xiv. Oh No, Oh No, Oh--!


TWENTY-FOUR OH NO, OH NO, OH—!



(10 DÍAS ANTES)

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EL CORAZÓN DE BRIAR CAE CUANDO la cuenta regresiva llega a diez, sabiendo que el final es inminente. Hoy es nueve de junio. Su corazón dio un vuelco cuando despertó en junio, a pesar de haber pasado todo mayo con temor, sabiendo que estaba casi en el mes. Todos los días, mientras escribe la fecha en sus libros escolares, la mira un poco más de lo habitual, la cuenta regresiva es un pensamiento constante en su cabeza. Solía estarlo cuando eran doscientos días, pero ahora son diez. Casi un solo dígito. Casi está allí...

Quiere coger una bola de cristal, mirar y esperar poder tener la visión ahora, pero tiene miedo. Es como si su mente supiera que algo malo se va a predecir. ¿Pero qué dice? Su mente lo sabe desde hace casi un año, es que no se lo quiere decir... No hasta el diecinueve... Pero, ¿qué hace que el diecinueve sea tan jodidamente especial?

En este punto, Fred y George han dejado el colegio, dándole a la nueva profesora de Defensa, Umbridge, un último desastre que limpiar. Briar se alegra de no haber estado en Hogwarts para nada de eso... Se alegra de tener un descanso de la histeria interminable que conlleva estar en Gryffindor. Ama su antigua casa, en serio, pero ama más Beauxbatons, o, al menos, la versión de sí misma allí y no la Gryffindor.

Porque en Beauxbatons, Briar puede ayudar a otros. Quiere convertirse en sanadora, lo sabe por el hecho de que ha podido ayudar en la enfermería. Lo de ser mujer lobo no es un problema para ella, o al menos tanto como solía serlo, porque ahora sabe que tiene el mejor sistema de apoyo del mundo. Pero otras personas como ella no. Y Briar quiere ayudarlos a conseguirlo.

Pero el recordatorio de la visión la está estresando, y piensa que también está estresando a Fred cuanto más se acerca. No se lo ha dicho a su padre ni a nadie más, y no sabe por qué exactamente, todo lo que sí es que estuvo a punto de hacerlo, pero tuvo un mal presentimiento. Como si no debería contárselo a alguien más... Incluso empezó a sentir pesar y culpa por habérselo contado a Fred, lo que la confundió por completo. ¿Cuál será esta visión? ¿Qué tan terrible va a ser?

Aún no conoce el contenido y, sin embargo, la idea es suficiente para hacer que su estómago se revuelva, sus lunas llenas se vuelven en blanco y sin visión, como si todo su ser estuviera realmente preparándose para el diecinueve de junio...

El catorce de junio (cinco días antes) Fred la visita. Podría ir cualquier día, pero Briar tiene exámenes hasta el próximo martes, lo que significa que ha estado ocupada durante toda la semana. Puede salir del colegio después, antes que los demás, porque está en su último año; todo terminó después de su último examen, el martes por la tarde. Cada minuto que pasa en un aula de Hogwarts y Beauxbatons termina. ¿Qué tan raro puede ser?

Debido a la tienda de bromas que los gemelos abrieron en el callejón Diagon, Fred aparece con un traje esmeralda. El corazón de Briar casi se salta un latido porque, bueno, se ve genial. Salta un poco cuando lo alcanza y lo besa suavemente.

—Te ves bien —dice ella, con una sonrisa—. Muy muy bien.

Fred le devuelve la sonrisa.

—¿Era esto todo lo que tenía que hacer para ser lo suficientemente guapo para ti? Hubiera empezado a vestirme así hace años...

Ella rueda los ojos, toma su mano y camina en dirección a la calle principal de la ciudad francesa. Hoy hace sol y Briar lleva un vestido a cuadros amarillo y blanco y Converse blancas. Se ve un poco extraña al lado de Fred, pero se vistió para el verano francés, él lo hizo para presumir.

—¿Cómo está George? —quiere saber Briar.

—Está bien —dice Fred encogiéndose de hombros—, ¿pero qué hay de ti? ¿Has tenido alguna visión?

—Hace mucho que no tengo una —dice Briar, y desea haber mentido para que él se preocupe menos—. ¡Pero estoy bien! ¡Todo está bien! Todo va bien, Fred, no te preocupes... —dice Fred para asegurarse de que se quede en su cabeza. Y ella piensa que sí, porque él asiente, como si lo entendiera. Él la abraza y la besa en la frente—. Te amo, Freddie.

