Capítulo único


"Amo que hagamos todo juntos."

Oírlo, reír era la cosa más genial del mundo. Me ponía muy feliz cuando lo veía y escuchaba reír, pues siempre él estaba de buen humor, mi amado Layne Staley, y además de eso, era muy tierno y chistoso.

Era domingo, el sol lanzaba sus agradables rayos, y mientras sonaba en la estación de radio su canción "Love Hate Love", yo lavaba la loza y él acicalaba un mueble, que se nos había roto en una de sus patas. Aparte de ser un artista carismático, también era carpintero.

Secaba los platos y justo sonaba su desgarrador grito en la canción y me asomé a verlo a la ventana. Sonreí con idilio y ternura.

Layne me hacía muy feliz.

Agachado frente al mueble, sostenía un cigarrillo en su dedo y de pronto me vio junto a la ventana y esbozó su tierna sonrisa.

Me olvidaba del mundo entero cuando veía esa iluminada sonrisa, su sonrisa, que tanto yo amaba y adoraba.

La canción a punto de acabar en la radio sonó la parte de la guitarra, esa que tanto me gustaba y Layne se puso de pie. Dios, se veía tan guapo y sexy con ese overol de mezclilla, su torso desnudo, y entró a verme a la cocina.

Había sacado una olla y las demás cosas para ponerme a cocinar.

—Hola, ternura — el corazón se me estremeció de amor al verlo entrar y oírlo llamarme ternura.

—Hola — le sonreí toda derretida, Layne se me acercó tierno y besó con ansias mis labios.

Embelesada por él, y su dulce y romántico beso, se me escapó un suspiro y lo miré perdidamente enamorada.

—¿Cómo vas con lo del mueble? ¿Está muy complicado?

—No, ya casi lo tengo arreglado. Ahora solo tengo que pegarle la pata y ya.

—Genial, pensé que sería más trabajo — Layne me sonrió con ternura y tomó mi mentón con cariño.

—Que preciosa estás — más me derretí y le sonreí con suspiros.

Él me miró locamente enamorado y después vio la olla en la cocina. Levantó una ceja y me sonrió con interés.

—¿Qué vamos a comer de almuerzo? — le acaricié su barbilla con gozo.

—Lo que tú quieras. Hoy quiero prepararte algo sabroso — volvió a levantar la ceja con interés y me acechó con sus intensos ojos de cielo.

—¿Lo que yo quiera? Mmm, así me lo pones difícil — me dijo todo pícaro y yo le sonreí y reí.

—Mi Layne — sus ojos brillaron de amor y ternura.

—¿Qué te parece si cocinamos algo juntos? Tengo una idea.

—¿Cuál? — le pregunté entusiasmada.

—¿Qué te parece si preparamos una rica pasta con salsa boloñesa?

—Que sea salsa con salchichas.

—Mmm, buena elección.

Volví a sonreírle, y Layne todo tierno, acarició mi mentón y me miró perdidamente enamorado.

—Perfecto, entonces, será una pasta con salsa con salchichas — me dijo.

—Si. Empezaré a picar las cebollas.

—Yo iré a buscar la pasta.

Me dijo Layne todo entusiasmado, y yo sin dejar de sonreírle, empecé a ordenar la cocina para que nos pusiéramos los dos juntos a cocinar.

Me puse aún más contenta y feliz, amaba que cocináramos juntos, que Layne, mi amado y tierno novio cocinara conmigo.

Layne risueño y contento, fue a buscar la pasta al mueble donde guardamos toda la mercadería.

Yo picando las cebollas, él volvió con el paquete de pasta y me miró con su dulce y tierna sonrisa y se me acercó.

Yo eché el paquete de tallarines a la olla, para que empezarán a cocerse y Layne me tomó con cariño por la espalda y mi alma vibró; me derretí por completa. Amé sentir su cálido torso desnudo tras los tirantes de su overol y le sonreí toda derretida; Layne me vio sonreírle, lo que le volvió loco y apoyó su barbilla junto a mi mejilla.

—Déjame ayudarte — me susurró, eso me hizo aún más estremecer por él.

Sin soltarse de mis brazos, empezamos a picar, así juntos, los otros ingredientes para la salsa. Mi corazón latió rápido y fuerte todo el tiempo.

Teníamos picadas las cebollas y la echamos con los demás ingredientes a la olla; Layne le echó pimienta, sal y un poco de condimento para hacer un sofrito y yo empecé a revolverlo todo. Él me vio hacerlo con ternura, y yo en sus brazos, le sonreí con mimo, muy feliz, y a Layne le brillaron sus ojos de anhelos y dulzura y más se acurrucó a mí.

— Revuélvelo un poco más, ternura — me susurró al oído y yo vibré por completo.
—Si — le respondí y seguí revolviendo la carne con la cebolla.

Él sin querer apartarse de mí, yo volví a sonreírle.

—Amor, nos falta picar las salchichas — Layne río.
—Es cierto.
Los dos nos reímos y yo dejé la olla a media llama, para que no se nos quemara el sofrito y juntos comenzamos a picar las salchichas. Yo miré a Layne cortarlas y mi corazón vibró de amor y de anhelos.
Quise picar unos pimentones, una zanahoria para saborear aún más el sofrito y Layne me vio hacerlo y sonrió perdidamente enamorado. Me amó con locura.

