xv. Latidos delatores
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—Todo esta bien.
Stiles Stilinski trataba de explicarles al par de adolescentes por milésima vez que su mejor amigo se encontraba a salvo y que increíblemente nada malo había pasado en la ciudad durante las últimas horas. Sin embargo, el tratar de razonar con ellos era imposible, pues desprendían nerviosismo y no oían ni la mitad de lo que les decía. Eran como un par de niños pequeños haciendo las típicas preguntas estresantes que ningún padre desea responder.
—¿Que tan bien es bien? —interrogó Marianne con el ceño fruncido. Estaba urgida por hablar con el alfa verdadero y plantearle la situación de su hermano mayor, pero justo este no aparecía por ningún lado.
El muchacho de lunares soltó un sonoro suspiro.
—Recibí un mensaje suyo en la mañana, dijo que llegaría tarde. —Les volvió a señalar, tratando de no perder su poca paciencia con ellos.
—¿Que tan tarde es tarde? —Esta vez Liam preguntó, y fue en ese momento que el castaño maldijo más que nunca a su mejor amigo por dejarlo de niñero del par sin mayor preparación que un mensaje de texto.
Boniadi no dejaba de caminar en círculos por los vestidores, tratando de pensar en que haría para averiguar más rápidamente que pasaba con Luc. Preguntarle directamente a él era algo que le aterraba y probablemente no funcionaria del todo porque ya antes no había sido sincero, así que el joven McCall había sido la primera persona que llego a su mente, pero sin rastro alguno de él, no sabía que más hacer. Tenía que encontrar alguna forma de averiguar más a fondo.
—Es contra Defenvord, y yo tenía algo muy importante que hablar con él. No debería llegar tarde —reclamó.
—¿Quién no debería llegar tarde? —preguntó el entrenador repentinamente luego de estar oyendo extractos de su conversación.
—Scott y Kira —respondió Marianne cruzando de brazos con una clara molestia en el rostro. Tanto Liam como Stiles la miraron mal por haberlo soltado tan fácilmente, y encima con un tono gruñón.
—Puede que lleguen un poco tarde. —Trató de justificar el último nombrado, restándole importancia a la indiscreción para no empeorar la situación.
Finstock los miró con los ojos entrecerrados y posteriormente habló:
—Un poco tarde sigue siendo tarde —clarificó mientras que Anne se posicionaba a su lado y asentía en repetidas ocasiones para demostrar que estaba de acuerdo con cada palabra que salía de la boca del hombre—. ¿Que están haciendo?
El trío de jóvenes compartió una mirada.
—Algo que hará que lleguen un poco tarde. —Stilinski se apresuró en contestar antes de que lo hiciera Marianne, pues ya había descubierto que no tenía mucho filtro al momento de decir las cosas. Lo que menos quería era dejar a todos los del equipo traumados por su falta de discreción.
—Scott y Kira, ¿qué podrían estar haciendo que sea más importante que jugar este partido? —pronunció el hombre con duda en su voz, sin comprender aún de que hablaban y la razón de la complicidad de sus miradas.
—Oh, no quiere saber, entrenador —aseguró Mar con una sonrisa malévola, provocando así que el hombre frunciera el ceño y se fuera con rapidez a inspeccionar que el resto del equipo si estuviera completo.
—¿Y que querías decirle a Scott? —Le preguntó repentinamente Stiles con curiosidad mientras se apresuraban en salir al campo y sentarse en la banca a esperar que todo iniciará.
—No te voy a decir —respondió la pelinegra alzando los hombros y observando como Liam se había quedado atrás para hablar con Mason. El castaño la miró ofendido—. Por algo le quiero decir a Scott precisamente. Tu no eres él.
El chico entrecerró los ojos y se quedó callado por un instante. Fue entonces que en su mente aparecieron todas las cosas que había estado investigando para ayudar al par de jóvenes luego de que McCall le explicará el gran embrollo en el que estaban metidos.
—Ah, entonces no pienso decirte lo que descubrí sobre tu maldición —soltó con un tono desinteresado.
E instantáneamente se había vuelto a ganar toda la atención de Marianne.
—¿Qué? dímelo, dímelo, dímelo.
—Es que no soy Scott —respondió el muchacho Stilinski alzando los hombros del mismo modo del que ella lo había hecho anteriormente.
—¡Stiles, por favor! —exclamó casi rogándole.
Entre tantos problemas, la maldición era la mayor piedra en su zapato, sobretodo ahora que tenía una beca en otra ciudad a su disposición. Si hallaban la forma de solucionarlo, finalmente podría huir del temible terreno de Beacon Hills y ser todo lo que siempre había añorado ser.
—Bien, solo porque estás gritando mucho —aceptó luego de varios segundos de Anne rogándole y provocando que la mayoría de los presentes los observaran extrañados, incluido su padre y su novia—. Estuve investigando, y la forma de quitarte la maldición es que cumplas lo que dice.
