18. Primer paraguas roto: Liv
El conejo de Arlo se metió en el bolsillo de su chaleco. Le veo mover la cola cuando tomo asiento en la ronda.
No es mi ser vivo favorito.
Liv y Sawyer tienen las manos suspendidas en el aire ya que sostienen la lana con la que Gretha y Arlo tejen las nuevas bufandas para mis hermanas. Las niñas están sentadas en los troncos junto al agua. Discuten la teoría de si Bob Esponja podría vacacionar en este lago.
No pescamos nada de momento, así que es muy verosímil para ellas: el buen Bob advirtió a sus amigos peces sobre nuestra llegada, así que todos están escondidos. No arruino sus ilusiones y les confieso que el verdadero motivo por el que no pescamos nada es debido a que Venecia no se despegó del frasco de lombrices y se niega a entregarlas porque se encariñó con ellas, así que no hay carnada con la que pescar.
Intento seguir el hilo de lo que hablan los chicos, pero mis pensamientos no me permiten concentrarme. Cuando lo hago y digo media sílaba, Liv alza la voz para continuar hablando.
Me lleva mucho tiempo reunir el coraje para dejar de lado el miedo a sonar tonto al abrir la boca. A veces, horas y decenas de temas de conversación enteros. Cuando logro hablar y alguien me interrumpe, siento que lo que tenía para decir no era importante. Mucho menos interesante.
Era olvidable y vacío porque soy una persona aburrida a la que no vale la pena escuchar.
No objeto cuando hablan sobre mí y me quitan el micrófono invisible ya que se hizo costumbre y los hábitos son difíciles de romper. En las ocasiones donde alguien nota que me interrumpió, pide que termine el comentario. Suelo negar con la cabeza y asegurar que no era nada relevante.
Le sonrío para hacerle saber que no tenía importancia. Luego, le hago una pregunta para que no insista en que continúe hablando, porque por más consideración que haya tenido, siento que es pura cortesía y no hay verdadero interés en querer saber qué pensaba.
Me da vergüenza porque parece que se trata de una oportunidad por pena, y generar eso en alguien es humillante, por lo que prefiero el silencio o hacer un millón de interrogantes y que hablen de sí mismos o escuchen su propia voz, porque al menos sé que eso les interesa, lo cual no está mal...
Generalmente.
Tal vez me equivoco. Es muy probable. ¿Pero qué se puede esperar que piense de mí mismo si cada vez que abro la boca, otro también lo hace?
Cada ocasión. Casi sin excepción.
Lo peor es cuando intento hablar de algo que es importante para mí o que me cuesta mucho, y aún así continúan interrumpiendo una y otra vez. Cuando lo hacen con asuntos triviales el dolor no es tan grande, pero con cosas que importan, sí.
Mis amigos no suelen interrumpirme, aunque a veces sucede porque es normal. Los que lo hacen constantemente son mis padres. Pensar en ellos me hace lanzar una pregunta cuando el grupo queda en silencio:
—¿Alguna vez sintieron que los quieren solo por lo que pueden dar?
La cola del conejo de Arlo desaparece y asoma la cabeza en su lugar. Sus orejas se levantan como si estuviera interesado en el tema. Mientras tanto, siento los ojos del resto sobre mí.
—Porque siento que me aman por lo que puedo ofrecer, por la forma en que los hago sentir, porque siempre estoy ahí para apoyarlos y facilitar sus vidas... Y sé que eso es en parte lo que soy, pero no lo es todo. —Subo y bajo el cierre de mi sudadera mientras estudio el lago y las ondas que se expanden cuando las niñas intentan hacer rebotar las rocas en el agua—. La otra mitad de las cosas que me hacen yo, las que no tienen nada que ver con ellos, ni siquiera las notan. Y duele, porque yo amo las dos partes de ellos, no solo una. O las amaba, no lo sé. Solo estoy cansado y no estoy seguro si dejé de verlas o han desaparecido porque cambiaron.
Las orejas del conejo decaen como si sintiera mi tristeza.
No me cae tan mal. Creo que me escucha y es más empático que mis padres.
Dicen que querer a las personas es gratis y no conlleva sacrificio, pero en realidad hay un precio a pagar y mucho que sacrificar.
Creo que los sentimientos son como una tabla de puntos. El amor suele estar en primer lugar, aunque a veces hay sucesos que hacen escalar a la desesperanza, a la tristeza, a el pesimismo, al enojo, a la decepción… Intentamos que el amor continúe primero, pero puede bajar de lugar en la tabla según las circunstancias ya que todo campeón debe sufrir una derrota. Usualmente, recupera su puesto con rapidez. Sin embargo, si las personas alimentan con puntos a los sentimientos equivocados, podemos cansarnos de luchar y dejar que el amor baje y baje. No que desaparezca, sino que se empequeñezca en comparación al dolor que sentimos.
