Capítulo 6: Bywater, 8 de septiembre de 2011
Bywater, 5:00 pm del 8 de septiembre de 2011
Sylvia volvió a intentarlo aquel día. Todos y cada uno de las tardes de su vida, desde hacía aproximadamente un año, se las dedicaba a Tyler Kent. Aquel viejecito se había ganado un lugar en su corazón, a pesar de que al principio solo era parte de su plan para convertirse en la pintora más famosa de todos los tiempos. Su plan consistía en conocer a algún amable artista con la capacidad de imaginarse cuadros innovadores y asombrosos pero que fuera incapaz de pintarlos. Le había costado, no podía negarlo. Sylvia había dedicado todo su tiempo tras salir del instituto a buscarlo. Ya llevaba un año cuando había conocido a Tyler por Internet. Él había visto su capacidad pintora inmediatamente, y tras enterarse de que Sylvia no había estudiado Bellas Artes se había puesto en contacto con ella rápidamente para decirle que era un prodigio. Nada que Sylvia no supiera, por supuesto.
Además, Tyler tenía otro añadido que hacía el plan mucho mejor: estaba muriéndose. El viejo tenía cáncer de próstata desde ya hacía cinco años, y aunque parecía que ya lo había controlado, últimamente estaba empeorando cada vez más, aunque él no quería mostrarlo. Su lema era "Una sonrisa cada día", y siempre trataba que Sylvia lo aplicara.
El plan de Sylvia era muy sencillo: se apropiaría de todas las ideas de Tyler al convertirse en su asistenta, pintaría unos cuantos cuadros para asegurarse la fama, y luego cuando Tyler muriera se apropiaría de todas sus ideas para convertirse en la Picasso del siglo XXI.
El único impedimento que había en el plan era Mary Lou, la mujer de Tyler. Desde el primer día había visto a través de Sylvia. Conocía cada parte de su plan, estaba segura. Aquella mujer, que parecía simple y sumisa, sorprendía cuando la conocías bien. Controlaba completamente a su marido, y él estaba completamente enamorado de ella. Durante toda su vida había frenado sus sueños e ilusiones de ser un artista reconocido. De hecho, hasta que no se le diagnosticó el cáncer de próstata no le dejó buscar una pupila a quién enseñarle sus escenarios y hacer que los pintara. Mary Lou era el único obstáculo de Sylvia a la fama. Aun así, nada podía hacer ella.
Cuando Sylvia llegó aquel día, Tyler la esperaba con una sorpresa.
- Bienvenida Sylvia. Tengo que anunciarte algo muy, muy especial –dijo con su habitual voz bonachona.
Sylvia sonrió un tanto confundida.
- ¿Qué ocurre? Preguntó mientras miraba tanto a Tyler como a Mary Lou –quién se había asomado por la puerta para contemplar.
- Como si no lo supieras –masculló Mary Lou de manera que solo Sylvia pudo oírla.
Tyler hizo una pausa dramática antes de anunciar lo que ocurría.
- ¡Mary Lou y yo hemos decidido contratarte definitivamente como mi asistenta!
La cara de Mary Lou evidenció que la decisión no había sido de ella.
- ¡Oh Dios mío estoy tan agradecida por todo lo que habéis hecho por mí! –Exclamó Sylvia intentando no parecer demasiado exagerada-. ¡De verdad, muchas, muchas gracias!
Dos meses después
El funeral de Tyler fue muy triste. El padre Fernand Green ofició la misa. Sylvia no podía imaginar que después lo conocería. En los dos días que habían pasado tras la muerte de Tyler, la vida de Sylvia había cambiado por completo. Había enviado uno de los cuadros que había pintado con la supervisión de Tyler a una de las galerías más famosas de país, y hacía una hora le habían respondido que querían conocerla y ver alguna más de sus obras. Para Sylvia, eso era genial. Por fin podría mostrarle al mundo de lo que era capaz.
La muerte de Tyler no había sido dolorosa, había dicho el médico. Había muerto durmiendo la siesta en su sillón mientras esperaba la llegada de Sylvia. La joven se lo había encontrado. Y pensar que solo había salido a comprar unos materiales de pintura... Mary Lou, que estaba con unas amigas, había llegado a casa y se había encontrado con la ambulancia. Aún quedaban marcas de lágrimas en su cara, y sus ojos seguían enrojecidos.
Tras el enterramiento, Sylvia y Mary Lou se quedaron solas. Era la primera vez desde que se conocían que estaban solas, cara a cara. Llegaba el momento de la verdad. Sylvia ya tenía un plan preparado para deshacerse de Mary Lou, pero tenía que mostrar sus cartas cuando fuera necesario.
Mary Lou la miró, y Sylvia sintió que esa mirada le atravesaba todo el cuerpo.
- Bueno, parece que ya has conseguido lo que querías –dijo la vieja.
- No sé exactamente a qué te refieres.
- ¡Oh, vamos, no te hagas la inocente! Las dos sabemos perfectamente que tu plan fue desde el principio apropiarse de las ideas de Tyler. Y pensar que el pobre se creyó todas tus mentiras de que le darías la mitad de los créditos por el cuadro...
Sylvia suspiró.
- Mira, Mary Lou, voy a convertirme en una pintora famosa, así que más te vale no interponerte en mi camino.
- Te voy a denunciar por derechos de autor, ¿lo sabías?
Sylvia rió.
- Como si Tyler hubiera patentado sus ideas. Además, es tu palabra contra la mía.
Mary Lou empezó a reírse a carcajadas.
- Puede que él no las patentara, pero yo sí –dijo mientras sacaba unos papeles del bolso y se los restregaba a Sylvia por la cara-. Me voy ahora mismo a la comisaría. Jaque mate.
Mary Lou empezó a irse, pero la pregunta de Sylvia le detuvo.
- ¿Has sacado las patentes de la empresa?
- Por supuesto que sí. Tenía que presentar pruebas físicas ante la policía.
- Creo que no conoces la política de la empresa de patentes artísticas a la que has ido. Si sacas los papeles, sacas la patente. Si los papeles se pierden, la patente desaparece.
Mary Lou palideció súbitamente y empezó a retroceder marcha atrás. Entonces Sylvia supo que había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa.
- Te equivocaste al decir que me habías hecho Jaque Mate. Aún tengo un movimiento posible.
Entonces sacó su móvil y envió un mensaje. Dos hombres forzudos salieron de una furgoneta y se dirigieron hacia Mary Lou.
- ¿Q-qué es esto? Preguntó esta, histérica.
- Es muy fácil sobornar a un psiquiatra para que diga que te tienen que encerrar en un asilo. Y nadie va a creer a una loca sin prueba alguna del delito.
Uno de los hombres le cogió los papeles a Mary Lou mientras el otro la sujetaba. Esta trataba de defenderse inútilmente.
- ¡No puedes hacerme esto! ¡No puedes!
Sylvia sonrió fríamente mientras cogía los papeles que uno de los hombres le ofrecía y se los guardaba.
- Te equivocas. Sí que puedo hacer esto. Voy a llegar a la fama, y tú no vas a impedírmelo. Arrivederci, Mary Lou –dijo mientras le lanzaba un beso al aire.
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