Marianne pestañeó varias veces, tratando de procesar si lo que le había dicho era tan inservible como parecía.
—Grité por nada —respondió con decepción.
—Lo que digo es que tus últimas palabras fueron en contra de Liam, con mala intención. Entonces, la maldición fue como un castigo que quería enseñarte —explicó dando mil vueltas para tratar de clarificar su punto. Anne lo miraba con el ceño fruncido, sin entender ni la mitad de lo que había dicho—. Así que la solución sería que hagas lo contrario.
—¿Cómo? no entiendo a que te refieres.
—Ese día en el museo, mentiste porque le dijiste algo que realmente no sentías. Así que la solución sería decir lo que sientes y que la diosa egipcia esa se apiade de ti —finalizó el castaño, con las palabras más simple que pudo encontrar para que lograra entenderlo—. Entonces deberías decirle a Liam que estás enamorada de él y ya.
Marianne se tensó completamente, eso fue algo notorio.
—Si es que esa es la verdad, claro —agregó Stiles con cierta incomodidad al notar sus dudas.
La muchacha se quedo callada por un instante y aprovecho el descuido del entrenador, que se encontraba hablando con el beta, para ir hasta el otro lado del gigantesco recinto. Tenía la intención de hablar con los del equipo contrario, y eso sería algo que obviamente Bobby Finstock le cuestionaría si es que llegaba a verlo.
—¡Marianne! —Una voz conocida provoca que se congelara en su lugar y la nostalgia la golpeara. Allí estaba Lori, la hermana menor de su ex novio, observándola con una sonrisa—. ¿No ibas a saludarme?
El corazón de la pelinegra se estrujó y la culpa la invadió por haber descuidado la buena relación que solían tener. Últimamente su círculo social se había cerrado a Liam. Solo el chico y la maldición eran lo viviente en su mente.
—Claro que si. —Le sonrió y se acercó a darle un abrazo, sintiendo como la sola acción fue como una vuelta al pasado—. Necesitaba a alguien con conocimiento en cosas lobunas...ya sabes —susurro esperando que nadie más las escuchará.
La rubia la observó con algo de diversión, sabía exactamente sobre que hablaba, pero igualmente le causaba gracia que se esforzará tanto en silenciar la verdad.
—Se de que hablas. Los ojos de tu hermano son azules por arrebatar la vida de un inocente, pero, hay muchas formas y... —comenzó a dar mil vueltas en su mente para tratar de suavizar las cosas. Finalmente pertenecía a la misma manada que Lucienne, eran como familia, pero a la vez, adoraba a Marianne con la misma intensidad. No le agradaba la idea de verlos peleados—. Las cosas no siempre son lo que parecen. Y Luc es de los buenos, nos ha protegido incluso cuando no debía.
—Es extraño, pero siento que incluso tu lo conoces más que yo —confesó Anne entré suspiros, con un tono triste que no era propio de ella.
—No es cierto, solo tienen que hablar y arreglar su relación. No lo digo como alguien de su manada, lo digo como alguien que tiene un hermano mayor parecido. —Le explicó con total sinceridad, provocando que ambas se voltearan a observar a sus hermanos, que al parecer hablaban sobre el juego. Unas gotas de nostalgia aparecieron en la mirada de la pelinegra—. Brett es idiota algunas veces, pero todavía te quiere...y yo te extraño.
La aludida pestañeó varias veces, tratando de comprender en que momento todo había cambiado tanto. Aún recordaba la última vez que había actuado en una obra escolar como la protagonista, la forma en que al finalizar estaba la chica junto a su hermano esperándola con un ramo de flores y una invitación a comer. Aquel era uno de sus recuerdos favoritos, pues esa vez, todos los miembros de su familia estaban ocupados con sus propios problemas y justo cuando pensaba que nadie iría a verla, apareció aquel par.
—También yo...pero es una larga historia, mi niña —soltó entre suspiros, dándole un par de caricias en el cabello y notando como el hermano mayor de esta caminaba hacia ellas.
—Creo que tienen mucho que hablar. —Les dijo Lori con una sonrisa complice adornándole el rostro—. Sin hacer tonterías.
Marianne se quedo callada por un instante, sumida en la incomodidad. La mente le jugo una mala pasada y su mirada fue a caer en el beta que estaba al otro lado del gigantesco recinto. En ese momento, se preguntó que estaría pensando este al mirarla tan fijamente, si es que acaso también tenía esa necesidad de seguirla con la mirada siempre.
—Mar, sabes que puedo escuchar tu corazón, ¿cierto? —Le habló repentinamente Brett con un tono que la puso enormemente nerviosa y la obligó a volver a posar su mirada sobre él—. Y la forma en la que esta latiendo ahora que me miras no es nada comparado a cuando lo estabas mirando a él.
La muchacha no dijo nada, solo se puso la mano en el corazón de forma inconsciente para derrocar la teoría.
