Closer. Capítulo único

Notas de la autora

▶ Y después de otro hiatus he vuelto con una nueva historia de este fandom al que recientemente me he unido de Octopath Traveler.

▶ En este caso es sobre Cyrus y Prim, si bien es cierto que no es demasiado popular esta pareja, eso no me quitará el gusto de escribir algo de ellos y dar a conocer este ship.

▶ Los personajes de Octopath Traveler no me pertenecen, sino a Square Enix Holdings Co., Ltd.

▶ Esta idea surgió a partir de las interacciones que tienen los personajes en cada uno de sus capítulos; éste, en especial, es sobre la conversación que Cyrus y Prim tienen durante el capítulo 2 de Primrose en donde el profesor está interesado en que le enseñe a bailar, aunque en mi headcanon/lore interno, Cyrus ya le habría dicho comentarios indirectos al respecto antes de que Prim vaya a la Sala Obsidiana. 

▶ Quien sepa acerca del artista que se ha usado en la imagen de la portada, les estaría agradecida que me lo dijeran para darle sus respectivos créditos.

▶ Doy un agradecimiento especial a mi beta-reader: Daniel León Baro, quien me ayudó con la portada. En verdad no sé qué sería sin ti aunque esta vez no estuviste presente en la corrección (XD)

▶ Si hay algún error en la redacción, lo estaré corrigiendo en estos días.

Y sin mayor dilación, espero que disfruten de la lectura.

Cuando Primrose inició su odisea hace poco más de diez años para vengarse de quienes le arrebataron la vida a su padre, jamás imaginó que durante su viaje se uniría a un excéntrico grupo de viajeros cuyos caminos se cruzaron por... quizá, una mera casualidad, por un mero capricho del destino o, tal vez, fueron los propios dioses de Orsterra los que le permitieron empatizar con cada uno de ellos para prestarles su ayuda cuando ésta fuese necesaria.

Cualquiera sea la explicación ante esta cuestión, poco importa... después de todo el mapa que le arrebató a Helgenish en Nocturnia la ha traído con éxito a su siguiente destino en Nieveterna para darle caza al ala izquierda del cuervo. No obstante aquello tendría que esperar un poco más, ya que necesitaba recuperar su fuerza antes de siquiera realizar su siguiente movimiento o, de lo contrario, podría estropear todo lo que ha conseguido hasta el momento... así pues, todo el grupo decidió instalarse en la posada durante una temporada breve... o al menos esperaban que fuese breve.

Sin embargo desde el primer día en que llegaron a este pueblo una tormenta de nieve azotó por completo la región de Tierras Nevadas, causando que retrasasen poner en marcha cualquier plan para conseguir el objetivo que los trajo a un lugar tan sobrio en tantos sentidos; por ello, al ser el quinto día consecutivo en que el clima se negaba a cooperar, Primrose apenas podía mantenerse tranquila, especialmente cuando su corazón era una amalgama de sentimientos que provocaban que no fuese capaz de conciliar el sueño con cada noche que transcurría ahí estando encerrada.

Conforme pasaba el tiempo  para la joven bailarina lo peor de esos días eran las noches, las cuales suelen ser tan aterradoramente largas que son capaces de hacerle perder la cordura antes de que el sol vuelva a salir por el horizonte: sueña con toda clase de cosas... aunque apenas las recuerda... cree que fueron situaciones felices, pero siempre terminan convirtiéndose en pesadillas, malos recuerdos que, al despertar, puede sentir cómo sus mejillas se encuentran humedecidas por todas esas lágrimas que derramó en un mundo que está fuera de su alcance, un pasado remoto que sigue carcomiendo su mente y alma.

Temerosa por tener que hurgar entre sus memorias para saber qué es lo que ha soñado en esta noche en particular, Primrose decidió salir en silencio de la habitación que le tocó compartir con Ophilia con la intención de disipar ese malestar con... cualquier distracción que fuese capaz de encontrar entre los pasillos de la posada, pero gracias a los dioses que Orsterra que no tiene porqué extender su búsqueda, en cuanto percibió el entrañable calor proveniente de la chimenea del salón principal sus pies la llevaron hasta ese sitio.

Movida por la curiosidad, se acercó con pasos lentos hasta el umbral de la entrada al salón, no quería ser descubierta por la persona que estuviese ocupando aquella sala a tan altas horas de la noche, pero poco importaba si eso ocurría, ya que sabía defenderse si la situación se salía de control. Gracias a los dioses pudo respirar tranquila en cuanto distinguió la elegante silueta del profesor Albright dibujada por las cálidas llamas de la hoguera, quien estaba sentado en un cómodo sofá mientras leía su libro preferido, al menos así lo consideraba ella.

Esbozó una sonrisa, quedándose en silencio un par de minutos que se volvieron eternos mientras le observaba desde una distancia prudente, preguntándose cómo era posible que alguien como él fuese capaz de dormir tan tarde, despertando al día siguiente sin ningún atisbo de cansancio en su rostro. ¿Realmente dormía siquiera?

