4. Tadá


Tadá

Clover


Edna me patea debajo de la mesa y abro los ojos hacia ella antes de que ambas miremos a Maida, quien se encuentra enfocada en comer.

Sesentas días desde el cambio radical en nuestras vidas.

Desde que Stephan no está.

Desde que Callum se fue.

No es la primera vez que nos reunimos las tres, pero tampoco nos hemos visto tan seguido, sobre todo porque Maida pide espacio y pasa tiempo con su hermano y sus padres.

El sonido de la lluvia me hace dar un vistazo fuera del restaurante y en efecto, muy típico de Londres, el cielo se acaba de abrir en una lluvia infernal que tiene a todos apresurándose a resguardarse.

—Qué clima de mierda —Se queja Edna.

—Lo normal —dice Maida en medio de un bocado.

No quiero preguntarle cómo está porque siento que eso la agobia y ya lo ha respondido demasiado.

Sigue afligida, sin embargo, parece más fuerte y determinada, aunque su ropa sea holgada y tenga ojeras, de alguna manera se ve diferente de una forma que no puedo explicarlo.

—No tiene que ser así —dice Edna aclarándose la garganta y ambas la miramos—. No tenemos que evitar hablar de nuestros amigos o estar tensas de decir lo equivocado, somos amigas y si nos lastimamos sin querer, nos disculpamos. Odio que Stephan se haya ido y que Callum no esté, pero odio más la idea de que esto nos haga perdernos y no sé si es egoísta decirlo.

Es crudo, pero puedo entenderla porque el carrusel de la vida sigue girando incluso si nos mareamos en el.

—Quiero estar emocionada y hablar sobre mi postgrado que empieza pronto, quiero hacerle miles de preguntas a Clover sobre su viaje a Brasil y quiero escuchar cualquier cosa que quieras decir, Mai ¡Joder! Quiero llamar a Kevin y que me chismorree de su vida con Oscar. Solo quiero... Que estemos vivas, realmente.

Se hacen largos segundos de silencio y luego Maida suspira.

—No ha sido fácil, pero me enfoco en pensar en las cosas buenas y recordarlo. Aun me cuesta no querer estar en la cama, pero caminar con mi hermano o perro de la familia me ayuda.

»Quiero ir a Manchester cómo lo habíamos planeado, pero lo pausaré por un año —sonríe de manera nostálgica— y cuando vaya, no estaré sola.

No lo entiendo del todo, pero asiento y luego miramos a Edna que habla sobre su postgrado aquí en Londres, sonrío ante su entusiasmo y Maida y yo preguntamos tanto cómo podemos.

Cuando es mi turno entrelazo los dedos de mis manos y miro a mis dos amigas frente a mí.

—Conseguí un buen piso en Brasil, papá cree que, aunque conectaré con mi familia materna, me sentiré más cómoda con mi espacio. La verdad es que estoy nerviosa. Pasé años practicando mi portugués, pero aún me intimida hablarlo y todo será tan nuevo, estar tan lejos, sin embargo, estoy emocionada —Sonrío—. Quiero escuchar historias de mamá, conectar más con mi familia y conocer una nueva ciudad en un continente totalmente nuevo.

»Ellos parecen emocionados de mi visita. Siete meses es bastante tiempo y temo perderme cosas de ustedes.

—¡Tonterías! —Maida me toma la mano y sonríe—. Te llamaré muchísimo para ponerte al día, hasta que te canses.

—Nunca me cansaría de ti, Maida.

—Y podríamos visitarte —propone Edna antes de fruncir el ceño—. Bueno, primero necesito poder sobrevivir con el sueldo de asistente para lograr comprar un billete de avión, pero luego trabajaremos en esa logística.

—No me comprometo a ir, pero siempre me sentirás cerca, mi Canela pasión oriental.

Sonrío de inmediato porque es la primera vez en sesenta días que Maida me llama por el icónico apodo con el que me bautizó desde que nos conocimos en la universidad.

