ⅩⅤ: Lamentos desquiciantes
Los lamentos lo persigue en medio de su estado meditabundo, el estupor lo mantiene ausente y restringe su capacidad de respuesta a los estímulos a excepción de aquellos con una alta intensidad física como el dolor, de resto permanece en la cama de hospital totalmente inexpresivo a los objetos circundantes, mantiene sus ojos abiertos cuando debe hacerlo pero no emite respuestas de ningún tipo.
Permanece mudo y rígido, como un muñeco de porcelana que es cuidado día a día pero que carece de voluntad y movimiento propio. Su condición puede asemejarse al estado de coma, que se diferencia de la intermitencia en la consciencia que le permite estar presente y reaccionar levemente a acciones intensas.
JungKook no recuerda ni puede contar los días que vive enclaustrado en su cuerpo, hasta que el tiempo avanza y finalmente su psique surge del aturdimiento impuesto al que recurrió para recuperar la estabilidad emocional que no logró integrar la tragedia que ante sus ojos evidenciaba.
Una semana, siete días, fueron necesarios para que recuperara la conciencia plena.
‹‹Mi cielo, perdóname, pronto estaré contigo›› pronunció mentalmente el azabache mirando las nubes en el cielo desde el jardín del hospital, en el que se encuentra descansando sobre una de las sillas dispuestas en el lugar, durante las pocas horas que le dieron para salir de la habitación y aprovechar el buen clima que está haciendo.
Sobre la piel de su rostro inclinado hacia arriba, puede sentir la calidez abrazar su dermis en el momento en que los rayos de sol entran en contacto con la misma cuando las nubes dejan de ocultarlo.
Está allí sentado desde hace 30 minutos en la privacidad que le dan, al ser custodiado por su hermana y un enfermero que están ubicados más atrás, atentos a su comportamiento y a cada uno de sus movimientos.
―He progresado mucho, después de salir de la pequeña crisis que tuve, me enfoque en comer lo necesario y poner todo mi esfuerzo en la terapia física para ir pronto contigo ―murmuró tan bajo solo para ser oído por sí mismo, sin gesticular demasiado para pasar desapercibido por sus espectadores.
Quienes a pesar de sus esfuerzos y precauciones se dieron cuenta de que Kook estaba hablando en voz baja, sin embargo, no lo vieron como algo extraño, ya que, es normal hablar consigo mismo. Aunque atentos a la verdadera razón que más tarde conocerán.
Después del despertar de Kook, él continuó preguntando por TaeHyung, por su estado y como seguía, lo que les hizo comprender el cuadro patológico por el que está atravesando, por medio, de la negación y la supresión de recuerdos traumáticos su mente trata de protegerse y defender la integridad psíquica de JungKook. La psique comienza a blindarse para no ser gravemente afectada.
―La comida es buena, no lo suficiente, pero tampoco es como si pudiera pedir algo a la carta ―bromeó sonriendo con una dulce inocencia en sus labios, mirando con ilusión las formas de las nubes, pensando en el rostro de su pareja y la motivación que lo impulsó a recuperarse en la mayor prontitud posible.
Al comprender la sintomatología de JungKook, la junta médica tomó la decisión de no volver a confrontarlo sobre la muerte de TaeHyung, al sustentar que esta es la forma del azabache para integrar la pronta realidad que lo recibirá al salir del hospital y que gracias al objetivo trazado le está ayudando en su recuperación.
Debido a la excesiva reacción que el azabache imprime ante las cuestiones que refieren el verdadero estado de TaeHyung, saben que de intentarlo en este instante, sería una desventaja y un posible estado de estupor que quieren evitar, por lo que, mientras JungKook se mantenga estable y recuperándose de la forma en que lo hace, ya irán tomando las decisiones concernientes al tratamiento que por ahora se remite a su estabilidad física.
―Kookie ya debemos entrar para la sesión en la caminadora ―pronunció YeoBeen avisando a su hermano el cambio de rutina.
