Capítulo 5: Un cadáver en la biblioteca

Lucy trató de no gritar ante el escenario truculento que tenía delante. El cadáver era horrible, toda la biblioteca era en general horrible, y ella temía que todo el tema de los asesinatos volviera a empezar otra vez. O quizás nunca había cavado, pensó compungida. Con Tom Black, nunca se podía saber. Lucy estaba segura de que tenía un plan, pero la pregunta era, ¿cuál? Y mientras Lucy cavilaba, Albert la zarandeó para que hiciera algo:

- ¡Lucy! ¡Lucy! ¡La puerta se ha cerrado y no se abre!

Lucy volvió rápidamente al mundo real y se giró bruscamente. Christine estaba sentada en el suelo, muy pálida y con restos de vómito en sus zapatos. Vesta estaba tratando de abrir la puerta por la fuerza, sin éxito. Lucy se dirigió hacia ella y dijo:

- Aparta y déjame a mí.

Vesta no tuvo más remedio que apartarse a regañadientes después de un montón de intentos de abrir la maldita puerta. Lucy fue un poco más intuitiva. Primero empujó y luego tiró, solo por si acaso. Al no obtener resultado alguno, examinó la periferia de la puerta hasta que vio algo sobre el marco de la puerta.

- ¡Albert! ¡Ven y ayúdame a llegar al marco de la puerta! Dijo Lucy, quién era bajita.

Albert refunfuñó –como era habitual- y se dirigió hacia Lucy. Sin titubear, la cogió de las piernas con un poco de dificultad. Sin embargo, Lucy no llegaba.

- ¡Elévame más!

Albert cogió aire y trató de subir más a Lucy, pero en un momento dado sus fuerzas le fallaron y ambos cayeron aparatosamente. Mientras se levantaban, Christine apareció en escena portando una escalera de madera de las que se usan en las grandes librerías.

- Deberíais ser más observadores –dijo mientras giñaba el ojo.

Con la escalera portátil, Lucy fue capaz de llegar hasta el marco de la puerta, donde sopló.

- Y sopló, y sopló, y la casa derribó –dijo Vesta burlescamente al ver a su amiga.

Un montón de polvo salió disparado hacia el aire, provocando toses y ceguera temporal para los cuatro ocupantes de la habitación, al igual que cuando habían entrado.

La verdad era que Christine no se explicaba cómo podía haber tanto polvo si el asesino había entrado en la habitación hacia menos de cinco horas para dejar el cadáver. Aunque la enorme cantidad se podía explicar en el caso de que el asesino no limpiara nada, por supuesto estaba, pero una cantidad tan grande requería montones de años sin limpiar... El asesino es un cerdo, pensó Christine.

Finalmente, Lucy recuperó la visión, y al ver lo que tenía delante soltó una exclamación de victoria.

- ¡Eureka! Dijo entusiasmada.

Los tres de debajo se extrañaron por sus palabras.

- ¿Qué pasa? Preguntó Albert, confundido.

Lucy no dijo nada, sino que se apartó un poco para que sus compañeros pudieran ver lo que había encontrado. Una sonrisa les iluminó la cara a los tres. Ya sabían cómo abrir la puerta. Una placa de metal con un teclado diminuto se hallaba sobre el marco de la puerta. Un código. Necesitaban un código de siete letras o números para abrir la puerta. Otro juego de pistas en una biblioteca repleta de cadáveres. La única que no parecía especialmente entusiasmada con ello era Lucy, y se le notaba en la cara. Christine, en cambio, esperaba ansiosamente encontrar las pistas, pero solo para salir de esa habitación y perder de vista los horribles cadáveres. A Vesta y a Albert les habían acabado gustando los juegos de ingenio y de seguir la pista. Mientras no pusiera en peligro su vida, claro...

Lucy se puso en medio y dijo:

- ¡A buscar!

Noah se adentró en su pasillo, seguido de Vincent, Alba y Alex. Su equipo era bastante variopinto, y lo había hecho a propósito. En un principio había pensado en elegir a Albert, pero Lucy le había escogido antes, y él se había tenido que conformar con Vincent. El joven era algo huraño y hacía mala cara. Era normal, pensó Noah. Había recibido una carta de una persona a la que solo había visto una vez en su vida y se había envuelto en la segunda persecución del Asesino de Bywater. Noah aún no entendía mucho la participación de Vincent y Jennifer en el plan de Tom. Quizás alguien que no conociera a Tom Black hubiera podido pensar que esa era la razón, que su explicación era completamente plausible. Sin embargo, Noah conocía al agente del FBI muchísimo. Durante el tiempo, se habían convertido prácticamente en hermanos. Y por eso, le resultaba extraño que Jennifer y Vincent solo estuvieran allí para ser 12. No tenía ningún sentido.

