Tú, mi familia.

Capítulo 31.

Tú, mi familia.

Jared trastabillo en la entrada de la propiedad, no era muy fácil llevar a cuestas a dos heridos: Fred a su izquierda y el joven del grupo a su derecha, ese cuyo nombre ahora sabía era René, estaban arrastrando los pies con su ayuda; mientras que los otros dos lobos, en su forma canina, remolcaban el cadáver del que fue su atacante. Fred había dado la orden de llevar al murciélago gigante con los demás, y para cuando lograron estar de regreso, la batalla en la propiedad aparentemente había terminado.

Un par de omegas y el mismo Adolfo auxiliaron a Jared, quitándole de encima a los dos heridos.

—¡René!— exclamó Mauricio, apareciendo también y tomando al joven lobo por las axilas para poder maniobrarlo mejor.

—Estoy bien.

—No, no lo estás— miró a Fred, —ninguno lo está.

Adolfo, con un movimiento de cabeza le indicó a los otros omegas que siguieran a Mauricio y llevasen a Fred con él hacia la sala de curaciones.

Jared supuso que el alfa le preguntaría por lo que los otros dos lobos traían a rastras y él aprovecharía para preguntar por su esposo; pero no, Adolfo se detuvo muy cerca de él y dijo primero.

—Será mejor que tú también vayas a la clínica.

—¿Qué? Alfa, no; yo estoy bien. Tengo que buscar a Dunc-

El hombre negó con la cabeza y levantó la mano señalando con el dedo la mejilla del delta.

—Atiende eso primero— sentenció, después se retiró con tres lobos betas, entre ellos Alberto, hacia el bosque.

Jared tocó su piel y sintió algo viscoso, miró sus dedos y halló sangre seca. Solo era un rasguño, nada grave, seguramente se lo había hecho él mismo con la ballesta; definitivamente no era necesario perder tiempo en curar aquello.

Así que, contra la orden del alfa de la manada, recorrió la zona en busca de Duncan, o de Julián, porque donde estuviera él seguramente estaba su esposo. Los lobos que encontró estaban bastante ocupados, cargando comida, mantas y material de primeros auxilios en el auto bajo la supervisión de Saúl, el lobo asistente del médico de la manada, todo eso para ir a las zonas del pueblo que habían sido atacadas; además de él, no reconocía a nadie más.

Más pronto de lo que imaginó, se encontró con Beatriz, la alfa tenía un artefacto discreto de comunicación que consistía en un audífono y un micrófono, donde organizaba y se comunicaba con sus guardias, algunos dispersos por el patio, vigilando; a pesar de que a simple vista podría parecer un pueblo olvidado por la tecnología, Rilltown no lo era en realidad.

—Ve al área de curación— le ordenó Beatriz cuando el lobo preguntó por Duncan, seguramente ella estaría en las mismas condiciones porque Julián tampoco había regresado; pero, al no obtener más, Jared hizo lo mandado a regañadientes; encontrándose con Mauricio en la clínica.

Mauricio, bajo las instrucciones del viejo Enrique, trataba de centrarse en su trabajo mientras cosía la espalda de René, quien estaba tendido en una de las enormes planchas metálicas; aparentemente no se estaba curando tan rápido como debería, por eso estaba recibiendo algo de ayuda con eso.

Jared se acercó con cautela, tratando de imaginar lo doloroso que podría ser aquello; el lugar era muy blanco e iluminado, también tenía algunas camillas separadas por cortinas, solo dos estaban desocupadas.

—¿Tienen noticias de ellos, ya vienen en camino?— preguntó Mauricio, no tenía que decir los nombres.

Jared negó con la cabeza y dijo, —todavía no— pues el otro no podía verle porque estaba atento a su trabajo.

Aún tras la máscara de tela, pudo notar la exhalación de Mauricio antes de decir, —al menos tú puedes estar al lado de Duncan en una situación como esta, en cambio yo...— hizo una pausa en sus palabras cuando el hilo se atoró en la carne y tuvo que tirar de él con un poco más de fuerza, René siseó, pero no se movió.

—Yo estoy con los nervios de punta cada vez que la puerta se abre— continuó Mauricio cuando logró jalar todo el hilo, —tengo miedo que sea Julián quien necesite mi ayuda.