El azabache con alegría y confianza renovada, se puso de pie afirmando sus manos en sus muslos para impulsarse e ir al encuentro de su hermana a la que abrazó con añoranza y emoción.
―Un paso a la vez ―mencionó JungKook rodeando los hombros de la azabache con su brazo a la par que emprenden el camino hasta la sala de rehabilitación.
―Ya estás cerca de lograrlo ―añadió la mayor tratando de mantener la sonrisa tambaleante en su rostro, luchando por no decaer debido a la enajenación en la vive su hermano.
Después de dos semanas más, JungKook fue dado de alta con el júbilo reverberando en su mirada y la ilusión brillando en su sonrisa. Sus pasos confiados lo dirigieron hacia su hogar que lo recibió con la familiaridad que antes creyó no necesitar, como en el instante en que se lo recrimino a TaeHyung, que al llegar a casa después del tiempo que fue usurpado a estar en una cama de hospital, se sintió agradecido de tener una oportunidad más, de saber que tiene una amorosa familia que está allí para sostenerlo en cada caída y él se esforzara en corresponder de la misma manera.
El accidente le permitió reflexionar sobre la brevedad de la vida que puede desvanecerse en un instante, gracias a una mala decisión o un minúsculo error que desata una ola creciente que lo hunde, la existencia puede afectarse desde tantas vertientes que de ser contempladas nadie daría un paso fuera de casa, y peor aún es el pecado que se comete al dar por hecho la presencia de las personas en nuestra vida, creyendo que allí estarán y que van a soportar aquello que ni uno mismo tolera; el amor no debe ser incondicional cuando lastima más de lo que alivia las cargas.
Ahora lo comprende, allí sentado en el comedor en medio de un almuerzo silencioso en familia en el que las palabras no son necesarias para sentir el calor que los envuelve y los une.
―Podemos ir a ver el recital esta noche en el teatro donde te presentabas ¿Qué te parece Kook? ―preguntó su madre a un ausente hijo que come con felicidad el kimchi que tanto extraño porque le preparará.
―Sería genial para que veas si quieres continuar con el mismo instrumento ―concordó la azabache mirando a su hermano a la espera de una respuesta.
La cual fue precedida por el toque que le dio en su brazo para hacerlo reaccionar.
―A mí nadie me baja del piano ―respondió JungKook atento a lo que su familia decía aunque hubieran tenido que hacerlo reaccionar de su abstracción, escuchaba lo que comentaban esporádicamente.
En el momento en que mencionaron su academia y el escenario en el que tantas veces se presentó, lo permitió recordar la primera presentación en la que fue el acto principal y lo nervioso que estaba ese día, tanto que dudo en subirse a la enorme tarima que era observada detenidamente por los espectadores y antes de que se refugiara en el sala de descanso, TaeHyung lo motivó con su sonrisa y lo terminó convenciendo con los besos que deposito por todo su rostro, haciéndolo sonreír hasta que todos sus miedos se esfumaron y esa primera y exitosa presentación como las siguientes llevaron el nombre de su pareja en cada dedicatoria que entre sus dedos formaba una composición sobre las teclas del piano.
―¿Te animas a ir? ―cuestionó su hermana.
―En realidad, me gustaría quedarme y tratar de ensayar un poco para volver a retomar el ritmo que tenía antes del accidente ―explicó bebiendo de su vaso de agua, detallando la duda dibujada en el rostro de su familia. No entendiendo la reticencia de dejarlo solo en casa.
Se ha dado cuenta que entre sus padres y su hermana se relevan para cuidarlo y que nunca esté sin vigilancia como si fuera un pequeño niño que deben supervisar.
―Por favor, no hagan esto más difícil de lo que ya es ―JungKook decidió enfrentarlo con dureza―. Agradezco su cuidado, pero también deben confiar en que puedo quedarme en casa mientras ustedes salen y continúan con su vida, no solo deben aferrarse a mi como si me fuera a desvanecer.