—También... He empezado terapia —confieso y Edna aplaude—. Solo he tenido una sesión, pero creo que podría ir bien. No lo sé, fue difícil y se sintió aterrador, pero no quise huir y me da esta sensación de que sanaré mis heridas, incluso las que no puedo reconocer tener.

—La terapia es maravillosa —asegura Maida, quien lleva un mes asistiendo a terapias de duelo—. Estoy orgullosa de ti.

—También lo estoy —Edna toma mi mano libre—. Míranos, graduadas, adultas y siendo responsables con nuestra salud mental. No fue el final universitario que deseábamos, pero tenemos oportunidad de ser mejores.

—Ow, ahora eres dulce —dice Maida y quiero llorar porque este momento finalmente no se siente denso.

Sí, duele, pero también se siente la esperanza y las ganas de vivir, de aprovechar nuestras oportunidades y seguir siendo nosotras mismas.

***

El inglés de mi familia en Brasil no es el mejor, pero lo entiendo, complicado es que entiendan el mío, me piden que hable más lento y uno de los primos pequeños se ríe pidiendo que repita "agua" una y otra vez. Me alientan a hablar en portugués y cuando comienzo de manera insegura, aplauden haciéndome reír y no sentirme nerviosa sobre hablar un idioma que se siente nuevo pese a estar en mis raíces.

—Deseamos tanto tenerte aquí ¡Te va a encantar! —Me asegura una prima de mamá.

—¡Vas a enamorar a todos los hombres! —asegura su hija adolescente.

—No está en mis planes —hago saber.

—Deberías aprender de Clover —La reprende antes de volver a sonreírme—. Tu mamá estaría tan feliz de saber que su niña se interesa por sus tierras. Gracias por darnos la oportunidad de presentarte un pedacito de nuestro hogar.

—Gracias a ustedes por recibirme.

La verdad es que pese a que somos familia nuestra relación ha sido tibia. Mensajes de cumpleaños y felicitaciones, comentarios en redes sociales y muchas bendiciones. Mi familia materna cercana se encuentra en el Reino Unido: un par de tíos y primos que veo ocasionalmente, antes estaban mis abuelos, pero ellos fallecieron. Sin embargo, la disposición, emoción y amabilidad de mi familia en Brasil sobre mi viaje, me conmueve, estoy deseando fortalecer nuestro lazo, ser más afectivos.

He crecido sintiendo que mi familia directa es papá y luego se sumó Valentina. Sí, papá y yo visitamos a su familia y participamos en las tradiciones, pero son fechas ocasionales. Viendo lo cercana que es la familia venezolana de Valentina con Shadi me despierta el querer de estrechar lazos con los míos.

Hablo otro poco más con ellos por videollamda, sintiéndome bien por mi portugués pese a que tengo algunos errores y cuando finalizo la llamada, me siento menos ansiosa sobre el viaje.

Dejo el teléfono sobre la cama y bajo a la sala de ejercicio en donde Valentina está haciendo yoga mientras Shadi la mira desde su corral portátil.

—¡Clo! —grita emocionado cuando me ve y riendo me acerco para sacarlo de su confinamiento, plantándole un beso sonoro en la mejilla que me gana uno baboso en mi barbilla de regreso.

—Lo tengo —anuncio y Valentina me muestra el pulgar.

Lo acomodo en mi cadera y nos llevo a la cocina para tomar galletas mientras canto en voz baja y él intenta imitarme.

—¡Dame!

—Di "por favor." —Le enseño y aunque le cuesta hace el intento por lo que le entrego la galleta—. Cuando me vaya eres de las personas que más extrañaré, no me olvides.

Me sonríe enseñándome sus dientes antes de morder la galleta.

Nos ubico en el sofá de la sala y juego con él, aunque luego me toca caminar detrás evitando que toque las cosas que no debe y porque ama correr desde que sabe caminar.

El timbre de la casa me hace cargarlo de nuevo y ubicarlo en mi cadera para ir a abrir la puerta en donde sorprendiéndome encuentro a Maida.