Los dos picamos las salchichas, y sin dejar de sonreír, nos miramos con complicidad.

—Amo poder hacer esto, cocinar contigo — sus ojos volvieron a brillar.

—A mí también me gusta hacer esto, el cocinar cosas ricas contigo. Poder estar y compartir cada momento a tu lado, ternura.

—Mi Layne.

Él se me quedó viendo con detenimiento y yo con mi corazón todo loco y alborotado por él, Layne me sonrió con ternura.

Con la tabla llena de salchichas picadas, las agregamos al salten y después echamos la salsa y yo empecé a revolverlo todo. Layne me miró y solo deseó volver a abrazarme y se me acercó y me sujetó con cariño por la espalda; me rodeó con sus brazos, apoyó su cabeza junto a la mía, me tomó las manos, y así juntos, revolvimos la salsa. Yo sonreí y mi corazón latió fuerte todo ese mágico momento.

Él me miró perdidamente enamorado y con cariño y deseos, me guiaba con sus manos para revolver la salsa. Amé aquello y me llené de suspiros por dentro y levanté la mirada para verlo.

—Amor mío — Layne me vio vibrante y más se acurrucó a mí.

—Te amo.

—Y yo a ti.

Le susurré y los dos sonriéndonos, acercamos nuestros labios y nos besamos.

Dejamos de revolver la salsa y él apagó los tallarines que ya estaban cocidos y los llevó al agua.

Yo lo vi vaciarlos a otra fuente en donde le echó el agua para sacarle el almidón y sonreí. Se veía muy tierno vaciando los tallarines; después volvió a vaciarlos a la olla y yo me le acerqué.

—Agrégales mantequilla, así quedan mucho más sabroso.

—Ok, jejeje.

—Huelen tan rico y la salsa también. Ya me dio hambre.

—Jajaja, la verdad es que a mí también.

Los dos reímos y dejamos los tallarines a medio fuego. La salsa también estaba lista, así que solo nos faltaba colocar la mesa y ya.

—Iré a colocar la mesa.

—Bueno, yo terminaré de revolver la salsa para que no se pegue — me dijo él y yo le sonreí.

—Si.

Más que entusiasta, me urgía comer nuestra pasta con nuestra salsa especial y sin dejar de sonreír, coloqué los servicios y dos copas para el vino.

Saqué uno ideal para nuestro almuerzo especial y Layne comenzó a servir los platos.

—Ternura, ya estoy sirviendo.

—¡Super! Ya tengo lista la mesa.

—¿Colocaste el vino?

—Si, puse el mejor.

—¡Genial! Entonces, ve a sentarte, en breve te llevo tu plato.

Yo me negué y fui a la cocina, quería ayudarle y feliz miré su ancha espalda bajo su overol y me llené otra vez de suspiros.

Layne se dio vuelta a mirarme y yo le sonreí con destellos. Él se derritió al verme tras suyo y sonriéndole con dulzura.

—Ternura.

—Quiero ayudarte a servir y llevar los platos — sus ojos se iluminaron.

—Ven aquí.

Él sirviéndonos a los dos la pasta, yo les eché la sabrosa salsa con salchichas y les coloqué una pequeña hoja al centro de la salsa para la decoración. Los dos platos se veían perfectos, como menús de restaurante de primera categoría.

Layne y yo nos sonreímos y llevamos juntos ambos platos a la mesa. Estábamos más que ansiosos por probar nuestra pasta.

Serví el vino en las dos copas y Layne viéndome fijo y con destellos, yo le sonreí y le extendí su copa.

Sentados frente a frente, juntamos nuestras copas e hicimos un brindis.

—Brindemos por esta sabrosa pasta, la que preparamos los dos con mucho cariño — dijo Layne contento y los dos brindamos.

Le echamos queso parmesano a la salsa y los dos al fin probando nuestra pasta, nos miramos y nos sonreímos con gozo.

—¡Cielos! Nos quedó exquisita.

—Me encanta. Está demasiado sabrosa.

Dije con la boca llena y Layne me sonrió y enrolló otros tallarines con el tenedor y se los echó a la boca. Tenía un poco de salsa en sus labios y yo con ternura se los limpié con una servilleta. Él me miró tierno hacerlo y volvió a sonreírme.

—Gracias, ternura.

—Por nada, señor Staley.

—Jejeje.

No podíamos dejar de comer; la salsa con las salchichas había sido más que acertada y Layne me miró otra vez con la boca llena.

—Tenías razón, ternura. Esta salsa quedó mucho más sabrosa que la con carne molida. Me encantó.

—¿Ves? Te dije que con salchichas es mucho mejor — se me quedó viendo con detenimiento, perdidamente enamorado.

—Te amor, amor mío — le sonreí con cariño.

—Y yo te amo a ti, mi Layne.

Él me sonrió, tomó mi mano con cariño, y yo perdida en él, nos miramos locamente enamorados y después seguimos disfrutando de nuestra sabrosa pasta, la que ambos cocinamos juntos en aquel bonito y agradable día domingo.




FIN.

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