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—¿Y bien? — Preguntó un pelinegro sentado cómodamente en su escritorio. — ¿Dirás algo o prefieres que te saque a patadas? — Los ojos castaños se posaron sobre sí, con duda. —Un oscuro brillo bramó en el contrario. — Desde ya puedo decirte, que viniste al lugar incorrecto, niño.

—¡Se equivoca! —Por fin se dirigió hacía el pelinegro desde que habían estado en esa habitación. — ¡Usted sí puede ayudarme! — El joven movió sus manos temblorosas hacía su abrigo, bajo la atenta mirada del Min, para luego sacar una maltrecha fotografía. — Necesito un trabajo. — Pidió. — Me urge una nueva identidad para esta persona.

YoonGi rio de forma oscura. ¿Quién demonios se creía que era para venir a tocar la puerta de su casa sin ningún tipo de invitación, alegando tremendas pretensiones?

—¿Acaso sabes con quién estás hablando? — Formuló de manera retorica. — Niño, tan sólo soy un simple tatuador. — Mintió, mientras señalaba los cuadros a sus espaldas. — Además, — Tomó la foto entre sus manos, inspeccionándola, para luego lanzarla por los aires. —Tu modelo no incentiva a mi arte, así que, por más que tuvieras todo el dinero del mundo, tampoco lo haría. — Se encogió de hombros.

—¡Por favor! —Pidió. —¡Necesito que me escuche! —Reiteró. — Es de suma urgencia que pueda obtener esa documentación, — Tragó grueso. —¡Es de vida o—

La frase quedó en el aire cuando el pelinegro se movió de forma tan sigilosa cual depredador en el medio de la selva, dispuesto a acechar a su presa. El joven sintió el momento exacto en que las firmes manos se posaron sobre su cuello, ejerciendo la presión suficiente como para comenzar a sentir síntomas de asfixia.

— ¿Qué? — Infirió con burla. — Sé que más allá de todos los buenos deseos con los que puedas esconder tus pretensiones, — YoonGi se acercó durante un instante hacía el joven— Sé que no son más que una mera excusa para que te torturemos de forma lenta. —Min apretó el agarre sobre la suave piel, admirando como comenzaba a tomar un color morado bajo su toque. —No somos una puta juguetería ni tengo el disfraz del puto Santa Claus para cumplir tus delirios. — Por fin, soltó al castaño, haciendo que este comenzara a toser al sentir el aire en sus pulmones nuevamente. —Lárgate. — Exigió.

—¡N-no voy a irme hasta que me escuche! —Esbozó con dificultad.

YoonGi miró con falsa expresión de aburrimiento hacía el extraño, admitiendo para sus adentros que tenía los cojones suficientes como para hacerle frente, pero muchas veces se necesitaba más que absurdo valor para logra alcanzar una meta.

Además todavía estaba el asunto del collar.

¡¿Cómo demonios lo había obtenido?!

Conociendo a su portador, ese sujeto no lo habría largado de no ser que algo realmente malo le hubiera sucedido. Y eso debería ser algo absolutamente jodido de lo que el Min y su pandilla necesitaban saber, ya que el mundo de los negocios era un lugar completamente competitivo, en donde, en cuestión de segundos, podías pasar de ser el depredador a la presa.

HoSeok y él habían trabajado mucho a lo largo de tantos años como para que esa especie de estabilidad se fuera por la borda.

Parte de su gran éxito entre las calles de su ciudad, era el tener absolutamente todo bajo control, además de tener la capacidad de poder resolver los cabos sueltos rápidamente antes de que estos formaran ecos de rebeldía y trajeran luz a sus asuntos, conllevando presencias indeseables como las autoridades y medios de comunicación.

¡No! Una parte fundamental de su trabajo, era mantenerlo absolutamente a oscuras.

—¿Cómo conseguiste el collar? — Preguntó con genuina duda.

