuimos en el reportaje. Estaban como locos en la televisora. No me costó persuadir a mi jefe para que me asignara la investigación de la causa del incendio. Ya que todos dan por sentado que la explosión del gas de butano era la causante, decidí comenzar por ahí. Fui a la planta y pedí que me dieran una copia del vídeo que le entregaron al presentador Ried. Quería revisarlo por mí misma. Me sorprendí cuando el inspector me respondió que la sala de seguridad fue destruida por la explosión. Inmediatamente añadió que solían guardar copias en una compañía de seguridad, así que me acerqué allá y me llevé mi segunda sorpresa del día: me dijeron que no estaban autorizados a entregar vídeos, a excepción del propietario de la planta; por lo que Dietahrd solo pudo obtener el metraje directamente del dueño y, en ese caso, él perfectamente pudo haberlo editado para su beneficio. Ahí pudo finalizar todo, pero tú ya me conoces: una vez que algo se me mete entre ceja y ceja no renuncio y esta historia se estaba poniendo más y más extraña, ¿o no, Rivalz? -le preguntó Milly, echándole una mirada buscando su apoyo. Tenía los brazos cruzados bajo el pecho: nomás contar todos los eventos de aquel día la hizo revivir su frustración.
-Así es, Milly. Después de eso, exploramos todo el vecindario de la planta química. A ver si alguna de las cámaras del circuito cerrado había grabado algo que pudiera ser de interés. Estuvimos inspeccionando las cintas por días y no hubo nada. Siendo honesto, creía que todo esto se debía a un terrible malentendido del reportero Reid; pero, ya con esto, me ha quedado claro que solo alguien con un poder inmenso pudo borrar todas las cámaras de seguridad. Tenías razón de que aquí había gato encerrado, Lelouch.
-¡Bah! No nos hubiera enviado a investigar, si no tuvieras una mínima certeza de que esto era mucho más grande -resopló Milly, sacudiendo la voluminosa cabellera rubia maquinalmente-. Contacté, entonces, a una reportera, que trabajaba para Hi-TV, para que me pasara el vídeo de Diethard. Visto que su televisora transmitió el vídeo, rogaba para que ella accediera. Contaba con que, además, me ayudara por los viejos y felices tiempos -agregó esbozando una sonrisa de oreja a oreja-. ¡Y así fue! Al estudiar el vídeo, noté la luz parpadeante de un auto aparcado cerca de la planta. Deduje que era una cámara, así que anoté la matrícula y fui a la estación de policía para que algún detective amable averiguara el nombre y la dirección de domicilio del dueño y luego me lanzara detrás de esos datos...
-¿Y ese detective le dio toda la información así sin más? -inquirió Rolo, estupefacto.
Tras repartir el café, se arrimó a un costado para escuchar el relato. La reportera entornó los párpados y giró lentamente la cabeza hacia quien le había cortado el hilo.
-Nene, nunca subestimes el poder de unos tacones de aguja y unos pintalabios rojos, ¿sí?
La mujer remató la pregunta batiendo coquetamente las pestañas. Rolo asintió no sin cierta extrañeza y nerviosismo. C.C. fracasó al contener una risita. Tuvo que taparse la boca. Rivalz hizo un mohín, molesto. Milly se volvió hacia Lelouch, sonriente.
-En fin, estaba por decirte que pude encontrar el auto. Hablé con el dueño y él consintió de buena gana darme la grabación de la caja negra. Y, efectivamente, la cinta había sido editada para ocultar la llegada de unos camiones que transportaban material de desecho. Se lo mostré a mi jefe y me ordenó transferir el vídeo a otro de nuestros reporteros para profundizar en la investigación.
-Muy buen trabajo, Milly -la felicitó Lelouch, devolviéndole la sonrisa-. ¿Cuándo estará listo el reportaje?
-¿Por qué no miras tu televisión?
La mirada de Lelouch saltó de Milly a su secretario. Rolo cogió el control remoto y encendió el televisor sobre el librero. Lo sintonizó en la estación de KT-Tv. Estaban transmitiendo las noticias de las seis desde el estudio. Un presentador con un peinado menos glamuroso que el del reportero Reid y voz de tenor informaba:
-...La causa de la explosión fue una fuga de gas manando de un desperdicio químico ilegal. Nuestra reportera Milly Ashford les informará la exclusiva.
-Estoy en el lugar del siniestro: la planta química que segó la vida de muchas personas y dejó a muchos otros gravemente lesionados. Aunque se había especulado que la causa del fuego fue el vapor de gas, un vídeo de un auto estacionado en las inmediaciones que KT-Tv obtuvo de forma exclusiva mostró que una flota de camiones con desperdicios químicos ilegales ingresó a la planta minutos después de que la oficial Chiba se retirara del lugar...
-¡Guau! ¡Eso fue rápido! -contempló Kallen, boquiabierta.
-Por supuesto, ¿por qué crees que estaba tan apurada? -intervino la rubia-. En el mundo de las noticias el tiempo actúa más implacable y rápido: para nosotros, un día son veinticuatro horas; para las noticias, un día es un mes, dos años o una década -Milly chasqueó los dedos.
-Milly tiene razón -la secundó Lelouch-. Las noticias son algo vivo. Son una chispa que si no alimentas se extingue. Con suficiente combustible puede sobrevivir por mucho tiempo o crear un incendio -indicó, y una armonía inquietantemente oscura se deslizó por su voz. Su voz reposada e hipnótica que tenía el poder de atraer su mirada contra su voluntad. Kallen rehuyó a Lelouch.
-Depende de nosotros -retomó la periodista-. Dado por la gravedad del asunto y porque la exclusiva fue nuestra, vamos a estar colaborando con la policía y la fiscalía. Esta noche me reuniré el detective Senba y el fiscal Weinberg. Hablaremos del vídeo.
-De hecho, en una hora, Milly -corrigió Rivalz.
-Ryōga Senba fue uno de los oficiales subordinados del comisionado Tohdoh cuando él fue teniente. Creo que podemos estar tranquilos -apuntó Kallen-. Pero, ¿podemos confiar en el fiscal Weinberg?
-Es un fiscal joven y es amigo del Caballero Blanco -terció C.C.-. No me parece que el honorable fiscal Kururugi se junte con alguien que no comparta sus principios.
-De cualquier forma, KT-Tv seguirá dando cobertura a este caso hasta que los responsables salgan a la luz -dijo Rivalz.
-Así que quédense tranquilos -añadió Milly uniendo sus manos en un aplauso-. Una hora dijiste, ¿no? Creo que será mejor que nos pongamos en marcha.
-Gracias por todo. Rolo, por favor, escolta a nuestras visitas hasta la puerta.
Milly agarró su abrigo, descruzó las piernas y se incorporó. Rivalz la imitó. Intercambiaron un ademán de despedida. Rolo les abrió la puerta y cerró detrás de él, enseguida que cruzaran primero. Kallen, C.C. y Lelouch permanecieron en la oficina. El abogado cogió la pieza del rey negro de su tablero de ajedrez y jugó a pasársela entre los dedos.
-Con la chispa que inició Milly, el fuego no tardará en llegar hasta la comisaría. La presión de los medios forzará a los oficiales a investigar a fondo. Eventualmente, darán con la persona que aprobó usar el material químico ilegal. Los heridos y los familiares de los difuntos pronto recibirán la respuesta de la causa del incendio y la oficial Chiba será exonerada; sin embargo, la difamación y todo el viacrucis que soportó la pobre estos días pasarán sin pena ni gloria a no ser que demande al presentador Ried exigiendo una indemnización...
Fue en ese preciso instante que Kallen tuvo una epifanía. ¡Claro! Al denunciar al presentador Ried, la policía tendría que interpelarlo. ¿Podría denunciar a Britannia Corps, la mano que le dio de comer durante diecisiete años? Para salvar su propio pellejo, Kallen lo veía muy capaz. Y cuando la investigación policial rastreara la conexión con Britannia Corps, allí estarían los medios para cubrir todo. ¡Ese había sido el verdadero plan de Lelouch! ¡Maldita sea! ¡¿Cómo no había pensado en eso?! A Kallen la asustaba y, a la vez, la maravillaba la manera en que Lelouch diseñaba planes tan complicados. Era como si pudiera mirar los movimientos desde arriba. Como si fueran jugadas de uno de sus partidos de ajedrez. La mujer alzó la cabeza y se encontró con la mirada penetrante de Lelouch. Sus labios mostraban una sonrisa seductora que coloreó las mejillas de Kallen. Ya le había leído el pensamiento o...
-...Kallen, te pregunté si podrías conversar con la oficial Chiba y convencerla de demandar a Diethard.
Todo el color en el rostro de Kallen se diluyó. Ofendida por la interrogante. Se enserió.
-¿Para qué preguntas si ya sabes qué lo haré? Solo di «hazlo» y lo haré.
-Entonces, hazlo, Kallen -manifestó complacido-. Rolo me informó que el reportero Ried contactó a Britannia Corps, por otro lado. Evidentemente, ante todos los problemas que están surgiendo, Diethard no iba a esperar hasta tener la soga alrededor del cuello ni el presidente Schneizel, a que se revelen que han estado manejando sustancias químicas ilegales. El futuro de la empresa está en juego. Le ha pedido verse en el club Malibú. Van a tener mucho de qué hablar y nosotros no nos podemos perder esa charla. Por ello, Kallen se infiltrará como chica Malibú. Será la...
-¡¿Qué me infiltraré como qué, dijiste?! -balbuceó Kallen poniendo los ojos desorbitados.
-Como chica Malibú. De seguro lo sabes. Son esas chicas que visten ropa sexy y que cuando no están trabajando como camareras, están bailando sobre una plataforma o en un tubo o en una jaula -explicó. Su voz era grave como el tema que estaban tratando, pero la sonrisa con que expresaba todo rebatía su fachada-. Los clientes VIP poseen el privilegio de seleccionar a las que más les guste para que les hagan compañía. Confío en que tú le darás una excelente impresión al periodista Ried y al negociador del presidente Schneizel para que te escojan.
-¡Yo ya sé lo que es una chica Malibú! -graznó. La barbilla le bamboleaba-. Mi pregunta es: ¿por qué no C.C.? ¡¿Por qué yo?!
-Porque tienes habilidades en el pole dance y, además... -los ojos de Lelouch descendieron peligrosamente por las curvas de Kallen. Sintiendo su mente dispersarse, carraspeó- pareces una chica Malibú. Estás más que cualificada.
-Sí, bueno, ¡oye! ¿Cómo sabes qué sé pole dance? ¡No, olvídalo! Es estúpido preguntártelo.
Kallen sacudió las manos y se levantó con brusquedad. Se alejó. Mientras más se masajeaba la sien derecha con las yemas de los dedos exprimiéndose los sesos en busca de algún pretexto convincente, más se percataba de que no tenía nada. Lelouch dejó su pieza y se le acercó.
-¿Qué te sucede, Kallen? ¿Ya estás arrepintiéndote de haberme dicho que no te preguntara y que te indicara simplemente lo que tenías que hacer? -ronroneó Lelouch, divertido.
-No es eso...