Justo allí emerge el temor de su familia, debido a que su pequeña adoración sigue preguntando por TaeHyung y su estado, continúa elucubrando sobre la ausencia de los padres y el hermano del castaño, una y otra vez lo escuchan murmurar en voz baja mientras observa el cielo nocturno los relatos que él espera y le sean transmitidos a su pareja, como un diario de voz que graba para mostrarle en el momento que recobre la consciencia.
No saben que puede pasar si lo dejan solo, los aterra que una crisis pueda desatarse y ninguno esté presente para socorrerlo. Saben que no pueden retenerlo por más tiempo ni subyugar sus deseos bajo la imposición de lo que consideran apropiado que haga. Deben confiar y acompañarlo en la caída que la realidad se encargará de mostrarle.
―Está bien Kook, puedes hacerlo ―enunció el azabache mayor. Tranquilizando a su esposa al tomar su mano entre la propia y sonreírle a su hija, todos están de acuerdo que esta situación es la prueba a la que tanto se negaban.
Una ventana de tiempo que JungKook planificó durante los últimos días y que aprovechó apenas su hermana abandonó la casa, siendo la última en irse después de sus padres. Por lo que, espero alrededor de 40 minutos un poco paranoico de que alguno se haya quedado afuera para vigilar su salida.
Tiempo que le pareció razonable en el que se vistió con prendas sencillas y cómodas, revisó sus pertenencias, su nuevo celular y algo de dinero que tenía ahorrado fue suficiente para emprender el camino que lo llevará a develar los misterios que su familia está empeñada en silenciar.
―Pronto estaremos juntos, mi cielo ―pronunció el azabache mirando el cielo y con su mano derecha sobre su pecho, para sentir su promesa palpitando bajo el tacto que resonó con mayor urgencia al ver la fachada de la casa que puede considerar como un segundo hogar que lo vio crecer.
En esa casa de portón negro y piedra en uno de sus muros que armoniza con los colores de las flores que gozan de vitalidad en el antejardín, conoció diversas formas de amar y ser amado, allí descubrió el verdadero significado de vivir y todo unido a la persona que lo acompañó gran parte de sus veinte años.
Antes de osar tocar el timbre, la puerta de la casa fue abierta por el único ocupante que supone está en la casa, al no ver el auto de los padres de TaeHyung estacionado afuera.
Cuando lo vio, la emoción se desató en su cuerpo, impulsando sus terminaciones nerviosas que inervan sus músculos a moverse y abrazar el cuerpo del pelirrojo que se demoró unos instantes en corresponder la misma acción debido a la sorpresa de su presencia.
Cuando sintió los brazos de JiMin rodearlo con firmeza y las palmaditas comenzaron a ser depositadas en su espalda, finalmente pudo respirar en calma, su calidez deshizo las preocupaciones latentes que no le daban tregua ni para dormir. Sabía que todo estaría bien si tenía al pelirrojo a su lado. Como un incondicional hermano se convirtió para su existencia.
―Te he extrañado mucho JiMin ―expresó JungKook manteniendo el abrazo con su mayor, ambos en la misma posición reluciendo en sus rostros sonrisas contradictorias, la alegría y la melancolía, hicieron aparición para chocar cuando sus miradas se encontraron después de tanto tiempo.
Uno tan corto y efímero como la vida que ya no existe y que fue la razón de su unión.
―Kook, no sabes lo feliz que estoy de verte ―mencionó JiMin con lágrimas en sus ojos, sosteniendo el rostro de piel caliza con la nariz un poco enrojecida por el llanto silencioso que comparten.
Dos razones que los separan del motivo que uno de ellos busca por encontrar y el otro se enfoca en aceptar la realidad.
―¿Por qué no has ido a verme entonces? ―preguntó con voz gangosa por el llanto que fue retirado con delicadeza de su rostro por las manos impropias.
