x. Miradas espeluznantes

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Golpes aquí, golpes allá.

Marianne no podía ni pestañear sin sentir el dolor de los empujones y patadas que le daban a Liam a cada momento que el partido avanzaba. La tensión, la rabia, el resentimiento, la incapacidad de dejar en el pasado los errores cometidos eran algo que se sentía en el ambiente. Realmente, la situación era un completo desastre y las dispersas notas enumeradas que había tomado la chica durante este lo demostraban de la mejor forma:

1. El entrenador saco a Kira por no pasar la pelota.
2. Liam casi forma una pelea, hay que sacarlo ya mismo.
3. Stiles se la pasa hablando con los del otro equipo sin razón aparente.
4. Garret actúa raro y me mira mucho, también hay que sacarlo.
5. Scott es atractivo.
6. El partido es aburrido y estás notas no tienen sentido.

—¿Qué cosa escribes tanto? —La voz de la muchacha Yukimura la hizo pegar un salto del susto y casi terminar botando su libreta de anotaciones al sucio pasto del recinto. Anne simplemente suspiro y alzo los hombros para restarle importancia antes de que comenzara a disculparse en exceso—. Lo siento, no quería asustarte.

—Tranquila, esta bien. Se supone que tomo notas sobre el juego —respondió con cansancio, teniendo toda la intención de mostrarle los seis puntos que llevaba hasta ese momento, pero siendo velozmente interrumpida por un dolor terrible en su brazo derecho—. Ugh, duele mucho —balbuceo al ver como el hueso de su brazo se había salido porque Liam y Brett habían terminado tirados en el suelo luego de chocar de forma agresiva.

La paciencia no era exactamente un rasgo fuerte en la chica, ella simplemente quería gritar y llorar para liberar toda la tensión que el dolor le provocaba. Sin embargo, tenia completamente claro que de hacerlo, todos comenzarían a sospechar de la forma extraña en la que ya por segunda vez, las heridas de Dunbar eran idénticas a las suyas. Por pura suerte, no paso mucho hasta que su hueso mágicamente se arreglo y gracias a la super curación sobrenatural no tuvo que seguir hundida en aquel tormento. No obstante, ni siquiera eso y los constantes llamados de Kira diciéndole que se calmara lograron evitar que se acercara con rapidez hasta el centro del campo, donde se encontraban todos reunidos socorriendo al par de accidentados.

—¡¿Estás loco?! —La pelinegra exclamó al llegar hasta el lado de Liam, quién al igual que todos los presentes, ya había notado en su rostro lo enfadada que se encontraba. Tenía el ceño fruncido y una mirada que parecía lanzar fuego—. ¡Eso me dolió bastante!

El rubio escuchaba sus reclamos con atención y seguía con la mirada cada uno de sus movimientos como si estuviera hipnotizado por ellos. Marianne mantenía las manos sobre su cintura, dando vueltas en el lugar para observar de forma  poco disimulada que tan mal se encontraba Brett mientras se lo llevaban hasta los camarines. Si bien el chico había sido un total idiota durante su más reciente conversación, el aprecio que ella sentía por él y todo los buenos momentos que pasaron se mantenían completamente intactos.

—No fui yo, él me ataco. —Se justificó con un extremo desconcierto, comprendiendo al instante que gran parte del enojo de Mar provenía realmente del hecho de que su exnovio había terminado aún mas herido que él. Era obvio en el pánico de su mirada que toda su preocupación seguía concentrada en Talbot, tal y como cuando aun estaban juntos. Y eso de algún modo removía las ordenadas piezas de su interior.

—No me importa quién lo empezará. No voy a seguir aguantando dolor por tu venganza personal —habló bajando su tono de voz para que el resto no pudiera oírla y no pensaran que estaba demente. Nunca había sido especialista en mantener apariencias delante de los demás, mas bien, solía ser demasiado transparente. Así que cuando a Anne le pasaba algo, era imposible no darse cuenta—. No todos tenemos esa súper curación tuya. Tu supervivencia ante cualquier herida es mucho mayor a la mía...creo que se te olvida o simplemente no te importa.

Aquellas palabras le habían caído como un balde agua fría en medio de una noche de invierno. Él jamás lo había visto de aquel modo porque nunca se le paso por la mente la idea de dañar a Marianne, incluso si era de forma inconsciente. Quizás no se habían llevado bien jamás, pero eso no significaba que no se preocupara por su bienestar y que de algún modo le deseara el mal. Liam siempre había estado cuidándola desde la lejanía, escondido bajo la excusa de que Luc era quien se lo había pedido para no ser el iluso que se preocupaba de una muchacha que lo detestaba.

Fue por lo anterior que no dudo en caminar hasta el entrenador y explicarle las razones por las que seguir jugando no era algo beneficioso. Por suerte, Finstock lo comprendió y menciono de forma casual que la chica Boniadi había tenido razón, fue entonces que el rubio comprendió su error y comenzó a buscarla con la mirada. Sin embargo, no había rastro alguno de ella en todo el lugar. Marianne se había esfumado.

