xii. Oh, bendita seas fogata

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Secretos.

Aquellas cuestiones ocultas, escondidas y separadas del conocimiento de la mayoría. Cosas capaces de alternar la realidad en caso de ser divulgadas. A lo largo de la vida de Liam Dunbar, al igual que en la de cualquier persona común, estuvieron presentes varias veces. Siempre habían mentiras, desde cosas tan simples como la existencia de Santa Claus cuando eras niño hasta los detalles que debías ocultarles a tus padres para aminorar castigos cuando entrabas en la complicada etapa adolescente. Sin embargo, siempre existen algunas personas con las que te permitías ser más sincero que con otros, normalmente amigos cercanos o aveces la familia. En el caso del rubio, esa persona era Lucienne Boniadi.

Pero aveces hasta la persona en la que más confiabas te mentía en el rostro, incluso durante años. Esa era la peor clase de puñalada que podías recibir.

Y en el caso del beta, el dolor y la sorpresa desde la primera vez que había visto el nombre de su mejor amigo en la lista de muerte seguía intacto. En él no estaba el ir por la vida callando las cosas, no era capaz de ocultar sus sentimientos. Y Luc, que siempre había sido como el héroe que llegaba a salvarlo cada que estaba en problemas, le llevaba ocultando algo durante demasiado tiempo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Liam se atrevió a preguntarle una vez que el enfrentamiento finalmente había llegado y el papel de la discordia estaba sobre la mesa.

En el rostro del Boniadi mayor se notaba que no deseaba lidiar con ese tipo de preguntas en aquel momento, pero aún así tuvo que rebuscar en su mente la respuesta correcta.

—Podría preguntarte lo mismo —contestó con obviedad. Se notaba en su tono que aquella conversación era algo que ya llevaba tiempo esperando. Mientras que el chico Dunbar lucía atrapado en la conversación, sin saber que decir porque jamás se le había pasado por la mente que algún día eso ocurriría.

—¿Hace cuanto fue? ¿hace cuanto te mordieron? —Le preguntó entre balbuceos y un claro nerviosismo.

Luc suspiró sonoramente antes de contestar.

—Cuatro años.

—¡¿Llevas cuatro años ocultándolo?! —exclamó sin lograr evitar mostrar el desconcierto que le provocaba aquello. No entendía como había podido pasar tanto tiempo escondiéndolo siendo que él a duras penas había conseguido sobrevivir a su primera luna llena con la colaboración de una manada entera—. No entiendo como pudiste...

—Tuve bastante ayuda —finalizó con una mirada nostálgica. Lucienne sabía que le debía una explicación al chico, pero ni siquiera el sabía como justificar cuatro años de mentiras. Lo único que quería hace en ese momento era preparar el caminó y asegurarse de que no se divulgará más aún su secreto—. Se que Anne sabe sobre ti y Brett, pero no puede saber sobre mi.

La atención de Liam en las palabras del muchacho incremento al instante que su hermana fue nombrada.

—¿Sabías sobre Brett? —interrogó aún más atónito.

—Lo sé todo, Liam —pronunció provocando que los pelos se le pusieran de punta. La sola idea de que supiera sobre la maldición y la relación falsa que mantenía con Mar fue algo que lo asustó—. Se que fue McCall quién te mordió.

En ese momento los puntos se conectaron en la mente del beta, cada cosa extraña y misterio sobre lo que había ocurrido últimamente.

—El serbal...tú le diste a Marianne para que no pudieran convertirla —dijo en voz alta su conclusión y el moreno no hizo más que confirmarla con un asentimiento.

—Desde que supe que estaría en esa preparatoria tuve que comenzar a cuidarla. Ya no estaba yo, ni mucho menos Brett. —No se dirigió realmente al chico, fue más como la forma de justificar sus secretismos, sin siquiera imaginar como aquello le había caído a su amigo.

Liam sintió como la puñalada que el enterarse de un secreto tan grande se volvía aún más profunda. Por eso fue que se quedo en completo silencio, observando a la nada con la intención de buscar respuestas durante un par de segundos.

—Pero estaba yo. —Alzó la mirada luego de decir eso con la intención de ver la reacción de Luc. Algo dentro de él esperaba que se retractara de sus palabras, ya que no podía con el sentimiento de fracaso que era que ni siquiera su mejor amigo confiará en él de verdad. Incluso le habían dado a entender que sentía que el exnovio de Anne podía entregarle más seguridad.

