CAPÍTULO 10
RUBY
Hasta que no me terminé el último trozo de carne, Daryl se me quedó pegado durante no sé cuánto tiempo hasta que por fin verifico que había cenado correctamente. En otras circunstancias, lo hubiera mandado a la mierda, pero no tenía energías para abrir si quiera la boca.
Mis palpitaciones habían disminuido, pero aún sentía que mi pulso andaba un tanto ligero. No quería tener otra recaída por lo que lo mejor era terminar de cenar y marcharme a mi habitación.
Pero antes, debía de enseñarle su nuevo cuarto a Daryl. Con cierta dificultad, me levanté de la silla y le dije que me acompañara. Él me siguió sin pensárselo dos veces.
Subimos a las escaleras que conducían al piso superior y me sorprendió que Daryl estuviera tan callado sin decir ninguna estupidez; casi no podía reconocerlo. Cuando me detuve delante de la puerta, lo miré antes de abrir y su sonrisa bribona apareció de repente.
-Veo que admiras mi belleza.
-No, simplemente me parecía extraño que pasaras tanto tiempo sin decir ninguna idiotez. El estar callado no es precisamente lo tuyo-Le dije mientras entraba a su nuevo dormitorio.
Él me siguió y un silbido de admiración salió de su boca insolente. No escatimaba en buenos muebles, siempre me había gustado vivir bien y eso se reflejaba en cada cuarto de mi casa. Daryl precisamente no vivía en una casa pequeña y vivía rodeado de lujos, pero en mi caso, me rodeaba de historia.
No me gustaban las casas ultramodernas sin alma, parecían más bien hoteles. Esas paredes blancas tan semejantes a los hospitales no me gustaban en lo absoluto. El blanco no era precisamente el color predominante de mi hogar sino más bien los tonos marrones y sepia. Adoraba los trabajos artesanales en madera y tenía mucha decoración de inspiración mexicana por todos los lugares. Muchos de mis manteles y alfombras los había conseguido en Perú en puestos de artesanía donde las mujeres eran realmente talentosas.
En cada uno de mis viajes, me traía algo que representase el país además de la susodicha reliquia. Tenía devoción por los países asiáticos y sudamericanos mucho más que por los países europeos.
Carraspeé ligeramente sin mirar a Daryl y le dije antes de irme:
-Bueno, esta será a partir de ahora tu habitación. Tienes ropa en los armarios y cajones, pero si necesitas algo más no dudes en comunicármelo, te lo has ganado.
Justo antes de irme, Daryl me detuvo. Al girar para mirarle, parecía bastante serio:
-Me gustaría que alguna vez confiases en mí y me contarás la razón de por qué haces todo esto. No eres mala persona Ruby, no te pringues las manos como mi padre.
Lo miré durante unos instantes dudando en si contestarle o no, pero era mejor dejarlo estar. Antes de cerrar la puerta le deseé buenas noches y me encerré en la mía propia. Por fin tenía mi teléfono entre las manos y podía hablar con Edward, el cual me había mandado varios mensajes durante la cena. Necesitaba saber si estaba pasando algo o si simplemente quería saber que tal me encontraba, ¿Sería posible que mi hermano le dijese algo?
Cuando revisé el teléfono, comencé a leer el mensaje mientras que me sentaba en la cama:
Ruby, sé que has estado mal, que has sufrido otro ataque como antaño, pero no puedes permanecer así por mucho más tiempo. Debes de aceptar que él no está y dejar de una vez de medicarte; sabes bien que los tranquilizantes no son buenos para la salud.
No quiero que sigas con esta venganza, de verdad que no merece la pena. Entiendo que te cuesta pasar página, pero ya han pasado muchos años y la venganza no es la solución. Sé que de todos modos seguirás con esto y te irás a Londres, por esa razón te echaré un cable porque no quiero tu muerte en mi conciencia, pero por favor, prométeme que te cuidarás y que comenzarás a vivir una vida normal. Tienes mucho talento Ruby, podías estar dando conferencias o dando clase a futuros arqueólogos o traductores de lenguas muertas, piénsalo bien. Te espero mañana por la mañana temprano en mi casa para ultimar detalles.
Edward
No me sorprendía que Jake le hubiera ido con el cuento a Edward, a fin de cuentas, ambos se conocían y se llevaban muy bien además de que tenían una gran preocupación por mi estado emocional. Desde el incidente, me había atiborrado de tranquilizantes y recurría a las pastillas para dormir y así no despertarme por culpa de las pesadillas. Por esa razón, me costaba mucho levantarme cada vez que lograba dormir.
Sabía que Ed tenía razón, pero no tenía nada que perder y mucho que ganar; aquel cabrón se había librado de la cárcel, pero iba a arrebatarle aquello que más deseaba; el dinero que conseguía por cada reliquia que podía adquirir para su jodido museo. El dinero no le había privado de la libertad ero yo haría justicia.
Me descalcé y fui al baño para lavarme la cara y echarme mis cremas varias. Mi rostro reflejaba mi estado enfermo y las pastillas que ingería parecían arrebatarme lentamente mi juventud. Pero no podía hacer nada, no podía dejarlas a mi pesar.
https://youtu.be/6IrJzEQLKHE
Me toqué las mejillas que ahora eran demasiado pálidas. Apenas mis hoyuelos eran visibles porque apenas sonreía. Habían sido años muy duros y aún me quedaban muchos por vivir y sentir en mis carnes.
Tras asearme rápidamente, me coloqué mi pijama para dormir, llevándome un libro a mi mesita de noche. No debía de trasnochar demasiado, pero necesitaba un rato para despejar la mente.
Era el último libro que él había leído y por desgracia no lo había terminado, se quedó a unas 23 páginas de acabarlo. Él siempre me decía que le ayudaba mucho a dormir tranquilo por las noches, no porque fuera aburrido sino porque le provocaba emociones pacíficas.
Yo lo leía con lentitud disfrutando de su perfume que seguía impregnando las páginas. Iba deteniéndome cada poco rato para abrazarlo mientras ponía mi nariz sobre el cuero del libro. Era como estar más cerca de él.
Era uno de mis grandes consuelos cuando mis nervios amenazaban con hacerme daño. Releía una y otra vez aquellas páginas, temiendo romperlas con el continuo uso que le daba a ése manuscrito. No solamente conservaba eso sino toda su ropa en el mismo armario donde estaba. No había movido ni uno solo de sus calcetines de su lugar, ni las corbatas que nunca se ponía porque no les gustaba y a pesar de ello siempre le regalaban una en navidad.
Aquellos pensamientos me hacían reír entre lágrimas, el peso era grande pero su ausencia lo era aún más. Y el fingir delante de Daryl estaba siendo una tarea realmente difícil.
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