Ⅴ: Astromelia imperecedera
Jeon JungKook se sintió verdaderamente afortunado de volver a verla, de contemplar el rostro de quien durante toda su vida se encargó de sostener su mano y solo soltarla cuando la calidez de un abrazo era lo que su alma necesitaba.
Ella desde el momento en que sus pequeños ojos obsidianas la reconocieron como su hermana, Jeon YeoBeen, se empeñó en colmar su vida de sonrisas y travesuras, aun cuando los separaba una diferencia de seis años, ella personificó su rol como hermana mayor de la mejor forma en que una pequeña podía hacerlo al atender las palabras motivadoras de sus padres el día en que le presentaron el pequeño cuerpo de un bebé envuelto entre una suave manta que contenía el deseo que por tanto tiempo pidió.
Para ella tener un hermanito fue la realización de un pedido que le hizo a sus padres y que llegaría unos dos años después, un adorable y pequeño azabache tan similar a ella en rasgos así como el ónix de sus ojos, conocieron la mayor adoración que se podía sentir por otra persona, una a la cual amo desde el momento en que se enteró de su existencia y cuando sus brazos lo sostuvieron se juró a sí misma no permitir que nada llegara a lastimarlo o al menos que no enfrentara solo las adversidades que la vida tendría para su bonita estrella.
―Te he extrañado tanto, Kookie ―expresó la azabache mayor, sin querer deshacer el abrazo que mantenía con su hermano, a quien no veía desde hace un mes, cuando había tenía la oportunidad de verlo, dado que junto a sus padres se turnaban para ir a visitarlo, y por más que en ocasiones el deseo de pedirle a alguno de ellos que le ceda su oportunidad se abstenía de hacerlo, porque así como ella, sus padres lo anhelaban aún más.
Sin embargo, el vínculo que la unía a su hermano era único e irremplazable, como un cordón invisible que los sostenía desde el vientre en donde fueron fecundados y desarrollados, aunque en tiempos y circunstancias distintas, pero que a través del mismo se formaron y fueron dados a la vida para convertirse en hermanos, una sensación inexplicable comenzó a florecer en su interior cuando la primera sonrisa de una pequeña carita rosada y un poco gruñona le sonrió solo con sus encías a ella cuando escucho su voz darle la bienvenida al mundo, y en el toque de algodón de una pequeña mano hallo el sentido que ahora a sus veintiocho años entendía a la perfección.
Así tuviera que recorrer las intrincaciones y los laberintos del tártaro para rescatar el alma y la cordura de su pequeño hermano lo haría caminando sobre fuego. Pero todo trascendencia más allá de la voluntad que estaba dispuesta a entregarle a JungKook, cuando existían lagunas que continúan sumergiendo la consciencia de su hermano en tormentos que no debería seguir cargando, no cuando en un día que estaba destinado a estar colmado de dicha y alegría terminó en el más trágico desenlace que lo tenía prisionero en el presente.
―Gracias por haber venido ―exclamó JungKook aun siendo acunado en el reconfortante abrazo que mantenía con su hermana, tratando de absorber la calidez que tanto había extrañado.
―Sabes que si de mí dependiera, vendría cada vez que es día de visita, pero es una lástima que me toque compartirte con mamá y papá ―aunque no era del todo mentira, porque si pudiera iría en cada oportunidad a verlo.
―Si ellos te escucharan ―canturreo el azabache deshaciendo finalmente el abrazo y sosteniendo las delicadas manos de su hermana entre las suyas, reconociendo la suavidad de su piel y la familiaridad del toque que durante toda su vida percibió.
―Pero como ellos no están aquí y tú no les vas a decir nada puedo permitirme el quererte solo para mí, aunque sea solo por esta vez ―respondió YeoBeen, depositando un beso sobre la frente descubierta de su hermano, quien en los últimos meses le había crecido bastante el cabello y que ahora sujetaba en una adorable coleta―. Te ves hermoso con el cabello largo Kook ―halago sin poder evitarlo.
Ella siempre resaltaba cada logro o decisión que JungKook eligiera, y verlo lucir más cómodo y seguro de su imagen la llenaba de orgullo.
―Te amo ―respondió el azabache con una deslumbrante sonrisa entre sus labios y un marcado sonrojo en sus mejillas por el comentario de su hermana.
