9 ¡Feliz Halloween!
Dedicado con amor a... Todos ustedes 💕 ¡Feliz Halloween, mis coquitos! Muchas gracias por pasar esta noche mágica conmigo.
***
Halloween había llegado, y no cabía ninguna duda al respecto. La fiesta los recibió con el bit intenso de una canción electro a todo lo que daba, y las luces parpadeantes anunciaron la entrada de los dos amigos como si fueran el rey y la reina de la fiesta. Aunque no era para menos.
—¿Dónde consiguieron esos disfraces? ¡Se ven geniales, chicos! —sonrió Anne, quien no podía saber que lo que veía no eran disfraces, sino la verdad. Un poco siendo irónicos, un poco por querer revelar su secreto, Lancelot y Tristán habían decidido ir vestidos respectivamente de hombre lobo y vampiro, y recibieron el halago con modestia, integrándose al círculo que había formado corro para divertirse.
—Ningún disfraz es mejor que el mío —proclamó Gawain haciendo unos espectaculares pasos de baile en su traje de Frankenstein.
—No lo sé. Percy y Nassiens también hicieron un buen trabajo. —se burló Donni, viendo la versión de doctor y de monstruo del par mencionado, haciendo pasos bobos. Era adorable que hubieran decidido ir disfrazados en pareja, pero como nadie veía en eso algo extraño, simplemente siguieron bailando y entregándose al ritmo de la música. Todos menos Lancelot.
Pese a la apariencia ingenua de Percy, en realidad resultaba ser bastante intuitivo, y el rubio estaba seguro de que ese acto aparentemente inocente de "emparejarse" lo había hecho para mostrarle su apoyo. Sonrió a su mejor amigo de modo disimulado, permitiendo que el ambiente festivo que lo rodeaba por fin entrara en su corazón, y tuvo que reconocerlo. No podía existir una fiesta mejor para los de su tipo que esa.
Debajo de las máscaras, el maquillaje y las luces, era difícil saber quién se ocultaba o qué era real. Esqueletos le sonreían mostrando sus dientes, fantasmas etéreos se deslizaban por las sombras, las calabazas titilaban aquí y allá por los rincones, y había una magia sin igual que se adhería a las pieles de todos, haciendo que las inhibiciones y los miedos se fueran. De pronto, se sintió juguetón. Se sintió travieso. Así que decidió dar el primer paso para terminar ese juego tan alargado del gato y el ratón, acercándose a su amigo vampiro un poco más de lo normal mientras lo miraba de modo intenso.
—¿Bailamos? —lo invitó con un contoneo sensual.
—¡Acepto el reto! —declaró Tristán, que no había entendido para nada la indirecta. Terminaron haciendo una competencia de baile donde los dos acabaron en el centro de la pista, pero aunque no era lo que buscaba, al final, Lancelot se sintió mucho mejor.
«Sí, me gustas», se dijo mentalmente, mientras veía al vampiro beber de un ponche misterioso en uno de los descansos. «Me gustas mucho. Aun si eres un cabeza hueca que no entiende la posición en la que está».
—¡Esto está delicioso! Lance, tienes que probarlo —El aludido le quitó el vaso que llevaba en la mano y, con toda la intensión de provocarlo, llevó los labios al mismo lugar donde su maquillaje había dejado una marca; esta vez, para variar, Tristán sí captó la indirecta. Apartó la mirada, completamente ruborizado, y el otro rio al ver que por fin su coqueteo estaba teniendo efecto.
—No será otra alergia, ¿no?
—Claro que no —murmuró el vampiro, quien se dio la vuelta, tratando de que no viera el color que su pálido maquillaje no podía ocultar. Llenó un nuevo vaso que bebió casi de un trago, y cuando Lancelot iba a hacer lo mismo, de pronto se detuvo, olfateando lo que había en la bebida.
—Oye, esto tiene alcohol.
—¿De verás? No lo noté. —soltó una risita tonta, y Lancelot pegó con la mano en su frente, temiendo que esas reacciones fueran no debido a él, sino a una baja resistencia al ponche.
—¿Cuántas te has tomado?
—Esta es la primera.
—¿Seguro?
—Seguro. ¿Por qué? ¿Qué tiene? —Los demás estaban debiendo de aquel brebaje como si fuera agua, pero aunque aquello le dio un mal presentimiento, al final el rubio no podía hacer nada—. Vamos, Lance. No tiene nada de malo hacer unas cuantas travesuras en Halloween. Deja a los chicos divertirse, ¡te prometo que todo va a salir bien! —No estaba seguro de dejarse llevar por una promesa tan poco sólida, pero daba igual. Ya nadie podía detener lo que ocurría ahí, y descubrió que, en el fondo, tampoco quería.
Él también bebió, soltando aún más inhibiciones mientras la música se aceleraba de a poco. El lugar estaba abarrotado, los cuerpos se juntaban y chocaban en el vaivén de la música estridente, alborotando a la masa de adolescentes como si fuera una colmena. La fiesta siguió avanzando, acercándose a las horas más oscuras mientras más de uno ahí se descontrolaba. Gritos de susto, alegría y risas saturaron sus oídos, y en algún punto la algarabía fue tanta que perdió de vista a sus amigos.
