CAPÍTULO 18
RUBY
No quedaba mucho para adentrarme en la boca del lobo ahora que Akseli sabía de qué yo tenía intenciones de pisar uno de sus museos. Iba a fusionarme con la multitud usando un disfraz lo más semejante a la apariencia del tipo que iba a comprar el espejo para así poder largarme con él.
Korovin ya movió sus hilos y se hizo con un maletín de dinero falso. Él conocía a una artista y artesana que podía copiar casi cualquier cosa que sus clientes le pidiesen sin dar ningún tipo de explicaciones. De esa forma, en cuanto Akseli recibiera el dinero, tenía unos instantes de tiempo hasta que él supiera que era dinero falso.
El plan era que, al saber que Akseli contrataría a algún tipo de programador que me siguiera las huellas para saber el vuelo que tomaba para así saber cuando llegaba a Londres, así como el lugar donde me hospedaría, iba a usar esa baza para crear confusión. En cuanto tuviera los datos del comprador, me haría una identidad falsa haciéndome pasar por él y, con mi propia identidad, contrataría un vuelo y una habitación de hotel, pero en otro lugar para que así creyese que tenía otro objetivo.
Eduardo me prometió que iba a buscar todo rastro de aquel comprador extraño que parecía tener demasiado dinero y mucho tiempo libre para gastarlo en algo así. Quizás era por la leyenda que rodeaba al espejo, el cual se decía que la dama que se miraba en él murió trágicamente mientras se miraba en aquel espejo mientras se arreglaba para ir a su boda. Cuando eso pasó, el espíritu de ella se supone que quedó encerrado y, como buena voluntad a aquel que descubre el espejo, le cumple un deseo, cualquiera que se quiera.
No creía en esas cosas, aunque admitía que la historia me apasionaba, pero si era un millonario harto de las cosas banales, no me extrañaba que intentara buscar sensaciones diferentes con las que llenar su vacío.
Mientras tanto decidí descansar mis emociones mientras recibía la visita que esperaba. Ahora tendría a los dos hermanos Ortega bajo mi mismo techo y si uno ya era insoportable, con los dos iba a ser un calvario. Era necesario que mi mente se mantuviera en un estado zen al menos lo máximo posible.
Admitía que tenerlos a ambos de mi lado era bastante bueno, cuánto más aliados de verdad tuviera, las misiones podrían llevarse a cabo de la mejor forma sin ser vistos. Además, mi mansión estaba completamente automatizada con sistemas de seguridad además de dispositivos que se encargaban de ocultar todas y cada una de las reliquias gracias a un intrincado sistema que hacía que se quedaran ocultas tras una pared. Aquel sistema era único, lo hicieron expresamente para mí por lo que nadie sabía la existencia de él. Eso me daba una ventaja si alguien sospechaba de mí y venía a revisar mi casa: ya había tenido ocasiones en las que había sido denunciada por la policía, pero nunca habían encontrado evidencias de que yo era la causante de los robos, por lo que no estaba fichada ni levantaba sospechas. Tan solo era una arqueóloga joven que disfrutaba de su gran mansión y de los recuerdos de sus viajes según la imagen que había dado a la gente de fuera.
Mientras que estaba acostada con los ojos cerrados, un leve sonido en la puerta me hizo suspirar. El rostro de Daryl apareció por la puerta y automáticamente me puse la máscara de la indiferencia y de la paciencia para lidiar con él. No iba a darle pistas sobre ninguna de mis debilidades; por el simple hecho de llevar mucho tiempo sin estar con un hombre no hacía que no fuera selectiva con aquellos que me metía en la cama. No me iba con cualquiera, de hecho, Edgar fue el primer novio que tuve. Entre lo tímida que era y lo enfrascada que estaba entre mis estudios y mis libros, mi vida social era prácticamente nula. La única amiga que tuve, si podía considerarse así, era Cinthia, la mujer de mi hermano.Aunque si lo pensaba bien, no me molestaba demasiado la soledad o el tener pocos amigos; me bastaba y me sobraba conmigo y unos pocos aliados que tenía a mi lado.
Mis preocupaciones eran demasiado grandes para pensar en otras cosas, como por ejemplo el saber que alguien de mi entorno estaba filtrando información a Akseli. Si eso seguía así, averiguaría sobre el sistema de seguridad de mi casa y podría entrar para robarme todas las antigüedades que había conseguido arrebatarle durante todos estos años. Necesitaba ayuda extra y el hombre que me ayudaría estaba delante de mí, al menos me serviría para mantenerlo ocupado y que fuera útil.
Cuando se sentó al borde de la cama, le impedí hablar.
-Necesito algo que hagas por mí y quiero que seas muy discreto. Antes de nada, borra esa estúpida sonrisa de la cara.
Él se encogió de hombros con expresión inocente, pero a mí no me engañaba; Daryl era el maestro de los dobles sentidos y la verdad no estaba para demasiadas tonterías.
-Puede contar conmigo y mi discreción, jefa.
Suspiré hondo y le conté acerca de la conversación que escuché entre Edward y Akseli. Un taco lleno de molestia salió de Daryl, al menos parecía estar dispuesto a ayudarme. Por primera vez en mucho tiempo, pude ver el lado serio y profesional de él dejándome completamente asombrada.
-Y dime, ¿Tienes sospechas de quién podría ser? ¿Quizás tienes a algún guardaespaldas nuevo?
Comencé a pensar, pero todos mis hombres por el momento eran de confianza así que no sabía de quién sospechar. Daryl asintió completamente centrado pensando en quién tendría necesidad de despreciar mi protección por traicionarme. Tenía demasiados contactos y podría hundir la vida de cualquiera en cuestión de unas pocas horas, así que la duda me carcomía.
Sorpresivamente, Daryl puso su mano sobre la mía y prometió ponerse a trabajar para averiguar más sobre mis hombres de confianza. Me sorprendió demasiado aquella seriedad no pudiendo evitar pincharle un poco:
-Me sorprende tu actitud profesional, espero ver esa faceta más a menudo.
De nuevo, la sonrisa de él apareció en su rostro, contestándome algo típico de él antes de marcarse.
-Primero los negocios y luego el placer jefa, ese es mi lema.
Me llevé las manos a la cabeza completamente agotada. Daryl anulaba mis fuerzas por completo, absorbía una parte de mí haciéndome sentir mareada. Era una sensación extraña que al principio me molestaba pero que, con el paso del tiempo, me fui acostumbrando. Había lidiado con todo tipo de hombres, pero éste desde luego se llevaba la palma en cuanto a rebeldía.
Cerré los ojos de nuevo intentando dormir un poco mientras que Daryl hacía su trabajo. La herida no me dolía gracias a las medicinas que llevaba en mi sistema, por tanto, era un buen momento para descansar el cuerpo y la mente.
Pero de nuevo, el destino se empeñaba en mantenerme despierta. El timbre de la puerta principal sonó y supe en seguida que el segundo hermano Ortega había llegado. Solamente esperaba que no me arrepintiera de tenerlos a ambos de mi lado.
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