XVIII. Presión

Yoongi talla sus ojos húmedos luego de soltar un tercer bostezo largo con todo el cansancio acumulado. Las clases después de almuerzo son una verdadera tortura que lo tienen luchando con ahínco por no desplomarse a dormir sobre el cuaderno con apuntes y tinta fresca.

Es martes y ya quiere que la semana acabe.

El lunes fue otra sesión de tortura voluntaria avanzando dos ensayos a la vez, en los recesos, en las pausas para comida, por la noche; su meta es terminarlo a más tardar mañana para enseguida iniciar con el trabajo de composición —dos trabajos, no debe olvidarlo, al menos el suyo lo tiene avanzado—, a momentos quiere dejarlo todo botado y mandar a la mierda al inútil afortunado, pero Hoseok está tan feliz e ilusionado con ver al grupo de chicas. No puede quitarle la oportunidad de ensueño después de ofrecérsela.

Hoseok ha hecho tanto por él todos estos años que una dosis de estrés adicional sigue siendo poco.

Estrés que le hace olvidar que es martes y el lunes transcurrió en menos de un suspiro. Que los martes significan prácticas de básquetbol. Termina siendo un compañero que con una palmada en el hombro le recuerda que se viene intenso el entrenamiento porque tienen un partido el viernes en la cancha de otra universidad. Yoongi encuentra que la presión de jugar en casa es tan grande como la de visita.

Tampoco recordaba que hay partido programado para el viernes. Su mente está totalmente absorta en los trabajos pendientes.

Ha estado tan estresado que no siente otra cosa que no sea presión y ansiedad por culminar luego el maldito periodo de entregas. A tal punto que ver a Jimin en las gradas sonriéndole a Namjoon que lo mira con cara de bobo no alcanza a ser un estímulo lo suficientemente fuerte para apretar su pecho con angustia, aunque sí genera una inevitable incomodidad.

El tiempo ha ido suavizando la tensión, debe reconocer que no siente la angustia que antes formaba nudos dentro de su cuerpo. El entrenador ya no los regaña por lo rígido que se tornaba el juego cuando el balón caía en manos de cualquiera de los dos y los pases eran imprecisos. Es más, sonreía bastante satisfecho y traslada la práctica del jueves al miércoles, prefiere que su equipo tenga una pausa antes del partido y solo afinar detalles a nivel de estrategia.

Yoongi se siente desfallecer en los probadores, el agua tibia cae con la fuerza justa que ayuda a relajar sus músculos cansados, no sabe de dónde sacar energías para continuar con la carga académica adicional que se echó encima. Tal vez la barrita de proteínas que metió Hobi en su mochila ayude un poco. Sonríe cada vez que encuentra alimento sorpresa entre sus cosas.

¿Cómo no querer hacer algo importante por Hoseok?

Cuando sale con la toalla envuelta en la cintura y busca la ropa en el casillero, nota que Namjoon está parado a pocos pasos, sus miradas se encuentran y el mayor resopla al leer la desesperación tras esa expresión triste. No sirve para estar resentido con las personas que quiere, con cualquier otro sí, pero no con las excepciones en su vida, le duele.

"No sirvo para odiar después de todo".

Una vez Seokjin le había dicho que era demasiado perezoso para sostener algo tan fuerte como el resentimiento por extensos períodos de tiempo. Quizás en su intempestiva adolescencia sí, ahora no.

Ahora más que nunca desea reencarnar en una piedra, ya que se siente muy cansado al grado que desea que alguien lo lleve en brazos hasta su cama. Hoseok lo intentó una vez desde el segundo tramo de las escaleras y casi caen al suelo si no es por la pared y porque su amigo desvió el peso hacia el costado cuando perdió el equilibrio.

—Deja de mirarme así —dice tranquilo bajando la camiseta por su torso para luego seguir con el chaleco holgado— con esa cara de perrito mojado, te ves penoso —agrega con una apenas sonrisa involuntaria que curva ligero la comisura de sus labios.

Los ojos se abren un poco más por la sorpresa, Namjoon no termina de procesar que su hyung acaba de hacer el amago de un sonrisa. Menos todavía que tras terminar de vestirse, cuelga la mochila al hombro y hace un ligero gesto de despedida con una mano. Las palabras se atascan y las emociones se mezclan. Entre todas ellas se asoma el alivio, esperaba ver ese gesto dentro de meses.

