Tale #1: Un mundo de Tanjiros

Responda a la siguiente pregunta: ¿Qué articulaciones unen el fémur o hueso del muslo?

Respuesta de Kamado Tanjiro: Las articulaciones de la rodilla y la articulación de la cadera.

Comentario del profesor: Correcto. Sensei se alegra de tu respuesta correcta. 

Respuesta de Tomioka Giyuu: Unen la parte inferior de la pierna (articulaciones de la rodilla) con el hueso pélvico (articulación de la cadera) y su unión crea una fantástica almohada donde reposar la cabeza.

Comentario del profesor: A sensei no le interesa que te guste descansar la cabeza en los muslos... 

Esa mañana, como cualquier otra mañana, a Giyuu le costó horrores levantarse. La cama era suave, calentita y difícil de dejar, por eso lo común por la mañana era que su hermana le tuviese que sacar a empujones de ahí. Ese día, por supuesto, no fue una excepción.

— ¡¡¡Giyuuuuuuuuuuuu!!! — la voz de Tsutako esa mañana sonó extraña, conocida pero... fuera de lugar — ¡¡¡Giyuu, vamos, te tienes que levantar, vamos, vamos!!!

Giyuu gruñó cuando su hermana le quitó la sábana de un tirón. Restregó con pereza sus ojos azules e intentó enfocar lo que tenía a su alrededor. Todo normal en un día normal, el techo, su escritorio, su armario, Tanjiro con un delantal tirando sus sábanas al suelo. Sí, todo bien.

— Espera... — obviamente algo no estaba bien así que Giyuu restregó con más fuerza sus ojos y miró a quien supuestamente debía ser su hermana — ¿Tan...? ¿Tanjiro?

— ¿Mmm? — el pelirrojo delante de él ladeó la cabeza cuando le llamó por ese nombre — ¿Qué te pasa, Giyuu? ¿Tan dormido estás? Ah, no me digas que estabas teniendo un sueño cochinote con Tanji.

— ¿Tanji?

Eso ya le confundía más, ¿por qué Tanjiro se llamaba a sí mismo como lo hacía su hermana? No, para empezar, ¿qué hacía en su habitación?

— Tanjiro, ¿qué estás haciendo aquí?

— Por dios, Giyuu, ¿por qué me llamas Tanjiro? ¿Tan dormido estás? Venga, levanta y ve a lavarte la cara. Corre.

— Pero...

— ¡Date prisa, que vas a llegar tarde!

A empujones, Giyuu fue expulsado de su habitación por Tanjiro, aunque supuestamente era Tsutako. Pensó que ella... o él, bueno, de momento ella, creería que es su hermana. Bueno, decidió creerla en eso de que estaba medio dormido así que se lavó la cara, se vistió, se peinó y bajó a la cocina esperando ver por fin el rostro de su hermana, pero nada, seguía siendo Tanjiro.

— Giyuu, venga, corre, desayuna y ve saliendo para la escuela — se quedó observando como Giyuu se sentaba pero no hacía nada más, la miraba como si estuviese viendo a un ser de otro planeta — ¿Qué te pasa?

— Tsutako... ¿eres tú?

— ¿Y esa pregunta? ¿Quién más voy a ser?

Sin despegar la mirada de su... ¿hermana? Giyuu desayunó tranquilamente, recogió su mochila y dejó que... ¿Tsutako? ¿Tanjiro? Le entregase su pan de chocolate. Una vez fuera de casa, se quedó mirando extraño la puerta. ¿Era eso una broma? Pero Tanjiro no hacía esta clase de bromas, gracia no tenía. Decidió pasarlo por alto y esperar a que en clase le diera una explicación.

Giyuu caminó por las calles como cualquier día normal. No había nada extraño fuera, todo era como todos los días. Tanjiro vestido de deportista iba en bicicleta, dos Tanjros vestidos de colegiala le adelantaban por la derecha, un Tanjiro con delantal abría su pescadería en la zona comercial, un Tanjiro vestido con ropas de ancianito abría una bolsa de migas de pan para dárselo a unas palomas y otro Tanjiro tomado de la mano de un Tanjiro vestido de infante le acompañaba al parvulario.

— Hmmm... — Giyuu frenó en seco.

No, esto no era propio de todos los días.  

Restregó sus ojos como por vigésima vez en el día y siguió caminando hacia la escuela sin perder ni un detalle de lo que pasaba a su alrededor. En la estación de tren había un Tanjiro vestido de maquinista, un Tanjiro autobusero conducía dicho vehículo y un Tanjiro policía manejaba el tráfico.

— Pero... ¿qué...?

Pensó que al llegar a la escuela tal vez todo acabase, pero no fue así, al igual que en el resto de la ciudad, todo eran Tanjiros. Tanjiros de preparatoria, de secundaria y por supuesto versiones con falda.

— Oh... — a riesgo de parecer un pervertido, se marchó detrás de un Tanjiro con falda hasta que un cuerpo se cruzó en su camino.