"Supongo que todos los eruditos son así"

—¿Es que acaso nunca duerme, profesor?— exteriorizó su pensamiento con un tono de voz que denotaba cierta picardía. En ese instante la bailarina retomó su grácil andar hasta llegar a sentarse en uno de los reposabrazos del sofá, ésta sería la oportunidad perfecta para distraerse de sus fantasmas del pasado, además podría divertirse un rato al poner a prueba la paciencia de Cyrus ante sus encantos y adulaciones.

—¿Lady Primrose?— inquirió con sorpresa el susodicho, dejando a un lado la lectura para toparse con los bellos ojos marrones de la dama —¿Ocurre algo para que esté despierta a altas horas de la noche?—

—En absoluto— negó la dama —Pero debo decir que es de mala educación responder una pregunta con otra— tuvo la audacia de estirar su mano hacia el libro del erudito para cambiar de página, disimulando su nulo interés por la lectura en la que se hallaba previamente inmerso el académico.

—Tiene razón y me disculpo por ello, querida— emitió una ligera risa gutural que dejó pasmada a la heredera de la casa Azelhart, pues se trataba de una situación que chocaba con la apariencia seria que tenía acerca de él.

"¿Sabe reír?"

—Así que respondiendo a su pregunta inicial...— tomó la hoja del libro para regresar a la página anterior —Es verdad que suelo perder la noción del tiempo cuando me concentro en los libros...— esbozó una sonrisa difícil de identificar: ¿burlona, tal vez? —...Pero soy capaz de dormir como cualquier persona normal en este mundo—

"¿Está intentando ser gracioso?", la dama enarcó una ceja ante el inusual comportamiento del erudito, más no hizo comentario alguno al haber obtenido su merecido con una respuesta un tanto ingeniosa.

"Cyrus, eres toda una caja de sorpresas"

Escuchándose solo el suave crepitar de los trozos de madera quemarse ante el fuego de la chimenea, transcurrieron varios minutos en silencio, minutos que le causaban ansiedad a Primrose debido a los malos recuerdos previos a su despertar en esta tormentosa noche, por lo que tuvo la necesidad de continuar con la conversación.

—¿Qué es lo que lee, profesor?—

—De los lejanos confines del infierno— respondió de inmediato el erudito, sin apenas despegar la vista de la lectura.

—Por supuesto que es ese libro...— suspiró Primrose con hastío, ni siquiera debió sorprenderle —A lo que me refiero es de qué trata—

—Es lo que aun trato de averiguar, pues se trata de una versión incompleta—

—¿Incompleta?— el erudito asintió.

—Pero a grandes rasgos, son rituales de una magia prohibida de la que apenas tengo conocimiento—

—¡Ah, pobre de usted!— sonrió con mofa —Seguro se muere por saber qué es lo que se puede lograr con todos esos hechizos—

—Y no le falta razón, Lady Primrose— respondió el profesor, ignorando el sarcasmo de la joven dama Azelhart —Me gustaría saber qué secretos esconde este tomo— contestó con el entusiasmo tan característico en él al anhelar descubrir  todos los misterios que envuelven este mundo terrenal.

—Cyrus...— murmuró su nombre, siendo la primera vez en todo el tiempo que llevan de conocerse en que la bailarina dejó a un lado las formalidades, ya que era necesario hacerle saber al susodicho de la seriedad cargada en su voz —Sabes exactamente en lo que te estás metiendo, ¿no es así?— tomó el libro de entre las manos de Cyrus para cerrarlo y hacerlo a un lado, obligándole de este modo a que le viera a los ojos. ¿Acaso el erudito era ignorante de que, de seguir por este camino que eligió, pondría en riesgo todo por lo que ha luchado? ¿Quién se cree que es para desafiar de ese modo al destino? 

Estaba molesta, es cierto, pero... ¿por qué? ¿Qué era lo que le impulsaba a reñirle al profesor Albright si apenas se conocían? Sabe que todos los eruditos son tercos si del conocimiento absoluto se trata, no conocen la saciedad

—¿A qué se refiere?— a pesar de las circunstancias, el profesor no dejó a un lado su formalismo ni su falta de sentido común, aparentemente.

