CAPÍTULO 35
MATT
Las sospechas acerca de Eduardo, la mano derecha de Ruby, iban incrementándose con el paso del tiempo ya que no daba rastro alguno. Su desaparición y la llamada que no pudo ser rastreada por los agentes contratados por Korovin que se desplegaban por toda la mansión añadía más leña al fuego en cuanto al gran misterio que nos rodeaba.
Edward y yo habíamos encargado comida italiana para llevar a un local no muy lejos de su casa para llegar cuanto antes. Necesitábamos hablar con Ruby y mi hermano para poder ponernos de acuerdo del siguiente paso y para que ella supiera que aquella reliquia que había adquirido era falsa.
Por seguro aquel carácter endemoniado de ella saldría como un poderoso torrente incontrolable que nos dejaría a todos aún más tensos de lo que ya de por sí estábamos. Eso dejaba varias dudas además de las que ya rondaban por nuestra mente, ¿El espejo que se expondría en el museo de Ákseli era real o una burda copia? ¿Tendría en mente estafar a aquella familia adinerada que deseaba comprarla?
Aquel tipo era peligroso y sus negocios eran tan oscuros que nadie sabía hasta donde alcanzaba su poder o sus contactos. Apenas se sabía nada de su origen o de su familia; era un ente adinerado, extravagante y con nula humanidad.
-Debes de llamar a tu hermano para avisarle de nuestra pronta llegada.
- ¿Y por qué he de avisarle?-Le pregunté. Él sonrió ligeramente antes de contestarme.
-Porque esos dos deben de estar haciendo cualquier cosa menos poniendo la mesa como les encargué. No quiero verlos desnudos en cuanto ponga un pie dentro de casa.
Aquella afirmación me hizo abrir la boca de par en par. A ese viejo parecía no escapársele nada a pesar de que a veces se hacía el tonto. Pero esa era su tapadera; una ignorancia falsa era efectiva ant cualquier situación, incluyendo una de peligro. Sabía jugar bien sus cartas y eso me daba la explicación de por qué Ákseli no lo había matado.
Pero había muchas cosas a su alrededor que se nos escapaban a cualquiera de nosotros. Eduard era un hombre que tenía cientos de contactos de cualquier parte del mundo, un entrenamiento físico espectacular y unos conocimientos demasiado amplios.
No pude evitar hacerle una pregunta un poco más personal:
- ¿Realmente te llamas Eduard Korovin?
Aquella pregunta le hizo frenar de golpe, golpeándome contra el cristal de mi asiento. Quizás fui un tanto brusco pero la pregunta apareció tan de repente en mi mente que se sentí la necesidad de soltarla. Tras un silencio en el que él no me dirigió la vista, él me preguntó con severidad:
- ¿A qué viene esa pregunta, chico?
Me encogí de hombros completamente impactado de su reacción. Finalmente le respondí como buenamente pude:
-Eres alguien demasiado misterioso con muchas habilidades y contactos en cualquier parte del globo. Me suena un tanto extraño todo ello y más porque nunca das explicaciones de nada, ¿Qué quieres que pensemos cuando apareces con todos esos hombres de traje y corbata con amplia experiencia en el mundo del hackeo? ¿Y cómo mierda conoces a gente del servicio secreto?
Él parecía un tanto acorralado y demasiado nervioso para lo que estaba acostumbrado. Lentamente, él dirigió mi vista mostrándome culpabilidad, ¿por qué?
Justo cuando iba a formular la pregunta, él levantó la mano para callarme y me dijo:
-Necesito que llames a tu hermano y le digas que en diez minutos estaremos allí. Dile que nos esperen en la biblioteca. Tenemos mucho de qué hablar.
Cuando quise indagar más acerca de esa respuesta, él me dijo que esperase de forma paciente. Quizás había una gran revelación que deseaba hacernos a todos, algo tan grande que probablemente nos cambiaría la vida y la percepción que teníamos de él. Solo esperaba que no fuera demasiado malo o tenebroso.