Cuanto había extrañado la familiar y contagiosa sonrisa del pelirrojo que hace que sus ojos se cierren hasta casi formar una adorable línea que se complementa con la melódica risa que de su boca brota y que siempre lo hace reír de vuelta. En verdad lo admira demasiado.
―Ven, vamos adentro ―invito JiMin deshaciendo el abrazo con su dongsaeng para ingresar a la casa en la que tantos momentos y experiencias compartieron junto a su hermano.
Dejó que el azabache se acomodara mientras iba a la cocina por algo de beber, aun sabiendo que las bebidas serán dejadas de lado al menos lo distraerá de la ansiedad antes de dar respuesta a las preguntas que ya sabe que JungKook hará.
Así no estén presentes, su familia y él se han encargado de preguntar diariamente por el estado de JungKook y mantener contacto constante con ellos sin involucrarse directamente con el azabache, no por resentimiento o desapego, sino porque saben lo que su presencia representa y más en la ausencia que deben admitir aunque su alma proteste y arda en lo profundo de su ser cada que repiten la fatídica noticia.
Se sienten responsables del bienestar de JungKook y su cuidado, de la misma forma en la que TaeHyung lo haría, y saben que de haber escuchado sus últimas palabras, la devoción hacia el azabache hubiera sido lo primordial para él, sin dejarlos de lado como familia, ellos son testigos y seguidores de la felicidad que ellos como pareja irradiaban.
Oh condenado y cruel destino que tortura la voluntad de JiMin al ser la primera persona de su familia que enfrente la verdad que lo espera con paciencia en el sillón de la sala.
―Se que debes pensar que nos alejamos de ti Kook ―insinuó el pelirrojo saliendo de la cocina hasta acercarse al de orbes obsidiana y entregarle el vaso de té verde frío con un poco de miel para endulzarlo―. Pero la realidad es que nosotros hemos estado en permanente comunicación con tu familia ―reveló tragando con fuerza el nudo que se alojó en su garganta y tuvo que recurrir al té que preparó sin creer que lo iba a tomar para sentir como el líquido deshace la amargura de su boca.
―Entonces ¿Por qué ni siquiera han llamado? ―cuestionó con su mirada fija en el vaso de cristal entre sus manos, sin acusar o reclamar con sus palabras sino dolido por ser dejado de lado. Aunque así lo siente y desconozca la verdad, lo único que ha tenido en estos días es el hermetismo de su segunda familia.
―¿Por qué mi familia no me permite saber cómo está TaeHyung? ¿Le pasó algo malo? Lo que sea no importa, yo puedo soportarlo y ayudarles ―formuló con apuro al ver como los orbes oscuros de JiMin comienzan a tornarse rojizos por el llanto contenido que perla su mirada de lágrimas amargas que se deslizan sin ser anunciadas.
―Kook, lo siento... ―sus ojos ardieron por el esfuerzo de no seguir llorando pero primó más la aflicción que derrumbó la inocente sonrisa que JungKook ha mantenido desde que lo conoció por primera vez a los sietes años, un pequeño azabache de ojos saltones que lo seguía a él y a su hermano a donde fueran, ahora debe dar lo mejor de sí mismo para la única persona que le queda, después de sus padres.
Sin embargo, el azabache se adelantó a cualquier explicación que fuera a darle.
―¿Lo trasladaron a otro hospital? ―indagó sucumbiendo al llanto causado por el sufrimiento silencioso de JiMin, lo que le advirtió que algo peor estaba sucediendo.
‹‹Cuánto desearía que así fuera, cuánto le rogué al cielo para que le diera otra oportunidad incluso a expensas de mi vida, estaba lista para intercambiar lugares›› pronunció mentalmente JiMin sin poder verbalizar lo que en realidad sucedió.
