vii. Entre celos y odio

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El resentimiento era un fantasma presente.

Marianne no era una persona capaz de olvidar, era por eso que seguía teniendo sentimientos desagradables en cuanto de Liam se trataba. Por mucho que ahora tuvieran que mantener cierta cordialidad debido al secreto que compartían, la tensión entre ambos jamás se esfumaba. Era como estar viviendo en un campo de guerra, donde tarde o temprano caerían balas y explotarían bombas que destruirían todo rastro de vida.

—Oye si no deseas ir a la cena no tienes que inventarte todo esto. Es mucho más simple decir que no y ya. —Con un tono cansado, la chica Boniadi le dijo al muchacho luego de escuchar una historia totalmente disparatada sobre la mordida que había aparecido en su brazo anoche y como supuestamente la había provocado Scott McCall, el chico mayor que habían conocido ayer—. Entiendo que mi papá te intimide.

Lo último dicho por la muchacha era algo completamente verídico, ya que Vincent Boniadi era un hombre de presencia fuerte. Desde que se había divorciado de la madre del par de hermanos que no estaba jamás en la ciudad, pero cada que lo estaba se notaba la diferencia. Pues al igual que Lucienne, era un intenso defensor de la pelinegra y la protegía como el tesoro que era ante sus ojos.

—No lo estoy inventando, Marianne —insistió con una cantidad impresionante de estrés. Había estado sintiéndose raro desde que despertó por la mañana y la herida en su brazo ya no estaba. Era como si todos sus sentidos estuviesen agudizados.

—¿No? —Anne preguntó de forma seria, esperando recibir una respuesta igual. Dunbar negó para seguir insistiendo en su historia y fue suficiente para ella—. Ugh, no entiendo como haces para meterte en más problemas aún.

—Chicos, sigo aquí. —Se detuvieron al oír la voz de Mason, el amigo que compartían y llevaba más de media hora escuchando su disparatada conversación en silencio. En su mente, de una forma cómica, ellos eran como una pareja casada hablando de sus problemas maritales y él como el hijo que trataba de soportarlos—. Por si se olvidaron.

—No nos olvidamos —excusó Boniadi ciertamente avergonzada por la gran discusión que llevaban teniendo.

Y justo antes de que alguno pudiera decir otra cosa, una chica cayó de las escaleras terminando literalmente a los pies del grupo. Mar se dedicó a mirar con el ceño fruncido como su falso novio ayudaba a la desconocida a levantarse del piso y revisaba si se encontraba bien de forma preocupada, tan atento que le removía el estómago. No estaba entendiendo nada sobre la situación, y lo que siguió simplemente lo hizo peor.

—¿Quieres ir a una fiesta en la noche? —ofreció la muchacha con una sonrisa incómoda adornándole el rostro.

Y fue como si justo esa invitación le hubiese recordado a Anne que frente al resto el chico era su novio.

—Claro que iremos. —Se apresuró en responder ella antes que él, acercándose lo suficiente para tomarlo de la mano y sonreír de forma exagerada. Definitivamente estaba marcando su territorio falso y había funcionado, porque la extraña había retrocedido aún más avergonzada—. Nos encantan las fiestas.

Liam frunció el ceño, pero no se alejó de ella ni le soltó la mano. Se encontraba demasiado extrañado por la repentina acción como para reaccionar.

—¿Y eso? —Se atrevió a preguntar una vez que la chica desconocida se había alejado y Marianne le había soltado la mano como si su toque le doliera. De forma tan veloz que casi parecía que nada había pasado.

—Estamos juntos, creo que se te olvidó. —Le recordó rodando los ojos y soltando un suspiró para demostrarle su molestia—. Así que a esa fiesta no vas a ir solo —finalizó tomando un par de libros de su casillero y desapareciendo entre la gran multitud de estudiantes que había en el pasillo.

El par de adolescentes compartió una mirada.

—No la entiendo...nunca voy a entenderla —confesó el muchacho al perderla de vista y quedarse a solas con su amigo—. Marianne es la persona más complicada del mundo.