— ¡Eh! Espero por tu bien que no estuvieses mirando las piernas de esas chicas — el Tanjiro frente a él era un Tanjiro con falda, tenía el ceño fruncido y aunque su pelo era corto, tenía dos pequeñísimas coletas a cada lado. Gruñón y con coletas. ¿Podía tratarse de Aoi? — ¡Oye, contéstame!

Sí, muy chillón, era Aoi, pero ¿por qué era un Tanjiro?

— Perdón.

— ¡No lo vuelvas a hacer o te enterarás!

— Lo lamento... ¿Tanjiro?

— ¿Ah? ¿No te has lavado la cara esta mañana? Soy Aoi, del consejo estudiantil.

— Sí... cierto.

Dándose por enterado, Giyuu se marchó de allí y fue directo hacia su clase. En los pasillos todo era igual que en el exterior, es decir, Tanjiros por todos lados. Parecía que en el mundo no había nadie más que no fuese él, pero ¿a qué demonios se debería todo esto? Y si todos eran Tanjiros, ¿dónde estaba el original? Llegaba bastante justo así que no se podía tomar la libertad de ir a buscar al pelirrojo así que optó por asistir primero a clase y luego buscar al Tanjiro verdadero.

En su aula por supuesto que todo era como en el resto de la escuela. Sus compañeros de clase eran Tanjiros. Solo cuando llegó a sentarse en su sitio fue que se preguntó si esto en realidad era solo un sueño, entonces, lo mismo con un pellizco se despertaba.

— ¿Eh? ¿Akane-sensei es quien toca ahora? — un Tanjiro a su lado comenzó a comentar a sus compañeros cercanos.

— ¿En serio? Menos mal que no me he saltado esta clase. Akane-sensei viste siempre ropa tan... ¡argh, me alegro de estar vivo!

Giyuu tuvo que apartar la mirada, era raro escuchar a Tanjiro decir esa cosas. Pero centrándose en el tema de conversación de los Tanjiros, Akane-sensei era su profesora de historia, una mujer sensual, preciosa y que llamaba la atención de más de un profesor y de un alumno. Historia no solía ser una asignatura interesante, pero esa mujer conseguía siempre que todos prestasen atención.

— Espera un momento...

Se puso alerta. Ahora mismo todos eran Tanjiros, lo cual implicaba que... ¿Akane-sensei también? Su duda fue resuelta cuando la puerta se abrió y por ella entró un Tanjiro vistiendo una ajustada falda que le llegaba por encima de las rodillas, unas medias con liguero muy evidentes debajo de estas y unos tacones altos rojos que hacían eco con cada paso que daba. La boca de Giyuu se abrió tanto que su mandíbula casi choca contra la mesa.

Nadie en la clase perdía detalle de como se movía la profesora, contoneando suavemente sus caderas de un lado a otro. Si eso era un sueño, Giyuu dejó de querer despertarse.

— Buenos días, chicos — el Tanjiro profesor pestañeó coquetamente, robando más de un suspiro de amor — ¿Qué tal el fin de semana? ¿Duro?

Giyuu pestañeó lentamente, no quería volver a hacerlo pues si cerraba los ojos se perdía a un Tanjiro demasiado sexy. Nunca lo había hecho, pero ahora tenía muchas ganas de pedir una tutoría. Akane-sensei se dio la vuelta para escribir en la pizarra consiguiendo que más de una mirada fuese hacia su trasero. La clase de historia comenzó y como era común con esta profesora, muchos alumnos la observaban perdidamente enamorados. Giyuu nunca había sentido nada por esa mujer, pero ahora que la veía como un Tanjiro vestido de profesora sexy no podía apartar los ojos de ella.

— Tomioka-san — Tanjiro le llamó mientras se sentaba en la mesa del profesor y cruzaba las piernas — ¿Qué periodo abarca la época Edo?

— Eh... — balbuceó confuso, ahora mismo su cerebro estaba muy ocupado intentando contener sus hormonas — Mu... muslos.  

Su respuesta estúpida provocó una carcajada en toda la clase. Tanjiro sonrió algo divertido por la contestación y miró sus propias piernas, tirando de su falda hacia abajo y después levantándose de la mesa.

— Tomioka-san, quédese después de que la clase termine, quiero hablar con usted.

Solo pudo asentir como si estuviese hipnotizado y seguir mirando a Tanjiro dar la clase. Por supuesto que no prestó atención a nada que no fuesen las caderas del chico meneándose de un lado a otro. Cuando se quiso dar cuenta, la clase ya había acabado y sus compañeros se encontraban recogiendo para marchar al siguiente aula. Giyuu no recogió, tal y como dijo Tanjiro, se quedó. El pelirrojo borraba la pizarra mientras los últimos alumnos abandonaban el lugar.

— Bueno... — viendo que se habían quedado solos, Tanjiro dejó el borrador y fue hacia el pupitre de Giyuu — ¿Qué ha pasado hoy? Ha sido algo extraño ese comportamiento en mi clase, Tomioka-san.

— No... perdón. No era mi intención.

— ¿No? Pero me sigues mirando los muslos.