Cuando Kallen sintió el aliento de Lelouch revolotearle el pelo, su respiración se aceleró y la sangre golpeteó sus mejillas. Instantáneamente supo que estaba parado detrás de ella. Tener a Lelouch delante y lograr sostenerle la mirada era un desafío. Pero era peor si estaba de espaldas. Kallen se sentía indefensa contra él. Intentó darse la vuelta cuando él la sujetó por los brazos. Su espalda rozó su pecho y la punta de su nariz resbaló por el pabellón de su oreja con lentitud haciendo trizas su concentración.
-Vamos, Kallen. Esto es para aniquilar las estructuras de poder de Britannia Corps. La otra vez yo les comenté a ambas que teníamos que crear divisiones entre el Presidente Schneizel y sus aliados para menoscabar su hegemonía y yo te prometí a ti que juntos lograríamos que Britannia Corps se derrumbara, ¿te acuerdas? Fue el mismo día que te conté mis intenciones. No lo hubiera hecho si no estaba seguro de que esto que yo deseo también lo querías tú -musitó Lelouch con cariño-. Pero ahora estoy algo confundido. Piensa en qué es lo que quieres y en por qué estás haciendo esto y dímelo. Yo lo hago porque deseo obtener justicia y quiero contar contigo. Somos socios y necesitamos trabajar en equipo para que nuestro plan funcione.
-No dije que no lo haría -replicó Kallen tragando saliva.
-¿Lo harás?
-Sí.
-Gracias, Kallen -susurró Lelouch. Kallen se lo podía imaginar esbozando esa sonrisa arrogante que la fastidiaba tanto y doblaba la velocidad de sus palpitaciones. Lelouch regresó a su escritorio. Kallen se estremeció. Su partida agitó el aire alrededor de ambos-. Solamente vas a tener que estar ahí y entretenerlos hasta que acabe todo. Contigo llevarás una cámara con que grabarás todo. C.C. y yo estaremos viendo y oyendo desde la comodidad de la habitación de un hotel que ya reservé. Seremos solo nosotros tres. Será una misión corta. C.C. elaboró tu carnet de Chica Malibú ayer. Si no sabes cómo brindar una interpretación creíble, pregúntale. Es una experta en el tema.
-Ja, ja -se forzó a reír C.C. con sarcasmo.
-¿Y para qué usarás la grabación?
-En otro momento les diré.
Odiaba eso. ¿Acaso no le habían demostrado su lealtad como para ganarse su total confianza? ¿Por qué se reservaba sus planes? Mas Kallen odiaba aún más que Lelouch pudiera jugar con sus emociones. En un minuto, Lelouch hacía estragos su corazón susurrándole dulcemente al oído y al otro disertaba de sus estrategias con cálculo como si nada.
C.C., que no se había movido del sofá, tenía una visión periscópica de sus colegas. Avistó al pecho de Kallen subir y bajar con rapidez y la sonrisa en los ojos de Lelouch. C.C. encendió un cigarrillo. Repantigada en el mueble, parecía una estrella de mar recostada en un arrecife.
-Usaremos nombres claves por precaución mientras esté en curso la operación -prosiguió Lelouch-. Tú serás Q-1, C.C. será R-1 y yo, K-1.
-¡Ja! ¿Cómo no? Tenías que ser el rey -bufó C.C. con sorna-. ¿Y por qué soy la maldita torre? No me estarás llamando gorda, ¿o sí?
-Quizás porque te la pasas todo el día echada en el sofá fumando me recuerdas a un castillo.
-¿Echada en un sofá? ¿Cómo crees? -refutó C.C. con falsa indignación-. Estoy haciendo fotosíntesis.
Kallen se rió. Era inevitable simpatizar con las ocurrencias de la Wicca. De cualquier modo, estaba en lo cierto. ¿Cómo no había notado que eran notaciones algebraicas de ajedrez? ¡Era tan obvio! ¿Y por qué C.C. era la torre? Si su memoria no le fallaba, Q-1 era la posición de la reina en el ajedrez. El corazón de la pelirroja pegó un brinco de emoción atorándose en su garganta. ¿Acaso había elegido los nombres al azar o entrañaban algún significado? No, con Lelouch nada era al azar.
Poco después de la pelea en el bar, Suzaku decidió marcharse antes de ser expulsado, montó en su coche y estableció el rumbo en dirección a su casa. Una patrulla lo detuvo en el camino. Entretanto el oficial lo interrogaba y le solicitaba su documentación, se fijó en sus signos. Le hizo la prueba del alcoholímetro. Suzaku ya sabía el resultado. El oficial le pidió acompañarlo y lo encerró en una celda. Suzaku no tenía cómo pagar la multa. Al repasar la lista de personas que podían ayudarlo quiso romper a reír de la frustración. Casi todos eran colegas del trabajo. Sus superiores no podían enterarse de aquello, no podía recurrir a Lelouch y le avergonzaba que Shirley y Cécile lo vieran en ese deplorable estado; por lo que llamó a Gino. En dos horas estuvo allí. Un oficial vino a abrirle. Suzaku se había arrimado a la esquina y estaba abrazado a sus piernas. Había un par de hombres detenidos con él. Normalmente, Suzaku procesaba a esta clase de individuos, no compartía una celda con ellos. El oficial lo instó a salir cuando Suzaku se quedó estático. Gino lo aguardaba afuera. Le hizo una seña y salieron juntos de la estación. No se dijeron nada. Fue un viaje incómodo porque Gino era una bomba de tiempo programada para estallar en segundos. Y estalló.
-Suzaku, ¿por qué conducías borracho?
No había matices en la pregunta. Gino solo trataba de entender.
-Perdí la cuenta por esta vez -repuso Suzaku-. No se repetirá.
-¿Esto ya había sucedido?
«Sí, ya había sucedido». Nada más que aquella vez había sido la primera en público. Suzaku no supuso que se perdería tan fácil. El alcohol le ayudaba a apaciguar su ira contra Lelouch, ponía a dormir los fantasmas dentro de su cabeza y lo hacía olvidarse de la realidad mojando sus pensamientos. Cuando estaba sobrio, todas esas cosas se arremolinaban como un tornado en su mente las veinticuatro horas del día. Sin parar. Si no lo hubiera abrumado esa necesidad de «desconectarse», habría evitado ir a ese bar.
-Solo fue una. Y te dije que no se repetirá -dijo Suzaku aumentando el tono-. No soy el primero ni el último que se descuida bebiendo.
-Ojalá fuera eso -suspiró su colega con tristeza-. Es que ya no eres el mismo desde que te asociaste con el presidente Charles.
-¿A qué te refieres?
-Te has vuelto distante -explicó, cauteloso-. Ya no interactúas con los otros fiscales. A veces hablas solo. A veces llegas tarde. Te has recluido en tu oficina. Ni sales para almorzar.
-Estoy trabajando en el caso de Zero y en otros más. Consume mi tiempo y el fiscal general me está presionando para que progrese. Este puede ser el caso más importante que he tenido en mis manos y quiero hacerlo bien -se justificó Suzaku con aspereza-. Y tampoco tengo de qué conversar con otros fiscales que me ven como si fuera un fenómeno. Tal vez envidian mi asociación con el presidente. Qué sé yo. Al león no le importa la opinión de sus presas.
-Pues te tengo noticias: siempre has sido un adicto al trabajo y nunca habías tenido reparos en sentarte conmigo y con Anya y charlar un poco. Te das cuenta de que esta es la primera vez que hablamos en semanas, ¿verdad? -indagó. Suzaku se volteó de golpe. Aquella mirada le dijo todo a Gino-. ¿Y no eras tú el que decía que ningún caso debía ser más importante? -prosiguió-. Vi tu entrevista. ¿De veras no quieres ser fiscal de distrito?
«Sí, sí quiero». Suzaku deseaba ser sincero con Gino. Era probable que fuera el único amigo que tuviera. Era lo menos que merecía de su parte. No obstante, no le gustaba aquella imagen que Gino estaba dibujando de él. Miró a su colega que seguía esperando su respuesta.
-No.
-De acuerdo -asintió Gino, resignándose.
-Lamento haberte llamado a esta hora. Tal vez estabas haciendo algo importante.
-¿Qué dices, hombre? ¡Mis amigos son importantes! -corrigió, haciéndose el mosqueado. Le sonrió-. Y fuiste oportuno, te diré. Estaba saliendo de mi reunión cuando me llamaste.
-¿Estabas en una reunión? -preguntó, viendo una oportunidad de cambiar de tema.
-Sí. El fiscal Waldstein me asignó el caso de Britannia Chemicals. Bueno, quizás no debería contarte esto...
-¿Por qué no? ¿Crees que le diré al presidente Charles todo lo que estás investigando sobre su empresa porque lo apoyo en su partido?
A Suzaku le había dolido la mesura de Gino. En el pasado solían hablar de cualquier cosa sin tapujos ni teniendo cuidado de lo que debían decir y no. Supo que a Gino le pasaba lo mismo. Su resolución estaba vacilando.
-¡No! Es que... ¡Aj, al demonio! -rezongó-. Estuve en reunión con el detective Senba y la periodista que encontró el vídeo que salió en la exclusiva de KT-TV. No sé si lo viste...
-La exclusiva de KT-TV, no; vi la de Hi-TV. Fue una tragedia.
-Entonces, estás más o menos al tanto. La periodista nos dijo que había intentado obtenerlo del recinto de seguridad de la planta, pero que había quedado destruido por la explosión. Dijo que en la planta hacían copias de sus vídeos en una compañía de seguridad, que solo estaba autorizada a entregar al dueño de la compañía.
-¿Y cómo el presentador Ried obtuvo una cinta que, en teoría, no existe?
-Esa es la pregunta. ¡Uhm! Se vendrán días difíciles para él -comentó Gino cruzando los brazos-. El reportaje que sacó KT-Tv será un golpe a su credibilidad...
El Dr. Asprius y la detective Nu también perdieron su posición, su trabajo y su dignidad de un solo golpe. Zero jugó un papel clave en la detención de ambos. A uno lo atrapó en persona, lo secuestró y lo envió a la fiscalía; con la otra envió pruebas determinantes para la emisión de su arresto. Todo parecía indicar que el reportero Ried iba por el mismo camino. «¿Podría ser él la siguiente víctima de Zero?».
Una vez se desocupó de sus actividades en la firma de abogados, Rolo fue a ver a Nunnally sabiendo que Lelouch no estaría en el apartamento por unas horas. Desde que ella lo invitó a pasar la tarde la otra vez, él la había estado frecuentado. Ella disfrutaba enormemente su compañía y él no tenía razones para venir ni para dejar de hacerlo. Nunnally era la mayor vulnerabilidad de Lelouch. Eso había dicho C.C. Nunnally era una joven discapacitada y ciega. La única familia viva de Lelouch (en realidad, la única que él reconocía). Rolo podía hacerse una idea de por qué ella era tan importante para Lelouch (y por qué él la protegía en exceso). A ciencia cierta, Nunnally era incapaz de defenderse y C.C. quería matarla para desatar la bestia que encerraba el interior de Lelouch. Y si ella había descubierto su talón de Aquiles, otros, como el presidente Schneizel, podrían averiguarlo e ir por ella. Quien tuviera a Nunnally, podría controlar a Lelouch. En tal caso, Nunnally iba a necesitar que la protegiera y Rolo pensaba que era la persona más apta. Lelouch se lo agradecería.