—Yo también —dice Fred, y luego estalla en su sonrisa. Briar ya sabe que va a estallar en una charla sobre algún producto de broma, o algo así, porque tiene la mirada en su rostro. No puede describirlo, pero lo sabe. A ella le encanta lo emocionado que él está con estas ideas, y cree que él y George se merecen cada onza de éxito que obtuvieron—. Iba a esperar a tu cumpleaños para decírtelo, pero...

Briar levanta una ceja.

—¿Qué?

—¿Te llegué a mencionar alguna vez que... uh, tenemos productos femeninos en desarrollo? —dice Fred, haciendo una mueca, sin saber cómo describirlos.

Ella frunce el ceño.

—Uh, no sé, a lo mejor sí.

—Bueno —dice, la sonrisa en su rostro de nuevo—, tenemos toda esta colección, o al menos una idea, planeada. Y... estaba pensando en llamarla como tú.

El corazón de Briar crece dos veces en tamaño.

—¡Eso es lo más genial que he escuchado! —exclama, sonriendo alegremente. Lo abraza nuevamente y luego lo lleva a un banco, mirando por encima de la vista del campo francés. Si giras en sentido contrario, puede ver el pueblo con Beauxbatons en el fondo. Briar piensa que ambas vistas son bonitas—. ¿Cuál es vuestra idea?

—George y yo queremos que sean útiles —le explica—. Obviamente, estábamos pensando en coleteros... Para ser sincero, comenzamos a basar la mayor parte de las ideas en lo que sabíamos que solías usar cuando ibas al colegio con nosotros.

Briar asiente.

—Genial —dice ella—. ¿Serían coleteros normales?

—Estábamos pensando en unos que hicieran algo. Pero no sabemos qué... Y estábamos pensando también en perfumes, y otras cosas, que se mezclan con algún tipo de filtro de amor...

—Sería bonito —dice Briar. Mira hacia abajo, al coletero rosa envuelto alrededor de su muñeca, y mira a Fred—. Tal vez los coleteros podrían mantener el cabello de alguien perfectamente rizado. O pueden cambiar el color, Pero lo peor es que lleva una eternidad hacer que se vean bien, a veces... Y si descubres la forma mágica de resolverlo, ganarías dinero —le guiña un ojo—. Y podrías añadirles clips de mariposa y cintas porque, sinceramente, la gente compraría esas cosas. Yo lo haría.

—Tú los tendrías gratis —dice Fred.

—Tal vez quiero apoyarte —dice Briar, torciendo los labios en un puchero.

—Quizás —dice Fred, rodeándola con un brazo—, yo quiero ayudarte.

Él se inclina para besarla, pero Briar se mueve hacia atrás, frunciendo el ceño.

—Woah, woah, woah, ¿qué significa eso?

—Me refiero a qué, ya sabes, el día que nos casemos y todo eso, estaré cuidando de ti, igual que tú de mí —dice él despacio, como si dudara de lo que va a decir—. Si vas a entrenar para convertirte en sanadora, no ganarás mucho por un tiempo, así que quiero ayudarte.

Briar levanta una ceja.

—¿Quieres que... vivamos juntos?

—Hay un piso encima de nuestra tienda, lo comparto con George —dice Fred—, pero tú y yo podríamos compartir una habitación, si quisieras... Y el piso tiene una habitación abajo y otra arriba, y George tiene la de arriba...

—Él podría pensar en Mia también, cuando acabe el próximo año —dice Briar, suavemente, como un pensamiento secundario.

Fred asiente.

—Podríamos mudarnos por completo, incluso.

—¿De verdad quieres que vivamos juntos?

Él sonríe tímidamente.

—Si tu quieres. Pero si no, ignora lo que he dicho...

Briar se ríe.

—Me encantaría —dice suavemente—. ¡Pero deja que lo piense primero! Es un gran paso... Especialmente porque tu madre sigue sin saberlo...

—Es impactante que no nos haya visto besándonos en Grimmauld Place — dice Fred con una sonrisa—. En el punto en el que estamos, tal vez deberíamos esperar hasta que nos casemos.

—Siento que ya lo sabrá en ese momento —dice Briar.