— Perdón.

— Tomioka-san, ¿por qué se disculpa si lo sigue haciendo? — preguntó divertido al ver que a pesar de sus disculpas, Giyuu le seguía mirando las piernas.

— Perdón... otra vez.

— Tranquilo, sé que es cosas de las hormonas. Estás en esa edad después de todo.

— Sí...

— A mí me puedes contar — Tanjiro se agachó, acercando demasiado su rostro al suyo. También la parte de arriba, que habría sido muy escotada si se hubiera tratado de la profesora normal, quedaba muy abierta al ser Tanjiro y no tener pecho, con lo que podía ver algunas partes por debajo de su ropa — ¿Hay alguien que te guste, Tomioka-san?

— M-me... me gus... no, quiero decir, no lo hay.

— No me subestimes por favor, sé cuando un adolescente miente. "He estudiado", "los deberes se los comió el perro", ya sabes, esas cosas — al ver a Giyuu apartar la mirada sonrojado, Tanjiro rio — Y parece que llevo la razón. Tranquilo, puedes contarme cualquier cosa.

Giyuu suspiró. La mujer era más perceptiva de lo que creía pero ya que le había pillado y ya que tenía la apariencia de Tanjiro, ¿qué había de malo en hablar?

— Me gusta un chico... más joven, es de un curso inferior.

— ¿Sí?

— Sí, tiene... unos muslos enormes. Como los suyos, sensei, son hermosos.

— Jajaja, gracias.

— Es precioso, dulce, amable y tan... no sé si hay una palabra única que pueda definirle.

— Vaya... se te nota muy enamorado. Debe ser un chico único.

— Lo es — miró por la ventana.

Tanjiro era único, pero ahora mismo eso no lo parecía. Era curioso, el ver tantos Tanjiros, si bien le había sorprendido, tampoco le había molestado, pero ahora que pensaba mejor las cosas, ninguno era Tanjiro. Incluso la sensei, que era un Tanjiro súper erótico, no le valía.

Solo el verdadero Tanjiro era sexy, porque él solo estaba enamorado del verdadero Tanjiro y solo podía verle a él así.

— Sensei, si me disculpa... tengo algo importante que hacer.

— Sí, claro.

Con el permiso de la maestra, Giyuu salió corriendo del aula pero no fue hacia su siguiente clase, se dedicó a buscar en uno y otro lado a aquel que pudiera ser el verdadero Tanjiro. Aunque todos fuesen iguales, solo uno era el que volvía de cabeza su mundo y su corazón y aunque no sabía que pasaba, quería recuperar ese mundo en el que no había nadie como él.

Por los pasillos encontró gran variedad de Tanjiros. Uno le miró súper enfadado, Sanemi claramente, otro vestía muy llamativo y andaba con aires de grandeza, seguro que Uzui, un Tanjiro con falda muy sonriente le saludó, Kanroji sin duda. Sus pasos le condujeron al aula del pelirrojo, entró sin llamar y toda la clase de Tanjiros se giró para mirarle. Identificarlos era difícil, al menos al original porque el Tanjiro de camiseta casi desabrochada entera era Inosuke 100% seguro.

Sin tener bien claro cual sería el verdadero, conectó miradas con uno. Uno de mirada pacífica. Esos ojos tan puros y hermosos, definitivamente tenía que ser su Tanjiro.

— ¡Tanjiro! — no lo pensó más, se lanzó hacia él y le abrazó dejando a toda la clase con la boca abierta — Tanjiro... aunque el mundo este lleno de gente como tú, solo tú eres tú.

— ¡¿Pero qué dices?!

— Tanjiro... yo... — Giyuu se separó de él para mirarle a la cara, esa cara confusa y de ojitos pequeños. Ahora que se daba cuenta, su cicatriz no estaba en la frente sino en un lado de su cara.

— ¡Senpai! — un Tanjiro sentado justo detrás le regañó con el rostro rojo — ¿Qué estás haciendo?

— Eh... — soltó al Tanjiro entre sus brazos y lo miró más detenidamente — ¿Ge... Genya?

— ¡Pues claro! ¿No es evidente?

Pues seguro que para todos sí, pero para él no porque todos se veían igual. El Tanjiro profesor se acomodó sus gafas y se cruzó de brazos esperando una explicación, explicación que nunca llegó pues el Tanjiro real se puso de pie y se llevó a Giyuu de allí.

En el pasillo, Tanjiro le soltó y le miró con el ceño fruncido.

— ¡¿Qué estás haciendo, senpai?! Entrando así de repente en mi clase sin... — no pudo seguir hablando porque Giyuu le atrapó en un abrazo — ¡Se-senpaiiiiii!

— Eres el real... menos mal.

— ¡Claro que soy el real! ¿De qué hablas?  

Giyuu le soltó y se agachó para mirarle descaradamente los muslos.

— Sí, sin lugar a dudas, es el real.

— ¡Senpai! ¡¿Se puede saber qué está pasando?!