Así pues, mientras Rolo estaba con ella, podría cuidarla (facilitaba aún más las cosas que la propia Nunnally fuera quien lo invitara, ya que le daba el pretexto perfecto para acercársele sin levantar sospechas). Rolo jamás se había ocupado de otra persona que no fuera sí mismo. Al menos, no era una tarea complicada. Tan solo tenía que evitar separarse de su lado. Eso implicaba relajarse con Nunnally en la sala de estar y tomar té y galletas al tiempo que las melodiosas y campantes notas de un ballet dulcificaban el lugar (no tardó en notar que algún ballet siempre bañaba el apartamento de Lelouch y Nunnally). Rolo no creía tener buen oído para la música; pero su pecho se entusiasmaba con el tañido del violín que estaba sonando.
-¿Es Chaikovski?
-No, Prokófiev.
-Las otras veces que he venido también escuchabas música de ballet, ¿no? -observó Rolo.
Sus conocimientos del ballet eran limitados. Con decir que únicamente conocía a Chaikovski y algunas de sus composiciones porque eran de las más populares. A decir verdad, la primera vez que oyó la suite de El Cascanueces fue por un trabajo. Tenía que matar a un senador en el teatro y era la pieza que estaba viendo casualmente.
-Sí, yo solía ir a una escuela de ballet cuando era pequeña. No sabía contar hasta diez para que te hagas una idea de mi edad -en los labios de Nunnally figuraba una sonrisa rota-. Era la mejor de mi clase. Mi profesora me dijo que podría asegurarme un lugar en la industria si seguía practicando. Me llené la cabeza de sueños que se hicieron trizas cuando me dispararon -apuntó con voz queda-. La música me hace conectar con aquellos días...
A los siete años Nunnally tenía su vida adulta trazada. A los veintiocho años sería una célebre bailarina amada por todos y podría conseguir entradas para su familia y su novio que siempre visualizaba como Suzaku -nunca tuvo el valor de confesarle a su hermano lo mucho que le gustaba por temor que se sintiera incómodo y si ella no se lo dijo posteriormente fue porque no tenía caso mencionarle aquellas tonterías de niña. Perder su visión y sus piernas le privó de muchas experiencias que anhelaba tener: bailar en el teatro municipal, ir a la academia, su primer beso, graduarse. Nunnally exilió de su cabeza sus pensamientos echándose a reír. No quería estropear una velada feliz entristeciéndose.
-Debo estar abrumándote con estas boberías. Disculpa.
-No me parece que sean boberías.
La respuesta no fue precisamente cálida -de Rolo no se podía esperar ternura, se había dado cuenta-, pero sí, sincera y le cambió el semblante a Nunnally. Le sonrió agradecida.
-¿Y tú qué soñabas?
-Nada.
-¿Nada? ¡Eso no puede ser! Todos soñamos algo cuando somos niños. No necesariamente me refiero cómo te soñabas de adulto, si no ¡lo que sea que soñabas! Ser un superhéroe, viajar a la luna, ¡cualquier cosa! Vamos, no tengas pena conmigo -lo animó.
Rolo, que tenía agarrada la taza de té, deliberó por unos segundos y luego dejó sobre un plato su taza. Al oír la cerámica tintinear, la joven apoyó los codos en sus rodillas y el mentón, en sus manos y orientó su cuerpo hacia donde procedía su voz. Él sonrió a medias encontrando gracioso el gesto. Su sonrisa se aflojó en la boca.
-Ser adulto -dijo con mesura. Nunnally enarcó las cejas ante la extraña respuesta. Él ladeó la cabeza y cerró los párpados-. Nací huérfano. Si mis padres biológicos ya estaban muertos o murieron cuando era un infante, no tengo idea. O no lo recuerdo. Solo sé que crecí en un orfanato la mayor parte de mi vida hasta que me adoptaron. Nunca me acostumbraría a vivir en familia porque un par de años después mi padre nos abandonó y mi madre falleció. De ahí en adelante, estuve yendo y viniendo de los servicios infantiles a los hogares sustitutos tratando de no encariñarme con ninguno de mis supuestos hermanos y padres. «Hoy están ellos aquí, pero ¿y mañana? ¿Cómo me despediré?». Era frustrante ver a los adultos decidir mi vida...
«La primera vez que tomé control de mí y de mi vida fue cuando halé el gatillo de esa Smith y Wesson. Hasta ese punto era un muñeco que iba hacia donde le indicaban que tenía que ir. Irónicamente, fue esa misma pistola que me liberó de mi apatía lo que me devolvió a ella al convertirme en la Smith & Wesson de alguien más». Rolo abrió despacio los ojos y miró su cara de niño reflejada en el té. Nunca había aparentado su edad y nunca se preguntó por qué. No le importaba. Así como tampoco si daba un paso adelante o retrocedía. Nunca se detuvo a evaluar su vida, a considerar si lo estaba haciendo bien, si quería algo más porque siempre se había movido por inercia. Quizá ese era el problema. Nunca se había metamorfoseado. En algún instante de su vida se había quedado encerrado en su cómoda y fría crisálida y no hizo nada para salir.
-...Pensaba que tomaría por fin las riendas de mi vida siendo adulto.
«¡Qué equivocado estaba!». Nunnally apercibió la respiración de Rolo tornarse irregular. Su primer impulso fue coger su mano. Era de esa forma que su hermano la consolaba. Enseguida, recordó cómo rechazó tajantemente que lo tocara el primer día que vino al apartamento. Con todo, no quería estar impasible fingiendo que no había ocurrido nada. Presumió que estaría bien si solo le frotaba la espalda, pues no estaría tocándolo directamente ya que la tela de su chaqueta los separaría de alguna manera. Alargó la mano buscando su espalda con vacilación. Temía que reaccionara a la defensiva. Tocó su brazo. Sintió que Rolo se puso rígido, pero no se apartó, lo que lo interpretó de modo positivo.
-Lamento que perdieras a tu familia. Sé lo que es crecer sin una madre ni un padre. Lelouch y yo por un tiempo solo nos tuvimos el uno al otro. No obstante, creo que a la larga tu sueño sí se cumplió -señaló Nunnally con suavidad-. ¿No sientes que mi hermano..., el bufete de abogados para el cual trabajas es como esa familia que tanto anhelabas formar parte?
Rolo sopesó su respuesta. Estaba reflexionando. Duraron unos minutos así.
-A lo mejor -repuso finalmente-. Podría suceder lo mismo contigo. Quién sabe. Tal vez en el futuro exista una operación que te devuelva la capacidad de caminar...
El mensaje esperanzador de Rolo casi la hizo llorar. ¿Cuántas veces su hermano había estado investigando y consultando con médicos para una operación milagrosa? Era el único asunto en que su hermano se mantenía más optimista. Ella no decía nada y, sin más, para agradecerle su esfuerzo y su cariño, se limitaba a pagarle con una sonrisa. Fue la misma retribución que le dio a él.
En aras de prepararse para la misión de esa noche, Kallen y C.C. partieron al apartamento de Shirley donde estarían tranquilas. Allí C.C. le entregó su nueva documentación y su uniforme de chica Malibú. Si era que se le podía llamar así a un top y un boyshort negros, un chaleco de lentejuelas multicolores y brillantes y un simpático sombrero. Visto que no tenía apuro por vestirse y aún no se armaba de valor para verse en el espejo, se puso a mirar sus documentos para prorrogar el momento. Se impresionó del nivel de credibilidad. Mencionó que creería que era genuino si no supiera. Tomándoselo como un cumplido, C.C. se rió y dijo que esa era la idea. La pelirroja dejó los documentos y fue a cambiarse. La secretaria, por otro lado, husmeó la despensa queriendo hallar whiskey o cerveza o cualquier licor. No tuvo suerte. Frustrada, se llevó la mano al bolsillo de su abrigo y sacó una caja de cigarros. A punto de meterse en la boca uno, Kallen apareció en el umbral vestida. C.C. le tendió una de sus sonrisas picaronas avergonzando más a Kallen. Tan solo le faltaba la peluca para completar su look.
-¿Qué tal? -indagó la pelirroja para matar el silencio. En esto, sintió que la liga de la pierna estaba muy ajustada y se inclinó para estirarla.
-Nada mal -contestó, examinándola de pies a cabeza-. Parece hecho a tu medida.
-¿Sí? No me atrevería a andar por ahí con esto.
-Pues deberías reconsiderarlo porque te queda muy bien. Bueno, haz lo que prefieras.
C.C. se encogió de hombros, sujetó un cigarro con los labios y acercó el yesquero. Al tiempo que oía los chasquidos de la lumbre, Kallen se replanteó el consejo de C.C. La razón por la cual había renunciado a su trabajo como bailarina de pole dance en el lapso que le revocaron la licencia fue por su incomodidad. No podía suceder de nuevo. Lelouch y C.C. contaban con ella. Tenía que cambiar.
-Enséñame.
-¿Qué cosa?
-A dar una interpretación creíble.
-¿Por qué crees que puedo enseñarte eso? -resopló de risa-. ¿Soy actriz o...?
-Dijiste que la mejor arma de una mujer está entre sus piernas y...
-...Y sumaste dos más dos y diste por hecho que soy una experta, ¿no? -la cortó guardando el cigarro en la caja y colocando el yesquero sobre la encimera. Sin más, la mujer se encaminó hacia ella-. Lo cierto es que todos mis conocimientos provienen de la observación y algunos consejos de mi antigua compañera de habitación. Era una camgirl. Fue quien me presentó el mundo de las Wicca, por cierto.
-Sigue siendo un método de aprendizaje -insistió Kallen.
-Sí, es verdad -admitió C.C.-. Fue ella quien me enseñó a apreciar el valor de los secretos y cómo sacarles ventaja. Me dijo que todos tenemos secretos capaces de transformarnos y de hacer lo impensable con nosotros y todos los cuerpos tienen sus secretos y debemos aprender a conocerlos. Qué les gusta, qué les disgusta, qué es lo que los relaja. Son nuestros cuerpos, ¿no? Tenemos que sentirnos a gusto con ellos. Tú tienes la tercera parte de la tarea acabada.
C.C., quien no había discontinuado la marcha, acorraló a Kallen de espaldas contra un sofá, obligándola a caer. No le permitió levantarse porque, al instante, se sentó a horcajadas sobre ella. Le recogió un mechón rojo detrás de su oreja para acariciarle la mejilla.
-Tienes un lindo rostro y un cuerpo de infarto. Básicamente, eres una fantasía. ¿Qué hombre no quisiera estar contigo un rato o toda su vida o tener, al menos, un trozo de ti? -preguntó retóricamente. Kallen sintió un escalofrío subir cual un relámpago por su espina dorsal. No era que no estuviera al tanto, simplemente nadie se lo había dicho de forma tan abierta-. Si fracasas como abogada, no descartes trabajar como camgirl. Podrías tener futuro -le sugirió, echándole otra mirada que en un punto determinado se le extravió por el hueco de su escote. Se frotó la barbilla-. ¿Tus pechos son naturales o te hiciste una cirugía? He tenido esa duda.
Kallen creyó que era una de sus bromas para calmarla; pero al ver su expresión tan seria supo que era una pregunta real.
-No -balbuceó-. «Ellas» han sido así siempre.
