Adonis.
* El siguiente capítulo contiene material no apto para menores de edad: muerte, violencia, escenas y lenguaje agresivo, sexual y/u obsceno; se recomienda discreción.
Capítulo 3.
Adonis.
Estando boca arriba, Liam se movió un poco sobre el colchón y gruñó cuando la luz del sol le dio en la cara; no recordaba haber dejado las cortinas de su habitación sin cerrar.
Abrió los ojos repentinamente cuando fue consciente del brazo que envolvía su cintura y entonces las escenas llegaron a su mente como una película rápida. Estaba en un bar, bebiendo y bailando, había un hombre guapo en la pista, hubo besos húmedos y subidos de tono, un taxi, una cama... giró lentamente el rostro y le vio.
Era tal y como lo recodaba, guapísimo; esa perfecta barba recortada, que nacía desde las patillas y que se unía en su mentón, debería ser ilegal; tenía la nariz un poco ancha, las cejas pobladas y la piel canela, toda ella, al menos lo que alcanzaba a ver a la luz del día, pues las sábanas le ocultaban de la cintura hacia abajo. Dudaba que el hombre tuviera calzoncillos, porque ni él mismo los llevaba.
El adonis a su lado gruñó y movió un poco el brazo, ese que tenía a Liam atrapado.
Orgulloso de su elección de compañero de cama, se relamió los labios notándolos bastantes resecos, volvió a girar la cabeza y el malestar punzante de la evidente resaca le atacó. Se llevó ambas manos a su rostro y lo frotó; bien, no volvería a beber así de nuevo, al menos no pronto. Resopló y se acomodó mejor en su lugar, sin liberarse de la presión del brazo del adonis.
Sin embargo, el brazo "cobró vida" flexionándose y luego la mano le acarició el abdomen desnudo. Liam volteó a ver de nuevo al sujeto, quien ahora le miraba con sus brillantes y adormilados ojos azules.
—Buenos días— dijo el hombre, gracias al cielo Liam estaba recostado, porque, si no, hubiera caído debido a la falla en sus rodillas que la voz sedosa causó, más su hermosa sonrisa.
—Bb-buenos días— contestó, y de inmediato cerró la boca consciente de que era más que seguro que se cargara un aliento de los mil demonios.
El hombre se incorporó un poco para mirar el reloj sobre la mesilla, luego volvió su atención a Liam y exclamó, —es muy temprano, podemos dormir un poco más.
Sin esperar respuesta, el adonis se pegó al costado de Liam, clavando ese "gran bulto mañanero" en su cadera.
Nuevamente imágenes claras llegaron a su memoria, ese hombre era un excelente amante, un semental, y de eso no había la menor duda; le había hecho contorsionarse y correrse con solo besarle. Se frotó los ojos, tratando de pensar en otra cosa, no le convenía que la sabana que le cubría se convirtiese en una casa de campaña. Seguramente su excitación y anhelo se debía a que habían pasado meses desde la última vez que compartió la cama con alguien; eso porque su tiempo lo había empleado en buscar un trabajo fijo y tratando de "estirar" sus ahorros para sobrevivir; eso sí, nunca le pidió ni una moneda a su hermano, aunque, oportuna y coincidentemente, Noah le enviaba ropa, "cupones de descuento" y otros artículos.
—¿Qué tanto ocurre en esa hermosa cabecita tuya, Liam? Hasta aquí puedo escucharte pensar— más que las palabras, el ronroneo del adonis hicieron que su piel se erizara.
Un momento. ¡Él sabía su nombre! El hombre guapo sabía su nombre. Claro, en algún instante de la noche habían intercambiado sus nombres, pero, por más que lo intentó, no pudo recordar el de él. ¿Tan borracho estaba? Con eso lo estaba comprobando.
El hombre gruñó y de un hábil movimiento se posicionó sobre Liam, en cuatro patas, acorralándole entre sus fuertes brazos y sus rodillas clavadas en el colchón.
Inevitablemente la sábana resbaló de sus cuerpos y Liam suprimió un gemido cuando le vio completamente desnudo a la luz del día, eso que colgaba entre las piernas del adonis era sin duda formidable, y también comprobó que, efectivamente, toda su piel tenía ese color tostado tan hermoso.
Él pareció reptar sobre el torso de Liam, dejando un reguero de besos hasta llegar a su clavícula, cuello y finalmente a su ojera, la cual mordisqueó y susurró cerca de ella, —si vamos a estar despiertos, que valga la pena.
Liam quiso atraparle entre sus brazos, hacer que siguiera besándole el cuello, pero el hombre se le escapó, bajando por su anatomía y agazapándose entre sus piernas.
Trató frenéticamente de buscar entre sus recuerdos el nombre del sujeto, pero una lengua experta le estaba distrayendo demasiado. ¿Dónde había aprendido a complacer así? No importaba, lo que agradecía era que en ese momento estuviera aplicando sus destrezas con él.