Giyuu se puso de pie y dio un profundo suspiro antes de comenzar a explicarle todo lo que estaba pasando desde que se había despertado esa mañana. Tanjiro le escuchó atentamente y comenzó a reflexionar la situación. Solo pudo llegar a una conclusión propia de él.

— Eso debe ser por un demonio.

— ¿Es el calentamiento global culpa de los demonios también?

— Senpai, te estoy hablando en serio. Aunque no los veas, el mundo esta lleno de pequeños demonios traviesos que atormentan a los humanos para divertirse. Creo que eso es lo que te ha pasado.

— ¿Y solo me afecta a mí?

— Bueno, yo al resto los veo normales. Eres el único que los ve distinto.

— ¿Y qué hago entonces?

— Hmmm... ¿cuándo comenzó esto?

— Esta mañana, cuando me desperté. Tsutako no era Tsutako, eras tú. El resto de personas igual.

— ¿Todas?

— Sí, la gente de la calle, los alumnos, mi profesora sexy.

— Ah... ¡O-oye! ¡¿Cómo que profesora sexy?!

— Akane-sensei, da historia y siempre va vestida muy sexy con sus medias y sus tacones.

— Y-y-y-y tú... ¿m-me viste vistiendo así...?

— Sí.

— ¡No la mires más!

— ¿Por qué? Si es porque en un momento dado vi demasiado de su escote entonces...

— ¡Senpai!

— ¿Qué?

— ¡No mires más a gente con ropa sexy!

— ¿Por qué? ¿Celos?

— ¡No, claro que no! ¡Pe-pero es que si me vas a ver a mí en su lugar... es mejor no mirarlos!

— Pero...

Cerró su boca de golpe. Ahora que lo pensaba... todo el mundo era Tanjiro. Todos, todos, todos... lo que implicaba que...

Sacó su móvil, pero Tanjiro fue rápido y se lo arrebató.

— Senpai... — le miró de manera acusatoria — No habrías pensado buscar porno para verme desnudo, ¿verdad?

— No, claro que no.

— Perfecto. Entonces me quedo con esto — guardó su móvil en su bolsillo y se marchó hacia su aula — Miraremos juntos lo que está pasando después de clase. Mientras, tranquilízate y actúa como en un día normal.

Era mucho más fácil decirlo que hacerlo pues ahora Giyuu se había quedado con la ganas. Sí, era muy consciente de que si buscaba porno, nadie ahí sería de verdad Tanjiro pero al menos se quitaba las ganas de ver el cuerpo del chico de sus sueños completamente desnudo. Maldición, ¿por qué no se le había ocurrido esa idea antes?

— Necesito porno.

Y eso estuvo pensando durante toda la clase siguiente. ¿En qué momento había dejado que su lívido se encargara de tantas zonas importantes de su cerebro? Debía ser un efecto secundario del amor. Aun con la calentura en la cabeza, hizo lo que Tanjiro le dijo y acudió a cada clase como si nada estuviera pasando, como si todo el mundo no fueran Tanjiros.

Gracias al cielo, el timbre de la última clase sonó y Giyuu se marchó hacia la entrada de la escuela donde esperaría al pelirrojo, aunque le costase diferenciar cual era. Se quedó quieto en un lado para no molestar a nadie. En realidad, si no se fijaba en sus mochilas, nunca sabría quien era el auténtico Tanjiro. Como el pelirrojo no veía a todos como él mismo, fue él quien lo encontró, palmeando su hombro para llamar su atención.

— Senpai, vámonos.

— ¿A dónde?

— Vayamos a una tienda de artículos relacionados con los demonios, creo que un amuleto puede ayudarte a librarte de ese demonio travieso. Sígueme.

— ¿Cómo? No puedo seguirte. Todos para mí son tú. Me acabaré perdiendo.

— Pero entonces...

No necesitó hablar más pues Giyuu había extendido su mano hacia él. El chico captó sus intenciones y agachó la mirada sonrojado mientras tomaba su mano. Con sus manos entrelazadas, Giyuu caminaba completamente feliz por la calle mientras Tanjiro se moría de la vergüenza ahí mismo.

— ¿Dónde está esa tienda?

— A-a-a-a un par de calles.

— Tengo hambre.

— ¿EH?

— Pasemos por una tienda de conveniencia.

— ¡Pero...!

— Tengo hambre.

Ante las quejas de un supuesto hambre por parte del mayor, Tanjiro no tuvo más opción que acompañarle, todavía tomados de la mano, a una de esas tiendas para que el chico pudiera comprar algo que calmase su estómago.

— Pero senpai, ¿por qué no pasamos por alguna panadería y compramos un pan de chocolate?

— Es que... no me apetece.

Eso le sorprendió de sobremanera a Tanjiro. ¿Desde cuándo Tomioka Giyuu rechazaba un pan de chocolate? Era demasiado extraño. Cuando entraron en la tienda, la puerta automática hizo un sonido de timbre para avisar al chico de la caja, que para Giyuu era un Tanjiro, de que habían llegado clientes.