Mason arrugó el ceño, estando notoriamente en desacuerdo con las palabras del chico.

—Yo si la entendí, y no pienso que realmente sea tan complicada. Más bien, creo que eres un ciego cuando se trata de ella —respondió aludiendo a la intensidad que se provocaba cuando el par estaba junto.

Liam le echó una mirada al muchacho, y este solo alzó los hombros antes de empezar a explicar su punto.

—Esta celosa, amigo —dedujo con rapidez, con un tono obvio y una que otra risa al notar el total desconcierto en el rostro del rubio—. Cualquiera se daría cuenta...bueno, menos tú —agregó con diversión.

¿Celosa? definitivamente Marianne era una actriz maravillosa.







Liam Dunbar pensaba sobre si mismo como alguien perceptivo, aunque aveces no notaba ciertos detalles, no era alguien que dejara las cosas pasar y viviera en un mundo fantasioso. También, tenía un doctorado en cuanto a la familia Boniadi se tratará, los conocía de toda la vida y se creía el más calificado para comprender los comportamientos de cada miembro de ella como todo un experto.

El chico nunca había sido especialmente cercano a la menor del linaje, ya que por razones desconocidas ella había comenzado a detestarlo durante el preescolar y una constante guerra en la que Luc siempre era intermediario había sido iniciada. Por todo lo anterior le era difícil descifrar las actitudes que la muchacha tenía, por más que hubieran crecido juntos, ella siempre había sido un misterio que nunca se atrevió a tratar de resolver.

Y ahora, con el peso de las palabras de Mason, la situación se había vuelto mucho más confusa.

—Y la casa en el lago es de Lydia. —Apenas lograba escuchar todo lo que decía Kira Yukimura, la chica que lo había invitado a aquella fiesta y ahora conducía hacía el lugar con Marianne de copiloto y la música a un volumen tan alto que le provocaba dolor—. Bueno, en realidad es de su abuela que murió y...

—¿Puedes bajar el volumen? —rogó el rubio con desesperación, ganándose una mirada preocupada de su novia falsa, que no dudo en apagar la radio y tratar de comprender que ocurría—. Gracias —murmuró duplicando su preocupación en cuestión de segundos.

Mar había notado como desde que había anochecido Dunbar había comenzado a comportarse de forma extraña, casi como si no fuera él mismo. Y algo dentro de ella le echaba toda la culpa a Scott y sus tendencias caninas de morder gente.

—¿Y ustedes hace cuanto salen? —Se atrevió a preguntar Kira con la intención de mantener una conversación y no hacer el viaje aún más incómodo de lo que había sido estando sentada junto a una callada Marianne—. Me gusta oír historias de amor.

—Llevábamos un mes en serio, pero nos conocemos desde los cuatro. —Aprovechó de responder la chica Boniadi con seguridad y una sonrisa, usando el momento para practicar su actuación de novia enamorada para la cena que pronto tendrían con su padre—. ¿Y tú sales con alguien? También me agradan las historias de amor ajenas —desvió el tema de forma inteligente y se apresuró en mirar a Liam por el espejo retrovisor con la idea de encontrarlo dedicándole una mirada orgullosa o mínimamente de confirmación sobre su buena actuación, pero no fue así. El rubio miraba fijamente la luna y mantenía su respiración agitada.

Mientras Yukimura balbuceaba sobre su rara relación amorosa con el chico que había robado su corazón, Anne aprovecho el momento para extender su brazo hasta el asiento trasero y tomarle la mano a Liam, quién pareció salir de su trance y tan solo le dedicó una mirada confusa, casi temerosa de todo lo que estaba ocurriendo. Esta última acción no fue algo que pasó desapercibido por Kira, quién acelero el paso hacía la casa con el nerviosismo a flor de piel.

El resto del camino fue un poco más silencioso y extrañamente corto, pues solo pasaron alrededor de cinco minutos hasta que llegaron a una gran casa que con un par de vehículos estacionados en sus afueras y todas las luces apagadas parecía ser todo lo contrarío a un lugar donde se llevaba a cabo una fiesta. No había que ser demasiado perceptivo para notar que algo estaba mal, que no todo era como parecía y eso incitó a Marianne a mantenerse agarrada del brazo del rubio y seguir a la chica que los había invitado hasta el interior del recinto.