Sus rizos se ven esponjosos, lo que es algo bueno porque significa que ha dedicado tiempo a definir su cabello y que su humor es positivo. Tiene una sudadera enorme de Stephan con el logo de la universidad y un impermeable protegiéndola de la lluvia por lo que no dudo en hacerla entrar.

Se sacude haciendo reír a mi hermanito cuando las gotas lo mojan y tras dejar a un lado el impermeable me da una sonrisa suave que le devuelvo con confusión. Es decir, mi amiga siempre es bienvenida, pero no había venido en mucho tiempo y menos sin avisar, además, se ve diferente y de alguna manera tiene chispas de brillo, no una felicidad plena, pero sí una suavidad.

—¡Qué hermoso estás, Santi! —alaba a mi hermanito que con timidez presiona su mejilla de mi hombro—. Tienes mucho cabello como tu hermana ¡Y esos ojos! Bebé precioso.

—¿Quieres algo de beber? —pregunto.

—Quiero helado, pero eso puede esperar —respira hondo—. Necesito que dejes a Santiago en el suelo.

—¿Por qué? —estoy desconcertada.

—Porque me da miedo que lo dejes caer.

—De acuerdo... —sueno desconfiada mientras hago lo que me sugiere y Shadi, con su timidez, se esconde detrás de mis piernas mientras mira a Maida con curiosidad.

—Bien. No quiero que te enojes, no me sentía lista para decirlo y quería hacerlo en mis términos. Quiero hacerlo ahora porque eres mi amiga y esto es importante en mi vida. Stephan hubiese estado volviéndose loco por no haberlo dicho —ríe por lo bajo—. Lleva setenta días de haberse ido, pero no me dejó sola.

Respira hondo una vez más y luego simplemente se alza la camisa hasta por encima de sus pechos. 

—¡Mierda, Maida! ¿Te crecieron las tetas? —es mi primera impresión antes de bajar más la mirada—. ¡Mierda! ¿Esa no es una panza de parásitos?

—¡No ofendas a mi hija! —Se queja acunándose el vientre de manera protectora—. Es una bebé.

—¡Dios mío! —Me llevo una mano a la boca y tropiezo hacia atrás haciendo caer a Shadi, él llora y rápidamente lo cargo disculpándome—. Estás embarazada.

—Lo estoy.

—De Stephan —continúo.

—Sí —asiente sonriendo y se limpia las lágrimas que se le escapan—. Lo supimos semanas antes de graduarnos y se suponía se lo diríamos días después.

Asiento como si lo entendiera, pero estoy impactada.

—Decidimos tenerla y la amamos mucho desde que supimos de su existencia. Lloramos en el eco que lo confirmó y aunque no alcanzó a escuchar sus latidos, sé que también habría llorado.

Doy un vistazo a esas semanas antes de graduarnos y los recuerdo risueños, más felices que nunca, acurrucados y empalagosos, con risas silenciosas y toques nada sutiles, lo asumí a su apasionado romance, pero ahora puedo saber que estaban genuinamente felices con la noticia.

Río y luego estoy derramando lágrimas junto a ella antes de abrazarla aun sosteniendo a Shadi.

—Tendremos un bebé —digo con asombro.

—Una bebé.

—¡Dios! Pero ¿Cuánto tiempo tienes que ya sabes incluso su sexo?

—Te hablaría en semanas, pero para hacerlo más fácil, en una semana cumplo cinco meses, ya es difícil ocultarlo. Está creciendo.

Me alejo y me acomodo mejor a mi hermano en la cadera antes de estirar una mano y tocar el bulto que es su estómago. Ambas reímos entre lágrimas.

—Shadi, tendrás una amiguita —celebro antes de abrazar nuevamente a Maida.

—¿Qué celebramos? —pregunta Valentina, apareciendo sudada.

—¡Seré tía! —anuncio y Maida muestra su bebé.

—¡Tadá!