Termina de vestirse y ordenar la ropa que tenía desparramada en el casillero. Jimin lo espera y se ha transformado en costumbre tener un espacio el martes para algún panorama sencillo, a veces continúa ayudándolo con inglés, otras salen o ven alguna película. Siempre valora el tiempo juntos.

Jimin le entrega una botella de agua helada y Namjoon lo agradece enormemente. Su dongsaeng está más sonriente de lo habitual, se remueve y busca su mirada con constancia como si quisiera decir algo.

—No lo resisto —dice con una risa sutil mientras busca un cuaderno en su mochila bajo la mirada curiosa del mayor—. Mira esto —le tiende un papel doblado a la mitad.

Namjoon desdobla la hoja y sonríe satisfecho. Su lindo novio había obtenido una calificación perfecta en el examen de inglés. Recuerda perfectamente que ahora le debe a Jimin lo que sea que pida.

—El profesor fue tan lento en entregarnos el resultado.

—Felicidades, Jiminnie —dice orgulloso, revolviendo cariñosamente su cabello.

—Aún no he pensado en que pedir —comenta jugando con los dedos que se asoman por su chaleco holgado.

—Tienes tiempo para pensarlo, no puse fecha de expiración para la oferta.

Jimin aprieta los gruesos labios y espera que el sonrojo no delate las ideas sucias que atraviesan su mente sin evocarlas a voluntad. Juego con posiciones, vestuarios, lencería, roles, un mundo de posibilidades.

"¿Acaso no puedes solo pedir una cita en algún lugar bonito o algo que no incluya tocarse entre las piernas?", Jimin se frena con ese pensamiento, aunque su relación inició en el desborde de calor, hormonas y placer. No fueron lento. Fue una colisión de sus cuerpos en necesidad de contacto.

—Estás rojo, quiero saber qué ideas rondan por tu cabecita.

Jimin se siente morir con esa sonrisa con hoyuelos y cargada de seducción, tanto que desea acercarse a su oído y susurrarle suavecito uno a uno sus pensamientos, pero quiere esperar a decidirse por una petición y no quiere arruinar la sorpresa.

Aunque hay una opción que va ganando. Metérsela a su hyung, bueno, si es que quiere. Cualquier fantasía está atravesada por la aprobación de su novio.

—Luego lo sabrás, quizás si el apartamento está vacío... —dice con un tono aterciopelado. Ama coquetear con su novio.

Ambos desean que el apartamento esté desocupado, cada uno con las fantasías ganándose un espacio y llevando el calor más abajo del vientre. Jimin desea arrojarse en busca de su boca apenas abra la puerta y Namjoon partirá por meter las manos bajo la ropa.

Lástima que escuchan el barullo de un televisor encendido y al entrar están Seokjin y Taehyung acurrucados en el sillón en plena maratón de anime. Los dos llorando, Jin arrugando un pañuelo en una mano y Tae intentando contener un sollozo sin éxito.

El chico rubio no aguanta la curiosidad de saber qué es lo que tiene a sus amigos llorando a moco tendido y se acerca a mirar la pantalla, emitiendo un jadeo de sorpresa.

—Oh, Caesar —Jimin se lamenta con un puchero—. Hasta a Jungkook se le llenaron los ojos de lágrimas con esa parte.

—¿No va a salir, cierto? —pregunta con un ápice de esperanza, después de todo en JoJo suceden hasta las cosas más increíbles.

Taehyung suelta un quejido al corroborar que no y abraza a su novio con el corazón hecho trizas. Seokjin limpia las mejillas húmedas con los pulgares.

—Hay que ser fuertes, aún quedan unos capítulos más.

—Lo dio todo, hyung —Tae hace un puchero recogiendo las rodillas con la planta de los pies apoyadas en el borde.

—Sigan en lo suyo, después podemos pedir algo para comer —sugiere Namjoon antes que inicie el siguiente capítulo. Su amigo asiente y él parte junto a Jimin a la habitación.