-¿«Ellas»?
-Bueno, mis pechos -rectificó con timidez.
-Eso está mejor. No puedes tratar a tu cuerpo como un ente extraño. Sin embargo, tal como te dije, es apenas la tercera parte. ¿Adivinas el resto? ¿Sabes cómo capturar la atención de un hombre? -la interpeló agarrando sus muñecas sin desviar la vista por nada. La pelirroja la observó-. Con la mirada, Kallen. Nuestra lengua fue hecha para mentir; nuestros ojos, para decir la verdad. Ellos lo expresan todo: deseo, alegría, cólera, dolor, amor. Los sentimientos se manifiestan a través de ellos antes que por las acciones, ¿o por qué crees que los mejores actores pueden decir todo solo con sus ojos? Si quieres atrapar a un hombre míralo fijamente; cuando lo tengas, podrás profesarle tu amor o recitarle la carta magna, no importa, te creerá siempre y cuando tus ojos lo digan también. Y si quieres tenerlo entre tus piernas... -C.C. guio las manos de la pelirroja a sus caderas y comenzó a mecerse al ritmo de las olas lamiendo la orilla- ¡aprende a moverte!
-Me veré ridícula haciendo eso -dijo nerviosa. Intentó disimularlo sonriendo.
-¿Un hombre y una mujer montados el uno sobre el otro y moviéndose a un mismo compás no es de por sí ridículo? -la cuestionó-. Hemos modificado muchas de nuestras conductas en el afán de distanciarnos de los animales y el sexo es lo único que se mantiene igual, para recordarnos nuestra animalidad. Que no te dé pena hacer el ridículo. A eso vinimos.
-Es verdad -afirmó Kallen, mordiéndose el labio, pensativa-. Afortunadamente, no tengo que llevar al presentador Ried ni al embajador de Schneizel a la cama.
-No, no tienes -concordó C.C. con una risita.
-Me sorprende que no te sientas inhibida con estos temas, aun con tu sexualidad. Espero no te ofendas.
-El mundo de hoy, o al menos esta parte, está imbuido en una cultura del sexo. Una vulgar cultura del sexo -reiteró C.C. entornando los ojos-. Si no aprendes a remontar la ola, esta te aplastará. Para el wiccanismo, el sexo es una fuente de placer y es un pensamiento que me ayudó a desarrollar una perspectiva más madura sobre el sexo. Independientemente si no eres una Wicca, te aconsejaría que lo asimilarías como una.
Kallen estaba por asentir cuando escucharon la puerta abrirse. Shirley estaba entrando. Kallen le envió unas señas a su amiga. No quería que su compañera se hiciera una idea loca de ella ni tampoco tener que explicarle el contexto. Iba a ser complicado e incómodo. La secretaria se bajó con cierta torpeza por la prisa. La veterinaria vino jadeando. Cargaba unas bolsas más grandes que ella. Kallen fue a ayudarla a trasladarlas a la cocina.
-¡Kallen, qué alegría verte aquí! Me fui al supermercado a hacer unas compras. Revisa todo. Creo que compré todo lo que necesitas para preparar sashimi.
Antes de que se mudara a vivir con ella, Shirley solía ordenar sus comidas por catálogo o las compraba precocinadas o comía en restaurantes y cafés. ¿La razón? Era un desastre en la cocina. La pobre mujer, además de ser descuidada por naturaleza, había sido maldecida con un talento para quemar todo. Shirley había intentado sobreponerse a su falta de sazón mejorando sus habilidades culinarias. Sin embargo, el trabajo en la clínica limitaba su tiempo y Shirley prefería tomarse las cosas con calma en la cocina para evitar un incendio. La llegada de Kallen cambió un poco la rutina al volver a degustar la buena comida casera. Kallen no era una máster chef, aunque sí cocinaba bien y conocía recetas de ciertos platillos japoneses. A Shirley le encantaron. Kallen jamás había visto a un britano disfrutar tanto la comida japonesa. Fue agradable.
-Sí, compraste el aceite de semillas de sésamo que es lo más complicado de conseguir aquí.
En ese instante, Shirley notó la presencia de C.C.
-¡Oh! ¿Tú eres la secretaria de Lulú?
-Soy la secretaria de ella -replicó con voz átona.
-¿Lulú? -preguntó Kallen ligeramente ansiosa.
-¡Lelouch! ¡Perdón! Estoy acostumbrada a decirle «Lulú» desde los días en la academia -aclaró Shirley entre risas. Kallen las coreó por esgrima de cortesía. A veces olvidaba que ella y Lelouch tenían años conociéndose-. ¿Van a ir algún lado?
-Sí, iremos a un club nocturno. Tenemos planeado beber, bailar, cantar, fumar, reírnos, tal vez levantarnos algún pretendiente y hacer un desmadre. Quizás la suerte sonría hoy para Kallen -insinuó C.C., dirigiéndole una sonrisa pícara a la aludida-. ¿No quieres acompañarnos, Shirley?
-¡Me gustaría! Pero hoy tuve mucho qué hacer en la clínica. Estoy muy cansada. Temo que me dormiría tan solo llegar al club. Si están de acuerdo, podríamos planificar juntas una noche de chicas. Sea una ida al club o un pub o ¿por qué no? Aquí mismo, alquilaríamos una película, pediríamos una pizza y quizás luego realicemos una sesión de manicura.
-Me suscribo al plan que incluye la pizza y la manicura. No es por presumir, pero se me da bastante bien y me gusta hacerla.
C.C. les enseñó sus manos. Se había puesto uñas acrílicas con un diseño floral. Eran largas y afiladas y estaban recubiertas por una capa rosa pastel. Shirley tomó sus manos, las admiró y elogió su trabajo. Kallen les echó un vistazo inclinándose. No dijo nada, aunque el interés traslucía en su expresión. A las dos les hubiera gustado tener las uñas así tan bonitas. Pero Kallen era una artista de artes marciales mixtas y Shirley trabajaba en la clínica arduamente. Apenas sacaban tiempo y ninguna sabía hacérselas por sí mismas. Por no mencionar que ese tipo de uñas duraba poco.
-¡Estupendo! Apuntémoslo para algún día -exclamó Shirley, devolviéndole su mano-. Por ahora, diviértanse sin mí.
-Gracias -dijo C.C. Acto continuo, volvió la cabeza hacia Kallen e hizo un ademán-. Ya la oíste. Vamos a divertirnos.
Kallen recogió los documentos y la bolsa de donde había sacado el uniforme de chica Malibú y en la cual estaba la peluca que debía ponerse en el auto rumbo al club. Se la dio a C.C. para abrir la puerta...
Lelouch se había instalado en la habitación de hotel con una hora y media de antemano a fin de disponer tiempo de sobra para acomodar todos los equipos y porque así ocupaba su mente y sus manos en alguna tarea. Estaba ligeramente ansioso. Hasta ese entonces él, C.C. o uno de los gánsteres se habían hecho cargo de las misiones encubiertas. Esta sería la primera vez que se involucraría alguien diferente. Kallen. Hubiera preferido que C.C. fuera la infiltrada. ¿Para qué mentir? Salvo que el mapa de cicatrices en su cuerpo sería difícil de ocultar y ella carecía de la fuerza, la resistencia y el entrenamiento de una bailarina. Era un sinsentido que se colara en el salón VIP. «Kallen es la opción práctica, la única que puede hacerlo, ¿por qué poner trabas? ¿Por qué preocuparme? Se ha visto en situaciones peores. Debo confiar en ella, sino no habrá tenido sentido que la haya reclutado en el Escuadrón Zero», se dijo en su fuero interno y parecía que el asunto se había finiquitado. El problema fue cuando su tarea terminó: aquellos pensamientos reanudaron el aleteo molesto en su cabeza. Lelouch tuvo que tragarse un par de tranquilizantes de los que tomaba para dormir para templar los nervios. Coincidió con el momento en que C.C. irrumpió, informándole que Q-1 ya estaba en posición.
Cuando la vorágine de sombras y luces de neón del club Malibú asaltó a Kallen, las tripas se le revolvieron. Todo parecía una maliciosa reconstrucción del club en que brevemente Kallen se había desempeñado como bailarina. Sin embargo, aquella noche no era esa Kallen que se había descolgado del tubo y echado a correr. Era Kaori Koshimizu. Una inmigrante japonesa con un gusto peligroso hacia los cigarros que trabajaba en el Malibú desde hace ocho meses. Con el pretexto de retocarse el maquillaje, Kallen hurgó en su cartera y se alejó. En el espejo del vestíbulo comprobó con alivio que su aspecto no se veía tan mal como estaba por dentro. Se pasó el meñique por el labio inferior para limpiarse un poco de labial rojo que sobresalía. ¿Cómo iba a convencerlos? ¿Podía jugar al rol de la femme fatale? Pensó en C.C. Kallen no se visualizaba a sí misma como una y seguro que C.C. tampoco. Aunque su cara era la imagen que aparecía en su cabeza cuando pensaba en «femme fatale» y la conocía lo suficiente como para imitar algunos de sus gestos y su actitud. La primera C era por «cínica»; la segunda, por «concienzuda». Y si hubiera una tercera C sería para «confianza» que era lo que necesitaba armarse. Inspiró hondo. Se dijo que haría un performance que enorgullecería a su secretaria.
Con esa determinación, avanzó hacia la plataforma y se subió. Se arrastró hasta el tubo como una leona hambrienta reptando hacia un apetitoso jabalí. Kallen acechó a su presa rodeándola lentamente y, acto seguido, saltó sobre ella. Agarrándose fuerte, empezó a volar por alrededor hasta que sus piernas se abrazaron al tubo. Trepó y realizó una voltereta, de modo que quedó colgada bocabajo de una pierna y lentamente fue descendiendo. En la barra sus movimientos eran más gimnásticos. A final de cuentas, Kallen había aprendido pole dance como una forma de ejercicio. Por supuesto, eso tenía que cambiar. Ya que el tubo era su compañero de baile, intentó imaginarse que era un hombre. ¿Había alguien a quien quisiera tener entre sus brazos? La idea la hizo sonreír. «Que no te dé pena hacer el ridículo. A eso vinimos». Kallen hizo de cuenta que estaba bailando para él al tocar el suelo. Su ropa acentuaba el contoneo de sus caderas. Fue entonces que los silbidos llegaron a sus oídos. Kallen sintió un pinchazo de miedo. Se sobrepuso mejor como pudo, revolviéndose el cabello. Por absurdo que pareciera, aquellos gestos aumentaron su seguridad. La mujer ascendió por el tubo otra vez. A la mitad del trayecto, giró sobre sí misma. Se convirtió en un tornado de fuego encendiendo el lugar con más silbidos y vítores. Si iba a jugar con fuego, jugaría hasta quemar a todos con ella...