—Oh, Dios mío, Maida ¿Quieres tenerlo? —pregunta Valentina con cautela y cuando mi amiga asiente se acerca para cargar a Shadi—. Felicidades, serás una gran madre ¿Puedo organizar tu babyshower?

—Sí, seguro.

—¡Genial! Haré una lluvia de ideas y luego te las mostraré para que elijas la que más te gusta ¡Será tan bonito!

—Gracias, Valentina —Sonríe Maida entre lágrimas y ella le da un beso en la mejilla.

—Lo harás increíble, cariño. Bueno, Shadi y yo le daremos tiempo a solas.

Guío a mi amiga con mucho cuidado hacia el sofá y me siento a su lado dejando mi mano sobre nuestra nueva bebé.

—¿Cómo te has sentido? ¿Ha sido tranquilo?

—Al principio muchos vómitos y ambas estábamos tristes por Stephan, pero ella me ha dado fuerza —suspira—. Es una parte de Stephan, hecha con amor y pasión. Podré decirle que su papi la amó desde que supo de su existencia y que me dio toda la fuerza que necesité cuando el mundo se me vino encima.

—¿Qué opinan tus papás? ¿Lo saben los de Stephan?

—Mis padres estaban sorprendidos, pero al ver que estoy feliz con ello, me apoyan y la aman. Sobre los padres de Stephan, se los dije hace un par de semanas, fui con mi hermano. Lloraron mucho, me propusieron quedarme con ellos, pero no es algo que quiera.

»Les dije que son bienvenidos a ver a su nieta crecer y amaré que sean parte de su vida, la verdad creo que estaban muy felices. Mi hija no reemplazará a Stephan en su vida, pero les llena el alma saber que tienen un pedacito de él.

Una bebé de Stephan, un legado de él. Me pregunto si tendrá su sonrisa, elocuencia, sus ojos...

—No te dejó sola —digo entendiendo todas las veces en las que hizo esa referencia.

—Por eso me puso a salvo con tanto ahínco. Dio su vida por nosotras y duele, pero es un acto de amor que siempre recordaré.

»Hasta el momento eres la primera del grupo en saberlo, pero iré a ver a Edna y luego haré videollamada con Oscar y Kevin —hace una pausa—. Amaría que Callum lo sepa ¿Qué tal si le escribes? Quizá sea el regreso dramático que necesita.

—Lo haré —digo en automático.

—Y quiero que vengas conmigo a mi próxima consulta, claro, si quieres.

—¡Por supuesto que quiero!

Recarga su cabeza de mi hombro.

—Quiero tener un baby shower antes de que te vayas.

—Creo que ahora quiero quedarme.

—No seas tonta, la bebé y yo esperaremos a que vuelva. Ve, cumple tus planes y regresa.

—Bueno —digo no muy convencida—. Estaré celosa de los demás compartiendo con nuestra bebé y yo estando lejos. No dejes que los amé más que a mí.

Ambas reímos por lo bajo y recargo mi mejilla de su cabeza.

—Serás una gran madre, Maida y nos tendrás a nosotros. Siempre le hablaremos de su papá genial. Crecerá rodeada de amor.

—Gracias. Sé que no estoy sola.

Comemos su tan deseado helado y luego con emoción me relata muchas cosas de cuando supo que estaba embarazada, el actuar de Stephan los días posteriores y lo duro que ha sido tras su muerte. Me cuesta dejarla ir, pero la acompaño a tomar un taxi y tras un fuerte abrazo, la despido para que vaya a darle la noticia a Edna.

Cuando regreso a casa, sonrío viendo a Shadi, tratando de imaginar a una niña junto a él y subo corriendo las escaleras para tomar mi teléfono de la cama.

Dudo sobre cómo escribir el mensaje, pero finalmente voy directo al grano:

Clover: Maida está embarazada.

Y algo extraordinario pasa: todos los mensajes comienzan a marcarse leídos, incluso este último.

Callum acaba de aparecer.



AHHHHHH, preparados para leer el siguiente capítulo? Vuelvo pronto con el.

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