Quien volvió a sostenerlo en un apretado abrazo mientras caminaban con el menor guiando sus pasos, porque su cuerpo quedó oculto tras el más alto de su hermano, andando como pingüinos sin un rumbo definido o eso era lo que la azabache creía.
―¿A dónde vamos Kookie? ―cuestionó con su cabeza inclinada hacia un lado del cuerpo de su hermano tratando de ubicarse, aunque por su escaso sentido de la orientación y la mala memoria que poseía no recordaba muy bien por donde estaban avanzando.
―Noona, no es posible que entre todos los lugares que hay aquí olvides justo este ―reprendió JungKook en vano porque sabía lo prodigiosa que era su hermana para olvidar la ubicación de ciertos lugares o la gran mayoría de ellos, de suerte sabía dónde vivía.
―¿Me dices con que letra empieza? ―preguntó solo para molestarlo porque sí reconoció hacia donde iban. Si bien tenía una mala retentiva espacial, habían ciertos lugares que debido a la carga emocional que tenían era imposible olvidarlos o desligarlos de su memoria.
―Con la i ―cedió a la petición de su hermana.
―¿Iglesia? ―dudo de su respuesta y de la sonrisa irónica de Kook al escucharla.
―Claro sobre todo yo en una iglesia, que graciosa eres ―alegó JungKook un poco incrédulo de lo que decía la azabache, de todas las respuestas posibles enunció la opción menos probable para sí mismo.
―Si lo sé vamos a ver tus flores, espero ver los crisantemos que mencionaste la vez anterior ―dijo YeoBeen, recordando la emoción de su hermano al comentarle el proyecto que estaba realizando en el invernadero.
―Te sorprenderás al ver lo grandes que están ―comentó con gran energía, apurando los pasos de su hermana al hacerla casi que correr mientras le sujetaba las manos y ella detrás de su cuerpo tratando de seguirle el paso.
En medio de las explicaciones de JungKook sobre el cuidado de las distintas variedades de flores y pequeños árboles que en el invernadero habían y las sucesivas cuestiones de YeoBeen sin comprender porque cada planta necesitaba de una administración diferente en el volumen de agua que requería; porque si tenía en cuenta lo que su hermano le decía, ella estaba ahogando las pocas plantas que tenía creyendo que podrían estar muy secas y que no requerían que fuera tan constante regarlas las dejaba y después las hacía naufragar en agua de nuevo, en un ciclo de sequía y sobreabundancia de líquido.
―¿Quieres decir que he estado asesinando a la mayoría de mis plantas? Y no que desde el lugar en el que me las vendieron era de dudosa procedencia ―YeoBeen se escandalizó cuando su hermano le enseñó como debía y con qué frecuencia regar sus plantas, comprendiendo que todo este tiempo lo estuvo haciendo mal.
―Básicamente si, las has matado querida hermanita, pero mira el lado bueno puedes hacer algo mejor ahora por las que aún sobreviven a tu lado ―para JungKook fue inevitable no reírse de la preocupación de su hermana por lo mala cuidadora que era con sus pequeñas plantitas.
―¿Entiendes que tienes una hermana asesina de la flora silvestre? ―exageró en medio de la indignación de las burlas de su hermano.
―Sí señora asesina, tal vez, debería estar aquí por unos días mientras reconsidera su tan pecaminoso acto de inundar sus plantas ―se mofó una vez mientras dejaba atrás a su hermana en medio de una fingida crisis y escuchaba sus pasos siguiéndolo.
En medio de bromas y carcajadas que los reanimaron a ambos, conversaciones en las que YeoBeen le contaba los últimos sucesos en su vida así fueron nimiedades sin mayor importancia, JungKook escuchó con atención cada relato que anhelaba compartir con su hermana, a su lado y no a través de visitas fugaces, lo que cada vez le daba mayor valor para afrontar su tratamiento y la mejoría en la superación de sus traumas para poder salir nuevamente y sentirse victorioso de una etapa más de su vida.