Luc tragó saliva con culpabilidad al notar que había herido sus sentimientos de forma inconsciente.

—Y lo sé, confío plenamente en ti. —Le dijo con honestidad, acercándose para apoyar su mano sobre su hombro—. Pero también estabas entrando a un nuevo lugar. No podía cargarte con ese peso cuando todo estaba siendo tan difícil.

El par no podía recordar la última vez que se habían sometido en un silencio tan tenso. Siempre habían sido la clase de dúo compatible que jamás discutía ni tenía problemas de ningún tipo. Estaban acostumbrados a ser el lugar seguro del otro.

—Tienes que decirle a Marianne —soltó el rubio con un nudo en la garganta al pensar en la reacción que tendría la chica.

El moreno instantáneamente cambio su expresión.

—No, no puede enterarse ahora que los precios de la lista incrementaron —respondió de forma rotunda, teniendo el mismo miedo que su amigo. Ambos sabían que la reacción de la pelinegra sería de temer, más aún ahora—. Liam, soy lo único estable en la vida de Anne...si se entera que le he mentido durante tanto tiempo, va a odiarme —explicó con angustia.

En aquel ruego fue que el muchacho se encontró, que pensó en el daño que provocaría su intervención en este problema. Sabía que la relación de los hermanos se fragmentaría cuando la verdad saliera a la luz.

—Se lo que es que Marianne te odie —habló finalmente con cierta nostalgia en pensar en todos los años de discusiones y tensión vividos junto a la chica. Le aterraba la idea de ver rota la relación que ellos tenían, esa que era aquello que siempre quiso y nunca pudo tener por ser hijo único—. No voy a decirle, pero, va a enterarse en algún momento. Es mejor que lo sepa de ti.

—Gracias, de verdad gracias. Sabía que tú más que nadie podrías entenderme.

Liam iba a terminar saliendo afectado cuando todo saliera a luz, eso lo sabía. Probablemente la chica iba a enfadarse con ambos y reaccionar mal ante la falta de información. Quizás hasta llegaría a odiarlos.

Pero igualmente había una parte de su mente que se negaba a la idea de perderla a ella.







Todo el alcohol ingerido comenzaba a hacer efecto.

Pestañeó varias veces para asimilar que se encontraba en la fiesta de la fogata, mezclando tragos fuertes y siendo absorbida por la intensidad del ambiente. Su garganta ya comenzaba a arder y el mundo a verse un poco más borroso. Una risa tonta se le salía de forma inconsciente y en el fondo de su mente, estaba aliviada de su estado porque así no pensaría más en todos los problemas que tenía en ese momento. Entre la beca, la maldición y esa lista de muerte que en cualquier momento podría acabar con su vida gracias a su novio falso, no sabía que estaba peor.

Oh, y Liam, el maldito licántropo que seguía robándole suspiros sin razón aparente más que su sola existencia.

—No es que quiera controlarte, pero deberías bajar el consumo de esto. —Le habló el anteriormente nombrado, quitándole de las manos la botella de vodka y dejándola sobre la mesa en la que estaban sentados. Sabía que la pelinegra no era la clase de persona que bebía seguido, así que su resistencia al alcohol era bastante baja.

—Creo que no te lo digo lo suficientemente, pero, eres un terrible novio falso. —Marianne intento ignorar por completo su mareo repentino y los balbuceos del rubio para continuar moviendo su cabeza al ritmo de la música.

—Claro, gracias —respondió con extrañeza ante las tonterías que le decía. Definitivamente era todo causado por lo que había bebido y seguía bebiendo sin parecer tener un límite—. Lo decía de verdad, Marianne. Te hará mal seguir con esto. —Le quito de las manos otro vaso más.

Mason apareció en el lugar como si fuera el salvavidas perfecto para su sensación de ahogo. El beta apenas se atrevía a observar a Anne sin tener la mala sensación de que estaba traicionándola y mintiéndole en pleno rostro. Ella era la única persona con la que había podido ser totalmente honesto durante el último tiempo, y ahora ni eso tenía.

—Yo me encargó, Liam. —Le aseguró el chico con la intención de tranquilizarlo.

