Sombras que matan la luz

Irritante. Es la mejor palabra para describir a esa mujer hipócrita que tengo por tía. La odio pero no puedo separarme de ella, es frustrante.

Me encantaría largarme y que se quedara ella sola aguantando a los pelmas de mis primos, a ver quien traía dinero a casa para mantenerlos. Supongo que ellos aún no son tan odiosos, pero ella... bah. Lo peor es que encima se piensa que debo estarle agradecida por "cuidar" de mi, y un cuerno. Dudo que ni ella misma se crea esas palabras pero así se siente menos inútil y puede mirarse al espejo mientras empolva su nariz.

Me está gritando para que baje, seguramente para darme un trabajo aunque sabe que lo odio. Maldita arpía, solo le importa el dinero, por eso se caso con mi tío y por eso me tiene bajo su custodia, si no fuera útil me desecharía como si fuera basura.

Dios, sigue insistiendo. Que pesada puede llegar a ser cuando quiere, es decir, siempre. Se piensa que soy una herramienta que puede usar y no creo que sepa que tengo sentimientos, solo una máquina perfecta que le ayuda en sus planes.

Me odio a mi misma también por hacerle caso, pero soy demasiado cobarde para plantarle cara y verme sola ante un mundo del que no se gran cosa. Salgo poco de casa, solo para trabajar e ir a comprar cuando me apetece, es lo único bueno de vivir con esa mujer, me deja hacer lo que quiera (aunque tampoco creo que le importe nada de lo que haga) siempre y cuando traiga dinero a casa.

Me siento asqueada por la sangre fría que tiene, le da igual jugar con la vida de las personas mientras ella obtenga riquezas y ahora bajando las escaleras me dan ganas de pegarle una bofetada para que vea lo que hace, pero no lo haré, he aprendido que no ve más allá de sus intereses.

- Sybannah, ¿No sabes andar más rápido?

- Saber... sé, pero no me apetecía.

- Tan maleducada como siempre- Chasquea la lengua y me mira con cara de desaprovación.

- Pues me has educado tu así que tienes un problema.- Le dedico una sonrisa y me giro para no seguir mirándola.- Bueno que no tengo ganas de discutir, ¿Qué tengo que hacer?

- Mejor. Tienes que ir a la Avenida Santalla, número 13. Ya nos han pagado por adelantado así que espero un buen resultado.

Ser repugnante. Dice esas palabras como si estuviera diciendo que vaya a comprar el pan, ella no sabe nada de lo que siente la gente de mi familia, no sé que hacía mi tío al casarse con esa. Puede que la locura ya se hubiera hecho paso por su mente.

Me río amargamente. Quería a mi tío pero desde hacía algún tiempo se había vuelto raro, un poco neurótico.

Supongo que en un impulso se casó con Eva (me entran arcadas cada vez que digo que es mi tía) y ella se dejó llevar porque otra cosa no, pero mi difunto tío era muy rico. Pero basta de pensar en el pasado, los muertos no vuelven.

Cojo mi abrigo y salgo dando un portazo. Me gusta recorrer las calles de la ciudad en invierno y tocar la nieve que cae y que hay en el suelo. Puede que sean los únicos momentos de felicidad que tengo en el día a excepción de cuando leo.

Aunque esos momentos "felices" se evaporan en cuanto recuerdo a donde me dirijo.

Meneo la cabeza para dejar de pensar en cosas innecesarias, es una manía que tengo desde pequeña.

Solo tengo que dar un paso detrás de otro y llegar a mi destino. Contra más deprisa vaya, menos ganas de salir corriendo tendré.

Llego a la dirección, inspiro profundamente y sin tan siquiera picar entro por la puerta.

Odio lo que estoy apunto de hacer, me odio a mi misma por no tener la valentía suficiente para negarme a hacer esto, odio a mi tía por buscarme estos trabajos, pero por encima de todo odio ser miembro de mi familia.

- ¿Señorita Mer?

- Si, soy yo. ¿Está preparado?- Digo estas frases monótonamente sin sentimiento alguno.

- Si, proceda.

Me saco un cuchillo de la bota y me dan ganas de vomitar. Fue un regalo de mi madre, pero nunca he sentido tanto asco por un objeto como le tengo a este. Cojo la mano del hombre y aunque da un bote en la silla, deja que le haga un pequeño corte en esta sin moverse un centímetro.

No hago preguntas de quien es mi cliente, tampoco me importa. Yo no sé quien es ni él sabe quien soy yo.Solo un apellido, una reputación.Ellos pagan, yo trabajo. Así de sencillo.

Acerco mi cara a su mano, huelo el olor a su sangre.

Mis ojos empiezan a oscurecerse, ahora viene la parte más horrible de la noche para mi, bueno mejor dicho para una parte mía.

Al fin puedo moverme, nadie sabe cuantas ganas tenía de que llegara éste momento. Empiezo a sonreír y me relamo los labios ante la expectación de lo que está por venir. No se como a esa idiota no le gusta este trabajo. Mientras me río, oigo los latidos del hombre que tengo en frente ir a cien por ahora. Es como cualquier otro cliente, no tiene la suficiente valentía para hacerlo por si mismo, necesita pagar para conseguir lo que más ansía. Despreciable, pero a mi ya me está bien. Por fin diversión.

- Nombres.

- Juliette, Marcus y Geremias Pelton.

Dos padres y su hijo, nadie más.

- De acuerdo, esta será su última noche.

Desaparezco antes de que pueda decir otra palabra, pero noto como se desploma en su silla una vez me he alejado de él.

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Éste es el primer capítulo del libro, espero que lo disfrutéis tanto como yo al escribirlo. Es la primera vez que intento plasmar con palabras una historia como esta así que no sé si os gustará, pero espero que si, y bueno si tenéis tiempo me gustaría que comentarais para saber vuestra opinión :3 Arigatoo^^ 

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