Habiendo terminado su pequeño acto, Kallen fue a la barra y ordenó agua mineral. Tenía los músculos algo adoloridos, la nuca y la frente perladas de sudor y le picaba la cabeza. Resistió al impulso de quitarse la peluca y rascarse. ¿Cómo las chicas podían soportar tanto cabello? En aquello, el barman le entregó su agua, la sorbió y admiró su reflejo en el vidrio del vaso. Sus ojos despedían chispas de fuego azul. Había participado en peleas de robots, competido en carreras clandestinas, inclusive hecho un tatuaje a escondidas, y nada de eso se comparaba a la locura que acababa de cometer. Su madrastra probablemente la tacharía como una vulgar ramera si la hubiera sorprendido bailando. Y ella se habría encaramado a la plataforma para repetir el baile, gustosa. Kallen iba a pagar el agua cuando una mano se adelantó deslizando un billete. Era una mano blanca y demasiado grande para ser la de una mujer. Volvió los ojos por encima de su hombro. Parado detrás de ella estaba el presentador Ried esbozando una de sus sonrisas encantadoras.
-¿Me permite invitarle esta ocasión?
-Por regla general, no tengo problema en aceptar los tragos que gentilmente me ofrecen -contestó, devolviéndole la sonrisa-, siempre y cuando sean mis amigos.
-¿Quiere decir que estoy de suerte, entonces?
-¿Debería?
-¡Oh, vamos! -cacareó el reportero, carcajeándose-. Debe haberme visto en Hi-Tv. Ya debe tener en cuenta que posiblemente no hay nadie más confiable en este lugar.
-No. En realidad, quise decir que no lo conozco.
-¡Oh! ¿Cómo es eso posible? -exclamó, estupefacto-. ¿Nunca ha sintonizado Hi-TV?
-Lo siento, rara vez enciendo el televisor. Ando tan ocupada con el trabajo que cuando llego a casa solo es para tirarme a dormir.
-Es comprensible. Me disculpo, ¿le parece si empezamos de nuevo? -propuso, tendiéndole la mano-. Soy Diethard Ried y ¿usted, señorita, es...?
-Koshimizu. Kaori Koshimizu -se presentó. Kallen avistó la mano, la ignoró y se inclinó con respeto. El hombre no se lo tomó a mal, cerró su mano y dijo:
-Bien, señorita Koshimizu. Estoy esperando a un amigo que debe estar por llegar. Si usted no tiene otros planes y está de acuerdo, apreciaría mucho que nos acompañara.
-Está bien, ¿por qué no? Quizás este sea el principio de una hermosa amistad.
-Me contenta ver que concordemos.
Kallen siguió al presentador Ried al salón VIP que era un cuarto privado de paredes de papel de seda color púrpura separado del resto del club por una cortina de hilos, consecutivamente. Se sentaron en un sofá esquinero acolchado y el reportero pidió dos Martinis. Aquello había sido bastante fácil. Lelouch le había señalado que el verdadero desafío no era infiltrarse, sino mantener las apariencias y salir. El presentador estaba tan lleno de sí que durante media hora estuvieron departiendo sobre él y los eventos que había cubierto sin que se viera en el apremio de pensar algún tema de interés para los dos. El embajador del presidente Schneizel hizo su acto aparición entonces. Kallen sintió el color de su rostro huir al igual que su suerte porque quien entró no era exactamente quien esperaba: Kanon Maldini. Era Luciano Bradley. De un modo instintivo, se tapó con disimulo la mitad del semblante con su cabello. ¿La reconocería? Había pasado cierto tiempo desde que se habían visto, pero tenía sus dudas. El reportero Ried, que estaba tan asombrado como ella, le robó el pensamiento preguntando:
-Sr. Bradley, creí que vendría el Sr. Maldini. De hecho, había sido él con quien yo conversé esta tarde por teléfono. ¿Surgió un imprevisto grave?
-Un imprevisto, sí. Grave, no. Yo me encargaré de todo en su lugar. No se preocupe, hombre -se rió-. No soy solo el músculo de Britannia Corps. De negocios sé muchísimas cosas y si el presidente Schneizel no confiara en mí jamás me habría encomendado sustituir a Kanon.
-Sí, tiene usted razón -afirmó el presentador Ried, todavía sin digerir el acontecimiento.
-Y, bueno, no te aburriste esperándome, ¿eh? -insinuó, echándole una mirada a Kallen-. ¿Quisieras presentarme a tu acompañante?
-¡Oh, sí! Sr. Bradley, esta es la señorita Kaori Koshimizu. Srta. Koshimizu, este es el amigo de quien le había comentado...
-Está bien, Diethard, no te molestes. Puedo presentarme por mí mismo -cortó, tumbándose al lado de Kallen-. Un gusto, señorita, soy Luciano Bradley.
-El placer es mío.
Dicho eso, Luciano hizo un ademán pidiéndole a dos chicas Malibú que habían llegado con él sentarse. Acto seguido, Luciano cogió el Martini de Kallen y se lo bebió de un largo trago delante de ella. Exhaló exageradamente y sacó un puro, lo prendió y lo chupó.
-Perdón, muñeca, vengo sediento de la calle. Prometo pedirte un nuevo Martini -se excusó con desdén-. De casualidad, ¿no nos habíamos visto? Tu cara se me hace familiar...
«Conque para eso se sentó aquí tan cerca». La pelirroja se giró hacia el vampiro de Britannia Corps. Lo examinó. No era apuesto ni viejo. Su nariz desencajaba del resto de su rostro. Era grotesca. Entonces, se acordó que ella se la había arrancado. El recuerdo la invistió de valor.
-¿Habías venido antes al Club Malibú?
-De vez en cuando.
-Eso lo explica. No, no habíamos visto.
-¿Eso explica qué?
-Que si me hubiera visto bailar, estarías seguro -aclaró Kallen sonriendo de oreja a oreja, y le arrebató el cigarro de las manos-. No me habrías olvidado.
Kallen había observado a C.C. y a tantos fumadores chupar de ese cilindro como si no hubiera un mañana. ¿Cuál era su atractivo? ¿Acaso su sabor era mejor de lo que olía? Aunque Kallen en su adolescencia se había dicho que jamás fumaría; ahora tenía mucha curiosidad y lo hizo. Se atragantó con el humo entre toses. Luciano se carcajeó.
-¡Buen punto! Quizás sería mejor que no fumaras cigarrillos baratos, guapa. Veré si...
-Descuide, traje los míos -refutó, tirando el cigarrillo en el interior de la copa de Bradley-. ¿Tienes lumbre?
-Claro.
Kallen sacó un paquete de cigarrillos de su cartera y se llevó uno a la boca. Luciano encendió su yesquero y lo arrimó a la colilla. Su segunda vez fumando fue menos estrepitosa. Inclusive logró disimular su falta de experiencia. Aun así, en su fuero interior, Kallen renovó su voto de no volver a tocar un cigarrillo. ¡Vaya cosa más asquerosa! Ya que Kallen había estropeado el Martini de Luciano, el presentador Ried solicitó más cócteles. Las horas discurrieron entre beber en cantidades industriales y reír con alegría. Para amenizar la velada, Kallen complació a Diethard y Luciano con unos sensuales bailes, en los que no desaprovechó para flirtear con ellos descaradamente. Y todo transcurría mientras una luz roja del paquete de cigarros sobre la mesa titilaba...
Ya se había asentado una buena atmósfera gracias a los esfuerzos de Kallen cuando Luciano, de pronto, hizo girar en su dedo un llavero y pregonó:
-¡Oigan, chicas! ¿Alguna de ustedes quisiera tener esto? -preguntó Luciano con malicioso deleite-. Esto es de un coche que compré hace unas semanas. Estaré encantado de dárselo. Total, los bolsillos me lloran dinero. Todo lo que tienen que hacer es... -Luciano agarró del cuello la botella de su whiskey y lo vertió en un plato vacío- lamer de este plato como lindas perritas. ¿Qué dicen? ¿Se animan?
Las dos chicas Malibú intercambiaron unas miradas incómodas. La propuesta era tentadora, obvio. Sin embargo, humillarse de esa manera era lo que desinflaba sus ganas. Kallen estaba sentada firmemente en las rodillas de Diethard, uno de sus brazos rodeaba sus hombros y una mano sobre su pecho. Sintió también su incomodidad porque el brazo que tenía alrededor de su cintura se tensó. El presentador Ried podría ser pomposo y tendría sus desvaríos, y eso no lo hacía un desquiciado.
-¿Qué pasa? ¿No lo harán? ¡Vamos, chicas! Yo soy hombre de palabra. ¡Será divertido!
Kallen sintió los vellos de sus brazos erizarse al reconocer aquella nota de advertencia grave y peligrosa camuflada en el tono aparentemente festivo e inofensivo. Ni un auto nuevo y caro ni jugar a ser la perra de Luciano le gustaba, pero sabía que él era un hombre impredecible. La velada tenía que continuar con normalidad. Así que se tiró al piso, se puso en cuatro patas y gateó hasta la mesa. Dio unos lengüetazos en el plato, a la par que apartaba unos mechones de su cabello falso. Luciano se destornilló. Tuvo que agarrarse el estómago por el dolor. La aplaudió, entusiasta. Kallen alzó la cabeza.
-Listo. Lo he hecho -declaró con brusquedad-. Ahora, dame las llaves del auto.
-¡Oh, claro! -jadeó, recuperando el aliento. Luciano estaba por dejar caer las llaves sobre su palma cuando retiró la mano de golpe-. ¡Reto no superado!
-¿Cómo que no superé el reto? Cumplí con todas las condiciones -gruñó Kallen.
-Te equivocas, preciosa. Dije que tenían que actuar como un perro. No ladraste ni moviste la colita. Sin eso, eres solo una humana que gateó y lamió de un plato. ¿Me explico? Me faltó más interpretación de tu parte.
La pelirroja apretó los puños donde nadie podía verlos. Sintió en su interior el mismo fuego que la impulsó a partirle la nariz a Calares arder, bullir en sus venas y expandirse abrasando sus entrañas. De mala gana, Kallen se obligó a tragarse su orgullo y la bola de fuego que iba creciendo. Pegó unos ladridos y, acto seguido, meneando provocativamente el culo acercó la boca al plato una vez más...
-Sabes, cuando un hombre y una mujer ven algo como esto, por lo regular, tienden a tener sexo o se masturban. ¿Tú qué sugieres que hagamos? -apostilló C.C.
-¡Shhhhh, cállate! -chistó Lelouch, de malhumor.
C.C. se encogió de hombros y mordió la punta de su pizza. Lelouch tenía el entrecejo fruncido y los labios formando una línea delgada. Inopinadamente, C.C. oteó por el rabillo del ojo que Lelouch se quitó los audífonos, los terminó arrojando y se alejó en dirección del umbral.
-¿Qué mierda pretendes hacer?
-Bradley sospecha de Kallen. Puede que él no tenga idea de que es la misma mujer que casi viola y asesina, pero la está provocando adrede para que se descubra a sí misma -masculló, hostil. Su mano se había cerrado en torno al picaporte cuando C.C. espetó con una autoridad ajena a ella:
-¡Lelouch, detente ahora mismo! ¿Qué se supone que harás cuando entres de golpe al cuarto VIP? -inquirió. Lelouch no respondió, aunque la pregunta sí pareció haberlo hecho volver en sí porque un músculo en su mandíbula tembló de forma imperceptible-. Exacto. Habrás jodido tu plan y posiblemente harías que mataran a Kallen. Sabíamos los riesgos de este plan y todos los aceptamos y tú elaboraste un plan de emergencia en caso de que sucediera alguna eventualidad. Ahora vuelve a traer tu culo aquí y déjame resolver esto.