De forma simultánea, la azabache indago por su proceso y la vida de su hermano en el hospital, además de escucharlo hablar con gran efusividad de Kim TaeHyung a quien ella conocía muy bien, cuando en días pasados Kook se lo había presentado como si la mirada desbordante de amor de el de ojos ónix la transportará al tiempo pasado en medio de las vivencias que compartió al lado de su pareja, y luego cuando el tiempo marcaba la escena final, comprendía que los recuerdos seguían atados sin una explicación o destello de cordura en un augurio del fracaso que esperaba no volviera a suceder de nuevo.
―Espero verte pronto mi pequeño Kookie ―se despidió la azabache, sosteniendo el cuerpo de su hermano en un melancólico abrazo, esforzándose por no sucumbir al llanto.
Lo que menos deseaba era ver la culpa retratada en el rostro de JungKook, no en el rostro de su hermanito a quien ya había visto romperse de la forma más desgarradora posible.
―Espero que muy pronto podamos hacerlo fuera de este lugar ―confesó JungKook.
―Así será hermanito, pero recuerda no presionarte para querer dar saltos más rápidos, ve a tu tiempo como lo has hecho hasta ahora ―aclaró YeoBeen sosteniendo el rostro de su hermano entre sus manos, así tuviera que empinarse un poco para hacerlo quería transmitirle su apoyo incondicional.
―Muchas gracias por venir ―la abrazo una última vez, esforzando por rememorar el calor de su cuerpo, la delicadeza de su tacto y el amor que su miraba obsidiana le transmitía, ella siempre sería su fuente inagotable de calma, ella siempre sería su hermana y defensora ante el mundo.
La despedida era una amalgama contradictoria entre la felicidad de la presencia que se tenía y la añoranza por la despedida hasta un próximo encuentro, la melancolía grisácea empañaba momentáneamente lo vivido cuando veía los pasos ajenos dirigirse en una dirección contraria a la que se estaba. Lejos en presencia y cercana en recuerdos.
El frío los recibió a ambos en medio de la neblina que había descendido hasta rodear el hospital, otorgándole un panorama lúgubre y misterioso hacia donde la mirada se posara, encontrando la bruma espesa en medio de las edificaciones que rodeaba.
―Quisiera seguir durmiendo ―pidió JungKook un poco somnoliento.
Debido a que la noche anterior se quedaron hablando hasta entrada la medianoche, acerca de la visita de su hermana y diferentes ocurrencias que iban surgiendo, las cuales TaeHyung se dedicó con contemplación a ver la alegría burbujear en sus orbes oscuros y responder cuando era necesario, porque ante sus ojos no había mayor espectáculo que la emoción de su pareja.
Pero el costo fueron las horas menos que tuvieron para dormir y ahora antes de la primera sesión de terapia que abría una nueva parte del tratamiento del castaño, debían estar listos a las 8 de la mañana.
―Mi cielo, no tienes que hacerlo, puedes seguir durmiendo un poco más ―indicó TaeHyung terminando de arreglarse con las ropas sencillas y cómodas que en el hospital les daban para usar, aunque también podían vestir las prendas propias que traían o combinarlas con el sencillo uniforme que les daban.
―¡Eso sí que no Kim TaeHyung! ―respondió JungKook parándose como un resorte de la cama y luchando con las cobijas que aún seguían enredadas en su cuerpo, a las que había regresado luego de bañarse y mientras esperaba a que su pareja hiciera lo mismo casi que terminó dormido de nuevo.
―Mereces descansar si es lo que quieras, además con este clima sería lo ideal ―comentó TaeHyung, mirando la neblina a través de la ventana, admirando una de las maravillas que tanto amaba.
―¿No quieres que vaya contigo, es eso? ―cuestionó JungKook, concluyendo erróneamente que las protestas de TaeHyung se debían a que no quería que fuera con él, después de haber acordado que lo harían juntos.
―Mi JungKookie, sabes que no es eso, ni lo pienses ―aclaró rápidamente, sosteniendo el rostro contrario con sus manos―. Solo no quiero que te sientas presionado a ir conmigo o que te expongas al frío, en realidad me siento nervioso y no se bien como sobrellevarlo ―por momentos se sentía superado por las emociones que iban y venían con fuerza en su interior, como la brisa que movía las hojas de los árboles en el inclemente frío que azotaba a la Isla ese día.
Las divagaciones que su mente capturó fueron interrumpidas por el conocido tacto de las manos contrarias sobre su rostro, recostando el mismo sobre la caricia, mientras sus manos dejaron al contrario para posarlas sobre las impropias que redirigieron su atención a los orbes obsidiana.