—Les pido respeto por la muerte de Caesar, si hacen algo no sean ruidosos —advierte Seokjin sin soltar el abrazo que contiene a su dongsaeng triste.

Al menos una vez cerrada la puerta de la habitación Jimin rodeó el cuello del mayor con los brazos y dejó cortos besos sobre sus labios antes de buscar uno intenso de los que se prolongan hasta la falta de aire. No es mucho lo que pueden hacer teniendo consciencia que no pueden confiarse del volumen alto de la televisión.

—El domingo está en pie la invitación a almorzar con mis padres.

Jimin hace un movimiento afirmativo con el corazón que palpita acelerado. Siente insectos que revolotean en su estómago de solo pensarlo.

—Namjoon hyung, gracias —aprieta sus caderas y lo empuja hacia sus piernas. No sabe por dónde empezar, si por las efectivas clases de inglés, por acompañarlo, por integrarlo cada vez más en su vida.

—A ti, Jimin-ah —responde con cariño acomodándose en su regazo.

Se funden en abrazos y besos lentos. Pactan un mudo acuerdo de posponer para un futuro cercano las fantasías que antes rondaban por sus cabezas. Se dedican a repartir mimos y conversaciones tranquilas, compartiendo sueños y planes de viajes.

—El viernes te estaré animando —recorre sus mejillas con los labios.

Namjoon lo ciñe con un poco más de fuerza. Reconoce que cuando se trata de presentar trabajos, exposiciones, rendir exámenes se siente menos nervioso que con los partidos de básquetbol.

Un par de besos más y busca en la agenda de su móvil algún local de comida a domicilio. Sus otros dos amigos siguen con la vista pegada a la pantalla y Seokjin susurra algo respecto a que es el penúltimo capítulo. Terminan por sentarse cerca de ellos, Jimin sonríe conectando con las escenas y Namjoon no entiende un demonio de qué va todo ese exceso de músculos, poses y enemigos con nombres de bandas de rock.

La comida llega a mitad del último capítulo y cuando termina entre todos tratan de resumirle al moreno con expresión de confusión de qué va la historia.

—El sábado es el aniversario de los padres de Taehyung y conoceré a toda su familia —Seokjin le comenta a Namjoon mientras lleva los platos sucios a la cocina.

Continúa hablando sin pausa de las ideas que tiene para conquistarlos con sus habilidades culinarias.

—Supongo que cualquiera quiere agradarle a la familia de su novio.

—No deberías preocuparte tanto, a ojos de cualquiera sería el yerno y cuñado ideal.

—Joonie, eso me lo dices porque tú y tus padres me adoran.

Namjoon limpia la mesita de centro mientras riendo añade un: —Te preocupas por nada.

Quizá Jimin tendrá la misma preocupación y piensa cuando conoció a los señores Park y estaba con un susto mayor que presentarse a un partido con un potente equipo rival y montones de expectativas puestas en ellos.

Y así como le recomienda a los demás dejar de preocuparse por nada, trata de aplicarlo en él y pensar en prioridades como terminar un trabajo para el jueves, aunque solamente tiene que darle una revisión final.
 
 
 
 
 
 
 
El miércoles llega corriendo casi a tropezones a la práctica, la supervisión y corrección personalizada del profesor se extendió más de la cuenta. Yoongi suelta una ligera sonrisa burlona cuando lo ve aparecer con el cabello revuelto y expresión compungida, otros de sus compañeros ríen. El entrenador solo hace un gesto que señala que se apure en cambiarse y se una al entrenamiento. 

Todavía hiperventilado se une al equipo que le indica, siempre suele ponerlo junto a Yoongi porque coordinan bien las jugadas juntos.

—Lo que sea que esté pasando entre ustedes dos, quiero una solución pronto —había exigido hace algunos entrenamientos atrás.

Al menos las cosas estaban mejorando y la mirada del chico pálido no está cargada de decepción, pero tampoco quiere confiarse en exceso y creer que todo está en excelentes términos cuando recién comienzan a interactuar un poco más.

—Ten —Yoongi le arroja una botella con agua que torpemente logra agarrar—. Si así vas a recibir mis pases, no mandaré ninguno hacia ti.

Incluso bromea y no sabe cómo reaccionar. Hasta tiene un tonto impulso infantil de querer correr a abrazarlo y decir "lo siento" repetidas veces, pero se limita a asentir y agradecer tan comedido como siempre.