Comparándolo de esa manera, Jared estaba en una mejor posición; así que solo gruñó un asentimiento y salió de allí.

Con un par de dedos de su mano contraria, frotó el anillo que estaba en su pulgar, mientras caminaba directo hacia donde había visto a Julián y Duncan adentrarse en el bosque, se había asegurado de llevar un arma y un cuchillo con él.

—¡Ey. ¿A dónde vas?!— le gritó un vigilante, Jared no le contestó ni se detuvo.

—¡No puedes salir solo de la propiedad, fue una orden del alfa!

Pero Jared continuó, aún notando que el lobo guardián daba aviso por medio de su intercomunicador, seguramente a Beatriz.

Y justo cuando estuvo cerca del límite, entre lo que podría considerarse solo algunos matorrales y la espesura del bosque, un olor a sangre fue evidente.

Luego pasos rápidos y finalmente una figura humana se tambaleó al salir del bosque. Era Dafne, arrastraba la pierna derecha, mientras que el brazo del mismo lado colgaba laxo.

Poco antes de que su rostro chocara contra el suelo, Jared le sostuvo.

—Corre— exclamó ella, —¡vete, ahora!

No iba a hacerlo. Así que con un brazo le rodeó la cintura y le ayudó a enderezarse para caminar juntos de regreso a la propiedad. Un ruido extraño se escuchó a sus espaldas, Jared reprimió el impulso de mirar sobre su hombro.

—Déjame aquí, yo lo detendré mientras tú vas por ayuda— dijo ella.

Jared se aferró más a su cuerpo y aceleró el paso, agradeciendo mentalmente cuando vio al vigilante, él era el que estaba pidiendo apoyo.

—No sé qué sea, tal vez un demonio; tiene alas, pero parece que no puede volar y es horrendo, además es inmune a la plata— explicó Dafne de manera apresurada.

La plata podía dañar a los cambiaformas, y en mayor concentración incluso a los vampiros, no imaginaba entonces cómo podría vencerlo.

Jared volvió a escuchar un extraño ruido a su espalda, parecía el golpeteo rápido de dientes, debía ser una mandíbula muy grande llena de enormes colmillos para causar un sonido así de fuerte y continuo.

—Ahí viene— musitó Dafne.

Ahora sí, Jared miró sobre su hombro y vio algo que de manera general parecía un niño de seis o siete años, desnudo, pero tenía brazos y uñas largas, alas pequeñas, como de murciélago; los ojos redondos, oscuros, sin brillo, y una enorme y grotesca boca, parecía sonreír de manera horrible.

Se lanzó hacia ellos, pero Jared giró hacia un lado esquivándolo, de manera que las garras solo alcanzaron su antebrazo; el corte ardió, pero no soltó a Dafne.

La criatura cayó y rodó un poco lejos, sobre el pasto, luego volvió a erguirse lo más que podía, porque al parecer, sus brazos largos eran pesados, pues caminaba un poco encorvado.

—Suéltame, así ninguno podrá defenderse.

Probablemente ella tenía razón, Jared debía desocupar sus manos, así que lentamente soltó el agarre, separándose un poco de ella y llevando aún más lentamente la mano hacia la funda de su arma.

El "niño" le miró, incluso ladeó demasiado la cabeza; Dafne no bromeaba cuando dijo que tal vez era un demonio; el monstruo chilló y corrió hacia ellos; Jared disparó, pero él le esquivó, saltando de un lado a otro.

Jared maldijo, su puntería era buena, muy buena, pero había subestimado a su oponente por su apariencia amorfa: el niño se había vuelto muy rápido; Jared dio unos pasos, siguiéndole, tenía que acertar, tenía que poder poner, aunque fuera una bala en su... se dio cuenta demasiado tarde de que se había apartado de Dafne; pues el niño abrió su boca enorme, dejando ver sus dientes y colmillos y corrió hacia la hembra, Jared giró hacia ella; tal vez la empujaría para sacarla del camino, se interpondría o simplemente le clavaría a su atacante el cuchillo que ya había empuñado; en realidad cualquiera de las tres opciones era posible, porque no lo pensó cuando se movió de su lugar. Sin embargo, en el último instante, el niño pareció cambiar la dirección de su atención, porque birncó y con su huesudo codo golpeó a Jared en el rostro. El lobo se tambaleó un poco hacia atrás y el niño aprovechó elevar sus garras, echando las manos sobre su cabeza para tomar fuerza y clavarlas en Dafne, entonces Jared se recuperó y hundió el cuchillo en el ojo de la criatura.

