Capítulo 1: Diez Negritos
Lucy Scarlet bajó del coche con paso decidido. Enfrente de ella, una horrible casa de dos pisos abandonada se elevaba, imponente, ante su baja estatura. Ella no quería estar allí, de hecho había acudido obligada. Ya había tenido suficiente de Tom Black durante aquel fatídico 7 de noviembre. Muerte, engaño y un juego de pistas muy macabro le habían hecho odiar a aquel hombre al que una vez había amado. Su tiempo con Tom Black había sido corto pero intenso. Sus días juntos habían sido una sucesión de besos y caricias. Tom Black no era como otros hombres que solo querían sexo: él amaba, y amaba más fuertemente que nadie. Quizás más incluso que Michael Mustard. Tras aquella desafortunada "fiesta del asesinato", Lucy estaba confundida. Su corazón se había roto en mil pedazos. Michael había demostrado ser durante esa noche un hombre posesivo y rudo, un "típico hetero", mientras que Tom Black, elegante y considerado, había demostrado ser un hombre traicionero y manipulador que jugaba con los sentimientos de los demás. Ojalá pudiera juntar la sinceridad y lealtad de Michael con la elegancia de Tom Black para crear el hombre perfecto. Por desgracia, era imposible.
Lucy observó a Michael Mustard bajar del coche. Tras el 7 de noviembre no habían hablado. Por lo menos, ella a él. Michael le había llamado en numerosas ocasiones, le había dejado regalos y prácticamente le había acosado. Lucy había hecho caso omiso. Hasta que habían recibido la invitación.
Tom Black le invita a una mortal velada en la calle Dark, nº 13. Espero su asistencia total y completa. Con un poco de suerte podremos desenmascarar el terrible misterio del fácil descenso al averno.
Atentamente
Tom Black
Este escueto mensaje era como una invitación para abrir de nuevo la puerta de la muerte, el misterio, y lo que es más importante: El Asesino de Bywater. Desde la fiesta del asesinato su actividad había descendido muchísimo. Solo había matado a cuatro personas: tres en Nochevieja y una la semana anterior. Además, había adquirido una firma algo especial: Facilis descensus averni, o lo que era lo mismo, El descenso al averno es fácil.
Estaba claro lo que iba a suceder. Tom Black buscaría una nueva y horrible manera de desenmascarar al sangriento asesino, sin importar cuantos corazones destruyera. Lo típico. Mientras contemplaba la casa, Lucy rememoró lo que había sucedido tras volver ella, Michael y Albert a la casa.
7 de noviembre
Vesta Gold estaba sentada en el sofá, hablando tranquilamente con Sylvia Grey. Alba White bebía whisky, y Alex Plum la observaba. Christine Peacock avivaba el fuego de la chimenea. Y en el centro de todo, leyendo un libro se hallaba...
- Os estábamos esperando –dijo Tom Black mientras cerraba la tapa del libro que estaba leyendo. Después del funeral, de Agatha Christie.
Lucy se tambaleó. Albert abrió la boca, y Michael se pellizcó para comprobar que no estuviera soñando.
- ¿¡Q-que mierda está pasando aquí?! Gritó el coronel Mustard.
- Pareces algo tenso, Michael –dijo Sylvia-. Siéntate aquí.
Michael obedeció, completamente anonadado. Albert solo tenía ojos para Christine.
- C-Christine –dijo con lágrimas en los ojos.
Ambos se fundieron en un abrazo. Pero lo que nadie observó fue la mirada de complicidad que Albert le lanzó a Vesta, como si ambos compartieran un secreto desde antes de llegar a la casa. Lucy, en cambio, se quedó de pie mirando muy fijamente a Tom Black.
- Entiendo que necesites explicaciones, Lucy. Siempre has sido una mujer muy racional –dijo Tom Black.
- Quiero que me lo cuentes TODO –ordenó Lucy con un tono completamente autoritario.
- Todo se sabrá a su debido tiempo, ma chère Lucy –dijo este con una sonrisa cautivadora y elegante que hizo dudar a Lucy. Solo un segundo.
- Si no me explicas ahora mismo todo –dijo Lucy, fría y con una voz cortante-, te atravesaré el corazón ahora mismo con ese puñal –afirmó señalando al arma que había "matado" a Tom, que estaba tirada en el suelo.
Tom retrocedió levemente y su sonrisa cautivadora se apagó. Sabía que Lucy iba en serio.
- Siéntate. Va para largo.
Lucy aceptó de mala gana la silla que Tom le ofrecía.