El pelirrojo por más que se esforzó en mantenerse imperturbable y concentrarse en el líquido del vaso que dejó sobre la mesa, mirando como la espuma que le añadió se va deshaciendo poco a poco; termina cayendo en la desesperación del llanto que aflora en un profundo suspiro y las lágrimas rompen la contienda al inundar su rostro que refugia entre sus manos, y en el instante en que su cuerpo es acunado por el cuerpo contrario que también es sacudido por la desazón de verlo tan frágil como nunca antes lo había contemplado.
JungKook no sabe qué más hacer que obedecer al instinto de refugiarlo entre sus brazos y tratar de retener los pedazos que se esparcen desde la entereza que siempre ha caracterizado a JiMin. Le duele en lo profundo verlo afectado y no tomar su dolor para sentirlo como propio. Ni sus palabras o cuestiones relucen por saber lo que sucede, está totalmente enfocado en transmitirle todo el amor que siente por medio de su tacto tranquilizador para el corazón roto y lacerado de su hyung.
Se mantienen unos 15 minutos en la misma posición hasta que las lágrimas del pelirrojo comienzan a disminuir, no porque siente que ha sido suficiente, sino que ya es el momento de afrontar lo que tanto teme, ahora debe estar para su pequeño, para JungKook.
―Haz la pregunta que tanto quieres Kookie ―manifestó JiMin agradeciendo el gesto del azabache al traer papel higiénico para que se limpiará la nariz y después lo ayudó a beber del té verde que le supo insípido y sin gusto alguno, pero aun así se lo tomó debido a la extrema preocupación remarcada en el rostro de su niño.
En verdad, desde el momento en que conoció al azabache, un vínculo incondicional comenzó a formarse, tanto así que se convirtió en un hermano más, uno sin su sangre, pero al que ama devotamente, de forma similar que a su ángel que emigró más allá de lo conoce y comprende, su luz de vida falleció y con él se llevó la alegría completa de su existencia.
Por ello, debe rescatarlo, debe protegerlo y salvar lo único que le queda de su hermano.
―No quiero presionarte ―reveló JungKook no estando muy seguro de que su pregunta ahora mismo fuera conveniente debido al estado del pelirrojo.
―Gracias a ti gane fuerza, así que puedes hacerlo, puedo verlo en esa mirada insistente que parece querer cavar un hoyo en mi frente ―bromeó ocasionando una trémula sonrisa que no llegó a ser sincera.
―Necesito que me digas... ―antes de seguir mordió levemente su labio inferior esperando que sus palabras fueran acertadas―. Sé que algo sucede y que mi familia me oculta.
―¿Qué es lo que sospechas? ―JiMin quiso reírse por lo irónico de la situación que se le hace tan conocida, debido a las experiencias pasadas que nunca pasaban desapercibidas para la sagacidad de JungKook, no había algo que no notará o que pasará desapercibido para el azabache.
Como en el presente en el que su frágil mente determina las incoherencias que lo rodean y lo que posiblemente signifiquen. El miedo se aferra en sus pulmones impidiendo que respire con la amplitud necesaria para oxigenar sus pensamientos y deshacer la incertidumbre que se dibuja en su presencia.
―¿Tae no solo está en coma, cierto? ―cuestionó sin ser claro y debió completar lo que dijo al ver el desconcierto en la mirada de JiMin.
Ojalá solo hubiera sido la confusión lo que por error malinterpreto.
―¿Por qué lo dices Kook? ―inquirió el pelirrojo comprendiendo que debe ir paso a paso sin revelarlo directamente, no aún.
―Porque mi familia evita hablar sobre él y por más que lo mencionaron mientras estaba en el hospital, no me han permitido ir a verlo, así que creo que algo más le sucedió y solo hasta ahora que logré hacerme un tiempo sin ellos vigilándome, pude venir hasta aquí ―explicó JungKook―. Y te pido que me digas la verdad, lo voy a soportar ―afirmó con convicción desde la ignorancia a la que cree ilusoriamente enfrentar.