—No es muy observadora cuando lo intenta —dice Fred.

Briar hace una mueca y pone una mano sobre su corazón.

—¿Entonces crees que no quiere que salga con uno de sus hijos? Estoy ofendida...

—Merlín, no, todo lo contrario —Fred niega con la cabeza—. Seguramente piensa que te voy a corromper.

Ella frunce el ceño.

—Ah, porque los años de amistad no hicieron nada.

—Nope. Eres la misma chica ingenua de primer año...

—Tan ingenua como para sentarme voluntariamente con los gemelos del diablo —dice con una sonrisa. Mira hacia la calle principal, ya llena de estudiantes de Beauxbatons que reconoce, entrando y saliendo de las diferentes tiendas. Se pone de pie, tomando la mano de Fred para levantarlo—. Vamos, quiero comprar helado.

—Es una pena que no haya una tienda de bromas aquí —dice Fred.

Briar se encoge de hombros.

—En el futuro, podrías abrir una...

—Que buena idea —dice Fred, y él le aprieta la mano.

—Tampoco sería tan complicado, porque me tienes a mí para traducir. Y, una vez que tengamos una familia, podríamos usar la tienda como una excusa para ir de vacaciones a Francia durante el verano —dice Briar, sonriendo. La cara de Fred se ilumina ante la mención de los niños. Ella piensa que es dulce. Realmente no han hablado de eso antes, así que es bueno que Briar diga finalmente este tipo de cosas en voz alta.

Pasan la floristería, con grandes ramos de flores de los colores Beauxbatons, colocados afuera especialmente para los estudiantes que visitan durante el fin de semana.

—De todos modos, tengo que terminar los exámenes antes de pensar en el futuro.

—Estoy muy feliz de tener que hacer los ÉXTASIS —dice Fred—. ¡Y mamá lo aprueba! ¿Te lo puedes creer? Mi madre aprobando el hecho de que George y yo abandonamos el colegio.

—Es algo bueno —dice ella—. Al menos está de acuerdo —Briar deja escapar un suspiro—. Desearía no tener que hacer mis exámenes...

Fred suelta una carcajada, mientras Briar le pone mala cara y vuelve a abrazarla. No puede evitar sonreír. A veces está tan enamorada que ni siquiera se lo puede creer.

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(EL DÍA TAN ESPERADO)

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BRIAR HA SIDO UN MANOJO DE NERVIOS durante todo el día. Piensa que su corazón podría dejar de funcionar por los fuertes latidos. Tal vez ni siquiera llegue a tener esta maldita visión, porque estará demasiado nerviosa, y morirá en el acto. Han sucedido cosas más raras, ¿verdad?

Es miércoles, es decir, ayer por la tarde, Briar terminó su último examen. Guardó todo el domingo, así que anoche se fue a su casa, Maxime finalmente cedió y la dejó usar la red Flu en su despacho.

Espero seguir en contacto —había dicho Maxime con una sonrisa—. Estoy muy orgullosa de ti.

Gracias por todo, Madame Maxime —había respondido Briar.

Briar fue a casa de su padre, principalmente porque fue más rápido y más fácil que explicarle a Maxime sus planes de vida una vez dejara la academia. Honestamente, Briar se ha dado cuenta de que sería más fácil llegar a San Mungo si viviera en el Callejón Diagon... Y puede usar la Aparición, pero le gusta caminar. Si se va a poner a cargo de la salud de las personas, también debe cuidarse a sí misma.

La luna llena es el sábado, por lo que planea quedarse en casa de su padre hasta que termine. Esta noche dormirá en el piso de los gemelos, dependiendo de cuán mala sea la visión, pero aún así quiere ver el piso, ¡y la tienda! Briar no puede esperar para verla... Tampoco puede esperar para terminar con esta visión, porque ya puede celebrar que se ha graduado.

Tal vez debería decírselo a papá, piensa Briar mientras se sienta con él en la cocina. Se despertó temprano para prepararle el desayuno, lo que ella pensó que era dulce, y comenzó a decirle lo emocionante que sería mudarse.

No es que te esté echando —él dijo con una sonrisa.

Briar había movido la cabeza.

Oh, claro, papá...