El castaño tragó grueso, pensando en las palabras justas para comenzar su relato. No debía de confiarse con la falsa imagen de serenidad que portaba el sujeto a pocos metros de sí. Más de una vez le había demostrado su peligrosidad, y todavía estaba completamente lejos de siquiera llegar a la posibilidad de que cumpliera su pedido.

—MinSung me lo dio. — Murmuró por lo bajo, mientras el pelinegro asentía.

—Mientes. — Aseveró. — Ese sujeto no se desprendería por las buenas de algo así.

Sin contar que, ese collar no era importante por lo sentimental, ni por la religión misma, sino por lo que representaba.

Kim MinSung no rechazaría ese artefacto, no por su fe, sino porque su vida estaría en juego.

Así como los planes de YoonGi.

Y había otro asunto tocándole las narices al Min, y ese era, que suponiendo que el idiota le hubiera dado la espalda, también estaba el hecho de revelar a su banda, sabiendo todo lo que ello conllevaba.

Ubicaciones, mercancía, contactos.

¿Qué jodida razón le habría llevado a traicionarlo de esa manera?

—Fue su último deseo que viniera ante ti. — Explicó el castaño.

La comprensión brilló en su mirada, suspirando internamente al tener un problema menos del que tener que encargarse.

—Eso no quita que podrías estar mintiendo. — Bramó. —¿Qué es lo que te dijo ese drogadicto?

—¡No diga eso, por favor! — Expresó con enojo. — ¡MinSung era un adorado hermano que no se mereció ese trágico final! —Apretó sus puños en señal de enojo.

—Una cosa no quita la otra, niño. — Comenzó. —Puede haber sido tanto hermano de sangre o de "fe", como ustedes eligen nombrarse, — Hizo señal de comillas. — pero eso no puede quitar la simple verdad de que era un pobre drogadicto. — YoonGi abrió uno de sus cajones, en donde sacó otro rosario exactamente igual al que JiMin había tenido entre sus manos momentos atrás, para abrirlo justo en donde comenzaba la cruz, demostrándole la droga que ocultaba en su interior. —¿Lo ves? — Preguntó, sin esperar ningún tipo de respuesta.

—Aun así. — Habló con la voz acongojada. — ¿No era su amigo? — Min se sorprendió al escuchar aquello, riendo de forma oscura.

—Debo admitir que eres más gracioso de lo que creí, ¿Esa basura y yo, amigos? — Negó. — Apenas y podía hacer su trabajo como correspondía, de hecho, sí tú fuiste quien acabó con su vida, — Lo señaló. — Te lo agradezco, me ahorraste un problema. —Un comerciante de drogas que se perdía por su propio producto, no era negocio bajo ningún aspecto, y MinSung hacía mucho que se había perdido en los consumos. — Es por eso por lo que no voy a matarte hoy.

—¡¿Acaso no tiene corazón?! —La rabia comenzaba a vibrar en el cuerpo del castaño.

—Tú eres el menos indicado para preguntar eso, — Respondió con seguridad. — ¿Por qué debería de interesarme por su miserable vida o siquiera la tuya misma?

—MinSung pasó sus últimos 8 meses cautivo en una celda donde apenas podía dormir sin sentir como las ratas mordían las partes de su cuerpo, — El joven dio un paso más hacia el pelinegro. — MinSung tenía que comer con el hedor a sus propios desechos a pocos centímetros de distancia, — La mirada del castaño se fue vaciando hasta quedar como pozos oscuros que hipnotizaron al Min. — MinSung tenía que soportar tantas torturas físicas y mentales en las que sólo le quedaba rezar por no volver a despertar al otro día.

YoonGi admiró la belleza del contrario, sus firmes pómulos, sus belfos rellenos y se imaginó como sería tenerlos tragando su miembro hasta la asfixia misma. Min se visualizó a sí mismo domando al castaño, haciendo que rogara por que le poseyera, hundiéndose en su interior hasta clavarse en lo profundo de su alma misma.

YoonGi deseó que no hubiera nada de su ser que no clamara su nombre mismo.