Ojalá todo fuera tan sencillo y que el estado de TaeHyung fuera reversible, de ser así desde el inicio hubieran llevado a JungKook para que lo viera, y no idear la mentira que con la familia del azabache le presentaron. Nunca hubo otro hospital, porque no había una vida que salvar.
―Quisiera no ser yo quien lo diga, quisiera tener otra noticia para darte, pero la realidad es que quiero que escuches la verdad por mí ―confesó frunciendo sus labios―. Kook, nuestro TaeHyungie no está en ningún hospital, porque... ―su mirada vaciló y sus orbes volvieron a inundarse en el sufrimiento acuoso que comenzó una nueva marcha. Decirlo y que la persona receptora sea JungKook, le hace revivir el instante en el que todo se volvió una eterna penumbra en su vida, el día en que los llamaron desde el hospital a ambas familias que seguían reunidas y les informaron el trágico desenlace que acabó con la vida de su hermano.
Esa noche lluviosa se convirtió en una tormenta para todos cuando salieron con desesperación al hospital, sus caminos debieron separarse cuando fueron traslados a la morgue donde su cuerpo pálido e inerte yacía sobre una mesa metálica. Una imagen que sigue recordando cada cierto tiempo, cada día ve su cuadrada sonrisa en contraposición a la ingravidez de la última vez que lo vio.
Han pasado casi cuatro meses insufribles en los que resienten la pérdida de TaeHyung a la par que no pueden afrontar el duelo debido al estado de JungKook. Porque él se convirtió en un integrante más de su familia, y la forma de mantener viva la esencia de su hijo y lo que era importante para él, saben que gran parte se definía a través de la presencia del azabache.
En memoria de TaeHyung, buscan preservar y cuidar lo que él amaba y atesoraba. Su alma se desquicia cuando deben hablar del castaño de forma pasada, asumiendo que ya no está y que no volverá, aunque lo reconoce, aún no está dispuesto a admitirlo, no porque parte de su vida se fue con su muerte.
―¿Ya salió? ―exclamó incrédulo y dolido tanto que debió llevar su mano hasta su pecho donde la incomodidad comenzó a hacer aparición.
‹‹En dirección al cielo, tal vez›› JiMin se mofo con amargura dibujada en una mueca en su rostro, tan deprimente y oscuro.
―La noche del accidente, TaeHyung no sobrevivió, él murió, su cuerpo no aguanto la severidad de sus lesiones... ―artículo con dificultad las últimas palabras que fueron un balbuceo sin sentido porque ya había dicho lo suficiente para darse a entender.
Sin embargo, los párpados del azabache tiemblan y las lágrimas comienzan a formarse al mismo tiempo en que una desabrida mueca estira sus labios en la absoluta incredulidad de lo que escucho. Es absurdo, no puede aceptarlo y se niega a obedecer las palabras que no tienen razón de ser.
No entiende porque JiMin le está diciendo esto, como pueden hacerle creer que ha muerto, cuando sabe y ha comprobado que Tae está en coma.
Es la única salvación que le queda, creer en lo irreal.
―Por favor Kook, reacciona ―llamó JiMin por tercera vez sin recibir respuesta hasta que un sobresalto contrario por reflejo lo asustó. JungKook parecía fuera de sí, sin responder coordinadamente, solo su mirada sorprendida es todo lo que obtiene cuando lo ve ponerse de pie, rígido y automático, sin ritmo en su marcha se despide con un leve asentimiento de cabeza y vuelve sobre sus pasos en dirección a la entrada.
―Espera JungKook ―vociferó el pelirrojo extrañado por el comportamiento contrario. Anonadado por la reacción opuesta a lo que esperaba y sigue sin saber qué está pasando por la mente impropia.
―Necesito salir, si, eso... ―tartamudeo retrocediendo y evitando chocar con los objetos al ya reconocer todo incluso con los ojos vendados.
Debe salir de allí antes de que su adormecida conciencia procese la noticia que presiente ya le transmitieron en el pasado. Una frase similar cree haber escuchado con un desenlace catatónico para su organismo.
