CAPITULO IV
Claudia recoge su cabello en una trenza y lo adorna con una cinta, escoge un vestido amarillo que hace que su piel se vea más pálida, ceñido con un fajón dorado y se coloca unos pendientes de oro que hacen juego con su gargantilla y pulseras.
El mayordomo anuncia la llegada del joven Centurión, su corazón estalla en una mezcla de nerviosismo y ansiedad. Lo espera cerca de la fuente y práctica las palabras que debe decirle, las que ha repasado cientos de veces. Lucio Casio llega luciendo su uniforme que lo hace verse distinguido y varonil, sus cabellos son casi rubios y sus ojos una mezcla entre miel y verde. No puede evitar suspirar al verlo, el joven despierta en ella toda clase de sentimientos Hacía cuatro meses que no se veían, por alguna razón lo notó cambiado, más hombre y menos el muchacho que se marchó aquella fría mañana. Su impulso fue ir a abrazarlo pero lo reprimió, por el contrario se cruzó de brazos y esperó que él estuviera a su lado.
-Esperaba una bienvenida más emotiva. -Profirió el Centurión mostrando un poco de desilusión en su rostro. -¿Acaso no me extrañaste?
En realidad lo había hecho y mucho, pero no era el momento de decírselo, no cuando su intención era cortar con toda relación que la uniera a él.
-¿Claudia? ¿Te sucede algo? Ah comprendo, estás molesta porque no pasé a verte apenas llegué a Roma. Perdona tenía que brindar informes y toda clase de trámites aburridos y burocráticos, pero ya estoy aquí y te traje un obsequio para compensarte.
Desata de su cinturón una bolsita de lino rojo y se la entrega, ella la toma y al abrirla se encuentra con el collar y aretes de ágape, junto con los brazaletes que entregó en la subasta cuando adquirió al joven esclavo.
-¿Cómo? -No termina la frase ya que sus ojos se llenan de lágrimas.
-Sé que eran de tu madre, me costó un poco convencer al mercader pero al final llegamos a un buen acuerdo por ellos.
-Yo no lo merezco. –Indica, mientras se siente la criatura más miserable.
-Claudia ¿Qué sucede? dime.
Ella lo abraza, él sorprendido corresponde al abrazo.
-¿Qué tienes?
-Temo perderte. -Responde ella tratando de controlar sus sollozos.
-¿A qué te refieres?, no vas a perderme, aquí estoy a tu lado.
-Por ahora. -Contesta cortante y apartándose de él.
-Puedes explicarme porqué están tan molesta conmigo, ¿He hecho algo que te ofenda?
-No, no has hecho nada, por el contrario eres gentil, cortés, encantador y.... _Deja la frase al aire.
-¿Por qué actúas así? no te comprendo. -Ahora es Lucio el que denota disgusto en sus palabras. -Deseaba verte Claudia.
-Lo lamento, es complicado. -Manifiesta ella sin saber que más agregar.
¿Desde hace cuánto nos conocemos? _Lucio la mira con el ceño fruncido.
-Desde niños. -Murmura ella en voz baja.
-Entonces deberías de confiar en mí si algo te inquieta.
-Perdona Lucio.
-Te amo, y por un instante pensé que sentías lo mismo por mí. No pude dormir anoche porqué tomé la gran decisión y quería hablar con tu padre al respecto.
-¿Cuál gran decisión?
-Pedir tu mano en matrimonio, que me honres al ser mi esposa, te he expresado de muchas formas lo que siento por ti y pensé ser correspondido, quizás lo imaginé, quizás interprete mal las señales, nunca he terminado de comprender completamente a las mujeres, cuando crees que te quieren decir algo es otra cosa.
El rostro de Lucio refleja confusión y frustración. Claudia siente pena por él, no merecía el trato recibido pero no supo que decirle, su corazón quería darle el sí, pero su razón le gritaba no.
-¿Me amas Claudia?
La pregunta la sacó de sus pensamientos y la volvió a la realidad. Se quedó unos segundos meditando. Nunca había analizado sus sentimientos por el joven centurión, había luchado tanto por no enamorarse de él. Todos los días se repetía que sólo le agradaba pero la verdad era otra, lo amaba aunque se negara a aceptarlo y la idea de perderlo hizo que su pecho doliera.
Lucio toma las manos de Claudia entre las suyas. No puede ver la lucha interna que se desarrolla en su corazón. Ella tratando de ocultarlo mira hacia otro lado, pero luego comprendiendo que era inútil luchar contra el amor, devuelve su mirada al Centurión y esta vez sus ojos muestran resignación.
-Me rindo, esto es más fuerte que yo, me rindo.
-Eso qué significa.
-Ve a hablar con mi padre, si él aprueba nuestro matrimonio, lo cual hará, yo aceptaré tu proposición.
-Me haces el hombre más feliz del mundo. -Y sin que Claudia lo espere la besa. Era el primer beso recibido, sintió un cosquilleo en el estómago, los labios de Lucio se sintieron cálidos, acariciaron los suyos con delicadeza.
De un ánimo que dudosamente algo pudiera ensombrecer, Lucio tomó las manos de Claudia y las besó alejándose con rumbo a la residencia.
Ella se quedó pensativa, ya no había marcha atrás, la decisión había sido tomada, sabía las consecuencias, conocía lo que podía suceder, pero lo amaba, prefería estar con él el tiempo que pudieran compartir, a no tenerlo del todo.
Al cabo de unos minutos Azeneth llegó presurosa a buscarla.
-Su padre la llama mi señora.
Ella sigue a la anciana hasta llegar a una habitación que él utilizaba como sala de estar y biblioteca. Cuando Claudia ingresa, Lucio sale, no sin antes intercambiar una profunda mirada que hace que ella se sonroje.
-Ciertamente eres impredecible hija, ayer me decías que no estabas segura de tus sentimientos por Lucio y me diste toda una cátedra del porqué no podías recibirlo más y hoy aceptas su proposición de matrimonio.
-¿Y eso te molesta padre?
-No, me intriga y temo que lo hagas por complacerme, aunque eso es poco probable ya que siempre te has empeñado en llevarme la contraria.
-Ayer es ayer y hoy es hoy, tengo sentimientos encontrados,
-Tienes claro que los argumentos que me diste siguen ahí, él no está exento a lo que tanto temes.
-Lo sé padre, correré el riesgo.
-¿Lo amas?
-Sí
-En ese caso, sabes que estoy a favor de esta unión, el matrimonio será después de su regreso.
-¡Regreso! -Exclama Claudia con sorpresa.
-No te lo ha dicho, estamos teniendo problemas en la frontera norte con las tribus germanas.
-Pero acaba de llegar, ¿Cuándo se marcha?
-Prefiero que sea él quién te lo diga. -Antonio se dirige a la puerta y permite que Lucio entre a la vez que él abandona la estancia.
-¿Cuándo te vas?
-Dentro de una semana
-¡Tan pronto!, no lo esperaba.
-Te prometo que.......
-No prometas nada, no prometas algo que no vas a cumplir.
-Me esperarás.
-Sabes que sí, porque mi corazón y mis pensamientos se van contigo
Lucio la encierra entre sus brazos y por segunda vez la besa. Claudia sintió un escalofrío, pensó que eran los vientos de invierno, pero era una señal de que un augurio oscuro se avecinaba.
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