Realidades que destruyen sueños
Por una vez desde que vivo con mi tía sigo sonriendo cuando paso por el umbral de la puerta principal.
Oigo que esta hablando por teléfono en la cocina así que me escabullo a mi habitación antes de que me pare para decirme alguna tontería de las suyas.
Dejo la camisa en el armario y es cuando me doy cuenta de que aún tengo las patatas. Mierda, tendré que cruzarme con ella, pero esta vez no conseguirá amargarme. O eso pensaba, nada más entrar en la cocina me llama.
- Sybannah. Tengo un recado para ti.
- Me niego.
-Es para mañana.- Continua como si no me hubiera oído.- Tienes que ir a la Avenida Mongomeri a las siete de la tarde, el número de casa es el veintidós.
- ¿Estás sorda? He dicho que no pienso ir.- Ayer tuve un "recado" de los tuyos y necesito descansar.
- Ya has tenido un día para hacerlo. Además este mes necesitamos más ingresos.
- No necesitaríamos más dinero si dejaras de gastártelo en chorradas inservibles y caprichos para tus hijos. Consigue un trabajo y gánatelo tu si tanto lo necesitas. No pienso hacerlo.
- Lo harás y punto. Hasta que tengas dieciocho años no eliges nada y me obedeces.
- Si no quiero no puedes obligarme.
- Sabes que tengo otros métodos para hacer que cumplas.- Por desgracia sé que aunque me resista acabará consiguiendo lo que quiere, siempre lo consigue.
- Te odio.- Sonríe con satisfacción, sabe que ha ganado.
- Que novedad...
Dejo las patatas en la encimera y me voy a mi habitación. Ya sabemos quien va a cocinar esta noche. Las dos sabemos jugar sucio.
Dos horas más tarde oigo las quejas de los niños por la comida y río felizmente. Que se lo pase bien intentando contentar a esos enanos. Y con una sonrisa en la cara me duermo esperando a que el día de mañana llegue.
Después de pasarme toda la mañana dando vueltas de arriba a abajo por la casa evitando hablar con Eva (la cual creo que también me ignora deliveradamente), al fin llega la tarde y con poncho en mano salgo corriendo hacia el hogar de Aiden.
Cuando llego delante de su puerta me pongo nerviosa, espero que me abra él la puerta. No estoy acostumbrada a hablar con gente normal y no se como reaccionar, además ya me cuesta mirarle a él, no creo poder hacerlo con su familia. Por desgracia al timbrar quien me abre la puerta es otro chico.
- Hola! Tu eres la del otro día ¿no?
- Erg... Sí.
- Como te encuentras?
- Perfectamente, gracias.
- ¿Quieres pasar? Mi hermano está en su habitación, ya sabes donde es.
Dicho esto se hace a un lado para que pase y me despide con la mano mientras se dirige a otro sitio.
Subo las escaleras lentamente, podría parecer un poco rara si fuera corriendo. Pico a la puerta tres veces y cuando oigo su voz invitándome a pasar, entro. Entonces me mira con una mezcla de sorpresa y horror.
- Oh, mierda.- Empiezo a reírme y se pone rojo.- ¿Podrías darte la vuelta mientras me cambio?
- O podría esperar fuera.- Me giro y salgo sin parar de reír.
- Joder, ya podría haberme avisado. Estúpido Nazan.- murmura.- Ya puedes pasar.- dice momentos más tarde, ahora si para que yo lo escuche.
- No pasa nada a todo el mundo le gustan los perros.
- Qué?
- Tu pijama. Estampado de perritos.- Sonrío cuando por fin lo entiende. Lo que provoca que vuelva a sonrojarse.
- No tiene gracia.- Me dice eso pero el también está sonriendo.
- Admite que si la ha tenido.- Antes de que conteste le extiendo el poncho para devolvérselo.- Aquí tienes.
- Gracias por traerlo.
- No hay de que.- No había pensado que al darle la prenda ya se había acabado la excusa para estar en su casa, mi sonrisa se disipa y le digo.- Nos vemos otro día, adiós.
- Espera!- Me agarra del brazo y me vuelvo en su dirección.- No tienes por que irte tan pronto, puedes quedarte.