―Quédate conmigo y los afrontaremos juntos Kook ―exteriorizó JiMin creyendo que la desesperación contraria se debe a la necesidad de estar solo para dejar salir el dolor y la agonía que la sola noticia produce. Lo conoce lo suficientemente bien para saber que no le gusta que lo vean llorar ni mostrarse débil ante los demás, solo a TaeHyung le mostró cada una de sus caras ocultas, por lo que sabía y lo que ahora está pasando no es más que una evasiva de JungKook para confrontar la situación.
Aunque su error fue presuponer a partir de la fragmentada información que le dio un panorama incompleto. Desconociendo el verdadero caos que comienza a desatarse en la mente de JungKook.
―No puedo aceptar que me estás diciendo esto ―pronunció el de orbes ónix frente a la puerta sin la fuerza suficiente para abrirla y escapar del engaño que buscan que crea.
Él sabe que TaeHyung está con vida, él nunca lo hubiera abandonado.
―Déjame explicarte... ―fue interrumpido por el grito de JungKook pidiendo silencio.
―¡No lo digas! ―articuló halando la puerta para salir huyendo de la realidad que lo sofoca y comprime sus entrañas, robándole el oxígeno que parece escasear y que persigue cuando acelera su marcha.
―¡JungKook, vuelve! ―clamó el pelirrojo persiguiéndolo después de cerrar apresuradamente la puerta de su casa e ir tras él, ni loco lo iba a dejar solo y bajo la lluvia que comienza a caer.
No le importa terminar empapado y hundido en la lluvia, su objetivo vital se halla en plena huida a unos metros de distancia. Sus pasos no pierden el ritmo que el azabache mantiene con gran ahínco como si estuviera huyendo de su captor que en esta ocasión lo lleva a ser el perpetrador; se siente culpable por ser quien lo enfrente contra la verdad que incluso rechazó creer por parte de su propia familia y que en un intento desesperado de contención fue a buscarlo para ser salvado, pero en su lugar encontró la filosa arma de la mortalidad.
JungKook ignora los constantes llamados de su mayor que lo sigue unos pasos más atrás, respetando la distancia que quiere mantener a la vez que trata de reorganizar los recuerdos que brotan de la misma forma en que las gotas de lluvia se deslizan a través de las nubes para empañar su visión y trasladarlo a la noche funesta en la que fue condenado a la agonía y su vida sentenciada cuando su sentido y pasión fue reclamado por el ángel de la muerte que custodia cada vida terrenal.
―No, no, no, JungKook no creas lo que dicen ―se dice a sí mismo ahogado por el esfuerzo que mantiene, llevando su cuerpo al límite de la resistencia que ha recuperado desde que salió del hospital, siente como sus piernas hormiguean debido al frío que penetra con mayor fuerza a través de la tela mojada que se enfría en demasía debido a las ráfagas de viento que aparecen esporádicamente casi que helando todo su cuerpo, además la tensión que imprime a sus piernas hacen que sus músculos ardan por la presión constante.
Su pecho se expande con dolor y se contrae entre espasmos avisando la pronta falla en la coordinación de su cuerpo. Pero no puede importarle menos cuando la llovizna aumenta con fuerza y desata las memorias de un cercano pasado, cada gota que cae sobre su piel trae consigo una palabra tras otra que forman frases y oraciones con las que lastimó profundamente a su pareja, manteniendo el mismo pensamiento intransigente que dominó su razón hasta disgregar el motivo de toda la celebración que sus amigos idearon en torno a su cumpleaños.
Él solo quería enseñarle el lugar que encontró para materializar las aspiraciones que ambos iban a cumplir antes del cumpleaños del castaño, querían estar instalados en su nuevo hogar antes del próximo año, y la euforia fue tanta después de la odisea de buscar el lugar apropiado, halló un apartamento con dos habitaciones y un espacio en el que TaeHyung hubiera lucido como un ser atemporal y magistral, al estar ubicado en el último nivel del edificio, el techo sobre la sala está expuesto y cubierto por un ventanal de vidrio que se curva en un alto techo que permite ver el cielo y los límites no explorados.