- Todo comenzó hace un mes aproximadamente. Justo antes de empezar con el primer chantaje, recibí una carta del Asesino de Bywater –empezó a contar Tom-. En ella, prácticamente se burlaba de mí y me decía que iba a jugar conmigo. Junto a la carta iba adjunta una lista de muertos. Tom-Sylvia-Christine-Alba-Alex-Marcus-Eduard-Vesta-Fernand, decía. No os mencionaba a ninguno de vosotros. Así pues, como un auténtico iluso, avisé a las personas que aparecían en la lista. Tras idear un plan para fingir mi muerte, decidí que podía hacer lo mismo con los demás. Así pues, les proporcioné prótesis ultra realísticas para simular las heridas, y con la ayuda de Alex Plum, fui capaz de engañaros a vosotros tres. Primero sospechaba que a medida que fueran muriendo podría ir eliminando sospechosos, pero una vez muertos mis otros huéspedes empezaron a dar vueltas por la casa, solos. Hasta después de la muerte de Fernand no fui capaz de encontrarlos. Supongo que os estaréis preguntando donde estan Marcus, Eduard y Fernand. Marcus fue asesinado por otra persona, presumiblemente Alba, Sylvia o Christine. Eduard incumplió mi plan inicial y fue castigado con la muerte. Y Fernand no vio al asesino hasta que era demasiado tarde...
Lucy se quedó callada y miró a unos confundidos Michael y Albert. Ellos estaban como ella: asombrados y sin palabras. Lucy reunió valor y miró a Tom Black a los ojos:
- Así que, resumiendo: tramaste un complicado plan para que no muriera nadie y descubrir al asesino, pero fallaste, 3 personas han muerto, el asesino sigue estando oculto y todo el juego de pistas no ha servido para nada.
Tom Black se puso azul. Nunca había visto lo que había ocurrido esa noche con ese enfoque, y cuando por fin lo hacía, todo su mundo se desmoronaba.
- Yo me voy de aquí. No pienso soportar más pérdidas de tiempo.
Y dicho esto, Lucy Scarlet se levantó, y abandonó la casa.
Lucy pensó en lo que había ocurrido en la casa mientras se dirigía a la puerta del caserío. Michael la siguió, muy de cerca, aunque ella trataba de mantener la distancia. En que desafortunado momento le había conocido. Michael era como un ángel, bueno, servicial, pero también celoso, como Lucifer estaba celoso del poder de Dios. Y Tom era un demonio, sexy y provocador, que despertaba la lujuria. Los siete pecados capitales estaban representados en los supervivientes a la fiesta del asesinato. Tom era la lujuria; Christine, la envidia; Alba, la avaricia; Michael, la ira; Albert, la soberbia; Sylvia, la pereza y Lucy, la gula. La gula por amor, la gula por conocimientos.
Lucy trató de abrir la puerta, sin éxito alguno. Michael se colocó a su lado y dijo:
- Déjame, me encargo yo.
Lucy siguió con su voto de silencio hacia él, dirigiéndole tan solo una mirada de asco. Una gota cayó en su cabeza. Y otra. De repente, empezó a llover sin parar, haciendo que Lucy y Michael se refugiaran en el pequeño espacio en el que el techo les cubría sus cabezas.
Michael trató a de abrir la oxidada puerta, empujando muy fuertemente. Tras tres intentos sin éxito, Lucy le ayudó. Con el empuje de los dos, la puerta cedió finalmente, soltando un aterrador crujido que evidenciaba la falta de lubricante de las bisagras. Lucy y Michael se adentraron en el oscuro interior, mientras que, en el exterior, la lluvia comenzaba a convertirse en un diluvio. Dicen que en abril aguas mil, pero marzo tampoco se queda detrás, pensó Lucy mientras cerraba la puerta.
Un largo pasillo se adentraba en el interior de la casa. Las paredes estaban mohosas, y no había ningún tipo de decoración. La pintura, antaño blanca, estaba completamente descolorida, cosa que contrastaba con el blanco y pulcro exterior. Lucy y Michael llegaron hasta una puerta de metal, que abrieron con un poco menos de dificultad que la anterior. Dentro, Christine Peacock dormía, con la cabeza apoyada en una enorme mesa con doce sillas. Una vez Lucy y Michael entraron, una canción proveniente de algún lugar de la habitación les alarmó.
- Diez negritos se fueron a cenar; uno se asfixió y quedaron nueve.
Lucy y Michael se miraron, asustados. ¿Acaso eran ellos dos uno de aquellos negritos? Christine abrió los ojos, y la canción volvió a sonar:
- Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde; uno se quedó dormido y entonces quedaron ocho.
Christine se despertó súbitamente, y al ver a Lucy y a Michael preguntó:
- ¿Qué ha ocurrido aquí?
Lucy y Michael no tuvieron tiempo para contestarle, pues en ese momento la puerta se abrió, entrando Albert Brown en ella. Este miró a la pareja formada por Lucy y Michael con suspicacia, y a Christine con confusión.
