Testimonios, explicaciones y malas noticias.

Capítulo 32

Testimonios, explicaciones y malas noticias.

Mauricio secó su rostro con la toalla beige que Beatriz les había dejado en el baño de su habitación casi un día atrás, cuando llegaron para celebrar la algo improvisada boda de Jared y Duncan. Apoyándose en el lavabo se miró al espejo y suspiró, había sido una madrugada larga y aterradora, la mayoría del tiempo estuvo con los nervios de punta; ahora todo parecía en paz: los atacantes se habían marchado, por lo que esperaba que las cosas mejoraran, o al menos que no fueran peor.

Como la puerta estaba abierta, Julián entró al baño y le rodeó la cintura, entonces Mauricio supo que antes había estado muy tenso, porque al instante se relajó, sintiéndose cálido y protegido en los brazos de su compañero.

—No sé si pueda dormir tranquilo de nuevo, al menos no en las próximas semanas— confesó el joven veterinario, pues había estado soñando muy cómodo en el lecho con Julián cuando el ataque comenzó hacía varias horas.

Julián le besó la mejilla y dijo: —no te preocupes por ello, Alberto ha reorganizado las guardias, Duncan y yo tenemos un turno juntos, relevaremos a los deltas, haremos rondas cada-

—Eso no me tranquiliza— le interrumpió, no había enojo ni reclamo en su voz, tal vez solo un poco de desesperación, giró para mirarle de frente y confesó: —no tienes idea de lo que sentí cada vez que veía la puerta de la clínica abrirse; siempre imaginaba que serías tú, que te traerían mal herido o muerto.

Julián le abrazó con ternura, —lo lamento— susurró cerca de su oreja, —lamento lo que has tenido que pasar, si hubiera alguna manera de evitarte ese sentimiento lo haría.

—Lo sé, sé que no es solo tu deber, está en tu naturaleza proteger a los demás, a tu manada, eres su alfa— respondió Mauricio y luego se apartó un poco de él para mirarle el rostro; a pesar de haberse atendido y duchado, Julián aún tenía la leve marca de algunos raspones en su frente y barbilla, nada que pronto no sanara.

—Es solo que me gustaría poder ser útil también— finalizó el veterinario con un ligero aire de derrota.

—Lo eres— exclamó Julián con vehemencia, —¿piensas que cualquiera puede coser y tratar heridas, así como así? Tus conocimientos y cuidados son y serán de muchísima ayuda, supe que atendiste a varios, incluida Dafne, —le acarició la mejilla, —escucha, puede que no estés en las filas de defensa, pero definitivamente formas parte de los pilares de esta manada— le besó suave en los labios antes de decir: —tú eres mi pilar.

Mauricio se sonrojó, si remembraba sus inicios como pareja, Julián se había vuelto desinhibido al hablar de sus sentimientos, y eso le gustaba.

Hubo dos leves toques en la puerta de la habitación y luego la voz de aquél hombre que siempre les llevaba el desayuno, —joven alfa, compañero alfa; pronto dará inicio la reunión, ya casi todos están en la sala; no demoren, por favor.

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Faltaba algunos minutos para que el sol saliera por completo cuando Duncan miró a todos los presentes en el salón, el médico llamado Enrique, Alberto y otros betas estaban allí, algunos deltas también, eran los de confianza y de rango más alto. Sabía que él no debería estar en la sala, mucho menos ocupando la silla a la derecha de Adolfo, ese lugar le correspondía a Dafne por ser la primera beta, pero ella aún estaba convaleciente y él era su único representante.

Duncan se tranquilizó cuando su pareja le tomó el antebrazo y le dio un ligero apretón para que se relajase un poco y para transmitirle confianza y tranquilidad, Jared también había sido invitado a la reunión y estaba en la silla a su derecha; como bien dijo una vez su actual esposo: el status se compartía, y la manada de Rilltown tenía bastante arraigadas sus costumbres.

Las puertas se abrieron y entraron Julián y Mauricio, quienes saludaron con un movimiento de cabeza y fueron a ocupar su lugar; detrás de ellos ingresaron Beatriz y Adolfo, ellos tomaron las últimas sillas disponibles: las de la cabecera.

Cuando Duncan era un cachorro solía temer ante la presencia de Adolfo, el hombre era grande y fuerte, expedía un aura de verdadero alfa; conforme el beta fue creciendo ese sentimiento se fue disolviendo, o mejor dicho, se fue convirtiendo en respeto y admiración; pero ahora, se sentía un poco intimidado porque podía sentir esa aura multiplicada por mil, y no era para menos, su manada había sido transgredida.

—Alberto, ¿cómo están los soldados?— preguntó Adolfo.

—Las bajas fueron pocas, los heridos han sido atendidos oportunamente y sus familiares directos serán indemnizados; en cuanto a los sanos y saludables han sido reacomodados en grupos, las rondas y guardias serán más estrictas.

