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La oscuridad cernía sus pensamientos mientras su visión y oídos estaban cubiertos, siendo privado de la mayoría de sus sentidos.

Su cuerpo desnudo respondía ante la ligera brisa que se colaba por la rendija de la puerta, siendo este el único estimulo que hacía que su ansiedad aumentara. 

La euforia se arremolinaba en su vientre y estaba expectante ante la llegada de su amo, cual mascota que esperaba paciente a que su dueño regresara a su hogar.

Se encontraba de rodillas ante lo que otros podrían considerar su próximo pecado, sus manos se posaban en forma de puños entre sus piernas y su cabeza permanecía gacha en señal de sumisión y espera.

Las vibraciones producto de las pisadas de un recién llegado hicieron que su interior se agitara, rogando por ser lo suficientemente fuerte como para mantener la compostura firme.

Su espalda comenzó a ser estimulada con el cuero de lo que reconoció era una de las fustas favoritas de su maestro. 

El instrumento de lo que muchos considerarían una tortura, era una cálida recompensa para la frialdad de su alma.

Dentro del reducido espacio de su mente y privado de su vista, se sentía iluminado bajo la decadencia de su oscuro toque.

En su mente se arremolinaban dudas sobre la existencia misma, sobre el origen de un todo y el ser parte de algo más allá de lo posiblemente nombrable.

El cuero continuó viajando por las sinuosas curvas de su cuerpo, sintiendo a la vez como su piel era acariciada por una fuerte mano. Sus pezones reaccionaron al toque, a la estimulación y pellizcos.

Casi gimió al sentir como sus botones eran abrazados por la calidez de una lengua para luego ser mordidos con la fuerza necesaria como para apenas y rozar una ínfima línea de dolor. 

La espera de lo que podría suceder en su encuentro hacía que sus manos picaran de la ansiedad.

La falta de los belfos que le habían cuidado y el contacto con el frio material casi le hicieron chillar, pero nuevamente se esforzó por mantenerse en estoico y en silencio.

Su otro pezón recibió el mismo trato, y a pesar de no poder ver, podía sentir el peso de una cadena en su pecho. 

Una de sus manos fue tomada por la muñeca, siendo apresado por lo que suponía era una cuerda. 

Park tragó saliva al sentir como este proceso se repetía con su otra mano y posterior a ello, ambos brazos eran alzados lo suficientemente alto como para que tuviera que ponerse de pie y su cuerpo quedara tirante y expuesto ante el mayor.

Durante un instante, dudó de sí se había vuelto a quedar solo en la habitación, hasta que sintió como uno de sus tobillos era tironeado, indicándole que debía de abrir sus piernas. Una tobillera de cuero se cernió sobre sí, y luego pudo sentir como una vara de metal empujaba sus piernas para darle mayor distancia entre sus pies.

Nuevamente, el cuero volvió a hacer de las suyas, esta vez sintiendo como el elemento se posaba entre sus nalgas, acariciando sus testículos de forma que hacía que su sangre hirviera. Sin previo aviso, la fusta fue retirada para luego e impactar con gran rapidez y fuerza entre sus muslos abiertos. 

Mordió sus labios en respuesta, sintiendo como otra vez el cuero se estrellaba contra su piel.

La impaciencia y la alternancia entre la crudeza y la rudeza en contraste con la fina suavidad y ternura de un mismo elemento utilizado en sus manos, era capaz de hacerle sentir en el cielo, estando en el infierno.

Sintió que sus oídos eran destapados lo suficiente como para escuchar la respiración del sujeto a sus espaldas. 

— Preparate, esclavo. — la orden bramó en su mente y en respuesta abrió su boca, para luego volver a cerrarla instantes luego. Procuró realizar un buen trabajo manteniendo su postura, mientras sentía como sus brazos eran alzados con mayor fuerza, sus piernas se estiraron un poco más, causándole un sufrimiento culposo.

Gimió al sentir el impacto del látigo en su espalda, sintiendo como las pequeñas puntas del mismo, parecían adherirse en su piel.

— Silencio. — demandó — No te dí permiso de quejarse.

Otro golpe adornó su ser, esta vez cercano a las costillas y el vientre. 

El castaño tuvo que morderse los labios hasta sentir el sabor metálico de la sangre en su lengua. 