A lo que me refiero, es que mudarse es un paso muy grande —le dijo, mientras le entregaba un plato de tortitas. Briar roció arándanos y fresas en la parte superior. En Beauxbatons, tenían unos con arándanos en la pasta, por lo que la tortita en sí era azul, como los colores de la academia... Malecrit, Briar la echa de menos—. Sé que tendréis suficientes muebles y todo eso, y yo tengo los viejos libros de cocina de tu abuela, y si necesitas algo...

Estaré bien —dijo Briar, con una pequeña sonrisa. Estaré bien, una vez que termine esta visión.

Pero ahora mira a su padre y el momento se siente bien. ¿O es algo malo que se lo diga más tarde? Tal vez debería decir que la cuenta regresiva no fue tan larga... No quiere mentir, pero sabe que sonará mucho mejor, dejando de lado la parte de los trescientos días.

Aunque no le gusta mentir...

—Papá —llama Briar.

—¿Sí? —dice él, levantando la vista de su libro.

—Yo... creo que hoy voy a tener una visión —dice lentamente. Sus entrañas están luchando con lo que debería decir, ¿debería contárselo? ¿No debería? ¿Qué pasa si se enfada?—. Y... no sé, siento que va a ser grande —él asiente, pero sus cejas se fruncen de la misma manera que cuando ella le dijo que era una mujer lobo; cómo fue inmediatamente abrumado por la culpa y la preocupación porque pensó que era hereditario. Odia verlo así—. Puede que no sea nada, pero quería contártelo...

Remus asiente.

—Tal vez haya que hablar con Dumbledore, en caso de que sea algo... relacionado con la Orden —dice en voz baja. Ya parece preocupado—. Aunque, no sé dónde está en este momento... —esto es verdad. Dumbledore, por raro que suene, escapó porque la nueva profesora de Defensa se ha convertido en villa—. Le escribiré a Moody. Por si acaso es algo malo...

—No quiero preocupar a nadie —dice Briar, suavemente.

—No te preocupes por eso, Briar, esto podría ser útil, y si no, no pasa nada —dice Remus, y se pone de pie. Está a punto de ir a buscar el pergamino y la pluma, pero antes de eso, se mueve para abrazarla—. Le haré saber a la Orden lo que está pasando, no tienes que preocuparte.

Y luego su padre desaparece por unos minutos para escribirle a Moody. Briar toma el trozo de pergamino; en realidad, debería convencer a Fred para que los comercialice, ya que son un milagro de Dios, y le escribe: se lo dije a mi padre.

Fred responde: Avísame cuando pase.

Lo haré xx, le responde, antes de guardar el pergamino.

Se aferra a su taza de té, consolada por el calor a pesar del clima caluroso que actualmente azota al Reino Unido. Si no estuviera tan preocupada por la visión, estaría sentada afuera, pero la idea de descansar la hace sentir incómoda Necesita estar lista, en caso de que resulte ser una mala visión, y si predice algo que va a ser inminente, tiene que estar preparada. Pase lo que pase, no pasará lo mismo que con Cedric. Esta vez, lo detendrá.

Remus regresa con el ceño fruncido.

—Acabo de recordar que no es seguro escribir a Moody, al menos, no para mí.

Briar frunce el ceño.

—¿Y qué hacemos?

—Creo que deberíamos ir a Grimmauld Place. Se supone que habrá una reunión esta noche, con suerte podremos hacerle saber a alguien qué está pasando. Y Sirius estará allí, de todos modos...

Las cejas de Briar se fruncen. No le gusta la idea de su padrino, tan encerrado e incapaz de abandonar la antigua casa de su familia... Puede imaginarse a sí misma siendo forzada a quedarse con sus abuelos. Sin embargo, los quiere, pero recuerda el miedo que sintió cuando se dio cuenta de lo que había sucedido con el tío Barty. Echaba de menos la versión idealizada de su vida con ellos, no la versión que la hizo marcharse.

Entonces van a Grimmauld Place. Sirius está sentado en la cocina cuando llegan, y su rostro se ilumina nada más verlos. Los abraza. Briar se pregunta si va él irá a ver a Mia o si ellos son las primeras personas en llegar...

—¿Cómo estás, Lunático? —dice Sirius. Sonríe a Briar—. Lunática Junior.

Briar sonríe suavemente.

—Briar dice que va a tener una visión —dice Remus, y al instante las cejas de Sirius se fruncen de preocupación—. Pensé que podríamos quedarnos aquí por un tiempo, por si tiene algo que ver con la Orden.