—Oye, ¿estás bien? —La intervención de Lucienne fue como un salvavidas en medio del tormento que significa en ese momento no conseguir encontrar a la pelinegra. El moreno lo observaba con preocupación—. Vi que Anne estaba alterada.

—Algo...sí, estaba un poco alterada —balbuceó rascándose la cabeza con una clara expresión de confusión—. Y ahora no sé dónde está, quería hablar con ella —añadió cabizbajo.

Luc ladeó la cabeza levemente y lo observó compasivo.

—Ya la conoces. Debe estar calmándose y probablemente hablando sola frente al espejo. —Quiso bajarle el perfil a la situación y entregarle algo de tranquilidad a su amigo, que apenas pudo sonreír con nostalgia al pensar en todas las veces que estando en la casa Boniadi pilló a la muchacha hablando sola frente a un espejo. Era esa clase de manía que desde que eran niños tenía. Aquel pequeña sonrisa no paso desapercibida por Lucienne—. Solo esta preocupada por ti.

Claro que estaba preocupada, pero de su propia supervivencia, pensó Liam entre suspiros.

Desde el otro lado del reciento estaba justamente la nombrada, tratando de encontrar el lugar en el que se encontraba su exnovio para ver como estaba y quizás hasta darle un sermón por toda la agresividad demostrada durante los primeros minutos del juego. Estaba tan enfadada como preocupada por su bienestar, y era una sensación terrible. Marianne sabía que una parte de su corazón seguía queriéndolo con la misma intensidad del comienzo, cometiera los errores que cometiera, pasara el tiempo que pasará. Y esa era justo la gran consecuencia de haber amado de la que nadie te advertía: que una parte de tu alma siempre estaría conectada a la del ser que alguna vez lo significo todo.

El ambiente de los pasillos cercanos a los vestidores se encontraba frío, capaz de provocar escalofríos y miedo en cualquiera. La chica Boniadi trataba de acelerar el paso para que su mente no le jugara una mala pasada debido a la soledad en la que se encontraba sometida. Fue entonces que sonidos de gruñidos comenzaron a escucharse, haciéndola sentir como si estuviera en una película de horror.

—¿Hay alguien aquí? —Marianne se detestó cuando escuchó su propia voz resonar en el gran pasillo con un tono desesperado que era impropio de ella.

La luz de los camarines de chicos la atrajo como si fuera una polilla. A medida que se acercaba los quejidos se hacían cada vez más cercanos, y por su instinto de supervivencia se atrevió a cruzar la puerta con lentitud, sin siquiera imaginarse que aquello era real: allí estaba Scott con un rojo brillante en sus ojos, tapando con su cuerpo lo que parecía ser un bulto tras los casilleros.

—No, no, Marianne. Será mejor que... —trató de evitar que siguiera caminando y se encontrará de frente con la sorpresa, pero ella hizo caso omiso a sus palabras dejándose guiar completamente por su curiosidad.

Entonces sus ojos finalmente lo encontraron, allí estaba Brett inconsciente y transformado en un licántropo.

—No puede ser...

Y tal como era de esperarse, Marianne se volvió a desmayar debido a la impresión.







Esta despertando.

Stiles Stilinski estaba a su lado izquierdo, mientras que un trío de desconocidos estaba en el derecho. Los cuatro la observaban como si fuera un animal en exposición en un zoológico.

Marianne ponía todas sus fuerzas en observar al único rostro conocido de la habitación y casi se sentía incapaz de dejar de hacerlo. Tenía la sensación de que su cabeza estaba a punto de explotar, y todos los recuerdos vagos de lo vivido durante el día le volvían de forma lenta a la mente. La confusión termino apoderándose por completo de su sistema cuando imágenes disparatadas llegaron.

—Tienes un serio problema con los desmayos. —Le dijo con cierto dramatismo en la voz el joven Stilinski, entregándole un vaso de agua y una pastilla para que se la tomara. La pelinegra lo miró instantáneamente con desconfianza—. Es solo una aspirina. Tienes que dejar de pensar que quiero matarte.

Anne suspiró e ingirió la pastilla con la esperanza de que esta aliviara su insoportable dolor y le echó un ojo al lugar en el que se encontraban, que rápidamente reconoció como la clínica veterinaria de la que ya le habían hablado.

—Creo que me golpee la cabeza porque tuve un sueño rarísimo... —No alcanzó a terminar la frase cuando su mirada cayó en el muchacho tirado en el piso, notando en un instante que todo lo ocurrido había sido pura realidad. Brett si era un hombre lobo—. No fue un sueño.

Escuchó a uno de los hombres suspirar.