―Estaré allí en cada situación que desees, no estás solo mi cielo, y mucho menos tienes que afrontarlo sin tener en quien sostenerte, aquí estoy yo para hacerlo ―reveló JungKook, dejando una suave caricia de labios sobre los ajenos, en un leve roce que los hizo suspirar a ambos.
―Estamos juntos ―repitió el castaño mucho más tranquilo y sumergido en el sentimiento que en su corazón se avivaba por acción de su novio.
Él confiaba plenamente en la fuerza que en el contrario siempre encontraría, dispuesto y anhelante, así como el mismo le cedería su fuente vital para poder conformar el equipo que estaban supuestos a integrar.
Un último suspiro los encaminó al trayecto que debían recorrer y en la rapidez de sus pasos para atravesar la distancia entre su zona residencial y el centro principal donde habían acordado encontrarse con Min YoonGi.
―¿Acaso no habían sombrilla disponibles en el entrada? ―debatió el psicólogo, viendo a la joven pareja llegar apurados para evitar la llovizna que comenzaba a caer.
―En realidad no lo vimos ―molesto JungKook, sabiendo que ignoraron olímpicamente el guarda paraguas que permanecía ubicado en la entrada principal de la zona residencial.
Pero en un arrebato de TaeHyung decidieron correr para no demorar mucho más.
―Si claro hagamos de cuenta que te creo Kook ―respondió YoonGi, invitándolos a seguirlo hasta el lugar donde debió modificar la agenda inicial de lo que tenía supuesto hacer al lado de TaeHyung.
Un plan que fue proyectado en el jardín principal, el cual en horas de la mañana se veía transitado por diversos pacientes, aunque no los suficientes para evitar que TaeHyung se sintiera abrumado.
No obstante, el clima se presentó como el primer reto a sortear en el día, por lo que, la ubicación principal se trasladó al comedor en donde recién comenzaba a repartirse el desayuno para cada uno de los residentes de Salm-ui seomgwang y el primer lugar de exposición, uno mayor a lo que se tenía contemplado.
Antes de ingresar YoonGi le indico a Kook que lo siguiera un momento a solas, señal que el azabache compendio.
―Toma un momento para ver la niebla mientras hablo con YoonGi ¿De acuerdo? ―indicó JungKook, ya que se encontraban cerca del ventanal que dejaba ver todo el panorama exterior.
―¿Demorarán mucho? ―el castaño cuestionó inseguro no por lo que iba a hablar su novio con su psicólogo, sino por lo que intuía que iba a pasar, porque salir al exterior no era una opción ya y la otra que veía ante sus ojos lo asustaba en demasía.
―Volveré antes de que notes mi ausencia, te amo mi cielo ―expresó dejando un fugaz beso sobre los labios contrarios y disculpándose con su mirada antes de darle la espalda y dirigirse unos pasos más allá donde lo esperaba el peligris.
―¿Del uno al diez qué tan ansioso ves a TaeHyung? ―preguntó YoonGi al azabache.
Una cuestión que él mismo sabía y ante la cual no necesitaba aclaración alguna, sin embargo todo hacía parte del tratamiento de ambos, crear e ir formando un mayor sentido de realidad a partir de la observación y la determinación de los factores que pueden irrumpir en el normal desarrollo de las situaciones o los estados emocionales de cada uno.
―Diría que un siete tirando a ocho ―afirmó el azabache, viendo a su pareja entreteniendo mientras miraba la bruma que por momentos se aclaraba para retomar fuerza nuevamente.
―¿Crees que está preparado para ir con nosotros al comedor? ―argumentó de nuevo, tratando de avanzar con cautela en un terreno tan delicado como lo era al replegarse en sí misma para protegerse del escrutinio exterior.
―¿Quieres que te ayude a convencerlo de ir? ―estaba seguro que podría hacerlo aunque no creía que fuera correcto coaccionar las decisiones de su pareja.
Una señal que YoonGi comprendió y decidió modificar la intencionalidad de sus palabras.