- Ocho negritos viajaron por Devon, uno dijo que se quedaría allí y quedaron siete.
Al oír la canción, Albert se alarmó:
- ¿Cómo sabe Tom Black que estuve en Devon este último mes?
Fue entonces cuando Lucy Scarlet se dio cuenta de dos cosas. La primera, de que en el centro de la mesa había diez estatuillas de negritos, situadas mirando a diferentes sillas. Y la segunda, que había tres puertas idénticas por las que habían entrado. Y una de ellas se abrió, apareciendo Vesta Gold por ella, con un hacha en la mano.
- Siete negritos cortaron leña; uno se cortó en dos y quedaron seis.
Vesta miró con confusión su alrededor. Alex Plum entró entonces en la habitación:
- Seis negritos jugaron con una colmena; una abeja picó a uno de ellos y quedaron cinco.
Un zumbido parecido al de las abejas empezó a sonar entonces. Alex se alarmó:
- ¡Soy alérgico a las abejas! Dijo muy preocupado.
Alba entró entonces, con su habitual sonrisa en la cara.
- Cinco negritos estudiaron Derecho; uno se hizo magistrado y quedaron cuatro.
Su sonrisa se borró, y Lucy recordó que su primer marido había sido abogado. Entonces entró a la habitación Sylvia Grey, y la canción, como accionada por un maligno mecanismo, volvió a sonar.
- Cuatro negritos fueron al mar; un arenque rojo se tragó a uno y quedaron tres.
El cuadro "El Arenque Rojo" había sido uno de las más famosas pinturas de Sylvia, antes de que la propia joven revelara al mundo la verdad sobre sus cuadros. La presión ejercida por Tom Black había dado sus frutos, por lo menos en lo referente a ella, mientras que los demás supervivientes seguían guardando sus secretos celosamente. Las personas que había en la sala se miraron. Era la primera vez desde la fiesta del asesinato que se reunían. Alex fue a decir algo, pero fue interrumpido. Una joven mujer, bajita, y con una cara que a Lucy le sonaba, entró en la habitación:
- Tres negritos pasearon por el zoo; un gran oso atacó a uno y quedaron dos.
Albert, con su habitual desconfianza, preguntó inquisitivamente:
- ¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí?
La joven tardó cinco segundos en contestar, y cuando lo hizo, su voz fue dulce y aguda:
- Me llamo Jennifer Marple, y estoy aquí porque recibí la carta del señor Black, como todos ustedes.
Entonces Lucy recordó donde había visto esa cara. Era una escritora famosa de misterio. Otro joven entró entonces la sala, y la habitual canción volvió a sonar.
- Dos negritos se sentaron al sol; uno de ellos se tostó y sólo quedó uno.
Al ver las miradas de todos los de la sala, el joven se auto-presentó:
- Me llamo Vincent Poirot, soy productor de cine, y estoy aquí porque he recibido una carta de un tal Tom Black.
Y la canción volvió a sonar, pero nadie más había entrado en la sala.
- Un negrito quedó sólo; se ahorcó y no quedó...
- ¡Ninguno! Dijo una voz desde el otro extremo de la sala, claramente divertido.
Tom Black les miraba con una sonrisa atrevida y algo burlona en la cara.
- Adelante, tomen asiento.
Lucy le obedeció, sin saber por qué. Quizás fue porque añoraba su voz. O quizás solo fue porque quería ver exactamente que estaba ocurriendo allí.
- Supongo por vuestras caras que os estaréis preguntando qué está pasando aquí. Pues bien, es muy sencillo. Ahora mismo estamos en la guarida del Asesino de Bywater.
Los diez invitados se revolvieron, inquietos, en sus sillas, incitando a Tom a contar más:
- Os he traído aquí –continuó este, yendo por primera vez en un vida directo al grano-, porque deseo desenmascarar al asesino de una vez por todas. Puede que los que estuvisteis en mi anterior intento no confiéis en mí, pero os aseguro que está vez saldrá todo perfecto. Este lugar está tal y como el asesino lo dejó la última vez que vino. Así pues, habrá multitud de pistas que nos ayudarán a averiguar quién es este malévolo asesino. Todos me ayudaréis. No olvidéis que conozco vuestros más oscuros secretos.
Lucy y Michael se miraron. Nadie, ni siquiera sus familias, sabía la verdad sobre su relación.
- Bien, comenzaremos cuando nuestro doceavo invitado llegue –dijo Tom mirando su reloj. Entonces, se oyó como se abría la puerta de entrada.
Todos los invitados se giraron, expectantes. La puerta se abrió. Alex abrió los ojos y la boca. Alba murmuró un "No es posible". Un fantasma acababa de entrar en esa sala. Lentamente, Fernand Green tomó asiento.
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