—Te gusta de verdad, ¿no? —preguntó con un tono de afirmación más que de interrogación.
—Tal vez si, tal vez no...quién sabe —balbuceó ella, tratando de evitar el tema a toda costa.
Últimamente no era necesario seguir fingiendo una relación con Liam delante del resto porque las cosas habían cambiado, y ya ni siquiera le interesaba poner celoso a su exnovio, pero, ¿y si aún así Anne quería seguir interpretando ese papel? ¿si le había gustado demasiado hacer de su novia?
—Te conozco. —Brett se tuvo que posicionar delante de ella y prácticamente incitarla con una mirada comprensiva a decirle la verdad. Ya sabía sobre el modo en el que salía corriendo cada que los sentimientos se interponían en su camino al éxito—. No lo dejes ir si te hace feliz.
Anne estaba verdaderamente atónita debido al notorio cambio de actitud. Lo que menos se esperaba a esas alturas era que precisamente fuera su exnovio quién le dijera esas cosas, que inclusive él notará el radical cambio de sus sentimientos por Dunbar.
—Como te deje ir a ti —soltó sin siquiera pensarlo, solo era algo que tenía atorado en la garganta desde hace semanas. El licántropo se tensó—. Lo siento.
—Esta bien, Mar. —Le resto importancia, a sabiendas de que la conversación que estaban teniendo era una despedida definitiva a lo que solían ser—. Mientras seas feliz, lo seré yo...es lo único que importa.
Ambos se miraron fijamente durante unos segundos. Casi como si estuvieran tratando de memorizar el momento y guardarlo en sus mentes por siempre. Esa tarde, finalmente se había cerrado el círculo de intensidad en el que habían entrado al enamorarse, de la forma más pura y honesta que se podía. Fue entonces que Marianne Boniadi llego a una nueva conclusión: Brett Talbot era su primer amor, amigo y confidente, era las ilusiones que alguna vez la hicieron sentir viva y definitivamente, quien le había enseñado a estar lista para amar sin condiciones.
Porque si bien siempre existiría un lugar exclusivo en su corazón para él, la verdad era que el resto ya le pertenecía a otra persona.
El beta tenía mucho más peso sobre los hombros del que podía cargar. Apenas había logrado soportar estar jugando en el partido contra su vieja escuela sin su alfa a su lado y la presión de saber que cualquier mínimo error terminaría por lastimar a Marianne, quién por cierto, parecía estar muy ocupada conviviendo con los del equipo contrario como para siquiera dirigirle la palabra. Quizás era debido a la cercanía de la noche de luna llena, pero todo le estaba afectando mucho más de lo que debería.
Liam cerró los ojos durante varios minutos, siendo consumido por la soledad en aquel frío vestidor vacío. Se volvía a cuestionar la razón por la que todos lo habían dejado de lado aquella tarde y se lastimó a si mismo con malos pensamientos. Estaba siendo un masoquista de la peor calaña, pero ni siquiera eso le importaba. Solo sentía que había fracasado en todos los aspectos posibles durante el último tiempo.
Y aunque lo último que deseaba en esos momentos era hablar con alguien como Brett, fue justamente él la única persona que se asomó en el lugar preguntándole si es que se encontraba en buen estado luego de una clara lucha de emociones. Era extraño, pero incluso había estado ayudándole durante todo el partido, como si el odio que le había demostrado hace tan solo un par de semanas se hubiera desaparecido de forma mágica y se hubiera reemplazado por compasión.
—¿Por qué me ayudaste? —interrogó con desconfianza el chico Dunbar. Últimamente no tenía mucha esperanza en los demás.
Talbot demoró un par de segundos en responder y se posicionó justo frente a la banca en la que se encontraba sentado para hablar con total honestidad.
—Por Scott, nos salvó a todos...y por Marianne —admitió, pero al ver la confusión en el rostro del rubio frente a él, agregó—. Tienes suerte de tener a un alfa verdadero y a la mejor chica que conozco. No los desperdicies.
Liam tuvo que pestañear varias veces para tratar de entender si es que acaso no estaba alucinando, porque el mismo chico que lo odiaba, ahora le daba consejos que tenían bastante sentido y no parecía haber mala intención en ellos.
Y así, tan velozmente como había llegado el hombre lobo, se marchó, dejándolo con mil dudas en la mente.
—¿Y por qué ninguno está aquí? —murmuró para si mismo el rubio una vez que volvió a encontrarse solo y todos los hechos lo golpearon.
No obstante, en contra de todo pronóstico, Anne apareció.
—¿Te encuentras bien? —preguntó al acercarse.
Solo fue en ese momento que unió los puntos en su mente y lo supo. Porque ella podía sentir absolutamente todo sus dolores, pero igualmente estaba ahí mirándolo con preocupación y tratando de asegurar su bienestar. Eran esas cosas pequeñas las que se unieron para hacerlo darse cuenta.
Marianne lo quería, de verdad lo hacía.
© STAIRSCARS
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