Cuando se lo comenta a Seokjin, su hyung le responde que Yoongi se está suavizando y no lo presione. Namjoon no lo haría, siente que está asustado caminando por las resbaladizas piedras en un río.

Su miércoles culmina entre ayudar a Jin a traducir un texto en inglés, revisar el trabajo que debe entregar y una hora hablando con Jimin, acostado con los ojos que se cierran contra su voluntad, arrullado por la voz suavecita de su novio.

Sus padres estarán encantados cuando lo conozcan o eso espera. Piensa en lo que seguramente comentaran —como siempre lo hacen cuando alguien nuevo los visita— "a mi hijo le iba tan bien, tenía puntaje a nivel nacional en matemáticas, pudo haber estudiado lo que sea, pero eligió música". Ellos todavía no lo superan y ocasión que pueden recordárselo, lo hacen.

Namjoon está feliz con sus decisiones. Su carrera. Sus amigos. Jimin. Que nada de lo que puedan decirle actualmente lo hace dudar.







El jueves corre de un lado a otro por la facultad, le alivia que la junta con su equipo será breve, solo para definir estrategias y distribución de los jugadores entre los tiempos. Al momento que sus ojos se cruzan con los de su hyung pálido, se atreve a alzar la mano en señal de saludo a medida que avanza hacia las gradas y se sienta cerca. El entrenador y su ayudante llenan una pizarra y Nam se esfuerza en grabar cada detalle.

Ahora vive el momento más extraño de la semana, incluso más que intentar entender ese anime que le explicaban hace un par de días atrás. Camina junto a Yoongi al viejo edificio. Justo a su lado, al mismo ritmo que sus pasos y resulta ser un transcurso silencioso, sin llegar a la incomodidad, solo raro.

—Nos irá bien mañana —menciona con la voz ronca y exhausta—, además como escolta lo hago genial.

—Lo haces genial, hyung —confirma sin pensar, pero con plena sinceridad.

—¿Me estás adulando, Namjoon?

Cree que podría entrar en pánico, no quería que se interpretara así y que su hyung pensara que con halagos quería comprar su perdón.

—Es un broma —dice antes de separar el trayecto en la escalera.

Su hyung haciendo una broma...

Se echa sobre su cama agotado y confundido, pero resuelto en que dejará que todo siga su propio ritmo, no quiere intervenir y empeorarlo todo con su torpeza.

Su celular vibra, un mensaje es de Seokjin que le pide descongelar alimentos y otro de Jimin, quien le envía una selca haciendo aegyo y un mensaje de ánimos.

Adorable, Jimin es sumamente adorable.

Namjoon es consciente que en su novio coexisten tantas formas y dimensiones. El chico de mejillas rosadas y abultadas, chalecos holgados que cubren sus manitos, ojos que se cierran cada que vez que sonríe y voz suavecita que lo hacen un tierno mochi que se antoja comer. Aunque lo blando y dulce es solamente una parte. También está ese Jimin fuerte, que se quita la camiseta y exhibe los abdominales, se muerde el labio y lo devora con una mirada afilada. Está el Jimin demandante y caprichoso que sujeta firme sus muñecas y es un power bottom que jala de su cabello y lo deja sin energías montándolo fuerte. No puede olvidar al joven comprensivo y de palabras precisas que sabe levantarle el ánimo además de otra cosa

Están las dimensiones un poco más sombrías. Aquel Jimin perfeccionista de severas autoevaluaciones. Jimin que se frustra y su ánimo decae en picada. Jimin lleno de pasión y entrega; eso es una constante.

Jimin es demasiado y adora cada faceta.

Y si bien sabe que su novio es fuerte —físicamente más que él, no puede desconocerlo— y dominante si se lo propone, no se le había ocurrido pensar en que quisiera tomar el rol de activo. Pero le dio señales sutiles, como los empujes férreos cuando estaba sentado sobre sus piernas y el dedo curioso pasando entre sus nalgas. Las mejillas queman al recordarlo, imaginando cómo sería el tacto de esos tiernos dedos, se siente el ser más sucio del mundo y hay un problema dentro de su pantalón.