—Insisto— Su voz sonó pastosa, producto de la divagación de sus pensamientos actuales. — En que no sé qué demonios tengo que ver en ese asunto.

Si el Kim había sido lo suficientemente idiota como para terminar de esa manera, ¡No era su maldito problema!

—Días antes de morir me dejó su rosario. — Habló de forma más pausada. — Me dijo donde buscarle y que podía pedirle ayuda. — Allí estaba nuevamente, ese maldito brillo de esperanza con el que YoonGi quería acabar. ¿Qué había pasado con esa oscuridad? ¡No! Min quería volver a reflejarse en los pozos del castaño, de nada le servía sí estos se encendían. —A cambio de su ayuda, puedo pagarle con trabajo. — Ofreció.

YoonGi volvió a reírse. ¿De dónde había salido ese joven tan gracioso?

¿Qué alguien cómo él podía trabajar para el Min?

Alguien con la apariencia de estar a punto de quebrarse, jamás sería bueno para el tipo de trabajo que su pandilla realizaba a diario.

Además, el pelinegro estaba en contra de que alguien más que su persona, infringiera algún tipo de daño sobre el castaño.

¡Oh! Podía sentir sus manos picar por volver a posar sus garras sobre él.

¿Qué sí esta vez lo intentara con algún tipo de juguete?

¿Cuánto tiempo durarían los cardenales morados sobre su nuevo lienzo?

—Niño, por última vez, —Tragó grueso, tratando de que su deseo por comprobar sus teorías no pasara la línea de la ficción. —No tienes nada que pueda llegar a interesarme, no tengo ningún tipo de trabajo para ti.

En ese mismo instante, el castaño se tiró a sus pies, en señal de rendición, en forma de suplica ante el ser que se encontraba a pocos centímetros.

Sí este sujeto no podía ayudarle, entonces nadie más lo haría.

Este pedido era lo único que lo había hecho soportar meses de tortura, innumerables momentos de humillación y cosas que le acompañarían por el resto de sus días.

Si en este momento el pelinegro no lograba ayudarle, entonces su vida y la de su amado estaría completamente acabada.

—¿Qué estarías dispuesto a hacer? — Preguntó con disimulado interés, mientras observaba al joven postrado ante él.

—Cualquier cosa. —Respondió sin titubear.

—Cualquier cosa es demasiado amplio. — Relamió sus labios, sopesando todas las posibilidades en las que podría tomar su pequeño cuerpo bajo su mando, para su propio placer. — Niño, podrías estar vendiendo tu alma al diablo con esas palabras.

El castaño levantó su cabeza lo suficiente como para cruzar miradas. —Ya no hay más nada que pueda sucederle a este sucio cuerpo.

—Y aun así, —YoonGi continuó mirándole fijamente. — Pides clemencia y salvación para alguien que no eres tú. —Ese era otro detalle que no terminaba de cuadrar dentro de todo el análisis que el Min había realizado.

Algo que tampoco entendería de los religiosos, y del hombre en general, era el porqué del sacrificio mayor por alguien que no eran ellos mismos. ¿Cuál era el motor de tal acción?

¿Ese estúpido sentimiento al que llamaban amor?

YoonGi realmente creía que nunca les entendería, ni tampoco tenía intenciones de comprobarlo.

— Sólo estoy tratando de salvar la última parte que me queda de cordura. — Explicó.

—Que te hayas presentado en mi casa, — El Min se levantó. — Y que te hayas postrado ante mis pies, demuestra que no te queda ni un ápice de esa tal "cordura". — YoonGi le miró por encima. —O que estás lo malditamente desesperado como para rogar por mi ayuda.

Fuera cual fuera el motivo con mayor peso, ambos estaban destinados a conocerse y a enlazar sus futuros con la desesperanza, el deseo y el temor. 

Actualización como prometí!
Pronto nos estamos viendo con otro capítulo, quizás más pronto de lo que creen! 🙈

Espero ver muchos comentarios 🥺 les amo

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