Sirius asiente.

—Me parece bien.

Briar mira su reloj.

—¿Pasa algo si voy a ver un rato a los gemelos? Estaré bien... Les prometí que iría, y volveré enseguida, estaré a salvo, papá...

—Vale —dice Remus, de mala gana. Ella supone que está desgarrado, porque técnicamente, ella se mudará en menos de una semana—. Son las dos en punto. ¿Puedes volver a las cuatro?

—Claro —dice Briar—. ¡Gracias, papá!

Ella besa su mejilla antes de irse, Apareciéndose desde el escalón delantero hacia una calle cercana. La caminata no es tan mala, especialmente cuando hace sol. Lleva jeans y una camiseta, y sostiene su bolso rojo con forma de corazón mientras cruza la calle hacia una más pequeña, donde está el Caldero Chorreante.

Juega con el coletero rojo envuelto alrededor de su muñeca, un hábito que ha adquirido en los últimos días, tratando de mantener la calma. Comienza a llover un poco y Briar ya sabe que es el tipo de lluvia que pasa de gotitas a torrencial en cuestión de minutos, por lo que acelera, abriendo la puerta del pub.

El lugar está tranquilo, pero Briar está acostumbrada a caminar durante las vacaciones escolares, donde el ajetreo y el bullicio de las familias que se preparan para Hogwarts se apoderaron del lugar. Nunca ha estado tanto tiempo, excepto cuando estaba con su abuelo y alguien que conocía le hablaba por un rato... Pero incluso entonces, siempre era alguien que a él no le caía bien, así que la conversación no duraba mucho. Aún así, Briar mira a su alrededor, sorprendida de lo tranquilo que está cuando todos están en clase.

El barman asiente con la cabeza hacia ella mientras camina. Sonríe y dice un suave "hola," sobre todo para ser amigable. Ella oye pasos y el hombre entra por una puerta, hacia la parte de atrás del pub. Los vidrios suenan cuando la puerta se cierra.

Briar se da cuenta de que hay dos personas en el pub: una sentada en la esquina, una capucha que cubre lo que parece ser la cara de una mujer, y otra con la cara oculta. Sin embargo, puede ver el cabello desordenado que se le pega a la parte posterior de la cabeza, como si no se hubiera lavado adecuadamente en un tiempo. Que asco, piensa mientras camina hacia la parte de atrás, donde está la entrada al callejón Diagon.

La lluvia ya está cayendo, cuando Briar entra en la calle...

Y ahí es cuando sucede.

Su visión se vuelve más y más borrosa, manchas negras que cubren su entorno, hasta que todo está oscuro. Ve Hogwarts, o al menos supone que lo es desde los muros del castillo. Ve a Harry, y no sabe la hora del día, la ubicación dentro del colegio, nada, todo lo que ve es su expresión preocupada y su voz resonando en sus oídos: "¡Están torturando a Sirius! ¡Voldemort lo está torturando, tenemos que ayudarlo! Y tienen a..."

Qué diablos.

Briar ha vuelto a la realidad, ya preparada para dar la vuelta y Aparecerse directamente en Grimmauld Place, pero cuando la traen de vuelta al Callejón Diagon, el hombre sentado en el bar está de pie frente a ella, sus dientes afilados producen una sonrisa horrible.

—Hola, encanto —dice Fenrir Greyback—, cuánto tiempo...

Briar se mueve, pero una mano fría y huesuda se apodera de su hombro. Ahora puede ver la cara de la mujer del pub y quiere llorar.

—No haría eso si fuera tú —dice Bellatrix Lestrange.

Mantiene un fuerte agarre en el hombro de Briar mientras Greyback se acerca.

—¿Qué tal fue esa mordedura?

Briar le escupe en la cara.

—Escuché que tienes visiones —dice Bellatrix—. El año pasado estuviste a punto de arruinar las cosas para nuestro amo —el corazón de Briar se acelera. Literalmente puede ver la tienda de gemelos, pero si grita pueden hacerle daño—. No podemos permitir que ocurra otra vez...

Antes de que Briar pueda reaccionar, o tratar de defenderse, siente que su visión se reanuda, esta vez escucha el final de lo que Harry estaba diciendo: "¡y tienen a Briar también! ¿Y si le hacen daño?"

Oh, no.

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