Noah había elegido a Alba y a Alex por una sencilla razón. Ambos habían conocido mucho a su hermano Fernand, y el plan para descubrir al asesino, tanto en la fiesta del asesinato como allí, en la casa de los misterios, era forzar a todos los asistentes emocionalmente hasta el límite. Aunque el asesino era un psicópata, sí que podía tener sentimientos y sentir amor. Por ello el plan incluía la presión emocional. Tanto Alba como Alex estaban enamorados de su hermano gemelo. Según le había contado Tom Black, Alex y Fernand habían llegado a tener sexo. Por ello, la presión emocional sería más fuerte.

Noah llegó finalmente hasta el final del pasillo, parándose en seco. Alba, Alex y Vincent se dispusieron frente a él. Alex se adelantó y trató de abrir la metálica puerta, sin éxito alguno.

- ¿Acaso todas las puertas de esta maldita casa estan hechas para que no se puedan abrir a la primera? Rebufó Alba después de intentarlo.

Noah fue el siguiente en la cola. La puerta se movió unos cuantos centímetros, pero por mucho que siguió haciendo fuerza no continuó abriéndose.

- Creo que vamos a necesitar a Hulk –dijo después de desistir finalmente.

- Yo creo que no –respondió Vincent con una voz grave-. Aparta.

Noah se hizo a un lado, un poco sorprendido por su brusquedad. Vincent se subió las mangas, dejando a relucir unos increíbles músculos que habían pasado por el gimnasio sin duda alguna. Con un poco de esfuerzo, logró abrir la puerta, dejando a Alex, Alba y Noah completamente boquiabiertos.

- Para dentro –dijo Vincent, satisfecho de ser el centro de atención por primera vez.

Los cuatro se adentraron en la habitación. Alex fue quién encontró el interruptor. Una luz mortecina se encendió, dejando a relucir una habitación pulcra, austera y ordenada. No había nada de polvo en aquella parte de la casa, en contraste con los sucios pasillos y la sucia habitación central. Una cama con dosel se encontraba frente a la pared, cubierta con unas sábanas de color amarillo apagado sin una arruga. Casi parecía que nadie había dormido nunca ahí, y eso era exactamente lo que Noah sospechaba. La habitación estaba como tapadera de algo, y pensaba averiguar de qué. Estaba clarísimo que la cama tapaba algún pasadizo secreto. Noah iba a comprobarlo cuando oyó una exclamación proveniente de Alex.

- Mierda –susurró este mientras miraba unos papeles que había en la mesita de noche.

- ¿Qué ocurre? Preguntó una Alba alarmada.

Alex les pasó los papeles, y Noah y Alba profirieron sendas exclamaciones.

Cada papel era una especie de análisis de la vida de los 11 de la muerte. Lo tenía todo: secretos, relaciones amorosas, familia. Absolutamente todo. También había una crónica narrada de su papel en la fiesta del asesinato desde un punto de vista poco esclarecedor. Los últimos papeles eran de un color diferente. Uno de color gris era de Tom Black. De su vida solo había a partir de su año de ingreso en el FBI. Los dos siguientes eran de color amarillo. Jennifer Marple y Vincent Poirot. Y el último...

- No –dijo Noah.

El último era de color azul. Y era de Noah Green.

Tom Black dirigió a su grupo por el oscuro túnel. Sylvia, Michael y Jennifer le seguían de cerca, sin musitar palabra. Los tres estaban intrigados por ver hacia donde conducía el túnel. Finalmente llegaron a una puerta que Tom Black abrió sin esfuerzo alguno. Los cuatro pasaron a la habitación. No había nada, solo cuatro paredes desnudas. Ni siquiera había otra puerta. Sin embargo, la pared de enfrente tenía un color diferente.

- Bienvenidos a la habitación taponada –proclamó Tom Black, empezando su monólogo-. Esta es la habitación que más me ha intrigado desde que llegué aquí. Siempre me ha parecido inexplicable... Hasta que, con un poco de ayuda experta, conseguí resolver su misterio. Supongo que os habréis fijado en que una de las paredes tiene un color ligeramente diferente. Esto es porque no es una pared, sino una puerta enorme. Y cómo abrirla, os preguntaréis. ¿No fue Arquímedes quién dijo "dadme un punto de apoyo y moveré el mundo"?

En ese momento, Tom le dio un golpecito a la pared. Y esta cayó hacia detrás, revelando un pasadizo.

- Pues bien –concluyó Tom Black-. Yo soy el que va a mover el mundo esta noche.

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