—Maldición —murmuró la pelinegra cuando la puerta se cerro tras ellos y una mesa llena de cadenas se dejo ver junto a un grupo de cuatro chicos, entre ellos los conocidos Stiles y Scott. Esto fue suficiente para hacerla entender que todo había sido una farsa.

—Discúlpenme —dijo Kira de forma sincera, sin poder evitar sentirse culpable por haberlos engañado, aunque fuera por una buena causa.

Mar no pudo evitar mirarla mal.

—¿Que rayos es esto? —habló finalmente Liam con un claro desconcierto, poniéndose en frente de la pelinegra a modo de protección en caso de toda la locura a la que se enfrentaban terminara mal. Tenía un pésimo presentimiento.

—Nos van a matar, ¿no te parece obvio? —respondió Marianne con simpleza, a sabiendas de que se habían metido en un nuevo problema, y maldiciendo mentalmente mil veces el día que entro a ese museo y se unió de forma espeluznante al chico—. Para eso son las cadenas.

Stiles pestañeó varias veces ante la ridícula acusación.

—No los vamos a matar. Es una intervención. —Le informó a la chica con un tono ofendido para luego dirigirse a quién la acompañaba—. Tienes un problema, Liam.

—Y solo nosotros te podemos ayudar —agregó Scott con un tono dramático que casi hizo a Anne reír.

Una larga explicación sobre un supuesto mundo sobrenatural desatado en Beacon Hills comenzó, haciendo bastante énfasis en recalcar que Scott era un licántropo, Stiles un humano que fue muy malo, Lydia una Banshee, Malia un coyote y Kira un Kitsune. Lo que sea que fueran todas las locuras anteriores, no fueron suficientemente convincentes como para hacer a la Boniadi menor ser creyente.

—Están todos muy dementes. Yo me voy de aquí —habló Marianne de forma dramática, pasando con rapidez por el lado de Kira y tratando de abrir la puerta, que de forma lamentable estaba cerrada con llave—. ¡Déjenme salir, secuestradores! —exclamó con enojo.

—Nadie va a retenerte aquí, Marianne. Pero creemos que Liam necesitará de tu ayuda en esto. —Scott se acercó a ella con un tono dulce, intentado calmar sus nervios—. No lo dejes solo, por favor. Te necesita —añadió de una forma demasiado honesta, tanto que todos sus cercanos en la habitación pudieron adivinar que en el fondo hablaba de si mismo y la perdida de su primer amor, aquel chica que solía ser su cable a tierra.

Algo se removió dentro de la muchacha al escucharlo hablar de forma tan sentimental y por un par de segundos dudó si era lo correcto salir corriendo del lugar y dejar al rubio a su suerte, especialmente teniendo en cuenta todas las locuras que podían ser reales.

Repentinamente el chico Dunbar comenzó a gritar mientras se cubría los oídos como si un horrible sonido le estuviera molestando. Fue entonces que un montón de autos comenzaron a estacionarse frente a la propiedad, siendo estos consecuencia de como Mason había corrido la voz sobre la gigantesca fiesta que se llevaría a cabo esa noche y dificulto la situación el triple.

Por una fracción de segundo, Marianne desvío la vista de Liam y observó las luces cegadoras que se asomaban por las ventanas. Fue entonces que sucedió algo particular y el tortuoso sonido de lo que parecían ser garras en las manos del chico raspaban el piso de la sala.

—Tiene...tiene garras —balbuceó con dificultad Mar antes de caer desmayada en los brazos de Scott, quién de forma veloz la había atrapado antes de que se hiciera daño. Fue en ese momento que logró ver como un extraño y conocido líquido negro escurría de la nariz de la muchacha.

Fue en ese momento que la manada supo que algo más que un simple noviazgo unía al par de adolescentes.



© STAIRSCARS

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