Lelouch liberó el picaporte no sin reticencia y arrastró los pies devuelta al sillón como quien no quiere la cosa, se tendió y retornó a colocarse los audífonos. C.C. lo observó suspicaz por unos segundos, cerciorándose de que había entrado en razón, y, enseguida, fue a prepararse...
Kallen se paseó la lengua por las comisuras de los labios para limpiarse. Los hilitos de licor se le escurrían por la barbilla. No trató de enjuagarse con el dorso. Si fuera un gato a lo mejor; no obstante, estaba embutida en la piel de una perra. En el afán de sumergirse más en el papel, gateó hasta Luciano, que era el único que disfrutaba el morboso espectáculo, y arrodillándose se puso a gimotear cómicamente rogando por las llaves. Dado que Luciano la ignoró porque estaba llorando de la risa, ella fue por las llaves. El vampiro de Britannia Corps se dio cuenta y la pateó dándole en el pómulo. Kallen cayó hacia atrás.
-¡Luciano, maldita sea! -bramó el presentador Ried-. ¡Has excedido tus límites!
-No es para tanto -bufó Luciano con desenfado-. A ver, muñeca, ven...
-Disculpen, señores -terció una camarera con una voz pastosa sosteniendo una bandera-. Les he traído una nueva ronda de Martini.
-Debe haber un error -señaló el reportero, extrañado-. No hemos pedido más Martini.
-No se trata de ningún error. Esto va por cuenta de la casa. Son invitados del presidente de Britannia Corps, uno de nuestros clientes más ilustres. Odiaríamos oír que no hemos sido lo suficientemente cordiales con dos de sus allegados. Por favor, gusten de los Martinis y no se apenen si necesitan ordenar algo más.
La mesera rápidamente intercambió los vasos de Martini que había traído por los que estaban vacíos, colocándolos en su bandeja y se fue. Para cuando ellos dirigieron su atención devuelta a Kaori Koshimizu, esta había desaparecido como si la tierra se la hubiera tragado
-¡¿Adónde fue la señorita Koshimizu?! Estaba aquí hace un instante.
-¡Pfff! Olvídala -graznó Luciano-. No causes otro escándalo. Estoy harto de las mujeres, ¡váyanse! -vociferó, propinándole un puntapié a la mesa-. ¡Fuera de mi vista! ¡No quiero ver más sus caras!
Las chicas Malibú se incorporaron de un salto. Aterradas por el súbito acceso de furia. Huelga decir que no hubo que repetirles la orden y que estuvieron más que aliviadas de obedecer. El guardaespaldas del presidente cogió su Martini y bebió un trago.
-Sí, tienes razón -concedió a regañadientes-. De todas formas, ¿eso era necesario?
-¡Bah! Preocúpate por ti, no por esas putas que vas a ver una vez. La exclusiva de KT-TV está tirando la lengua entre la gente y encendiendo las alarmas en los departamentos que están investigando el incendio en Britannia Chemicals. Vas a tener que dimitir de tu cargo de presentador a manera de ofrecer disculpas a los televidentes. Supongo que entiendes que son órdenes del presidente -añadió Luciano en un tono que no admitía réplicas, cuando reparó que el reportero abría la boca para protestar-. Es la mejor solución para no atraer sospechas y proteger tu credibilidad. No solamente eres la cara de Hi-TV, eres el portavoz del presidente Charles. Ten presente eso. Será una medida temporal. El presidente Schneizel se contactará, a su debido tiempo, con el director de Hi-Tv para que te restituyan a tu cargo tan pronto como esta tormenta termine.
-O sea, cuando el periodo de las elecciones presidenciales haya concluido.
-Así es.
-Bien -soltó con resignación y cerrando los ojos-. En Hi-TV ya estoy trabajando con los reporteros. Nos enfocaremos por dar cobertura a todo el proceso electoral. Bombardearemos de información hasta sepultar la historia del incendio en el olvido. Afortunadamente, Hi-TV lidera los ratings de audiencia y cuenta con el mayor índice de credibilidad, lo que facilitará nuestro trabajo.
-Eso es, eso es, Diethard, el presidente Schneizel necesita escuchar buenas noticias.
-¿Tan delicada es la situación con los empleados de Britannia Chemicals?
-Digamos que lo que más nos convendría es que firmaran un formulario en que manifiesten que su trabajo no tiene relación con la enfermedad que sufren; pero está resultando un poco difícil conseguirlo, ya que ellos insisten con la denuncia y Li Xingke está organizándolos en protestas. Ese maldito chino se está volviendo un dolor en el culo... -Luciano contrajo su expresión en una mueca de desagrado. En el acto, cambió de tema. Tal vez se había percatado que había hablado demás-. Como sea, esas son las instrucciones que el presidente te da por el momento...
La mirada felina de Lelouch se había ensimismado en la pantalla de la laptop. Evidentemente, el siniestro en Britannia Chemicals estaba conectado con la demanda de los trabajadores que el asistente de Schneizel y la detective Nu estuvieron haciendo referencia el otro día y el denominador común eran los productos químicos ilegales que aquellos camiones trasladaban. Aquellos camiones pertenecían a una compañía que procesaba aceite usado y en conformidad con el informe oficial el incendio fue causado por emisiones de aceite. ¿Estaba decepcionado porque Britannia Corps autorizó el uso de sustancias químicas ilegales? Sí, considerando que era una de las empresas más ricas había pensado que cumpliría las disposiciones legales. Fue un ingenuo por pensar que Britannia Corps tenía, por lo menos, un trozo de decencia. ¿Estaba atónito de que Britannia Corps iba a eludir su responsabilidad para con sus trabajadores? Para nada.
En ese punto, oyó que la puerta se abrió. Se despojó sus audífonos y se giró. Eran C.C. y Kallen. Al instante, la secretaria se apartó para desvestirse y volverse a poner la camisa de Lelouch. A zancadas, el joven abogado se encaminó hacia la pelirroja.
-¿No hubo ningún percance en la misión? ¿Todo salió bien?
«¿Estás bien? ¿No te fracturaste?».
-Sí -balbuceó Kallen-. Bueno, ¿quién más que tú para responder eso? Tenías un asiento de primera fila -remató apuntando con el dedo la laptop.
-Sí, es verdad -confirmó, cayendo en cuenta cuán obvia era su pregunta-. No previne un escenario en que Luciano Bradley se presentara como el mensajero de Schneizel. Fue un gran riesgo. Por fortuna, manejaste bien el imprevisto. Te desenvolviste con desparpajo. Te dije que serías una perfecta chica Malibú -Lelouch sonrió y la observó de arriba abajo. No había podido estudiar debidamente su uniforme-. El traje te sienta de maravilla.
«Aunque no es mejor que tu vestido negro».
A Kallen se le tiñeron las mejillas de un rojo tan intenso como el de su cabello. Olvidó que Lelouch había estado escuchando y mirando todo. Absolutamente. Sin ninguna duda, la había visto bailar. Procuró recomponerse antes de responder.
-Si te gusta, podemos preguntar a C.C. de dónde lo sacó para conseguirte uno -bromeó Kallen sonriente, quitándose la peluca.
-Me temo que el conjunto no me quedaría tan bien como a ti -disintió sin borrar su sonrisa.
Lelouch se contuvo de echarle otra mirada sabiendo que posiblemente su cuerpo reaccionaría de una forma vergonzosa. Una cosa era tontear con la tentación -lo que estaba bien por un rato. Otra muy distinta era intentar someterla. A la mayoría le gustaba comparar la tentación con el fuego. A Lelouch le gustaba compararla con las olas. En las orillas, las olas se portaban amistosas repartiendo lengüetazos como invitando a jugar; pero a medida que se adentraban las olas respondían con más agresividad al grado de engullir. Así era la tentación. Inofensiva, al inicio; implacable, más adelante. Bien que, siendo justo, la tentación tenía atributos de los dos: la intensidad del fuego, la fuerza de las olas y la naturaleza indómita de ambos. No podía subestimar sus deseos.
-Lamento que te haya golpeado -continuó Lelouch, enseriándose-. ¿No fue grave?
De nuevo, allí estaba la tentación sacudiéndolo. Quiso tocar la zona afectada y comprobar el daño por sí mismo. Se dijo que era mejor no hacerlo.
-Me palpita un poco, aunque el dolor me está disminuyendo. Quizás me quede la hinchazón. Supongo que estaré bien luego de eso. Luciano es un tipo impredecible; era imposible evitar que sucediera.
-De todos modos, el tiempo no cura moretones como ese -intervino C.C. acarreando un botiquín de primeros auxilios-. Ven, Kallen. Voy a examinarte.
C.C. se sentó en el borde de la cama y abrió el botiquín. Sacó todo lo que creyó necesario en el tratamiento de una lesión. Kallen se separó con cierta desgana, yéndose con C.C. Lelouch, sin más, regresó adonde era útil: frente a la laptop. No sin lanzar de cuando en cuando miradas de reojo hacia donde estaban las mujeres.
Luciano se reportó con Kanon, ya en el coche de vuelta a la mansión Britannia. Con pelos y señales le comunicó que había retransmitido las instrucciones a Ried con éxito y, a su vez, le contó lo que le participó el periodista. Kanon lo felicitó por su buen trabajo y le señaló que el presidente Schneizel lo esperaba. Colgó la llamada y se dio la vuelta. El empresario estaba metido en su cama, a medio vestir. Esa noche había vuelto súper cansado de Britannia Corps. Lo invitó a cenar, iniciando así deliberadamente una cita improvisada. No habían tenido una en varias semanas. Ambos echaban de menos ese tiempo libre que tenían en el pasado en que solían ir a todos lados y se las ingeniaban en darse muestras de cariño a hurtadillas en público. Era un juego excitante. Incluso habían creado un lenguaje secreto para comunicarse en clave. Luego, Kanon lo acompañó a su recámara y el presidente Schneizel no lo obligó a marcharse. El resto de la velada hablaba por sí mismo mientras el rubio yacía en la cama y Kanon estaba junto a él. Kanon dejó su celular y se dirigió a su amante. Su belleza angelical refulgía en el dormitorio. Sus miembros no se torcían cuando se sentaba o se acostaba, sino que adoptaban una forma de gracia perfecta, como si los hubiera cincelado un escultor. En ese momento, él tenía la mano detrás de la nuca y la rodilla flexionaba. Estaba bebiendo chardonnay. Siempre bebía vino blanco en situaciones inciertas. Reservaba el vino tinto para sus victorias.
-¿Qué te dijo Luciano? -inquirió el presidente, impaciente ante la enorme expectativa que estaba creando Kanon.
-Me dijo que el presentador Ried dimitirá su cargo públicamente, después de que termine de impartir sus clases magistrales, y prometió que Hi-TV hará cobertura del proceso electoral. Por inercia, los demás canales de noticias deberían unirse. No pueden dejar de lado algo tan importante como lo son las elecciones presidenciales. Será una guerra mediática.
-Excelente.
Schneizel tornó a fijar los ojos en el dosel blanco que se alzaba sobre ellos y meneó la copa en un círculo. Era el gesto que realizaba con aire distraído cada vez que planeaba algo. Bebió.
-¿Por qué no descansas? -sugirió Kanon, retirándole la copa suavemente y poniéndola en la mesilla de noche. Su amante no se resistió-. Has estado trabajando durante el día.