Cuando me respondió mi hermano, supe que no estaba precisamente poniendo la mesa.
DARYL
Ambos acabamos en una sala coronada con el nombre "el cielo de papel", lo que se podría traducir como una biblioteca. Aquel bueno de Korovin era demasiado rimbombante cuya alma exquisita adoraba llamar a las cosas más simples de formas más elegantes.
La estancia era increíble, con una enorme chimenea que no me molesté en encender debido a que el calor de nuestros cuerpos nos mantendría en unas temperaturas perfectas donde no necesitaríamos calefacción alguna.
Ambos estábamos desprovistos de ropa alguna. Por fin podía verla como realmente era cuyas marcas contaban historias que por el momento estaba seguro que no me contaría. Quizás con el paso del tiempo si conseguía ser lo suficientemente paciente y ella me dejaba estar a su lado por aquel entonces, pudiera saber todos sus secretos y aventuras apasionantes.
No tuvimos la paciencia de llegar a uno de los sofás de la sala, sino que nos tiramos al suelo rodando enlazados. La suavidad de su piel junto con el calor que emanaba su parte más privada, me hacía desear aún más explorar aquella mujer salvaje e indómita. Era apasionante cada gemido que salía de su boca, cada palabra entonada por su garganta temblorosa y cada siseo cuando mi boca rozaba su pezón. Era éxtasis con mayúsculas el descubrir un nuevo mundo, el mundo que más ansiaba rozar con mis dedos y con cualquier parte de mi cuerpo.
-Daryl...estoy empapando el suelo...
-Me encanta eso nena, me vuelve loco ver cómo te deshaces ante mi toque, ante la maestría de mi piel domando a la tuya. Sigue dejándote caer en mis manos.
Mi boca atrapó la suya tomando aquellos sonidos placenteros, aplacándolos mientras que mis manos recorrían aquel templo maravilloso cuyas reliquias esperaban a ser descubiertas. La obligué a abrir las piernas aún más para poder ver aquel interior que vi una vez pero que no pude tocar.
Aquella noche que la ví masturbándose quedó grabado en mi retina. Fue cuando mi cuerpo no soportaba estar lejos de ella y decidí dejarme seducir ante la tentación.
Mientras la besaba con devoción, mis dedos se abrían paso entre su carne humeante provocando temblores en su tierno cuerpo. Hacía tanto que no disfrutaba de algo así, de una belleza salvaje que me enseñase lo arrogante que era y que me castigara por ello.
Ella no se quedaba atrás en cuanto a juegos de seducción, tomando mi miembro entre sus manos en un instante en el que el deleite me hizo despistar. Ahora ella me hizo doblegarme ante su poder, ante su imponente belleza que había hechizado y endulzado el corazón.
-Ahora yo soy la que manda. Al suelo ahora mismo-Me dijo obligándome a colocarme boca arriba mientras que ella obraba su magia. Sus ojos celestes eran más brillantes cuya pupila dilataba no mentía en cuanto al placer que se expandía en su cuerpo. No deseaba que acabara aquel juego nunca, pero ambos sabíamos que nuestro tiempo era limitado.
-Saboréame como desees, soy tu esclavo Ruby. Tú mandas en mí, siempre lo has hecho, querida jefa.
Ella rió sardónicamente mostrando una sonrisa de diabla, de amante perversa, de bruja cuyo maleficio se extendía como la pólvora sobre mí. Ella adoraba mandar y yo no podía quejarme ante tal oportunidad que muchos matarían por estar en mi lugar.
Su boca se puso bajo mi ombligo, deslizando su lengua por esa zona tan sensible. Solté una maldición ante esa tortura que amenazaba con nublarme el raciocinio y soltarme el protocolo lanzándome sobre ella. Ruby levantó la vista y me dijo:
-Tú mismo dijiste; soy tu jefa y harás lo que yo ordene.
Y que dulce fueron esas órdenes.
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