―No Kook, no sería ético ni correcto hacerlo, lo que digo es que hables con él y determines con toda objetividad posible si Tae está lista para enfrentar un reto mayor a lo que habíamos preparado en un inicio, porque si yo le pregunto sé qué dirá que sí, ya sabes que tiene una manía por irse con los mayores retos sin conocer los pequeños pasos del camino ―explicó el psicólogo con seguridad en lo que sabía y funcionaría para él.
―Siempre trata de complacer aunque eso lo ponga en una situación incómoda, pero ha ido aprendiendo poco a poco a no hacerlo y pensar más en lo que desea ―comunicó JungKook.
Sin más sabía lo que debía hacer y el propósito para realizarlo, siempre midiendo sus palabras y detallando cada reacción de su novio para saber cómo se sentía realmente y que no estuviera diciendo lo que suponía querían escuchar los demás.
A lo largo de los días comprendió a ver entre líneas fugaces que se bifurcaban en los orbes caramelo, comenzó a identificar la contradicción y la decisión misma retratada en dos vertientes que lograba oscurecer o aclarar su mirada, dependiendo de la concentración en el iris podía identificar cuál de los dos sentimientos primaba el uno sobre el otro.
―Sabes que no tienes que hacerlo porque YoonGi o yo lo estemos esperando, porque podríamos hacerlo otro día ―explicó JungKook una vez más con las manos de su pareja resguardadas entre las propias que buscaban transmitirle algo de calidez.
―Lo sé Kook, pero en verdad quiero hacerlo, ya me había preparado para lo que haríamos en un inicio y si bien ahora serán más personas puedo intentarlo solo que por menos tiempo ―esclareció TaeHyung con una naciente convicción en sus decisiones y un deseo que emergía con fuerza de su interior que buscaba colisionar contra el objetivo que se trazó desde el principio.
Lograría superar esta prueba que si bien excedía lo que planearon, era una oportunidad distinta que una vez presentada la tomaría.
De la misma manera en que llegaron, continuaron su camino y arribaron al comedor, que se presentó en medio del ruido que provenía desde distintas direcciones, una primera advertencia que alertó al castaño y fue contenida por la unión que mantenía con su pareja. Su mano fue el vínculo que lo mantuvo medianamente seguro de lo que hacía y de seguir sus pasos hasta tomar las bandejas con sus desayunos y esforzándose por regularizar su respiración, enfocándose en no ceder a la desesperación de dar media vuelta e irse a otro lugar.
Pero su ruego mental se enfocó en prestar atención a lo que su psicólogo le decía, en cada acertada recomendación que evadía a su mente momentáneamente de los signos de ansiedad que comenzaban a despertar, manteniéndolos contenidos y refugiados hasta dar pequeños pero certeros pasos en el laberinto de su mente en el que ya se encontraba a mitad de camino, anhelando ver pronto la salida y con ella la oportunidad de salir con su pareja del lugar de cristal y sueños donde permanecían.
Podía sentirla deslizándose sobre su piel, un líquido espeso y denso que caía en un tortuoso recorrido desde el cauce ubicado en lo alto de su cuerpo que evitaba tocar para no darse cuenta de la condenada realidad determinada por el olor metálico que nauseabundo ya lo tenía sumergido en los mareos que le dificultaban mantener la mirada enfocada más allá del manto rojizo que le nublaba la vista.
El rojo escarlata se presentó como un llamado, un grito de auxilio que despertó desde las profundidades del infierno personal en el que vivía.
―No... ―la afonía de voz le cortó el habla y su alma fue arrancada de cuajo sin piedad―. Tu n-no puedes ―el dolor en su cabeza punzaba cada vez más, pidiendo atención para poder despertar de la cruda existencia en la que estaba atrapado, queriendo detener la presión que sentía sin embargo sus manos se mantenían fijas a ambos lados de su cuerpo, denegándole la posibilidad de sentirlo.
―Por favor no me haga esto... No ahora ―pedía hacia quien tenía a su lado, impedido de alcanzarlo y acunarlo entre sus brazos para detener el baño de sangre que recubría su cuerpo, necesita con urgencia detener el desprendimiento vital de las agónicas respiraciones que podía ver en el tórax contrario tan tenues y carentes de vida.
Él no, él no podía dejarlo, no podía perderlo de la forma absurda en que todo se estaba dando, no cuando , lo necesitaba a su lado.
―Mi cielo... ―murmuraron.