-Estoy bien, Kanon. No te preocupes -le sonrió Schneizel con ternura.
-Me preocupa tu hígado. ¿No has bebido suficiente por hoy, por el mes, por el año? No me gustaría que tu gusto por el vino se convirtiera en un problema a largo plazo.
-Tal vez -vaciló Schneizel-. De igual forma, no puedo morir. No aún. No hasta que legue a la familia la dinastía que se merece. No hasta que mi nombre transcienda mi vida.
-¿Por qué?
A Kanon le gustaba escuchar a Schneizel. Sea que estuviera contándole cómo estuvo su día, sea que estuviera compartiéndole alguna anécdota, sea que estuviera disertando sobre algún tema puntual o de sus favoritos, Kanon admiraba cómo su pasión y sus palabras se entretejían. A menudo después del sexo, se quedaban hablando y si Schneizel no tomaba la iniciativa, él entablaba la conversación y la alargaba tanto como podía.
-No quiero ser olvidado -murmuró casi sin voz-. Me asusta.
Conmovido, Kanon deslizó su brazo alrededor de su pecho y lo estrechó contra él.
-Hagamos algo. Tú recuérdame y yo te recordaré. Así seremos eternos.
Kanon lo dijo tan bajito que temió que Schneizel no lo hubiera oído. Su respuesta lo aturdió.
-¡Tks! ¿Qué cosas dices, Kanon? -rió. Y añadió con un matiz melancólico-: ojalá fuera sencillo ganarle a la muerte...
-Pero nadie puede -se lamentó su interlocutor tras una breve pausa.
Schneizel se inclinó y agarró de nuevo su copa. Iba a sorber un trago y cambió de opinión en el último instante. Se quedó mirando la copa. Kanon también conocía esa mirada intensa. Le gustaba. Lo excitaba. Si bien, los ojos de Schneizel estaban enfocados en la copa; en realidad, no la estaba mirando, sino al futuro que estaba construyéndose a sus pies. Era hermoso.
Era perfecto.
Sabía que era una posibilidad que el presentador Ried fuera el siguiente objetivo de Zero. No tenía pruebas ni indicios tangibles más allá del vínculo con el juicio por el caso del asesinato de Marianne Lamperouge en el que Bartley Aspirius, Villeta Nu y Lelouch Lamperouge, los anteriores blancos de Zero, estuvieron implicados y de su relación con Britannia Corps, algo que ellos también compartían. Sin embargo, Suzaku no vio su hipótesis respaldada hasta que Gino entró en su oficina y le mostró un mensaje que el mismísimo Zero le había enviado que rezaba: «Diethard es el próximo». Las letras habían sido recortadas de diferentes periódicos y revistas para formar las palabras. Anticuado, aunque era más seguro para cubrir sus huellas. Lo raro no era que el enmascarado estuviera al tanto de que Gino fuera el fiscal designado al caso del incendio de Britannia Chemicals (Zero ya había hecho gala de ser un dios justiciero omnisciente), sino que avisaba quién sería su próxima presa, ¿por qué? ¿Y bajo qué pretexto iría detrás del presentador Ried? Zero no atrapó a Aspirius ni a Lamperouge ni a Nu sin que una orden de arresto fuera emitida. Ried no había hecho nada ilegal, o cuando menos no había evidencia, ¿sería eso lo que Zero estaba transmitiendo implícitamente en su mensaje?
El joven fiscal tomó la hoja con extremo cuidado como si estuviera transportando un cartucho de dinamita y se lo llevó a Cécile. Le ordenó investigar la dirección del remitente, entretanto iba a reportarse con el fiscal Waldstein. A lo mejor no encontraban nada. Zero no cometería un error tan descuidado. Claro que no perdía nada con intentarlo. El despacho del fiscal estaba vacío cuando llegó. Lo asaltó la loca y arriesgada idea de registrar su escritorio. Después de todo, Suzaku no se había aliado con el presidente Charles porque creía en él, tal cual afirmaba en la entrevista que dio a Diethard; fue para obtener poder e información. Esta era la ocasión. Suzaku se abalanzó sobre el archivero. Desconocía con exactitud que estaba buscando. Había decenas de carpetas numeradas, sin nombres específicos. Era difícil adivinar lo que contenía cada una sin abrirlas. Tenía cinco segundos para tomar una decisión. Se aventuraría. El fiscal fue sacando, abriendo, cerrando y metiendo carpetas en el archivero como relámpagos en el cielo. Súbitamente se topó con una que tenía el nombre de «Britannia». ¿Tendría información de interés? La ojeó. Entonces, escuchó unas pisadas que iban sonando más fuerte. Se dirigían hacia la oficina. Suzaku se guardó la carpeta en el interior de su chaqueta y azotó el cajón. La devolvería luego. Al punto que el fiscal Waldstein cruzó la puerta, Suzaku había borrado cualquier rastro de su reciente actividad clandestina y estaba sentado delante de su escritorio. El fiscal se quedó de una pieza al verlo.
-Fiscal Kururugi, ¿a qué debo su visita?
-Estoy aquí para actualizarlo sobre el caso de Zero -explicó, lacónico. Al menos, no tenía que improvisar una excusa para justificar su visita, su motivo era real-. El fiscal Weinberg recibió un mensaje de Zero advirtiéndole que el presentador Diethard Ried sería su siguiente objetivo. Pedí a la inspectora Croómy rastrear la dirección del remitente. Ya que sabemos la identidad de la captura de Zero he pensado que podemos adelantarnos. Me pondré en contacto con el detective Asahina y su equipo y nos reuniremos con el reportero Ried. Le ofreceremos protección. Para cuando Zero venga por él, lo atraparemos.
-Muy bien, fiscal. Proceda como crea que sea mejor.
-Nada más por mi parte, señor. Era todo lo que quería decirle. Me marcharé.
-¡Un momento, fiscal Kururugi!
-¿Ocurre algo, señor? -inquirió Suzaku cuando estaba poniéndose de pie.
-Sí -afirmó, sentándose-. No he escuchado nada bueno sobre usted.
Suzaku parpadeó e inclinó la cabeza. Extrañado. Observó al fiscal jefe como para asegurarse de que estaba diciéndolo con sinceridad.
-No comprendo cómo eso pueda ser cierto. He estado al día con todos mis casos. ¡Es más! Le juro que nadie trabaja más incansablemente que yo.
-Eso es lo extraño -declaró el fiscal. Suzaku frunció el entrecejo, confundido-. No debió ocultar que tenía una relación con la víctima del último caso en el que trabajó. Mis superiores estuvieron algo inquietos cuando atendieron a los rumores que sabemos que no estaban muy alejados de la realidad. Por poco no los calmaba. ¿Tiene idea del daño que puede hacerle a la fiscalía con sus caprichos, fiscal Kururugi?
-Me parece que conduje el caso tan bien como pude dejando de lado los sentimientos -se defendió-. El problema no fue mío, sino de la investigación policial.
-Y supongo que tampoco fue tu culpa perder los estribos en pleno interrogatorio y golpear al sospechoso -espetó el fiscal secamente. Suzaku se estremeció más ante el tuteo que por el contenido de la acusación. De alguna forma, se habría enterado lo que ocurrió en la estación y, siendo consciente que Britannia tenía ojos y oídos por todos lados, no estaba especialmente atónito. Bismarck respiró-. Seré honesto: me das miedo. Siento en ti una oscuridad que solo he percibido en criminales que te doblan la edad y han cometido crímenes que ni te imaginas. Este es mi consejo: no permitas que tu ambición personal te pierda. ¿He sido claro?
Suzaku torció la boca. Molesto por el tono paternal. Desde que había muerto su padre, solo el comisionado Tohdoh lo usaba y lo dejaba estar. Era su mentor en artes marciales. Su padre afectivo, podría agregar, ¿por qué no? Él había estado ahí en los momentos claves de su vida, orientándolo, protegiéndolo algunas veces, ¿no era eso lo que hacían los padres? Además, el comisionado y su padre habían sido amigos y eran contemporáneos. Lo cabreaba que el fiscal Waldstein lo utilizara. ¿Creía que porque perseguían la misma meta ya eran camaradas?
-Sí, señor -rumió-. ¿Algo más?
-No, ya terminé. No te retendré más.
El fiscal Waldstein reencauzó su mirada hacia unos papeles que tenía sobre la mesa y fingió que no estaba ahí. Conjeturó que luego de aquel inciso todo seguiría como antes. Le fastidió la forma en que volvió a la indiferencia así nomás. Con todo, Suzaku prefirió callar. Realizó un movimiento con la cabeza y abandonó la oficina.
Kallen se había puesto manos a la obra con la tarea que Lelouch le había confiado tan pronto como se hizo de mañana. Al tiempo que se cepillaba los dientes, en su cabeza trazó múltiples maneras para convencer a la oficial Chiba de demandar al reportero Ried. Esta era la misión más sencilla que había tenido desde que prácticamente se unió al bufete. No quería arruinarlo. Quizá la parte difícil residía en cómo abordarla. Le pidió a Tamaki vigilarla y prestar atención a su rutina, a qué hora salía, a qué hora volvía, cuándo estaba desocupada y en qué zonas ella patrullaba. Al día siguiente, le dio un corto informe. Notó que las once era el momento más oportuno para acercarse. Estaba ya vestida, de suerte que inmediatamente se marchó al lugar. La oficial estaba discutiendo con dos hombres enfrente de una tienda de regalos. Quizá estaba controlando alguna irregularidad. Kallen aguardó en su moto hasta que la mujer se distanció.
-¿Puedo ayudarla? -inquirió la oficial.
-En realidad, soy yo quien viene a ayudarla a usted -la corrigió Kallen. La oficial arqueó una ceja. La abogada sacó entonces una tarjeta y se la confirió. Ella la cogió con cierto recelo y la leyó-. Puedo compensarla monetariamente por todos los días que sufrió por el reportero Ried, si usted quiere.
-¿Cómo?
-Quiero decir que la calumnia del presentador Diethard Ried no merece ser pasada por alto. Hágalo enfrentarse a sus consecuencias para que Diethard y los que son como él aprendan a no repetirlo.
-¿Y vino hasta aquí para ofrecerme esto? ¿Por qué? -preguntó, procesando aún todo.
Kallen intentó exhibir su mejor sonrisa. Habiendo podido despacharla alegando que no estaba interesada en las sandeces de una extraña, le permitió explicarse. Esto era prometedor.
-Sé que es rarísimo. Normalmente, es el cliente quien busca al abogado y no al revés. Pero meses atrás estuve en una situación paralela. Un juez movió sus influencias para revocarme mi licencia. Fue una injusticia que no pude evadir y no quiero que más personas tengan que soportar lo que viví porque entiendo el enojo que tuvo que sentir -explicó. Era una mentira piadosa, aunque parcial-. La difamación es uno de los delitos que las personas más aguantan ya que subestiman sus alcances y en ciertas situaciones es mejor dejarlo así. Mas esto no es un chisme de vecinos. Diethard Ried es un reportero y un periodista debe ser consciente del peso de sus palabras. Hágalo pagarle una buena suma de dinero para que lo lamente. A veces un golpe en el bolsillo hace recapacitar a las personas antes que una lección moral.