Un lugar por el que peleó por conseguir y gracias a sus padres lo pudo hacer, y lo primero que hizo fue colocar el pequeño sitio de pintura que tanto ama su pareja cerca de la pared lateral en la sala que da al balcón, que también dispone el apartamento, esa esquina recibe la bendición colmada de luz y gracia que crea un aura mágica que de seguro hubiera sido una fuente inagotable de inspiración para TaeHyung.
―Yo acabe con él ―murmuró al sentir la sangre corriendo por su rostro aunque al retirarla con sus manos solo las vio inundadas por el agua de lluvia, allí no existe nada de lo que está viendo, alucinaciones pasadas se presentan como recuerdos tangibles de la noche que acabó con todas sus ilusiones.
Los truenos comienzan a retumbar, tronando a la par de su carrera y sus pasos erráticos se tambalean al ser mecido como las copas de los árboles que son sacudidas de lado a lado, amenazando con caer y dejar destrozos por doquier.
―¡Ya basta! ―bramo dirigiendo esta vez sus manos hacia sus oídos porque el ulular del viento le devuelve sus reclamos ciegos y siente cómo lo profundo de su ser es sacudido con agresividad, como una fuerza foránea busca penetrar en su piel, empujándolo con fiereza y enojo, desquitándose con él por lo que hizo y que lo atormenta incluso cuando su memoria está incompleta y vacía.
De la misma forma en que la divina gracia lo abandonó y lo arrojó a las llamas del fuego eterno, su cuerpo cede a la imposición del halo que logra suprimirlo y hacer que sus piernas se doblen sin oportunidad alguna de detenerlas, un dolor atraviesa sus nervios que lo impulsa a parar su caída con sus manos para aliviar el impacto del concreto que lo recibe con dureza y excesiva crueldad que lacera una vez más su frágil piel.
Cuando JiMin lo ve caer, siente como su corazón se paraliza y sus lágrimas solitarias son acompañadas por la lluvia que se lleva el rastro de la amargura de ver a su pequeño azabache tan rotó, solloza al ver como la espalda ajena se contrae producto de la infamia que comparten, sin acercarse lo acompaña en los lamentos e improperios que lanzan a la nada, los gritos se desatan cuando escalan vertiginosamente a través de sus gargantas pidiendo ser liberados en el instante en que sus corazones son apretujados por la única verdad que tanto quieren negar.
―Deberías estar aquí y yo donde sea que tú estés, mi pequeña estrella ―musitó JiMin cayendo sobre sus rodillas sin quitarle la mirada a su otra luz que agónica trata de sobrevivir. Se permite ese momento para deshacerse en la desdicha que cada mañana lo acompaña al despertar y lo sigue cuando va a dormir.
Le destroza aún más ver como JungKook está sufriendo tanto que debe negar la realidad para continuar sobreviviendo.
―¿En serio te fuiste sin mí, TaeHyungie? ―cuestionó JungKook mirando sus manos manchadas por las pequeñas gotas de sangre que rápidamente son limpiadas por la lluvia. No sabe si está lúcido o si los delirios se están apoderando de sus recuerdos, es irrelevante cuando la calcinante soledad se manifiesta y corroe su plena consciencia que decide lanzarse al precipicio de la locura.
Al final del abismo, TaeHyung lo espera y la dulzura reflejada en sus orbes ámbar lo hace seguirlo como Ícaro al sol, anhelando perecer en las lenguas flamantes que consiguen alcanzarlo.
Escritora:
Estos últimos capítulos son dolorosos de escribir por la carga emocional que tienen.
Y entramos en la cuenta regresiva de 3 capítulos para terminar 🌱
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