Adolfo asintió y lanzó otra pregunta, —¿qué hay de los demás habitantes?

—Todavía no se han terminado de contabilizar las pérdidas materiales; en cuanto a las bajas civiles, fueron nulas.

El alfa exhaló solo un poco más relajado y se sentó mejor, apoyando la espalda por completo en la silla.

Pero la calma solo duró un par de segundos, pues alguien tocó con mucho entusiasmo la puerta principal del salón.

—¡Señor Enrique!— era Saúl, el ayudante del médico.

De inmediato, un delta que estaba más cerca a la puerta abrió, al alfa no dio la orden, pero aquella voz se escuchaba desesperada y esa era razón suficiente.

—¿Qué sucede, muchacho?— preguntó el médico cuando el joven trastabilló al entrar.

El chico miró al alfa y a todos los presentes nervioso antes de decirle: —los cadáveres de los monstruos, se han deshecho.

—¿Qué? ¡Explícate!— exclamó entre incrédulo y asustado el médico.

—Cuando amaneció, los cuerpos se convirtieron en piedra y luego casi al instante se desmoronaron haciéndose polvo.

Una leve exclamación de sorpresa por parte de la mayoría de los presentes se escuchó antes de que Enrique le ordenara a su ayudante con el ceño fruncido y mucho más firme que al principio de la charla: —recoge todo lo que puedas, ponlo en bolsas o frascos, no importa; hay que examinarlo.

—Ss-sí, señor.

Cuando el lobo se hubo retirado a cumplir con su labor, Enrique cerró la puerta y suspiró antes de dar media vuelta y enfrentar a todos los de la sala; luego miró al alfa y asintió.

—Creo que es momento de explicar unas cosas— dijo Adolfo, habló para todos, —no es la primera vez que nuestra manada es el blanco de un ataque como este, algunos de ustedes podrán recordarlo, fue hace poco más de dos décadas.

Duncan miró a todos los que estaban allí, los más jóvenes y los más nuevos en sus puestos parecían sorprendidos e interrogantes; en cambio, Alberto y Beatriz, además de Enrique, eran de los pocos que asintieron levemente; él no recordaba ninguna lucha, entonces eso quería decir que... giró el rostro de repente para mirar a Adolfo, y justo antes de que pudiera formular la pregunta, el líder alfa dijo: —No, Duncan, sé lo que estás pensando, pero tu madre no presenció directamente esa batalla, ni siquiera se le informó de los detalles porque estaba encinta en ese entonces; fue tu padre quien participó esa noche.

Jared estaba curioso a lo que sucedía alrededor, él quería preguntar muchas cosas, pero sabía que todas las manadas, en mayor o menor medida, guardaban secretos, así que lo mejor por ahora era escuchar con atención; por eso cuando el alfa mencionó lo de un ataque hacía dos décadas en el cual el padre de Duncan participó, supo de qué iba el asunto: se refería a la batalla en donde Héctor había perdido la vida por Dafne y por su cachorro no nacido.

Algunos de los presentes se movieron en su asiento, no era como si Héctor fuese "una leyenda", pero había sido conocido por su personalidad y destreza; Jared tomó esos segundos para mirar a su esposo y se preocupó de lo pálido que había quedado su rostro, la mirada de Duncan estuvo perdida en la nada por un instante, Jared le sostuvo la mano entre las suyas, —cariño, ¿estás bien?— murmuró, era obvio que no lo estaba, pero tampoco era como si pudiera sacar a Duncan de allí para tomar aire fresco, aunque lo deseara con todo el corazón.

—Sí— contestó Duncan, se aclaró la garganta y dio un leve apretón a sus dedos. Claro, pensó Jared, Duncan se quedaría a escuchar lo que fuera que el alfa tuviera que revelar, así se tratara de sucesos no muy agradables; por eso y con mayor razón no se apartaría de su lado en ese momento.

Para la sorpresa de casi todos, no fue Adolfo quien relató una escalofriante historia que se remontaba a más de cincuenta años atrás, sino Enrique.

El viejo médico habló sobre una pequeña manada en un continente lejano, donde él había nacido; allí, la manada gozaba de maravillosas tierras fértiles y, cruzando la espesura de un bosque, a algunos kilómetros, había un lago; existían montañas más allá de la frontera, las cuáles eran un mágico espectáculo matutino; y también colindaba con el territorio de unos vampiros.

Los vampiros se instalaban una temporada en las cuevas cercanas y luego se marchaban por algunos lustros, Enrique sabía que así había sido por muchos años gracias a los relatos de su padre y abuelos; fue entonces en una de esas temporadas en la cual un vampiro cercano al príncipe del aquelarre encontró a su compañero en el primer beta de la manada; solo entonces ambos grupos estrecharon lazos; cuando joven, Enrique fue testigo de aquellos cambios positivos en la manada.