A la mujer se le desencajó la quijada por una ráfaga de segundo. ¿En serio había dicho eso? ¿En serio lo creía? Había salido de su boca. Había reconocido su voz. Pero ese pensamiento pertenecía a Lelouch. Y lo había hecho suyo. Sacudió la cabeza. Se estaba desconcentrando.
-Si gusta, podemos hablar de esto más a profundidad en un sitio en que estemos cómodas.
Evaluando el escenario desde afuera aquello era una comedia: la bailarina con la que Diethard Ried estuvo flirteando anoche en un club era la abogada que estaba incitando una demanda contra él. Si acaso la oficial Chiba denunciaba al reportero y, por casualidad, se tropezaban cara a cara, ¿la identificaría? ¿Y qué haría, siendo así? La mirada de la oficial Chiba pasaba de la tarjeta a ella y viceversa con rapidez. Lo estaba considerando. No quería festejar la victoria antes de tiempo, sin embargo, ya Kallen estaba degustándola...
Lelouch había conocido al presentador Ried cuando era un reportero de campo. Entre todos los aliados de Britannia Corps era el único que no exactamente era un Don Nadie: ya se había hecho acreedor de la reputación de ser un reportero inteligente, determinado, ambicioso y en especial sensacionalista. Lástima que el pequeño Lelouch tuviera que descubrirlo de la peor forma. Como el lector habrá imaginado, Diethard había sido el reportero de Hi-TV que cubrió el trágico evento de hace diecisiete años. Todavía no se había celebrado el juicio cuando los medios publicaban a viva voz que la abogada Marianne Lamperouge se quitó la vida a causa de la depresión postparto. A Lelouch lo sulfuraba que se difundieran tantas mentiras sin haber concluido la investigación policial. Pensó que si tan solo supieran cómo había sido su madre entenderían que todo era un complot. La televisión era la palestra de la verdad. Una entrevista detendría todos los rumores y desinformaciones de raíz y sabía quién lo ayudaría. El reportero Ried se había mostrado amable con él la primera vez. Le había tendido su tarjeta, poniéndose a la orden por si quería decir algo. Así como tantos habían sido engañados por el carisma, la cordialidad y la sonrisa centelleante del reportero, Lelouch también había caído y compareció en Hi-TV. Pese que el camarógrafo tenía sus dudas ya que Lelouch era un niño y no podían hacer aquello sin el consentimiento de servicios infantiles, Diethard se arriesgó a concederle la entrevista aduciendo que podrían pixelar su rostro. Lelouch creía con ingenuidad que Ried comprendía su necesidad de expresarse cuando estaba sacando partido para su exclusiva. Lo sentaron en una butaca, ubicándolo frente de una cámara. Estaba algo nervioso. Nunca había sido filmado. Perceptivo, Diethard le había solicitado inspirar hondo y enfocarse en él y hacer de cuenta que estaba hablándole. El consejo lo ayudó. Lelouch empezó a sentirse tranquilo. Y sus manos aferradas a un portarretrato que había traído consigo le inspiraba una sensación de valor que le hacía falta.
-¿Qué tienes ahí, Lelouch?
-Esta es una foto familiar que mi mamá, mi hermana y yo nos tomamos el año pasado para navidad -había respondido Lelouch, apoyando el portarretrato en su pierna y señalando las caras conforme iba presentando a los miembros-. Desde que tengo uso de memoria, mamá siempre dio todo de sí para que nunca nos faltara nada. Aún si era demasiado duro trabajar y cuidarnos sin nuestro padre siempre sonreía. Incluso luego de un día cansado, nunca nos puso mala cara -el niño pestañeaba para espantar la humedad en sus ojos-. Creo que vernos que estábamos bien era lo que ponía una sonrisa en su rostro. Les pregunto a ustedes: ¿acaso esta es la cara de alguien que tiene depresión? -cuestionaba con aplomo-. ¿Creen que nosotros seríamos felices si nuestra madre fuera infeliz? ¡¿Creen que mi hermana y yo no nos daríamos cuenta si ella sufriera?!
-Entonces, ¿por qué la policía dice que tu madre se mató por depresión?
-¡No, la policía no ha dicho nada! ¡Hubo una denuncia! Se está investigando que fue lo que ocurrió y pronto habrá un juicio que revelará toda la verdad -había chillado. Hizo una pausa para sorberse los mocos-. Mi madre sí tuvo depresión. Hubo varios días en que se quedaba encerrada en el baño y no quería salir. Pero fue hace mucho. Ya lo superó. Se sobrepuso a su enfermedad porque sabía que tenía ponerse bien por mi hermana y por mí, porque nosotros éramos todo lo que ella tenía y ella era todo lo que nosotros teníamos. Pueden preguntarle al doctor. Les confirmará lo que les estoy diciendo.
El periodista había finiquitado la entrevista en ese punto. No quería prolongar su sufrimiento, según él. Diethard le había agradecido por hacerla, infiriendo todo el dolor que lo embargaba. Añadió que le informaría cuando estuviera listo -lo que nunca sucedería. Lelouch no se fue en el acto. La entrevista había tocado algunas cuerdas del corazón y necesitaba calmarse. El mejor modo era caminar, no obstante, suficientes personas lo habían visto con el semblante colorado y los ojos hinchados. Prefirió quedarse unos minutos en la estación recorriendo el pasillo. Tenía los labios salados y la mucosa destilaba por su nariz. Resolvió con ir al baño y enjuagarse. Al regresar, reparó que el reportero Ried y su camarógrafo estaban saliendo. En un principio, el niño iba a irse cuando las dudas y el miedo arraigadas en él avivaron el deseo de espiarlos. La detective se había vendido a Britannia Corps, ¿por qué el reportero Ried sería distinto? Temeroso, se acercó discretamente para oírlos.
-... ¿Crees que valió la pena la entrevista? -había preguntado el camarógrafo.
-Sí. Podemos seleccionar las partes en que alude que son una familia disfuncional y lo duro que fue para Marianne Lamperouge ser madre soltera y fusionarlas con la parte en que admite que sufre depresión postparto para editarla...
-Diethard, eso no fue el propósito de la entrevista -disentía su compañero, cabeceando-. No deberíamos...
-Fue el propósito para mí -había interrumpido-. Esta es la historia que el público quiere. No te preocupes -le sonreía con desenfado, dándole unas palmadas amigables en el brazo-. Sé lo que hago. ¿No he sido yo quien ha mantenido en las nubes los ratings de Hi-TV?...
Iba a replicar el camarógrafo cuando un furioso Lelouch saltó desde las sombras:
-¡Es usted un monstruo! ¡¿Cómo puede llamarse reportero y decir tales mentiras?!
El reportero Ried se había girado sobre sus talones. Sus cejas enarcadas mostraban su ligero aturdimiento. Estaba seguro de que se había ido.
-Niño -decía con voz melosa, aguantando una risita-, ya es hora de que aprendas que la verdad es una mentira por consenso y que, por lo tanto, tiene sus matices. El mundo no es un sistema binario. Es cuestión de perspectivas. Una mentira puede parecer verdad y una verdad puede sonar como una mentira. Ahora, no es por ser grosero, pero será mejor que te marches. Créeme, no querrás vivir la humillación de que los guardias te echen.
Aquel día Lelouch había aprendido quizás la lección más importante que hasta la actualidad tenía en mente y cómo funcionaba el mundo del periodismo. Se aprende más de los malvados que de los buenos. Y los mejores mentores de Lelouch habían sido precisamente la gente que lo había herido. Puede que jamás llegara el día en que lo reconociera abiertamente. A razón de que el reportero Reid había dicho que era su propósito, Lelouch ignoraba que era un aliado de Britannia Corps. Creía que solo había actuado con base a su mezquino beneficio personal. Fue hasta que halló una foto que él se había tomado con el presidente Charles que comenzó a atar cabos. Ya cuando era un adolescente. Lelouch tenía mucho que agradecerle al reportero Ried. Independientemente de eso, los pecados no los purgaban las enseñanzas.
Tocaba la hora de mostrarle su gratitud y de ajustarle cuentas.
N/A: ¡ese fue el fin del capítulo diecinueve! Otra agradable lectura. Definitivamente, lo mejor de escribir es leer el resultado de tantas horas de arduo trabajo. Al final, tras leer el capítulo decidí rebautizarlo como «Mentiras» en honor a las mentiras de Lelouch, de Suzaku y de Kallen; así como las reflexiones de C.C. y Diethard. La frase que tanto les gustó del capítulo «Pecado» es original de Diethard. Quería renombrarlo «Hipocresía» ya que es un tema importante en Code Geass, empero ni modo. Las mentiras es un tema igual de relevante que está estrechamente vinculado.
En la serie, adoré que Lelouch asignara notaciones de ajedrez a sus Caballeros Negros como nombres claves y me lamenté que más allá de Kallen no supiéramos qué piezas representaban los demás personajes en el juego mortal de Lelouch. Quiero decir, me parece interesante evaluar todo desde una óptica ajedrecística. Afortunadamente, en mi historia sí pude solucionar eso. Estuve investigando a profundidad sobre el ajedrez y su simbología. Cada uno de los personajes relevantes de este fic tiene una contraparte en el ajedrez. En cuanto a los motivos, los revisaremos someramente porque quiero que descubran por su cuenta por qué tales personajes son tales piezas en el ajedrez.
Estamos en el capítulo 19 del fanfic, malvaviscos asados. No solo significa que estamos a mitad del segundo libro, sino también de la historia. Es posible que todo concluya en el capítulo 38 (eran 37 y uno se dividió). Habrá un epílogo para cerrar todas las tramas. Actualmente, estoy escribiendo el 31 y hoy dio la casualidad de que me estreno en otro semestre. No sé que tan lejos voy a llegar escribiendo esta historia para cuando finalice el año, pero espero que esté muy cerca del final. Me gustaría despedir esta novela entre agosto y septiembre del año próximo. Veremos si se cumple mi deseo.
Por lo pronto, aquí les tengo las preguntas de este capítulo: ¿por qué C.C. es la torre? ¿Por qué Kallen es la reina? ¿Qué decisión tomará Suzaku luego de su «discusión» con su padre? ¿Creen que Gino y el fiscal Waldstein tiene razón sobre él y Suzaku no es el mismo? ¿También consideran que nuestra pelirroja favorita ha cambiado? ¿Les gusta hacia donde van estos personajes? ¿Qué tal el trasfondo de Rolo? ¿Qué les pareció la misión encubierta en el Club Malibú? ¿No sienten impotencia cuando ven los flashbacks de Lelouch de cada una de las personas que lo traicionó? Porque yo sí xD Okey, no. Esa última pregunta fue una broma. ¿Cuál fue su escena favorita de este capítulo? ¿Qué expectativas tienen para el próximo? ¿Y qué opinan de la primera mitad de la historia? Hablando de cuál fue mi escena favorita, debo decir que la primera en que Suzaku y su padre discuten.
Este 25 de octubre tienen una cita con esta historia. Nos leemos en el vigésimo capítulo, que es uno de mis preferidos de este segundo libro: «Luz en las tinieblas».
¡Cuídense, malvaviscos asados! ¡Besos en la cola!
Fun fact: el apellido que Kallen utilizó mientras estaba infiltrada en el club Malibú es el apellido de su seiyuu.
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