CAPÍTULO III
Claudia llegó donde su padre, éste se encontraba en el patio interno de la residencia.
-¿Cómo estuvo la compra el día de hoy? -Preguntó Antonio viéndola entrar con el rabillo del ojo.
-Sin contratiempos.
- ¿Y cuántos han decidido permanecer con nosotros?
-Cuatro, dos más que la última vez.
-¿Y en qué condiciones se encuentran?
Claudia se sienta junto a su padre, entrelaza sus manos con las de él.
-Débiles, muy maltratados, pero ya mandé a traer al médico.
Su padre la mira con detenimiento y agrega: -¿Y dónde están tus joyas? podría jurar que las llevabas puestas cuando saliste.
-En manos del mercader de esclavos.
-Eran de tu madre, valen tanto para ti estas personas que te deshaces de la herencia que ella te dejó.
-Lo lamento padre. -Agacha la cabeza avergonzada.
-Quiero que Lucio te acompañe la próxima semana, si él no está, iré yo, pero no volverás a ir sola y no está en discusión, ¿He sido explícito?
-Ya te enteraste.
-Sí, por boca de Lucio, uno de sus hombres le contó y él ha venido a informarme.
-¿Cuando regresó a Roma?
-Hace un par de días, se disculpó por no venir a verte pero ha estado arreglando otros asuntos, me dijo que mañana pasará a visitarte.
-Entiendo.
Claudia muestra indiferencia ante lo que su padre le comentó, pero en realidad el joven centurión es de su agrado. Su padre era Plubio Casio, Tribuno que comandaba una de las seis legiones romanas.
-Creí que Lucio te interesaba, es decir, has correspondido a sus cortejos y aceptado sus obsequios.
-Quizás así sea, pero no te ilusiones mucho.
-Me cuestiono si algún hombre es lo suficiente bueno como para ganar tu corazón. Al menos dame esperanzas de que Lucio tenga alguna oportunidad.
-A su favor, es atractivo, agradable, interesante, y sí tiene una que otra cualidad más que me motiva a seguir viéndolo, pero solo me agrada.
-Define "agrado" hija, te desvelas en atenciones cuando viene a verte, y puedo observar cómo le coqueteas, además cuando se va por mucho tiempo lo extrañas ya que no haces más que hablar de él.
Claudia sorprendida mira a su padre, no contaba con que él estuviera tan pendiente de esos detalles y sonríe para sus adentros.
-¿Qué? te sorprende que esté tan informado sobre tu relación con Lucio.
-Define "Relación" padre.
Ahora es él, el que sonríe y de un trago termina su té.
-¿Qué lees? -Consulta ella cambiando el tema que empezaba a resultar algo incómodo.
-Pergaminos, recién los adquirí cuando fui a Egipto.
-¿Cuándo te vuelves a ir?
-No lo sé, Navid se encarga muy bien de mis negocios, ya es mejor comerciante que yo. Estoy cansado y viejo, ya es hora que me quede en mi hogar compartiendo más con mi familia.
-¿Es verdad?, no más viajes, lo prometes. -Expresa Claudia con emoción.
-Lo prometo hija, he pasado la mayoría del tiempo viajando y no te he dedicado la atención que mereces, mírate ya eres una mujer y muy hermosa, me recuerdas mucho a tu madre.
-Quisiera encontrar a un hombre que me amé, como tú la amaste a ella.
-Diana fue la mujer de mi vida, nadie puede llenar el vacío que ella dejó.
-Pero me tienes a mí padre, nos tenemos el uno al otro.
-Por el momento, hasta que algún afortunado te llevé de mi lado.
-Eso no ocurrirá pronto.
-Recuerda lo convenido, tienes hasta los dieciocho años para escoger el hombre que sea tu esposo, siempre y cuando cuente con mi aprobación y si a esa edad aún no has encontrado a nadie, seré yo el que decida con quién desposarte. Pero ha como van las cosas con Lucio, que por supuesto sólo te agrada, es cuestión de esperar.
Claudia le regala una amplia sonrisa y añade: -Me alegra que ya no viajes más, cada vez que te vas me siento muy sola, aunque la casa esté llena de gente.
Antonio abraza a su hija y le planta un beso en la frente. Padre e hija en silencio, disfrutaban de aquel momento, juntos. Desde que Diana muriera Antonio se dedicó a viajar constantemente, todo en la casa le recordaba a su esposa, cada rincón guardaba alguna memoria que le producía un profundo dolor, viviendo en un eterno luto, pero Claudia ya no era una niña, debía velar por ella, cuidarla, y además no era bien visto que las hijas fueran dejadas sin supervisión.
-No reprendas a Adastros por lo ocurrido en el mercado.
-Debería, tiene estrictas órdenes de no separarse de ti, aunque también esto me hace meditar que debo ser más estricto contigo. La gente habla hija, dicen que tengo que disciplinarte, que aún no ubicas cuál es el papel a desempeñar como mujer y en eso tienen razón.
-No puedo creer que digas eso padre, porque te dejas influenciar por los comentarios de los demás.
-Porque sus comentarios encierran verdad, siempre has hecho todo lo que has querido y yo he permitido que esto suceda confiando en tu sensatez, pero no sé hasta qué punto debería darte libertad de actuar y cuando refrenarte.
-¿Acaso te he decepcionado alguna vez padre?
-Nunca, sólo ten cuidado, haz eso por mí quieres. Al menos déjales creer que tengo algo de autoridad sobre ti. -Al decir esto, sonríe moviendo su cabeza a los lados en señal de resignación.
Claudia lo observa, comprende lo que él trata de explicarle, comprende cuál es su rol como mujer, pero no puede evitar estar en desacuerdo con ello.
-Sólo te pido algo. -Continúa Antonio. -Sé la promesa que le hice a tu madre y la sostendré, pero elige bien, me gustaría que te casaras con alguien de acuerdo a nuestro estatus social, y Lucio tiene mi consentimiento, ¿Qué te detiene en formalizar tu relación con él?
Claudia se pone de pie y camina hacia el centro del patio.
-Tengo miedo. -Responde con tristeza. -Tengo miedo de entregarle mi amor, he visto a las esposas como ven partir a sus hombres sabiendo que quizás no regresarán, y también he sido testigo de que los soldados se ausentan por largos períodos, incluso años. No quiero ser la esposa que añore el regreso de su esposo sin saber si él regresará a casa y estando privada de su compañía. Lo quiero a mi lado, que podamos envejecer y ver crecer a nuestros hijos y nietos, Lucio no puede darme eso.
-No puedes tener todo lo que quieres en esta vida, es algo que he aprendido con el tiempo.
-Lo sé padre.
Antonio se levanta y la mira, Claudia trata de descifrar en sus ojos lo que hay en su pensamiento pero su mirada es neutral. Se retira presuroso dejándola sola. Su corazón se oprime y medita sobre el rumbo que tomará su relación con Lucio Casio.
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