—La forma en que tiras de los cordones de tu sudadera para ocultar tu rostro cuando algo te avergüenza me parece asquerosamente adorable —suelta Arlo sin apartar los ojos de la bufanda.
—A veces me pregunto de dónde sacas todos esos datos curiosos. Me sorprende que puedes recordarlos todos y aún así que haya espacio para más aquí adentro. —Liv da dos toquecitos a mi sien y deposita la lana enrollada alrededor de mi cuello, como un collar—. Creo que eres más listo que yo, y eso es decir mucho.
Bufo. No existe persona más inteligente que Liv.
—Y a pesar de ser un poco olvidadizo y desastroso, siempre le alcanzas las cosas a las personas antes de que puedan siquiera pensar en pedirlas. —Sawyer sonríe y rodea sus rodillas con los brazos, sin soltar la lana—. Y estás lleno de lunares, eso vuelve locos a los chicos.
Escondo el rostro entre las manos al sentir las mejillas y el cuello enrojecido. Gretha se pone de pie y toma asiento a mi lado para estar más cerca de la lana. Se inclina hacia mi oreja para susurrar:
—Creo que tienes un universo de cosas preciosas atesoradas en el pecho, y cada vez que tu corazón late, saltan a la superficie.
Separo los dedos para verla entre ellos y choca muy despacio su hombro contra el mío
—No podemos cambiar cómo te ven o se comportan tus padres, mucho menos cómo te hacen sentir —lamenta—. Eso es algo que deben arreglar los tres, pero mientras tanto, te recordaremos las veces que sean necesarias cuánto te queremos por ser simplemente tú, Timmy.
Tal vez Gretha tiene razón. Puede que no me quieran solo por lo que puedo ofrecer. Si lo pienso bien, a ella nunca ofrecí nada y aún así está a mi lado diciendo que estoy hecho de universos hermosas a pesar de que no puedo verlos.
Dejo caer las manos en mi regazo cuando me sonríe con los labios apretados.
—Me haces creer en cosas que no creía.
—¿Dios? —adivina.
—Nada tan importante, pero me haces creer en mí.
—Para mí, tú eres así de importante.
Es la única persona que conozco que puede compararte con dioses y de verdad creer que eres así de asombroso.
—Yo sí me creo un Dios —se entromete Sawyer, a lo que Liv pone los ojos en blanco y Arlo resopla. El novio de Cora mira entre ellos falsamente ofendido—. Vamos, chicos, al menos admitan que luzco como uno.
Nadie le responde, aunque Gretha reprime una risa. El chico deja la lana que sostiene para Arlo y gatea hasta dar con el frasco de frases. Ya se familiarizó con el ritual, por lo que lo abre con confianza.
—De acuerdo, en el fondo estoy seguro que admiran mi belleza, pero podemos hablar de lo que hay aquí… —Revuelve los papeles antes de sacar uno y leer—: «Lo que me rompió fue ver mi futuro destruido en mi presente y mi presente cayéndose a pedazos. Mi pasado lloró porque se había esforzado para construir ambos y no quedó más que una pila de sueños rotos que no estaba segura de cómo reconstruir.»
Sawyer frunce el ceño. Si fuera un papel cualquiera, diría el autor o la fuente sin hacer esa expresión.
Pero no es un papel cualquiera.
«Lo que me rompió».
—No dice quién lo escribió. —Da vuelta el papel, extrañado.
Mis ojos se trasladan a Liv, donde ya están puestos los de Gretha y Arlo.
—Es porque yo lo escribí. —Extiende la mano para que le entregue la nota.
Liv apoya el papel sobre su pierna y lo estira, molesta por las arrugas. Inhala hondo en el silencio comprensivo que le otorgamos, y exhala tan despacio que es como si quisiera asegurarse de expulsar hasta la última molécula de oxígeno de su cuerpo.
Como si no quisiera recordar.
Como si no quisiera respirar.
El año pasado...
Bianca, la profesora de Historia, es mi favorita.
Siempre me llevé mejor con los adultos que con la gente de mi edad, pero jamás había conectado con uno como si los años que nos separan ni siquiera existieran.
Bianca no me subestima por tener 16. No usa esas frases que suelen dedicarme el resto de los profesores, con bufidos de por medio:
«Estás aquí para aprender, no para enseñarme cómo hacer mi trabajo».
«Eso lo estudiarás más adelante, no te subiré la nota o me deslumbrarás por saberlo ahora, lameculos».
Bueno la parte de ser lameculos no la dicen, pero viene implícita.
«¿Puedes dejar que el resto de tus compañeros responda, por favor? Somos conscientes de que sabes la respuesta».
