CAPITULO XXVIII
En total son quince hombres los que llegan al lugar, vestían ropa de cuero gastada y costrosa por el uso y se cubrían con pieles. La mitad se queda montando guardia y el resto comienza con los preparativos. Ya caía la tarde y la espera prometía ser más tediosa aún. Los salvajes no sospecharon nada y todo prosiguió sin contratiempos. Un hombre con la cara pintada de rojo, llevaba colgando sobre su cuello un collar hecho de huesos de dedos humanos, llevaba ceñido a su cintura un puñal largo que desenfundó y colocó sobre una piedra más pequeña. Comienzan a limpiar los alrededores y con una cubeta llena de agua lavan la piedra de sacrificio retirando los residuos de sangre seca. El hombre con la cara pintada era el chamán o brujo, de una jaula saca unas palomas y con una daga corta sus cabezas esparciendo su sangre alrededor de la piedra, un pequeño fuego se enciende y coloca una cacerola cuyo contenido empieza a humear, el chamán esparce el humo para purificar la zona, luego coge el puñal y lo ofrece a un Dios invisible, mientras interpreta una serie de cantos con las cuáles convocaba a los espíritus. Cuando terminó colocó el puñal en su lugar y ayudó a los demás a tener todo en orden para cuando llegara el resto.
-Se me durmió la pierna. -Observa Almar en un susurro.
-Shhhh. -Contesta Dedrick con cara de enojo.
-Es que no la siento, ya estoy viejo para esto.
-Shhhh. -Vuelve a agregar Dedrick y Almar comprende que la conversación ha finalizado.
Cerca de las 11:00 p.m. ya están todos reunidos, la luna daba ventaja al enemigo oculto ya que su claridad iluminaba completamente los alrededores, además de las antorchas colocadas en estacas que rodeaban todo el círculo de árboles. Entonces fue cuando se sintió la tensión tanto de los romanos como de sus aliados, dos hombres traían a otro con la cabeza cubierta con una capucha, vestía como ellos por lo que no podían saber si verdaderamente era Lucio. El hombre es tirado a un lado de la piedra, al fin el chamán retira la capucha pero no lo pueden ver ya que yacía en el suelo. El brujo da unas instrucciones a otro que se encontraba cerca de él y es entonces cuando lo levantan y colocan en la piedra.
-Es él. -Afirma Dedrick lamentando haber hablado tan fuerte.
-¿Estás seguro? -Le pregunta Almar.
Dedrick mueve la cabeza en afirmación.
El cuerpo de Lucio yacía tendido sobre la roca, parecía inconsciente pero no sabrían su real estado hasta llegar a él. En la hoguera el chamán coloca otro recipiente y le vierte varias hierbas cuando el brebaje estuvo preparado todos los que estaban ahí lo bebieron, no pasó mucho tiempo antes de que surgiera efecto la droga y los hombres comenzaron oficialmente la ceremonia.
Virgilio sabía que tenían que atacar no debía permitir que aquel ritual continuara, pero sintió curiosidad y esperó. A las 12:00 p.m. la luna se levantaba majestuosa, el chamán toma el puñal y lo eleva sobre el cuerpo inerte de Lucio.
-¿Qué estás esperando Virgilio, da la señal? -Dedrick lucía ansioso sin comprender por qué Virgilio se tardaba tanto. Fue cuando dio la señal la que los demás estaban esperando, ululó como un búho.
El chamán miró la luna y desnudó el pecho de Lucio dejando caer el puñal con fuerza con dirección a su corazón, pero para sorpresa de todos los presentes lanzó un grito de dolor, su mano había sido atravesada por una flecha.
-¡Por Roma! -Exclama Virgilio y los soldados al fin salen de sus escondites y es cuando inicia el enfrentamiento.
Los hombres que quedaron montando guardia al escuchar el alboroto trataron de correr hacia ellos pero su paso es cerrado temporalmente por Hendrick y compañía. Dedrick salta del árbol y cae sobre un salvaje cuyo impacto lo noquea, vuelve a ver hacia la copa esperando a su tío, que baja con gran dificultad.
-Te dije que se me había dormido la pierna. -Un dolor agudo le recorría desde la columna hasta el dedo gordo del pie.
-Ve, ayúdalos cuando me componga los alcanzo.
Dedrick se une a la contienda, el sonido de las espadas rechinaban en el silencio de la noche. Los salvajes tal y como Ilse lo había pronosticado eran fieros guerreros y hábiles con sus espadas, la ventaja eran los arqueros romanos que mataban a tantos enemigos como les era posible.