Está solo en el apartamento y Seokjin aún no llega, pero prefiere aprovechar una ducha tibia que se lleve toda la evidencia de lo que pretende. No sería ni la primera, ni la última vez que se toca pensando en su novio. Aunque si la primera que lo hace con uno de sus dedos que tantea y empuja lento. Percibe que está rígido, que los músculos responden apretando en rechazo al intruso, la otra mano sujeta su erección, un par de sacudidas que le permitan a su cuerpo relajarse, imagina que es Jimin quien hace y deshace a su antojo, que masajea con paciencia buscando el punto exacto y tiembla cuando agrega un segundo dedo, presionando justo la zona que envía descargas agradables que calientan su vientre y se mezclan con el dolor tirante.

Se viene entre pequeños jadeos y se estremece cuando las contracciones se cierran alrededor de sus dígitos. Apoyado contra los azulejos fríos recupera el ritmo de su respiración antes errática. Enjuaga sus manos y termina rápido con el baño, lo último que necesitan es duplicar la cifra de la factura del agua.

Ha liberado una buena dosis de endorfinas a su cuerpo y está considerablemente más relajado. Buena idea hacerlo para culminar bien el día. Mañana estará lleno de ánimos para el partido. A veces olvida la importancia de darse un momento de autocomplacencia y sana exploración —quien primero debe conocer qué y cómo le gusta que lo toquen es él—.

Quizá pueda sorprender a su novio dejándose hacer todo sin necesidad que se lo pida con palabras, entendió bastante bien las señales. Podría tomar su pequeña mano y guiarla justo dónde tiene que tocar y ansía grabar en su memoria qué expresión pondría cuando vea que el permiso para explorar está más que concedido.

Podría pedirle sugerencias a su hyung, seguramente le sobrarían los tips.

Aunque olvidó descongelar la comida y Seokjin lo mira con indignación.







Viernes y Namjoon se limita a resumirlo como el día del partido, por más que trata de recordar que en su día hay otros deberes. Vuelve a olvidarlo cuando varios de sus compañeros le dan ánimos y desean éxito, algunos hasta le dicen que estarán ahí para apoyar al equipo.

Y así es como nada parece secuestrar tanto su atención como el juego. Tienen el permiso de no asistir a las clases después de almuerzo, aunque Namjoon siente que su mente no ha estado en ninguna.

Siempre los días con algún evento deportivo cambia la vibra en la universidad y es inevitable notar que se añade presión sobre sus hombros. Aumenta cuando viaja en una van junto a su equipo. Los integrantes conversan animadamente como forma de disipar la tensión. Yoongi duerme con los audífonos puestos y los labios ligeramente entreabiertos, plácido como un gatito.

Lo despierta con suaves toquecitos al llegar. Frota sus ojos y asiente arrastrando los pasos. La experiencia de estar en otra universidad los hace sentir a todos como unos foráneos, reforzado por las variadas miradas curiosas que los escrutan hasta el ínfimo detalles. Y si bien, Nam ha estado envuelto en varias competencias, principalmente de tipo académicas, desde que era un niño, nunca dejó de percibir como ajeno los espacios que no eran los suyos.

Se vuelve un poco más familiar cuando distingue los rostros de sus amigos a la distancia en las gradas, con gritos y pancartas de ánimo. Sonríe y enfoca su concentración, jugará en el primer y tercer tiempo. Nota que su estómago hormiguea y pulso se dispara cuando empieza el juego. La adrenalina se esparce por su cuerpo y recuerda en ese instante que disfruta de los espacios de competencia, plenamente consciente del porqué de elegir un deporte en equipo para los créditos extra. Un espacio y momento donde se siente parte de algo y cada compañero sintoniza con el estado emocional del otro.

El corazón de Nam salta brusco en su pecho cuando un jugador alto estrella a Yoongi, quién emite un pequeño quejido, pero se levanta firme para retomar el juego. Su hyung siempre lo da todo y él no puede hacer menos tampoco.

Fue Yoongi quién lo convenció de entrar al equipo en los años de instituto, siendo que al principio solamente prefería ir a los partidos y mirar lo ágil que esquivaba a las personas haciendo rebotar el balón, lo entretenido de analizar las estrategias. Entonces encestaba y Nam estaba más convencido que nunca que su hyung era —y lo sigue siendo— genial.