—Así que esta es la niña que juega con amuletos malditos y con el beta de Scott...interesante —habló con un tono difícil de descifrar. La miraba de forma tan intensa que no pudo evitar que los pelos se le pusieran de punta y el terror la invadiera—. Soy Peter Hale, por cierto.

Apenas escuchó aquel nombre sus recuerdos sobre las historias que Scott le había contado sobre lo vivido por la manada le llegaron a la mente. Aquel era el hombre que lo había mordido hace un par de años, y por el parecido en sus expresiones, supo instantáneamente que el de su lado era su sobrino, Derek Hale. Ambos tenían la misma vibra de misterio, como si supieran mucho más de lo que realmente decían.

—Soy Marianne, pero creo que eso ya lo saben —habló con seguridad, sin mostrar lo intimidada que realmente se sentía en aquellos momentos.

Y como si la situación no hubiera podido ponerse aún más espeluznante, de pronto el chico Talbot había despertado y lanzado a todos lejos con la clara confusión en la mirada. Fue solamente cuando caminó hasta Marianne con intenciones desconocidas que Peter aprovecho el momento y le dió un golpe que lo devolvió al piso, dejando a la vista sus brillantes ojos azulados.

Azul por haber asesinado a alguien inocente.

—No creo que este respirando —balbuceó Stiles con nerviosismo, sin conseguir sacar a Boniadi del trance en el que misteriosamente se veía atascada.

—El sol, la luna, la verdad... —Fueron los susurros del licántropo en el suelo los únicos capaces de hacer reaccionar a la pelinegra.

Marianne frunció el ceño al reconocer aquellas palabras.

—Hay tres cosas que no pueden ocultarse —clarificó el veterinario compartiendo miradas cómplices con el par Hale. Estaban pensando lo mismo, eso era obvio—. El sol, la luna y la verdad. Filosofía budista.

La chica no pudo evitar entrecerrar los ojos y comenzar a indagar en cada rincón de su mente. ¿De donde conocía ella eso? ¿por qué le resultaba tan familiar?

Fue entonces que Peter pronunció:

—Satomi.

Marianne tragó saliva.

—¿Conocen a Satomi? —interrogó con un poco de desesperación en su voz.

La mirada de Peter se oscureció.

—La pregunta aquí es si la conoces tú. —Su timbre sonó severo, como si estuviera acusándola de algo.

Era extraña, francamente, terrorífica la forma en la que aquel hombre lobo actuaba. Nadie en la habitación comprendía porque le hablaba a la chica como si la conociera desde hace años. Era común sentirse extraño debido al secretismo que cargaba alguien como Peter Hale, pero esta vez, había algo diferente.

—Disculpe, ¿es usted Deaton? —Se acercó a hablarle al veterinario cuando lograron alejarse del esto, aún estando insegura por todo lo ocurrido anteriormente. El hombre asintió y la observó con curiosidad—. Scott menciono que podría ayudarme.

—Puedo intentarlo. —Una chispa de esperanza se atravesó en la mirada de la pelinegra al oír aquella respuesta—. Pero necesitare que me cuentes todo lo más detallado que puedas.

Marianne no dudo en aceptar y volver mentalmente a aquel día en el museo. Sin saltarse ni el más mínimo detalle, le contó todo al hombre con la esperanza de encontrar una solución. Lo que más anhelaba era encontrar la forma de liberarse de aquella maldición y volver a la normalidad de su vida adolescente monótona.

—¿Y recuerdas como era el jarrón? —La chica frunció el ceño al oír la pregunta y luego negó—. Es extraño porque no he oído jamás algo sobre maldiciones asociadas a jarrones. Por casualidad, ¿viste si este tenia dentro algún otro objeto?

—No lo se, tuvimos que salir corriendo apenas se quebró.

El druida rebuscaba con desesperación en su conocimiento las respuestas que la joven tanto necesitaba.

—Se decía que Cleopatra era la encarnación de Isis...y si no me equivoco, en el libro de los muertos se habla sobre el Tyet, un amuleto de protección.

—¿Protección? —preguntó sin comprender como aquello se conectaba con su problemática.

—Representa resurrección y la vida eterna, porque lo usaban como parte del rito funerario. —Deaton comenzó a recapitular y juntar los puntos en su mente—. ¿Qué fue exactamente lo que dijiste antes de que se activara?

—Dije que prefería morir que estar cerca de Liam. —Le contestó la chica con algo de vergüenza al recordar la inmadurez que demostró aquel día.

—Palabras fuertes ante una diosa fuerte —puntualizó el hombre, tratando de encontrar las palabras perfectas para explicarle a la adolescente las conclusiones que había sacado—. Marianne, la maldición los conecto de una forma inimaginable, fue como dibujar el símbolo sobre sus corazones y unirlos tanto físicamente como mentalmente. Si pasas mucho tiempo estando lejos de Liam...me temo que podrías morir.



© STAIRSCARS

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