A mí tampoco me gustaría que me digan cómo hacer mi trabajo, pero si tengo una falla y estoy transmitiendo conocimiento de forma equivocada, sí quisiera saberlo. ¿Y por qué debo leer el mismo libro 5 veces cuando ya me lo sé? Se supone que tienen que alimentar mi hambre de curiosidad, no restringirla con la excusa del tiempo. Cada quien aprende a un ritmo distinto. El mío es rápido y la escuela tiene que moverse conmigo, no yo con ella. Lo mismo para los estudiantes que tienen dificultades: no pueden apresurarlos, presionarlos y hacerlos sentir tontos por no entender algo. Deben reducir la velocidad, es tan lógico que resulta estúpido tener que explicarlo.
¿Estudiar para deslumbrar? No, estudiar para tener un futuro que me haga sentir orgullosa. ¿Dejar de levantar la mano? ¡Pues nadie está respondiendo y se debe a que enseñan de forma errónea! ¡Le tienen miedo a los profesoras, y no le hablas a un oso polar hambriento! Sino, los estudiantes se aburren y es porque no enseñan el contenido para aplicarlo o entender la vida cotidiana.
Obligarlos a hablar puede funcionar para anotar un signo positivo o negativo en un papel, pero para nada más. ¿No ven sus caras? Solo quieren ir a sus casas, ¡y la mía dice que quiero quedarme aquí porque me da más miedo no tener un futuro que enfrentar a un profesor malhumorado con cara de papa!
Bianca es diferente.
Ella quiere escuchar nuestras opiniones y nos habla como iguales, no como si fuera una diosa y nosotros sus súbditos. Nos da tips para la futura época universitaria, y por la forma en que cuenta anécdotas, puedo decir que ese fue uno de los mejores tiempos de su vida. Sin embargo, mantiene nuestro pies en la tierra respecto a lo difícil que es.
Hace meses que estoy en su clase. Al finalizar la hora de Historia, suelo quedarme con ella en el aula. Sabe que quiero ser abogada. Sabe de mis miedos. Sabe de mis inconvenientes económicos.
Sabe tanto de mí, que cada libro que me recomienda parece perfecto para el tipo de problema que estoy atravesando. Eso es un nivel de conexión muy alto.
Mi madre trabaja en la cafetería, así que nos trae el almuerzo. Papá es conserje y siempre que limpia los corredores asoma su cabeza por la puerta y nos advierte que la comida se nos está enfriando por charlatanas.
Amo a mis padres y aprecio todo el esfuerzo que hacen por mí, sobre todo por mi futuro. Sin embargo, hay cosas que no puedo hablar con ellos. No es que sean tontos y no las comprendan, sé que podrían con esfuerzo, pero su educación fue…
No fue suficiente.
Bianca dice que cada quien es listo de una forma única y creo lo mismo. Con solo oler lo que hay dentro de una cacerola, mi madre sabe exactamente qué contiene y puede escribirte la receta entera. Papá es un profesional de las manchas, y no hay vecino del barrio que no toque nuestra puerta desesperado al mancharse la ropa estando a punto de salir. Ambos dominan a la perfección el arte de levantarte el ánimo, y esa es una cosa por la que muchos matarían.
Mis padres son magos, pero de un elemento diferente al que yo poseo. En cambio, Bianca puede ser mi tutora porque compartimos el mismo. Es capaz de enseñarme a hacer sentir a mis padres orgullosos, como ella hizo sentir a los suyos al ser la primera persona de su familia en asistir a la universidad. ¡Incluso les compró una casa antes que comprarse una para sí misma!
Quiero eso, y al fin y al cabo, mis progenitores también: no desean que su hija sea agua.
Quieren que sea fuego.
Esta mañana tuve mi último examen del año, el más importante para mi promedio en Historia. Fue emocionalmente difícil ya que antes me dijeron que existe la posibilidad de que no puedan reunir el dinero necesario para la universidad a tiempo, a pesar de que ya tienen bastante.
Sé que me fue bien, pero cuando la profesora envía un mensaje para que nos encontremos antes del juego de fútbol americano —sé que no es ético que un profesor y un estudiante intercambien textos de forma informal, sucede que jamás una hora en la escuela nos alcanza para todo lo que necesitamos— creo que me superé a mí misma o que quiere animarme por el tema económico.
A través del cielo gris se cuelan los últimos rayos de sol por la ventana del aula. Sonrío cuando escucho el característicos repiqueteo de sus tacones.
Seguido de un golpe.
Me sobresalto cuando mi examen golpea el escritorio que hay entre nosotras con un chasquido furioso.
—¿A qué mierda estás jugando?
Me quedo helada.
Tiene los ojos enrojecidos e hinchados, evidencia que estuvo llorando el último par de horas. Su aspecto arreglado es más bien desgarbado ahora, con la camisa parcialmente fuera de la falda y solo una manga arremangada hasta el codo. Varios mechones se salieron de su cola de caballo.
—¿De qué estás…?