A pesar de que la zona de comidas estaba perfectamente señalizada, Giyuu no se dirigió hacia ella, en su lugar fue a la de revistas aunque por su camino se quedó mirando lo que para Tanjiro era una mujer vistiendo unos cortísimos shorts. Frunció el ceño ante esa muestra de interés de Giyuu por otra persona, pero no tardó en comprender que el mayor no veía las piernas de la mujer, estaba viendo las suyas al tener esa extraña Tanjiro visión.

— ¡Senpai!

— ¿Qué?

Infló las mejillas en un puchero. Bien que se hacía el inocente cuando él sabía bien lo que estaba pasando. Decidió pasar eso por alto y seguir acompañándole donde supuestamente estuvieran yendo. Pasaron al lado de unas colegialas que se les quedaron mirando emocionadas. Tanjiro alcanzó a oír como comentaban que eran una pareja muy linda y él no pudo hacer otra cosa que mirar hacia abajo avergonzado. La verdad es que dos personas caminando tomadas de la mano no era muy común si no eran pareja y el resto de personas debían estar viéndolos así.

Cuando se dio cuenta de que estaban metidos de lleno en la zona de revistas, Tanjiro siguió al mayor pero con la duda todavía en su cabeza.

— Tomioka-senpai, aquí no vas a encontrar comi...

Frenó en seco con lo que Giyuu también tuvo que frenar. El mayor tragó duro viendo que el líder de su club ya le había descubierto.

— Senpai... — la voz de Tanjiro le puso la piel de gallina — ¿A dónde caminas?

— Busco... un sándwich.

— Un sándwich... — soltó su mano y caminó dando pasos fuertes hacia delante.

El pasillo recto le acabó conduciendo hacia una zona de revistas picantes con chicas ligeras de ropa y en poses demasiado sugerentes. Solo el pensar que Giyuu le vería a él en esas posturas y en esas situaciones le hizo enrojecer completamente y girarse para echarle la bronca.

— ¡SENPAIIIIIIIII!

— Maldición... — apartó la mirada con molestia en su rostro. Había estado tan cerca de ver a Tanjiro ligero de ropa.

— ¡Nos vamos! — enganchó al mayor de la oreja y se lo llevó así de ahí.

Al salir del local soltó su oreja que no había necesitado más tiempo para quedar toda roja y ahora sí que sin desviarse a ningún sitio y tapando los ojos a Giyuu cuando aparecía por la calle un anuncio que mostraba mucha piel, acabaron llegando a la tienda de aspecto tan poco amigable y cristiano, pues calaveras y signos satánicos en el escaparate no eran nada que, al menos a Giyuu, le invitasen a entrar. De verdad que todavía se preguntaba como era que Tanjiro era cliente de estos sitios.

Para su buena suerte, encontraron allí el amuleto que supuestamente anularía el poder del demonio que había decidido jugar esa mañana a atormentarle. Tenía forma de talismán y supuestamente debía ponerlo esta noche debajo de su almohada cuando se fuera a dormir, aunque había un pequeño detalle extra.

— Para que su uso sea exitoso, el talismán debe descansar debajo de las cabezas de los afectados. Es decir, del chico que ve a una misma persona alrededor y de la persona que ve en todos lados.

— Entonces, nos debería dar dos ¿no? — preguntó Tanjiro aunque la mujer sonrió al ver que no le estaba entendiendo.

— Chico... usar dos talismanes no funcionará. Tiene que ser uno solo.

— Pero es imposible que... — se calló de repente cuando entendió a que se refería — N-no...

— ¿Qué pasa? — Giyuu fue el único en esa conversación que no entendió la situación.

— Así es... — la mujer sonrió de oreja a oreja, disfrutando de la vergüenza en el rostro de Tanjiro — ¡Vais a tener que dormir en la misma cama!

— Gracias — Giyuu hizo una reverencia — Muchas gracias.

— ¡¿Por qué la agradeces?! ¡AAAAAH! — tapó su rostro rojo.

Por mucha vergüenza que le diera, en realidad no tenían más opción. Tanjiro se acabó pasando por su casa para recoger un pijama y se dirigió a casa de Giyuu junto a este. A su madre le dijo que se quedaría a dormir en casa de su amigo, ella solo se sorprendió pero después rio en voz baja y le dijo un "cuídate". No sabía a que se refería exactamente, pero prefería no saberlo.

En casa de Giyuu, Tsutako se quedó de piedra viendo que Tanjiro se quedaba a dormir allí. Chilló, se abofeteó para tranquilizarse, zarandeó a su hermano por no decirla antes y le abrazó emocionada porque había llegado a "esa parte" de la adolescencia. Por supuesto que agasajó de todas las maneras al pelirrojo para que sintiera ganas de regresar a esa casa de nuevo, aunque Tanjiro no se sintió muy cómodo cuando no le dejó ayudarla a cocinar la cena y tampoco a recoger los platos. Sus padres le habían inculcado buenos modales de visitante pero Tsutako no le dejaba hacer nada.