Virgilio se debatía con el que al parecer era el líder, un hombre muy alto y de apariencia intimidante, era enorme y robusto y cada golpe revotaba en el escudo de Virgilio, no utilizaba espada sino un mazo, el hombre lanzó un bramido y dejó caer el mazo con fuerza, Virgilio ahoga un grito y el escudo se desliza de su mano, está en el suelo y su espada a unos cuántos metros de él, sabía que iba a morir, miró directo a los ojos de aquel hombre, no demostraría temor, moriría con honor, justo delante de él, Ilse se interpuso blandiendo su espada en contra del salvaje, ella se abalanza sobre él con un grito de furia que por un momento lo deja perplejo, al reaccionar da vueltas a su mazo y se prepara para embestirla, lo que el enorme hombre no previno fue el movimiento de Ilse, esquivó el golpe del mazo con habilidad y se deslizó por debajo de él cerrando el puño y golpeando tan fuerte como pudo sus testículos. El hombre cayó cerca de Virgilio y por la espalda Ilse le clava la espada sin contemplación. Una lanza le recorre cerca de la oreja y vuelve a ver a Virgilio, él la había lanzado hundiéndose en el estómago de un salvaje que empuñaba su espada contra ella.
Ilse se aproxima a Virgilio y lo ayuda a ponerse en pie.
-Estamos a mano. -Dice ella y le sonríe.
-A mano. -Responde Virgilio recogiendo su espada y ayudando a sus compañeros.
Dedrick llega a la piedra del sacrificio y se echa al hombro el cuerpo inerte de Lucio, pero su paso es detenido por el chamán, empuñaba el largo puñal y con ojos desorbitados se lanza sobre él. Trató de esquivarlo pero no fue lo suficiente rápido, el brujo clava el puñal a un costado entre sus costillas, lo que hace que éste retroceda unos pasos, cuando se preparaba para embestirlo nuevamente, un silbido sutil golpea el aire y la cabeza del chamán rueda hasta caer a los pies de Dedrick.
-Te dije que me dieras tiempo de reponerme. -Almar le sonreía de oreja a oreja y le quita a Lucio colocándolo ahora sobre su hombro.
-Vámonos de aquí, ¿Puedes caminar?
-Sí, no te preocupes.
Se alejan e Ilse se les une protegiendo su retirada.
Al cabo de unos minutos que más bien parecieron horas, la lucha había terminado, los salvajes fueron eliminados pero también hubo pérdidas por parte de los aliados y romanos.
-Llévatelos.-Le indica Ilse a Almar.
–Que Uta los revise.
Almar asienta y se ponen en marcha hacia la aldea.
-"Ilse" -Uno de los suyos llega corriendo a buscarla.
-"Tu padre" -Fue todo lo que pudo decir.
Ella corrió detrás de él y la llevaron donde el cuerpo de Hendrick yacía tendido bajo uno de los árboles bañado en sangre con una profunda herida en el abdomen.
-¡Padre! -Exclama Ilse mostrando por primera vez sus sentimientos al demostrar preocupación.
-Peleaste hoy con valentía.
-Hendrick hablaba con dificultad.
-Levántenlo. Ordena Ilse con un tono de desesperación. –Hay que llevarlo con Uta.
-No Ilse, mi momento ha llegado.
-No digas eso, no te atrevas a abandonarme.
-Has aprendido bien, elige con sabiduría a tu compañero para que él te ayude a liderar a nuestro pueblo con honor, coraje y lealtad.
-No, no, no, aún tengo mucho que aprender. -Ilse toma la mano de Hendrick y la coloca sobre su mejilla. –No te mueras padre, resiste.
-Escucha hija, con mis últimas palabras te hablo, no es bueno ser tan prepotente, de vez en cuando hay que fijar la mirada en el suelo y ser humilde. La humildad no es signo de debilidad sino un don característico de todo líder.
-Lo entiendo padre.
-Eres mi orgullo. -Y al decir esto expira. Sus ojos se cierran mientras su cabeza cae de lado.
-No, padre, no.
-Está muerto. -Dice Virgilio que se encontraba de rodillas junto a ella.
Ilse se levanta y se aleja del grupo que la miraba con atención. Se interna en el bosque y cuando estuvo lo suficiente lejos grita tan fuerte que su garganta raspa y duele, llora la pérdida de su padre, serían las únicas lágrimas que derramaría por él y no quería que nadie más la viera tan vulnerable. Regresó al amanecer, Virgilio mandó a colocar en una fila los cadáveres y en otro lado a los heridos. Cerca de la formación rocosa se apiñaban los cuerpos de sus adversarios, no hubo sobrevivientes de parte de ellos. Un soldado romano tomó una antorcha y la acercó prendiendo al momento, al poco tiempo el olor a carne quemada llenaba los alrededores.
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