—Bien, porque voy a buscar más de estos. —Se levantó y se apresuró a llegar hasta la mesa en la que se encontraban los tragos para tratar de despejar su mente, aunque fuese realmente imposible debido a su rápida curación.

Mason suspiró de forma sonora, observando al par de forma intercalada con un claro estrés.

—Ustedes, parejita de ebrios, me van a volver loco. —Le quito de las manos otro vaso a la chica y se sentó a su lado con la intención de examinar que se encontrará completamente bien.

—¿Este tipo te esta molestando, Julianne? —Fue entonces que un chico desconocido se apareció junto a ellos y comenzó a dirigirse a la pelinegra. Mason podría jurar que lo había visto hablando con su amiga cuando recién habían llegado a la fiesta.

—Primero, su nombre no es Julianne, es Marianne. —Le aclaró con molestia, tratando de mantener en pie a la nombrada, que se había levantado y movía su cuerpo al ritmo de la hipnotizante música—. Y segundo, no la estoy molestando ni coqueteando con ella. Es mi mejor amiga.

—¿Soy tu mejor amiga? ¡Que lindo! —Se lanzó a abrazarlo de forma cariñosa, conmovida por el hecho de que era la primera vez que alguien que no fuera Sarah la consideraba realmente una amistad.

Y si era sincera, Marianne no supo cuánto tiempo había pasado apoyada en el hombro de Mason luego de que aquel desconocido dejará de insistir en pasar tiempo con ella. Lo único que sabía era que la realidad estaba dándole golpes directos en la cara.

—Mason. —Lo llamó con la voz temblorosa y uno que otro suspiró. El aludido la observo con curiosidad al ver como en su expresión parecía que había hecho el mayor descubrimiento de los últimos mil años—. Creo que me gusta Liam —confesó observando al nombrado, que se encontraba sentado a poca distancia, mezclando distintos tragos con desesperación.

Y esa fue la primera vez que el brillo de los ojos de Marianne apareció al mirar algo que no fuese su sueño.

—Ya lo sabía —respondió con obviedad y algo de ternura al ver la forma anhelante en la que la chica observaba a su amigo, a pesar de que este estuviera haciendo todo el esfuerzo posible para evitarla.

—Pero no le digas, no puede saberlo. —Se apresuró en advertirle con verdadero pánico en la voz.

—Creo que ya lo sabe —comentó entre risas.

Mar frunció el ceño, negada ante aquella posibilidad.

—¡Mentira! ¡mentiroso! —Se enderezo para exclamar y volver a sentir como su corazón pesaba—. Si lo supiera no me hablaría más...porque nunca podría gustarle y conociéndolo, me rechazaría amablemente por mi hermano.

—No digas más tonterías, Marianne —trató de calmarla.

—No son tonterías, es la verdad. —Lo interrumpió, no le importaba escuchar palabras dulces—. Nunca se podría interesar en mi de verdad porque soy un desastre...ni siquiera soy capaz de conseguir mis sueños porque he soñado demasiado alto. No soy nadie.

Mason estaba atónito, apenas se atrevió a preguntar:

—¿De verdad piensas eso? —No podía creer que alguien tan segura como ella realmente estuviera tan fragmentada por dentro.

La pelinegra simplemente asintió.

—No es cierto, Marianne. No conozco a nadie más capaz de cumplir sus sueños que tú. —Se levantó del asiento y la observó con decisión. Sin embargo, la chica ya se encontraba con un nuevo vaso con líquidos desconocidos entre sus manos, haciendo como si su honesta confesión jamás hubiera pasado—. Necesitas beber algo que no sea alcohol. Te traeré agua. Quédate aquí y ponte esto si te da frío —señaló la chaqueta de Liam y desapareció entre la gran multitud.

Marianne ni siquiera fue capaz de moverse del lugar, estaba confundida debido a toda la situación y como finalmente había dicho en voz alta el pensamiento que llevaba tanto tiempo acomplejándola y le robaba el sueño. Parecía tan imposible que por puro impulso agarró la prenda y la uso para cubrirse los hombros debido al frío que comenzaba a hacer. Fue entonces que un papel arrugado cayo al piso y llamó por completo su atención: era otra parte de la lista de muerte, solo que está vez había más de un nombre conocido.

Liam Dunbar 18.
Lucienne Boniadi 20.



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