Miro nervioso a mi objetivo. Una tal Natalia Romanova. No me gusta matar por matar. Menos a alguien que me da la espalda. La he visto pelear hace un momento. En menos de cinco minutos, se ha librado de más de diez guardaespaldas, sin esfuerzos.

El viento sopla a mi favor, veo como su melena roja rizada se revuelve. Su olor llega a mi nariz pero lo ignoro. Ella se gira a mi dirección, me ve. Su rostro delata cansacio, remordimiento, temor, asco... Ella no quiere hacer esto.

Poco a poco levanta las manos, en señal de paz, ya que yo la sigo apuntando con mi arco.

- ¿Vienes a matarme? - dice en un fuerte acento ruso. Respiro hondo, bajo mi arco. Ella sube una ceja, sé que si ella quiere, puede matarme ahora, si moverse casi.

- Vengo a salvarte - respondo.

- ¿Por qué?

- Porque he visto en tus ojos que tienes sentimientos y alma.

- Estás lejos.

- Yo lo veo todo. Venga, vámonos. No quiero morir aquí.