- Ah, esto... De acuerdo, ¡acepto la oferta!- Una parte de mi salta de felicidad.- Por cierto, ¿como esta tu hermana?
- Bueno... un poco mejor, ya sabes... cuando son pequeños es más fácil de superar.
- Ya...- Se hace un silencio incómodo entre nosotros hasta que él lo rompe un minuto más tarde.
- ¿Quieres que te enseñe algo?
- ¿El que?- Mis ojos se iluminan como dos faros cuando veo lo que me enseña.- Wow... es precioso.
- Gracias. Me ha costado pintarlo pero parece que ha merecido la pena.
En la pared ha dibujado un planeta enorme, Saturno. No se como no lo había visto al entrar. Parezco tonta. Pero es impresionante, no creía que nadie pudiera dibujar tan bien.
- ¿Quieres ser artista?
- Sí, pero eso no da dinero seguro así que me dedicaré a algo más rentable.
- Pues yo creo que deberías intentarlo. Te digo por experiencia que si no haces lo que te gusta es horrible.
Seguimos hablando durante un buen rato hasta que la alarma de mi reloj suena. Las cinco y cincuenta. No por dios... ahora no. Mi cara empalidece y parece notarlo porque me pregunta.
- ¿Qué pasa?
- Debo irme. Mi tía me obliga a estar en casa a las siete.
- ¿Te acompaño?
- No.- Lo digo muy tajantemente y veo en su rostro decepción.- Lo siento, pero tendría que darle muchas explicaciones y hoy no estamos muy contentas la una con la otra.
- De acuerdo, pero ten cuidado. Esos monstruos podrían atacarte.
- ¿Monstruos?
- La familia Mer.
- Ah, ya, tranquilo. Lo tendré.- Me trago el nudo que tengo en la garganta y me dirijo a la puerta.
- Syb espera. ¿Podrías darme tu número?
- Mmm...- Medito los pros y los contras y se que no debería dárselo pero...- Te doy el de casa, no tengo uno propio ya que no me gustan nada. Pero por favor, hoy no llames. No quiero tener bronca.
- De acuerdo, te llamo mañana entonces. ¿Por la tarde?
- Claro.- Le dedico una sonrisa radiante y se lo escribo en un papel.- Adiós.- Me despido con la mano y salgo lo más decente que puedo hasta que piso la calle y entonces empiezo a correr.
- ¿Señorita Mer?
- La misma. Ya sabe que hacer verdad?
Me extiende su mano con un tajo ensangrentado y acerco mi nariz.
Justo antes de cambiar me doy cuenta de algo, jamás podré ser amiga de Aiden, al menos no mientras sea una Mer. Algo que no puedo cambiar.
- ¿Quién son los afortunados?- Noto que se ha puesto rígido con mi cambio de actitud. Sonrió provocándole terror.
- La fa-fa-familia Grahamm de la calle Brimstol.- dice tartamudeando
- De acuerdo, déjelo en mis manos.
- Gracias por todo- dice sonriendo.
Ser repugnante y cobarde, no entiendo porque no lo hacen ellos mismos, es lo más divertido que existe. Bueno claro que lo sé, son sucias ratas con miedo a mancharse las manos, pero eso a mi no me incumbe. Me dispongo a saltar por la ventana cuando noto un papel en el bolsillo de mi abrigo. Escrito con bolígrafo pone:
" Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma"
Empiezo a reírme sin poder parar, el hombre de atrás suelta un pequeño chillido, pensará que estoy loca pero antes me había equivocado, no hay nada más divertido que enfadar a esa princesita. Parece que al fin empieza el verdadero juego.
Espero que os haya gustado este capítulo, se que he tardado mucho en continuar pero con los estudios no he tenido tiempo, tampoco tenía mucha inspiración hasta ahora. Pero parece que he vuelto! El próximo no tardará, lo prometo :3 Mientras leía los antiguos capítulos he visto que no había pedido que comentarais para saber vuestra opinión (cosa que ya he cambiado) y pues eso, que me gustaría que lo hicierais porque no sé si la historia os está gustando o es aburrida :( Estaré esperando vuestros comentarios e,e Arigatou minna :3
Ah por cierto puede que pronto suba otra historia. Que os parecería? ^^
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top