Una voz suave y tersa lo llamaba a la distancia, lo sentía a su lado, presente y cálido, no como el recuerdo del sueño que lo tenía preso, gélido y desgarrador, ahora su cuerpo era sostenido como tanto había querido hacerlo con el contrario y que inevitablemente no logró alcanzar.
―Kook despierta, todo hace parte de un sueño, un mal sueño ―una melodía barítono se hizo oír en un susurro que solo sería escuchado por ambos.
En ese momento su conciencia volvió a habitar la realidad a la que pertenecía y de la cual había sido sustraída por el mundo onírico de sus recuerdos transformados en pesadilla que crecían y jugaban con los hechos de sus memorias, modificando y alterando la escena que conocía y que vivió.
Su tormento estaba regresando nuevamente y ese amargo sueño era el primer anuncio de una posible recaída.
―Puedes hacerlo Kook, aférrate a mi voz, síguela ―indicó TaeHyung con calma y seguridad en lo que hacía, no siendo la primera vez que presenciaba a su novio preso de su trauma que parecería volver cada cierto tiempo. Y que se estaba presentando como parte del proceso que enfrentaba.
JungKook se aferró voluntariamente a la luz que en medio de la penumbra lo retenía, y se sostuvo con fuerza hasta abrir sus ojos, los cuales forzó a cerrarse por el impacto de la luz contra sus pupilas que se contrajeron tratando de habituarse al espacio que residía.
Hallando el lucero tras la oscuridad que sentía, su guía y su faro en medio del océano, Kim TaeHyung era lo primero y lo último que veía al cerrar sus ojos, sosteniéndose a su cuerpo se refugió en el pecho contrario, imitando y siguiendo las inhalaciones de aire para luego expulsarlo de una forma más calmada, recordando cómo debía hacerlo.
―Así es Kook, sigue mi respiración, lo haces muy bien mi cielo, te amo ―alentó el castaño viendo como su pareja se esforzaba por recordar lo que debía hacer ante una situación como la que estaba viviendo.
Trayecto dulces y melancólicos recuerdos del inicio de su relación hasta el principio en el que solo quería huir de su compañero de habitación.
―Esto me trae dulces recuerdos ―murmuró débilmente, enfocándose en algo más que lo que había acabado de experimentar.
―Sobre todo cuando me generaba mayor ansiedad no saber cómo ayudarte ―replicó TaeHyung contrario a la ensoñación que JungKook vivía.
―Tu sin darte cuenta o esforzarte poco a poco desde el comienzo te ganaste mi amor ―confesó JungKook un poco somnoliento, porque ahora en medio del calor del cuerpo de su pareja podía conciliar el sueño y dormir un poco más.
―Una sola acción requería de todo mi esfuerzo ―añadió con una dulce sonrisa por cada recuerdo que ahora los tenía unidos como pareja.
Ya que, días después de la llegada de JungKook su primer episodio de crisis se presentó, en medio de la madrugada TaeHyung escucho unos quejidos que lo alertaron sacándolo de su sueño y rápidamente encendió la lámpara de mesa y halló el origen de la perturbación auditiva que captó, y todo causa provenía de su compañero.
Con quien aún no hablaba más que para responder con pequeños monosílabos sobre las recurrentes preguntas que el azabache le hacía, realmente se esforzaba por interactuar con él. Cuando determinó que no recibiría burlas o comentarios malintencionados que pudieran lastimarlo, lo que facilitó en gran medida que su confianza temerosa se atreviera a mirar por la pequeña rendija mientras decidía si salir o no.
Y en ese momento lo único que pudo hacer para detener el sufrimiento que percibía de JungKook, fue tomar una de sus almohadas y ponerla sobre el pecho agitado del contrario para que por reflejo se sujetará a la misma y grande fue su alivio cuando lo consiguió, además recordó la esencia de astromelias que usualmente usaba, solo que por esos días no quería incomodar al azabache con algún aroma que no tolerará; después de todo es una flor que no puede no ser del agrado de todo el mundo.
―Desde ese día el aroma de las astromelias siempre evocan mis mejores recuerdos contigo, porque fue la forma en que logramos acercarnos ―precisó JungKook, recordando la tranquilidad que de un momento a otro sintió en medio de la primera perturbación que experimentó lejos de su hogar, y que gracias a la esencia que se desplegó por toda la habitación, la intensidad de su pesadilla y el dolor de sus recuerdos se deshicieron.