¿Sólo se toma el nacimiento de alguien en el momento del alumbramiento?

¿Sólo se considera como la llegada a este mundo cuando el grito de un recién nacido atraviesa el lugar?

JiMin quiso reír al respecto.

Sí existían personas muertas en vida, ¿Por qué no habría quienes renacían en esta existencia?

Así era como se sentía, ¡Jodidamente vivo!

Especialmente por lo jodido...

¡Estaba absolutamente insano y demente por dejarse tratar de esta manera! 

¡Sí su esposa y los del pueblo se enteraran..! 

El castaño negó, profundamente en su interior sabía que no habría nada en el mundo que impidiera que continuara visitando al mayor. 

Desde el primer momento en que su camino se había cruzado con el de Min YoonGi supo que no podría apartarse de su lugar.

Un día tocó su puerta rogando su ayuda para salvar a alguien más, ahora volvía a rogarle para que salvara su alma.

Rio.

Rio de forma oscura y sombría, llamando la atención del pelinegro. 

— ¿Qué sucede, escoria? —sus finos cabellos fueron tirados hacía atrás con ferocidad — ¿Mis sesiones no son lo suficientemente fuertes para un mierda cómo tú? — su voz dejaba entrever cierto enojo al respecto. 

JiMin estuvo tentado a responder. 

Lo habría hecho sí cualquier otra persona le hubiera preguntado, pero no con él.

En esas cuatro paredes le había logrado conocer más de lo que cualquier otra persona podría, pero él castaño se aferraba a los límites impuestos entre ambos. 

Sabía que estaba presionándole para generar algún tipo de reacción en su persona, pero anular sus pensamientos y entregarse a las sensaciones era lo que estaba buscando. 

Su mente no tenía voz ni voto en lo que su cuerpo y alma necesitaban.

El pelinegro podía ser un sádico en su totalidad, un estafador serial, un depredador por encima de otros en la cadena alimenticia. 

JiMin sabía que sus manos estaban manchadas con más sangre que cualquier otro mortal, y sin embargo, era donde mayor paz sentía consigo mismo. 

Park era quien había llegado prácticamente rogándole por ayuda y el sujeto que estaba a espaldas suyas era el único santo entre tanta porquería que le rodeaba normalmente. 

JiMin pudo sentir como su piel era levemente acariciada por el mango de la fusta con la que había estado trabajando con él, mientras continuaba con la cabeza baja y en silencio, expectante ante su siguiente paso.

El suave cuero recorrió su pecho, posándose en sus erectos pezones aprisionados por gruesas pinzas y cadenas entrelazadas. 

El mayor tiró de sus cabellos, quitándole el pañuelo de seda que obstruía sus ojos y le obligó a que levantara su vista y pudiera cruzar miradas durante un instante, buscando un algo al que no se atrevía a ponerle un nombre en el par de pozos vacíos del castaño. 

Ofuscado al no obtener ninguna respuesta, en un arrebato de ira estampó sus labios contra los belfos del contrario, apretó la nuca del Park, incentivándolo a continuar con el enérgico vaivén de lenguas y saliva.

La falta de aire se hizo presente y ambos se separaron, tratando de recuperar su respiración.

— Lo veo en tu mirada... — expresó el mayor — Quieres completa destrucción... — ¿Acaso era dolor lo que JiMin veía en la mirada contraria? — ¿Eso es lo que necesitas? — preguntó en un susurro.

Park tan sólo asintió mientras una lagrima furtiva recorría su rostro. 

Min chasqueó sus labios, y durante un momento su pulso tembló. JiMin sintió pánico de haber forzado demasiado al mayor, terror de que quisiera buscar algún motivo para cancelar sus encuentros y volver al oscuro pozo de supervivencia en el que se encontraba antes de su llegada.

Estuvo a punto de hablar, cuando notó cómo volvía a él. Su agarre en el látigo se endureció y su semblante se tornaba lúgubre.

YoonGi volvía a estar listo para encarnar su papel. 

Su papel de verdugo y placer.


UFFFFF... 👁️👄👁️

C PIKO

Les prometo que esto es necesario, lo entenderán luego!
Cómo están bebés? Les dejo todo no amor! ❤️✨

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