Capítulo 16: Las Vegas, 19 de febrero de 2016
Las Vegas, 11:00 pm del 19 de febrero de 2016
Tom se dirigió hacia donde estaba el cadáver. Aria y algunos otros compañeros le esperaban junto a este. Bueno, junto a ese cadáver, y porque era el único que había logrado identificar. Los demás habían sido desfigurados de una manera casi inhumana.
- Bueno, ¿qué tenemos?
Aria le miró con suspicacia.
- Según los forenses, ha muerto de un corte limpio en la yugular. Las demás heridas son post-mortem.
Tom observó el cadáver con atención. Tenía un total de cincuenta puñaladas, muchas de las cuales se habían producido media hora después de la muerte. La sangre, roja, brillaba al lado del cuello.
- ¿Nombre? Preguntó Tom tranquilamente. Todos estaban ya muy acostumbrados a este tipo de cosas. Después de todo, llevaban 5 años cazando al asesino.
- Phineas Flint –dijo Andrea. Era una de las mejores y más jóvenes investigadoras. Tom la había descubierto en un pequeño pueblo al norte de Bywater, y había hecho todo lo posible para incorporarla al equipo. Tenía una mente analítica increíble.
- ¿Y los demás? Preguntó señalando a los cuerpos descuartizados que tenía detrás.
El Sargento Sheppard tomó la palabra. Era un hombre mayor, un viejo amigo de Aria que se había incorporado al grupo.
- Cuatro cuerpos, irreconocibles, no llevaban identificación o se la habían cogido. Uno de ellos desmembrado, otro cosido a tiros, otro apuñalado y otro golpeado hasta la muerte. Al apuñalado le falta la cabeza.
Tom se giró hacia Aria.
- ¿A nuestro amigo Phineas también le habían cogido su identificación?
Aria asintió.
- Sí, lo identificamos porque estaba fichado y los policías locales lo reconocieron. Tráfico de drogas, agresión a mano armada... Lo típico.
Tom volvió a mirar a aquel hombre. Nunca entendería aquellos que desperdiciaban su vida rodeados de droga.
- ¿Alguna pista?
Aria negó con la cabeza.
- Ya sabes cómo funciona el Asesino. Ninguna huella, ningún rastro...
- Aunque parece haberse ensañado especialmente en estos últimos crímenes –apuntó Andrea.
Tom asintió y apuntó con el dedo al Teniente Clarke, un hombre de unos treinta años.
- Los 11 de la muerte. ¿Coartada? ¿Estaban en las Vegas?
El Teniente cogió sus papeles.
- A ver... Lucy Scarlet está en Las Vegas en una despedida de soltera. Michael Mustard, visitando a un amigo cerca de aquí. Ninguno tiene coartada. Albert Brown estaba supuestamente en la Universidad de aquí, pero nadie puede confirmarlo. Alba White, no sabemos nada de ella, pero tampoco tiene coartada en Bywater. Lo mismo para Alex Plum o Marcus Orange. Eduard Silver tiene una especie de coartada, estaba a la otra punta del país en el momento de la muerte, pero la única que lo vio fue una mujer de ochenta años con mala memoria. Fernand Green había acudido a la congregación de la iglesia anglicana. Vesta Gold, persiguiendo a un fugitivo. Christine Peacock tuvo un margen de tiempo apretadísimo, pero pudo matarlos a todos.
- ¿Sylvia Grey? Preguntó Tom.
El Teniente negó con la cabeza.
- Ni idea de dónde estaba.
Tom negó con la cabeza.
- ¿Y qué estás haciendo aquí? ¡Vamos, corre a averiguarlo!
La voz autoritaria de Tom hizo que el Teniente se levantara de un salto y saliera corriendo mientras marcaba un número en el móvil. Aria miró a Tom.
- No tenías por qué ser tan duro con el pobre chico.
- Si nadie fuera duro, el Asesino de Bywater hubiera matado a muchos más y seguiríamos sin tener ninguna pista.
- Es que no tenemos ninguna pista –apuntó Andrea.
Tom refunfuñó y cambió de tema.
- Por cierto, me sorprende no ver al pesado por aquí.
- Que no te sorprenda tanto, ahí lo tienes –señaló Aria.
"El Pesado" era el nombre que daban a Jerome Ackroyd, jefe de la unidad anti-vicio del FBI. Normalmente, cuando tenían algún caso relacionado con drogas aparecía él. Siempre él. A pesar de ser el jefe de su unidad, siempre tenía que aparecer él.
Tom respiró hondo. Le ponía nervioso tratar con Jerome, por varias razones. La primera de todas era su personalidad. Era difícil de explicar, pero a Tom no le gustaba. Lo segundo, era un viejo amigo de Vesta, con lo que no podía ser subjetivo al 100 por 100 cuando hablaban sobre los 11 de la muerte. Aun así, era el jefe, así que lo único que podía hacer era intentar no volverse loco oyendo aquella voz.
- Hola, Tom –dijo.
- Hola Jerome –Tom intentó poner una sonrisa en su cara-. ¿Qué puedes contarnos acerca de Phineas?
Jerome sonrió. Tom odiaba esa sonrisa. Le ofrecía una sensación de falsa amabilidad.
- Bueno, no hay mucho que contar. El típico camello de Las Vegas que vende éxtasis y drogas que se suelen usar en las fiestas. No era parte de ninguna mafia ni de ninguna cosa chunga, era un simple camello.
- Entonces, ¿ninguna razón para este ensañamiento?
- No, ninguna.
Tom ni siquiera se despidió y volvió con su equipo, que en aquel momento era reducido por problemas personales de los demás. El Teniente Clarke se dirigió hacia Tom.
- Señor Black, Sylvia Grey no tiene coartada, pero...
Tom no le escuchó y se dirigió a las cuatro personas que estaban escuchándole.
- Pensad un momento. El asesino suele matar de una manera más sencilla y menos sangrienta. En contadas ocasiones le hemos visto desatar su ira –su mente se perdió por los oscuros recuerdos durante un breve momento, un breve momento que no duró más-, pero tenía razones más específicas. Así pues, decidme, ¿qué creéis que le ha hecho matar de esta manera?
- Quizás ha tenido problemas en su vida personal –dijo Aria.
- A lo mejor algo en su rutina ha cambiado bruscamente –apuntó el Sargento.
- ¿Episodio psicótico de ira? Dijo el Teniente, casi preguntando.
Tom miró a Andrea, y esta le dio la respuesta que estaba buscando.
- Quizás desde pequeño fue criado en una casa donde las drogas eran motivo de muerte... Quizás por eso ha decidido que debía castigar de una manera más dolorosa a estas víctimas.
Tom asintió con la cabeza.
- En eso mismo estaba pensando yo. Quiero que reviséis las vidas de los 11 de la muerte. Mirad si hubo alguien en su familia drogadicto que murió misteriosamente, algún compañero de clase, del trabajo, alguna novia o novio... Cualquier cosa que pudiera sugerir un odio irracional hacia los drogadictos.
Aria intervino entonces, retomando su papel de jefa que solía cederle a Tom en aquellos momentos.
- Necesitamos la información lo antes posible, por favor. Muchas gracias por venir, y nos vemos de vuelta en la oficina.
Y así, se despidieron de las Vegas.
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