Ese acto simple pero acertado marcó el inicio de la relación que ambos irían desarrollando a lo largo de los días, creando pequeños momentos en los que JungKook se acercaba con cautela para no ser muy invasivo con su presencia y eso era algo que TaeHyung agradecía profundamente, el hecho de que pensara primero en su bienestar antes que en saciar la curiosidad que su propio comportamiento sabía y podía generar.
―Mis comienzos fueron humildes que puedo decir, era todo lo que tenía a la mano ―bromeó contagiando a su pareja, apresando con más fuerza el cuerpo entre sus brazos para hacerle saber que estaba contenido y que allí podía dejar fluir sus miedos y alegrías―. ¿Te preocupa algo? ―cuestiono casi que viendo las uniones sinápticas entre sus neuronas al notar la duda en las palabras que su pareja se esforzaba por enunciar pero que se quedaban atascadas en sus cuerdas vocales.
―Tengo miedo, porque siento que esta nueva pesadilla es como el reinicio de ese ciclo del cual trato de salir ―explicó a la par que acariciaba el pecho de su novio, buscando distraerse de la realidad que debía enfrentar una vez sus brazos dejaran de refugiarlo.
―Mi cielo, ese es el problema, no es un reinicio o un error de tu parte ―aclaró dejando un beso sobre la frente de su pequeño cielo, anticipando la culpa que podría estar despertando―. Se trata de un proceso que no es lineal o que sigue unas pautas a cumplir, habrán días en los que la tranquilidad perdure para que vayas avanzando y sanando otras heridas, para que estés preparado y tengas las habilidades que se requieren para enfrentar otra nueva adversidad así provenga del trauma que ha perturbado tu mente ―lo que ahora decía le costó comprenderlo y mucho más aceptarlo, porque siempre creyó que el poder estaba en su voluntad de querer superarlo, pero comprendió que para lograrlo a veces se necesita de ayuda externa y profesional en una asertiva dirección.
Porque por más deseo y empeño que se pusiera en superarlo y dejar de sentir lo que se sentía hasta la desregulación emocional quedaría en la obsolescencia si solo se fingía saber qué hacer y pretender llevar las riendas del viento que alebrestado arrasaba con todo a su paso. Una gran diferencia entre el saber y el hacer, una contraposición entre la voluntad que creía poder hacerlo y el esfuerzo de poder lograrlo.
―Siempre sabes que decir para darle calma a mi corazón y sosiego a mis dolores ―declaró el azabache, agradeciendo en silencio el tener a su pareja junto a él.
Que en un lugar al que ingresó preso del miedo y sin mayor esperanza que la ilusión de hacerlo por su familia, para evitar mayor sufrimiento por los recuerdos vividos que experimentaba, alejándolo de la realidad que estaba viviendo y sumergiéndolo en las recurrentes memorias de la noche del accidente que sufrió.
―Somos un equipo Kook, cuando uno de los dos cae el otro estará ahí para sostenerlo y tomar su mano para redirigir el camino sólo cuando se esté listo para hacerlo ―susurró una plegaria a la que ambos se aferraban cuando las tribulaciones sacudían la barca en la que se desplazaban en medio del inclemente mar que reposaba en la tranquilidad del movimiento adormecedor hasta que la furia despertaba desde los confines del profundo abismo que ocultaba.
―Nos tendremos uno a otro durante el tiempo que estemos juntos ―dijo deseando con fuerza que fuera durante mucho tiempo hasta que sus vidas culminarán luego de vivir en felicidad durante los días de la eternidad mortal que estaban supuestos a experimentar.
Un beso selló el secreto que anhelaban cumplir, tomados de la mano contraria y vivientes en el desbordante amor que sentían.
‹‹Un latente amor que sería puesto a prueba, un latente amor que se derramaría sobre la cordura que hace ya tiempo calcino››
Escritora:
Quiero darles una ADVERTENCIA...
Desde aquí las cosas se podrán un poco más diferentes y habrán situaciones o expresiones que podrá confundirlos, pero están diseñadas justamente para eso, para generar dudas y afirmaciones.
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