—¿No te la miedo lesionarte, hyung? ¿Cómo tocarás el piano después?

—Hay que correr algunos riesgos —respondió encogiéndose de hombros.

Mira como se abre un espacio, unos segundos libres y en la posición ideal que daría la chance de avanzar con tres puntos si su hyung encesta. Depende de su pase y los ojos oscuros de Yoongi conectan con los suyos. Pone en práctica todo ese cálculo mental instantáneo y fuerza a su cuerpo a lograr la precisión que requiere para hacerle llegar el balón al jugador bajito y hábil que elude a los gigantes con facilidad.

Yoongi no necesita ser modesto y ocultar que es un escolta genial.

En el entretiempo el entrenador da las directrices y los anima para continuar el juego con la misma fuerza, que no deben confiarse porque la distancia de puntos entre ambos equipos es mínima.

Namjoon dispone de toda la fuerza mental para ignorar que sus músculos ya comienzan a fatigarse, se suponía que no estaría en el último tiempo, pero acata órdenes y se entrega del todo a la aspiración grupal. Se acuerda de que más que nunca debe seguir acompañando a Jimin al gimnasio si desea tener un poco más de resistencia. Yoongi también empieza a notarse exhausto, pero su mirada determinada no cambia.

Los últimos minutos pasan muy rápido, ha perdido la cuenta de la diferencia, tampoco sabe cuánto queda y debe seguir empujando sus piernas. Se detiene abrupto cuando suena el pitido que anuncia el término del juego. No son demasiado los gritos de ánimo que le hace corroborar antes de mirar el marcador que han ganado.

Uno de sus compañeros mayores lo abraza y Namjoon sin energías recarga su peso en ese hyung que ríe y lo felicita.

Mientras más abrazos y palmadas de felicitaciones llegan va recuperando energías gracias a la euforia colectiva. Ya no tiene que arrastrar los pies al centro de la cancha, vuelve a sentirse ligero, aunque sabe que durará poco, hasta que su cuerpo le recuerde lo fatigado que está. Agradecen el juego y se despiden con cortesía del equipo rival y los espectadores. Sonríen cuando miran las caras conocidas que desbordan alegría.

El entrenador tampoco pierde la oportunidad de felicitar a cada uno y exigir el mismo rendimiento en el próximo juego.

Yoongi da un par de palmadas en la espalda mojada de su dongsaeng moreno que brinca ligero cuando sus miradas se encuentran. No deja de causarle gracia que cada vez que interactúa con él parece un cachorro asustado que baja las orejas y entrecierra los ojos al segundo que una mano se acerca a su cabeza.

Sigue molesto por cómo se dieron las cosas, pero también es blando y está cansado de no hablarse, de evitarse cada vez que están en el mismo espacio. De no poder escribirle para avisarle que acaba de escuchar una canción buenísima y debería conocerla.

Acaban de ganar y se siente blando.

En los probadores todo es risas y exclamaciones de alegría que lo contagian mientras entra a la regadera y el compañero de al lado lo halaga por sus jugadas.

El baño tiene un efecto recuperador. Yoongi está feliz, tranquilo y cansado, ha tenido una semana del terror, pero la euforia de una victoria y el calor de una ducha le dan energías suficientes para no desfallecer ahí mismo sentado en una banca dura.

Sabe que se ha estado suavizando y que de a poco, y a su forma, ha retomado el contacto con su dongsaeng torpe y destructor.

Ahora necesita de él. Por sanidad psíquica necesita ayuda, de su ayuda específicamente.

Decide tomar su orgullo y la terquedad para guardarlas en alguna parte. No podrá solo con los plazos y las prácticas adicionales para el próximo partido, pensó que sí, pero fue muy ambicioso y la sobreconfianza es el enemigo de cualquiera. Tampoco puede con la tensión de estar molesto con unos de sus mejores amigos por más tiempo.

Sabe que es imposible que su dongsaeng le responda con una negativa.

Termina de secarse el pelo mojado con la toalla y se recuerda que debe decolorar las raíces oscuras que comienzan a notarse. Deja todo a un lado y lo llama: —Namjoon-ah —señala el espacio vacío en la banca.