Al llegar la hora de dormir, Giyuu se sentó sobre su cama con su pijama puesto. Estaba ahí solo, Tanjiro estaba tomando un baño. La puerta se abrió de repente y aunque Giyuu vio un Tanjiro, fijándose en su pijama de ranitas no tardó en darse cuenta de que era su hermana.

— ¡Giyuuuuuuu! — completamente emocionada saltó hacia él y le atrapó en un potente abrazo — ¡Lo conseguiste! ¡Ganaste esta batalla, lo sabía! Y menos mal que me preparé para este momento — sacó de su bolsillo un preservativo que intentó dar a su hermano pero este no aceptó — ¿Qué pasa?

— No he ganado ninguna batalla.

— ¿Y por qué se queda a dormir?

— Por... por otro motivo. No te puedo decir cual.

— Hmm... que raro.

— ¿Y se puede saber por qué tienes esto? — le arrebató el condón y la miró mal — ¿Me tienes que contar algo?

— Oyeeee, que yo no tengo pareja, ¡pero tú sí! Por eso te los compré.

— Tanjiro no es mi pareja. Ojalá, pero no.

— No es tu pareja pero... duerme aquí, ¿por qué?

— Es mi amigo.

— Mmmm...

— Vete ya.

Tsutako todavía tenía sus dudas, pero aun así no hizo nada cuando su hermano comenzó a empujarla y la sacó de la habitación. Antes de cerrar a puerta, Tsutako se dio la vuelta.

— Giyuu.

— ¿Qué?

— Me pondré tapones en los oídos así que dile a Tanji que haga todo el ruido que quiera.

No contestó, rodó los ojos y le cerró la puerta en la cara. Ya sabía desde el principio que si Tanjiro tenía que dormir con él, su hermana se subiría por las paredes y en el fondo la comprendía. Él también estaba algo ansioso aunque sabía que solo iban a dormir, pero iban a estar en la misma cama y eso ya era mucho para su pobre e inexperto corazón.

Sujetó con una mano el amuleto y con otra el preservativo, casi tiene un infarto cuando la puerta se abrió de nuevo y esta vez era el verdadero Tanjiro el que aparecía por ella. Rápidamente metió uno de los objetos debajo de la almohada y el otro lo dejó en el cajón de su mesilla.

Se dio la vuelta para encararle y se quedó sin palabras al ver al lindo chico con el cabello algo húmedo, un pijama de mapaches, las mejillas rojas y sus inseparables pendientes.

— ¿Q-qué? — apartó la mirada avergonzado por sentir los profundos ojos de Giyuu fijos en su persona.

— No... nada. He... he puesto ya el amuleto. ¿Lo... lo hacemos? Dormir, me refiero a dormir — aclaró cuando vio como el pelirrojo pegaba un pequeño saltito.

— Sí...

Giyuu se metió en la cama quedando él pegado a la pared y levantó las sábanas para que Tanjiro se metiera también. Ambos quedaron tumbados sobre el colchón que resultó ser demasiado estrecho para dos personas. Sus hombros quedaron muy juntos y sus pies acabaron chocando. El más joven intentó crear espacio entre ellos pero Giyuu no le dejó.

— Si te echas mucho hacia el lado, te caerás del colchón.

— ¿Y-y qué quieres que haga?

— Solo tenemos que dormir ¿no?

— Sí, pero... hacerlo así...

— ¿Necesitas que te cuente un cuento?

— No me refería a eso.

— Solo cierra los ojos, como si estuvieras solo.

— Es que no estoy solo... — tiró de la manta para tapar sus mejillas coloradas — Buenas noches.

— Buenas noches.

Apagaron la luz de la lamparita de noche y cerraron los ojos o eso al menos lo hizo Tanjiro porque Giyuu parecía tener una especie de mecanismo que no le dejaba ni parpadear, pero ese mecanismo era en realidad su corazón que había comenzado a latir como loco por estar compartiendo cama con Tanjiro.

Normalmente, cuando tenía problemas para dormir, daba vueltas en la cama, pero como esta noche tenía compañía, era algo que quedaba descartado. Intentó no hacerlo, pero acabó girando la cabeza para mirar a su compañía de esta noche. Su piel un poco más bronceada que la suya, esos cabellos burdeos tan desordenados que ahora reposaban sobre su almohada al igual que sus pendientes, sus largas pestañas oscuras y esa cicatriz en su frente que se le hacía tan linda.

Todo Tanjiro era tan lindo, tan achuchable y tan perfecto. Lo único que quería hacer durante todo el día era besarle y abrazarle. No había duda, dormir esta noche iba a ser una misión complicada.

Sus ojos azules se quedaron mirando fijamente sus labios y aunque sabía que no era algo correcto, no pudo hacer otra cosa que imaginarse mil escenarios en los que los probaba.

Maldición, no había rincón en su cuerpo que no estuviera loco de amor por el pelirrojo.

Solo dejó de mirar sus labios cuando el cuerpo del chico se movió, se puso de lado mirando hacia él y abrió los ojos.

— Hola — saludó tímidamente el chico.

— Hola — devolvió su saludo con una sonrisa boba de chico enamorado. ¿Sería muy evidente?