Cuando la cálida boca le engulló, Liam soltó un gemido ronco y una frase que ni siquiera premeditó.
—¡Oh, Kris!
Sí, ese era, el adonis se llamaba Kris.
Cuando el nombre fue mencionado, los ojos azules de su compañero de cama buscaron los suyos, y sonrió; Liam no podía recordar una imagen tan excitante como esa en toda su vida: Kris mirándole desde abajo, en cuclillas entre sus piernas, tocándose mientras le hacía gozar con los labios.
Siguió observando, enredando sus dedos en la frondosa cabellera, hasta que la ráfaga de placer le hizo sacudirse con tanta violencia que tuvo que cerrar los ojos cuando su espalda se arqueó amenazando con desnucarle.
Los latidos frenéticos de su corazón que golpeaban sus oídos y su respiración errática parecían sincronizados, pero Liam se obligó a mirar a Kris, quien se había erguido sobre sus rodillas, mientras continuaba masturbándose.
A través de los labios semiabiertos, Kris jalaba pequeñas bocanadas de aire, tenía los ojos cerrados y estaba próximo a de alcanzar el punto máximo de su placer; a Liam le picaron las manos deseando ayudarle, pero Kris dejó escapar un gruñido antes de volcar su esencia en el muslo de su amante; después, abrió lentamente sus ojos azules buscándole y sonrió satisfecho.
Kris alargó el brazo para tomar una toalla de papel que se encontraba en una bonita caja sobre la mesa de noche y limpió el muslo de Liam con cuidado y dedicación; Liam aún no había recobrado del todo la calma, pues su corazón seguía bombeando con ritmo algo acelerado y no ayudó mucho que, al finalizar, Kris le besara el ombligo; después pasó una pierna sobre su amante, como si estuviera bajando de una motocicleta, regalándole un buen vistazo de su anatomía y se encaminó al sanitario, sin importarle su desnudez, permitiendo que la mirada de Liam se recreara ahora en su perfecto trasero.
Cuando estuvo solo, Liam se relajó en el colchón; nunca, nunca en sus años de vida sexual activa, había tenido un despertar como ese, usualmente las sesiones de sexo eran por las tardes o las noches, después de ir a bailar.
Por cierto, ¿dónde estaba?
Cuando escuchó el ruido de la ducha, se incorporó y miró alrededor, estaba en un hotel, sin duda, porque nadie llevaba a un desconocido a su casa; pero este, a diferencia de sus anteriores encuentros, parecía de mejor prestigio; el papel tapiz parecía nuevo. Siguió mirando a su alrededor, encontrándose con un estrecho espejo y también una mesa con dos sillas en el extremo contrario, se ruborizó cuando notó sobre la alfombra dos envolturas de preservativos desgarradas; si esa no había sido una noche loca que le cortaran una oreja.
Decidió levantarse de la cama y comenzar a recoger sus ropas, tapándose en la medida de lo posible con la manta; pasaban de las diez de la mañana y si Noah había tenido la brillante idea de ir a Fallcity de manera "inesperada", pronto llegaría.
—¿Quieres ducharte?— le preguntó, pero Liam se entretuvo en las gotitas traviesas que resbalaban por el magnífico pecho canela del hombre, —hay agua tibia— agregó sacándolo de su ensoñación.
Liam no era de los que se quedaban a fraternizar con sus amantes, ninguno lo había pedido y a él tampoco le parecía necesario, pero de repente, una ducha con agua tibia pareció tentadora.
—Sí, creo que lo haré— dijo antes de entrar al sanitario.
No tardó más de quince minutos bajo el agua, pudo jurarlo, el rápido encuentro sexual matutino le había hecho olvidar su resaca, pero el agua tibia lo relajó y le quitó los últimos restos del malestar por la bebida.
Para cuando Liam salió del baño, vistiendo sus propias ropas, la habitación estaba ordenada: los envoltorios de preservativos habían desaparecido y la cama estaba hecha.
¿Acaso Kris lo había limpiado? ¿O alguien de servicio había acudido? Si era lo segundo, sería algo vergonzoso toparse con esa persona al salir de allí.
—¿Quieres jugo o café?— Liam miró hacia donde provenía la voz de Kris y le halló, vistiendo aun solo la toalla, sentado a la mesa con una gran bandeja de comida.
El estómago de Liam gruñó y Kris rió.
—Con toda nuestra actividad, ese sonido no debería sorprenderme— dijo Kris.
Liam no iba a quedarse sin comer, así que, sonriendo de manera segura, se acercó y tomó asiento frente al adonis. En la bandeja había salchichas, tocino, huevos, jamón, pan tostado y fruta; Kris le hizo gesto para que se sirviera lo que gustase y así lo hizo.