Pocos meses después, un grupo de desconocidas y horribles criaturas atacó en los alrededores, raptando y devorando a los viajeros y pueblerinos que vivían en las áreas más alejadas; los vampiros prestaron su ayuda para poder detener e incluso asesinas a un par, luego ellos dejaron a un escuadrón para vigilar el pueblo antes de marcharse a investigar, pues las criaturas eran una mezcla extraña de lobos, coyotes y vampiros.

Pero, en la ausencia de los vampiros más fuertes y puros ocurrió otro ataque, esta vez fue contra la manada entera, unos sujetos con togas y capuchas llegaron para llevarse los cadáveres de los monstruos, mientras otros monstruos más salvajes acababan con la manada. Todos los habitantes, el alfa, la familia alfa, el círculo íntimo e incluso la pareja de aquél vampiro perecieron; Enrique solo se había salvado porque su padre le había encerrado en un sótano secreto ubicado atrás de la gran casa alfa.

Cuando el príncipe vampiro y sus allegados estuvieron de regreso fue demasiado tarde, sin embargo, desde entonces él prometió averiguar qué eran esos monstruos salvajes y quién o qué estaba detrás de todo ello; porque a pesar de todo su conocimiento, el príncipe nunca había visto algo como eso.

Los vampiros le dieron refugio a Enrique por una temporada, hasta que lo incorporaron a otra manada, muy lejos de donde había ocurrido el incidente, así había llegado a Rilltown poco antes de cumplir los veintiún años.

Los vampiros nunca dejaron de investigar y seguir pistas, dándose cuenta que otras pequeñas manadas, no solo de lobos, sino también de cambiaformas coyotes y panteras, habían sido masacradas y otras solo asaltadas.

Luego, años más tarde, esas criaturas llegaron a Rilltown, la manada bajo el liderazgo del alfa Arrieta era fuerte, por ello no habían podido exterminarla, aunque los daños fueron trascendentes, esa noche varios fallecieron, incluidos los padres de Adolfo y el de Duncan.

El señor Anthony y el señor Nicholas, como Enrique los nombró, era los vampiros que se mantenía en contacto con él y le dieron mucha información que él plasmaba en los libros, pero a lo largo de los últimos años, solo Nicholas era quien se comunicaba y respondía a sus llamados y preguntas; Anthony se había inmiscuido en el bajo mundo en busca de más información y por ello había perdido contacto con él.

Cuando Enrique terminó su relato pareció que todos habían estado de acuerdo al contener la respiración, pues exhalaron al unísono; solo Beatriz y Adolfo sabían la historia completa. Alberto y los otros allegados sabían que el ataque de hacía dos décadas era inusual y nada más.

—Está claro que lo ocurrido en la madrugada está completamente relacionado, los atacantes eran una mezcla extraña de cambiaformas y vampiros— sentenció Enrique para que no quedara duda e informó, —le he comunicado al señor Nicholas sobre el altercado, pronto estará aquí.

Julián y Duncan se sorprendieron, no esperaban que un vampiro se involucrara, casi como si se hubieran puesto de acuerdo, ambos miraron al alfa líder, quien solo cabeceó en aprobación y asentimiento ante la noticia del médico.

...

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Leonel había llegado temprano a su trabajo de medio tiempo en la recepción del hospital y clínica Silver Moon, aquella que pertenecía en su mayor parte a los Bennett. Era cierto que gracias a Noah había podido hacer llegar su solicitud de empleo, pero fue debido a su estupendo desempeño que lo había conservado.

No había actividad que le desagradara, aunque, si podía escoger, prefería hacer las rondas por las camillas y realizar el chequeo rutinario a los pacientes menores y jóvenes, no por nada estaba estudiando pediatría; sin embargo, en esa ocasión le había correspondido actualizar y ordenar los archivos de los pacientes, la enfermera Hanna, una amable beta, era su jefa inmediata y para el tiempo que llevaba laborando allí le tenía mucha confianza para encargarle tareas sin supervisarlo escrupulosamente; como en esa precisa ocasión.