Se acerca hasta que me veo obligada a levantar el mentón para sostenerle la mirada.
—No te permití conocer mi vida privada para que te burlaras de ella. —Sus ojos se cristalizan pero su voz es firme—. ¿Cuándo empezaste a descargar tus problemas de dinero en cosas infantiles y crueles? ¿Cuándo demonios te desviaste del objetivo de llegar lejos para caer tan bajo, Liv?
Mi pulso se acelera. No sé qué está sucediendo, pero lo odio. Detesto que mi única aliada en este lugar crea que soy su enemiga cuando no haría nada para lastimarla.
—No sé de qué hablas, pero no hice nada, lo juro.
Toma el examen y me lo tiende.
—¿Nada? —repite incrédula—. Lee en voz alta la última página, por favor. Refresquemos tu memoria.
Vacilo pero obedezco al final. Me aclaro la garganta mientras paso las páginas con manos temblorosas. Entonces me encuentro con un texto sobre el multiple choice.
—«Este día ha sido una mierda, más que el resto. Sin embargo, aquí estoy: cumpliendo con mi deber y este estúpido examen lleno de contenido básico. Mis ojos se cierran porque apenas dormí. No veo la hora de regresar a casa. Diría que tú deseas lo mismo, pero no debes querer volver al lugar donde tu esposo te fue infiel, lo cual te llevó a tener un humor de perros hoy. Nunca te vi con esa cara, y eso que te he visto muchas veces. Supera a ese imbécil que los hombres no lo valen. Hazte…»—Mis dedos están tan tensos sobre el papel, lo estiro tanto que comienza a romperse.
—Termínalo —ordena.
Niego con la cabeza y me lo arrebata para hacerlo ella misma:
—«Hazte hacer un anal con un dildo y cambia la cara, Vilma».
Continúo negando y va a la primera página, donde se lee mi nombre.
—No fui yo. Jamás te diría algo así, lo sabes.
—¿En serio? —Su voz se apagó con una mezcla de pesar y enojo calmo—. Porque parece tu letra, y todas las respuestas del examen están bien. Ambas sabemos que ninguno de tus compañeros acertaría todas. Tú eres la única que me tutea y conoce mi segundo nombre. Eres la que tuvo un día terrible con la noticia de la universidad. Eres la que cree que el contenido de la clase es básico, razón por la cual le doy libros extracurriculares. Eres la que tiene problemas para dormir antes de los exámenes, la que sabía que las cosas con mi esposo no marchaban bien y la que más veces me ha visto la cara en toda la escuela. Eres la que dice que los chicos no lo valen y la que hizo un proyecto en Educación Sexual para enseñarle a las jóvenes que no deben avergonzarse sobre el autodescubrimiento corporal. —Hace una pausa y mira el examen para negar con la cabeza, como si todavía no terminara de creerlo—. No tengo idea de cómo supiste que mi marido me engañó, pero esto… Esto es inaceptable. No hago que te expulsen solo porque todavía te aprecio, pero de ahora en adelante, eres un número más para mí.
Me mira tan decepcionada que me doy vergüenza a mí misma a pesar de que no hice nada.
Parece sencillo tener amigos a mi edad, pero no lo es. En general es difícil encontrar a alguien que te entienda y a quien entiendas a tal punto en que todo, incluso lo incómodo, se sienta cómodo. Es muy difícil hallar a una persona que con solo una mirada sepas qué piensa, pero aún así jamás deje de sorprenderte con su forma de pensar.
En conclusión, es complicado contar con otro ser humano al 100%. No es tan fácil como dicen.
—Ojalá pudieras entrar a la universidad antes de tiempo para no volver a verte, Liv. —Retrocede todavía sosteniendo mi mirada—. Te irá bien porque eres muy inteligente, ¿pero sabes qué? La inteligencia no es lo que te hace una persona decente. Y sin decencia puedes llegar lejos, pero llegarás sola.
Cuando me da la espalda, añade:
—Estás reprobada, por si no quedó claro.
Da un portazo que hace temblar todos mis sueños.
¡Hola, mis paragüitas apapachables! 💟 ¿Cómo están? ¿Qué los trae estresados? ¿Hamburguesa con o sin tomate? ¿Están comiendo y descansando bien o eso es mucho pedir hoy en día? (Reímos para no llorar). 😂
1. Parte favorita del capítulo + emoji de tu reacción
2. ¿Creen que dos personas de edades muy distintas pueden entablar una amistad verdadera?
3. ¿Alguna vez sintieron que solo los quieren por lo que dan o por cómo hacen sentir al resto, como Timmy?
4. ¿Creen en ustedes mismos? ¿Qué tanto del 1 al 100 en este momento (sabemos que varía según lo que nos sucede)?
Con amor cibernético y demás, S. ♥️
💐 Dedicado a caritaashamed
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