El niño gritó, saltó y manoteó intentando sacarse el objeto; eso le dio tiempo suficiente a Jared para tirar de Dafne y alejarse; se sintió un poco aliviado cuando vio que aquél vigilante llegaba con refuerzos y armas largas, así que no miró hacia atrás, sino que arrastró a la mujer hasta la sala de curación.

Justo cuando Mauricio terminó de lavar sus utensilios y el viejo Enrique de coser a Fred, la puerta se abrió de manera ruidosa, o más bien, de una patada.

Mauricio se irguió, lamentablemente siempre esperando lo peor, y lo que vio estuvo cerca de ello: Jared tenía a Dafne en sus brazos, ella estaba inconsciente.

—Ha perdido mucha sangre—, dijo el viejo médico solo con verla, —ponla sobre la plancha.

Entonces, bajo la luz brillante, Jared notó mejor la piel del brazo y pierna de la mujer: prácticamente estaba hecha girones.

—Necesitará sangre para que se regenere pronto, sino no cerrarán sus heridas, son demasiado profundas para solo coserlas.

Echar sangre viva sobre las heridas de los cambiaformas era usado como medida de curación, a diferencia de René y Fred, Dafne tenía una herida muy grande, honda y tosca en la carne de su muslo.

Enrique iba a sugerirle, pedirle, al delta que él lo hiciera, ya que la de Mauricio podría no ser efectiva, pues él no era un lobo puro; y la de él, la sangre de Enrique era vieja. Pero no hubo necesidad, ni tiempo de hablar siquiera: Jared no dudó, tomó el bisturí más cercano e hizo un corte tosco y largo en el interior de su antebrazo, dejando correr la sangre y haciendo que escurriera sobre las heridas abiertas de la madre de su esposo.

Ante la atenta mirada del médico y el silencio de Mauricio, Jared se tuvo que hacer otro corte, pues su herida se cerró y el tejido de Dafne aun no mejoraba.

Entonces dos aullidos se escucharon bastante cerca, no había duda, eran Julián y Duncan.

Jared quiso salir corriendo en su busca, y seguramente Mauricio también, sin embargo, se quedaron allí, y tras la tercera incisión de Jared, Dafne soltó un suspiro, y fue entonces que el viejo Enrique le dijo que era suficiente, luego lo mandó a la última cama disponible.

Jared pensó en negarse, pero debido a la sangre que había proporcionado se sintió un poco mareado.

—Ey, con cuidado— Mauricio le ayudó a sentarse cuando falló al calcular la distancia de la camilla.

—Estoy bien.

—¿Por qué todos se empeñan en decir eso?— se quejó Mauricio, —sino se atienden será peor, no estarán listos por si hay que luchar de nuevo.

Era cierto, Jared se acomodó mejor en su lugar, no refutó, solo asintió.

—Espera aquí— dijo el otro, —iré por algo de comer y beber, lo necesitas; ya regreso.

Y le dejó allí, solo en el camastro, tras la cortina. Jared pensó que apenas estuviera recuperado iría en busca de Duncan, sí, eso haría.

De repente, el aroma a madera y lluvia inundó sus sentidos; quiso levantarse, pero aún estaba algo mareado, así que solo quedó en un intentó; no fue necesario tratar de nuevo, pues unos segundos después Duncan cruzaba la cortina.

Vestía solo un pantalón de chándal y estaba agitado, respiraba con dificultad.

—¿Duncan, dond-?

La pregunta de Jared se cortó en un ligero gemido cuando Duncan se dejó caer de rodillas frente a él para abrazarle fuerte, hundiendo la cara en el hueco de su cuello; Jared sintió algo de cosquillas cuando Duncan olfateó su piel, tomando su aroma, relajándose con su esencia. Inconscientemente Jared estaba haciendo lo mismo, aspirando profundamente.