Leo tomó una de las carpetas de la bandeja plástica que estaba sobre el escritorio para transcribir la información y actualizarla en el sistema informático; comenzó a llenar los datos, eran de un joven de apellido Broderick que había ido a su revisión de rutina debido a una fractura en el brazo, algo no tan inusual en un adolescente que practicaba deportes. Finalizó y guardó la información en el software, luego regresó al menú de la letra "B" para corroborar que todo estuviera en orden; fue entonces cuando en la lista vio un nombre que conocía, incluso parpadeó y tuvo que acercarse a la pantalla del ordenador porque pensó que lo había imaginado: Bennett, Noah Timothy. Pensó que podría ser una extraña coincidencia, es decir, podría ser otro Noah; sin embargo, el apellido no era cualquiera. Leonel normalmente no era curioso, mucho menos cotilla, pero en esta ocasión no pudo evitarlo, así que, se aseguró que Hanna no estuviera cerca y dio "click" sobre el nombre para desplegar la ventana con el resumen médico. Para empezar, la interfaz se volvió de un par de tonos más oscura, eso quería decir que el paciente en cuestión se trataba de un cambiaforma, era una manera de control y señalización en el sistema; la hoja de datos decía que el individuo había sido ingresado esa misma mañana desde muy temprano, antes del amanecer; presentaba contusiones severas y cortes en rostro y extremidades, se encontraba aún inconsciente y en observación en el área cinco del hospital. El joven lobo sabía de ese lugar, era exclusivo y de cuidados intensivos. Eso era todo lo que sistema arrojaba, pero Leo intuía que debía haber más, simplemente que él no estaba autorizado para ingresar a los archivos.

Terminó de capturar los datos de las otras dos carpetas y se dispuso a ir cerca del área cinco, no estaba completamente prohibida para el personal, solo debía saber cómo husmear. Tomó una tabla con sujeta papeles, una hoja de revisión y un bolígrafo, luego fue hasta el elevador y pulsó el botón que deseaba. Cuando llegó a su destino, los vigilantes del acceso le dejaron pasar, entonces comenzó a fingir interés en los suministros como, por ejemplo, en el dispensador de agua que estaba en la pequeña sala de espera o en la pantalla que regulaba la temperatura del aire acondicionado, con cada cosa ponía una pequeña marca en la hoja de verificación que llevaba en la tabla. Así fue recorriendo el pasillo, no estaba solitario, había algunos enfermeros que iban y venían, saliendo y entrando por algunas puertas, hasta que, al llegar a una esquina, escuchó la voz de una mujer.

—Por dios, Isaac, tienes que dormir algo, no has descansado nada desde que abordaste el avión de regreso.

—¿Cómo podría?— rebatió el nombrado, —nuestros hijos, ellos...— el hombre suspiró con pesar, luego el sonido de su teléfono móvil le interrumpió, él contestó y Leo aprovechó para abrir la puerta más cercana, descubriendo que era un pequeño almacén de suministros médicos; entró y fingió revisar los anaqueles, no cerró por completo la puerta a su espalda, con seguridad supo de quienes se trataban: Nelly e Isaac Bennett. Agradeció que el hospital siempre oliera a antisépticos y desinfectante, de lo contrario ni con la televisión a volumen bajo en la sala de espera hubiera pasado desapercibido.

—Sí, quiero que revisen todo— dijo Isaac el teléfono, —no me importa lo que cueste, recojan hasta la más mínima evidencia y luego limpien el área; en cuanto a los medios, solo proporcionen información general, ningún detalle— ordenó con voz imperativa y firme, luego cortó la comunicación. Exhaló y después se dejó caer en una silla.

—Llamaré a Lily— anunció la mujer.

Desde su lugar, Leo no oyó objeción alguna.

...

A unas cuantas calles antes de llegar a "Hot Tattoo", Samuel había recibido una llamada de Leo, pero como iba conduciendo no le atendió en seguida, sino que aparcó la camioneta lo más pronto que pudo, en la acera frente a su destino y le devolvió la llamada.

El informe que Leonel le describió no tenía muchos detalles, pero Samuel conocía el segundo nombre del beta: Timothy, el cual Noah detestaba, así que sí, era él, además de que la presencia de Isaac en el lugar lo confirmaba. Sam sopesó llamar a Lily para preguntarle, pero, como si le leyera el pensamiento, Leo le dijo que al parecer Nelly recién le iba a informar de lo que fuera que estuviera sucediendo, así que pudiera ser que ella tampoco pudiera proporcionarle los detalles.

Y también estaba un asunto de importancia: Leonel pensaba que debía comunicárselo a Lucian, pero también sabía cómo era el mayor y temía preocuparle en demasía por algo que probablemente era insignificante; por eso había recurrido a Sam.

Samuel le prometió a su pareja que se encargaría de ello. Cuando cortó la llamada, suspiró y se mentalizó, no iba a mentirle a su amigo, Lucian se molestaría con él si se lo ocultaba, así que al final decidió llamar a Lily y fingir preguntar casualmente por Noah; aún con la advertencia de Leo, Lily era su mejor opción en ese momento.

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ESPACIO PARA CHARLAR: Un dato "curioso" que seguramente ya notaron son los nombres completos de los gemelos: "Liam Alexander Bennett" y "Noah Timothy Bennett"; por cierto, a Noah no le gusta su segundo nombre.

Nos leemos la próxima semana, o antes, en El Baúl del Tesoro. 

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