— Creo que no puedo dormir.

— Sí, yo tampoco.

— Siento invadir tu cama, senpai.

— Tranquilo, invádela las veces que quieras.

— Eso suena muy mal... — tiró de la sábana para tapar la mitad de su rostro.

Giyuu tuvo que contar hasta tres para calmarse. ¡El chico era demasiado lindo!

— ¿Sabes? Durante todo el día... llevo pensando una cosa.

— ¿El qué?

— ¿Por qué yo? Es decir, conoces a un montón de gente, ¿por qué se ha tenido que dar este caso conmigo? ¿Por qué solo me ves a mí?

— Yo también he estado preguntándome eso.

Aunque en su caso se lo preguntaba bajo otro contexto. ¿Por qué solo le ve a él? ¿Por qué nadie le causa lo que le causa el pelirrojo? ¿Qué ha hecho exactamente para enamorarle?

— Pero ha sido bueno que este caso se haya dado contigo, ¿qué habría pasado si en tu lugar solo viese a mi vecina de 80 años? ¿Me tendría que haber metido en la cama con ella? Habría ido a la cárcel.

— Tonto — le golpeó debajo de las sábanas de manera juguetona — Entonces a mí me verías como a una ancianita.

— Seguirías siendo hermoso.

La contestación le coloreó el rostro de rojo y esta vez tirar de la sábana para ocultar su cara no serviría para bajar la vergüenza.

— ¿Q-qué dices...? Senpai a veces dice tantas tonterías.

— No son tonterías. Sí que es algo raro ver a todas las personas como tú, pero sinceramente, prefiero ver a todo el mundo como tú que no verte nunca más. Creo que eso no lo soportaría.

— Senpai...

— ¿Cómo viviría sin tus muslos?

— ¡Me lo veía venir! — le pateó debajo de las sábanas.

— No me regañes, en realidad me deberías premiar. He sido un buen chico y no he buscado porno aprovechando que se verían con tu aspecto.

— ¡No te debería dar las gracias por eso! ¡Y no lo has hecho porque te he quitado el móvil! Seguro que planeabas usar el ordenador en casa...

— Claro que no.

Aunque en realidad claro que sí, pero no lo iba a admitir tan abiertamente.

— Jo, siempre igual.

Giyuu cambió de posición, quedando de lado al igual que el pelirrojo. Ambos quedaron frente a frente y no pudieron evitar quedarse mirando a los ojos fijamente. El mayor volvió a dirigir su atención a sus labios mientras que el más joven se fijaba en otra cosa.

— Senpai, no te deshiciste la coleta.

— ¿Eh? — palpó su nunca con una mano y era cierto. Su coleta seguía ahí, eso definitivamente no ayudaba a su pequeño insomnio pues era algo incómodo para dormir — Tienes razón.

— A veces eres despistado — rio por lo bajo tapando su sonrisa con la sábana — Eso es lindo.

— ¿Qué tengo que hacer para que digas que en vez de lindo soy sexy?

— ¿Cómo quieres que sepa eso? Espera, la desharé yo.

Giyuu no se movió, solo alejó su mano de su coleta y dejó que Tanjiro estirase la suya para llegar detrás de su cabeza, localizar la goma del pelo y deshacerla suavemente. Sintió como su pelo azabache quedaba liberado, había cerrado los ojos cuando el brazo de Tanjiro quedó por encima de su cabeza y los volvió a abrir cuando sintió como este regresaba a su lugar ahora con la goma de pelo entre sus dedos.

— ¿No es molesto el pelo largo?

— Solo por las mañanas. Cuesta peinarlo.

— ¿No te gustaría cortártelo?

— De momento... estoy bien. ¿Tú no lo quieres largo?

— Creo que me vería raro.

— No — tomó la mano que sostenía la goma de pelo y enredó sus dedos — No hay manera de que algo te siente mal. Estarás bien con cualquier aspecto.

Tanjiro deshizo el contacto rápidamente, soltó la goma de pelo como si ardiese y se giró dándole la espalda para taparse el rostro completamente sonrojado.

— A-aunque me imagino que no lo sabes, hay conversaciones que son mejor no tener en la misma cama. So-sobre todo aquellas que impliquen decir que soy bonito.

— De acuerdo... iré al baño un momento.

— S-sí...

Pasó por encima de Tanjiro para bajar de la cama y sin molestarse en calzarse fue al baño, vació la vejiga y se marchó de regreso a su habitación pero sus ojos fueron furtivamente hacia el salón. Comprobó que no hubiese rastro ni de su hermana ni de Tanjiro y fue en silencio allí, para ser más precisos al sillón donde habían quedado sus mochilas.

Una vez más comprobó que no había nadie cerca y abrió la mochila de Tanjiro para buscar el móvil que le había quitado. No le costó mucho encontrarlo, lo desbloqueó y fue directamente a Internet para empezar a teclear una página que comenzaba por "Por...".