Liam solía hacer comentarios mordaces, afilados y a veces subidos de tono, cosas por las cuales regularmente Noah le reprendía y, aunque en ese momento hubiese preferido abrir la boca solo para comer, Kris no iba a dejarle hacer únicamente eso.
—Así que, cuéntame, Liam, ¿vives en Fallcity o vienes por negocios?
Tomó un poco de jugo y contestó, —aquí vivo.
—¿Qué tal la ciudad, te gusta?
Se encogió de hombros, —es bonita, no hay mucho tráfico ni contaminación, creo que está bien— contestó.
Kris sonrió ante la concisa respuesta, pero ese gesto se volvió uno pícaro cuando dijo, —cuando te vi anoche, en el bar, no pensé que aceptases venir conmigo.
Tal vez su intención era abochornarle, pero no funcionó, porque Liam no se dejaría intimidar, le devolvió la sonrisa y dijo, —no me imagino porqué, si el mensaje era muy claro— dejó los cubiertos sobre la mesa y estiró su playera gris para que se apreciara mejor el frente.
La mirada azul de Kris escrutó la tela y cuando descifró el estampado en color plata, se dio cuenta de que en realidad era una caligrafía demasiado elaborada y abstracta que decía: Fuck Me.
La risa gutural y divertida de Kris sacudió a Liam hasta la médula, las deidades no eran justas en la repartición de la belleza porque, definitivamente, este hombre poseía demasiada.
—Creo que te dejé sorprendido entonces, ¿eh?— agregó Liam antes de llevarse un poco de fruta a la boca.
—Muchísimo— admitió antes de beber de su café.
—Y dime, Kris, ¿vives en Fallcity o vienes por negocios?— Liam le hizo la misma pregunta.
—Negocios, bueno, en realidad por trabajo.
—Así que, vienes a la ciudad cada temporada.
—Correcto— asintió, —no tenemos un calendario estipulado, pero mi amigo y yo estamos por aquí regularmente.
—¿Tu amigo?— Liam mentiría si dijera que no se estaba interesando.
—Sí, tengo un amigo que también es mi compañero en la oficina, aunque seguramente ahora mismo estará metido en su computadora, es un adicto al trabajo.
"Y tú un adicto al sexo", pensó Liam, pero se mordió la lengua para no soltarlo, porque lo era, nunca había tenido más de un encuentro íntimo con alguien, en cambio, con Kris habían sido tres en menos de veinticuatro horas, y no es que se quejara, simplemente era un récord.
—Ahora es mi turno de preguntar— volvió a hablar Kris, —anoche fue tu primera visita a aquel bar, ¿cierto?
—La segunda.
—Eso explica porqué no te había visto antes, mi amigo y yo solemos ir a ese bar desde que abrió hace unos meses.
Hace unos meses Liam iba a bares "más económicos" y de manera limitada debido a su situación financiera, si ponía las cosas en una balanza prefería pagar su membresía en el club e ir a nadar, y no gastarlo en alcohol.
Lo que restó del desayuno fue realmente agradable, plática meramente superficial, nada personal ni datos reveladores, tomando en cuenta que estaba compartiendo mesa con un desconocido, porque sí, pudiera incluso ser que Kris no fuera su verdadero nombre; Liam hizo una nota mental, para su próxima "aventura" sería interesante cambiarse el nombre.
Treinta minutos después ya estaba en la puerta de la habitación, era hora de irse; Kris estaba apoyado en el marco, con los brazos cruzados sobre su pecho, aun vistiendo solo la toalla; Liam, de pie en el pasillo, pensó que no sería justo que los que pasaran también pudieran admirar ese duro abdomen, aunque en todo momento el corredor estuvo vacío y silencioso.
—La pasé de maravilla— dijo Kris.
Liam meneó la cabeza fingiendo pensar y soltó, —yo no me quejo.
Kris rio, ese sonido gutural tan sedoso que a Liam estaba empezando a gustarle.
—Me agradas, tu sentido del humor es único— dijo Kris.
Vaya, si Noah le escuchara... No, Liam apartó a su gemelo de sus pensamientos y mejor contestó, —eso me han dicho.
Sin borrar su sonrisa, el moreno deshizo su pose y se inclinó hasta depositar un beso en la comisura de los labios de Liam, —ojalá volvamos a vernos algún día— se despidió.
Liam sabía que debía decir algo más, un chiste tal vez para escuchar por última ocasión aquella risa, pero su cerebro se trabó y solo fue consciente cuando la puerta de madera estaba ya cerrada, a centímetros de su rostro.
La sonrisa de satisfacción en sus labios fue enorme cuando comenzó su camino de regreso a su apartamento.
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ESPACIO PARA CHARLAR:¿Qué opinan de Liam? Nada parecido a su hermano, ¿o sí?
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