—¿Chicos? —Llamó Lancelot inútilmente, pues a menos que también fueran hombres lobo, era imposible que lo escucharan con ese estruendo—. ¿Tristán? ¿Percy? —Entonces por fin dio con el segundo—. ¡Percy! —gritó escandalizado. Pero incluso si hubiera podido oírlo, era obvio que él no le iba a hacer caso.
Percival sujetaba suavemente la cintura de Nassiens mientras este le echaba los brazos al cuello, y no había duda. Estaban besándose. Lenta, dulcemente, con los ojos cerrados, como si todo aquel caos alrededor de ellos no existiera y estuvieran solos en el mundo. Su abrazo se iba estrechando, el peliverde atrayendo suavemente a su amigo contra su pecho. Cuando además abrieron sus bocas para explorar lo que había dentro, Lancelot por fin apartó la mirada, ruborizado.
Tenía que encontrar a Tristán cuanto antes, no podía dejar que acabara haciendo algo aún más extraño. Donni y Anne bailaban un Tango, Gawain coqueteaba descaradamente con una chica alta de pelo rosa, y Chion lloriqueaba en una de las sillas, más dormido que despierto. Ya podía olvidarse de volver a ser un grupo, aunque quizás eso era algo bueno. Siguió buscando, cada vez más desesperado, y cuando por fin encontró su rastro, el dulce aroma lo llevó a una escena que él no supo si definir como aterradora o hermosa.
Tristán bailaba solo rodeado de gente que lo observaba, y de su disfraz poco quedaba, pues solo conservaba los pantalones y la camisa blanca, que estaba abierta. Se contoneaba cerrando los ojos, completamente absorto en la música y sin notar el efecto que causaba. Se veía asombrosamente sensual, y Lancelot dejó salir un tenue gruñido con el que alejó a los más curiosos y llamó la atención de su amigo.
—¡Lance! Ahí estabas. Ven, baila conmigo.
—Ya fue suficiente baile. Vámonos. —Eso dijo, pero súbitamente la música parecía haber cambiado de ritmo, sustituyendo el frenético tono electro por algo parecido a una balada.
—Vamos, solo uno más. Esta canción es de mis favoritas. ¿No te gusta? —Entonces fue su turno de tentarlo. Se inclinó en una reverencia formal que le salió demasiado bien considerando como estaba, extendió una mano y, con el mismo gesto que él, repitió su pregunta—. ¿Bailamos? —No tuvo que contestarle, pues en el acto se puso a hacerlo.
Sus cuerpos se acoplaron en un ritmo cadencioso, un bit sensual y lento que de pronto aceleraba a un ritmo furioso. Se fueron alejando lentamente del centro, llegando a las orillas de la pista, ocultándose en la sombra de uno de los pilares del lugar. Pero seguían bailando. Era una competencia, pero a la vez no, pues no había nadie ahí para evaluarlos. Solo se trataba de ver quién encantaba al otro primero, quién cedía primero a sus impulsos y deseos. Siguieron acercándose hasta rozar pecho contra pecho, y cuando el vampiro ya no pudo más, tuvo que hacerle la pregunta.
—¿Qué sientes por mí, Lance? —cuestionó poniendo unos ojos atrozmente tristes y rodeándole el cuello con los brazos—. ¿Te gusto... de la misma forma en que tú me gustas a mí?
—Vamos a averiguarlo. —ronroneó. Acto seguido lo besó, y todos los ruidos se apagaron en sus cabezas para hacer espacio a lo que pasaba en ese momento.
Comenzó como un toque suave, una forma silenciosa de pedir permiso y explorar el terreno que se morían por descubrir. Luego fue a más, y con cada segundo que pasaba, el contacto de sus labios se volvía más y más exigente. Lancelot le robó todo el aire de los pulmones, mientras Tristán acariciaba su cabello y deslizaba los dedos por su rostro. Las sombras los cubrían en ese momento, pero podían percibirse el uno al otro perfectamente en la penumbra. Imitando a su amigo, el rubio abrazó al albino por la cintura para pegarlo más a su cuerpo, y ese pequeño acto de valor sirvió para derribar todas las barreras que quedaban.
Se besaron sin pudor y sin límites, devorándose mutuamente, sin importarles quién los viera y el qué dirán. Se besaron sin importar el tipo de relación que tendrían, y se besaron aún más, sin importarles sus diferencias o especies. Solo se separaron cuando les faltó el aire y, apenas hubo espacio entre ellos, Tristán soltó unas inexplicables lágrimas.
—¿Qué tienes?
—Nada. Feliz Halloween, Lance —le sonrió acariciando sus hombros y su pecho. Ambos lo sintieron al mismo tiempo. Mientras los protegiera la noche, eran libres para hacer lo que quisieran. Sus dedos se entrelazaron, generando una energía trepidante entre ambos. Antes de perder el valor, Lancelot le soltó la propuesta.
—¿Quieres pasar la noche en mi departamento? —Tristán no dijo nada.
Se lanzó a sus brazos para volver a besarlo, y se fue con el chico lobo a pasar una de las mejores noches que hubiera tenido en su vida. Deseando que Halloween nunca terminara y sin pensar en las consecuencias de sus actos, ambos se lanzaron a disfrutar de la noche más mágica, sin saber donde terminaba el dulce y empezaba el trato.
***
Fufufu 😏❤🔥 Travesura realizada, mis coquitos. Sigan pasando una noche spooktacular, les mando un beso, un abrazo, todo mi amor y, si las diosas lo quieren, nos veremos muy pronto para más. Feliz Halloween a todos.
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