El menor cauteloso se sienta a su lado y le dedica una mirada cargada de intriga.

—Necesito tu ayuda con una mierda que a este paso no lograré terminar.

—Claro, dime hyung, ¿qué puedo hacer por ti?

Yoongi suspira agotado, omite el hecho que hace semanas quería romperle la cara y, al igual como antes, cuando el menor era su consejero y salvador en tiempos de estrés, recurre a él. Le cuenta de su pacto con el demonio y a Nam le sorprende el nivel de sacrificio, pero acepta sin rechistar. Entonces su hyung sonríe suave y murmura un gracias.

Los dos salen juntos al encuentro con su grupo de amigos, otro de los jugadores sigue sus pasos un poco más atrás y busca directamente a Jungkook.

—Estamos pensando en que deberíamos celebrar —propone Hoseok con una sonrisa brillante llena de ánimos.

Los tres jugadores tienen expresiones de estar a poco de desfallecer por el cansancio.

—Aunque puede ser algo simple y tranquilo —añade Seokjin que sujeta la mano de su novio.

Eso termina por convencer a los chicos exhaustos, que no encuentran nada de calma y sencillez en una noche de karaoke.

Yoongi se autoconvence que no volverá a confiar cuando le sugieran celebraciones tranquilas, aunque no puede negar que se divirtió. Hacía bastante tiempo que no reía con tantas ganas, haber visto al chico de los aliens intentar rapear lo hizo soltar carcajadas hasta que su estómago dolió.

También debe reconocer que Namjoon y Jimin limitaron las muestras de afecto a diferencia de Seokjin que cada vez que tenía la oportunidad abrazaba y sujetaba las manos de su novio.

—No fue terrible —dice en dirección a su amigo mientras se desviste y busca un pijama a torso descubierto en el clóset.

Hoseok nota como Yoongi ha recuperado el ánimo y se siente aliviado. El golpe no ha sido tan duro como creía. Lo fue cuando terminó con su primer novio y temía algo un poco similar. Ahora lo ve riendo, comentando la gracia que le causó que Namjoon volteara el refresco de Taehyung en el pantalón de Jimin y Seokjin.

Le gusta verlo así, riendo y fuerte.

Lo otro que nota es una marca de un ligero color morado en uno de sus costados, debió ser al estrellarse contra uno de los jugadores del otro equipo. Yoongi tiene una piel muy clara y es lienzo de cualquier roce, exposición al sol, golpe accidental. De besos y mordidas también. Una vez mordió su brazo sin querer mientras jugaban y la marca roja lo acompañó por días.

Siempre nota lo que sucede en su piel, como la ocasión que algo le dio alergia y tuvo que aplicar ungüento en su espalda sobre las pequeñas ronchas rojizas. A veces los nervios lo carcomen cuando tiene que tocarlo, desvestirlo para cambiarle la ropa o llevarle una toalla y topárselo desnudo en el baño. Aunque tiene una regla autoimpuesta, por la enorme confianza que su hyung deposita en él y el respeto que le guarda, se prohíbe fantasear, dar cabida a mirarlo de otra forma, se exige un freno con toda la fuerza de voluntad. Lo más lejos que se ha atrevido a llegar —y con culpa— es a fantasear con sus labios rosados.

—Buenas noches, hyung —dice acomodándose bajo su cobertor y volteando hacia la pared, mirando a las chicas que adora para no ver cómo Yoongi baja su pantalón.

"Gracias por estar siempre" quiso responder el mayor, pero esas frases cursis siempre se atascan en su garganta y morían antes de abrir la boca. 

Rara vez logra decir una.

Lo intenta, pero termina por decir un sencillo: —que duermas bien.






***
Gracias por apoyar está historia uwu y perdón la demora ;n;
Muchos cariños y tengan una bonita semana 💕

Autopromoción x'D
La otra semana para el 14-f (me gusta la fecha, hay ofertas de chocolate y las personas escriben y suben material de muchas ships uwu) estaré subiendo a un nuevo hijo omegaverse diverso y atípico que tendrá tres ships principales YoonKook, TaeJin y NamMin uwu. Quedan invitadas/os.

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