Tragó duro con el dedo sobre la entrada a la página que le guiaría a un mundo pornográfico plagado de Tanjiros. Tanjiros vestidos de conejita, de enfermera, de maids, de policía sexy, Tanjiros prácticamente desnudos enseñando esos pecaminosos muslos que se moría de ganas de apretar y morder.

— E-el cielo... lo encontraré aquí.

Antes de poder entrar en la página, la luz del salón se encendió y el Tanjiro real se pudo vislumbrar en la puerta con los brazos cruzados y una mirada poco amistosa en el rostro.

— Tomioka-senpai — le llamó con frialdad — ¿Qué estás haciendo?

— Que-quería... mirar mi correo electrónico.

— Mientes.

— No, es la verdad.

— ¡Dame el móvil!

— ¡Espera, te estaba diciendo la verdad!

Comenzaron a forcejear por el móvil, Giyuu lo alzó en alto para que así Tanjiro no pudiera alcanzarlo pero el chico no se rendía e intentaba saltar lo suficientemente alto para recuperarlo.

— ¡Lo que intentas hacer está mal!

— ¿Mirar mi correo?

— ¡Sé que no es el correo!

El dedo de Giyuu se movió sin querer sobre la pantalla, pinchando en la entrada de la página. Ambos miraron hacia arriba, la pantalla pasó del blanco de Google a un color negro con un círculo en medio mientras cargaba el contenido. Giyuu abrió bien en grande los ojos para no perderse nada pero se distrajo y se olvidó de que Tanjiro estaba justo ahí.

— ¡¡¡¡¡¡¡¡Nooooooo!!!!!!!!!!

La vergüenza se apoderó de su cuerpo e hizo que sin pensar echase la cabeza hacia delante en un cabezazo que por supuesto tumbó y casi mató a Giyuu cuyo móvil chocó contra el suelo.

— ¡Ah! — se tapó la boca sorprendido por lo que había hecho — ¡Ay, senpai, perdón!

El pelirrojo se agachó a su lado para socorrerle mientras el móvil terminaba de cargar la página, que si Giyuu pudiese haber visto, se habría encontrado con un vídeo en directo de un Tanjiro metiéndose un juguete en su entrada y gimiendo con la mirada perdida.

Cuando amaneció, Giyuu despertó con un enorme chichón en la cabeza. Estaba en su cama pero al mirar al lado, Tanjiro no estaba aunque no tardó mucho en localizarle pues el chico llegó con una bandeja que contenía el desayuno.

— Senpai, buenos días.

— ¿Qué pasó anoche?

— Te... te di un cabezazo.

— Ah... cierto, pero solo quería mirar el correo.

— Mentiroso — dejó la bandeja con fuerza sobre su entrepierna provocándole un pequeño quejido de dolor — Bueno, pero hemos dormido juntos con el amuleto debajo de la almohada así que en teoría ya debes de dejar de verme en todos lados.

— Sí...

— ¡Giyuuu! — Tsutako llegó a la habitación bastante feliz — ¿Ya has probado el desayuno? Lo ha hecho Tanji.

— ¿En serio?

— N-no hacía falta decirlo... — protestó sonrojado.

— ¡Sí! No dejes ni una miga o te castigaré.

Su hermana se despidió con una sonrisa dejándolos de nuevo solos.

— ¿Funcionó?

— Pu-pues... — Giyuu suspiró. No había visto a su hermana, era Tanjiro — No.

— ¡¿EH?! ¡¿Cómo es eso posible?! ¡Dormimos con el talismán debajo de la almohada!

— Tal vez lo del talismán fuese un timo — el mayor dejó la bandeja del desayuno a un lado y levantó la almohada.

Ambos miraron debajo de la almohada esperando encontrarse con el talismán pero lo que había ahí debajo era un preservativo. El pelirrojo estaba muy confuso pero Giyuu no pues recordó que como el chico llegó a su habitación, guardó el preservativo y el talismán muy rápido y evidentemente, se había equivocado de sitio con ambos. El talismán había quedado en el cajón y el preservativo... pues ya vemos donde estaba.

— Creo que... ha habido un error.

— Senpai.... ¡LO HAS HECHO A PROPÓSITO!

— ¿Qué? No, claro que no. Aunque ahora... vamos a tener que dormir en la misma cama de nuevo y yo... tengo otra oportunidad para ver el correo.

— ¡NOOOOOO! ¡Hay que acabar con esto ya! ¡A la cama, ahora!

— Voy, aunque no esperaba que tuvieras tanta iniciativa.

Hizo el amago de bajarse los pantalones pero Tanjiro se hizo con una almohada y lo golpeó de lleno. Su rostro estaba del color de los tomates.

— ¡¡¡¡Senpaiiiiiii, eres idiotaaaaaaa!!!!

Y así, de esta manera, Giyuu y Tanjiro tuvieron que dormir de nuevo juntos en la misma cama. Por supuesto que a Giyuu no se le permitió "mirar el correo", a pesar de que lo intentó muchas veces. El amuleto funcionó cuando lo usaron de la manera correcta, pero Giyuu no llegó a alcanzar aquella puerta del paraíso.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top