—Este libro— lo señaló —Por lo que nos ha contado, trae problemas a todo aquel que pone sus manos sobre él, ¿no es así?—

—Es verdad que dije algo así, pero no puedo asegurar qué tan ciertas sean esas historias—

—¿No puedes asegurarlo?— sabía de antemano cuáles son las razones por las que Cyrus Albright se unió al grupo de viajeros, pues él mismo les contó sus motivaciones por recorrer Orsterra de costa a costa; así que sí, algo en su interior le dijo, desde el primer instante en que le escuchó, que estaba metido en un embrollo que involucra fuerzas desconocidas, incluso podría decir que de entre los demás viajeros, él es quien debe enfrentarse al mismísimo infierno solo por buscar la verdad y eso es lo que le sacaba de quicio, ¿por qué tendría que tirar su brillante futuro por la borda?  —¿Qué tratas de decir? ¿Es que no tienes miedo sobre lo que pueda suceder?—

—Lady Primrose— tomó la mano de la joven, quien no pudo disimular su sobresalto al sentir el cálido tacto del profesor —¿Cree que no sé cuáles son las posibles consecuencias de mi viaje?—

—...—

—No se trata de saciar mi sed de conocimientos por intentar descifrar ese endemoniado libro como usted dice, sino de instruir a todo aquel que se tope con tomos similares para que usen esa información de una manera prudente— esbozó una dulce sonrisa que fue capaz de hacerla sonrojar, pero gracias a los dioses que el fuego de la hoguera le impediría al profesor vislumbrar sus mejillas coloradas.

"Por favor, no me hagas esto"

—¿Y acaso confías en que toda esa gente tenga la capacidad de discernir la línea que separa el bien del mal?— pudo ver que su mirada se ensombrecía a pesar de que seguía sonriendo.

"Cyrus... no sé si eres estúpido por tener tanta fe en los demás, pero..."

—¿Cree que sea malo tener esperanza en la humanidad?—

—Eres tan...— se mordió la lengua para evitar decir algún improperio —No tendrías porqué esperar nada de nadie o terminarán lastimándote cuando menos te lo esperes—

"...no la pierdas, no pierdas esa fe que te caracteriza"

—Tiene razón— la tristeza cruzó por los ojos de Cyrus, lo que provocó que Prim se arrepintiera de sus palabras —Pero al menos habré hecho lo correcto al compartir dicho conocimiento—

—Cyrus...— sin tener ánimos ya de rebatirle, la dama de la casa Azelhart mantuvo la mano del profesor sobre la suya, permitiéndole transmitirle su apoyo a través de este pequeño gesto, ya que mientras durase esta travesía, ninguno de los dos estaría solo.

Que la fe sea vuestro escudo

Profesor...-— su voz apenas era audible —¿Probamos un simple vals?— aunque no deseaba darle fin a este momento íntimo entre los dos, era tiempo de volver a la realidad y qué mejor forma que hacerlo del modo en que ella mejor conocía, además era menester cambiar los aires de este ambiente deprimente, pues aún no era tiempo de que ella volviese a su realidad.

—¿Disculpe?— Primrose rodó la mirada.

—¿Ya has olvidado nuestra promesa?— emitió una suave risa que era equiparable a un cascabel —Querías que te enseñara a bailar y aquí estamos los dos, creo que es la oportunidad perfecta para ello—

—Si cree que es lo correcto...— se puso en pie y se inclinó ante Primrose para besar su mano e invitarla a seguirle —Esta noche seré su pupilo— le ofreció un guiño que bien podría malinterpretarse como un cortejo.

—Cyrus...— una vez más se mordió el labio inferior para tranquilizar su corazón desbocado ante tal atrevimiento —Ya no son necesarias estas formalidades—

—¿Hice algo que no debía?— le miró inquisitivo, como si él fuera un cachorro sin comprender que ha hecho algo malo. 

—¡No! Es solo que...— sacudió la cabeza —Olvídalo— se puso en pie para dirigirse al centro del salón principal.

—¿Lady Primrose?—

—Puedes llamarme Prim, Cyrus—

—Gracias, Prim— murmuró el erudito como si fuese la suavidad de una brisa veraniega y cuya sonrisa era tan reconfortante esa noche que se permitió devolverle el gesto.

—Ahora, trata de seguir mis movimientos, ¿de acuerdo?—

—Estoy en ello— de modo intuitivo, el profesor tomó con delicadeza la cintura de la bailarina para atraerla —¿Y ahora?—

—Todo a su tiempo, profesor— dicho esto, ambos comenzaron a moverse al compás de una música inexistente con movimientos lentos cual marea rompiendo en las costas de Aguascalmas durante la luna llena.

Primrose apoyó su mentón sobre el hombro de Cyrus y cerró los ojos por primera vez en esta dulce noche invernal. Tantos años han pasado desde que bailó un vals con... no, mejor no pensar en él o podría traer esos viejos fantasmas que estropearían este precioso instante.

Ninguno de los dos emitió sonido alguno, salvo por el crepitar del fuego y el suave ulular de algún búho ocasional en el exterior. Todo se hallaba en completa calma y solo sus sentidos eran los encargados de absorber cada roce, cada aroma... cada sentimiento. Este era el sueño perfecto para Primrose Azelhart.

"Si tan solo no tuviese que despertar."

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—Cyrus...—

—¿Sí?—

...

—... nada, solo continua—

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