—Te dije que no salieras solo— gruñó Duncan desde su posición, había sentido su corazón encogerse cuando, a lo lejos, vio que su esposo enfrentaba solo al "niño con alas"; había llegado al momento que los demás guardias con armas largas le hacían frente al enemigo; pero no fue necesario disparar siquiera, entre él y Julián, con sus fauces, le había matado.

—¿Esperabas que me quedara con los brazos cruzados?— preguntó Jared, no había reproche ni molestia en su voz; empujó un poco a su esposo para que le soltase y pudiera mirarle a los ojos antes de agregar: —no puedes impedirme luchar por los míos.

Desde su posición, sobre sus rodillas, Duncan alargó la mano, acariciando con suavidad cerca del surco de sangre seca en la mejilla, el raspón ya había sanado, en cambio la nariz de Jared aún estaba amoratada y ligeramente hinchada.

—Salvaste a mamá— dijo.

Cierto, hasta ahora Jared se daba cuenta de la realidad de todo, la consecuencia de sus acciones.

—También le diste de tu sangre— agregó Duncan, —gracias.

—Aprendí del mejor— Jared sonrió y también alargó la mano, acariciando la mejilla de su esposo; Duncan estaba algo sucio, había barro y hojas secas pegadas a su piel y cabello, su rostro tenía ligeros arañazos, pero solo eso, no parecía herido de gravedad.

Duncan no podía rebatir las palabras de Jared, así que solo lo aceptó: —sí, para mi desgracia, así es.

—¿Para tu desgracia?

—Mi amor, estaría mucho más tranquilo sabiendo que estás a salvo en-

—Oh, no— le interrumpió Jared, —no me subestimes— estuvo claro que con la expresión "mi amor" Duncan había intentado ser sutil, o tal vez distraerle, obviamente fracasó.

—No, Jared, no lo hago, sé que eres muy capaz, pero esto no es un juego.

—¿Quién dijo que lo era?

Duncan exhaló, —escucha, yo-

—No, tú escucha— nuevamente Jared le interrumpió, —sé que deseas que me mantenga el margen, o mejor aún, que permanezca en un refugio o en un cuarto seguro, lo sé porque yo deseo lo mismo para ti.

Duncan tragó fuerte, era completamente cierto y ambos lo sabían.

Jared continuó: —te lo dije antes, no puedes impedirme luchar por los míos, por mi manada; entiende por favor, cariño, soy tu pareja, tu esposo, tu compañero, así que, estaría muy agradecido si me miraras como tu semejante—porque lo era, Duncan era su esposo y ahora su manada era la de Jared también.

—Eres mi otra mitad, mi amor y mi vida también— agregó el beta a la lista que su consorte había enumerado, esperando que con eso cediera.

Pero nuevamente falló, porque Jared sentenció: —y de igual manera soy un hombre, un hombre que sabe y puede proteger a su compañero y a su familia.

Jared se mantendría firme, él había aprendido a querer y aceptar la personalidad protectora de Duncan, esperaba lo mismo de su pareja.

Duncan se rindió por fin, los ojos bonitos de su compañero estaban llenos de seguridad y decisión; el beta no discutiría más, hacerlo sería ir en contra de la naturaleza de su pareja, y él lo amaba tal cual era.

Suspiró, tomó ambas manos de su esposo y las besó, para luego dejarlas sobre su regazo, aún estaban en la misma posición que al principio: Jared sentado en el borde de la camilla y Duncan arrodillado frente a él.

—Lo entiendo y lo acepto— dijo el beta, —prometo valorarte y respetarte como lo que eres: un gran estratega y guerrero.

—¿De verdad?

—Admito que no será fácil, pero lo haré, ¿alguna vez te he mentido?

Jared negó con la cabeza, luego quitó el anillo de su pulgar y volvió a colocarlo en el dedo de su esposo.

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ESPACIO PARA CHARLAR: Bien, creo que la combinación Duncan-Jared se está consolidando, y bueno, así debe ser por los acontecimientos del siguiente libro (ya saben cuál). Nos leemos la próxima semana, o antes, en el Baúl. 

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